Feliz cumpleaños, Mars Hill. Hoy cumplimos 16 años. Celebramos este mes. Sí, es una temporada maravillosa para mí. Hace 16 años, Grace, el primer miembro de nuestra iglesia, mi esposa, y yo estábamos muy entusiasmados del comienzo de la iglesia Mars Hill, y Jesús no ha sido sino bueno con nosotros desde entonces.
Estamos en Ester 6:1–13, y empezaré con una historia. Ayer Alexie cumplió 9 años. Tenemos 5 hijos: 3 niños y 2 niñas, y ayer Alexie cumplió 9 años. Me acurruqué con ella y nos tomamos una siesta. Fue maravilloso. ¿Y qué quería hacer después? Ir a patinar. Nos fue mejor de lo esperado ya que estoy aquí con vida reportándoles esto. No he patinado desde los años 80, a principios de los 80.
Fuimos a patinar y yo estaba aterrorizado. Le dimos patines para su cumpleaños y había 1,5 millones de niños en la pista de patinaje. Ni más ni menos, ese era el número exacto; eran 1,5 millones de niños. Era un manicomio. Niños patinando por todas partes, los hombres mayores con el pelo al viento patinando muy rápido, y no estoy juzgando, es solo una observación. Y pensé: «Mejor me meto a la pista de patinaje para asegurarme que mis hijos de 6 y de 9 años no mueran, por si se caen estaré detrás de ellos como para bloquear… asegurarme que no los atropellen esos hombres solteros con el pelo al viento». Repito, no los estoy juzgando, es solo una observación.
Estábamos patinando y de repente pararon y prendieron las luces y pararon todo. Un niño se había perdido. Como padre de familia, ¿alguna vez se le ha perdido un hijo? Había un papá, y se le notaba en el rostro que entró en pánico. Literalmente estaba temblando y hablando por teléfono con la policía; llamaba a su hija a gritos y por eso cerraron la pista de patinaje. Había desaparecido media hora antes.
Padres, ¿alguna vez han perdido a un hijo por tan solo un momento? Cada minuto parece un año, ¿verdad? Entra en pánico. De repente, en su mente se pregunta: ¿Qué le habrá pasado a mi hijo? ¿Le ha pasado eso? Sus padres, sus abuelos, sus niñeras, su hermano y su hermana mayor.
Identificamos al padre por la expresión de su rostro y este hombre buscó por toda la pista de patinaje buscó en los baños, salió y buscó en todos los carros del parqueadero. No podía parar hasta que encontrara a su hija. Me da gusto informarles que encontraron a su niña. Parece que su mamá la había recogido y no le dijo al papá. No sé qué habrá pasado ahí. Oren por ellos. Seguro fue un día interesante para ellos. ¿De acuerdo?
Ahora permítanme pasar a la historia de Ester. La Biblia dice que Dios tiene un pueblo de pacto. Cuando la Biblia usa ese lenguaje: «de pacto», significa que Dios Padre ha determinado adoptar hijos, o sea hombres y mujeres a su familia. Lo dice una y otra vez en el Antiguo Testamento. Dice: «Seré su Dios y ellos serán mi pueblo». O sea, no lo hace democráticamente a punta de votos. Papá decide.
Y lo que vemos en Ester es que Dios busca a su pueblo de pacto. No importa que los hijos estén lejos, no importa que los hijos se hayan metido en problemas, no importa que alguien conspire hacerles mal o que los arrastre hacia el peligro. Dios es un Padre que ama mucho a sus hijos e irá a buscar a cada uno de ellos para amarlos, servirles, salvarlos, protegerlos, porque son sus hijos.
Lo que vemos en Ester es el corazón de Dios como Padre por su pueblo de pacto en Persia. O sea que estos no son sus hijos más obedientes. Los hijos obedientes se encuentran allá en Israel. Estos son los hijos desobedientes. Son los hijos descarriados. Son los hijos que no están con el resto de la familia. Son los hijos que se encuentran en grave peligro. Y dos de ellos se llaman Ester y su padre adoptivo Mardoqueo.
Al retornar a la historia hoy, vemos que los hijos de su pacto en general están en grave peligro. Un hombre despiadado llamado Amán ha declarado sentencia de muerte para destruir y matar a todo el pueblo de Dios. Va a matar a todo el pueblo del pacto de Dios. Hoy verán que el tiempo apremia para todo el pueblo de Dios y que hay otro tiempo aún más apremiante y corto. También pretende matar a Mardoqueo. Por tanto, están en peligro ¿y qué hará el Padre? ¿Vendrá el Padre a proteger a sus hijos?
Empecemos en Ester 6:1. La primera idea principal, en Ester 6:1–3 es, no cuestione de la providencia de Dios, asúmala. No cuestione de la providencia de Dios, que Dios es soberano y bueno, que conoce el futuro, que está obrando. Asúmalo.
«Aquella noche el rey no podía dormir y dio orden que trajeran el libro de las Memorias, las crónicas, y que las leyeran delante del rey. Y fue hallado escrito lo que Mardoqueo había informado acerca de Bigtán y Teres, dos de los eunucos del rey, guardianes del umbral, de que ellos habían procurado echar mano al rey Asuero. Y el rey preguntó: ¿Qué honor o distinción se le ha dado a Mardoqueo por esto? Respondieron los siervos del rey que le servían: Nada se ha hecho por él».
A veces Dios obra por medio de la mano invisible de sus milagros, a veces Dios obra por medio de la mano visible de su providencia. Es uno de los grandes temas de este libro. Lo he dicho antes, pero para los que son nuevos lo repetiré. Nunca menciona el nombre de Dios, no aparece ningún ángel, no habla ningún profeta, no ocurre ningún milagro, y la pregunta entonces es: ¿cómo obra Dios en la historia de Ester? Mediante su providencia. No vemos la mano invisible de Dios, pero vemos los efectos de la mano invisible de Dios.
