Jesús nos ama

El que Jesús amaba

¿Cuál es su apodo? ¿Tiene un apodo? ¿Alguna vez ha tenido un apodo? Por lo general damos apodos solo a nuestros amigos o enemigos, a las personas que amamos u odiamos más. Un hombre llamado Juan en la Biblia, tenía un apodo. Lo llamaban «al que Jesús amaba». Un gran apodo.

La historia de Juan es así: Era un hombre joven, de veinte y tantos años, trabajaba con su padre en una empresa pesquera, cuando de pronto vino Jesús que acaba de empezar su ministerio de predicación y enseñanza y llamó a Juan a dejar la empresa familiar, su seguridad, su ingreso, para confiarle su futuro y caminar con Jesús a fin de cumplir sus propósitos. Dejó el negocio de su padre, el cual hubiera heredado por ser uno de los hijos, y con su hermano se convirtió en lo que llamaban un discípulo de Jesús.

Estuvo con Jesús casi tres años. Estuvo ahí cuando Jesús predicó, enseñó, sanó, expulsó demonios, anduvo sobre el mar, y resucitó de la muerte. Juan presenció todo eso. Formaba parte del círculo íntimo de los tres discípulos. Había 12, pero 3 de ellos tenían acceso especial a Jesús: Pedro, Jacobo, y Juan.

Juan era el más joven de los discípulos por lo cual su relación con Jesús era de hermano mayor a hermano menor. Jesús era tal vez 5 o 10 años mayor que Juan me lo imagino como un hermano mayor que ama mucho a su hermanito y asimismo, a un hermanito que ama mucho a su hermano mayor. Ese es Juan.

Juan estuvo presente cuando Jesús murió en la cruz. Juan estuvo presente cuando Jesús resucitó de la muerte. Juan estuvo presente cuando Jesús ascendió al Cielo. Tan consciente estaba Juan del amor de Jesús, que no podía dejar de hablar de ese amor que formó su identidad y transformó su destino.

Nuestra identidad radica en alguien o en algo, pero si la fuente de nuestra identidad es cualquier persona o cosa aparte del amor de Jesús, pone en peligro nuestro bienestar. Si no creemos que somos amados, terminamos usando a la gente, manipulando a la gente, trabando relaciones malsanas. Los consejeros lo llaman codependencia. Es cuando tenemos una adicción de amor y precisamos que alguien nos ame.

O si creemos que no somos amados o que no somos dignos de ser amados, nos deprimimos. Nos ponemos tristes. Hasta podríamos volvernos suicidas. «¿De qué vale vivir si no le importo a nadie?». Cuando entendemos que Jesús no ama, transforma nuestra identidad y cambia nuestro destino. Cambia todo. Eso fue exactamente lo que le pasó a Juan, al que Jesús amaba.

Era un hombre de 20 años, y pasó a ser un hombre anciano, de quizás 100 años de edad después de andar fielmente como cristiano por 70 años o más. El amor de Jesús cambió el rumbo de su vida por completo. Nunca volvió a ser igual, y pasó el resto de su vida hablando del amor de Jesús, que Jesús nos ama. Presenció el entierro de los otros discípulos los cuales murieron cruentamente como mártires. Juan vivió hasta el año 100 d. C. Escribió libros en la Biblia: 1a, 2a, y 3a de Juan, al igual que el Apocalipsis y el Evangelio de Juan.

Cuando era viejo, la historia eclesiástica aparte de las Escrituras señala que era demasiado anciano para caminar de un lugar a otro, de una iglesia a otra, por lo cual, cuando iba de gira, más o menos, si podemos decirlo así, llevaban al muy anciano Juan de cien años y lo sentaban en una silla al frente de la iglesia porque era demasiado viejo para estar de pie por mucho tiempo. Y decía una y otra vez: «Ustedes son hijos de Dios, ámense unos a otros, ámense unos a otros». Eso era el clamor de su corazón toda su vida en el ministerio.

Ámense unos a otros

Hoy Juan, el que Jesús amaba, nos hablará sobre el sobre el amor de Jesús por nosotros. Estaremos en 1 Juan 3 empezando en el verso 11, y en 1 Juan 2 donde Juan dice que Jesús nos ama. En 1 Juan 4 habla mucho sobre el amor de Jesús por nosotros, y veremos la sección en la mitad, 1 Juan 3, donde dice que Jesús nos ama.

Empieza de esta manera. Dice que nos amemos unos a otros. 1 Juan 3:11: «Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros». Juan está diciendo: «Vamos a empezar en el kindergarten del cristianismo. El kindergarten del cristianismo es esto: El amor». Es lo que primero que les decimos a los niños, «Ámense unos a otros. Jesús nos ama». Es lo que les decimos. Les decimos a los niñitos: «Cristo me ama, bien lo sé». Les enseñamos la cancioncita. El kindergarten del cristianismo es el amor. Ahí empieza todo: Que nuestro Dios es un Dios Trinitario, un Dios en tres personas. Dios es amor. Es lo que dice en 1 Juan 4, en el siguiente capítulo. Dios es amor, Dios nos ama y debemos amarnos unos a otros.

Supongo que todos ustedes están de acuerdo con eso. Está bien, en el cristianismo hay muchas divisiones, equipos, teologías, tradiciones, denominaciones. Sin embargo no hay un movimiento contra el amor. De todas las cosas a las que se oponen, ningún grupo de personas está diciendo: «Estamos contra el amor, la bondad, la misericordia, y la compasión». El problema es que hay demasiado de eso. Eso necesita desaparecer». Todos estamos de acuerdo en que amarse unos a otros es algo bueno. ¿Sí, o no? Es bueno. Comienza con algo muy sencillo y luego nos compunge fuertemente.

Les digo, Mars Hill, que la amenaza más grande a nuestra salud y bienestar como iglesia no está allá afuera, sino aquí adentro. No son los desconocidos, sino los miembros de la familia. A veces el concepto es que la amenaza más grande a la salud, el bienestar, y los avances de la iglesia de Jesucristo, incluyendo iglesias locales como la nuestra, está allá afuera. Que son los políticos o lo que sea. Que los liberales, que los conservadores. Que los demócratas, que los republicanos. Que los sirios, que los iraníes. Que los terroristas. O lo que sea. Y ciertamente hay cosas en este mundo que nos rodea que afectan e infringen nuestra libertad y gozo en la vida, pero la mayor amenaza a nuestra unidad, a nuestra salud y a nuestro progreso somos nosotros. Somos nosotros.

Porque una iglesia es una serie de relaciones entre nuestras localidades, nuestros servicios, nuestra gente, nuestros grupos comunitarios, nuestros grupos de redención, nuestros ancianos, nuestros diáconos, nuestros miembros y nuestros líderes de equipo. Existen todas estas relaciones, y cada una de ellas es potencialmente representa una fisura cuando las personas no se aman. Y si no se aman, tenemos un terremoto y el suelo se vuelve inestable y todos se distraen. De repente cunde el pánico y puede suceder en cualquier lugar.

Significa que si pertenece a un grupo comunitario, si dos personas en su grupo comunitario deciden no amarse, podemos tener un grave problema, una crisis que implica a toda la familia, si acaso en base a esa relación conflictiva no resuelta. Ahí es donde se dividen y se pelean las iglesias. Ahí es donde hay discusiones, amargura, hostilidad e intensificación.

