Lucas 22:31–34, 54–62 (LBLA)
31 Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo;
32 pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos.
33 Y Pedro le dijo: Señor, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte.
34 Pero Jesús le dijo: Te digo, Pedro, que el gallo no cantará hoy hasta que tú hayas negado tres veces que me conoces. . . .
54 Habiéndole arrestado, se lo llevaron y le condujeron a la casa del sumo sacerdote; mas Pedro le seguía de lejos.
55 Después de encender ellos una hoguera en medio del patio, y de sentarse juntos, Pedro se sentó entre ellos.
56 Y una sirvienta, al verlo sentado junto a la lumbre, fijándose en él detenidamente, dijo: También éste estaba con El.
57 Pero él lo negó, diciendo: Mujer, yo no le conozco.
58 Un poco después, otro al verlo, dijo: ¡Tú también eres uno de ellos! Pero Pedro dijo: ¡Hombre, no es cierto!
59 Pasada como una hora, otro insistía, diciendo: Ciertamente éste también estaba con El, pues él también es galileo.
60 Pero Pedro dijo: Hombre, yo no sé de qué hablas. Y al instante, estando él todavía hablando, cantó un gallo.
61 Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro. Y recordó Pedro la palabra del Señor, cómo le había dicho: Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces.
62 Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Esta es la Palabra de Dios, al leerla encontramos verdades y esas verdades declaran quién es Dios. También contiene testimonios o demostraciones de lo que Dios hace, y los dos van juntos porque Dios quiere que sepamos quién es, y que veamos lo que hace. Hoy tenemos el gran privilegio de oír el testimonio de un hombre llamado Pedro.
Estamos en Lucas 22 empezando en el versículo 31, donde vemos a Jesús y a Pedro. La historia de Pedro empezó al comienzo del Evangelio de Lucas, donde aprendimos que Pedro inicialmente era hombre de negocios y un líder empresarial; tenía una compañía pesquera con barcos, mercancías, empleados, y cosas así. Jesús vino y lo llamó, diciendo, «Sígueme», y Pedro dejó su negocio y siguió a Jesús. Hasta ahora lleva como tres años siguiendo a Jesús como discípulo, como alumno de Jesús, aprendiendo de Él.
A manera de salvedad, aquí vemos que Jesús redime toda su experiencia empresarial. En Mars Hill creemos en esto, que muchas veces Dios da a las personas grandes experiencias fuera del ministerio y fuera de la iglesia, aun cuando a veces no están en Cristo, que después puede utilizar para expandir sus ministerios y el mensaje de la iglesia. Si usted es líder empresarial, le damos la bienvenida, y queremos invitarlo a pensar de qué manera sus habilidades y sus experiencias en la vida pueden ser redimidas para servir a Jesús, y Pedro nos sirve de ejemplo.
Hoy, al contemplar la relación que tenían, vemos que eran amigos. Han comido y viajado tres años, y Pedro fue parte de todo eso. Vio a Jesús predicar, enseñar, sanar, expulsar demonios, caminar sobre el agua. Pedro estuvo en todo eso. Hoy oiremos el testimonio de Pedro en un momento profundamente oscuro de su amistad con el Señor Jesús.
Lo primero que aprendemos es que Jesús conoce quiénes le van a fallar. Lo leemos en Lucas 22:31–34. «Simón, Simón», dice Jesús, «Mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti para que tu fe no falle; y tú, una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos. Y Pedro le dijo: Señor, estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte. Pero Jesús le dijo: Te digo, Pedro, que el gallo no cantará hoy hasta que tú hayas negado tres veces que me conoces».
Aquí el nombre de Pedro ha sido cambiado. Aquí se llama Simón. Nosotros lo llamamos Pedro. Es porque Jesús cambió su nombre. En la Biblia cuando uno pasa de no ser cristiano a ser cristiano, de la muerte espiritual a la vida espiritual, el cambio es tan dramático, tan drástico, tan cataclísmico, que uno se convierte en una nueva creación; una nueva persona con una nueva identidad, una nueva mente, un nuevo Señor, un nuevo corazón, nuevas pasiones, placeres, anhelos, pensamientos, ambiciones, y deseos, a tal punto que Dios da un nombre nuevo a la persona para demostrar la magnitud de lo que significa para ellos nacer de nuevo. Por eso Abram se convierte en Abraham, Saulo se convierte en Pablo, Simón se convierte en Cefas, o Pedro.
Aquí lo llama Simón. Es su viejo nombre. Pedro entiende por eso que el Señor Jesús le está diciendo, «Estás volviendo a tus andadas. Vas a pensar y actuar como lo hacías antes de conocernos». ¿Cuántos de ustedes se identifican con eso? En su vida hay momentos en que piensan y actúan como antes, quizás antes de conocer al Señor Jesús y volverse cristianos, o antes de un período de madurez y transformación. A veces volvemos a ser como antes, y son momentos desalentadores. A veces son momentos deprimentes, que causan desilusión. Pueden ser tan oscuros que la gente se pregunta, «¿De veras soy cristiano? ¿En realidad conocía a Jesús? ¿Me estoy engañando a mí mismo o estaré fingiendo?».
