Lucas 17:1–10 (LBLA)
1 Y Jesús dijo a sus discípulos: Es inevitable que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel por quien vienen!
2 Mejor le sería si se le colgara una piedra de molino al cuello y fuera arrojado al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeños.
3 ¡Tened cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo.
4 Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo.
5 Y los apóstoles dijeron al Señor: ¡Auméntanos la fe!
6 Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este sicómoro: “Desarráigate y plántate en el mar.” Y os obedecería.
7 ¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y cuando regresa del campo, le dice: “Ven enseguida y siéntate a comer”?
8 ¿No le dirá más bien: “Prepárame algo para cenar, y vístete adecuadamente, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después comerás y beberás tú”?
9 ¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó?
10 Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: “Siervos inútiles somos; hemos hecho sólo lo que debíamos haber hecho.”
He sido un fanático de artes marciales por muchos años y me entusiasmé mucho hace poco cuando la UFC por fin tuvo su primer evento aquí en Seattle, y entonces fui con el pastor Jamie. Fue un regalo de cumpleaños para mi asistente Nate, y vino un amigo nuestro que es entrenador de peleadores y ganó una medalla de plata en la olimpiadas; un gran hombre. Llegamos al Seattle Centre y tuvimos un día muy interesante.
Los dos eventos simultáneos fueron las peleas en jaula y el Vegfest. El Vegfest fue un festival de verduras. Me gustan las verduras; las recomiendo. Pero no me parece que necesiten tener su propio evento. Porque me parece que no hacen mucho, ¿no es así? O sea, solo son verduras. Sí. Véanlo. Bien. ¿Algo más? Es lo mismo que hacen las verduras en mi casa. No sé si tengamos que reunirnos para esto. Y fue fascinante entrar allá porque había dos grupos de personas completamente distintas los fans del UFC y los Vegfesters. Era fácil saber a cuál evento iba cada persona. Los tipos pesados, borrachos, con camisetas Aflicción no iban al Vegfest. Los tipos con jeans entubados, en bicicleta, con zapatos de cáñamo no iban a la lucha enjaulada. Fue algo fantástico.
Lo que pasa es que a veces la gente malinterpreta un deporte particular. No entienden ciertas cosas que quisiera compartirles. Primero, que los peleadores se respetan entre sí. Salen, chocan los guantes, a veces se abrazan, lo cual me parece raro. No parece un momento para abrazarse. Como si dijeran: «Querido amigo, te voy a mandar al hospital». Es un momento raro. A menudo en las peleas, si patean a un tipo o lo golpean y fue un golpe certero, se le tocan la punta del guante al otro como para decirle, «Oye, buen golpe». «Ni siquiera recuerdo mi nombre. Buena; bien hecho». Y cuando entran al tercer round, el cual, a menos que sea una pelea por el título, es la última pelea si la competencia está reñida, comienzan dándose un abrazo. A menudo después de la pelea se abrazan. Ayer, uno de los tipos estaba tirado en el piso y el otro tipo se puso de manos y rodillas y le hablaba, lo reconfortaba, y tuvieron un momento «Vegfest» ahí en el octágono. Así que se respetan.
Segundo: Hay reglas. Puede que no lo sepan, pero hay reglas. Pensaba, «¿Qué haría si estuviera en una pelea?». Y pensé: «Traería una pistola», porque no sé jiu-jitsu, pero es como la piedra, el papel, y las tijeras: la pistola le gana al jiu-jitsu, ¿no es cierto? No importa lo que traiga uno , el kung fu, el karate, lucha libre, una pistola, la pistola siempre gana. Entonces pensé: «Traería una pistola». Pero no se pueden traer pistolas porque hay reglas. Se respetan, hay reglas para que pueda haber una resolución, la pelea se acaba, y estuvo. No pelean en el vestuario y van a comer a Denny’s porque es el único local abierto, y vuelven a pelear, y después pelean en el avión, y van a la casa del otro y siguen peleando. No. Resuelven ahí mismo. La pelea finaliza. Le levantan la mano a uno, y la del otro no la levantan; hay resolución.
Hay respeto, hay reglas, y hay resolución. Un árbitro oficia el evento, alguien que dice: «Esto es aceptable, pero este comportamiento no es aceptable».
¿Esto qué tiene que ver con Jesús? Todo, ¿no es cierto? Hoy en Lucas 17:1–10, trataremos el asunto de cómo pelear para la gloria de Dios. No necesariamente en una pelea enjaulada, aunque los principios podrían aplicarse, sino en los conflictos, los argumentos, los desacuerdos.
Algunos de Uds. son muy religiosos. Y dicen, «Oh, soy cristiano. No tengo conflictos». Sí los tiene. Irrita a todo el mundo, y no lo sabe. Tendemos a tener conflictos con las personas más cercanas y amadas; por lo tanto, ¿saben quién vive conmigo, cerca de mí? Mi esposa, Grace. ¿Se preguntan si a veces peleamos? Sí. No como lo hacen en el octágono, o como una pelea tipo clinch, pero si tenemos nuestras discusiones y desacuerdos.
Pero esta es la pregunta. Primero, ¿van a pelear? Segundo, ¿van a pelear para la gloria de Dios? La respuesta a la primera pregunta es, «Sí». Van a pelearse con sus amigos, sus familiares, y sus hermanos. La segunda pregunta es: ¿Pelearán para la gloria de Dios? ¿Pelearán con respeto, con reglas? ¿Pelearán hasta resolver el asunto? ¿Dejarán que Jesús sea el árbitro? Hoy en Lucas 17:1–10, Jesús llega como árbitro y establece las reglas para que con respeto podamos tratar de alcanzar una resolución.
Nos dice lo siguiente: Lucas 17:1–4. Cómo pelear para la gloria de Dios. «Y Jesús dijo a sus discípulos: Es inevitable que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel por quien vienen! Mejor le sería si se le colgara una piedra de molino al cuello y fuera arrojado al mar, que hacer tropezar a uno de estos pequeños. ¡Tened cuidado!». Mejor dicho, no se fijen en los demás sino en Uds. mismos. «Si tu hermano peca, repréndelo»; o sea, tu hermano cristiano. «Y si se arrepiente, perdónalo; Y si peca contra ti siete veces al día, y vuelve a ti siete veces, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo».
Aquí Jesús habla de dos cosas que siempre suceden en las relaciones humanas, pecar y cuando pecan contra nosotros. Alguien peca, y alguien peca contra otro. ¿Cómo resolvemos esa pelea? ¿Qué hacemos? ¿Cuáles son las reglas? Jesús nos dice que hagamos tres cosas para lidiar con nuestro pecado. Cuando pecamos contra alguien; no si pecamos sino cuando pecamos, es lo que debemos hacer.
