Santiago #7—El amor de Jesús y su amor (Santiago 2:8–13)

El amor verdadero

Pues hoy vamos a hablar del amor, y acabamos de celebrar el Día de San Valentín, comprobando otra vez que en Estados Unidos nadie conoce el significado del amor. Y en lo que a palabras malinterpretadas y mal usadas se refiere, les propongo que el amor es uno de los candidatos para la palabra más malentendida y mal usada del idioma español. Por lo general no sabemos qué significa el amor, qué hace el amor, de dónde viene el amor, o para dónde va.

Así que hoy, al estudiar las Escrituras, quiero empezar con un marco bastante amplio, tipo Google Earth, para ustedes. Yo pensé que sabía el significado del amor. Cuando conocía a Grace por primera vez, teníamos 17 años de edad, y pensé: «No hay más que decir, yo la amo». Le dije eso a dos semanas de haber empezado la relación. Le dije: «Te amo y voy a casarme contigo», lo que diría un hombre con un plan, o un acosador, o un acosador con un plan. Y pensé: “La amo y quiero estar con ella el resto de mi vida, y quiero que ella me corresponda con su amor”.

Y salimos juntos por un tiempo, como estudiantes de preparatoria, y Grace me dio un regalo. De hecho era una Biblia. Era esta Biblia. Fue la primera Biblia grande y bonita que había tenido. Y esta tiene un forro diferente. Originalmente, ella grabó mi nombre en ese forro, pero lo desgasté y tuve que conseguir otro forro de tanto que la leía.

Sin embargo, cuando ella primero me dio la Biblia, no la leí. Pensaba que ya sabía lo que decía. Y pensé: «Mark, eres fantástico y Dios ama a las personas fantásticas. Felicitaciones, no tienes nada de qué preocuparte». Yo pensaba que eso era lo que decía la Biblia, y puse esta Biblia, la que Grace me había dado, en un estante, y no la leí por mucho tiempo.

Después empecé a leerla y me di cuenta que lo que decía era muy distinto a lo que yo había pensado. «Mark, eres un tipo muy malo y Dios está enojado contigo, y estás en peligro». Y pensé: «Un momento, seguramente quiso decir otra cosa».

Me vi confrontado con mi pecado y con la santidad de Dios, y por medio de la Biblia comencé a aprender sobre el amor real, el amor verdadero, el amor de Dios. Y de repente, el amor de Dios comenzó a fascinarme, a cautivarme, y a transformarme. Es algo que aún estoy aprendiendo y que seguiré aprendiendo por el resto de la eternidad, supongo, pero una de las cosas que más me compungieron fue que mi amor por los demás, sobre todo por la persona que más amaba, era egoísta, no era desinteresado. Se trataba de lo que me beneficiaba a mí o a nosotros, no lo que beneficiaba a los demás. Y ciertamente no era un amor, inicialmente, originalmente, que incluía a Dios y que obraba amorosamente hacia Dios de la manera en que Dios ve y entiende el amor.

Así que al abordar hoy la Biblia, sé que algunos de ustedes no son cristianos. Algunos de ustedes no están familiarizados con la Biblia. Algunos de ustedes crecieron en hogares religiosos y tenían una Biblia, pero aún no entienden lo que significa ni entienden cómo estudiarla.

Y en lo que atañe a la Biblia, el realidad es algo que fácilmente puede abrumarnos y quizás confundirnos. De hecho es una biblioteca de 66 libros escritos en el transcurso de varios miles de años por unos 40 autores, en 3 idiomas— el Antiguo Testamento fue escrito principalmente en hebreo, el Nuevo Testamento, fue escrito principalmente en griego, y algunas porciones también fueron escritas en arameo— y consta de más 700.000 palabras.

Si alguna vez han tomado una Biblia en sus manos, quizás por primera vez como yo lo hice, y se les hizo difícil entender esta abrumadora cantidad de información, y se preguntaron: «¿Quién es más importante? ¿Qué es lo más importante en esta enorme y abrumadora biblioteca?». Jesucristo es la persona más importante de las Escrituras, y les aseguro que, de pronto— tengan cuidado con estas cosas— el tema más importante de toda la Biblia es el amor.

El amor de Dios por su pueblo por medio de Jesucristo. El amor de Dios por su pueblo por medio de Jesucristo. Y cuando la Biblia habla del amor, a veces lo hace con analogías con las que podemos identificarnos emocionalmente.

Dios ama a su pueblo de esa manera

Dice que Dios ama a su pueblo como un esposo ama a su esposa.

La próxima vez que vean a un tipo enamorado que acaba de conocer a la muchacha de sus sueños, Dios ama a su pueblo así.

Cuando vean una pareja de novios y el hombre ama mucho a la mujer, o los ven el día de la boda y ven esa mirada en su rostro cuando se abre la puerta y su novia está desvelada, Dios ama a su pueblo así.

Cuando ven una pareja tomados de la mano y siguen siendo amigos muchos años después de casarse, Dios ama a su pueblo así.

Cuando ustedes ven, como me pasó a mí hace poco, una pareja de ancianos en el aeropuerto caminando lentamente juntos, de la mano, Dios ama a su pueblo así.

La Biblia dice que Dios ama a su pueblo como un esposo ama su esposa, y la Biblia dice que Dios ama a su pueblo como un Padre ama a sus hijos.

La próxima vez que vean a un hombre casado anticipando el nacimiento de su hijo por el vientre de su esposa embarazada, y lo emocionado que está, Dios ama a su pueblo así.

Cuando vean a un padre cargando a su recién nacido, protegiéndolo porque lo adora y lo ama, Dios ama a su pueblo así.

Cuando vean a un padre tomar de la mano a un bebé mayor, ayudándole a caminar con seguridad, Dios ama a su pueblo así.

Cuando vean a un niño montado a caballito sobre su papá, Dios ama a su pueblo así.