Y Jesús lo mira y le dice, «Estás volviendo a tus andadas, y vas negarme tres veces». Jesús es Dios. Conoce el futuro. Es soberano. Predice, anticipa, profetiza, promete que Pedro le fallará y lo negará. Y Pedro le dice, «¡No te fallaré de ninguna manera! Puedes depender de mí. Puedes contar conmigo. Iría hasta la cárcel por ti. Moriría por ti. No te preocupes por mí, Señor Jesús».
Todos debemos saber que Dios conoce plenamente cuándo vamos a pecar y a fallarle, dónde y cómo. Algunos de ustedes no piensan que el pecado está en su futuro. Algunos de ustedes no piensan que el fracaso está en su futuro. Algunos de ustedes no piensan que hay tragedia en su futuro. Dios conoce el futuro. Sabe exactamente lo que acontecerá mañana, pasado mañana, y sabe ¡quiénes le van a fallar! Él sabe.
Y le dice, «Satanás vino a reclamarte para zarandearte como trigo». En el vernáculo moderno, sería como decir, «¡Satanás me pidió despedazarte!». Debemos saber que no somos solamente nosotros y Dios. También está nuestro adversario, el enemigo, el diablo, la gran serpiente, el dragón. Odia a Dios y nos hace daño. Cuando las cosas se ponen difíciles, y somos tentados, y probados, no podemos juzgar a Dios en todo momento. «¿Dónde estás? ¿Qué estás haciendo». También debemos tomar en cuenta dónde está el enemigo, y preguntarnos si esto viene de él.
Satanás es real. Los demonios son reales. Son seres creados, ángeles que se rebelaron contra Dios y son responsables del mal, la injusticia, el pecado, y la muerte en la tierra. Y cuando pecamos, conspiramos con ellos en su guerra contra Dios. Muchos no creen en eso. Muchos piensan que el reino espiritual es bueno únicamente. Pero también hay mal. Muchos que profesan ser cristianos hacen caso omiso de esas porciones de la Biblia. Nosotros no. Jesús dice aquí que Satanás es real, y le creemos a Jesús. Satanás también es real, y en nuestra vida obra categóricamente por tres medios: El mundo, la carne, y el diablo. Es lo que enseña la Biblia.
El mundo es el sistema mundial externo que se opone a Dios, que nos tienta a rebelarnos contra Dios, y a pecar contra Dios, y vivir locamente; y el mundo está lleno de un sinnúmero de oportunidades para fallarle a Dios y pecar contra Él. Interiormente tenemos la carne. Es una predisposición hacia la rebeldía, el pecado, la locura, la muerte, y el fracaso.
Obrando conjuntamente con el mundo externo e internamente con la carne, está el diablo. Es nuestro enemigo, nuestro adversario; y arremeterá contra nosotros, amigos, con tentaciones. Arremeterá contra nosotros con acusaciones en segunda persona: «Eres un fracasado. Nadie te quiere. Nunca cambiarás. Deberías matarte».
También arremete contra nosotros con mentiras. Es padre de mentiras. Si creemos sus mentiras, nos destruirá. Por eso Jesús dijo que necesitábamos conocer la verdad, y que la verdad nos haría libres.
Además, arremeterá contra nosotros con condenaciones. «Mira lo que hiciste. Mira lo que eres». Toma hasta los pecados pasados, de los que ya pedimos perdón y nos arrepentimos, y nos los echa en cara, para que nos sintamos condenados, avergonzados, sucios, destruidos, destrozados, desesperanzados, y desconcertados.
Necesitamos ir a la verdad. «No hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús». «Mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo». «Nos os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres, y cuando sean tentados, Dios les dará la vía de escape».
Jesús promete que le vamos a fallar, que ustedes le van a fallar, que yo le voy a fallar, que el enemigo tendrá una victoria a nuestra costa. Y Pedro le dice, «¡No, yo no!». Y algunos de ustedes han dicho, «¡No, yo no!».
El segundo punto de Jesús es que hasta los mejores le fallan. ¡Pedro es el mejor! Es un discípulo de Jesús. Siempre es el primero en la lista, porque es el líder superior, y el primero entre sus pares. ¡Es el mejor! Más adelante escribe varios libros de la Biblia. Es el mejor entre nosotros. Pero hasta los mejores entre nosotros le fallan a Jesús.
Lucas 22:54–61. «Habiéndole arrestado» o sea a Jesús, «Se lo llevaron», lo están arrestando. «Y le condujeron a la casa del sumo sacerdote; mas Pedro le seguía de lejos. Después de encender ellos una hoguera en medio del patio, y de sentarse juntos, Pedro se sentó entre ellos. Y una sirvienta», quizás una joven pobre e impotente de escuela intermedia. «Al verlo sentado junto a la lumbre, fijándose en él detenidamente, dijo: También éste estaba con Él. Pero él lo negó, diciendo: Mujer, yo no le conozco. Un poco después, otro al verlo, dijo: ¡Tú también eres uno de ellos! Pero Pedro dijo: ¡Hombre, no es cierto!». Esa fue la segunda vez. «Pasada como una hora, otro insistía, diciendo: Ciertamente éste también estaba con Él, pues él también es galileo». Su acento lo delató. «Pero Pedro dijo: Hombre», la tercera vez, «Yo no sé de qué hablas. Y al instante, estando él todavía hablando, cantó un gallo. Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro». Imagínense el rostro de Jesús en ese momento. «Y recordó Pedro la palabra del Señor, cómo le había dicho: Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces».