Permítanme decirles que pecamos de palabra, de obra, de motivo; de comisión: hacemos algo malo; de omisión, no hacemos lo que deberíamos hacer. El pecado siempre se manifiesta. Somos culpables de pecado, de quebrar las leyes de Dios abiertamente o sus principios. Así son las cosas. Pecamos contra Dios, y pecamos contra los demás. Sencillamente lo hacemos.
Así que permítanme decirles, el pecado no son rarezas. Los pecados no son rarezas. ¿Alguno de Uds. está casado con una persona rara? Es una pregunta rara. Si está casado, está casado con una persona rara, ¿cierto? Rarezas. No es un pecado por el cual deben arrepentirse. Son raros, es todo. Son así. Son un poco excéntricos. Estaba en una cafetería el otro día y oí a una mujer que se reía a carcajadas con una voz estentórea, enorme, inquietante, y sus hijos lloraban. Estaba con sus amigas. Todas se reían, y ella pensaba que se reía, pero no se reía: Eran carcajadas. Me agaché a buscar una escoba. Era algo… miedoso. Soy un hombre adulto, y me asustó. Inmediatamente oré por su marido. Calladamente. No me paré ni nada. Pero pensé: «Señor, ampara a ese hombre. Qué miedo debe darle, sobre todo de noche». Pero no es pecado. Es una carcajada, ¿no es cierto? No es algo de lo cual deben arrepentirse. Podrían casarse con alguien, ser amigos con alguien, su compañero de cuarto, podrían estar en un grupo comunitario con alguien que tiene alguna rareza, pero no es pecado. No nos arrepentimos de las rarezas, solamente de los pecados.
También les digo que los pecados no son errores o imperfecciones, ¿cierto que no? ¿Cuántos de Uds. son torpes? No alcen la mano. Bien, pues van a lastimar a alguien. ¿Entienden? ¿Cuántos de Uds. son torpes? Chambones. Así son, ¿cierto? Derraman las cosas, el carro lo tienen lleno de abolladuras. En algún momento van a servirle la comida a su cónyuge, si están casados, ¡Aahh! De pronto están cubiertos de espaguetis. ¿Es pecado? No. ¿Fastidioso? Sí. Pero no es pecado, es un error, ¿cierto?
Como con los niños. Digamos que tiene un niño pequeño y, no sé, digamos que es culpa suya, ¿de acuerdo? No le puso la tapa a la taza entrenadora; le dio la taza destapada, o sea que fue culpa suya. Le da una taza destapada, ¿y qué hace? La derrama porque, Ud. sabe, son desgarbados, todavía están desarrollando sus habilidades motoras. Mejor dicho, «¿qué haces Johnny? Derramaste la leche». Johnny debería decir, «¿Qué haces papá? ¿Dónde está la tapa?». ¿No es cierto? Se equivocó. Eso me frustra de los padres que disciplinan a sus hijos por cometer errores. Los niños tropiezan, se equivocan. Se mojan; derraman la leche. Ojalá no lo hagan todo de una sola, pero si lo hacen, no es pecado. Uno se altera, pero no es pecado. Es un error, y los errores ocurren.
No estamos hablando de rarezas, peculiaridades, no estamos hablando de errores, estamos hablando de pecados, ofensas contra Dios y otras personas. Tenemos que aprender a lidiar con las rarezas y los errores porque todos somos pecadores raros y gente imperfecta y tenemos que aprender a soportarnos unos a otros.
Pero cuando se trata de pecar, Jesús nos dice debemos hacer tres cosas cuando tratamos con el pecado o la posibilidad de pecar». Primero: No cedan a la tentación de pecar. Jesús dice que vendrán tentaciones. No dice , si vienen, sino cuando vienen. Puede pasar toda la vida tratando de minimizar sus estímulos externos y la tentación a pecar. Debería hacerlo; es bueno, pero aun dentro de nosotros la Biblia dice sobre todo en el libro de Santiago, que el pecado no solo existe allá afuera, sino también aquí adentro. No es está solamente en el mundo, está en lo que la Biblia llama la carne. Por lo tanto la tentación es constante. Siempre tendremos que pelear contra la tentación. Pero no se desanimen, ni se dejen disuadir, y no actúen como si estuvieran derrotados.
La tentación es diferente al pecado. Jesús fue tentado. Dice en Lucas 4 y en Mateo 4 que Jesús fue tentado. Hebreos 4 dice que Jesús fue tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Jesús nunca pecó, pero fue tentado. En forma parecida, Jesús dice: «Es inevitable que serán tentados». Pero eso no significa que tenemos que ceder a la tentación y el pecado. Podemos pelear contra él, resistirlo, y negarnos a hacerlo. Satanás confundirá a algunos de Uds. porque pensarán: «Fui tentado. No puedo creer que fui tentado. Me siento tan mal por haber sido tentado». Si no cedieron a la tentación, alégrense. Fue una victoria, no una derrota. Anímense. Fue una victoria para Uds., no una derrota. Así que, primero, no cedan a la tentación de pecar.
Segundo, no tienten a otros a pecar. Aquí en Lucas 17:1–4, Jesús dice: «El pecado y la tentación a pecar vendrán a Uds., pero ay de aquel por quien vienen». Eso significa que tentamos a otros a pecar, inclusive los tentamos a pecar con nosotros. Y Jesús habla especialmente a los jóvenes, y los comentaristas discrepan un poco sobre lo que esto significa exactamente.
Ahora, lo que sí deja claro es que tentar a alguien es pecado; es un mal horroroso. En aquella época, las piedras de molino eran piedras enormes, gigantescas, que se usaban para moler alimentos. Jesús nos explica que si Ud. es alguien que le gusta tentar a otros a pecar, en vez de tirarle un salvavidas, Dios pondrá una piedra de molino sobre Ud. y lo tirará al mar; no para salvarlo, sino para hundirlo. Es una fuerte declaración que hace el amoroso Señor Jesús.
Algunos piensan que la referencia a tentar a los jóvenes podría estar dirigida a los que tientan a los niños y lo inducen a pecar, metiéndolos en problemas. Es una fuerte palabra para los que somos padres y para los abuelos y profesores y cuidadores y líderes en la escuela dominical con el ejemplo que ponemos.
Otros piensan que puede referirse a los que no son jóvenes en edad, sino jóvenes en la fe; que los cristianos con más trayectoria no deben confundir a los nuevos cristianos. Los cristianos mayores no deben confundir a los nuevos cristianos. Los cristianos mayores no deben envolver a los nuevos cristianos en cosas como las falsas enseñanzas, o entrar en debates sobre cosas de menor importancia que no ameritan su tiempo ahora. Necesita conocer a Jesús y la Biblia, y no meterse en todas las controversias insignificantes y en asuntos; no debe incluirlos en los chismes en las murmuraciones y la discordia. Para los que son solteros, esto significa que si son cristianos y alguien es un nuevo cristiano, significa que no deben tentarlos a pecar. Puede que aún no entiendan las relaciones cristianas. Puede que aún no entiendan la santidad y la castidad y podría confundirlos o tentarlos. Ese tipo de cosas.