El otro día…como saben ha llegado el otoño, y el tiempo está cambiando, y hubo como una tormenta aquí en Seattle y venteaba fuertemente. Al abrir la persiana, por la ventana no se podía ver el viento pero se veían sus efectos. Los árboles se meneaban, y las hojas se esparcían. Podían verse los efectos del viento.
Lo mismo pasa con la providencia de Dios. A veces abrimos la Palabra de Dios y no vemos la zarza ardiendo, no vemos el ángel, no vemos al profeta. Vemos los efectos de la presencia de Dios tomamos por sentado que es la providencia de Dios. «Oh, pasó tal cosa. Dios estaba detrás de eso. Aquello sucedió. Era la mano invisible de Dios».
Al examinar la historia de Ester, vemos la obra de Dios mediante los efectos que conlleva, y aquí es por la providencia de Dios. Hay un rey. Se llama Asuero, o Jerjes por su nombre griego, y le ha dado permiso al que es su mano derecha, a Amán, para que mate a todo el pueblo del pacto de Dios, y una noche no puede dormir.
¿Alguna vez se ha trasnochado? ¿Hay algo menos obvio que estar trasnochado? Es un rey, pues claro que estaba trasnochado. Tiene muchas responsabilidades, está casado con centenares de mujeres. Hay varias cosas que le causan estrés. ¿Cierto? Gobierna un reino inmenso. No sé a usted que le pueda causar estrés, pero el tiene mucho de qué estresarse. No puede dormir. Pero esta es la providencia de Dios.
El rey no puede dormir, está despierto y dice: «Tráiganme todos los libros de contabilidad legal del reino», o algo así. No sé si era que quería ponerse al día con su trabajo o si buscaba la cosa más aburrida que hacer para volverse a dormir. ¿Cierto? Algunos documentos antiguos son demasiado aburridos, y pide que le lean un poco de la historia de su reinado.
Se da cuenta que 4 o 5 años antes dos miembros de su gabinete trataron de asesinarlo, y un hombre llamado Mardoqueo oyó la conversación trajo la información al rey y le salvó la vida. Entonces el rey pregunta: «¿Hicimos alguna cosa por él?».
Parece coincidencia, ¿verdad? Coincidencia es la palabra que usan los no cristianos en vez de providencia. Coincidencia es la palabra que usan los no cristianos en vez de providencia. Nosotros decimos: «No, el Señor lo hizo». Aquí, en el momento preciso… porque verán en un momento que este Mardoqueo quien le salvó la vida, está a punto de ser ejecutado. «¿Qué hicimos por ese tipo?». Nada.
Si alguien le salvaba la vida al rey, era costumbre darle algo. Heródoto, el historiador griego, dice que hubo un atentado para asesinar al hermano de Jerjes y cuando un hombre reportó el atentado salvando la vida de su hermano, lo nombraron gobernador. Si a uno lo nombraban gobernador por salvar la vida del hermano del rey, deberían darle algo por salvarle la vida al rey.
De repente vemos lo que parece ser una consciencia en Jerjes. No habíamos visto esto hasta ahora. De repente, aparece su consciencia. «Debí haber hecho algo por ese hombre, pero no hicimos nada». Esto encadena una serie de eventos que le salvan la vida.
Mi idea principal aquí es: no cuestione de la providencia de Dios, asúmala. Francamente a veces preguntamos emocionalmente: «Dios, ¿dónde estás? ¿Qué estás haciendo? No entiendo esto». En esos momentos necesitamos pensar bíblicamente. «Dios, sé que estás aquí. Sé que tienes algo mente. Ayúdame a entenderlo». Tener fe es confiar en la presencia y providencia de Dios antes de verla.
De hecho, les diré que esta semana dediquen tiempo a su diario espiritual, oren, contemplen su vida pasada. Asuman la providencia de Dios y reinterpreten los datos. Podría contemplar mi vida pasada… Brevemente les diré que hice mi preparatoria en un colegio público. Decidí estudiar la Biblia para una clase de literatura porque me dijeron que sacaría una A fácil. No era la mejor motivación espiritual, ¿amén? Tomé la clase, y sentada frente a mí estaba una mujer joven a quien yo conocía un poco, y era la mejor amiga de una chica llamada Grace, de niño ella vivía frente a su casa.
Empecé a hablarle a esta chica y me presentó a la chica llamada Grace. Esta chica que conocí en preparatoria, sigue siendo una amiga y es miembro de Mars Hill. Conocía a la chica llamada Grace, sí, con la que me casé; y ella me regaló mi primera Biblia y se volvió mi novia. Fui salvo a leer la Biblia, y ella se volvió mi esposa. Todo eso fue por la providencia de Dios. La que se sentaba frente a mí en una clase que tomé para sacar una A fácil, resultó siendo una cristiana que me presentó a mi esposa, quien a su vez me presentó a Jesús y me compró mi primera Biblia. Usted podría decir: «Vaya, maravillosa coincidencia, diagonal, providencia». Dios obra en los detalles, y vemos su presencia en los efectos de su presencia.
Así que no cuestionen la providencia de Dios. Asúmanla. Dios está obrando en su vida. Dios hace que todas las cosas ayuden a bien a los que aman a Dios y a los que conforme a sus propósitos son llamados. Dios es soberano y está en control, y Dios es bueno, y está presente.
Segundo, Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes. Ahora, Ester 6:4–12. Ahora es de mañana, y el rey, trasnochado, pregunta. ¿Quién está en el atrio? Porque este rey nunca toma una decisión, es un líder más bien débil. Siempre tiene que buscar el consejo de otros.
«Entonces el rey preguntó: ¿Quién está en el atrio? Y Amán acababa de entrar al atrio exterior del palacio del rey». El tipo que quiere aniquilar a todo el pueblo de Dios, el tipo a quien se le dio potestad para matar a todo el pueblo del pacto de Dios, el tipo que está a punto de asesinar a Mardoqueo, quien le salvó la vida al rey. ¿Ven la maravillosa providencia de Dios?