Amigos, ¡Pedro es el mejor entre nosotros! ¡Es nuestro líder! Después de Jesús, el ser humano con más autoridad espiritual sobre la tierra ¡es Pedro! ¡Es Pedro! Y le falla a Jesús. Le falla a Jesús justo en el momento de su necesidad más desesperada. Acababan de arrestar a Jesús. Lo habían detenido. Está cerca su ejecución por medio de la crucifixión. Pedro es su amigo. Pedro es su discípulo. Pedro forma parte del círculo íntimo de los tres. Jesús solo tiene tres líderes cercanos, los más cercanos a Jesús, y uno de ellos es Pedro. Pedro estuvo ahí cuando Elías bajó del cielo con Moisés para encontrarse con Jesús.
Pedro no está sufriendo. Ni siquiera enfrenta un padecimiento seguro. Enfrenta un posible padecimiento, un padecimiento potencial. La sirvienta es completamente impotente. En esa cultura, ser mujer era ser impotente. Ser una mujer joven era ser aún más impotente, y ser una sirvienta joven era ser la persona más impotente o la menos potente. No tiene autoridad. No tiene poder. Pedro es un hombre maduro. No era ilegal que fuera discípulo de Jesús. No estamos seguros de que algo le vaya a pasar con certeza, solo la posibilidad hipotética.
Al ver a Pedro, podríamos decir, «Qué vergüenza». Pero, ¿cuántos hicimos lo mismo la semana pasada en el trabajo? Alguien habla mal del cristianismo, y no decimos nada. «No soy de esos fanáticos de la Biblia. No soy de los nacidos de nuevo. No voy a forzarlos a creer lo que creo en mi religión» Que dicho en otras palabras significa, «puedes irte al infierno, siempre y cuando no piensas que soy malo, porque no hablaré más de Jesús, ya que si hablo de Jesús puede que a alguien, se disguste, y podría traerme malas consecuencias, y como me amo más a mí que a ellos, me quedaré callado».
Esta niña lo mira. «Estabas con Jesús». «¡No, no estuve con Él!». «Sí, creo que estabas con Él, y tu acento suena como el de alguien de la misma región de Galilea, de donde Él es, y aquí lo tienen arrestado. Por qué habría otro galileo afuera si no estuviste con Él». «¡No lo conozco!». «¿Estás seguro que no?». «¡Te juro que nunca lo conocí!». Está mintiendo. Está mintiendo. Fue el primer hombre que confesó, «Jesús, ¡eres el Cristo!». «Nunca lo conocí. No sé de qué estás hablando».
¿Cuántos de ustedes han hecho votos? Pedro acababa de hacer un voto ¿cierto? Lo leímos. «Jesús, iría a la cárcel por ti. Moriría por ti. Te prometo que puedes contar conmigo». ¿Cuántos de ustedes han hecho votos? ¿Algunos se han casado? ¿Qué sucede en un matrimonio cristiano? El marido y la mujer pasan al altar. Están cara a cara e intercambian votos. «Te amaré». ¿Cómo va eso? «Como Cristo amó a la iglesia». Ahí no hay preguntas que hacer. «Te seré fiel». ¿Cómo van sus votos?
El bautismo es otra clase de voto, ¿no es cierto? En el bautismo declaramos públicamente, «Pertenezco a Jesús, le seguiré, le adoraré, le serviré, por la gracia de Dios». ¿Cómo va eso?
¿Algunos de ustedes son miembros de la iglesia? Eso es un voto. «Esta es mi iglesia. Aquí voy a dar; aquí voy a servir. Aquí es donde haré la diferencia». ¿Cómo va ese voto?
¿Alguna vez le dijo a un amigo cara a cara o por teléfono, «Aquí estoy a tu disposición. Sé que estás pasando un tiempo difícil, pero puedes contar conmigo». Y piensa, «Sí, ni siquiera he orado por él. Ni siquiera lo he llamado. Ni siquiera le hice seguimiento. Es que se me olvidó».
Jesús sabe quién le fallará, y hasta los mejores entre nosotros le fallamos. Ustedes le han fallado, yo le he fallado, nosotros le hemos fallado, Pedro le falló. Algunos de ustedes le fallaron anoche. Algunos le fallaron la semana pasada. Algunos le fallaron el mes pasado. Algunos le fallaron el año pasado. Y algunos están aquí hoy, con aire de suficiencia, declarando con orgullo en sus corazones, «Menos mal que no soy así». Espere hasta mañana. Jesús sabe cuándo le va a fallar.
¿Cómo se siente al respecto? Pedro se sintió así: Lucas 22:62 «Y saliendo fuera, lloró amargamente». ¿Alguna vez tuvieron un día así? Pedro es un hombre maduro. Los hombres maduros no lloran mucho, pero al ser confrontados con la profundidad de su pecado, es justo que un hombre se sienta quebrantado. Si pueden imaginarse a Pedro aquí justo después de negarlo. «¡No conozco a Jesús! . . . Ahí está, mirándome a los ojos, oyendo todo lo que acabo de decir; está a punto de padecer, y lo he negado». Me imagino a Pedro con el rostro entre las manos llorando amargamente, incontrolablemente. ¿Qué hice? ¿Qué pasé por alto?».
