Es un libro extraño. ¿Amén? Es una telenovela mexicana con subtítulos persas. Lo tiene todo. Hay hombres poderosos, ricos, y borrachos; mujeres hermosas; políticos corruptos; y la muerte está a las puertas. Ester es un libro maravilloso. Estamos en Ester 6:14 al 7:10, viendo a «Jesús es un mejor Ester».
Si son nuevos los pondré al día. El Rey Jerjes es un rey de Persia borracho, poderoso y loco. Destituyó a su primera esposa y consiguió otra llamada Ester. Su mano derecha, un tipo llamado Amán, es un ser humano horrible. Es un ser humano horrible. Adora el poder, la atención, la fama, y la gloria. Quiere que todos le hagan reverencia. Es el segundo al mando de todo el Imperio Persa, y un decreto fue emitido que todo el mundo debía inclinarse ante Amán.
Todos lo hacen menos un tipo llamado Mardoqueo quien rehúsa inclinarse y a Amán se pone tan furioso, indignado, e iracundo, que determina matar a Mardoqueo. Y no solo a Mardoqueo, sino a todo el pueblo judío, a todo el pueblo de Dios, porque de alguna manera piensa que están relacionados, quizás ínfimamente, con Mardoqueo.
Entonces acude al gran rey y se lo propone básicamente como un flujo de ingresos. «Déjame cometer genocidio contra el pueblo de Dios, y saquearé todas sus pertenencias, y te daré un alza del 50% en la base impositiva de este año al darte todo ese ingreso». El rey firma el decreto, fijan fecha, hay luto y lamento. La muerte está a las puertas para el pueblo de Dios.
Ester se entera de esto, y quién iba a saberlo pero ella es parte del pueblo de Dios. No ha sido muy fiel y piadosa ni ha sido una mujer fabulosa toda su vida. Ha estado casada 4 o 5 años con el rey, y nadie sabe, incluyendo su marido, que ella pertenece al pueblo de Dios. Eso significa que no ha estado obedeciendo las Escrituras.
No ha estado diezmando, no ha participado en orar en público y en celebrar las fiestas, festivales, y feriados. Significa que no ha obedecido las leyes alimenticias del Antiguo Testamento. Significa que no se ha estado congregando con el pueblo de Dios, no ha estado adorando con el pueblo de Dios, no ha estado estudiando las Escrituras. Como muchos de ustedes, profesa su fe, pero no la posee y ciertamente no la practica. Nadie sabe que ella es judía, incluyendo su marido.
Pero ahora, sentencia de muerte fue decretada para Mardoqueo, quien en la providencia de Dios para todo su pueblo resulta ser su padre adoptivo, lo cual significa que ahora ella también está en peligro. En este momento dramático de la historia, ¿qué va a suceder? Todo más o menos culmina en este momento, y busca alguna resolución. Y la primera pregunta es: ¿Morirá todo el pueblo de Dios? Pues ya fijaron la fecha, ya emitieron el decreto. «Tal y tal día toda esta gente moriría».
Retomamos la historia en Ester 6:14. «Aún estaban hablando con él, cuando llegaron los eunucos del rey y llevaron aprisa a Amán al banquete que Ester había preparado». Al enterarse que se había dictado sentencia de muerte, empieza a practicar su fe en Dios. Está creciendo en su fe en Dios, es una joven que está madurando, creciendo, y actuando de una forma cada vez más piadosa. Si usted se ha portado hipócritamente, y ha sido comprometido, no es demasiado tarde para usted. Vemos en Ester que Dios bendice rápidamente la más sencilla obediencia.
Ella está creciendo y madurando y decide que debe haber alguna manera de valerse de su posición de influencia que Dios le ha asignado como reina para salvar al pueblo de Dios. Por lo cual ella se arriesgó, como vimos en los capítulos anteriores, entró a la presencia del rey, lo cual podía haber acabado en sentencia de muerte. «No puedes acercarte al rey a menos que te invite», pero arriesgó su propia vida diciendo: «Si perezco, perezco».
Y el rey le dio la bienvenida y le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? Y ella es sabia, no es prudente; es paciente, no impaciente. Espera el momento oportuno para revelar su identidad judía y dar a conocer su petición de salvar al pueblo de Dios. Hace un banquete e invita al rey, y a Amán, su enemigo. Mantenga cerca a sus amigos y aún más cerca a sus enemigos. Durante la noche, el rey le pregunta: «¿Qué puedo hacer por ti?». Y ella dice: «Asistir a otra fiesta». Ella se da cuenta que no es el momento oportuno y hace otro banquete, al cual también asisten Amán y el rey.
La trama se complica y la tensión aumenta con cada minuto, el pueblo de Dios se acerca a la muerte. Y su padre adoptivo está a punto de ser crucificado, empalado en una cruz de 75 pies de altura que Amán construye en su propio patio para hacer un espectáculo público con el hombre que rehusaba inclinarse ante su gloria, sin embargo, Ester es paciente. La Biblia dice en 1 Pedro que Dios es no tarda sino que es paciente. Aquí Ester no se mueve lentamente, es paciente.
«Y el rey y Amán fueron al banquete a beber vino con la reina Ester», hay muchas fiestas en este libro. Y las fiestas marcan momentos de transición en la historia. Tanto sucede en las fiestas y las comidas, y aquí estamos otra vez.
«También el segundo día, mientras bebían vino en el banquete…». Otra cosa que notarán en el libro también es que toman mucho. ¿Ven? Algunos de ustedes dirán: «Tomar no es pecado». Tomar mucho sí es pecado. Lo vemos una y otra vez, que tomaban decisiones importantes después de beber mucho. De paso les cuento que quizás no sea la mejor idea. ¿Cuántos de ustedes son más inteligentes cuando se emborrachan? Si piensan eso, todavía están borrachos. Nadie es más inteligente cuando se emborracha. Ellos beben y toman decisiones. Han festejado y ahora el rey y Amán, su mano derecha, están bebiendo mucho.