Lo que he visto en los 16 años que llevo en el ministerio en Mars Hill, desde la fase del grupo central, es que a Satanás le encanta cuando los cristianos no se aman y da poder a los creyentes amargados. Vaya, si tiene la oportunidad de separar, dividir, amargar, hacer pelear entre sí, causar conflicto y hostilidad, se mete por completo. Le encanta agrandar los problemas pequeños. Le gusta intensificar los conflictos menores. Quiere una relación que puede reconciliarse termine en guerra. Somos vulnerables porque somos parte de la Iglesia Mars Hill.

Y si son nuevos, les damos la bienvenida; los amamos. Nos encanta que hayan venido. Si no son cristianos, los amamos, Nos encanta que hayan venido, pero en ninguna manera vamos a pensar que los problemas que tenemos serán causados por ustedes. Reconocemos y aceptamos que los principales problemas en la iglesia siempre son causados por cristianos que dicen que la iglesia es su hogar pero no se aman entre sí. Es de suma importancia que no seamos solo una iglesia grande, sino una iglesia que ama grandemente.

Dios está haciendo algo muy singular en la Iglesia Mars Hill. Saldrá una revista con nuestra lista anual de las iglesias más grandes, más influyentes, y de mayor crecimiento en Estados Unidos. Me han dicho que de las ocho categorías estamos en seis de esas categorías. Lo que Dios está haciendo en nuestra iglesia es amar a su iglesia. Jesús ama su iglesia. Y lo que está haciendo es algo insólito mientras crecemos y nos expandimos y la gente es salva, y los no cristianos observan y otros cristianos observan. Y nuestra salud sostenible depende mucho de algo muy sencillo: amarnos unos a otros. Finalmente todo depende de eso.

La división más grande que hubo entre los discípulos fue la de Judas Iscariote. En su discurso de despedida a los ancianos efesios en Hechos 20, Pablo dice: «Entre vosotros mismos se levantarán algunos hablando cosas para arrastrar a los discípulos tras ellos». El problema más grande de la iglesia siempre ha sido la iglesia y las personas en ella que no se aman sino que pelean unos contra otros o de demandan unos a otros.

No se odien unos a otros

Por eso Juan empieza con una simple presunción o supuesto de que es bueno amarnos unos a otros, ¿cierto? Y la respuesta es sí. Empieza con la exhortación: «Ámense unos a otros». Después pasa a una restricción, diciendo: «No se odien unos a otros». 1 Juan 3:12–15: «No como Caín que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas. Hermanos, no os maravilléis…», no se sorprendan, no se atemoricen cuando lean los comentarios en el periódico porque algo bueno pasó y todos hablan como si fuéramos terroristas que echan a perder el universo, como «si el mundo os odia».

Permítanme empezar con esto: No todos los amarán. Si tienen problemas con temer al hombre, problemas de inseguridad, problemas de gratificar a la gente, querrán esto: Querrán ser amados tanto por el Señor como por el mundo. Y cuando usa la palabra mundo, se refiere no solo de las naciones o a las culturas y tribus. Se refiere al sistema mundial, a la carne colectiva. Se refiere a la rebeldía humana organizada contra Dios.

Los no cristiano piensan distinto. Lo no cristianos tienen otros valores. Los no cristianos tienen otro punto de vista sobre nuestra razón de ser, de dónde venimos, a dónde vamos, y sobre quién nos juzgará. No solo eso, tenemos una autoridad completamente distinta. Creemos en la Escritura, el mundo no. Creemos en Jesús, el mundo no. Creemos que el problema es el pecado, el mundo no. Creemos que la respuesta es Cristo, el mundo no. Amamos a Jesús y Jesús nos ama, y si amamos a Jesús el mundo nos odiará.

Algunos de ustedes quieren esto: Quieren que el Señor los ame y que el mundo los ame. Quieren que tanto el Señor como el mundo les digan: «Bien hecho. Tú me agradas. Estoy de acuerdo contigo. No discrepo en nada contigo. No me opongo a ti en ninguna manera». Y usted no puede, y no podrá, y no debe en ninguna manera pensar que tiene la más remota posibilidad de lograrlo. Si Satanás y el mundo odian a Jesús y usted ama a Jesús, será odiado por la Persona que usted ama.

Permítanme decirles, amigos, que la pregunta no es si serán odiados. La pregunta es: ¿Serán odiados por el mundo, o serán odiados por el Señor? La pregunta no es si serán odiados. La pregunta es: ¿Quién los odiará? ¿Por qué los odiarán? Si Jesús los ama y ustedes aman a Jesús, el mundo los odiará. Si aman al mundo, Jesús los odiará.

Como Jesús y este sistema mundial, demoníaco, malvado, que resiste el señorío de Cristo está tan presente en la Tierra, no hay manera en que tanto el mal y el mal, Dios y Satanás, el reino de Dios y el mundo puedan decir que usted les agrada. La obediencia es un acto de guerra para el mundo. Para el mundo la adoración es un acto de guerra. Para el mundo el arrepentimiento es un acto de guerra.

No debemos odiar el mundo. Como dice la Biblia, debemos odiar el pecado que está en el mundo y odiar la esencia del sistema mundial pero en cuanto a la gente que está en el mundo, nos dice que debemos amar hasta a nuestros enemigos. ¿Cómo les está yendo con eso? ¿Cuántos de ustedes dirían que aman a Jesús pero ni siquiera hablan de Él con sus amigos no cristianos porque saben que lo van a criticar, que no estarán de acuerdo con usted aunque busca la aprobación de ellos? Quiere ser amado por ellos. Quiere el afecto de ellos. Quiere ser aceptado por ellos.

Les contaré un secreto, adoramos a un hombre que fue asesinado. ¿Cierto? Eso significa que no todos lo amaban. Cuando una turba se agolpaba y gritaba: «¡Crucifíquenlo! ¿Crucifíquenlo!». En el idioma original, en griego, eso no quiso decir: «Lo amamos. Lo amamos». Quiere decir: «Lo odiamos. Lo odiamos». Si Jesús fue amado por unos y odiado por otros, recibir el amor de Jesús y amar a Jesús significa asimismo que seremos amados por unos y odiados por otros. Necesitamos ser menos sensibles, y aunque lo lamentemos, necesitamos afrontar con gran sensatez que así serán las cosas.

¿Cuántos aquí, sus padres que no saben que ustedes aman a Jesús? ¿Sus familiares no saben que ustedes aman a Jesús? ¿Sus compañeros de trabajo, sus amigos? ¿Ustedes no hablan de Jesús? ¿No mencionan la Biblia y nunca dicen estas dos palabras: Mars Hill? ¿Tratan de evitar el tema? Es como quitarle en gancho de seguridad a una granada. Mejor dicho: «Va estallar». Serán odiados, así que sean odiados por amar a Jesús. Sean odiados por amar a Jesús. No significa que debamos ser malos, maleducados, irrespetuosos, sino que debemos hasta amar a nuestros enemigos, pero a veces nuestros enemigos deciden empecinarse en ser nuestros enemigos.