¿Alguna vez se sintieron así? Dijeron algo, y tan pronto les salió de la boca, vieron cómo destruyó por completo a alguien. Lo destruyeron completamente. Lo incineraron ahí delante de ustedes. No pueden retractarse y decir, «Ah caray, ¿qué dije?». ¿Cuántos de ustedes han tenido un momento así? Pecaron. ¡Lo hicieron! Lo que dijeron que nunca harían, o lo que nunca volverían a hacer, ¡lo hicieron! Y caen en cuenta . El Espíritu Santo hace que se den cuenta, y se sienten destrozados porque las personas que son verdaderamente, aparte de la gracia de Dios, se ha revelado por completo. «Ay, Dios mío». Les duele el estómago. Se sienten avergonzados. Se sienten sucios. Se sienten ruborizados. Están mortificados.
Aquí Pedro demuestra el arrepentimiento. Lo bueno de este relato es que Pedro no esperó mucho antes de arrepentirse. No dice, «Cinco años después, Pedro reaccionó». En realidad Pedro reaccionó como a los cinco segundos. Estimado amigo, ¿cuánto tiempo ha esperado para contemplar el rostro de Jesús y reconocer su propio pecado, y llorar amargamente? Para algunos de ustedes ha pasado mucho tiempo. Su corazón está frío y empedernido. Que hoy sea el día que lloren amargamente. Eclesiastés dice que cuando el rostro está triste, el corazón puede estar contento; que a veces es mejor el llanto amargo que una limpieza parcial del alma, por las lágrimas de los quebrantados.
Casi al mismo tiempo, otro discípulo estaba traicionando a Jesús. ¿Recuerdan quién es? Pedro no fue el único que traicionó a Jesús en esa ocasión. ¿Quién más lo traicionó? Judas Iscariote. ¡Pedro y Judas negaron, traicionaron, y le fallaron a Jesús! Ambos hombres se sintieron mal. Pedro está arrepentido. Por la gracia de Dios, quiere cambiar y volver a Jesús. Judas no está arrepentido. Solo siente remordimiento. No vuelve a Jesús. Al contrario, se cuelga y se suicida. Dos personas pueden pecar. Dos personas pueden sentirse mal. El cristiano se arrepiente y corre hacia Jesús. El no cristiano solo siente remordimiento y corre hacia la destrucción. No es suficiente, estimado amigo, que se sienta mal por su pecado. Debe arrepentirse y ver el rostro de Jesús, porque ha pecado contra Él.
Es horrible, ¿cierto? El mejor de los nuestros ha fallado. Falló miserablemente, falló en público, falló vergonzosamente. Si fuera lo único que hay en la Biblia, si la historia terminara ahí, sería completamente devastadora, y totalmente deprimente. La historia nos parece tan oscura porque solo hemos hablado de Pedro y nosotros. Todavía no hemos hablado de Jesús. ¿Qué hará? ¿Qué hará?
Eso nos trae a un punto más alegre: Jesús no le falla a nadie. Pedro le falló a Jesús: ¿Sí o no? ¡Sí! Usted le falló a Jesús: ¿Sí no o? ¡Sí! Jesús le falló a Pedro: ¿Sí o no? ¡No! Jesús les falló a ustedes: ¿Sí o no? ¡No! 2 Timoteo 2:13 lo dice así: «Si somos infieles, Él permanece fiel». Esa es la esencia del cristianismo. Esa es la esencia del cristianismo. Aunque seamos infieles, Él sigue siendo fiel. ¿Saben lo que sostiene su relación, mi relación, y la relación de Pedro con Jesús? La fidelidad. Pero no es nuestra fidelidad, sino la Suya.
Entonces ¿qué hará Jesús? ¿Qué hará Jesús? Les diré lo que hará. Irá a la cruz. En ese momento le faltaban apenas unas horas antes de ser crucificado. Jesús está detenido. Pedro lo niega. Jesús va a la cruz donde padece y muere.
Nuestro Dios se hace hombre. ¡No peca! Lo negamos. No nos niega. Somos infieles. Él es fiel. Pedro debería morir en la cruz. Debieron librar a Jesús. Jesús no había pecado, pero Pedro sí. ¿Y qué hace Jesús? Va a la cruz. Es golpeado, burlado, azotado; fue sometido a una serie de juicios simulados. Fue desfigurado brutalmente hasta quedar irreconocible; y Dios, el carpintero, con las cuñas y los clavos que usaron para crucificarle, por medio de los centros nerviosos más sensibles del cuerpo humano, Dios sufrió, Dios sangró, y Dios murió por su amigo Pedro. Jesús murió una muerte que Pedro debió morir. Jesús está en la cruz, y dice cosas como, «Padre, perdónalos». Al pagar la pena del pecado, hace posible que esa oración sea contestada. Exclama con un grito triunfal: ¡Consumado es!