«El rey dijo a Ester: ¿Cuál es tu petición, reina Ester?». O sea, ¿qué quieres reina Ester? «Te será concedida. ¿Cuál es tu deseo? Hasta la mitad del reino se te dará». Le sigue preguntando. «Dijiste que querías algo. ¿Qué quieres? ¿Qué quieres?». Ella espera pacientemente.
«Respondió la reina Ester»… Y quiero que vean lo respetuosa que es ella. ¿Sí o no, su marido es respetable? No. No. ¿Sí o no, Ester es respetable? Sí. La Biblia dice muchas veces que las esposas deben respetar a sus esposos. Hombres, siempre podemos darles a nuestras esposas un atajo siendo respetables, pero aquí ella respeta a un hombre que no es digno de respeto. Y Dios insta a las esposas a portarse de esta manera, no para que se queden sin poder, sino para darles poder.
Si ella irrespetara a su marido, ya vimos lo que pasó. La primera reina, Vasti, fue destituida por irrespetar a su marido. Aquí Ester está siendo respetuosa al no volverse el problema sino dejando que el problema sea el problema. Está limitando al rey en su habilidad de sentirse ofendido con ella y lo motiva a hacer lo correcto siendo misma ejemplo piadoso de respeto.
Lo que aplica a las esposas en particular, es aplicable a todos en general. Si alguien ejerce autoridad sobre usted: un jefe, un entrenador, un pastor, un líder, un padre: respételo. Usted dirá: «Pero no son dignos de respeto». A veces no lo son; a veces no lo somos, pero al ser respetuoso permitirá que su voz sea escuchada con esperanza para la clase de cambios que desea efectuar.
Quiero que escuchen su tono respetuoso. «Respondió la reina Ester, y dijo: Si he hallado gracia ante tus ojos, oh rey, y si le place al rey, que me sea concedida la vida según mi petición, y la de mi pueblo según mi deseo». Lo que dice es: «Esto es lo que quiero: Quiero que no me asesinen». ¿Creen que él no vio venir esto? ¿Cuántos piensan que él anticipaba que ella quería algún regalo suntuoso, un lindo feriado?
«¿Qué quieres?». «Quiero que no me asesinen». Es muy audaz, ¿cierto? Hasta ahora había sido tímida. Ahora es audaz. Había callado, ahora habla. Ha sido pasiva, ahora es activa. Esta mujer está creciendo en su fe, y la fe se demuestra con valentía y verdadera acción. Ella demuestra tener fe.
Luego dice: «Porque hemos sido vendidos, yo y mi pueblo», esto es importante, «para el exterminio, para la matanza y para la destrucción». Estaba un poco tomado y ella se asegura de que no se pierda lo principal: Destruidos, asesinados, exterminados.
«Y si sólo hubiéramos sido vendidos como esclavos o esclavas, hubiera permanecido callada, porque el mal no se podría comparar con el disgusto del rey». Es una declaración enorme. «No te molestaría con algo insignificante como la esclavitud de una raza entera, pero esto pasa a mayores». Ella plantea el asunto. «Rey, que pena molestarlo. Sabemos que está muy ocupado. No le llamaría la atención sobre esto si fuera de poca importancia».
¿Hace esto con los que ejercen autoridad sobre usted? ¿Les llama la atención solo a cosas realmente importantes y urgentes? Si lo hace, es probable que sea escuchado. Pero si les trae todas las cosas sin importancia, está siendo irrespetuoso y no será escuchado.
Ester no es una mujer que ha hecho muchas peticiones, y aun cuando hace su petición la presenta como algo importantísimo, o sea, «es más importante que esclavizar a todo un grupo de personas. Tiene la atención del rey. Tiene nuestra atención. ¿Puede haber una crisis más acentuada que la esclavitud de todo un pueblo?
Y permítanme decirles que hasta este momento este ha sido el momento más importante de la vida de Ester. Necesitan saber esto: No todos los días son igualmente importantes. No todos los momentos tienen igual importancia. No toda oportunidad tiene igual importancia. Debe haber momentos en que el Espíritu Santo nos da discernimiento para saber que se trata de un asunto urgente, de una ocasión que no puede perderse. Son ventanas sagradas en la vida. O sea, si nos pasan de largo y las perdemos, nunca volverán.
A veces entre el pueblo de Dios no hay sentido del tiempo, no hay sentido de urgencia, y suele ser porque estamos completamente, continuamente, y egoístamente consumidos por nuestros propios asuntos. Los ojos de Ester miran hacia arriba, no hacia adentro. No contempla la posibilidad de que pueda morir, de que pueda sufrir; contempla el destino de otros y la urgente situación que enfrentan.
Habrá días en que tomará decisiones que alteren por completo el trayecto de su vida, y entre más autoridad y poder tenga, afectará a todos los que estén bajo su autoridad: padres, esposos, pastores, empresarios, líderes de ministerio, maestros. Mantenga los ojos abiertos y su corazón atento a las necesidades de otros y no sea cobarde y pierda las oportunidades que Dios le da para hacer la diferencia.
Algunos de ustedes dirán: «No sé si alguna vez tendré una oportunidad como la de Ester». Ninguno de nosotros la tendrá, pero Dios nos dará oportunidades asignadas por su providencia para amar, servir, hacer la diferencia para otros, y si estamos consumidos con nuestros propios intereses, que no echamos de ver los intereses de otros. Aquí Ester es un magnífico ejemplo, por la gracia de Dios, aunque no siempre ha sido un magnífico ejemplo, por lo cual hay esperanza para los que tenemos que aprender y crecer tanto. ¿Qué hará ella? ¿Qué dirá?