«Y Amán acababa de entrar al atrio del rey, para pedir al rey…». ¿Qué? «Para pedir al rey que hiciera ahorcar a Mardoqueo en la horca que él le había preparado». Era básicamente una vara enorme donde lo iban a crucificar o empalar a 75 pies de altura. En esos días era enorme. La situación era que Mardoqueo rehusaba inclinarse ante Amán. Eso ofendía a Amán porque le parecía que lo estaba deshonrando públicamente, y su identidad e idolatría eran el honor. «¿Cómo se atreve no reverenciarme? Soy mano derecha del rey».
Pero después le dan permiso no solo para matar a Mardoqueo sino a todo el pueblo del pacto de Dios, y quiere hacerlo de una manera pública y vergonzosa. Quiere crucificarlo. Este era el precursor de la crucifixión. A 75 pies de altura quiere colgar a Mardoqueo para mostrarles a todos: «Esto les pasa a los que me deshonran».
Puso en marcha su proyecto de construcción. Ahora lo ha acabado. Lo tiene listo para crucificar a Mardoqueo. Aún faltaban varios meses para vencerse el plazo para darle potestad de aniquilar a todo el pueblo del pacto de Dios. Pero quiere pedir una excepción para un hombre, Mardoqueo.
«Y los siervos del rey le respondieron: He aquí, Amán está en el atrio» Amán no solo va entrar casualmente en la presencia del rey, porque podría perder la vida por eso y espera que le conceda una reunión. Es el primero en la fila. «Y el rey dijo: Que entre Cuando Amán entró, el rey le preguntó: ¿Qué se debe hacer para el hombre a quien el rey quiere honrar? Y Amán se dijo», ¿cierto? Su motivo está en su corazón. Algunos de ustedes dicen: «Nunca dije eso». Oh, usted lo pensó y Dios lo escuchó. El Señor lo escuchó fuerte y claro en sus oídos.
Y Amán se dijo: ¿A quién desearía el rey honrar más que a mí?». «Amán, que bueno que estés aquí. Quiero honrar a alguien por encima de todos los demás». Amán piensa: «Sé quién es». ¿Ven la providencia?
Y Amán se dijo: ¿A quién desearía el rey honrar más que a mí?». «Hipotéticamente sé lo que le gustaría tener la persona a quien te gustaría honrar».
«Y Amán respondió al rey: Para el hombre a quien el rey quiere honrar, traigan un manto real». Pero no solo el manto real, sino uno «con que se haya vestido el rey». O sea, «Rey, tienes un manto muy bonito. Quizás podría ponérselo la persona que quieres honrar para que desfile por ahí como vos».
«…y un caballo en el cual el rey haya montado y en cuya cabeza se haya colocado una diadema real». «Sabes, rey, ese caballo es buenísimo. Te apuesto a que la persona que quieres honrar le encantaría no solo ponerse el manto real, sino montar en ese caballo. Estaría alto y exaltado donde todos puedan verlo. De hecho, podría ser el comienzo de un desfile muy bueno para una persona». ¿Cierto? «No tendremos carrozas por las calles, tendremos un desfile de una sola persona. Es todo». ¿Ven lo arrogante que es este hombre? «¿Qué le gustaría?». «Un desfile para mí».
«Y el manto y el caballo sean entregados en mano de uno de los príncipes más nobles del rey, y vistan hombre a quien el rey quiere honrar, le lleven a caballo por la plaza de la ciudad y pregonen delante de él». O sea, aclamémoslo así: «Así se hace al hombre a quien el rey quiere honrar». Sí. «Hipotéticamente, creo que esto sería buena idea para esta persona de la que potencialmente está hablando».
«Entonces el rey dijo a Amán: Toma presto el manto y el caballo como has dicho». ¿Se imaginan lo que estaba pensando? «Oh, qué día». «y hazlo así con el judío Mardoqueo». Estaba a punto de pedirle si podía crucificar a este tipo, y ahora tiene que organizarle un desfile.
Ven, Dios es gracioso. Dios está en el Cielo diciendo a sus ángeles: «No se lo pierdan, no se lo pierdan, no se lo pierdan, no se lo pierdan». Y los ángeles dicen: «Oh, eso está muy bien. Qué bueno». Dios es gracioso, ¿cierto? Pero si usted es persa, no piensa que es gracioso. ¿Cierto? Pero si usted pertenece al pueblo de su pacto, es muy cómico. Es uno de los capítulos más irónicos de la Biblia. Es increíble.
«Que está sentado a la puerta del rey; no omitas nada de todo lo que has dicho». Bien, o sea, se imaginan el semblante de Amán que pregunta: «¿Está seguro de esto?». «Oh, sí, me parece un plan fabuloso». El eunuco lo anotó todo. Tenemos una lista. No omitas nada. Corona, manto, caballo, desfile, aclamación. Genial. Ve a hacerlo». ¡Oh, no! ¿Verdad? Qué día tan malo. ¿Quién organiza el desfile de Mardoqueo? Amán, quien también construyó una vara de 75 pies. ¿Cierto? ¿Quién va dirigir el desfile? ¿Quién tiene que buscar el caballo y decir: «¡Viva Mardoqueo!»? ¿Quién tiene que hacer eso? Amán. Amán. Es asombroso. ¿De acuerdo?
«Y Amán tomó el manto y el caballo, vistió a Mardoqueo». ¿Se imaginan eso? «Sí, tenemos este manto. Aquí tiene. Bien. Móntese en el caballo. Aquí tiene una corona. Viva Mardoqueo». El desfile, todos están en la calle, los chicos gritan: ¡Viva Mardoqueo! ¿Se imaginan a Amán dirigiendo el desfile? Es el porrista de Mardoqueo. Tiene que decir: «Así se hace al hombre a quien el rey quiere honrar». Es lo que tiene que decir. Oh, me encanta.
«Y Amán tomó el manto y el caballo, vistió a Mardoqueo y lo llevó a caballo por la plaza de la ciudad, y pregonó delante de él». Despertó y pensó: «Voy a crucificarlo. Estoy dirigiendo el desfile. Este no era mi plan alternativo». « Así se hace al hombre a quien el rey quiere honrar. Después Mardoqueo regresó a la puerta del rey».