Tres días después, Jesús resucita de los muertos. Conquista la muerte y el pecado, y se corre la voz. «Jesús está vivo. Jesús está vivo. ¡Jesús está vivo!». Corren a la tumba, ¿y quién es el primero en llegar? Pedro. «Oh, tengo que verlo. Tengo que verlo». Pedro corre y es el primero en entrar a la tumba vacía de Jesús. Pedro le falló a Jesús. Jesús no le falló a Pedro. Uno le falla a Jesús. Jesús no le falla a uno. Yo le fallo a Jesús. Jesús no me falla.
¿Saben qué es eso? ¡Son buenas noticias! ¡Son buenas noticias! Lo que me encanta es que Jesús no solo da buen consejo. Este mundo está repleto de buenos consejos. Prenda la televisión. Buenos consejos. Prenda la radio. Buenos consejos. Lea una revista. Buenos consejos. Compre un libro. Buenos consejos. Hable con un amigo. Buenos consejos. Vaya con un terapeuta. Buenos consejos. ¿Saben lo que necesitamos? ¡Buenas noticias! Un buen consejo sería, «Intente esto, o pruebe aquello». Jesús dice, «Que tal si les digo, ¡consumado es!». ¡Son buenas noticias!
Las buenas noticias se tratan de lo que Jesús hace. Los buenos consejos se tratan de lo que necesitamos hacer. Jesús no es apenas otro terapeuta. No es apenas otro consejero. No es apenas otro profesor, otro maestro, u otro autor que da buenos consejos. Es el Dios bueno y el Salvador que murió y resucitó para darnos buenas noticias. Y las buenas noticias son que todos le hemos fallado a Dios, y que Dios no le falla a ninguno de sus hijos. ¡Son buenas noticias!
Si ha venido hoy y piensa, «Antes era cristiano pero no sé dónde me encuentro hoy», o, «Le he fallado a Dios tantas veces, ¿cómo me podrá recibir?». Algunos hasta podrían preguntarse, «¿He perdido mi salvación?». Esa pregunta es incorrecta. La salvación no puede perderse. La pregunta no es si ha perdido su salvación. La pregunta es, ¿Jesús ha perdido un cristiano? Algunos de ustedes dirán, «Pero he sido tan infiel». Sí, pero Él es tan fiel.
Si usted no es cristiano, la iglesia Mars Hill no está aquí para darle buenos consejos, sino buenas noticias. Jesús perdona pecadores. Jesús busca a los pecadores. ¡Jesús ama los pecadores! ¡Jesús cambia los pecadores! Y les damos la bienvenida, les damos la bienvenida, les damos la bienvenida, ¡para que lo sigan! Amigos, no importa lo que hicieron. No están fuera del alcance de las buenas noticias. Y les cuento que algunos de ustedes pecarán en el futuro, y tendrán ese momento de llanto amargo, pero no están fuera del alcance de las buenas nuevas. Tengo plena esperanza para ustedes; no en ustedes, sino para ustedes. Pueden confiar en Jesús, sobre todo cuando le han fallado, porque Él no le falla ¿a quién? A nadie. Es asombroso.
C. S. Lewis lo dijo así: «Aunque nuestros sentimientos cambian, su amor por nosotros no cambia. No se fatiga con nuestros pecados ni con nuestra indiferencia; y por ende, es tan implacable su determinación que seremos curados de esos pecados cueste lo que nos cueste, y cueste lo que le cueste». El amor de Dios para con nosotros es implacable. Nos busca implacablemente. Nos perdona implacablemente. Él sabe cuándo le vamos a fallar, y estará al otro lado de ese fracaso, porque Él es fiel, hasta con los infieles.
El último punto, entonces, es el remedio para el fracaso: La amistad con Jesús, ¿cierto? Lucas 22:32, volviendo a la discusión inicial entre Pedro y Jesús. Quiero que repasemos estas palabras, «Una vez que hayas regresado, fortalece a tus hermanos».
Jesús le dice, «Me negarás y me fallarás». Pedro le dice, «No lo haré». «Sí lo harás. Y cuando lo hagas, también volverás, te arrepentirás. Te darás vuelta. Te sentirás mal. Dirás que estás arrepentido. Te perdonaré. Tu vida cambiará. Cuando te arrepientas—». «¿Cuándo me arrepentiré? Ni siquiera he pecado todavía». «Lo harás. Te lo aseguro. Pecarás, y después te arrepentirás; y cuando lo hagas, cuenta tu historia para fortalecer a tus hermanos».
Para poder contar las buenas noticias tenemos que contar las malas noticias de nuestra propia vida. Lo que no necesita este mundo es otro cristiano que narra la siguiente historia, «Dios me hizo triunfar, y yo también puedo hacer que otros triunfen». ¿Cierto? La verdadera historia es, «He fallado. Él es fiel. Viva Jesús». ¿Cierto? Así contamos nuestra historia. Como quiera que contemos la historia de la inversión y la obra que Dios hizo en nuestra vida, el hecho de que fallamos y Jesús no falla tiene que ser la trama. ¡Viva Jesús!