«Entonces el rey Asuero», ese es su nombre persa, su nombre griego era Jerjes, «preguntó a la reina Ester: ¿Quién es, y dónde está el que pretende hacer tal cosa?». El rey está furioso porque atacar a la reina significa atacar al rey. No es que ame mucho a su esposa. Como vimos, aunque vivían en el mismo palacio, se separaban a veces por periodos de más de 30 días. Ella no podía verlo siquiera. Él estaba ocupado con su harén.
Heródoto, el historiador griego, dice que hacia el final de su vida no estaba consumido con asuntos de estado, sino con los asuntos del harén. No ama a su esposa, no valora a su esposa, no está tratando de proteger a su esposa, pero su esposa es una extensión de su realeza, y cualquiera que conspire contra ella lo menoscaba a él; o sea, reincide en su orgullo, en su dignidad, en su imagen, y en su interés propio.
«¿Quién hizo esto? ¿Dónde está?». «Y Ester respondió: ¡El adversario y enemigo es este malvado Amán!». Lo señala con el dedo. Ahí está parado. Es un mal día para Amán, ¿cierto? Piensa que va a cenar con el rey y con la reina. Lo pone en Twitter. Va a cenar con el rey y la reina otra vez. «Pondré fotos en Instagram más tarde. Manténganse en sintonía». Llega. ¿Qué? ¿Alguien está tratando de matar a la reina? ¿Quién? ¿Yo? qué horror». Él no sabía que ella era judía.
Esto también nos da a conocer que el rey tampoco conocía muy bien a su esposa, ¿cierto? Digamos que usted lleva 5 años de casado. Su esposa se despierta y usted dice: «¿Qué estás haciendo mi amor?». «Estoy preparando la comida». «¿Y qué vamos a comer?». «Comida asiática». «¿Por qué?». «Porque soy asiática». «¿Eres asiática? No lo sabía, ¿cuándo te volviste asiática?». «Siempre he sido asiática. Llevamos cinco años…».
No es un marido muy atento, ¿cierto? No han tenido muchas conversaciones entrañables, como: «¿Cuál es tu Dios?». Ahora, probablemente él es zoroástrico. Es una antigua religión pagana. Eso significa que probablemente ha estado involucrado en lo que llamamos hechicería, brujería, y adivinación, y tenían adivinos y toda clase de cosas del ocultismo que ocurrían en el Imperio Persa.
Y nunca le preguntó: «¿Quién es tu Dios?». Y ella nunca le dijo quién es su Dios. Era como algunos de nosotros. Quiere una relación privada con Dios, no una relación pública con dios. Quiere todos los beneficios y ninguna de las obligaciones y el sufrimiento.
Esto es lo que hace. Sale del armario proverbial. Amán quiere matar a todo el pueblo de Dios. Ella levanta la mano y dice: «¿Dónde está la lista de los nombres del pueblo de Dios sentenciados a muerte?». Y con esa declaración, básicamente toma el lapicero y viene y escribe su nombre sumándolo a la lista de sentenciados a muerte. Por fin se ha identificado con el pueblo de Dios.
¿Ha hecho eso usted? ¿Ha hecho eso usted? Porque hay una noción ridícula que dice que lo único que usted necesita es una relación personal con Jesús. Buena suerte, ojalá lo encuentre en el Libro. Lo he leído unas cuántas veces y no puedo encontrarlo. Es cierto que necesita tener una relación personal con Jesús, pero no solo personal.
Es como un niño adoptado por una familia. Necesita tener una relación con su padre y con los otros niños de la familia. Es lo que significa ser parte de la familia. No puede tener a papá solamente sin hermanos y hermanas. No funciona así. Cuando el Padre nos adopta, nos adopta en la familia.
Algunos de ustedes son así. Dicen: «No quiero pertenecer a una iglesia. No quiero estar en comunidad. No quiero estar bajo autoridad. Solo yo y Jesús». La Biblia desconoce eso por completo. Incluye al pueblo de dios, y aquí Ester se identifica con el pueblo de dios. Si atacan al pueblo de Dios, lo atacan a usted. Si critican al pueblo de Dios, lo critican a usted.
Eso es exactamente lo que Ester demuestra. Pudo haber mantenido una relación personal con Dios e irse sin hacer nada ante la crisis. «Oh, ¿conque van a morir? Nadie sabe que soy uno de ellos. Voy a tener una relación personal con Dios, no una relación pública con Dios. No tendré que sufrir, no tendré que ser ridiculizada, y no tendré que ser asesinada». Es un gran privilegio y honor pertenecer al pueblo de dios, y les insto que no sean otro consumidor cristiano egoísta, moderno e individualista que en realidad no le importa el pueblo de Dios y solo los usa para su conveniencia y después los critica cuando no reciben los servicios ni les proveen los bienes.
Les pido que no vivan así sino que vivan como Ester. No tiene nada que ganar al identificarse con el pueblo de Dios. No hay recompensa, en nada le beneficia sumar su nombre a la lista de quienes están por morir. Ella considera un gran privilegio ser incluida en el pueblo de Dios, en la familia de Dios, y asociarse con esa comunidad.
Quiero que vean tres cosas en su noble, valiente y piadosa acción. Primero, quiero que vean que la soberanía divina y la responsabilidad humana trabajan juntas. Básicamente hay dos perspectivas teológicas: Una enfatiza la soberanía de Dios. Dios está a cargo, Dios está en control, Dios lo resuelve todo, Dios se encarga de todo, Dios está en los detalles, Dios lo maneja todo». Otros acuden a otras porciones de la Escritura y dicen: «Necesita hablar, necesita dar, necesita servir, necesita tratar, necesita ayudar, necesita darle importancia, necesita hacer su parte».