Caín y Abel

Ámense unos a otros. No se odien unos a otros. Dice que solo hay dos alternativas: Caín o Abel. Algunos de ustedes conocen la historia, algunos no. Aquí está la historia en Génesis 1 y 2. Dios crea todas las cosas para su gloria y nuestro bien. Nuestros primeros padres, Adán y Eva fueron creados a imagen y semejanza de Dios sin una naturaleza pecadora. Eran del todo perfectos y vivían en en el mejor supermercado de todos. Se llamaba el Edén. Estaba lleno de frescas frutas y verduras. Trader Joe’s se parece a un 7-Eleven comparado con el Edén. Es maravilloso. ¿De acuerdo?

Viven en un huerto perfecto donde Dios les dio una dieta orgánica, natural, y holística. El sol brilla. Dios los ama. No hay pecado. No hay enfermedad. No hay Satanás. No hay sufrimiento. Nadie va morir. Todo es perfecto. Y Dios les dice que pueden comer de todo en el supermercado llamado el Huerto del Edén, con una excepción, hay algo que no les permite comer.

¿Y qué hicieron? Lo que no les permitió hacer. ¿No es asombroso? Nosotros hacemos lo mismo. Dios puede darnos mucha gracia y nos da algo prohibido, y nos rebelamos contra Él y vamos detrás de lo que Él nos dijo que hiciéramos. Y después nos damos cuenta, trágicamente, que era malo para nosotros, que Él no estaba tratando de limitar nuestra libertad sino de aumentar nuestro gozo y nosotros mismos nos herimos, como niños necios que no escuchan a sus padres. Las reglas del Padre siempre son para proteger a sus hijos, no pare restringir, inhibir, o limitarlos de ninguna manera.

Nuestros primeros padres se rebelaron contra Dios y como consecuencia se volvieron pecadores por naturaleza y por elección. Después de la caída, después de que el pecado entra al mundo dan a luz a dos hijos: Caín y Abel; los primeros hermanos. ¿Algunos de ustedes tienen un hermano? ¿Alguna vez pelean? Eso empezó hace mucho. Caín y Abel pelearon, pero no al principio.

Crecieron con una naturaleza pecadora y hasta ese momento trabajaban en su oficio, como acostumbran los hombres jóvenes. Génesis 4 registra sus dos vocaciones. Quiero asegurarme de decirlo correctamente. Caín era agricultor y Abel era pastor. Caín labraba la tierra y producía frutas y verduras. Abel era pastor, estaba criando animales. Eran profesiones nobles, ¿sí o no? Sí, en toda la Biblia estas eran profesiones piadosas y nobles, las de agricultor y pastor.

Siguen así por muchos años. Trabajaban en su oficio y de vez en cuando se reunían para tener servicios religiosos. Vienen a congregarse con el Señor. En eso consiste la iglesia, cuando el pueblo de Dios viene a congregarse con Dios. Y cuando venían, traían su ofrenda. Esto es importante porque el lenguaje de Génesis 4 no habla de sacrificio sino de una ofrenda, así como ustedes traen su ofrenda.

Algunos dan dinero en efectivo. Algunos dan con tarjeta de crédito. Algunos dan con cheque. Algunos donan propiedades raíces a la causa de Jesús y para el avance de la iglesia. Son maneras distintas de traer sus ofrendas. Traen sus ofrendas, sus dones al Señor. Dan al Señor que les dio a ustedes.

Y esto continúa por muchos años. Génesis 4 documenta el hecho de que cuando se congregaban para celebrar el servicio, acostumbraban traer las primicias de su trabajo. En la Biblia Dios requiere las primicias. Es lo primero y lo mejor que tenemos. Por lo general tendemos a dar todo nuestro dinero a todas nuestras obligaciones, y si sobra algo, se lo damos al Señor, y como nunca sobra nada no le damos nada.

Mientras tanto, el gobierno con otra palabra que empieza con F llamada FICA y se llevan las primicias. ¿No es cierto? Sacan ese dinero antes de que nos paguen; el gobierno saca lo suyo. O sea que el gobierno ha venido a ocupar el lugar de Dios porque siempre sacan lo primero. Son los primeros en meter el tenedor la comida de la mesa. «Eso es mío». Así es el gobierno, ¿cierto?

Sin embargo, la ofrenda consiste en tomar lo primero y lo mejor y dárselo al Señor reconociendo que todo lo que tenemos viene del Señor, darle gracias por su provisión y vivir sabiamente de lo que queda para nosotros y nuestra familia. Este parece ser el patrón y la costumbre de estos dos hombres en que dan su ofrenda al Señor y dan las primicias de acuerdo a su vocación. Caín traía sus productos agrícolas frescos del campo y Abel traía un animal de su rebaño. Perfectamente aceptable. Repito, estos no son sacrificios. Son ofrendas perfectamente aceptables.

Génesis 4 documenta que en una ocasión en su pequeño servicio religioso Dios rechaza a Caín y su ofrenda y recibe a Abel y su ofrenda. Y a partir de ese momento los comentaristas se confunden. He leído literalmente unas 50 interpretaciones o más, especulaciones sobre por qué Caín fue rechazado y Abel aceptado.

Esto es lo que creo. El problema no fue lo que trajeron en sus manos, sino lo que traían en sus corazones. La confusión surge cuando se ponen a mirar lo que traían en sus manos para determinar si una ofrenda era mala y la otra buena. Ambas eran buenas. Sería como si hoy en día uno de ustedes dijera: «Voy a dar dinero en efectivo», y otro dice: «Daré un cheque», y Dios dice: «Acepto este, y no el otro». Al final ambas ofrendas son aceptables.

Entonces, ¿por qué? No era lo que traían en sus manos, algo visible. Era lo que tenían en sus corazones lo cual solo el Señor podía ver. Aquí en 1Juan 3 dice que la ofrenda de Caín era inaceptable. No era justa. En Hebreos 11:4 dice que la ofrenda de Caín, a diferencia de la de Abel, fue hecha sin fe. Eso es muy importante porque lo que es visible para nosotros es lo externo. Lo que es visible para Dios es lo interno. Por eso dice la Biblia: «El hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el» ¿qué? El corazón.

Así que veamos este servicio con Caín y Abel y apliquémoslo a nuestra situación actual. Porque por fuera parecen lo mismo, pero internamente son muy distintas. Sería como nosotros hoy. La persona sentada junto a usted o frente a usted o detrás de usted se levantaron al mismo tiempo que usted. Abordaron su carro igual que usted. Manejaron hasta la iglesia igual que usted. Se parquearon y entraron igual que usted. Se sentaron igual que usted. Escuchan el sermón igual que usted. Dan sus ofrendas igual que usted. Cantan los cantos y alzan las manos igual que usted. Toman comunión igual que usted. Puede que hasta tengan la misma Biblia que usted tiene. Puede que salgan de aquí y se vean en el grupo comunitario esta semana, y se sienten en mismo sofá.

Al analizar esto, la pregunta sería: ¿por qué acepta Dios uno y rechaza el otro? ¿Por qué? Porque uno puede hacer cosas religiosas externamente sin amar a Dios internamente. Puede hacer cosas religiosas externamente sin amarse unos a otros internamente. Y Dios conoce el corazón. Y esto es lo que cuenta, no solo lo visible, sino lo invisible; no solo el qué, sino el cómo. El motivo cuenta mucho.