Quiero que veamos la soberbia y la humildad. Algunos de ustedes dicen: «Usted no califica». Y usted tampoco. ¿De acuerdo? Ninguno de los dos calificamos para hablar de esto, pero como el hipócrita principal aprovecharé esta oportunidad. ¿De acuerdo? Lo que vemos aquí es que Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes. Bien, Amán es un estudio de caso de soberbia y Mardoqueo es un pequeño estudio de caso de humildad.
Así que permítanme decirles: los quiero. Soy su pastor. Los quiero. Llevo 16 años aquí y mi corazón está lleno de amor por ustedes. Verdaderamente. Y quiero que sepan que detrás de las peores decisiones que he tomado, las veces que el enojo me venció, y mis remordimientos, estaba la soberbia. La soberbia no sirve para nada. ¿De acuerdo? Nunca ha servido para nada. Algunos de ustedes dirán: «Sí, la soberbia en general es mala, pero de vez en cuando…». No. La soberbia nunca le ayudó a nadie. La soberbia nunca mejoró nada. Podemos llamarla autoestima, o amor propio, podemos llamarla autoayuda, podemos llamarla autorrealización. Sigue siendo soberbia.
Así que permítanme hablarles de la soberbia y ver a Amán como una persona no tan diferente a nosotros. ¿Está bien? Nos burlamos de Amán, y si lo hacemos, también deberíamos burlarnos de nosotros mismos. La verdad es que al leer la historia, ¿cuántos de nosotros, si nos dieran la oportunidad, reaccionaríamos similarmente, o quizás exactamente como Amán? «Si pudiera ser rico y poderoso y hacer lo que quisiera, y alguien me deshonra, pudiendo yo matarlos, lo haría. instituiría un feriado que llevara mi nombre y haría un desfile en mi honor, al cual asistiría». Al leer la historia, tenemos que ver que Amán como nosotros, de modo que aprendemos de su ejemplo, de su ejemplo negativo.
Permítanme decirles unas cosas sobre la soberbia y la humildad. Primero, ser humilde significa saber cuál es su lugar. La raíz de la palabra humildad literalmente significa saber cuál es su lugar. El problema de Amán es que no sabe cuál es su lugar. No sabe cuál es su lugar. Es el tipo que siempre quiere ascender un nivel más en la organización, no porque sea el más capacitado para el trabajo, sino porque hay más gloria ahí. Ha logrado ser la mano derecha del rey, el segundo en todo el Imperio Persa. ¿Saben lo que quiere? Más gloria.
¿Es usted así? No sabe cuál es su lugar y no acepta su lugar. No le satisface pertenecer a una organización, tiene que estar en la cima. Ver el éxito de otros no lo satisface; tiene que ser la persona que logra el éxito. Ese es el problema de Amán. No sabe cuál es su lugar. Lo que pide es pasmoso. «Quiero ponerme los mantos del rey, quiero montar en el caballo del rey». Lo único que no le pidió fue la esposa del rey. Por lo demás, quiere ser tan enaltecido, exaltado, rico y poderoso como pueda.
Segundo, todos son orgullosos pero en distintas maneras. Nos enorgullece que cuando otros se enorgullecen, y vemos su orgullo porque es distinto al nuestro, y ellos ven su orgullo porque es diferente al de ellos. Todos somos orgullosos de distintas maneras. Algunos queremos dinero, otros queremos comodidad, otros queremos poder, algunos queremos una audiencia, algunos queremos acceso a la autoridad y al liderazgo. Todos somos orgullosos de distintas maneras y cuando juzgamos y condenamos a otros por su orgullo, debemos preguntarnos: ¿De qué manera soy ciego a mi propio orgullo? Todos somos orgullosos de distintas maneras.
Tercero, la humildad es un rumbo más que un destino. Ninguno puede decir: «Yo antes era soberbio, menos mal que ya no lo soy». ¿Cierto? Porque alguien diría: «Eso es soberbio». C. J Mahaney escribió un librito titulado Humility (La humildad), y dice: Nadie jamás puede decir que es humilde. Lo único que pueden decir es que son soberbios pero buscan la humildad por la gracia de Dios. Lo único que podemos decir como cristianos no es: Ya alcancé el destino de la humildad, sino: «Por la gracia de Dios quiero aventurarme hacia la humildad». ¿Lo están intentando?
Cuarto, el orgullo se trata de mi gloria, pero la humildad se trata de la gloria de Dios. El orgullo se trata de mi gloria. La humildad se trata de la gloria de Dios. Jonathan Edwards, el gran teólogo Estadounidense, dijo correctamente «Cuando se resuelva el tema de la gloria, todo quedará resuelto». Decidir quién recibe la gloria representa el 99% de las decisiones que tomamos en la vida. «¿Haré esto o haré aquello? ¿Qué glorifica más a Dios? Entonces haré aquello». La pregunta de quién recibe la gloria lo aclara todo. Si Amán hiciera esa pregunta, si Amán se preguntara: ¿Qué me glorifica más a mí?, conduce a una conclusión muy distinta a la de la pregunta: ¿Qué glorifica más a Dios? ¿Amén?
Si está peleando con su cónyuge y dice: «¿Qué debo hacer?». Lo que glorifique más a Dios. Si está desobedeciendo a sus padres, ¿qué debe hacer? Lo que glorifique más a Dios. Si discrepa con el liderazgo, ¿cómo debe portarse? De la forma que glorifique más a Dios. Si tiene aspiraciones, y dice: «¿Debo ir en pos de esto? ¿Qué glorifica más a Dios, no solo en lo que hago, sino por qué lo hago, cómo lo hago, y cuándo lo hago», y todas las decisiones se filtran por esa pregunta: ¿quién recibe la gloria?