Creo que Jesús está hablando con ambos grupos, que los adultos no deben dejar que los jóvenes caigan en la tentación, y los que son nuevos cristianos no deben dejar que los cristianos mayores los hagan caer en tentación.
Esta es mi pregunta para Uds. Primero: ¿Dónde están siendo tentados? Segundo: ¿Cómo están haciendo caer en tentación a los demás? Puede que esto acontezca a la luz de una controversia o conflicto, mediante el cual Ud. los impulsa hacia una escalada de furia, y enojo. Podría incitarlos por medio del chisme, contrariándolos, aguijoneándolos, y haciéndolos caer en la tentación. Claro que son responsables por su pecado, pero Ud. es responsable por su participación en la tentación.
Así que, primero, cuando venga el pecado, luchen contra él, no lo hagan, mátenlo. Segundo, el pecado vendrá a Uds., no debe acontecer por medio de Uds. No se conviertan en agentes del diablo, incitando a los otros a pecar.
Y tercero, si no guarda los primeros dos principios, Jesús dice…porque lo haremos, que no significa que debemos pecar, o incitar a otros a pecar, sino que cuando lo hagamos, debemos arrepentirnos y buscar perdón. Es exactamente lo que dice. Usa la palabra perdón. Es una gran palabra. Los profetas la usan bastante. Aparece frecuentemente en la Biblia. No es solo que estamos enfermos, sino que somos pecadores y somos culpables; somos transgresores y rebeldes. No está de moda hablar de esto hoy en día, pero es importante porque la Biblia dice que lo es.
El arrepentimiento está ligado completamente al cristianismo. Cuando cedemos a la tentación y el pecado, debemos arrepentirnos con Dios y las personas contra las cuales hemos pecado. No podemos decirle a Dios que lo sentimos sin enfrentar a las personas que fueron implicadas y afectadas. Además, cuando hacemos caer a otras personas en la tentación, cuando participamos en la tentación de los demás, también debemos arrepentirnos con Dios y con ellos. «Lo siento. Hice lo malo. ¿Qué debo hacer para arreglar las cosas? No tengo excusa alguna. Seré completamente franco».
Esto es muy importante para una iglesia como la nuestra, donde practicamos estar en comunidad y tenemos grupos comunitarios. Queremos que tengan amistades y que disfruten la vida juntos. Se fastidiarán unos a otros. Se irritarán unos a otros. Pecarán unos contra los otros. Lo harán. Lo harán. Aquí las palabras de Jesús son muy importantes. Cuando el Espíritu Santo nos redarguye de pecado, debemos arrepentirnos.
Ahora, permítanme decir que lo que no es el arrepentimiento, porque creo que es una de esas palabras que se usan a con frecuencia pero que casi no se entiende. Grace y yo acabamos de escribir un libro sobre el matrimonio, y dedicamos un capítulo entero a las disputas o altercados. Cualquier libro sobre el matrimonio que valga la pena trata el tema de resolver conflictos, el pecado, y el arrepentimiento. Es tema obligado. Si ha estado casado por más de 17 minutos, sabe que está casado con una persona pecadora, y ellos saben que están casado con una persona pecadora. Repito, necesitan respeto, reglas, y un árbitro que les ayude a resolver el asunto. Lo que mi dulce esposa y yo pusimos en el libro fue esto:
El arrepentimiento no es ser sorprendido, sino ser honesto que lo hizo. ¿Qué necesita decirle a su pareja que no le ha dicho? De repente se pone seria la cosa. ¿No es cierto?
Segundo, el arrepentimiento no es negar el pecado. «No lo hice. No sé de qué estás hablando. Soy inocente». No es negarlo.
Tercero, el arrepentimiento no es disminuir nuestro pecado, minimizándolo o confesándolo parcialmente. «Oh, no fue nada». O «Hice lo mejor que pude». O «Es que nadie es perfecto». O «Pudo haber sido peor». O «Te contaré parte de lo que hice, pero no todo lo que hice». El arrepentimiento no es así.
El arrepentimiento no es manejar nuestro pecado y tratar de mantenerlo bajo control. «Sí, soy adicto a tal cosa, compulsión, problema, o tendencia, pero no hay ningún problema. No lo hago todo al mismo tiempo, sino solo algunas veces. Lo tengo todo bajo control». No. Porque Jesús murió por el pecado, no lo manejamos, lo hacemos morir. Lo matamos porque Él murió por él. Y murió por el pecado para que lo matáramos.
Además, el arrepentimiento no es echar la culpa a alguien o a algo por nuestros pecados, o pasarle la responsabilidad a otro. «Sí, lo hice, pero tú me hiciste. Lo hice, pero fue porque tú me abandonaste. Me enojé, pero tú me enojaste. Sí, me descarrié, pero fue porque no satisfacías mis necesidades». No es echarle la culpa a otro por su pecado, inclusive al diablo. Es reconocerlo.
El arrepentimiento no es excusar nuestro pecado. «Hay circunstancias. Estaba cansado. Mi padre nunca me abrazó. Tengo una buena razón en mi mente que tiene buen sentido».
El arrepentimiento no se trata del pecado de los demás, sino del nuestro. La gente religiosa siempre está consciente de los pecados de otros, menos el suyo. Aquí Jesús habla de estar conscientes de nuestro pecado. Es exactamente lo que dice. Dice que velemos por nosotros mismos, que estemos atentos a lo que hacemos. A veces somos tan conscientes de todas las cosas malas que hace la gente que no echamos de ver toda nuestra culpa e hipocresía.
Además, el arrepentimiento no se trata de manipular a Dios y la gente para que nos bendiga. «Si le digo a Dios que lo siento, tiene que bendecirme, ¿cierto? No debería salir con esa persona, pero si se lo confieso a Jesús, Él la salvará y resolverá el problema, ¿cierto? Sé que no debería hacer esto, pero tal vez si pido disculpas, la persona me perdonará. Recuperaré mi trabajo, o mi cónyuge, o mi amigo, o mi dignidad». No es hacer algo para recibir algo a cambio. Es solo hacer algo porque es lo correcto.
Además, el arrepentimiento no es sentir la tristeza del mundo. Es algo que Pablo les dice a los corintios; porque la tristeza del mundo es solo sentirse mal, sin cambiar. Algunos de Uds. se sienten mal, pero no cambian. Así es la tristeza del mundo, no es el verdadero arrepentimiento.