Así que permítanme preguntarles, ¿cómo les va con eso? ¿Están haciendo las cosas externas aunque sea? Algunos dirán: «No canto. No oro. No doy. No leo la Biblia. No asisto al grupo comunitario. Voy más allá de fingir externamente que amo al Señor o que amo a mis hermanos y hermanas» ¿Es usted una persona que tiende hacia lo religioso y externamente quiere aparentar ser santo y piadoso, pero internamente no ama al Señor, y no ha recibido verdaderamente el amor del Señor?

Lo que está diciendo es que así como Caín y Abel pertenecían a una familia esta iglesia también es como una familia. Así como Caín y Abel tuvieron un conflicto, ustedes también pueden entrar en conflicto. Así como Caín odiaba a Abel, ustedes pueden llegar a odiar a sus hermanos y hermanas, y usa ese lenguaje de hermanos y hermanas. O de hermanos concretamente. Al usar el lenguaje de los hermanos también implica a las hermanas.

Algunos de ustedes al oír esto que fue escrito hace 2.000 años, les parece que se refiere solo a los hermanos, ¿entonces a la Biblia no le importan las mujeres? No, de hecho aquí al usar el lenguaje de hermanos la Biblia incluye tanto a varones como mujeres cristianas en la categoría legal de hermanos porque escúchenme bien, en esa cultura los hermanos heredaban el nombre familiar pero no las hermanas. A los hermanos les daban la herencia familiar, no a las hermanas. Los hermanos podían negociar de parte de la familia, pero no las hermanas. Los hermanos podían testificar en la corte de parte de la familia, pero no las hermanas. Por tanto, si hubiera dicho: «Hermanos y hermanas», habrían dicho que las mujeres eran de segunda clase. Al llamarnos todos hermanos nos da una posición y categoría legal que significa que tanto hombres como mujeres en Cristo son iguales y ambos son de primera clase y tenemos los derechos de adopción que el Padre nos dio al introducirnos a la familia de Dios, la iglesia.

Por tanto debemos tratarnos como familiares. ¿Alguna vez han peleado con un familiar? Es lo que hacen las familias. Es importante resolver las relaciones con su familia, de no ser así estará involucrando a todos los demás y dividirá la familia, destruirá la familia, y devorará la familia. Supuestamente debemos hacer ¿qué? Amarnos unos a otros. No odiarse unos a otros.

Quizás el problema que Caín y Abel tuvieron fue este: Abel vino a adorar al Señor y trajo su ofrenda y lo que trajo en sus manos fue aceptable al Señor, y lo que había en su corazón fue aceptable al Señor. Caín viene a dar su ofrenda, Lo que tiene en sus manos es aceptable al Señor, pero lo que hay en su corazón no es aceptable, quizás, porque Caín se está fijando en Abel y no en el Señor.

¿Saben que es posible venir a la iglesia y pasar más tiempo pensando en otras personas que en el Señor? Francamente cuando llegaron se parquearon junto a alguien con un carro mejor o con cualquier carro. Y pensaron: «Vaya, qué carro tan bueno. Ojalá tuviera uno de esos». La codicia.

¿Juzga a los demás, pensando: «No pienso que un cristiano deba manejar un carro de esos. No pienso que un cristiano deba vestirse así»? Cuántas mujeres cuando entraron se fijaron en los vestidos, los zapatos, los peinados, o el maquillaje, y pensaron: «Ay, se cree tanto, pero no es nadie. Eso no le cuadra, espere que tenga hijos y verá». Con suerte se baña cada que hay una elección presidencial. Va estar ocupada».

Y lo que puede pasar es que de repente empezamos a mirar a los demás y a pensar en los demás: «¿Ella por qué alzó las manos? ¿Quiere llamar la atención? ¿Es sincera?».

La hostilidad caliente a la indiferencia fría

La palabra odio aquí es interesante. Tiene muchos matices y significados. Puede significar calor, hostilidad, frío, indiferencia. Puede significar que uno quiere matar a alguien o simplemente criticar a alguien. Como cuando dice: «Todo el que aborrece a su hermano es homicida». Solo estamos hablando de grados. Alguien que odia está en la misma categoría de alguien que comete homicidio. La única diferencia es que el homicida, impulsado por su odio, ha actuado, mientras que la otra persona trata de reprimirlo o deja que se exteriorice de maneras menos obvias.

Cuando vienen aquí hoy, Iglesia Mars Hill, sobre todo los que son cristianos, ¿qué sienten en su corazón hacia sus hermanos y hermanas? ¿Están amargados? ¿Hay alguien a quien no quieren perdonar? Alguien dirá: «No puedo perdonar», pero en realidad quieren decir «No quiero perdonar». ¿Se siente envidia? Usted es soltero, la otra persona es casada. Usted es casado, la otra persona es soltera. Siente envidia. Eso estuvo chistoso. Usted es infértil y la otra persona tiene hijos. Ve que pasan a tomar comunión con su bebé entre sus brazos y no se regocija todo el tiempo con los que se están regocijando. Siente codicia por los que han sido bendecidos.

Asiste al grupo comunitario y alguien dice: «Me ascendieron en el trabajo», y usted dice: «Yo todavía no encuentro trabajo» Y en vez de regocijarse con ellos y que a ellos lloren por usted, la Biblia dice que nos gocemos con los que se gozan y que lloremos con los que lloran, y a usted le da envidia. Empieza a codiciar.

¿Es usted un crítico? Esta es mi modo predeterminado en los diferentes grados de odio. Me vuelvo una persona de la mirada crítica. «Eso está mal. No acertaste. Fallaste. Fracasaste». No es ser amoroso. No es dar ánimo. Es desalentador.

¿Es usted una persona consumista? No es que odie a las personas y quiera matarlas. Es que no le importan las personas y desea usarlas. Siempre trata de averiguar: «Cómo puedo expandir mi influencia? ¿Cómo puedo hacer crecer mi negocio? ¿Cómo puedo aumentar mis ganancias? ¿Cómo puedo aprovecharme de usted?». Hasta entra a la iglesia con la actitud de un crítico: «Esto está mal. Esto está mal. Esto está mal. Necesito esto. No me dieron aquello. Por favor denme esto. Mi familia necesita esto. Nos gustaría irnos ahora porque Dios nos libre si llegamos a conocernos porque entonces tendríamos que amarnos».

Sé que aun cuando empecé este sermón algunos de ustedes porque están heridos y son narcisistas y egocéntricos dirán: «Sí, eso es cierto. Debemos amarnos unos a otros. Y aquí está la lista de los que no me han amado y de las formas en que no he sido amado. Ya era hora. Estaba esperando que predicara este sermón». Permítame sugerirle que no se trata de eso. No lo sentamos a usted en un trono para reunirnos alrededor suyo y alabarlo y satisfacer sus necesidades. Eso lo hacemos con Jesús. El trono ya está ocupado.

Debemos amarnos unos a otros. Eso significa que Jesús nos ama, que nos amamos unos a otros. No se trata de preguntar siempre: «¿Por qué no me aman? ¿Por qué no me aman lo suficiente? ¿Por qué no me aman mis hermanos y hermanas? Hay tanta hipocresía en la iglesia». Y yo le diría que sí, hay mucha. Y empieza con la persona que usted mira en el espejo cada mañana. Jesús habla mucho sobre la viga y la mota. «Tú no me has amado». Y piensan: «Vaya, ahora tenemos algo en común. Tú tampoco me has amado».