El amor es bíblico

En última instancia, la Biblia se trata del amor de Dios, y antes de hablarnos de nuestro amor, nos habla del amor de Dios. Y esto es muy importante, porque si no la Biblia se convierte en una serie de principios de vida y no en una Persona por la que vivimos, como suele decir el pastor Dave. Antes de que la Biblia sea una serie de principios de vida, es una Persona por la que vivimos, llamada Jesucristo, el que es, el que muestra, y el que obra el amor de Dios.

Eso fue exactamente lo que dijo Jesús. Él es muchas cosas— Es Señor, Dios, Salvador, Rey, y Cristo. También es Maestro. Llamaban a Jesús Rabí, que significa Maestro. Y en su día hubo un gran debate entre varios estudiosos: ¿Cuál es la idea principal? ¿Cuál es el tema principal de la Palabra de Dios?

Y Jesús en Mateo 22:37-40 entra en la conversación y nos enseña que el amor es bíblico. Y el Rabí Jesús, contemplando la totalidad del Antiguo Testamento, dice: «De esto se trata en realidad», y nos va a citar dos cosas llamadas leyes. Y la Biblia incluye muchas leyes, Hagan esto, no hagan aquello.

Los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, escritos por Moisés, a menudo son llamados los Libros de la ley porque contienen como mínimo 613 leyes. Y estaban debatiendo: «¿Cuál de estas debe estar al comienzo de la lista? ¿Cuáles son los temas principales? ¿Cuál es el más importante?». Y Jesús en Mateo 22:37-40, les dice que el amor es bíblico. «Y Él», o sea Jesús, «le dijo: Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento». Aquí está citando Deuteronomio 6:5.

¿Cuántos de ustedes han escuchado eso antes sin pensarlo más? Piénsenlo un momento. Ama al Señor. No solo a usted mismo, al Señor. No el amor propio, sino amar al Señor. Al Señor. Con todo tu corazón. ¿Con cuánto de tu corazón? Todo. ¿Alguno se siente compungido por eso? Piensa: «Amo al Señor con todo mi corazón». «¿Con todo tu corazón?». «No, tengo cosas malas ahí dentro. Me hacen sentir mal. Algunos días quiero al Señor, y otros días quiero al Señor más otras cosas; algunos días quiero al Señor, no por un rato simplemente, sino que me gustaría tener otras cosas». Con toda tu alma.

¿Con cuánto de su alma? Toda. Es una devoción al Señor de todo corazón, a pleno pulmón, ¿verdad? Con pasión, derramando todo nuestro afecto. Usted dirá: «Sí, yo no podría poner eso en mi currículum. No he amado al Señor con toda mi alma». Con toda tu mente. «Poniendo todo pensamiento en cautiverio a Cristo». Eso es lo que dice Pablo. Todo pensamiento en cautiverio. «Pienso los pensamientos de Dios después de Él como acto de adoración. Lo que Dios dice, eso es lo que pienso invariablemente. No discrepo con el Señor. No discuto con el Señor. No dudo del Señor. Pienso los pensamientos de Dios después de Él. Amo a Dios con toda mi mente».

¿Cuántos de ustedes no pueden decir eso? Es imposible. Quiero que sientan el peso de eso. Los peores maestros de la Biblia en el mundo son maestros que se paran y dicen: «Bien, la Biblia lo dice. Háganlo». Un verdadero maestro de la Biblia se para y dice: «La Biblia lo dice. No pueden hacerlo. Es imposible». Y uno dice: «¿Qué?». Necesitará ayuda. Necesitará la ayuda de Dios. Continúa diciendo: «Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Citando Levítico 19:18.

El amor propio

Nuestra cultura piensa que el amor es casi exclusivamente amor propio. «Sí, las personas deben amarme. Pienso que soy encantador, quizás hasta adorable. Tienes razón, las personas no me han amado bien. Gracias, pastor Mark por predicar un sermón sobre el amor porque no me he sentido muy amado y traje alguien conmigo que no me ha amado bien. Me alegro que estén aquí para escuchar el sermón sobre amarme a mí. Hola».

No habla del amor propio en absoluto. El amor de Dios, el amor al prójimo. Siempre oímos a las personas decir esto: «Me cuesta amarme a mí mismo». «No, no le cuesta. No le cuesta. Usted se ama a sí mismo». «No, no me amo». Sí, se ama. Tanto se ama usted, que no ha dejado de pensar en ello, ¿verdad? Nos volvemos muy egoístas, nos amamos a nosotros mismos, pensamos que otros deben amarnos, y que Dios debe amarnos, y que debemos ser el centro del universo, y que todo debe proceder hacia nosotros para nuestro bienestar.

Dios dice: «Reorientemos esto. Ámame a mí, ama a las personas». No vayan hacia adentro, vayan hacia afuera. No vayan hacia adentro, vayan hacia afuera. Y empieza con el amor de Dios. Dios sí le ama. Y como Dios le ama, vierte su amor en usted para que su amor pueda ser vertido por medio de usted.

Esto es lo que Pablo dice a los romanos. «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado». Estamos en medio del invierno. Cuando llegue la primavera, la nieve se derretirá y fluirá río abajo. Así es el amor de Dios. El amor empieza río arriba con Dios y fluye a través de su pueblo y regresa a Él por medio de la oración y la ayuda a los demás. Y Él dice: «De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas».

Remando juntos

Esa es la nomenclatura que usaban para el Antiguo Testamento, los libros que leyó Jesús cuando era un niño pequeño. Al ver la Biblia, decimos: «Contiene muchas cosas, es un poco abrumador. ¿Tengo que aprenderme una lista de 613 cosas en los primeros 5 libros? Quizás debamos hacerlo, pero Jesús dice: «Se los voy a simplificar mucho». Si hacen dos cosas, en realidad cumplirán todas las demás.