Es lo que dice a Pedro. «Pedro, te arrepentirás, y cuando lo hagas, di la verdad», ¿cierto? «No dejes que escriban una biografía que dice, “Pedro era un pescador. Después se volvió discípulo y cambió el mundo; escribió dos libros de la Biblia. Pedro, próximamente en cines”». Porque Pedro no es el héroe de su propia vida. Es el malo. Jesús es el Héroe. Uno no es el héroe de su vida. Yo no soy el héroe de mi vida. Somos el malo. Jesús es el Héroe. Jesús dice, «En vez de alabarte a ti mismo, di la verdad para que los otros malos y fracasados vengan a mí».
Entonces, ¿qué hará Jesús? Uno de los evangelios; salgamos de Lucas y vayamos a Juan un momento, donde da constancia de este encuentro de arrepentimiento y restauración entre Jesús y Pedro. Dice en Juan 21:15–17. «Entonces, cuando habían acabado de desayunar», permítanme pausar aquí rapidito. Los Testigos de Jehová dicen que Jesús nunca resucitó físicamente, en su cuerpo. Que solo resucitó como un ángel. Eso no es cierto. ¡Desayunó! Los ángeles no se levantan a desayunar, ¿verdad? No hay madres ángeles que les dicen a sus angelitos, «El desayuno es la comida más importante del día». Par mi: Chorizo, huevos, chiles verdes, café, para la gloria de Dios y el gozo de todo su pueblo.
Cuando habían acabado de comerse el chorizo, los huevos, y el café, «Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis corderos. Y volvió a decirle por segunda vez: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo por tercera vez: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: ¿Me quieres? Y le respondió: Señor, tú lo sabes todo», Acabamos de comprobarlo. «Tú sabes que te quiero. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas».
¿Cuántas veces negó Pedro a Jesús? Tres veces. ¿Cuántas veces le pregunta Jesús a Pedro si le ama? Tres veces. Aquí estos dos hombres, el Dios-hombre, y un simple hombre, están cara a cara. Pedro mira a Jesús a los ojos, y Jesús mira a Pedro a los ojos. Y permítanme decirles, si quieren tener una verdadera amistad con alguien, cuando hay pecado entre los dos, necesitan ponerse cara a cara, no solo mandarse cartas, correos electrónicos, o llamarse. Tienen que encontrarse cara a cara. Si ustedes pecaron, tienen que mirarlos a los ojos y decirles: «Hice tal cosa, lo siento». Si pecaron contra usted, necesita mirarlos a los ojos y decirles, «Te perdono de todo corazón».
Estos hombres son amigos. Llevan tres años juntos, cenando juntos, viajando juntos, en la vida juntos, compartiendo recuerdos. Son amigos. Están cara a cara. Y en la Biblia ese es el lenguaje de la amistad. La Biblia dice que Moisés vio a Dios cara a cara. Era un amigo de Dios. Previamente, Pedro había visto el rostro de Jesús, justo cuando lo negaba, y su amistad con Él pudo haberse dañado o destruido. Necesitan otro encuentro cara a cara. Jesús y Pedro necesitan mirarse a los ojos, y necesitan dejar atrás este pecado.
Ustedes, ¿a quién necesitan pedirle perdón? ¿A quién necesitan mirar a los ojos? ¿A quién necesitan decir, «Lo siento, por favor perdóname»? Si han pecado contra ustedes, ¿a quién le han negado el perdón?
Pedro no solo negó a Cristo cuando moría por su pecado, hasta cierto punto, podríamos decir que Pedro asesinó a su amigo, y aquí su amigo le dice, «Te amo». La Biblia dice que un día, en 1 Corintios 13, resucitaremos de los muertos y veremos a Jesús, ¿cómo? Cara a cara, cara a cara. La clave para superar el pecado es estar cara a cara con Jesús.
Lo que me encanta es que Jesús no mira a Pedro y le dice «Tu problema en realidad es que eres un cobarde». aunque precisamente era cierto. No mira a Pedro y le dice, «Tienes una fobia del hombre muy arraigada», aunque eso es cierto. No le dice, «Eres un mentiroso», aunque sí lo era. En cambio, va a la raíz, y mira a Pedro, y Pedro nota al ver el rostro de Jesús que Jesús le ama, y Jesús le pregunta tres veces: «¿Me amas?».
¿Por qué le hace esa pregunta? Porque el pecado no solo es el quebrantamiento de la ley de Dios. Es romperle el corazón a Jesús. Al pecar, estamos pecando contra nuestro amigo. Estamos pecando contra Dios que nos ama. Estamos pecando contra Dios que quiere que participemos con Él en esta vida. Estamos pecando contra Dios que nos llama por nombre y nos aprecia como amigos. Y cuando Jesús le pregunta, «¿Me amas?», básicamente está enseñando a Pedro, «Si me amas, no vas a mentir. Si me amas, no vas a negarme. Si me amas, no serás un cobarde. Si me amas, vivirás para la gloria de Dios, no para la aprobación de otros».
Amigos, todos nuestros problemas se reducen a dos cosas. En realidad no creemos que Jesús nos ama, y en realidad no le amamos; y si lo amamos, a veces, a momentos optamos por otra cosa, y por eso pecamos. Así que la clave para vencer el pecado es tener amistad con Jesús. ¿Verdad? Una amistad con el verdadero Dios viviente, que es más que una idea, es una Persona que se llama Jesús, que nos ama.