Dice que seamos como Abel, no como Caín. ¿Quiere saber si su corazón se inclina hacia Caín? Fíjese cómo habla de la gente. ¿Qué dice? Palabras, mensajes de texto, correos electrónicos, Facebook, Twitter, ¿qué dice? ¿Cómo responde al éxito y al fracaso en la vida de las personas? Si otros triunfan, ¿se siente desilusionado, furioso, frustrado, le da rabia? Entonces los odia.

Si fracasan, ¿le da una enfermiza sensación de alegría? «Oh, lo echaron. Qué gusto saberlo». Después se da cuenta: «Ay, no. Voy a orar por ellos», y finge un poco que le importa. «¿Oh, en serio, perdió el trabajo? Me alegra saberlo; no, qué bueno saberlo; quise decir, qué lástima». ¿Cuando alguien tiene éxito, le molesta? ¿Cuando alguien fracasa, se anima? Si es así, los odia. Los odia. Repito puede ser por fría indiferencia: «No quiero nada que ver con ellos», o por candente hostilidad: «Quiero hacerles daño».

¿Qué tienen hoy en su corazón? Porque algunos de ustedes entraron con la Biblia en la mano pero con envidia en sus corazones. Algunos entraron con una ofrenda en la mano pero con amargura en sus corazones. Algunos entraron con su esposa tomada de la mano, pero con crítica en sus corazones. Algunos entraron con su hijo tomado de la mano, pero con el consumismo en sus corazones. Piensan más en los demás que en el Señor y están aquí para compararse con ellos en vez de disfrutar de su compañía. Y Dios no solo mira lo que traen en las manos, sino lo que sale de sus corazones.

Algunos lo fingen muy bien. Todo indica que este era el proceder habitual de Caín y Abel, y ahora ya no son hombres jóvenes. Habían estado así por una larga temporada, quizás por décadas. Habían trabajado y traído sus primicias al Señor. Algunos de ustedes son así. Han asistido a la iglesia algún tiempo. Han estado bajo la enseñanza por algún tiempo. Han estado en comunidad algún tiempo, pero Dios conoce sus corazones. Dios conoce sus corazones.

Y lo que pasó a los primeros hermanos fue que Caín mató a Abel. Abel era inocente, no lo merecía. Lo mismo pasa con algunos de ustedes, están enojados contra alguien, envidian a alguien, están amargados con alguien, sin que les hayan hecho nada. No tienen pecados de que arrepentirse. El verdadero problema es su envidia. Es su amargura. Es su codicia. Es su consumismo. Es su crítica. Es su idolatría. Es su egoísmo. Abel no había hecho nada. Caín simplemente lo odiaba. Lo único que Abel hacía era adorar al Señor y eso frustraba a Caín.

En ese momento, si dejamos las cosas sobre estas dos ideas principales ni siquiera tenemos que ser cristianos necesariamente. Lo que hice fue decirles que se amen unos a otros. No se odien unos a otros, ¿de acuerdo? Los musulmanes dirían: «De acuerdo»; los mormones dirían; «De acuerdo»; los ateos dirían: «De acuerdo».

Y después Juan se asegura de que todo se trate de Jesús y nos dice no solo el qué sino quién, cómo y por qué. Y continúa a la idea principal: que Jesús nos ama. Empieza hablando de nuestro amor unos por otros y después nos damos cuenta francamente que somos más como Caín y Abel. Y después dice que Jesús es un Abel más grande y perfecto.

Jesús nos ama

Permítanme decirles, en el siguiente capítulo, el capítulo 4, nos dará dos grandes ideas que quiero usar para acoplarlas aquí con 1 Juan 3:16. Primero dice que Dios es amor. Así que permítanme decir esto: Dios es amor. Dios define el amor y Dios revela el amor en la cruz de Jesús. Al escribir, tiene eso en mente.

Segundo, lo dice así: «No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. El sustituto, el que muere en nuestro lugar por nuestros pecados, el que sobrelleva la ira de Dios por nuestras tendencias cainezcas, para que seamos más como Abel. Cada vez que piensen en el amor de Dios, piensen en la cruz de Jesucristo.

Es lo que siempre señala la Biblia porque tenemos una gran tendencia a definir mal el amor. Un novio y novia que viven juntos y duermen juntos que van a cohabitar juntos. ¿Por qué? Porque están enamorados. No. ¡No es así! No están enamorados. Porque la rebeldía contra Dios no es la fuente del amor. Usar a alguien no es amar a alguien.

Personas casadas que cometen adulterio y se van con otra persona, y hablan como si fuera una atracción inevitable. «Es que ya no estamos enamorados y nos enamoramos con otra persona». Eso no es cierto. Se rebelaron contra el Dios viviente. Traicionaron sus votos de pacto. No decidieron amar. Decidieron odiarlos. Decidieron odiarlos. Y decidieron declarar la guerra al Dios que los ama.

Y cuando Dios nos da mandamientos son para nuestro bien. Es como una madre que dice a sus hijos: «La estufa está caliente. No la toques. Cuidado con objetos cortantes en lugares altos». Y el niño dice: «Estás restringiendo mi libertad». No, estoy conservando tu vida. Miren, Dios es un buen Papá, y si sabemos que nos ama aceptamos que sus mandamientos son para nuestro bien. Si no sabemos que nos ama, pensamos que sus mandamientos son malos y nos volvemos hijos rebeldes para nuestra propia destrucción.

Y la cruz de Jesús es la demostración, la revelación, la aplicación del amor de Dios. Por eso dice en Juan 3:16, ¿cierto? Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito», Jesús. Por eso dice en Romanos: «Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». Otra vez en 1 Juan 4. «No en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo [Jesús] como propiciación por nuestros pecados».

En 1 Juan 3:16 dice: «En esto conocemos el amor». Aparte de Jesús nadie conoce el amor. Aparte del la cruz de Jesús, nadie ve el amor. «Que Él puso su vida por nosotros». Eso es el amor. El amor da, no toma. El amor sirve, no busca ser servido. El amor vela por el bienestar de la otra persona por encima de su propio bienestar. Jesucristo es el amor de Dios entre nosotros. La muerte de Jesús en la cruz demuestra el afecto de Dios.

Permítanme explicarles la cruz de Jesús. Era la forma de morir más horrible y vergonzosa, y en público. No ejecutaban a los ciudadanos romanos, solo a los forajidos, los rebeldes, y a los que habían condenado por los peores crímenes. El crimen de Jesús era declararse a sí mismo Dios, lo cual en efecto era la verdad.

Crucificaban a la gente abiertamente, en público, vergonzosamente. Es como un terrorismo patrocinado por el estado. Como cuando toman preso a alguien y le cortan la cabeza en Internet. Era una forma de aterrorizar a las masas. «No crean lo que creía esta persona. No se porten como se portó esta persona». Jesús fue crucificado abiertamente, públicamente, vergonzosamente frente a su madre y una turba.

¿Por qué murió? La paga del pecado es muerte. Jesús nunca pecó. ¿Por qué murió? Murió como sustituto. Murió en nuestro lugar. Murió por nuestros pecados. La muerte de Jesús en la cruz demuestra el afecto de Dios. Si alguna vez duda si Dios le ama, solo recuerde que Jesús murió por usted y dio sus primicias porque, amigos, así como Abel trajo lo primero y lo mejor, Jesús es lo primero y lo mejor de Dios.