Acabamos de cubrir todo el Antiguo Testamento y las enseñanzas de Jesús, y ahora vamos a entrar de lleno en la instrucción del hermanito de Jesús, un hombre llamado Santiago. Era pastor de la iglesia en Jerusalén y escribió un libro de la Biblia que lleva su nombre.

El amor es sacrifical

Hoy estamos en Santiago 2:8-13, y estamos viendo el amor de Jesús y nuestro amor. Y Santiago va a citar a su hermano Jesús quien también cita las Escrituras del Antiguo Testamento. Y Santiago dice esto tocante al amor. Nos dirá que el amor es con sacrificio. Santiago 2:8, así que nuestro tema de hoy es el amor. «Si en verdad cumplís la ley real conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis».

Jesús y Santiago cuando eran niños estudiaron juntos el Antiguo Testamento. Jesús lo estudiaba, lo entendía, lo conocía, lo enseñaba. Santiago lo aprendió, en gran parte, de su hermano mayor, Jesús. En ese momento Jesús había muerto por nuestros pecados y había resucitado de la muerte. Ascendió y regresó al cielo donde reina y gobierna como Rey de reyes, y Señor de señores.

Y Santiago dice: «Permítanme contarles algo que mi hermano enseñaba que solemos pasar por alto, que el amor es con sacrificio». Y dice tres cosas sobre el amor. Habla del amor con respecto a las Escrituras, desinteresado, y con sacrificio. Veamos esas dos cosas en sucesión.

Ante todo dice que el amor en realidad ha de entenderse según las Escrituras.

Esto es importante. No podemos entender correctamente el amor aparte del amor de Dios y del Dios de amor, y eso se encuentra solamente en la Palabra de Dios. Nuestro mundo no entiende el amor. No lo entiende. Simplemente no lo entiende. Para entender el amor, no empezamos con nosotros mismos, empezamos con las Escrituras. Las Escrituras nos revelan quién es Dios y cómo ama Dios.

Y no puedo enfatizarlo lo suficiente porque hay dos cosas que acostumbran hacer las personas en nuestra cultura. Una es vivir de una manera autónoma, o sea, bajo su propia autonomía, y pensar que toda autoridad se encuentra internamente, o sea: «Yo soy un individuo. Soy una persona independiente. Vivo mi propia vida a mi manera. Y en cuanto a lo que pienso que sea correcto o incorrecto, cariñoso o indiferente, lo que debo y no debo hacer, no lo busco externamente, sino en mi interior. Lo que yo quiero. Lo que yo pienso. Lo que yo necesito. Lo que yo siento. Cómo veo las cosas. Mis inclinaciones, mis preferencias, mis tendencias».

El amor soberano

La Biblia elabora una cosmovisión antitética donde no vivimos autónomamente, sino bajo la soberanía de Dios, donde Dios reina sobre nosotros.

A eso se refiere exactamente cuando habla de la ley real: que Jesús es un Rey; que hoy está sentado en el trono; que está alto y sublime y que gobierna y reina; que no vivimos una vida autónoma por cuenta propia, sino bajo su soberanía; y que para nosotros la ley no ha de hallarse internamente sino externamente; que ha de hallarse en las Escrituras. Vivimos bajo el reinado del Rey Jesús y vivimos bajo su ley real.

En aquellos días, la autoridad más alta era el rey. Hoy en día el estado de derecho es soberano, pero en esos días el rey era soberano. El rey era la ley. Si el rey decretaba algo, estaban obligados a guardarlo o a ser juzgados por él o castigados por no someterse. Si el rey decía algo, no había vuelta de hoja. No había tribunal de apelaciones. No existía el debido proceso legal en absoluto. El rey era soberano, el rey hacía las leyes.

Jesús es el Rey. Sin embargo, Él es un Rey bueno. Eso es bueno, pero Él es Rey. Y Él gobierna y reina sobre nosotros en soberanía, y ha puesto las Escrituras en autoridad sobre nosotros. Así entendemos en qué consiste el amor de Dios, cuando vivimos bajo su gobierno conforme a su Palabra.

El amor abnegado

Segundo, dice que el amor también es desinteresado. Amarás a tu…¿qué dice? Prójimo. Al pensar en el amor, pensamos: «Sí, no he sido bien amado. Las personas no me han amado, y me amaban y dejaron de amarme, o me amaban y me abandonaron, o me traicionaron, o pecaron contra mí, o abusaron de mí, o me hirieron, o me fallaron».

Y de repente despierta en nosotros todas las maneras en que no hemos sido amados y no solemos pensar en las maneras en que fuimos poco cariñosos. Solemos pensar en todos los que nos fallaron y no en todas las personas a quienes hemos fallado. Solemos pensar en todo el amor que merecemos en vez del amor que debemos dar.

Y esta es una declaración amplia pero a veces dar consejería en una cultura terapéutica que no entiende al Rey Jesús ni el decreto real de la Palabra de Dios, solo fomenta el problema. Es como servirle tragos a un alcohólico. «Me amo a mí mismo. Siempre me amo a mí mismo. Estoy fascinado conmigo mismo. Pienso en mí mismo. Quiero que otros piensen más en mí. Quiero que otros se dediquen más a mí. Quiero que otros se enfoquen más en mí. Quiero que otros se comprometan más conmigo. Necesito más amor».

Y necesitamos más amor como un alcohólico necesita más tragos. Ese es el problema, no es la solución, porque al colocarnos al centro del universo como objetos y fuentes de amor, somos miserables porque eso no es lo que somos y no fuimos creados para eso.

Aquí Dios está haciendo algo increíblemente cariñoso. Está diciendo: Prójimo, prójimo, prójimo. Otras personas viven en la tierra. Otras personas pasan un tiempo difícil. Otras personas se sienten solas y están dolidas. Dios quiere que tengamos su corazón para con los demás.