Quinto, la soberbia es egoísta, pero la humildad busca a Dios y a otros. Martín Lutero dijo correctamente que el pecado es el yo que se dobla sobre sí mismo. «Yo soy lo más importante». Por eso decimos que lo más importante es Jesús. La humildad enfoca nuestro afecto y nuestro rumbo hacia la gloria de Dios y el bien de otros. O sea, ¿para Dios qué es lo mejor? ¿Qué les ayudará a ellos? Vean, el orgullo gira sobre uno. La humildad nos dirige hacia afuera, hacia Dios y otros; lo que dijo Jesús: que amemos a Dios y al prójimo.
Y sexto, la soberbia engendra muerte; la humildad engendra vida. Agustín el gran patriarca de la iglesia dijo que la soberbia es una madre preñada con todos los demás pecados. Todo pecado nace del orgullo. Todo pecado nace de la soberbia, y toda virtud y santidad, y toda la gloria a Dios nace de la humildad. ¿Está su corazón preñado de orgullo, o preñado de humildad? ¿Qué dará a luz?
Les haré unas preguntas. Pueden pensar en ellas, orar sobre ellas, hablar de ellas en su familia o en su grupo comunitario. ¿Ansía la atención, el honor, el reconocimiento, o el galardón? ¿Ansía eso? ¿Anhela eso? Amán sí, ¿cierto? Ya logró ubicarse en el segundo cargo más importante del reino. Se había decretado que todos le hicieran reverencia. Pero no le bastaba. Un tipo no le hace reverencia y quiere crucificarlo en el cadalso que construyó bien alto para hacer de él un ejemplo, y además quiere montar el caballo del rey y ponerse el manto del rey en medio de un desfile y un feriado en su propio honor.
Algunos dirán: «Es difícil de creer», pero nosotros somos iguales con menos oportunidades. La única diferencia, a veces, entre nosotros y Amán son las oportunidades que se nos presentan, no lo propiamente lo que deseamos.
¿Ansía usted la atención, el honor, el reconocimiento, el galardón y le da rabia cuando lo ignoran? «No puedo creer que no me hayan aumentado el sueldo. No puedo creer que no me hayan ascendido. No puedo creer que no me dieron las gracias. No puedo creer que no me reembolsaron. No puedo creer que no notaron lo que hice honrándome y dándome algún reconocimiento. Me da mucha rabia». ¿Quién recibe la gloria?
Segundo: ¿Se pone celoso y crítico de otras personas cuando triunfan? La gente orgullosa se pone celosa de los que triunfan. No pueden hacer lo que dice la Biblia y gozarse con los que se gozan. ¿Se casaron? Qué milagro que alguien se casara con ellos. ¿Quedó embarazada? Oren por esa criatura. ¿Les aumentaron el sueldo? Sí, parece que engañaron al jefe por completo. ¿Los ascendieron? Si, claro, imagínese eso. «No hicieron esto pero hicieron aquello, y de repente voy a criticarlos y aducir argumentos contra ellos, que no lo merecían, pero yo sí».
Tercero: ¿Siempre tiene que ganar? ¿Siempre tiene que ganar?
Cuarto: ¿Le falta ambición por temor al fracaso? Hay un lado oscuro del orgullo. A veces la gente piensa: «El orgullo simplemente te hace triunfar». No, a veces el orgullo nos vuelve cobardes. Nos hace pensar: «No voy a intentarlo porque qué tal que fracase? No lo intentaré; me hará quedar mal. No empezaré ese ministerio. No empezaré ese negocio. No voy a entablar esa relación. No voy a arriesgarme. ¿Por qué? Porque existe la posibilidad de fracaso y no puedo fracasar porque perjudicaría mi gloria y me hará quedar mal. Porque soy triunfador, por lo tanto ni siquiera lo voy a intentar». A algunos de ustedes el orgullo los hace intentarlo y hacer más de lo que pueden. A otros los vuelve cobardes y no hacen todo lo que podrían hacer. El orgullo es engañoso.
Quinto: ¿tienen un patrón establecido de mentir sobre sus fracasos u ocultarlos? ¿Era usted como el niño que al recibir una mala nota botaba el trabajo, pero si recibía una nota sobresaliente, se lo mostraba a su mamá? ¿Ocultaba sus fracasos? ¿Mentía sobre sus fracasos? «No, no fue esto…fue aquello. Oh, me malentendió. Permítame darle más detalles».
Sexto: ¿se le dificulta reconocer plenamente que está equivocado? La gente orgullosa, cuanto mucho se arrepienten parcialmente. ¿Hacía usted eso? «Está bien, más o menos. Permítame explicarlo. Es complicado. Hay muchas variables. Hablaré por mucho tiempo hasta que se canse de oírme, y después me iré». ¿De acuerdo, váyase. En vez de decir simplemente: «Lo siento, me equivoqué. Lo hice. No lo hice…». Podría confesar solo parte de su culpa, pero no toda la verdad. Podría intentarlo y confesar en parte para soslayar el problema. Se le dificulta ser completamente franco. Usted dice: «Es que daña mi gloria». Pero glorifica a Dios. Repito, todo estriba en la pregunta de quién recibe la gloria.
Séptimo: ¿tiene muchos conflictos con otras personas? ¿Tiene un conflicto conmigo ahora mismo? «¿Quién se cree este tipo? Este tipo…yo no dije eso». Dios lo oye fuerte y claro, ¿de acuerdo? «Él es peor que yo. Lo leí todo en Google. Es una persona horrible». ¿Tiene mucho conflicto con la gente? «Sí, fulano es un idiota, es estúpido, es perezoso, nunca hace su trabajo, y es sensible».
Lo que he visto es que hay muy pocos conflictos entre los humildes. ¿Cierto? No hay una larga lista de guerras que empezaron entre los humildes. ¿Pero entre los orgullosos? Hay una buena pelea. ¿Es usted una persona conflictiva? Si es así, quizás sea su orgulloso. Quizás sea su orgulloso.
Octavo: ¿francamente siente que usted es mejor que la mayoría de las personas? Este tipo de orgullo conduce al desprecio. «Tan estúpido, tan feo, tan perezoso, tan necio, tan desorganizado. No es como yo; que le den su merecido». Algunos de ustedes se ríen, pero su esposa no se está riendo. ¿De acuerdo? Ella piensan: «No veo el chiste». Pero es una vanidad, una superioridad.