Y en realidad son como los dos pedales de una bicicleta. Usted hace su parte y Dios ciertamente hará su parte. Usted da lo que le dijo que diera, y Él le pedirá a los demás que den. Él compensa la diferencia. Si usted viene, eso está bien; Dios ya estará ahí. Dios está obrando en la historia de Ester, y hace parte de su obra por medio de Ester. Ella trabaja con Dios.
Segundo, Dios da poder a su pueblo para que sirvan a los impotentes. Ven, en esta situación el pueblo de Dios es impotente. Es una monarquía, hay un rey. No es una democracia. Es una dictadura. No pueden votar para elegir funcionarios. No pueden votar por medidas electorales ni hacer apelación para sus leyes. No tienen poder.
Ester sí. Es la única persona en la comunidad del pueblo de Dios con acceso al rey, que puede hablar con el rey y quien como reina se vale del poder que tiene, a diferencia de Amán que lo usa para darse el lujo, ella lo usa para hablar por los que no tienen voz y darles poder a los impotentes.
Algunos de ustedes son muy poderosos. Algunos de ustedes aumentarán en poder. Algunos de ustedes son maestros, profesores, y artistas con gran influencia. Algunos son políticos con gran influencia. Algunos son líderes con gran influencia. Dios no nos pone, incluso a los que somos líderes espirituales, en posiciones de poder por ninguna otra razón sino para darle una voz a los que no tienen voz, y representar a los que no tienen representación. Por eso nos preocupamos por personas que incluso no han nacido. Por los que hablarían si pudieran, pero aún no tienen voz, y por los que votarían pero no pueden hacerlo desde el vientre.
Tercero, cuiden primero al pueblo de Dios. Sí, queremos amar a toda la ciudad y servir a toda la ciudad, y hacerle bien a todas las personas porque fueron creadas a imagen y semejanza de Dios y Dios los ama. Todo eso es cierto, pero debemos amar primero al pueblo de Dios. Es como una familia. Aunque queremos a nuestros vecinos, debemos alimentar primero a nuestros hijos. Aunque queremos a nuestros vecinos, debemos atender primero a nuestra familia. No es uno o lo otro, ni ambas cosas, sino su familia primero y después la de ellos.
A veces como cristianos podemos emocionarnos tanto con otras personas y otras cosas que pasamos por alto a las personas y a las cosas más cercanas. Puede que tenga una madre soltera o un niño sin padre sentados frente a usted y los pasa por alto por la oportunidad de hacer el bien. Dice en Gálatas 6.10: «Así que entonces, hagamos bien a todos … especialmente a los de la familia de la fe».
Es lo que hace Ester. Es la Reina de Persia y se preocupa por todas las personas que viven en su nación, pero se preocupa primero por el pueblo de Dios. ¿Quién va a protegerlos? ¿Quién va a servirles? ¿Quién va a representarlos? ¿Quién va a luchar por ellos? ¿Le importa el pueblo de Dios? ¿Los está ignorando? Empiece con el pueblo de Dios.
La siguiente pregunta es: ¿Amán morirá? Ester 7:6–7. Entonces a Amán, ¿lo sobrecogió qué? El terror. Imagínese que usted fuera Amán. Es el segundo hombre más poderoso de la nación más poderosa de la Tierra. Podría decirse que era el segundo hombre más poderoso de la Tierra. Iba a matar a toda una población. Acaba de enterarse que entre ellos estaba la reina. Está aterrorizado.
¿Alguna vez se ha sentido así? ¿Alguna vez se ha sentido así? Su pecado, su orgullo, su locura. No los culpe a ellos. Es usted. Se ha metido en un lío y ahora está aterrorizado. «No sé qué hacer; no tengo escapatoria. Estoy aterrorizado». ¿Se ha sentido así? Aquello lo obsesiona, no hace sino pensar en ello, no lo deja dormir de noche, se siente frustrado, abrumado, entra en pánico. La gente lo percibe en su rostro. ¿Qué está pasando? No sabe ni qué decir. Ni siquiera quiere hablar de ello. Entre más habla de ellos más aterrorizado se pone, porque al escuchar su propia explicación reconoce lo condenado que está por lo que ha hecho. Está aterrorizado.
«Estaba aterrorizado ante el rey y la reina». Se le notaba en la cara. «El rey se levantó lleno de», ¿qué? «Furor». Si alguien peca contra un rey él tiene derecho a responder con furor. O sea, ira, justicia, consecuencias.
Tengan cuidado. Cuídense de no tomar un atributo de Dios y convertirlo en Dios. Dios es amor y Dios es ira. Hay más sobre la ira de Dios que sobre el amor de Dios. La ira de Dios se menciona más de 600 veces de distintas maneras en su Biblia. La ira de Dios es real.
Aquí pinta un cuadro de un rey airado contra su enemigo. Nuestro Dios, el Señor Jesucristo, es un Rey y Él siente ira contra sus enemigos. Y nosotros somos sus enemigos. Todos somos Amán. Somos egoístas, somos soberbios, lo hacemos para nosotros mismos. Y el rey tiene un furor que se enciende contra sus enemigos. Este rey no es un rey perfecto. Su ira no es perfecta. No promulgará justicia perfecta. Jesús Rey es un Rey perfecto con perfecta ira, que promulga perfecta justicia sobre sus enemigos. Debería aterrorizarse delante de un rey así. ¡Aterrorizarse!
Algunos de ustedes no quieren escuchar esto, pero deben hacerlo. Vivimos en una era donde nos dicen que básicamente somos gente buena, que Dios es amor, y que no hay ira, y que Él no tiene enemigos. Eso no es cierto. Eso no es cierto. Las cosas no terminan bien para Amán. No termina así: «Y vivió feliz para siempre, su corazón cambió y le fue bien en todo». Algunos de ustedes están viviendo ese destino ahora mismo. Las cosas no van a terminar bien para ustedes. Deberían saber que comparecerán a ante un gran Rey que tendrá perfecta ira, y eso debería aterrorizarlo.