Esto nos compunge profundamente, tremendamente, si somos francos. Despertamos por la mañana pensando en nosotros mismos. Pasamos el día absortos en nosotros mismos. Nos acostamos de noche ansiosos solo por las cosas que atañen a nosotros. Y Dios dijo: «Permítanme presentarles a otra persona: su prójimo». En tiempos de Jesús, llegaron y le dijeron: «¿Quién es mi prójimo?, tratando de minimizar la lista. Y Jesús les dijo: «Cualquier persona es tu prójimo». Estoy parafraseando. «Cualquier persona es tu prójimo». El amor es con sacrificio, y esto lo vemos en las Escrituras.

En segundo lugar, es desinteresado. ¿Dios le ama? Sí. ¿Estoy diciendo que debe odiarse a sí mismo? No, pero estoy diciendo que como usted ya se ama, puede tachar eso de su lista de quehaceres antes de morir y vaya y busque a alguien a quien amar. La Biblia toma por sentado que ya nos amamos a nosotros mismos y la Biblia toma por sentado que a menudo no amamos a los demás.

Y tercero, sacrifiquen como lo hacen con ustedes mismos. Piensen en eso. ¿Qué han hecho por ustedes últimamente? ¿Se han mimado? ¿Se han animado? ¿Han provisto para ustedes mismos? ¿Se han alimentado? ¿Han hecho algo bonito para ustedes mismos? Sí, lo han hecho. Tienen ropa puesta. Hicieron algo. Gracias, ¿no es cierto?

La Biblia se pone muy práctica y dice: «Hagan por los demás lo que hacen por ustedes mismos». Si se alimentan, alimenten a otros. Si se visten, vistan a otros. Si oran por sí mismos, oren por otros. Si se ayudan a sí mismos, ayuden a otros. No dice que se odien, no dice que se autodestruyan. Solo dice que añadan a otros a la lista de personas que usted debe tratar como se trata a sí mismo.

¿Alguien se siente compungido? Yo sí. Y este es el amor de Dios, porque nuestra manera de vivir no está funcionando, y Dios nos enseñará cómo ama Él, y nos invitará a amar con el amor que Él tiene. Y me encanta que lo haya llamado la ley real. Y dice que podemos cumplir la ley real. Ese lenguaje de ‘cumplir’ es muy importante. Se perjudicarán mucho al estudiar el libro de Santiago si no empiezan con Jesús. No pueden empieza solo con Santiago. El hermano mayor de Santiago es Jesús. Lo escuchó enseñar, lo vio morir, lo vio resucitar. Santiago aprendió de Jesús.

Y está lidiando con una cantidad de personas religiosas que habían asistido a la iglesia por mucho tiempo y sabían mucho acerca del Antiguo Testamento, y la mayoría de ellos eran judíos, y de niños leían todas las Escrituras, y se las sabían bien. Y habían escuchado las enseñanzas de Jesús, y sabían lo que dijo Jesús, y sabían lo que Jesús había hecho, pero no lo ponían en práctica, no estaban obedeciendo. Para ellos se había vuelto información, no transformación; habían estudiado para aprobar el examen, no para vivir una vida.

Y Santiago los conduce hacia adelante, hacia la aplicación práctica de la instrucción teológica. Pero en Santiago alcanzamos a escuchar el eco de Jesús, y lo hacemos aquí. Santiago 2 hace eco de las palabras de Jesús en Mateo 5. Una de ellas la encontramos aquí. «Si en verdad cumplís la ley real». Cumplir la ley real, eso fue lo que Jesús dijo que vino a cumplir. Lo dijo en Mateo 5:17-18: «No penséis que he venido para abolir la ley o los profetas», el Antiguo Testamento, «No he venido a abolir, sino para cumplir». Jesús está diciendo: «La Biblia entera se trata de mí y he venido a cumplir todo lo que fue profetizado y prometido».

La ley real

Llega Santiago— y esto es lo asombroso—. El Rey deja su trono y desciende, y vive bajo su propia ley. ¿Saben lo que no hacían los reyes en esos días? Vivir bajo su propia ley.

¿Cuántos de ustedes no viven bajo su propia ley? Seamos honestos. Algunos de ustedes dirán: «Sí, las personas deben ser generosas». «Está bien, muéstrame tu estado de cuenta». «Un momento, eso no es de su incumbencia». «Pues, no, eso es ser hipócrita. Por eso quería verlo. Las personas deben amarse unas a otras. Bien, déjeme traer a todos sus enemigos, a todos los que usted lastimó, a todos los que lo angustiaron, y lo frustraron, y dejemos que ellos testifiquen». «Hombre, eso no es cariñoso». ¿Verdad? Hacemos leyes y juzgamos a otros conforme a nuestras leyes, pero no vivimos bajo nuestras propias leyes.

Jesús sí lo hace. Nos da la ley real. Y el rey no tenía que acatar la ley, como les dije, porque el rey era la ley. Si uno hace la ley, y la quiebra, ¿quién lo va a arrestar? Como rey usted puede cambiar la ley. Todas las leyes de los reyes estaban escritas con lápiz. Jesús nos da su ley real en las Escrituras, y el Rey se baja de su trono, entra a la historia de la humanidad, y vive por su propia ley. ¡No hay un Rey como ese! Y vive de tal manera que cumple la ley real. Por eso dijo que había venido.

Esto significa que Jesús nunca pecó: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. Cumplido. Con toda tu alma. Cumplido. Con toda tu mente. Cumplido. Interno, externo, continuo. Perfecto, sin pecado. Y Jesús hizo eso por nosotros. Jesús cumple la ley para nosotros y hace una obra en nosotros de modo que ahora amamos la ley real y amamos al Rey, y queremos obedecer al Rey, y queremos servir al Rey, y queremos volvernos más como el Rey.