Y noveno: ¿es la última? Creo que sí. ¿Se inclina más hacia una actitud de tener derecho o de estar agradecido? La gente humilde tiende a ser más agradecida. «Gracias, Señor. Gracias por eso. Gracias por tu generosidad. Gracias por el don que me diste. Gracias por la oración que hiciste por mí».
La gente orgullosa tiene una sensación de tener derecho. ¡Oiga, eso es mío! ¡Eso es mío! Es mi dinero. Es mi trabajo. Es mi posición. Es mi escritorio. Es mi oficina. Ese carril en la autopista es mío. ¡Oiga, eso es mío! ¿Usted tiene un sentido de tener derecho, o una sentido de agradecimiento? La verdad es que nos merecemos el infierno. Todo lo demás es un don. Son muchos dones. Todos somos orgullosos, solo que en distintas maneras. ¿Amén?
Si todavía no están asustados, les mostraré unos versos. ¿Está bien? El orgullo y la humildad. Proverbios 16.5: «… Todo el que es altivo de corazón». Algunos de ustedes dirán: «Lo tengo bien oculto». Del Señor no. Puede que tenga un corazón arrogante y aparente humildad a otros. Jesús dice que el hombre mira la parte externa, pero Dios conoce el corazón. «Abominación al SEÑOR es todo el que es altivo de corazón ciertamente no quedará sin castigo».
Verán esto le sucederá a Amán. La vida de algunos de ustedes es como la de Amán. Piensan: «Todo va lo más de bien». O sea, era rico, poderoso, famoso, y de repente un día todo cambió. A algunos todo se les derrumbará en un instante, y no quedarán sin castigo.
Proverbios 16.18: «Delante de la destrucción va el», ¿qué? «El orgullo, y delante de la caída, la altivez de espíritu». Si usted se enaltece, Dios lo humillará. No quiero dañarles la historia, vuelvan la semana entrante, pero algo le pasa a Amán que ilustra esto dolorosamente.
En el Nuevo Testamento dice dos veces citando otro proverbio. 1 Pedro 5:5, el discípulo líder de Jesús, y Santiago 4:6, el propio hermano de Jesús: «Revestíos de humildad en vuestro trato mutuo» Nos levantamos cada mañana y nos vestimos, ¿cierto? Y muchas veces incide el orgullo. «¿Qué impresión daré a los demás? ¿Qué clase de imagen voy a proyectar? Aquí Dios lo dice por medio del Espíritu Santo. Al vestirnos cada mañana, también debemos revestirnos de humildad. «Dios, ayúdame a crecer en humildad hoy. Envía tu Espíritu Santo para ayudarme a crecer en humildad. Enséñame mi pecado. Permítanme hacerles preguntas sobre lo que los glorifica a ustedes, no a mí. Amigos, cuando se levantan cada mañana, no se vistan físicamente solamente, vístanse espiritualmente con humildad. Es algo que deben hacer cada día… que debemos hacer, y que yo debo hacer cada día.
Porque Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes. Ven, Amán es soberbio. Dios lo va a resistir. Mardoqueo es humilde y Dios lo va a ayudar.
Les diré que esto me compunge mucho, personalmente. Ocupo una posición de influencia y liderazgo, y sé que mi corazón se inclina hacia la soberbia, así que oren por mí y por sus principales líderes para que nos revistamos de humildad. Es una realidad persistente. Veo a Amán y me doy cuenta que: Hombre, yo podría ser como él en un instante, y a veces lo he sido. Y por la gracia de Dios, no quiero ser así. La soberbia de Amán es trágica.
Lo que me aterra de Amán es esto: Él quiere ser como su rey. El rey equivocado. Todos queremos ser como nuestro rey, pero él se equivoca de rey. Su rey es soberbio, no es humilde. Su rey usa a la gente, no ama a la gente. Su rey ama la gloria, no le encanta glorificar a Dios. ¿Quién es nuestro rey? ¿A quién tienen en más alta estima? ¿Cómo quién quieren ser? ¿A quién admiran? Si su nombre no es Jesús, se equivocaron de rey. Se equivocaron de rey. Por eso es un estudio de caso sobre la soberbia.
En cambio Mardoqueo, Mardoqueo no ha sido un buen padre. No ha sido un buen creyente. No ha practicado su fe públicamente. Podríamos criticar muchas cosas en el carácter de Mardoqueo, pero lo que vemos es esto: humildad. Se los explicaré.
Por casualidad se entera del atentado de asesinar al rey. El rey pertenece a otra religión y a otra raza, a otro grupo de personas. Pudo haberse quedad callado, ¿pero saben qué? Este libro también nos dice cómo ser misioneros en una cultura no cristiana. Por la gracia de Dios, se supone que todos somos como Mardoqueo. Vivimos en una cultura no cristiana. Frecuentemente nuestros líderes, nuestros presidentes, gobernadores, funcionarios elegidos, nuestros jefes, nuestros profesores, son paganos. ¿Cierto? No aman ni sirven al Dios de la Biblia.
Pero Mardoqueo ama y sirve a su rey pagano y busca el bien de toda su cultura, no solo su bien y el de su pueblo. Ese es el corazón de un misionero. Es el mismo corazón que debemos tener, ya sea en los negocios, las finanzas, la educación, bienes raíces. Cualquier lugar que ocupe en el mundo de Dios, necesita usarlo para dar vida y representar el bienestar de todos, no solo del pueblo de Dios.
Él es humilde en ese sentido. Le da la información al rey del atentado y le salva la vida, pero no le dan nada. No se queja, no protesta, no declara la guerra. Por 4 o 5 años se levanta y va a su trabajo. Cuando dice que estaba en la puerta de la ciudad, ahí era donde ejercía su oficio. Ese era su cargo, un empleo cualquiera de oficina trabajando para el gobierno. Imagínense a un tipo en un pequeño despacho que le salva la vida al rey y no le dan nada, ¿y qué hizo?