El arrepentimiento no es lamentar las consecuencias de su pecado, sino odiar el mal y el pecado mismo. «Sí, esto le causó dolor a la gente. Sí, esto tuvo repercusiones. Sí, esto ocasionó complicaciones. Lamento todo eso, pero lo que más lamento es el pecado mismo, no solo las consecuencias del pecado, sino el pecado en sí». Amigos, repito, el pecado ya sea de omisión o de comisión es hacer lo malo; es no hacer lo bueno. Es lamentar todo eso.
Por último, el arrepentimiento no es solo confesar el pecado y lamentarse de él, sino como dije, matar su pecado. Así es, la Biblia dice una y otra vez las siguientes palabras: Cristo murió por nuestros pecados. Ese es el evangelio. Es la parte principal del evangelio. Esa es la Biblia. Es la parte principal de la Biblia. Cristo murió por nuestros pecados. Nuestro Dios se convirtió en el sustituto. Murió por nuestro pecado. Nuestro pecado se hace morir en Cristo, por lo tanto podemos hacer morir el pecado por causa de Cristo. Jesús resucitó de los muertos, envió su Espíritu Santo para que vivamos una vida nueva. El arrepentimiento es todo eso. Reconocerlo, matar el pecado porque mató a Jesús, por el poder del Espíritu Santo, llevar una vida nueva conforme a la de Jesús quien fue tentado Él mismo, pero nunca pecó. Sí, así es.
Bien, cuando pecamos, porque no es si vamos a pecar, y no es que debamos pecar, sino que de este lado de la eternidad lo haremos. Esto es lo que debemos hacer, los que son culpables de pecado, al ser culpables de pecado, nos arrepentimos.
Ahora, ¿qué pasa con las personas contra quienes hemos pecado? No el pecador sino la víctima. ¿Qué hacen ellos? Jesús usa esta palabra varias veces. El perdón. De hecho dice, «Perdónalo a él», o «Perdónalos». Perdona. El pecador debe arrepentirse. La víctima debe perdonar. ¿De acuerdo?
Ahora el Espíritu Santo los cogerá. Les recordará el pecado que tienen que confesar a Dios y hablar de ese pecado con otra persona. También hará que recuerden los rostros, los nombres, los relatos de personas que han pecado contra Uds. No quiero restarle importancia de ninguna manera. Algunas cosas son muy perjudiciales, dolorosas, horribles. Algunos de Uds. han sufrido un mal palpable y horrible. No quiero minimizarlo de ninguna manera. Dios les traerá a la mente la cara de la persona, su nombre, el relato, la historia, las circunstancias, y les pedirá que los perdonen. Les pedirá que los perdonen. Jesús habla de tratar con los pecados de otras personas en forma parecida y de tres maneras:
Dice, primero, que reprendamos a los que pecan. Es lo que dice. Es exactamente lo que dice. «Si tu hermano peca, repréndelo». Repréndelo. No hablen de ellos; háblenle a ellos. ¿No es cierto? No sean chismosos; confróntenlos. Hablen con Dios: «Dios, por favor abre su corazón. Abre mi corazón. Dame las palabras para decirle. Dame oídos para oír». Pueden hablar con Dios al respecto. Pueden buscar el consejo sabio de una persona, y decirles: «Bien, pude hablar con ellos. ¿Qué recomienda que haga para ayudarles de una manera santa y servicial? Porque no quiero empeorar las cosas. Si empeoran, no quiero que sea porque yo aticé el fuego. Estoy tratando de echarle agua al fuego». A fin de cuentas, tiene que ir en persona a hablar con ellos.
No sea cobarde, no les mande un e-mail. No sea cobarde, no les mande un mensaje de texto. No sea cobarde, no deje un mensaje en el contestador. No sea cobarde, no mande una carta. Dejen su temor al hombre y confronte a la persona. Mirenla a los ojos y hablen francamente. Háganlo en privado, no en público. Mejor dicho, no lo hagan frente a una gran audiencia. Es decir, si han perpetrado un crimen contra Ud., traigan testigos, eso estaría bien. Me refiero en general, a los conflictos entre las personas. Ud. y un amigo están peleando. Tuvieron un desacuerdo. Siéntense juntos, mírense a los ojos, y hablen con franqueza. Repréndalos. Dígales: «Pecaste al hacer esto. En esto pecaste. En esto pecaste. Te amo. El pecado conduce a la muerte. Si no matamos el pecado, acabará matando nuestra relación. No dejemos que mate nuestra relación. Matémoslo por la gracia de Dios, por la obra de Jesús». Aquí es donde toda relación debe tener a Jesús. Él forma parte de todas nuestras relaciones. No son solo dos personas, Él también está ahí. Repréndalos.
Eso significa que Ud. no puede ser un cobarde. No puede tener problemas con el temor del hombre. No puede ser como las personas que quieren caerle bien a todos y que la vida sea sencilla, que nunca sea complicada, que nadie se moleste evitan cualquier conflicto; y no le gusta cuando las personas no se la llevan bien. Tienen que arrepentirse de eso, porque es pecado, porque eso no es amar a la persona. Si de veras ama a alguien, necesita reprender a esa persona. Dios nos reprende un nos ama. Nos muestra el pecado para que podamos lidiar con él, a fin de que nuestra relación con él al fin sea más fuerte.
Padres, esto empieza cuando los niños están jóvenes. Empieza cuando los niños son jóvenes. Tuve una situación hace poco; de hecho fue esta semana con Alexie. Es mi hija de 7 años, rubia y de ojos azules. Se parece a su mamá. Me compraron una silla para papá, súper cómoda. Estaba sentado en mi silla para papá y Alexie viene con los ojos tristes y los labios trémulos, y las lágrimas como que empezaban a anegar sus ojos. Me miró y me dijo, «¿Papá Daddy?». Se conmovió mi corazón y le dije, «¿Qué, mi amor, qué tienes? ¿Que te pasa?». «No me dejan jugar Wii». Es un problema enorme, ¿de acuerdo? Es como llamar al 9-1-1, ¿cierto? Es un gran problema. «Papi, no me dejan jugar Wii».
Bien, lo primero que pensé fue: «Quizás debería ir a ver qué pasa». ¿Saben? Después pensé, «No, probablemente necesite ser valiente». Le dije, «Está bien primor, ¿hablaste con ellos? ¿Les dijiste que te sientes excluida, que están pecando contra ti, que te sientes marginada y que te han resentido?». «Pues, no, quería que tú les hablaras». De acuerdo. Estas cosas empiezan temprano. «Está bien, necesitas ser valiente. Necesitas ser valiente, pequeña Lexie, tienes que ser valiente. Entra y diles: “Uds. pecaron contra mí, estoy resentida, y quiero hablarles de esto”». Me dijo, «Oh, no fue nada, me olvidaré de esto». «No, no puedes olvidarte, porque si los amas, necesitas reprenderlos para que puedas tener una relación con ellos».