Ya puedo oír las objeciones: «No creo en el infierno». Amigo, usted creerá. Creerá. Algunos de ustedes no tienen sentido de urgencia porque francamente sus vidas van bastante bien. A Amán también le estaba yendo muy bien hasta la víspera. El hombre más poderoso del mundo, rico, famoso, a quien las multitudes se inclinaban, el que tenía acceso al rey y a quien el rey le había dado potestad para tomar decisiones, e incluso quitar vida humana… También sabemos que tenía amigos, lo cual es un milagro, y una esposa que le habla.
Su vida iba muy bien y de repente un día se le puso de cabeza. Los capítulos 6 y 7 son unos de los más irónicos, sorprendentes, y chocantes de toda la Biblia. Y la vida de algunos de ustedes es así. Todo estará bien hasta que estén en la presencia del Rey y su ira se encienda contra usted y lo llene de terror.
«Y dejando de beber vino, el rey se levantó lleno de furor». Repito, su justicia, su ira y la sentencia que dicta no es del todo perfecta como será la del Señor Jesús. «Y salió al jardín del palacio; pero Amán se quedó para rogar por su vida a la reina Ester, porque vio que el mal había sido determinado contra él por el rey». Pudo verlo en el rostro del rey.
«¿Quién es el que quería destruir a mi esposa?». «Es este hombre». El rey no dijo nada a Amán, lo miró. Y Amán vio una ira furiosa en los ojos del rey y entendió que era hombre muerto. Entonces el rey sale al jardín a ordenar sus pensamientos. «¿Qué voy a hacer? Aquí tengo a mi esposa, la reina, y a mi mano derecha. Fui yo quien firmó el decreto de matar a esa gente sin saber que mi esposa era uno de ellos».
Ven, el pecado de Jerjes también lo ha puesto en una situación muy difícil. Ester seguramente está muy preocupada. Quizás se divorcie de ella y la destituya como Vasti al comienzo del libro por complicarle la vida al rey. Puede que la sentencie a muerte. Puede que el rey se ponga furioso y diga, «No me dijiste quién era tu Dios. No me dijiste cuál era tu religión. Ni siquiera sé quién eres. Me engañaste, te burlaste de mí, me mentiste, por lo tanto tú también morirás». ¿Qué le pasará a ella? Ella no sabe.
Y Amán está aterrorizado. Amán se metió en este lío furioso de que un solo hombre no le hiciera reverencia y cayera a sus pies, y en un gran trastoque de ironía, se arroja a los pies de uno del pueblo de Dios. Y no solo eso, ante una mujer, lo cual en esa cultura habría sido muy inusual. El orgulloso Amán se encuentra ahora a los pies de una mujer de Dios. ¿Y qué hará el rey?
Después leemos que matan a Amán. Antes de leerlo, algunos domingos cuando vienen a la iglesia parece que fuera una boda. Es maravilloso. Dios aparece, la gente se salva, todos celebramos. Pero a veces cuando vienen a la iglesia es como si fuera un funeral. Alguien murió. Y hoy es el funeral de Amán. Miles de años después estamos reexaminando su muerte: cómo murió y por qué murió. Este es su funeral.
Capítulo 7, verso 8: «Cuando el rey volvió del jardín del palacio al lugar donde estaban bebiendo vino», seguían tomando, Amán se había dejado caer sobre el lecho donde se hallaba Ester. Entonces el rey dijo: ¿Aún se atreve a hacer violencia a la reina estando yo en la casa?».
Sucede lo siguiente: El rey entra y la reina está en el sofá y Amán se tira a sus pies, y el rey declara que está tratando de agredir a su esposa. ¿Piensan que es verdad? ¿Piensan que en ese momento Amán está pensando: «Romance. Es una buena oportunidad para seducir a la esposa del rey y empezar una relación romántica con ella. Parece el momento perfecto». No.
La regla era que si usted era reina y se sentaba en el sofá todo el sofá era suyo. ¿Cierto? O sea, otros hombres no podían decirle: «¿Puedes correrte un poco?». Sigue siendo una buena regla. ¿De acuerdo? Con mi esposa, la misma regla. Lo que sea. Saben, es una buena regla. Ester está sentada en el sofá. Se supone que un hombre no debe acercarse a una mujer que no es su esposa, sobre todo a la reina. Los únicos que podían acercarse a la reina eran los eunucos, y aquí vemos a Amán rogando por su vida.
Este rey no es como nuestro Rey. Este rey reinterpreta los hechos y reescribe la historia. Lo que dice es: «Oh, agresión sexual. No hallaba la manera de matar a Amán por pedir permiso para matar al pueblo de Dios, y promulgué un edicto, y ahora tengo sangre en las manos. Quiero averiguar cómo untar a Amán con esa sangre. Ya sé cómo. Él trató de agredir sexualmente a la reina. Ahora puedo matarlo, y con razón». ¿Eso es cierto? No.
La ironía es que Amán mintió acerca del pueblo de Dios para que pudiera matarlos, y ahora su gran rey va a mentir sobre él para matarlo a él. Es algo horrible que hace el rey. Nosotros también lo hacemos, ¿cierto? Cuántos nos hemos metido en… o dicho de otra manera… todos hemos estado en situaciones en las que somos culpables, en situaciones donde somos completamente culpables de nuestro propio pecado, nuestro propio orgullo, y en vez de arrepentirnos… porque, miren, ellos no conocían el arrepentimiento. Era una cultura basada en no arrepentirse. Tenían algo llamado la ley de los medos y persas, o sea que cuando el rey decretaba algo era irreversible. Eso significa que el rey nunca podía decir: «Me equivoqué».