Siguió siendo un siervo humilde haciendo su trabajo por 4 o 5 años, y de repente un día le pasa algo muy raro. ¿Cierto? Mardoqueo está en su trabajo, ¿y quién aparece? Amán. Imagínense: «Llamen a Seguridad». O sea, «Es un día malo. Me dijeron que construyó una cruz de 75 pies de altura para empalar. ¿Por qué está aquí, Amán?». Para su desfile, ¿está bien? Espero que el manto le quede y que el caballo no corcovee y lo tire, y vengo a aclamar sus alabanzas». Le hacen el desfile.
¿Y qué hace después del desfile? Dice que regresa a su trabajo. Qué cosa tan rara. ¿Se imaginan a sus colegas de trabajo en su despacho? «¿Cómo estuvo el desfile?». Eh, estuvo bien. «¿Y ahora qué?». No sé. Regresar al trabajo. O sea, ¿entienden? Regresa a su trabajo. No pide nada. Su postura es la de un siervo humilde. o sea se sobreentiende que debe salvarle la vida al rey, que debe ir a trabajar, quedarse callado, hacer su trabajo, aunque le hagan un desfile quedarse callado, regresar al trabajo, y hacer su trabajo. Algunos de ustedes se preguntan ¿Cómo puedo marcar la diferencia para Dios? Cállese y haga su trabajo. Se lo digo para que ore por eso. No fue tan bien recibido como esperaba. Está bien.
Por último, y cuando digo por último, en realidad no quiere decir eso. Lo que quiero decir es me temo que no pondrán atención, así que, sigan conmigo ¿de acuerdo? El lamento sin arrepentimiento no logrará nada. La pregunta es esta: ¿Qué hará Amán? Digamos que usted fuera Amán. ¿Qué haría?
Capítulo 6, verso 12: «Pero Amán se apresuró a volver a su casa», o sea, corrió a su casa «lamentándose, con la cabeza cubierta». Esto es un lamento público. «Y Amán contó a su mujer Zeres y a todos sus amigos todo lo que le había acontecido».
Lo curioso es esto: su matrimonio es mejor que el del Rey Jerjes. Ester dijo previamente que no había visto a su marido en 30 días, aunque vivían en el mismo palacio. Es posible ser un hombre orgulloso, despiadado, y horrible y tener un matrimonio decente. Va y habla con su esposa, lo cual el rey no hace.
Vemos que quizás en su propio corazón diría, «No soy un hombre despiadado y horrible, soy un buen hombre de familia, saben. Trato bien a mi esposa, trato bien a mis amigos». Así es como la gente orgullosa justifica su falta de coherencia. Parece tener un matrimonio decente y tiene algunos amigos, pero está a punto de convertirse en un genocida. Así es el corazón humano.
«Entonces sus sabios», pongan eso entre comillas. O sea, Larry, Curly, y Mo, «y su mujer Zeres le dijeron»: Le dice algo cuasi profético aquí. No pertenece al pueblo de Dios, pero articula lo que va a suceder. «Si Mardoqueo, delante de quien has comenzado a caer…». O sea: «Cariño, este es el principio del fin para ti. Eres hombre muerto».
«Es de descendencia judía». ¿Si pertenece a cual grupo de personas? Al pueblo del pacto de Dios. El pacto de Dios, o sea, Papá vendrá. Los encontrará. Velará por ellos. Protegerá a sus hijos. «Eres hombre muerto».
«No podrás con él, sino que ciertamente caerás delante de él». Esta es la única vez que vemos compasión en Amán, y su única compasión es para sí mismo. La gente orgullosa es muy compasiva, pero con ellos mismos. La gente humilde también es compasiva, pero con los demás. Él se lamenta pero no se arrepiente. Se entristece pero no confiesa.
En 2 Corintios 7:10, Pablo nos dice que no practiquemos la tristeza del mundo. Amán ilustra la tristeza del mundo. Les diré en qué consiste la tristeza del mundo. La tristeza del mundo se lamenta ante los efectos del pecado pero no ante la ofensa del pecado. La tristeza del mundo nos hace sentir horribles por lo que nos va a pasar, pero no porque hemos ofendido a Dios. Lo importante siguen siendo uno, lo importante no es Dios.
Frecuentemente los cristianos confunden la tristeza del mundo con el verdadero arrepentimiento. Si viéramos a Amán, o sea, me lo imagino sentado a su mesa, sentado en una silla con la cabeza cubierta, gimiendo. ¿Cierto? Mira por la ventana y ahí está la cruz para empalar de 75 pies de altura, y su esposa le dice: «Eres hombre muerto».
Este iba ser el último mejor día de toda su vida. Todo lo que había logrado en toda su vida estaba al borde del precipicio. Iba a asesinar a su enemigo, y a que hicieran un feriado y un desfile en su honor, y todo cambió en un solo día.
Amigo, eso es lo que le espera. Algunos de ustedes aquí son orgullosos, lo más importante en su vida es su propia gloria. Algunos están así actualmente como Amán estuvo momentáneamente. Las cosas van muy bien para usted y le parece irrisorio que un pastor le diga: «Cuando tu vida toque fondo, busca al Señor». Y usted dice: «No he tocado fondo».
En ese momento, ¿el estaba saludable o enfermo? Saludable. ¿Era rico o pobre? Rico. ¿Era famoso o desconocido? Famoso. ¿En el poder o sin poder? En el poder. ¿Sus planes están prosperando o decayendo? Están prosperando. Y todo cambia en un instante. En un solo día. ¿Es así usted? ¿Es usted como Amán? No tiene sentido de urgencia porque las cosas le van bien, y le irán bien hasta que todo se derrumbe en un instante.
Para algunos de ustedes podría significar su muerte. Puede que todo funcione hasta que cierre los ojos y piense en lo que ha lograda solo para abrir lo ojos y ver la ira de Dios y los ojos de Jesucristo. No hay esperanza hoy para Amán. Murió, compareció ante Dios, y fue juzgado. Hay esperanza para usted hoy. Está vivo. Todavía está aquí. No es demasiado tarde.