Jesús mira a Pedro y le dice, «Apacienta mis ovejas; alimenta mis ovejas». ¿Quiénes son las ovejas? El pueblo de Dios es sus ovejas, y Jesús es el Pastor Principal. Hay lobos que tratan de devorar y lastimar a las ovejas. Y Dios asigna unos líderes para que sean pastores y protejan a las ovejas, que aman a las ovejas, que les dan de comer.
Para mí, francamente, mientras oraba y estudiaba y cavilaba estas cosas, esa fue la parte que más me quebrantó, que Pedro hubiese tenido una oportunidad de amar y servir al pueblo de Dios y darles de comer; y los pastores dan de comer a Su pueblo enseñándoles las Escrituras. Jesús dice que no solo vivimos de pan, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios. Pero la Biblia es como la leche, la carne, y el pan. Usa ese lenguaje para decirnos que esto es lo que necesita la gente pare crecer en piedad y ser fuertes. Necesitan que les den de comer la Palabra de Dios.
Y estaba pensando en eso esta semana. Grace y yo tuvimos la oportunidad de ir a un lugar a donde no habíamos ido en 19 años. Cuando aún no era cristiano, asistía a la universidad de mal genio, y andaba por ahí molestando a la hija de un pastor que pensaba que yo era un gran tipo y que no necesitaba un Salvador porque no pecaba mucho. Mejor dicho, ese era yo. A los 19 años de edad, en la universidad, Jesús me salvó, y me volví un seguidor de Jesús. Lo que merezco es que me conviertan en un muñeco para pruebas de choque o una bolsa de arena de boxeo y que me manden al infierno. Eso es lo que merezco. En cambio, tengo el privilegio de alimentar las ovejas, y de apacentar las ovejas.
Grace y yo tuvimos la oportunidad esta semana de ir a la primera iglesia a donde asistí como cristiano, y donde fui bautizado, y donde primero nos alimentaron la Palabra de Dios que me ayudó a crecer; no es que todavía no me falte mucho por crecer, pero ahí fue donde empecé a nutrirme de la Palabra de Dios. Vimos a mi antiguo pastor y su esposa y les dijimos gracias por apacentar a las ovejas, y que habíamos estado en su rebaño» Gracie y yo tuvimos el privilegio de volver a ese lugar donde vivimos como una pareja cristiana de recién casados. Y al pensar en toda la gracia que Dios ha derramado, no solo soy un hombre inmerecedor, sino que no hice nada para merecerlo. Fue algo abrumador. Todavía lo estoy procesando.
Es sorprendente que Jesús no solo perdona a la gente, sino que los deja comunicar el mensaje del perdón; que Jesús no solo ama a la gente, sino que los deja ser agentes de Su amor; que Jesús no solo permite a las personas a hacerse ovejas en su rebaño sino de su rebaño, lo cual incluye ancianos, diáconos, líderes de grupos comunitarios, líderes de lo grupos de redención. Dios está llamando a algunos de ustedes a ser líderes, pero algunos de ustedes dicen, «Es que mi pecado es tan oscuro y tan inmundo». Sí, pero su Jesús es tan fiel y bueno. Y cuando haya madurado un poco más en Él su historia podría ser utilizada poderosamente para animar a otros en la fidelidad del Jesús amoroso.
Me sorprende que Dios utilizara un hombre como Pedro. Me sorprende más que Dios utilizara un hombre como yo, o que Dios utilizara un hombre o una mujer como ustedes. Es asombroso. Alimenta a mis ovejas, apacienta mis ovejas, alimenta mis ovejas, apacienta mis ovejas. ¿Saben lo que le importa mucho a Jesús? La iglesia y el pueblo de Dios.
Caí en cuenta esta semana cuando Grace y yo volvimos a nuestro viejo pueblo universitario. No alcanzamos a ir a la universidad. Ni siquiera pusimos un pie en el campus. Nos encontramos con una pareja con 12 niños que fueron unos de nuestros primeros mentores. Nos encontramos con el pastor y su esposa. Fuimos a ver al pueblo de Dios. No es que no me haya gustado la universidad, pero la mejor parte de asistir a la universidad era el pueblo de Dios y los pastores de Dios. Al fin y al cabo, es la parte más importante de la vida a la que estamos dedicados. El pueblo de Dios y la iglesia de Dios. Es el lugar donde tenemos el privilegio de contar la historia. «Jesús me ha sido fiel de tal y tal manera», y después, animar a otros como Jesús le dijo a Pedro, ¿cierto? «Cuenta tu historia y otros serán fortalecidos». Algunos de ustedes dirán, «Mi historia no es buena». Encuéntrense con Jesús y les prometo que tendrán una buena historia que contar.
¿Y qué pasa después? ¡Jesús asciende al cielo! Ahí está Pedro mirando la partida de su amigo. Tuvo que haber sido extraño, ¿verdad? Hasta luego. Y entonces todos miran ¿a quién? Había como 120 cristianos que quedaron en esa reunión aquel día. Todos miraron ¿a quién? A Pedro. ¡Ahora todo depende de ti, amigo! ¡Ah! «Hace apenas unas semanas negué a Cristo, y ahora estoy a cargo. Oh, Espíritu Santo, ven rápidamente».