Algunos vivimos como si fuéramos reyes y reinas con la ley de los medos y persas. «Como dije, no me retractaré. Lo voy a hacer. No daré marcha atrás. Así serán las cosas. No me importa que esté bien o que esté mal. Sigan adelante». Entonces las cosas se ponen complicadas y difíciles, y surgen problemas porque eso es lo que pasa cuando no hay arrepentimiento.
Y lo que hacemos es reinterpretar los hechos y reescribir la historia. ¿Usted hace eso? Yo si. «Bien, dijeron esto e hicieron aquello, y si puedo descontextualizarlo y combinarlo con esto para suscitar sospechar de sus motivos y recontar la historia, de repente ellos serían culpables y yo sería inocente». Y sucede. ¿Cierto?
Es exactamente lo que hace el rey. «A ver, veamos. Amán usó mi autoridad y consiguió mi permiso, pero ahora puso en riesgo a mi esposa, atentando contra mi gloria, y no la agredió sexualmente pero con lo que hizo basta. Y soy el rey, por lo tanto haré lo siguiente: tomaré ciertos hechos y los enlazaré de una manera no del todo veraz y después recontaré la historia y diré que Amán es un hombre horrendo y malvado que se abalanzó sobre la reina agrediéndola sexualmente. Lo diré en voz alta, lo diré fuertemente. Otros lo creerán, y podré matarlo y untara Amán con toda la sangre que tengo en mis manos». Nosotros lo hacemos, usted lo hace, yo lo hago. Cuando no nos arrepentimos empezamos a reescribir la historia y a reinterpretar los datos y a recontar la historia para que se aproxime a la verdad, pero no la es.
«Al salir la palabra de la boca del rey, cubrieron el rostro a Amán». Cuando se llevan preso a alguien, o a un prisionero de guerra, un rehén, como hemos visto en el noticiero, les cubren la cabeza. Esto le pasa a Amán. Lo que Amán siempre quería era ver el rostro del rey, y le taparon el rostro en vergüenza y desgracia para que no pudiera ver el rostro de su rey.
Es un glorioso anhelo que Amán tiene por el rey incorrecto. Porque Jesús es nuestro Rey. La Biblia dice en 1 Corintios 13 que un día lo veremos cara a cara. Los reformadores hablaban de vivir en «_coram deo_», o sea, «delante del rostro de Dios». Amigos, debemos vivir delante del rostro de Dios. Debemos saber que delante de nosotros está el rostro de Dios que ve, sabe, y escucha todo lo que decimos, lo que hacemos, y lo que somos; debemos vivir en coram deo, delante del rostro de Dios. Un día de estos veremos a Jesús cara a cara, y sonreirá al recibirnos y veremos la furiosa ira en los ojos del Rey. Tenemos que vivir delante del rostro de nuestro Rey. Amán tuvo una gloriosa idea pero su rey era horrendo.
¿Quién es su rey? ¿Delante del rostro de quién está viviendo? ¿En presencia de quién quiere estar? ¿A quién quiere conocer? ¿Quién quiere que le conozca? ¿De quién anhela aprobación? ¿De quién anhela amistad? ¿De quién anhela provisión? Ese es su rey. Cónyuge, familiar, amigo, compañero de trabajo, vecino, enemigo, dios falso, un espejo, usted mismo. ¿Quién es su rey?
Permítanme decirles que van a morir. Amán no estaba listo para morir. ¿Están listos para morir? Al ver la muerte de un hombre, debemos recordar la muerte de todo hombre, porque por causa del pecado todos morimos. Cada vez que vaya a la nevera y saque la comida y se fije en la fecha de caducidad, quiero que recuerde que usted también tiene una fecha fija. Usted va a morir. No sabe qué día, pero está viviendo delante del rostro de Dios, y al morir comparecerá cara a cara ante de Dios.
«Entonces Harbona», verso 9, «uno de los eunucos que estaban delante del rey, dijo»… Antes de entrar en lo que dijo, permítanme decirles que mencionan su nombre. Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil. Dios no desperdicia ni una palabra. El nombre de este hombre aparece en la lista. ¿Saben por qué? Aunque es un personaje minúsculo en esta injusta sentencia de muerte, no obstante es moralmente responsable ante el rostro de Dios.
Algunos de ustedes al leer esta historia dirían: «Yo no soy como Amán», pero quizás sea como Harbona. Usted no ideó un plan malvado, no creó todos los problemas, pero está implicado hasta cierto punto y es culpable de participar en la injusticia y el mal. ¿Él que dice?
«He aquí precisamente, la horca de cincuenta codos de alto está en la casa de Amán, la cual había preparado Amán para Mardoqueo». O sea, setenta y cinco pies, lo cual era bastante alto en esos días. «Y el rey dijo: Ahorcadlo en ella. Colgaron, pues, a Amán en la horca que había preparado para Mardoqueo, y se aplacó el furor del rey».
Ven, la ira de un rey exige un sacrificio. Exige la muerte. Exige que sangre sea derramada. Este es solo un rey injusto, pero Jesús es un rey perfectamente justo, y la ira de un rey siempre tiene que aplacarse y alguien tiene que ser crucificado. En este caso, Amán. El que tanto quería crucificar a Mardoqueo. Construyó un poste para empalar de 75 pies de altura, precursor de la crucifixión al estilo romano, como la crucifixión que padeció Jesús. Lo construyó en su traspatio para que cuando colgaran a su enemigo otros vieran que Él era el hombre a quien todos debían inclinarse.
Apenas acabó de construir esa cruz el día anterior, anticipando la ejecución de uno de los integrantes del pueblo de Dios. En un día de transición horrendo, el peor día de la vida de Mardoqueo, cuelgan a Amán en su propia cruz en su propio traspatio, frente a su propia familia. Está sangrando, llorando, gritando de dolor, y está muriendo. Lo peor fue que cerró los ojos y cuando los volvió a abrir vio otro Rey con una ira más profunda y una justicia más perfecta.