No hay nada que valoramos más que nuestra vida. Por eso es que cualquier posesión, cualquier riqueza que haya acumulado, si su vida estuviera en peligro, cambiaría todo eso a cambio de su vida porque nuestra posesión más valiosa es nuestra vida. Jesús dio su vida. Dio su justicia. Se dio a sí mismo como un don. Y no lo hizo por los Abeles, sino por los Caínes.

Por tanto, al leer la historia de Caín y Abel, necesitan entender que toda la Biblia se trata de Jesús. Por eso en Juan 5 vinieron a Jesús a discutir, y les dijo: «Ustedes no entienden la Biblia. La Biblia entera se trata de mí». Al final del Evangelio de Lucas, Jesús enseña dos veces al abrir el Antiguo Testamento que todo se trata de Él.

La historia de Caín y Abel finalmente es una historia sobre nosotros y Jesús. Y cuando leemos la historia de Caín y Abel, tengan cuidado los que son religiosos, morales, y devotos, y no vayan a pensar: «Sí, soy como Abel y me trataron como Caín». Al leerlo digan: «Soy como Caín y he tratado a Jesús como Caín trató a Abel». Entonces estaremos agradecidos por el amor de Dios. ¿Amén?

Usted dirá: «¿Cómo así, Dios me ama aunque soy sea enemigo?». Sí. No es que hayamos amado a Dios primero, sino que Dios nos amó primero. No es que hayamos buscado a Dios, sino que Dios nos buscó a nosotros. No es que hayamos sido dignos de ser amados, sino que Dios nos amó. Significa esto: es por pura gracia, el afecto inmerecido y el favor de Jesús.

Esto nos libra de un horrendo péndulo donde, ¿cuántos de ustedes han sentido esto? Seamos honestos. Cuando hacemos el bien, nos sentimos más santos, más cerca a Dios, y pensamos que Dios nos ama más por haber hecho las cosas bien. Y cuando fracasamos, nos sentimos más distantes de Dios. Sentimos que Dios no nos ama tanto. Y nos esforzamos mucho por hacer el bien para sentirnos cerca de Dios y que nos ama otra vez. Oh, pero después fallamos y ahora no nos ama tanto.

Eso nos lleva a estado emocional casi bipolar en la vida, marcado por orgullo y desespero. «Hice las cosas bien. Me amas, ¿cierto? Hice las cosas mal. Ojalá me amaras como antes». La verdad es que si lo amó antes de que usted le amara, si le amó antes de que usted fuera bueno, si le amó antes cuando usted era rebelde, y si lo amó como a Caín, no puede amarlo más y no puede amarlo menos. ¿Creen eso?

Si creen eso igual que Juan, su identidad será transformada. Y yo trabajo a partir del amor de Dios, no para ganarme el amor de Dios. Puedo dejar de usar a la gente para caerles bien o para que me amen, y puedo empezar a servir a las personas porque Jesús las ama y Jesús me ama y Jesús nos ama.

Los que tienen derrotero con la iglesia, no entendían esto y estaban controlados y dominados por la culpa, la moralidad y la vergüenza. Al fin y al cabo, la motivación más poderosa y noble es el amor, es el amor. Dios no puede amarlos más de lo que demostró en la cruz de Jesús, y Dios no le amará menos por la cruz de Jesús. El amor ha sido establecido.

Ahora el amor de Dios no solo perdona sus pecados, también los cambia para que reciban el amor de Dios y amen a Dios y se amen unos a otros. Gracias a Jesús y su amor, Él murió y resucitó, y está vivo y en buena salud, y la fuente de amor está disponible a todos los hijos de Dios.

Jesús es el Abel perfecto

Al mirar la historia de Caín y Abel, al igual que Abel Jesús trabajaba en un oficio honrado. Abel era pastor. Jesús era carpintero. Al igual que Abel, la adoración de Jesús es irreprochable. Toda la vida de Jesús era de adoración y de dar lo primero y lo mejor de sí al Padre, y Él adoraba con pureza de corazón. de Lo que traía en su corazón y en sus manos agradó al Señor igual que Abel. Como dije, al igual que Abel Jesús dio sus primicias. Abel trajo lo primero y lo mejor de su más preciada posesión. Y Jesús es lo primero y lo mejor del Padre porque Dios dio a su Hijo, el primogénito, el primero y el mejor.

Además, al igual que Abel Jesús fue objeto de envidia. Al enseñar, la gente envidiaba sus habilidades. Las multitudes acudían a Él en tropel y le adoraban, y había quienes envidiaban su éxito. Demostrando su poder sobrenatural al expulsar demonios, algunos envidiaban su autoridad espiritual.

Muchos lo amaban y muchos lo odiaban. Muchos se regocijaban en Él, y muchos lo maldecían. Algunos clamaban: «¡Hosanna!», y otros gritaban: «¡Crucifíquenlo!». Al igual que Abel, los hermanos de Jesús lo envidiaban. Al igual que Abel, Jesús fue asesinado por sus hermanos. Así como Caín mató a Abel, los que profesaban ser hijos de Dios asesinaron al Hijo de Dios.

Pero a diferencia de Abel, como Jesús es un mejor Abel y Jesús es un Abel perfecto, Abel permaneció muerto pero Jesús resucitó de la muerte para conquistar la muerte, perdonar el pecado y transformar a los Caínes en Abeles. Por tanto, amigos, si no son cristianos y han venido aquí y se preguntan: «¿Qué debo hacer?», esta es la respuesta: Se trata de lo que Jesús ya hizo.

Jesús vivió una vida inocente, sin culpa. Jesús pagó el precio incalculable. Jesús murió la muerte requerida y Jesús resucitó para amarle a usted primero antes de que usted le amara; para buscarle, antes de que usted lo buscara. Su amor no excusa su pecado, lo perdona. Su amor no permite que siga pecando, permite que se aparte de él y que usted cambie poco a poco hasta que lo vea cara a cara y sea perfecto en su presencia para siempre.

Para poder apreciar verdaderamente el amor de Jesús, debemos aceptar que empezamos como Caín. El hecho de que amara a al que lo mató, eso sí es amor. En realidad, amigos, somos Caín. Todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. Cuando Jesús murió en nuestro lugar por nuestros pecados, tenemos las manos manchadas con su sangre y somos culpables como Caín. Pero gracias a Jesús, el mejor Abel, podemos ser adoradores como Abel mediante la fe en Cristo para acudir al Señor con una ofrenda aceptable en nuestras manos y en nuestro corazón, no para que Dios nos ame, sino porque ya nos ama mediante la muerte, sepultura, y resurrección de Jesucristo. ¿Amén?

De repente la motivación para la vida cristiana no es la culpa sino la alegría; no es el deber, sino el deleite; no es tratar de conseguir el amor de Dios, sino celebrar el hecho de que ya nos ama en Jesús.

El amor cristiano es práctico

Después concluye con su idea principal al final. El amor cristiano es práctico. Lo dice de esta manera: La idea principal es esta. Primero Jesús, y después nosotros. Jesús ama, nosotros amamos. Jesús sirve, nosotros servimos. Jesús da, nosotros damos. Empieza con Jesús. Él nos cambia para que podamos ser más como Él.