Por que si no, lo que pasa es que lo niños hacen lo mismo que los adultos, y empiezan a esquivarse. Hay matrimonios que me dicen, «Nunca peleamos». Lo que eso me dice es que son pasivo-agresivos, se esquivan uno al otro, en realidad no se aman, no están disfrutando la vida juntos. El hecho de que no estén peleando no me anima en lo absoluto. De hecho, me preocupa. Significa que uno vive por acá, y el otro por allá. «No peleamos para nada, porque ni siquiera nos conocemos». Prefiero que haya un poco de conflicto que lleve a una resolución y a la intimidad, en vez de dos vidas separadas, funcionales, paralelas en todas las relaciones estrechas.
Entonces le dije: «Pequeña Alexie, sé valiente». Oré por ella. Rebozó su valentía de niña de 7 años. Sé que no me parezco a una niña de 7 años, pero usen su imaginación. Entró resueltamente donde estaban y les habló y resolvieron el asunto. Por lo tanto, esto es lo que deben hacer esta semana. Pónganse el rostro de Alexie, ¿de acuerdo? Anímate pequeñita, sé valiente.
Han pecado contra algunos de Uds. durante años, y algunos de Uds. han hecho caso omiso o lo han ignorado, algunos de Uds. lo han pasado por alto porque aman la paz y la calma más que aman a Dios y a esa persona. Necesitan arrepentirse de eso. Algunos de Uds. necesitan recapacitar y decir: «Bien, necesitamos hablar de esto». Algunos de Uds. han sido abusados durante años, y la persona que los abusó ni siquiera sabe que es un abusador. Piensan que así es la relación y nada más. Y Uds. sabe que lo están mandoneando. Necesita reprenderlos, ¿de acuerdo? El Espíritu Santo les dirá quién es esa persona (yo no sé quién es), cómo hacerlo, cuándo hacerlo, dónde hacerlo. Oren por sus propios corazones para que lo hagan con amor, pero repréndanlos.
Segundo, cuando lidiamos con el pecado de los demás, hay que perdonarlos. Jesús usa esas palabras. De hecho dice, «Perdónalos». Dice, «si se arrepiente, perdónalo». No nos dice qué hacer concretamente en esta sección con los que no se arrepienten. Pero en realidad la Biblia enseña en su totalidad que debemos perdonarlos. No significa que han sido perdonados para siempre, sino que abdicamos nuestro derecho a juzgarlos y lo dejamos en manos de Dios.
Porque amigos, solo tenemos dos alternativas: perdonar, o amargarnos la vida. Esas son las únicas dos opciones que tienen las víctimas, contra quienes se ha pecado. Perdonar y dejarlo en manos del Señor, o aferrarse a eso y amargarse. Si lo pasan por alto, se dejan domeñar, controlar, y manipular el resto de sus vidas. Algunos de Uds. dirán: «Estoy amargado, pero con razón, mire lo que me hicieron». Yo les diría, que puede que tengan buenas razones. Lo que le hicieron puede que haya sido atroz. No estoy diciendo que está bien, sino que no dejen que se convierta en su identidad y que determine su destino. Perdónenlos. Perdónenlos. ¿Necesitan perdonar a alguien? ¿A quién necesitan perdonar? Tienen que hacerles saber que los perdonan.
Tercero, a tratar con el pecado de otros, siga reprendiendo y perdonando. Jesús dice, «Aunque sea siete veces al día». Son muchas veces, ¿cierto? ¿Cuántos de Uds. son padres con hijos, y si perdonaran a un hijo solo siete veces al día sería asombroso si fuera lo único que tuvieran que hacer, porque es una y otra vez, ¿cierto? «¡No hagan eso! ¡Vengan acá, regresen! «¿Qué están haciendo? ¿Otra vez? ¡No hagan eso! No hagan eso. No hagan eso. No hagan…». Así es criar a los hijos. ¿Alguna vez han leído Proverbios? Proverbios pudo haber sido mucho más corto, ¿cierto? Pero Proverbios es largo porque a veces dice la misma cosa una y otra vez, una y otra vez. ¿Por qué? Porque así es como Dios les enseña a sus hijos. Todos somos como niños, la embarramos una y otra vez. Dios como Padre tiene que seguirnos diciendo, Está bien, volvamos al mismo tema. Una y otra vez; una y otra vez, una y otra vez, siete veces al día.
Por lo tanto la pregunta es: En la pelea, ¿cuando nos damos por vencidos? Pensamos, «Ya no doy más. Ya no vuelvo a reprenderlos. No vuelvo a perdonarte. Ya no puedo más contigo. Claudiqué en el tercer round, en el cuarto round, en el quinto round, en el sexto round. En el round 7, tiro la toalla contigo», en un día. Es bastante, ¿cierto? Si la misma persona peca contra nosotros siente veces en el mismo día, y de la misma manera, eso es mucho. Jesús dice, «Repréndanlo, y perdónenlo. Reprenda y perdone». Si eso pasa siete veces al día, y el número 7 en la Biblia es el número de la perfección, lo que está diciendo aquí más o menos es las veces que sea necesario. Debemos reprenderlos, se arrepienten, los perdonamos. Así deben ser las cosas.
¿Cuántas veces es capaz de perdonar? ¿Cuántas veces, con quién se dio por vencido y dijo: «Hasta aquí llegamos, ya no puedo perdonarlos más. Estoy amargado. Estoy harto. Me doy por vencido. Ni siquiera voy a intentarlo»? Jesús dice, «No hagan eso». No hagan eso, porque si aman a Dios y aman a la otra persona, seguirán reprendiendo y buscando la manera de perdonar.
Cirilo de Alejandría, uno de los padres fundadores de la iglesia, dijo algo interesante sobre este principio. Dijo: «Tenemos que lidiar con los pecadores como un médico trata a los enfermos». De acuerdo, imagínense que van a su doctor y le dicen: «Estoy enfermo». «Es la sexta vez. No puedo más contigo. Solo trato a las personas que se enferman cinco veces. Es la última vez que puedo atenderte». ¿Qué hace un doctor? El doctor dice, «Si está enfermo, lo trato, le sirvo, y la ayudo a sanar y a recuperarse». Es lo que hace un médico. Cuando tratamos personas enfermas con el pecado, necesitamos la actitud de un médico. «Siempre que esté enfermo, mientras esté enfermo, lo reprenderé amorosamente porque es el plan de tratamiento prescrito por el Señor».
¿Y saben qué? Cuando pecamos, eso es lo que queremos. Queremos que la gente nos ame, que quieran estar con nosotros; al menos deberíamos querer eso, y que nos reprendan sin darse por vencidos con nosotros; que nos soporten con paciencia. Por lo tanto, no debemos ser hipócritas, debemos extender a otros la misma gracia que queremos que nos den a nosotros.