Como su pastor, una de mis responsabilidades delante del rostro de Dios es prepararlos para el día de su muerte. ¿Están listos para morir? ¿Están viviendo delante del rostro de Dios? ¿La ira del Rey sigue encendida contra usted? La gente no habla del pecado, no hablan de la muerte, no hablan del infierno, pero Jesús habla de eso más que ninguno.
¿Cómo se siente ahora? ¿En qué está pensando ahora? Es muy diciente del concepto que tiene del pecado y de Dios lo que usted piensa y siente en momentos como este, momentos preocupantes como este, desconcertantes y perturbadores.
¿A cuántos de ustedes les molesta esto? Piensan: «No sabemos mucho acerca de Amán. No sabemos de su crianza, no sabemos de su familia, ¿lo habrán maltratado? ¿Fue abusado? ¿No fue amado? ¿Tendría algún problema médico, químico, hormonal, o biológico? ¿Estaba sufriendo? ¿Qué clase de matrimonio tenía? ¿Qué le habrían hecho otras personas? No sabemos. Quizás si tuviéramos más información y lo entendiéramos sicológicamente podríamos entender a Amán a la luz de sus circunstancias. Sí, hay mucha oscuridad, pero en él debe haber un poco de luz. Tal vez era buena persona. Tal vez fue incomprendido. El que contó la historia tal vez tenía prejuicios contra él. Esta no parece una historia increíblemente objetiva. No conocemos todos los hechos. No estoy seguro que debió terminar de esta forma. Pienso que no es suficiente. Parece demasiado oscuro, intenso, duro. No sé si estoy de acuerdo con esto, y ciertamente no me gusta oír que tal vez Dios trate así a las personas. Me molesta». Entonces piensa que usted no ha pecado tanto, y que él no es tan santo, y que su vida no es tan mala.
¿A cuántos de ustedes les gusta mucho esto, aunque está mal? «¿Lo crucificaron en su patio? ¡Fabuloso, fabuloso! Oh, ojalá crucificaran a más personas en su patio. Oh, que todos los malos y malhechores, y todos los que siembran el caos terminen así». Hasta los que no creen que todos somos pecadores, ni que Dios es santo, ni que el infierno existe dirían: «¿Y qué pasa con Adolfo Hitler y con los pederastas?». Dicen: «Me parece bien. Está bien que vayan al infierno, pero no todo el mundo. Solo a la gente bien mala. Deberían tratar así a la gente bien mala. Deberían exhibirlos públicamente. Deberían sufrir. Deberían sangrar. Deberían morir».
¿Cuántos de ustedes piensan, quizás demasiados, les gusta mucho que esto haya sucedido a Amán? Incluso vinieron hoy pensando. «Ya sé a dónde va esto. Por eso estoy aquí». O sea, nos encanta cuando eso le pasa a la gente mala, pero como no somos malos no lo merecemos. Vemos el pecado de ellos más claramente que el nuestro. Vemos su culpa más que la nuestra. Los juzgamos más que a nosotros mismos. Eso se llama hipocresía y santurronería, y tiende a ser el alimento predilecto de los que son religiosos.
¿Cuántos de ustedes se sienten totalmente confundidos? Piensan: «Me siento de ambas maneras más o menos. Pienso: "qué bien que se salvó al pueblo de Dios, y qué bien que hayan matado a Amán. Qué bien el pueblo de Dios haya quedado con vida, pero ser crucificado en el patio de su propia casa delante de su familia me parece un poco extremo, por eso estoy confundido. Me parecen bien los resultados pero el proceso me aterra. Estoy sentado en un pequeño trono preguntándome qué haría si fuera Dios, y me pregunto si haría las cosas mejor que Dios porque cuestionando lo que Él decretó que sucediera».
En un día suceden dos cosas: salvación y condenación. En un día, Amán fue condenado. Permítanme decirles esto, ¿está bien? Los quiero, no me estoy gloriando en esto. Igual que Ester, solo quiero decirles la verdad. Amán no fue salvo. No hay evidencia de ello. Amán no se arrepintió. Amán nunca pidió disculpas al Dios de la Biblia ni buscó su perdón. Amán nunca se unió al pueblo de Dios.
A veces cuando uno va a un funeral pasa esto: la gente tiene buenas intenciones pero no ayudan. Dicen cosas como: «Estoy seguro que están en un mejor lugar». Es descortés decir: «No fueron a un mejor lugar», per es cierto, porque no todos los que mueren van automáticamente a un mejor lugar. Algunos ven cara a cara a Dios el Gran Rey cuya ira se enciende contra ellos y solo puede aplacarse cuando su justicia les sea impuesta para siempre.
Y permítanme decirles que Dios los castiga a todos en el infierno para siempre. La Biblia dice: «Según sus obras», o sea que entre peor haya vivido, más sufrimiento tendrá que soportar. El castigo siempre es proporcional al crimen.
Sé que algunos de ustedes dicen: «En realidad no sabemos. Tal vez Amán fue salvo. Puede que todos fueron salvos. Tal vez vivió en un estado perpetuo por un tiempo y pudo arrepentirse quizás dejó de existir; o quizás Jesús no sea un mentiroso y ahora mismo cuando la Biblia habla de llanto y crujir los dientes, y de la injusticia bajo la ira de Dios, eso es lo que le está pasando a Amán ahora mismo. Más de 2.000 años después.
A algunos de ustedes les pasará lo mismo que a él. Algunos viven en el camino de la ira de Dios y algunos no tienen un sentido de urgencia porque, igual que Amán su vida no está al revés. Las cosas le siguen saliendo bien.