«También nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos». Permítanme decirles que rara vez tendrán la oportunidad de morir por alguien. Pero él dice: «Aún en esos casos, nuestra más preciada posesión es nuestra vida, y debemos estar dispuestos a sacrificarla por el bienestar de otros».

Algunos de ustedes son soldados. Dios los bendiga. Policías. Dios los bendiga. Bomberos. Dios los bendiga. Arriesgan sus vidas y hasta podrían morir para que otros vivan. En la reciente balacera que hubo en el cine reportaron que muchos novios protegieron a sus novias con su cuerpo y fueron abaleados para salvarles la vida. ¿Entienden? Aunque hayan o no hayan conocido al Señor Jesús, fueron creados por Él y están mostrando la imagen y la semejanza de Dios en ellos al hacer lo que un hombre debe hacer: amar y proteger.

Rara vez, sin embargo, tenemos la oportunidad de morir por alguien para demostrar nuestro afecto por otros miembros de la iglesia. Pero está diciendo que aunque llegue a ese punto, debemos estar dispuestos a dar el don de nuestra vida así como Jesús dio su vida por nosotros. pero como la mayoría de nosotros no tendrá la oportunidad de dar nuestra vida, debemos dar nuestra vida…en vida.

Continúa diciendo: «Pero el que tiene bienes de este mundo…». Permítanme preguntarles, ¿qué poseen? ¿Qué poseen? Piensen en eso un momento. Digamos por ejemplo que todo lo que poseen se lo roban y tiene que hacer una lista a la aseguradora y le dicen: «Mándenos una lista de todo lo que posee. No nos acordamos de todo lo que tenía. Había tanto que no nos acordamos». Somos personas ricamente bendecidas. Algunos somos ricamente bendecidos en gran manera.

Pero él está diciendo: «Vean sus posesiones y lo que tienen». O sea, su casa, su comida, sus ingresos, su cartera de inversiones, su auto, o lo que sea. Sus riqueza agregada, todas sus cosas. Dice: Vean todas sus cosas y pregúntense: «El que tiene bienes de este mundo, y ve a su hermano en necesidad y cierra su corazón contra él, ¿cómo puede morar el amor de Dios en él?».

A lo que se refiere aquí es que el amor es práctico sobremanera. ¿De acuerdo? Los que tienden más hacia lo teológico querrán meterse de pies y cabeza en este tema, ¿de acuerdo? Tan pronto abordamos el tema del amor en la Biblia, piensan: «Oh, eso es phileo, agape, eros. Hay distintas palabras en griego que significan amor». No está siendo amoroso, ¿cierto? Ya nos está aburriendo. No nos sentimos amados en lo más mínimo, ¿cierto? «C. S. Lewis escribió… » Yo sé que C. S. Lewis escribió un libro sobre… y la idea principal es que hay distintas palabras que significan amor. No siempre las emplean consecuentemente. Nunca son así de definidas. Es mucho más fácil estudiar palabras griegas sobre el amor. Es mucho más fácil escribir libros sobre el amor, o leer sobre el amor, o especular sobre el amor, que amar. Porque la gente es fastidiosa. Somos egoístas. Y esas dos variables hacen que amar sea difícil. Pero el amor es muy práctico.

El amor hace que tengamos los ojos despiertos a las necesidades. Algunos de ustedes son muy amorosos. Buscan necesidades. «Oh, creo que necesitamos orar por fulano. Oh, pienso que tenemos que animarlos. Alguien necesita hablar con fulano». Buscan las necesidades.

Lo que está diciendo es que hay otros que odian. Odian a la iglesia. Odian a los hermanos y hermanas en Cristo, y cierran los ojos. «¿Por qué no está orando?». «No veo ninguna necesidad». «¿Por qué no está sirviendo?». «No veo ninguna necesidad». «¿Por qué no está dando?». «No veo ninguna necesidad». Es porque ha cerrado los ojos. Ha cerrado los ojos.

No está viendo nada porque los odia. Algunos des ustedes dirán: «No los odio». Repito, la palabra quiere decir una fría indiferencia y candente hostilidad contra alguien, y puede que los esté odiando por su fría indiferencia. Está cerrando los ojos. Quiero decir, que hay personas que llevan años asistiendo a esta iglesia ¿y saben lo que hacen? Nada. ¿Saben dónde sirven? En ninguna parte. ¿Saben lo que han dado? Nada. Si les preguntan: «¿Jesús le ama?», dicen: «¡Sí, claro!». «¿Se aman unos a otros?». «¡Sí, nos amamos!». «¿Si dijera eso ante un tribunal, sería la verdad?». No, porque no hay evidencia y usted ha cerrado los ojos.

Lo que sucede es que un pastor se pone a predicar y trata de hacer que usted se sienta culpable. «Mire todo lo que Jesús hizo. ¿Y usted no puede hacer más?». La respuesta es siempre: Sí. Como Jesús es Dios quien murió por mí, sí, yo podría hacer más. «Siempre tendrá la razón en ese caso, pastor. Claro. No he dado lo mismo que la segunda Persona de la Trinidad. Gracias por hacérmelo saber, Capitán Obvio. Vaya, cuánto me ha ayudado. Ahora me siento horrible». En vez de culpa, quiero que para ustedes sea una oportunidad de alegría.

Permítanme preguntarles esto, si aman a alguien, ¿buscan la manera de ayudarles, de servirles, de velar por ellos? Señora madre, ¿no es así? De pronto es: «Ay, que necesitan algo de tomar. Ay, cuidado, está filudo. Ay, necesitan que los anime. Ay, se cayeron. Que están llorando. Que necesitan que los cargue». ¿Ven lo que hace una madre? Siempre está velando. ¿En qué me necesitan? ¿Cómo puedo ayudar? Lo mismo con el papá, ¿cierto? Si de veras ama sus hijos, trata de buscar la manera de ayudar.

Lo mismo con marido y mujer, si de veras si aman están atentos a los detalles. Son atentos a los detalles. Cuando se sientan a comer, la mamá sabe lo que a papá le gusta tomar, y papá sabe que mamá tuvo un día agotador. Identifican las pequeñas necesidades aunque no se hayan mencionado, y son atentos a los detalles. Eso es amor. El amor está atento a los detalles. ¿Amén?

En su primera cita, damas, si el tipo no hace sino hablar de él mismo, y le dice lo que desea, y le da una descripción laboral de lo que espera de usted sin preguntarle nada y no es atento a los detalles, y no se percata suficientemente para saber que la enviará a Jesús matándola de aburrimiento… ¿cierto? Se da cuenta que esa relación probablemente no durará 50 años, ¿cierto? Porque no está poniendo atención. No está atento a los detalles.

Pero el tipo que llega y dice: «Te traje tus flores favoritas». «¡Oh! ¿Cómo lo sabías?». «Sí, le pregunté a tu amiga». «Mmm, qué bien. Así empezamos con pie derecho». «Escogí este restaurante porque tu otra amiga dijo que este es tu restaurante favorito». «Oh». De repente ha preparado algunas cosas y usted reconoce: «Creo que me ama, o que al menos quiere amarme. Es atento a los detalles porque me valora».

Abran los ojos

Al hablar de amar a las persona, así es en la iglesia. Es venir con los ojos abiertos. Para algunos de ustedes esto significa llegar temprano para darle la bienvenida a los nuevos porque la gente tiende a llegar temprano y se sienten muy incómodos. Es como el primer día de clases. Usted es el primero en llegar al colegio y piensa: «Llegué temprano. Qué lata. Es que no quería llegar tarde, ahora me siento incómodo».