Al decir esto, permítanme decirles lo que no es el perdón, porque repito, esto es muy importante. Gracie y yo escribimos en el libro, «Perdonar no es negar, mejorar, o minimizar el pecado que cometieron contra nosotros». «Oh, no pasó nada. No te preocupes. Está en el pasado. Queda olvidado». No, el perdón dice: «Gracias por reconocerlo. Estaba muy molesto por ello, me afectó mucho». A veces la gente se siente incómoda cuando se arrepiente. «Ja,ja,ja», tratan de reírse del asunto. «Oiga, ¿sabe qué? De veras le agradezco mucho que lo haya mencionado, pero qué tal si deja de reírse porque se siente incómodo… En realidad fue algo muy grave lo que me hizo». Haga que se sientan más incómodos, eso es lo que les estoy sugiriendo. ¿Correcto?
El perdón no es hacer caso omiso del pecado, ingenuamente. No es decir, «No voy a mirar; no voy a preguntar. Me voy a hacer de la vista gorda; como si nunca hubiera pasado». No, eso no es perdonar. Perdonar reconocer la verdad, plenamente consciente, y simplemente decidir perdonar. Así es el perdón.
El perdón no es pasar por alto ingenuamente la enfermedad pecaminosa de la gente, porque a veces decimos: «Pues, sí, hiciste algo malo, pero eres una buena persona», o «Eres una persona asombrosa, pero te equivocaste esta vez», o «Tienes un buen corazón». No, ¿saben qué? El pecado está en las raíces. Al perdonar a alguien no tenemos que aparentar que todo está bien, y que en realidad son buenas personas, y que solo fue un error, sino reconocer que la enfermedad está en las raíces.
Perdonar no es propiciar el pecado. No es decir, «Te perdono, y seguiré ayudándote», porque podría estar propiciando el pecado. Les daré un ejemplo que ocurre de vez en cuando. Las esposas a veces, para someterse a sus esposos, los perdonan una y otra vez, una y otra vez, vez, tras vez, tras vez, tras vez, por algún pecado que cometieron, pero él en realidad no está arrepentido, no hace morir el pecado. Al hacer esto, ella está propiciando, haciendo posible el pecado.
A las mujeres, los amigos en general, pero a las mujeres en particular, les recuerdo que la Biblia dice en Génesis 2:18, creo que es: Que la esposa es una ayudadora. Se supone que debe ayudar. Si nunca reprende, si nunca señala los caprichos, la locura, y si todo lo que hace es perdonar sin llamarlo al arrepentimiento, no le está ayudando, está propiciando y facilitando su pecado. Lo está mimando como una madre, como una niñera.
Esto puede suceder en todas nuestras relaciones. No podemos perdonar a alguien sin antes reprenderlos. Si mueren y se mudan o se van, lo entiendo. Puede que no tenga otra alternativa. Pero dentro de lo posible, debe reprenderlos para perdonarlos de veras, para que ellos vean su propio pecado, para que pueda invitarlos a arrepentirse de su pecado; de esa forma no estará propiciando su pecado.
El perdón no es esperar que alguien reconozca su pecado, que pidan disculpas, o que se arrepientan. Lo que sucede muchas veces es que dos personas se miran y dicen: «Adelante, tú primero». «No, primero tú. No, tú primero». «Tú primero». «Te perdono tan pronto me digas que lo sientes. Si me amaras, y fueras como Jesús, me perdonarías y después te diría que lo siento porque Jesús hace las cosas así». «Yo no soy Jesús». Sí, lo sé. Por eso estamos en este problema, ¿sabes? O sea que no es esperar a que la otra persona haga su parte porque hay arrepentimiento y perdón.
El perdón no es siempre la segunda parte. A veces el perdón es la primera parte. «Si pecas, aquí tienes, te perdono. Cuando estés listo para pedir disculpas y quieras resolver esto, te extenderé la mano». Se necesita una sola persona para arrepentirse, una persona para perdonar, pero dos personas para reconciliarse de veras. Hagan su parte. Por eso dijo el Apóstol Pablo: «Si es posible, en cuanto de vosotros dependa, estad en paz con todos los hombres». Si necesitan arrepentirse, arrepiéntanse. Si necesitan perdonar, perdonen. Siempre traten de hacer su parte, sea cual sea.
El perdón no es olvidar el pecado que cometieron contra nosotros. Perdonar y olvidar es una tontería. No podemos olvidar. No podemos olvidar. A algunos de Uds., les han hecho cosas horribles, y no pueden decir simple y llanamente, «Los perdono, y nunca recordaré lo que me hicieron». Uno se acuerda. Cuando la Biblia dice que Dios se olvida de nuestros pecados, como dijo en el Antiguo Testamento uno de los profetas, no significa que Dios está en el cielo diciendo: «No sé lo que hicieron. No tengo idea. No sé donde están las llaves del carro. Soy muy olvidadizo», Claro que no. Al contrario, significa que no decide relacionarse con nosotros en base a nuestro pecado, sino en base a su gracia si creemos en Jesucristo. Además significa que no establece nuestra identidad en base a nuestra transgresión, sino por la salvación de Jesús.
No significa que uno se olvida. Es decir, la gente religiosa se inventa cosas estúpidas pegatinas, o calcomanías muy desalentadoras. Pero la Biblia sí dice en 1 Corintios 13 que el amor no toma en cuenta el mal recibido. O sea que no somos como los arqueólogos que tratan de desenterrar toda la historia. Pero sí quiere decir que vamos a recordar. Eso es lo que significa. Decidimos no interactuar con la otra persona en base a su pecado y transgresión. Significa que queremos lo mejor para ellos, que los amamos, que buscamos el bien para ellos. Aunque nos duela emocionalmente, estamos dispuestos a seguir procurando el bien para ellos. Pero no quiere decir que nos olvidamos. No quiere decir que olvidamos.
Mejor dicho, les daré algunos ejemplos que me han venido a la mente al predicar este sermón. Recuerdo que al comienzo de mi ministerio dos mujeres discutían. Una era muy religiosa, y la otra tenía un marido que cometió adulterio. La mujer religiosa dijo, Se supone que debes perdonar y olvidar. ¿El adulterio? Es algo que no se olvida. Podría decidir no obsesionarse y no pensar en eso a cada rato. Puede decidir perdonar. Puede decidir que tratará de salvar su matrimonio. Puede decidir hacer toda clase de cosas, pero de vez en cuando se lo van a recordar. No es que como un disco duro que se borra.