Amán fue condenado y murió porque era pecador y no se identificó como integrante del pueblo de Dios. Y en un solo día hubo condenación, porque él no formaba parte del pueblo de Dios, pero también hubo salvación para todo el pueblo de Dios. Ven, Dios no solo nos salva individualmente, también, como dice la Biblia, quiere un pueblo que sea su posesión. Y fueron salvos porque Ester, la reina, se identificó con su pueblo.
Todo esto es un cuadro de la venida de Jesús, porque Jesús es un mejor Ester. El Gran Rey, contra quien hemos pecado cuya ira se ha encendido contra nosotros se levanta de su trono y viene a la historia como integrante del pueblo de Dios, la misma raza y el mismo grupo que Amán quiso destruir. A diferencia de Ester, Él vive sin pecado. Ester no es un salvador perfecto. Y se identifica con su pueblo, y como se identifica con su pueblo, todo el pueblo de Dios se salva.
La historia es maravillosa, pero imagínese esto. Imagínese el momento cuando el Rey Jerjes miró a Amán y dijo: ¡Llévense a este hombre y crucifíquenlo ahora mismo! Imagínese si en ese momento Ester llegara y le dijera a Amán, «te perdono, te amo; y rey, tomaré su lugar y seré crucificada por él, mi enemigo, para que él pueda ser parte del pueblo de Dios y tome mi lugar». Eso hubiera sido maravilloso. Eso fue lo que hizo Jesús. Por eso Jesús es un mejor Ester.
Nosotros somos Amán y vamos a morir por nuestro pecado o Jesús morirá por nuestro pecado. La ira del Rey será aplacada por medio de nuestro castigo, o la ira del rey será aplacada por medio de su castigo. Ven, el Señor Jesús se identificó con usted y conmigo y con nosotros e hizo algo que Ester no hizo. Murió no solo por su pueblo, sino por sus enemigos para que se volvieran su pueblo.
¿Conoce a Jesús? ¿Ama a Jesús? ¿Le pertenece a Jesús? ¿Está viviendo delante del rostro de Jesús? ¿Jesús es su Rey? ¿Murió por sus pecados, o lo castigará por sus pecados?
Permítanme decirles que cada que hablo del infierno, inmediatamente a la gente le cuesta pensar que Jesús rige el infierno. A nadie le cuesta reconocer que Jesús rige en el Cielo; pero siempre les cuesta escuchar que Jesús rige el infierno. Apocalipsis 14:10 dice que ellos, y cuando dice ellos, se refiera a algunos de ustedes. Algunos de ustedes serán atormentados para siempre en presencia del Cordero, Jesús. El que murió por nuestro pecado también es el que castiga a los que mueren sin arrepentirse de su pecado. Y eso es justicia. Amigos, se colgarán en su propia cruz como Amán, por sus propios pecados, o Jesús fue colgado en la cruz en su lugar por su pecado.
Cierro con esto: Jesús es un mejor Ester. Jerjes fue a un jardín para prepararse a salvar al pueblo de Dios matando a Amán; Jesús fue al huerto y sudó sangre preparándose a rescatar al pueblo de Dios al ser asesinado por personas como Amán. Amán fue crucificado por su pecado, pero Jesús fue crucificado por nuestro pecado. Amán no le dio gracia al pueblo de Dios y sufrió la ira, pero Jesús soportó la ira para el pueblo de Dios y nos dio solo gracia. Amán fue colgado en su cruz, pero Jesús fue crucificado en nuestra cruz. Ester salvó al pueblo de Dios esparcido por toda una nación en una generación, pero Jesús salva al pueblo de Dios de todas las naciones, en toda generación. Le perdonaron la vida al pueblo de Dios porque Ester se identificó con ellos, pero al pueblo de Dios le perdonan la muerte eterna porque Jesucristo se identifica con nosotros.
Señor Jesús, eres un gran Rey. Eres un Rey perfecto, muchísimo mejor que Jerjes. Ciertamente todos han pecado contra ti. Te damos gracias Señor Jesús porque aunque en tu ira, tu justicia y tu furor condenaste al pecado, en la cruz hallaste una manera amorosa, humilde y misericordiosa de perdonar nuestro pecado y nuestra traición, y nuestro mal y nuestra injusticia. Señor Jesús, así como Ester se identificó con el pueblo de Dios, te damos gracias por venir, Señor Jesús, para identificarte con nosotros, el pueblo de Dios. Así como la decisión que ella tomó les salvó la vida, gracias, Señor Jesús, porque tu decisión de ser obediente nos salvó la vida. Señor, Dios, al ver a Amán, reconocemos que somos como él. Somos egoístas, orgullosos, amargados, vengativos, santurrones, y somos tus enemigos. Al ser colgado en su cruz, Señor Dios, nos recuerda el destino de todos los que no se arrepienten, y pedimos, Espíritu Santo, que vengas ahora a conceder gracia y arrepentimiento para que las personas que son tus enemigos se conviertan en tu pueblo, que Jesús tome sus lugares, y que sobrelleve su ira, y que ellos ocupen su lugar y disfruten de su gracia. Señor Dios, ayúdanos a leer las Escrituras de una forma centrada en el evangelio, centrada en Jesucristo, y que no veamos solo el aspecto moral y sicológico, o sea haciendo excusas para la gente a fin de excusarnos a nosotros mismos. Dios, pido por quienes en este momento saben que están viviendo delante del rostro de un gran Rey. Pido que sientan ese terror justo, que tengan sentido de urgencia, que no esperen hasta que su vida no esté funcionando porque para algunos las cosas funcionarán hasta que mueran, y después no funcionarán para siempre. Señor Jesús, te damos gracias por ser un mejor Ester. Te damos gracias por morir en la cruz en nuestro lugar por nuestros pecados y por resucitar como nuestro Salvador para que puedas escuchar esta oración. Amén.
Nota: Esta transcripción ha sido editada para la legibilidad.