De modo que la ley real para nosotros se cumple en Jesús, se cumple en nosotros por medio de Jesús, y Jesús la cumple por medio de nosotros de tal modo que nuestros deseos empiezan a cambiar. Una forma de saber que nos hemos vuelto cristianos es porque nuestros deseos empiezan a cambiar. Decimos: «Quiero vivir bajo el gobierno de Jesús, no apartado de él. Quiero vivir en obediencia a las Escrituras, no en desobediencia a ellas. Quiero volverme más como Jesús y menos como lo que soy aparte de Él».

Y a medida que la ley real se cumple en nosotros, empezamos a amar a Dios y a los demás. Se manifiesta de maneras intensamente prácticas como la amistad, y la generosidad, y dando regalos, y ánimo, y autocontrol y paciencia, y aguante, porque nuestro Rey es así y quiere que seamos como Él. Y si pertenecemos a Él, queremos ser más como Él.

Luego señala que el amor no solo es bíblico y con sacrificio, el amor también es misericordioso. Estamos hablando del amor. Pero, algo puede interferir con el amor. Él dice que es la parcialidad. «Pero si mostráis favoritismo, cometéis pecado y sois hallados culpables por la ley como transgresores». Van a escuchar un lenguaje más intenso. Aquí Santiago sube la temperatura al texto. La ley, el pecado, transgresores, culpables. «Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto se ha hecho culpable de todos».

Perfecto o imperfecto

Desglosemos esto. Si no se sienten mal todavía, arreglaré eso en un momento, ¿de acuerdo? Mi hija está preparándose para tomar el SAT. Imagínense si ella tomara el SAT y contestara mal una pregunta, y le dieran un cero. La ley de Dios es así. La ley de Dios no se ajusta al promedio.

Algunos pensamos que la ley de Dios se ajusta al promedio. Hice el 60% de las cosas. Como para graduarme debo sacar el promedio, voy al cielo, ¿verdad? Como para graduarme debo sacar el promedio, voy al cielo. La ley de Dios no es así. La ley de Dios es todo o nada, ¿no es cierto? Aquí va a hablar sobre el homicidio y el adulterio.

Permítanme decirles esto, con el homicidio y el adultero es todo o nada. «¿Lo asesinaste?». «Oh, un poquito». «No, lo asesinaste o no lo asesinaste. No hay asesinatos del 60%, ¿verdad? El adulterio. «¿Adulteraste?». «Solo el 72%», o «solo el 28%». No, es todo o nada. Y les cuento algo, sí. Porque algunos de ustedes son como pequeños defensores del diablo, ¿de acuerdo? Son así. E inmediatamente fundamentan un caso, ¿no es cierto? «Pues no soy completamente culpable. soy parcialmente…», culpable. Culpable. Y lo sabemos cuando alguien peca contra nosotros, pero nos resistimos cuando pecamos contra otros.

Así que, digamos que usted asesina a alguien. A usted no le gustaría que lo sentenciaran porque quiere ser absuelto. Pero digamos que alguien mató a uno de sus seres queridos. Querrá que sea sentenciado no absuelto. Usted diría: «No, no, no, es homicidio o no es homicidio. No hay grados ni variaciones en medio». Los culpables siempre quieren negociar. Aquellos contra quienes se ha pecado quieren justicia.

¿Qué tal el adulterio? No debo decir esto, quizás podamos editarlo. Pero digamos que está casado y cuando entra, su cónyuge está con otra persona. Y lo miran y dicen: «Es adulterio solo en un 27%». ¿Eso ayuda? Usted diría: «No». Tenemos dos categorías: el adulterio y el no adulterio; la traición, y la no traición. La ley de Dios es así. La ley de Dios es así. Es todo o nada.

A algunos nos gusta elegir porciones de la ley que cumplimos bien y hacer hincapié en esas, y con las partes que no cumplimos bien las ignoramos y decimos: «¿Saben qué? Yo era una persona buena y una persona mala, y eso está bien porque todo al final se resuelve. O sea, el karma». En la Biblia, no, ¿verdad? «O mis buenas obras pesarán más que mis malas obras». No. «Pues, moriré y me reencarnaré, y después pagaré mis deudas malas».

No. Hay dos categorías: Perfecto e imperfecto. Jesús lo dice así. Volvamos a minar en Mateo 5. Creo que es Mateo 5:48. Jesús dice: «Sed vosotros qué como vuestro Padre celestial es qué?». Perfectos. Siempre escuchamos a otros decir: «Soy una persona bastante buena». No cambie el tema. No estamos hablando de personas buenas, estamos hablando de personas perfectas, y la gente culpable cambia el tema. «Soy una buena persona».

Y después nos comparamos con otras personas, por lo general con alguien que nos parece más patético. Algunos de ustedes consiguieron amigos así. Lamento decirles que los amigos que fueron traídos hoy a la iglesia están aquí por eso, saben. Su amigo estaba buscando a una persona más patética que ellos para que pudieran verse geniales a comparación, ¿no es así? Qué malo eres. No como Tom. Les contaré lo que hizo Tom. Gracias por estar ahí, Tom. No debemos compararnos con las personas, debemos compararnos con una sola Persona, Jesucristo, el único que cumplió la ley real.

Y al hacerlo, nos damos cuenta que no se trata de gente buena y gente mala. Hay dos categorías en toda la historia de la humanidad: los pecadores, y Jesús. Y al compararnos con Jesús, vemos nuestro pecado. Él es cariñoso, yo no soy cariñoso. Él es generoso, yo no soy generoso. Él es paciente, yo no soy paciente. Él dice la verdad, yo no digo la verdad. Él ama a las personas, yo uso a las personas. Él sirve a las personas, yo me aprovecho de las personas. Así es, yo no soy como Jesús.