El perdón no es no sentir el dolor de la transgresión y morir emocionalmente. Algunas personas perdonan, pero después se lamentan. O puede que perdonen más adelante, años después. Algún evento o actividad, activa el recuerdo emocional de aquel horrendo pecado que cometieron contra ellos. No significa que uno no lo siente, sino que lo ha perdonado. Eso es todo, ¿de acuerdo? La Biblia dice que derramaremos lágrimas hasta que veamos a Jesús enjugar las lágrimas de nuestros ojos. Habrá muchas sazones y razones de dolor. Pero no debemos morir emocionalmente. Está bien lamentarnos por eso. No significa que no hemos perdonado a alguien. No podemos dejar que eso nos lleve a la amargura, pero a veces de seguro tenemos que lamentarnos.
El perdón no es algo que pasa una sola vez. No es que uno diga, «Ya los perdoné». A veces tenemos que perdonarlos una y otra vez. Jesús dice que es porque cometen el mismo pecado vez tras, vez tras vez, por eso tenemos que seguir perdonándolos. A veces los perdonamos y dentro de uno o dos años se acuerda y vuelve a sentirse mal y tiene que decidir perdonarlos otra vez. «Dios, lo perdoné antes, y hoy también los perdono. Me molestó antes, y ahora también me molesta. Necesito perdonar de nuevo». No tiene que ocurrir una sola vez.
El perdón no es una reconciliación plena de la relación a su estado anterior. No es decir, «Pecaste, y dijiste que estabas arrepentido, y te perdoné, entonces sigamos como íbamos antes». Cuando hay perdón y arrepentimiento por el pecado, a veces puede ayudar a crear confianza e intimidad en una relación. Uno dice, «Teníamos una buena relación, y después sucedió algo horrible, pero hicimos el esfuerzo y ahora estamos más cerca que nunca». A veces pasa eso. A veces… la confianza se consigue lentamente, pero se pierde rápidamente. Además, «Lo que hicieron causó tanto daño que aunque los perdono, no podemos, hacer de cuenta que pausamos la cinta y que ahora simplemente podemos prenderla otra vez al resolver esto, y seguir adelante como si nada hubiera pasado».
Les daré dos ejemplos dolorosos. Una mujer y un hombre, una madre y un padre, descubrieron que uno de los abuelos estaba abusando a uno de sus hijos. Y el abuelo les dijo con toda honestidad: «Sí, lo hice. Y sí, lo lamento mucho». Se mostró arrepentido, y lo perdonaron. ¿Pero debemos pedirle al abuelo que vuelva a cuidar a los niños? No. No. No podemos volver a como estábamos antes porque sería peligroso para los niños. Necesitamos perdonar y ser sabios.
Otra situación que se me presentó, dos parejas de buenos amigos míos, donde las esposas son muy buenas amigas y los maridos son muy buenos amigos, y salen juntos como parejas a celebrar los feriados, y son amigos. Las dos parejas tenían una relación muy estrecha, pero uno de los maridos empieza a buscar una relación amorosa con la esposa de su amigo. La situación empieza a empeorar, y los pillan a los dos. Los pillan. Se arrepienten, y sus cónyuges los perdonan, ¿pero deben volver a salir juntos como parejas? No. ¿Pueden estar juntos en Navidad? No. No. La relación ha sido alterada, tal vez para siempre. Lo más probable es que nunca vuelva a ser como antes, de hecho les recomiendo que no sea como antes, ¿de acuerdo? Los que son religiosos, y se creen buenos, piensan: «No, podría ser fabuloso». No, es peligroso y riesgoso. Las víctimas del pecado pueden perdonar, y los que pecaron pueden arrepentirse, pero la relación queda alterada para siempre.
Por último, el perdón no es oponerse a la justicia. No es menospreciar la justicia. No es decir, «Pues, estaba arrepentido, por lo tanto no llamaré a la policía». ¿Cometieron un crimen? ¿Le hicieron daño a alguien? Puede perdonarlos y a la vez buscar la justicia, puede hacerlo. Podría ser un caso de disciplina en la iglesia, o un asunto legal. Puede hacerlo. No significa que tenga que hacerlo, sino que puede.
Trataba con un tipo hace poco, era cristiano. Había otro tipo que decía ser cristiano, pero no parecía serlo. Les diré lo que hizo este tipo, le robó un montón de dinero al tipo cristiano y vino y le dijo, «Soy culpable. Me robé el dinero. Lo siento. Por favor perdóname y no me hagas pagar lo que te debo». Medio se arrepintió el tipo. ¿Por qué lo hizo? El otro tipo le dijo, «Te perdono, pero creo que deberías pagarme lo que me debes». Si no exige que el tipo le pague, sería un gesto amable y generoso. ¿Pero está bajo alguna obligación de perdonar su deuda? No. Eran decenas de miles de dólares. Mejor dicho, era lo único que había entre él y la seguridad de su familia, perder su casa, y quedar en la quiebra. Lo que le dije fue que tratara de buscar algún tipo de mediación o arbitraje. Si eso no funciona y tiene que acudir a vías legales, no es lo idóneo, pero a veces es lo que hay que hacer. Si es la diferencia entre evitar que su esposa pierda la casa, y que sus hijos tengan que vivir en otra parte, y que su vida entera esté en aprietos y su crédito destruido, porque un tipo que dice ser cristiano le robó, entonces él necesita restituir lo que le robó. Y si rehúsa, tendrá que tomar otras medidas. Por lo tanto, podemos perdonar a alguien personalmente, y a la vez buscar justicia, ya sea la disciplina en la iglesia, o vías legales.
Al oír esto, surgen dos ideas principales. Son enormes para el cristianismo. Los pecadores se arrepienten. Las víctimas perdonan. Algunos de Uds. no estarán de acuerdo. Algunos de Uds. lo están viviendo, y dicen: «No puedo más. Necesito arrepentirme ante Dios y esas personas». Otros dirán, «Necesito perdonar esas personas. Necesito decirles que los perdono». En algunos de Uds. hay un pequeño abogado que levanta objeciones. «Oh, protesto. Estas son mis razones». Jesús, como maestro por excelencia, anticipa sus objeciones. Anticipa dos de ellas.
¿Qué pasa si creo que el camino de Dios no funciona? Esa es la primera objeción. Lucas 17:5–6: «Y los apóstoles dijeron al Señor: ¡Auméntanos la fe! Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza», o sea muy poca fe, «Dirías a este sicómoro: “Desarráigate y plántate en el mar.” Y os obedecería». ¿Saben qué? Eso sería un milagro. De eso está hablando. La fe es hacer lo que Dios dice aunque no parece que vaya funcionar. Así es la fe. Así es la fe.