Algunos de ustedes están donde Amán se encontraba, donde todo les va bien. Pero a otros están del otro lado donde las cosas han fallado. Su plan no funcionó. El matrimonio fracasó. No les fue bien a sus hijos. La compañía no prosperó; murió. Sus inversiones no prosperaron; disminuyeron. No logró lo que pensaba lograr, o lo logró tan solo para perderlo.
Y no importa que se encuentre donde estaba Amán antes del peor día de su vida o que esté donde estaba Amán en el peor día de su vida. Si usted está vivo, aún tiene esperanza, pero no solo en lamentarse y sentirse mal, en hablar con sus amigos, quejarse con su esposa, y servirse otro trago, o en decírselo al terapeuta, o en tomar medicamentos para lidiar con la depresión.
Les aseguro que lamentarse no logra hacer nada sin el arrepentimiento, sin reconocer: «He pecado contra Dios. Mi problema es el orgullo. Mi adicción es la gloria». Cuántos de ustedes al recibir esta dura advertencia, y a menudo digo esto en Mars Hill. Palabras duras producen gente mansa, y palabras mansas producen gente dura. Los quiero. Quiero que seamos mansos, por eso les hablo a veces con palabras duras. ¿Cuántos de ustedes al escuchar estas duras palabras les gustaría saber cómo cambiar su orgullo por humildad para librarse a ustedes y a otros del destino que destruyó a Amán.
Esta es la clave. Cambiar del orgullo a la humildad no es dejar de enfocarse en su orgullo y empezar a enfocarse en su humildad, porque sigue enfocado en usted mismo. Para librarse del orgullo debe contemplar la humildad de Jesús.
Hay un tema y un hilo en las Escrituras subyacentes a la historia de Ester, que tiene que ver con el pueblo del pacto de Dios. Hubo una promesa por allá en Génesis 12 a un hombre llamado Abraham. Dios le dijo: «Engendrarás un pueblo, un pueblo de pacto, y de ellos vendrá un Salvador llamado Jesucristo». Y ha habido atentados generación tras generación de destruir al pueblo de Dios para que Jesús no viniera.
El odio de Amán hacia el pueblo del pacto de Dios y su odio de Mardoqueo está potenciado por lo demoníaco. Él no es una víctima, pero Satanás da poder a las personas y sus deseos destructivos, esperando destruir todo el pueblo de Dios. Y si todo el pueblo de Dios puede ser destruido, Jesús no puede venir a salvarlos. Dios guarda la vida del pueblo de su pacto, y la historia continúa, y Jesús viene.
Y Jesús es un mejor siervo, es un mejor siervo que Mardoqueo. Por supuesto que es un mejor siervo que Amán. Como les dije antes, nos volvemos como nuestro ¿qué? Nuestro Rey. Jesús es nuestro Rey, y nuestro Rey viene. Permítanme leerles esto. Filipenses 2:3–11, en cuanto a la venida del Rey Jesús dice: «Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás. Haya, pues, en vosotros esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le confirió el nombre que es sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús SE DOBLE TODA RODILLA». Recibe gloria en el Cielo y en la Tierra y debajo de la Tierra, «y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre».
Amán quería ser el hombre a quien el rey se deleita en honrar. Pero Jesús es el único Hombre en quien el Rey se deleita en honrar. Amán quería vestir los mantos del rey pero a nuestro Rey Jesús lo despojaron de sus mantos. Amán quería ponerse la corona del rey, pero a nuestro Rey Jesús le pusieron una corona de espinas. Amán nunca se arrepintió de su pecado, pero Jesús no tenía pecados de qué arrepentirse.
Amán conspiró matar al pueblo de Dios, pero Jesús planeó morir por todo el pueblo de Dios. Amán quería que su rey lo honrara en público, pero nuestro Rey Jesús dejó que lo despojaran y lo deshonraran en público. Amán no perdonaba a un solo hombre por una sola cosa, pero nuestro Rey Jesús perdona a cualquier persona por cualquier cosa. Amán planeaba crucificar a su enemigo, pero Jesús planeó ser crucificado en lugar de sus enemigos.
Amán se enalteció y fue humillado de la gloria hasta la muerte, pero Jesús se humilló a sí mismo y fue resucitado de la muerte a la gloria. Amán ansiaba un desfile para su propia gloria, pero ansiamos la segunda venida de Jesucristo y un desfile para su gloria. Amán se volvió soberbio como el Rey Jerjes, pero por la gracia de Dios, podemos volvernos humildes como nuestro Rey Jesús.
Señor Jesús, la Biblia dice claramente que toda rodilla se doblará. Dios, ya sea que nos inclinemos en esta vida para salvación o que nos inclinemos en la vida que viene para condenación, dice que toda rodilla se doblará y todo rostro se inclinará y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre. Él recibe la gloria. Dios Padre, pido que envíes el Espíritu Santo directamente ahora a los que no conocen al Señor Jesús, para que doblen la rodilla e inclinen sus rostros y aprovechen la oportunidad en esta vida la cual Amán desaprovechó. La oportunidad de arrepentirse y no solo lamentarse. Dios, los que somos cristianos confesamos que nuestro corazón propende hacia el orgullo. Dios, está siempre presente en nuestra naturaleza. Dios, por favor sálvanos de nosotros mismos y de nuestro orgullo y por favor ayúdanos a crecer en humildad y volvernos como nuestro Rey Jesús. Y Padre, pido por mí mismo y por los líderes de nuestra iglesia, Señor Dios, para que nos ayudes continuamente a tener la mente de Cristo y a buscar la humildad de Cristo, y a mostrarles a esta iglesia y a las ciudades que consideramos nuestro hogar, la humildad de nuestro gran Rey. Que no solo seamos líderes, sino líderes siervos que aman a las personas. Dios, y sabemos que en cualquier momento podemos aventurarnos por la senda de Amán, por eso te pedimos en el nombre de Jesús la humildad para mantenernos ceñidos a Él para que seamos como Él porque hemos sido amados bien por Él. Amén.
Nota: Esta transcripción ha sido editada para la legibilidad.