Amigos, ustedes son pecadores. Yo también. Solo hay una persona en la categoría perfecta. Solo hay un hombre que nunca dijo: «Oigan, yo no soy perfecto». Jesús no pudo haber dicho eso. De hecho, Él dijo lo contrario. Mirando a las multitudes dijo: «¿Quién de vosotros me prueba que tengo pecado?». Continúa.

Se puede ver particalmente el pecado

En la siguiente sección aquí en Santiago dice: Leámoslo y saltemos hacia adelante. «Pero si mostráis favoritismo, cometéis pecado y sois hallados culpables por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos. Pues el que dijo: No cometas adulterio, también dijo: No mates. Ahora bien, si tú no cometes adulterio, pero matas, te has convertido en transgresor de la ley». Si hace algo mal, si comete un solo error, ha cometido un pecado. Ha violado un verso de las Escrituras, el verso que ni siquiera se sabía. Así funciona la ley. Uno puede asesinar a alguien, llegar ante el tribunal y decir: «No me sabía esa ley». Y aún así ser culpable.

«Así hablad y así proceded», ahí entra nuestro pecado, en lo que decimos y lo que hacemos, «como los que han de ser juzgados por la ley de la libertad».

Algunos creyentes piensan: «No seré juzgado. Soy creyente. No seré juzgado». No será condenado, pero sí será juzgado. Todos comparecerán ante el tribunal de Cristo.

Esto está muy claro en Apocalipsis, al final, que compareceremos ante el tribunal de Cristo y nuestras vidas serán juzgadas. Y seremos juzgados no para nuestra salvación o condenación, sino para nuestra recompensa en la eternidad. Su vida importa. Importa mucho. Todo lo que usted está haciendo será juzgado. «Porque el juicio será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia; la misericordia triunfa sobre el juicio». Dios es perfecto. El cielo es perfecto. La ley real de Dios es perfecta y condena perfectamente, juzga a todos como transgresores, como rebeldes, como transgresores de la ley. Ha cambiado del amor a la justicia.

La ira de Dios

A todos ustedes les mintieron. Todas las religiones no salvan. Dios no ama a todos por la eternidad. Al morir uno no va necesariamente a un lugar mejor. Algunos al morir van al infierno y viven eternamente atormentados, conscientemente, por la ira de Dios.

La ira de Dios, amigos, óiganme bien, la Biblia la menciona más que el amor de Dios. Más que el amor de Dios. La Biblia dice que Dios es amor, pero la santidad de Dios se menciona más que el amor de Dios. El atributo más común de Dios mencionado en toda la Biblia, el fundamento de todo, es que Dios es santo, Dios es bueno, Dios es justo, Dios es totalmente, únicamente, y eternamente sin pecado. Es limpio, puro, inmaculado, e intachable.

A todos ustedes les mintieron. No todos los dioses son iguales, no todas las religiones son iguales, no todos los salvadores salvan, y no hay una sola persona buena entre nosotros. Todos somos culpables bajo la ley de nuestro buen Rey. Y la Biblia describe la ira de Dios con unas 20 palabras en unas 600 ocasiones.

Algunos de ustedes dirán: «Jesús, no. Él es muy cariñoso». Jesús habla del infierno más que cualquier persona en la Biblia. Jesús gobierna el infierno. Jesús decide quién va al infierno. Jesús decide cuál será la sentencia en el infierno. Usted vivirá para siempre. La única diferencia es ¿dónde? Y no podrá decirle a alguien detrás de usted en la fila: «Soy mejor que tú». Solo significa que el calor será más intenso para ellos pero los dos arderán juntos para siempre. La Biblia dice que el infierno fue hecho para Satanás y los demonios, pero hay campo para usted también.

Y muchos de ustedes están viviendo en el camino de la ira de Dios, y están viviendo bajo una espiritualidad terapéutica, moralizante y sin sentido. Es locura. ¿Quién es usted? No está sentado en un trono. No es un Rey real. No es la ley. No es el Juez. No es el verdugo. Es un transgresor culpable. Eso es lo que es. Deje de creer en cosas sin sentido. «Soy una buena persona, bueno de corazón, y he vivido bien porque es una maldita mentira. Es una maldita mentira. Usted no puede salvarse a sí mismo. No puede cambiarse a sí mismo. No puede vindicarse a sí mismo. Está en peligro, amigo. Está en peligro.

Algunos de ustedes viven con una pistola a la cabeza, esperando el día en que jalen el gatillo, y no es más que lo que Jesús llamó el crujir de dientes el tormento eterno. A mí me corresponde decirles la verdad, a ustedes les corresponde tomar una decisión. Y después usa otra palabra, Misericordia. Dios nos ama. Somos malditos y estamos en grave peligro. Pero como Él nos ama, nos da misericordia.

La santidad de Dios y el amor de Dios confluyen en la cruz

¿Cuántos de ustedes, cuando yo les gritaba, esperaban que su condición tuviera un remedio, una esperanza para su salvación? ¿Cuántos de ustedes esperaban que yo no terminara el sermón ahí y me fuera? Ahora que hemos amontonado todas las astillas, he cumplido mi tarea y ustedes son las astillas.

Misericordia. La misericordia es cuando merecemos algo y no lo recibimos. Nos dan algo maravilloso en vez de algo horrible. Cada vez que la Biblia habla del amor de Dios, señala la cruz de Jesús. Santiago lo sabía. Vio a su hermano cuando lo crucificaron, y después cuando Jesús resucitó de los muertos, seguramente le explicó a Santiago por qué murió para que Dios pudiera seguir siendo un buen Rey con una ley real y amar a transgresores culpables sin perder su santidad o su amor.

La santidad de Dios y el amor de Dios confluyen en la cruz de Jesús, y Él lo llama misericordia. Ahí se besan. Por lo tanto no hay entendimiento del amor, no hay demostración del amor, el amor no puede recibirse aparte de la cruz de Jesús.