Por eso es que algunos de ustedes no quieren integrarse a un grupo comunitario. Piensan: «Si participo en un grupo comunitario alguien tendrá un motivo de oración y tendré que orar por ellos. Si oro por ellos, Dios abrirá mi corazón y mis ojos a su necesidad y tendré que servirles. Y si les sirvo, será todo un inconveniente, así que prefiero quedarme en casa».

El amor mantiene los ojos abiertos. Cuando nuestros ojos están abiertos, ¿saben qué sucede? Nuestra boca se abre. Por eso dice: «Hijos, no amemos de palabra ni de lengua», pero no dice dejemos de hablar. Cuando nuestros ojos están abiertos, nuestra boca se abre y oramos por ellos. Los animamos. A veces los reprendemos. Y lo que les estamos diciendo es: «Quiero ayudarte, pero necesitas entender que no eres una víctima. Te estás lastimando a ti mismo, ¿verdad?

En realidad no tienes… o sea, no buscaste trabajo pero conseguiste una tarjeta de crédito. No leíste la dirección del remitente. Te lo enviaron todo directamente del infierno. Pasaste por alto lo que es obvio. Conseguiste todo eso, sabes, y esperabas conquistar un novio con buen empleo que te lo pagara todo antes del mes de abril, y parece que no apareció por ningún lado. No era un buen plan. Era una misión suicida. Y ahora, sí, hay mucho drama y te amo y quiero ayudarte, pero sinceramente algo tiene que cambiar».

Si ven, cuando sus ojos están abiertos, su boca se abre. ¿Cuántos de ustedes dirían: «Iba a hablar con esa persona, pero no quiero involucrarme»? Eso es odiarlos.

Si tienen los ojos abiertos, abrirán su billetera. «Está bien, voy a ayudarte. Aquí tienes unos alimentos». Una madre soltera que necesita carro… «Tengo un carro de sobra. Tenía un carro de sobra. Se lo presto o se lo regalo a la madre soltera. su marido la abandonó y los niños son pobres y ahora mamá trabaja por dos, la familia está necesitada y asisten a nuestra iglesia. Debo buscar la manera de ayudarles».

Gálatas 6:10, dice así: «Así que entones, hagamos bien a todos… y especialmente [o primeramente] a los de la familia de la fe». Miren, yo soy padre. Tengo cinco hijos, y sería horrible si dijera: «Voy a alimentar a todos los niños», si los míos están padeciendo hambre. Primero alimente a sus hijos. Alimente a todos los niños, pero alimente a los suyos primero.

Lo que nos puede pasar es que tenemos los ojos abiertos y nuestra billetera abierta y nuestro horario abierto pero la necesidad está fuera de la iglesia porque alguien nos presentó una necesidad y la vimos. Quiero que vean las necesidades de la Iglesia Mars Hill. Quiero que vean las necesidades del Evangelio de Jesucristo.

Para los que son más bien acomodados y acaudalados, quiero que presten mucha atención. Dice: «Si ven a un hermano en necesidad», y aquí ser refiere a conocerlos y ayudarlos porque saben qué es más difícil que darles un cheque, darles un cheque y tener una relación con ellos. A veces los grandes donantes quieren emitir cheques pero no quieren ensuciarse las manos más que con la tinta.

Tienen que ensuciarse las manos. Tienen que conocer a las personas, servir a las personas, amar a las personas. Entre más vean, más palabras de vida hablarán y más generosos serán con lo que dan. Serán más fieles en su servicio. Con la mayoría de ustedes el problema no tiene nada que ver con su horario. No tiene nada que ver con su presupuesto. Pero tiene todo que ver con sus ojos. Los han cerrado. No buscan necesidades para satisfacerlas. Por eso hay necesidades insatisfechas. Abran los ojos. «Espíritu Santo, muéstrame las necesidades».

Les pregunto, ¿a quién le ha indicado Dios que debe ayudar? Y no piensen: «Pues yo pago impuestos. Eso le corresponde al gobierno». Eso es pensar mundanamente. O, «Es una iglesia, que la iglesia averigüe cómo hacerlo. Aquí está el organigrama y en alguna parte debe haber alguien que sea amable con la gente. Estoy seguro que debe haber alguien en alguna parte». ¿Entienden? Usted es esa persona.

Si es cristiano y esta es su iglesia, Dios quiere que abra los ojos, es un acto de arrepentimiento, y que empiece a buscar necesidades para que abra la boca y ore y bendiga a otros. Abrirá su billetera y sus posesiones y su nevera para que dé y ayude a otros. Abrirá su horario para que se moleste invirtiendo en los demás. De eso está hablando exactamente.

Es muy distinto a decir: «Paré en el semáforo y un tipo con una pancarta compungió mi conciencia y bajé la ventanilla y le di $10 porque no lo conozco… y no lo estoy amando. De hecho, tal vez lo estoy odiando fomentando un estilo de vida de drogadicción y destrucción, pero me siento mejor cuando arranco y me voy de ahí». El amor hace lo mejor por alguien. El amor da lo mejor a alguien.

¿Saben estadísticamente lo que es interesante? ¿Quiénes piensan que contribuyen el más alto porcentaje de sus ingresos, los ricos o los pobres? Estadísticamente en las iglesias cristianas, los pobres dan un porcentaje significativamente más alto de sus ingresos que los ricos. ¿Por qué? Porque ven la necesidad. Porque los pobres conocen a los pobres y los ricos conocen a los ricos. Y los ricos cierran los ojos a la gente pobre. Y los pobres tienen que mantener los ojos abiertos con los pobres porque es lo único que tienen. La gente pobre tiende a abrir sus corazones, sus billeteras y sus horarios de modo que dan más que la gente rica. ¿Por qué? Porque tienen los ojos abiertos.

Ahora para cerrar permítanme decirles que esto es para su gozo. Es para su gozo. Miren, al recibir el amor de Dios, el amor de Dios nos cambia y amamos a Dios y dejamos de ser como Caín y nos volvemos un poco como Abel, y empezamos a amarnos unos a otros, lo cual produce en nosotros un gozo profundo porque la Biblia dice que es más bienaventurado dar que, ¿qué? Que recibir.

¿Saben qué significa eso? Que la persona más feliz es Jesucristo. Nadie ha dado más que Jesús y nadie tiene el mismo nivel de gozo que tiene Jesús. Al dar recibimos el gozo del Señor. Lo recibimos. Así que cuando damos lo hacemos para la gloria de Dios. Para la gloria de Dios y para nuestro gozo. Padres, en Navidad, ¿prefieren abrir sus propios regalos o en ver a sus hijos y nietos abrir los suyos? Eso lo dice todo.

Dios Padre, por favor envía el Espíritu Santo para que abra nuestros ojos primero, al amor de Jesús. Segundo, a nuestra naturaleza pecadora como Caín. Tercero, al amor de Jesús pese a quienes somos y a lo que hacemos. Cuarto, que el amor de Jesús convierta a los Caínes en Abeles. Quinto, que amarte signifique amarnos unos a otros, no porque queremos que nos ames sino porque por medio de la cruz ya nos amas. Amén.

Nota: Esta transcripción ha sido editada para la legibilidad.