Algunos de Uds. dirán: «¿Pero qué tal que no funcione?». Lo principal es eso. Teneos que redefinir lo que queremos decir con algo que funciona o no funciona. Que funcione no significa, «Se arrepintieron, los perdoné. Nos abrazamos, compramos camisetas gemelas, una bicicleta tándem, Y ahora somos mejores amigos para siempre», ¿no es cierto? Que funcione, significa: «Hice lo que Dios me pidió que hiciera. Cuanto pequé, me arrepentí. Cuando pecaron contra mí, perdoné. Mi mano está extendida, estoy tratando de reconciliarme. Pero tenemos que hacerlo los dos. Que funciona significa que yo hago mi parte.
Es confiar en Dios y decir, «Dios, haré mi parte. Me quitaré del medio. Puedes obrar en su corazón. Puedes transformar su corazón. Puedes reconciliarnos». Así es la esperanza. Porque no se trata de lo grande que es nuestra fe, sino lo grande que es el Dios de nuestra fe. A algunos de Uds. les han dicho, «Necesitan más fe». No, no es así. «Solo necesitan tener fe en el Dios verdadero. No se trata de lo grande que sea nuestra fe, sino de lo grande que es nuestro Dios.
No les garantizo que todas sus relaciones serán completamente reconciliadas en esta vida. A Jesús le van a tocar algunas relaciones sin resolución, como la que tuvo con un tipo llamado Judas Iscariote, que nunca se arrepintió. Hagan su parte. Confíen en Dios y hagan su parte, y sálganse del medio para que la situación sea entre Dios y la otra persona, y vean lo que sucede. A veces es un milagro.
Algunos de Uds. todavía tienen objeciones. Puede que su próxima objeción sea: «¿Qué pasa si no quiero hacer lo que Jesús dice?». Y es cierto. A veces decimos, «Sé lo que Jesús dice, y mi voto es pfft. Voto así: No». Ama a tus enemigos. «Ja,ja, ¡No! No lo haré». Ora por los que te persiguen. «Pediré que les caiga fuego encima». Mejor dicho, a veces no queremos obedecer lo que la Biblia dice, y punto.
Pero Jesús dice: En Lucas 17:7–10, «¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando ovejas, y cuando regresa del campo, le dice: “Ven enseguida y siéntate a comer”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame algo para cenar, y vístete adecuadamente, y sírveme hasta que haya comido y bebido; y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso le da las gracias al siervo porque hizo lo que se le ordenó? Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha ordenado, decid: “Siervos inútiles somos; hemos hecho sólo lo que debíamos haber hecho”».
Jesús no empieza aquí, pero termina aquí. Es la cadena de mando. A la mayoría no les gustan las palabras autoridad, sumisión, y amo, ¿cierto? No nos gustan esas palabras. Son muy importantes Hay una cadena de mando. Estamos bajo autoridad. Jesús es nuestro amo. Es sinónimo de Señor. Él es la autoridad suprema. Es nuestro Creador. Es nuestro Rey. Es nuestro Salvador. Es el que nos dice la verdad. Es nuestro amo.
Y cuando Jesús dice, «Si me pertenecen, les ordeno que se porten así», no podemos decirle que no. No podemos decirle que no. Como el amo y el siervo, el amo da la orden al siervo; y Jesús usa esta parábola aquí para darnos una analogía, donde el siervo ha de servir. El siervo debe obedecer. Jesús es el Amo. Amigos, en nuestra vida, yo no soy, no somos el amo. Hay un trono que no es para nosotros. Jesús es el Amo. Jesús es el Señor. Jesús es la suprema autoridad. Cuando nos dice que hagamos algo, como siervos debemos obedecer. Y si obedecemos, o cuando obedezcamos, no es gran cosa, porque se supone que eso es lo que debe hacer un siervo.
Jesús guarda este punto para los que todavía no estamos luchando por tener una relación con Dios, estamos luchando contra nuestro Dios. Algunos de Uds. lo están viviendo. Dicen, «Sé lo que Dios dice, pero me niego a obedecerlo». Y Jesús dice, «Permítanme sacar el organigrama. Noten que yo ocupo el lugar más alto. De ninguna manera ganará un ascenso que lo ponga a mi nivel, así que mejor obedézcame».
Permítanme cerrar con esto: Nuestro Señor también es un Siervo. Nuestro Amo entró en la historia de la humanidad, nuestro amo nos sirvió. Piensan que Jesús sabe lo se siente cuando pecan contra uno, ¿sí o no? Claro. Jesús es la Persona contra el que más han pecado. ¿Piensan que Jesús siente el dolor de ser traicionado por la gente que Él amaba y confiaba? Claro. ¿Piensan que Jesús sabe lo que se siente cuando uno más necesita sus familiares y amigos, y le dan la espalda? Sí. ¿Piensan que Jesús sabe lo que se siente cuando mienten, maltratan, y destruyen la reputación de alguien? Sí. ¿Piensan que Jesús sabe lo que uno siente cuando es abusado emocionalmente? Sí. ¿Físicamente? Sí. ¿Espiritualmente? Sí. ¿Económicamente? Sí.
¿Quién le hizo eso a Jesús? Usted. Y yo también. Muere en la cruz como nuestro Amo-Siervo, padece en nuestro lugar por nuestros pecados. Y mientras lo están crucificando, ¿Qué dice? Perdónalos, perdónalos, perdónalos. Jesús nos perdona de palabra y de obra, muere en nuestro lugar por nuestros pecados, como nuestro Salvador expiatorio. Nos declara perdonados. Nos otorga el perdón. Muere, resucita, y asciende al cielo. Es el Amo-Siervo. Nos pide que tratemos primero con nuestra relación con Él. Que nos arrepintamos de nuestro pecado contra Él; que experimentemos su perdón, para tener esa relación que nos enseña a interactuar con los demás. Para que cuando pequemos, nos arrepintamos. Y cuando pequen contra nosotros, perdonemos. Y dejar que Jesús esté al centro de nuestras relaciones. ¿Amén?
Dios Padre, muchas gracias por buscarnos, por amarnos. Señor Jesús, gracias por decirle no a la tentación y sí a la salvación. Señor Jesús, confesamos que hemos pecado contra ti. Nos arrepentimos de nuestro pecado. Te damos gracias porque el arrepentimiento es posible gracias a tu muerte por nosotros y tu resurrección para nuestra salvación. Además, Señor Jesús, te damos gracias porque nos perdonas y envías al Espíritu Santo para convencernos de pecado, a fin de que nos arrepintamos del pecado y perdonemos a los que están compungidos y se arrepienten de sus pecados. Jesús, que siempre recordemos que tu relación con nosotros es el modelo que debemos seguir en todas nuestras relaciones, y que disfrutemos la gracia para llevar a la práctica esa realidad para que nuestras relaciones no mueran, y para hacer morir el pecado que mataría nuestras relaciones si no lo matáramos. En el nombre de Jesús. Amén.
[Fin del Audio]
Nota: Esta transcripción ha sido editada.