Se los puedo probar. Romanos 5:8: «Dios demuestra su amor». El amor debe demostrarse. «Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». Si se preguntan, ¿dónde está el amor? ¿Qué aspecto tiene el amor? ¿Qué hace el amor? Cierren los ojos y piensen en el Rey bajándose de su trono, descendiendo para obedecer su propia ley real, siendo crucificado, padeciendo y muriendo en lugar de sus enemigos para volverlos amigos suyos. Imagínense a Jesús con sus brazos abiertos, invitándolos a abrazarlo como un esposo da la bienvenida a su esposa, como un padre da la bienvenida a sus hijos. 1 Juan 3:16: «En esto conocemos el amor».

Y les aseguro que aparte de esto no conocemos el amor. El disparate del Día de los Enamorados, las tarjetas sentimentales, la idiotez y la locura que se hace pasar por amor. «¿Por qué adulteraste?». «Es que me desenamoré de aquel, y me enamoré de este». Tonterías, sandeces, locura. «En esto conocemos el amor». No empezamos adentro, empezamos a fuera. No empezamos con nosotros mismos, empezamos con Dios. «En que Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos». 1 Juan 4:9-10: «En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros».

Dios nos envió su Palabra escrita. También nos envía a su Hijo como la Palabra viva para que oigamos acerca del amor de Dios, y para que veamos el amor de Dios. «En que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios». No empieza con ustedes. No empieza conmigo. Empieza con nosotros. No estamos buscando a Dios. No estamos anhelando a Dios. No hay un hueco en forma de Dios en cada uno de nosotros esperando ser llenado. Eso no es verdad. No es verdad.

Empieza con Dios que nos busca, que nos ama, que va en pos de nosotros antes de que sintamos la necesidad, antes de desearle o anhelarle porque estamos muertos espiritualmente y nuestros deseos son corruptos. «No en que nosotros hayamos amado a Dios».

Estimado amigo, sepa esto. El cristianismo empieza con el amor de Dios por usted. Antes de que Dios le pida a usted o a cualquier persona que lo ame, Él ama primero y le da su amor para que con él usted pueda amarle y amar a otros. «No en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó a nosotros». Él nos ama. Cuando les digo lo malos que somos, ¿no se hace más extraordinario su amor? Una cosa es amar a su amado, y otra cosa es amar a sus enemigos y convertirlos en su amado. «Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados».

Ese Rey Jesús se bajó de su trono, vivió bajo su propia ley, fue crucificado, padeció y murió en nuestro lugar, pagando la pena por todos nuestros pecados. Jesús dijo que Él cumpliría Mateo 5:17-18: a cumplir toda la ley. Que no se perdería ni la letra más pequeña ni una tilde de la ley, ese es el lenguaje que usa, y Él cumple toda la ley. Él es perfecto y sin pecado. Y fue a la cruz, y el que no tiene pecado se sustituye por los pecadores. El que es obediente en todo se sustituye por los rebeldes.

Ustedes son tan malos que Jesús tuvo que morir por ustedes. Por eso, la autoayuda y el amor propio son autoengaño. Somos tan malos que Dios tuvo que morir por nosotros. Somos peores de lo que temíamos y más amados de lo que esperábamos. Somos peores de lo que temíamos y más amados de lo que esperábamos. Y todo esto se hace posible por medio de Jesús. Solo se hace posible por medio de Jesús.

Jesús se volvió nuestro prójimo y nos amó. Dios entró a la historia de la humanidad, fue a la cruz, y nos amó. Y Santiago está diciendo, «Si dejan que mi hermano sea su Prójimo y su Salvador, tienen que estar dispuestos a ser buenos prójimos y amar a otros».

Tolerancia y transformación

Ven, hoy en día, cuando surge la conversación sobre el amor, por lo general se estanca en la estupidez, y la estupidez es esta: «El amor es igual a la tolerancia. Estarás de acuerdo conmigo, me apoyarás, me entenderás, me defenderás de todas maneras, y me aceptarás tal como soy. No me llames al arrepentimiento y a cambiar».

El amor de Dios empieza con la tolerancia, así que ven como eres. Quienquiera que seas, no importa lo que hayas hecho o cómo hayas fallado, no importa cuáles leyes del Rey Jesús hayas quebrantado, ven tal como eres. Quebrantado, necesitado, rebelde, santurrón, orgulloso, religioso, a puño cerrado, con los ojos anegados de lágrimas, ven tal como eres.

Y Dios es tolerante. Acepta por medio de Jesucristo a toda persona, a cualquier persona. De cualquier religión, de cualquier raza, de cualquier sexualidad, de cualquier nivel de ingresos, de cualquier tendencia o actividad, los acepta. Pero el amor cambia rápidamente de la tolerancia a la transformación. No podemos recibir el amor de Jesús sin volvernos más como Jesús. No podemos recibir el amor de Jesús sin empezar a amar lo que Jesús ama. Dios nos ama tanto que no solamente es tolerante con nosotros, también nos transforma. La verdad es que queremos volvernos como los que más amamos, y si Jesús es el que más nos ha amado y Él es el que más amamos, queremos volvernos como Él. Estaba pensando en eso hoy.

Me puse las botas. Casi siempre me pongo las botas. Siempre me he puesto botas. Una de las razones es porque mi papá está aquí. Mi papá trabajaba en la construcción. Mi papá siempre se ponía botas. Mi abuelo George, a quien amaba con todo mi corazón— mi mamá está aquí, era su padre— se ponía botas. Ambos se ponían botas. Papá trabajaba en la construcción, mi abuelo era mecánico diesel, por eso es que desde niño me he puesto botas. Todavía me pongo botas. Nos volvemos como las personas que más amamos porque su amor nos constriñe a emularlos. Y lo que Santiago está diciendo aquí es: «Mi hermano los ha amado, y los acepta, y su amor los cambiará para que amen a Dios y a su prójimo, y no solo a sí mismos».

Y dice: «Lo que interfiere con esta clase de amor que mi hermano demuestra y hace posible es la parcialidad». «Jesús, sé que amas ciertas razas, pero a mí me gustan ciertas razas más que otras». Eso se llama racismo. «Jesús, sé que amas a los hombres y a las mujeres, pero prefiero el uno o el otro, o sea soy feminista o machista». Eso es parcialidad.

«Jesús, sé que aceptas a personas de todas las etapas de la vida pero estoy en un colegio y me gustan los estudiantes», o «soy soltero y me gustan los solteros», o «estoy casado y no único que nos gusta son las parejas de casados», o «tenemos niños y no tenemos tiempo para nadie que no tenga niños». Eso es discriminación por edad. «Jesús, sé que amas a todas las naciones y salvas a personas de todas las naciones, pero prefiero mi nación». Eso es nacionalismo. «Jesús, sé que amas y salvas a ricos y pobres, pero soy pobre por lo tanto no me gusta la gente rica», o «soy rico por lo tanto no me gusta la gente pobre». Eso es clasismo.

Jesús les ama

La respuesta a todos los problemas siempre es la misma. Es el amor de Jesús. Y como su pastor quisiera tomar este momento para darles esto de una manera muy práctica, lo que está diciendo es que es hipocresía recibir misericordia de parte de Jesús y extender la ley a los demás. Cuando somos culpables, queremos misericordia. Cuando otros son culpables, queremos la ley, ¿verdad? «Jesús, sé que perdonas a las personas que hicieron lo que me hicieron, que me hirieron tan profundamente, de una manera tan significativa, y me desilusionaron de una manera tan dolorosa que no puedo perdonarlas».

Y Jesús le diría: «Yo te perdoné a ti, y si recibes mi perdón es un don que te pido que compartas». «Pero Jesús, lo que me hicieron es tan horrible». Y Jesús le diría: «Lo sé. Es peor de lo que piensas. Yo tuve que morir por eso. Si sientes dolor, te aseguro que me identifico contigo». «Pero Jesús, no dejaré que se salgan con las suyas». Quizás debe llamar a la policía si cometieron un crimen, pero Jesús le diría: «Yo pagué ese pecado en la cruz, y nadie se saldrá con nada porque yo lo pagué todo». Dios lo ama a usted y ama a su prójimo.

Y aunque parezca imposible, si usted ama a su prójimo el amor de Dios tendrá libertad para cambiarlo a usted, para volverlo más como el que más lo ama: Jesús. ¿A quién necesitan perdonar? ¿A quién necesitan poner en libertad? ¿Qué necesitan superar y dejar atrás? ¿Cómo necesitan amar a los que consideran más difíciles de amar?

Y para llegar ahí, usted debe contestar esta pregunta. ¿Cómo lo ha amado Jesús y cómo puede compartir ese amor? Yo los amo. Los amo con el amor de Jesús. Llevo 18 años enseñando este Libro, y no creo haberles dicho esto lo suficiente, y por eso les pido perdón. He lastimado a algunos de ustedes, y quizás les cueste escuchar mis palabras, y les pido perdón por eso. Entre más camino con Jesús, más quiero ser como Él. Y entre más me vuelvo como Él, más feliz soy y más me angustio por lo que soy sin Él. Y como Él los ama y yo los amo, los invito a recibir el amor de Jesús y a tomarlo como el don más grande que tienen y compartirlo con todos los que puedan.

Una oportundidad de responder

En un momento celebraremos la Cena del Señor, y al hacerlo recordamos el amor de Jesús en la cruz. Participaremos juntos porque Dios nos ama, y no solo a usted. Ahora mismo recogeremos nuestros diezmos y ofrendas. Y al hacerlo, mostramos que también amamos a Jesús, amamos a nuestro prójimo. Y antes de que se vayan, quiero que hagamos algo. Vamos a orar juntos. ¿Les parece bien? Vayamos a 1 Corintios 13 versos 4 al 7, me parece. Pablo nos da una definición del amor. Santiago ya nos dijo: «Sed hacedores de la palabra y no solamente oidores que se engañan a sí mismos».

Así que, quiero leerles la Palabra de Dios y después quiero que respondan, y quiero que lo hagan verbalmente. Leerán todas las secciones marcadas “cumplido”.

«El amor es paciente, es bondadoso». Pueden repetir conmigo. Jesús, ayúdame a ser paciente y bondadoso.

«El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso». Jesús, ayúdame a no envidiar ni a ser jactancioso.

«No es arrogante; no se porta indecorosamente». Jesús, ayúdame a no ser arrogante o indecoroso. El amor «no busca lo suyo». Jesús, ayúdame a no insistir en hacer las cosas a mi manera.

El amor «no se irrita, no toma en cuenta el mal recibido». Jesús, ayúdame a no irritarme y a no resentirme.

El amor «no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad». Jesús, ayúdame a no regocijarme de la injusticia y a regocijarme con la verdad.

Y el amor «todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta». Jesús, ayúdame a sufrir, a creer, a esperar, a soportar todas las cosas.

Oración

Dios Padre, pido por tu pueblo y pido por tu iglesia. Señor Jesús, te doy gracias porque eres un Rey bueno y glorioso. Y recibimos hoy esta ley de la libertad. Nos pone en libertad, es liberadora. Nos saca del cautiverio y de ser esclavos del rencor, de no perdonar las heridas del pasado, de la amargura, de la santurronería, de echar la culpa, de negar la verdad, de hacer excusas, de comparar. del juicio bajo la santa ira de Dios y de un destino eterno y maldito.

Señor Jesús, tu amor es la clave que abre esta vida de libertad mediante la ley de la libertad. Te damos gracias por ella, la recibimos, y te pedimos gracia para compartirla. En el buen nombre de Jesús, amén.

Nota: Esta transcripción ha sido editada para la legibilidad.