Después llegó el Día de Pentecostés. Lucas escribió Lucas y Hechos, que es su continuación. Relata la historia de cómo las noticias y la obra de Jesús continúan, por el poder del Espíritu Santo. De repente, el Espíritu Santo cae sobre el pueblo y se salvan, y la iglesia crece de 120 ¡a miles! ¿Y quién pasa al frente a predicar el evangelio? ¿Quién habla de Jesús? ¡Pedro! El cristianismo es desatado en la tierra por el poder del Espíritu Santo, y las buenas noticias de Jesús salen de Pedro, y el mundo nunca será como antes, y ¡ahora somos miles de millones que profesamos ser cristianos y seguimos a Jesús!
Si esta fuera una historia de Hollywood, mostraría a Pedro cabalgando hacia el ocaso, cierto, con una mujer a su lado. «¡Y salió cabalgando hacia la gloria, y nunca volvió a pecar, y nunca volvió a fallar!». ¡Gracias a Dios que todo eso quedó en el pasado! ¿Falso o verdadero? Falso. ¡Amamos a Pedro porque es como nosotros!
Más adelante las buenas noticias salen y llegan hasta nos no-judíos, los gentiles, o sea nosotros. Ya no quieren ser judíos, solo quieren amar a Jesús. Los varones ya no quieren circuncidarse por razones teológicas y prácticas, obviamente. Habían disfrutado el jamón, la carne de cerdo, los chorizos. Y decían, «Saben, a Jesús no le importa. Seguiremos comiendo esas cosas».
Como Pedro era un cristiano judío, sabía que quienes obedecían las leyes judías del Antiguo Testamento no estarían muy contentos con sus nuevos amigos gentiles que decían, «En Cristo somos libres. La ley ha sido cumplida. Por favor pasen los productos de cerdo». Entonces lo que pasa es que los cristianos judíos vienen a la ciudad y la Biblia dice que Pedro miraba a los cristianos gentiles y les decía, «Oigan, nos vemos más tarde. Voy a pasarme al lado de los cristianos judíos. Y no les vayan a decir que estuve comiendo sándwiches de jamón».
Después va y se encuentra con ellos, ¿y saben qué? Está siendo un hipócrita porque trata a algunos como cristianos de segunda clase, y Pablo dice que tuvo que confrontarlo de frente. Pedro vuelve a sus andadas. «Jesús ascendió al cielo, pero me envió. ¿Qué estás haciendo? ¡Mírame a los ojos!». Pedro se arrepiente. «Tienes razón. Caray, he vuelto a mis andadas. ¡Soy un cobarde; soy un mentiroso! Soy un negador que escribe libros en la Biblia». ¿Cuántos de ustedes llevan mucho tiempo como cristianos y pensaron, «menos mal que ya superé eso»? ¿Qué? Jesús fue fiel a Pedro. Por eso murió. Con el tiempo vemos a Pedro crecer y cambiar, por la gracia de Dios.
No lo vemos en las Escrituras, pero la historia documenta el final de su vida de esta suerte. Como anciano, un hombre viejo, había caminado con Jesús muchos años. Vienen y lo arrestan, como arrestaron a Jesús, y le dicen, «¡Pedro, tienes que negar a Cristo! ¡Di que no lo conociste! ¡Di que no lo seguiste! ¡Di que no lo amaste! ¡Niégalo! Lo hiciste antes. Hazlo otra vez. Si lo niegas no sufrirás. Te pondremos en libertad. Tu vida será fácil».
Pedro tuvo la oportunidad de pecar y fallar, y negarlo otra vez. Pero después de todos esos años de serle fiel a Jesús, por la gracia de Dios, Pedro se volvió fiel a Jesús, y la historia nos dice que los miró y les dijo, «Crucifíquenme, crucifíquenme, pero no soy digno de morir como Jesús. Colóquenme boca abajo!» Y lo hicieron, y Pedro nunca volvió a negarlo al fin. Pedro cerró los ojos ante la muerte, y abrió sus ojos al otro lado de la muerte. ¿Y a quién vio? Vio a Jesús. «¿Pedro me amas?». «Sabes que te amo».
Dios Padre, pido por mis amigos, esta maravillosa y gloriosa grey que es la Iglesia Mars Hill. Señor Jesús, gracias porque tomaste a un fracasado como Pedro y un fracasado como yo, y nos permitiste ser utilizados por el Dios fiel para pastorear un rebaño de ovejas. Dios, soy Pedro, ellos son Pedro, nosotros somos Pedro. Somos infieles, y somos unos fracasados; pero Jesús, tú eres fiel y tu fidelidad para con nosotros no solo nos perdona, nos cambia. Señor Jesús, te doy gracias por la historia, el testimonio de la vida de Pedro. Pido por los que están aquí que no son cristianos, que no vengan a la iglesia, o a la Biblia, o a Jesús a buscar buen consejo para arreglar sus vidas, sino que vengan a recibir las buenas noticias que Jesús es fiel.
Para los que están aquí, Señor Dios, que viven un momento de llanto amargo, una vida dura y oscura, están desilusionados. Señor Jesús, pido que vean tu rostro en este momento, como Pedro, y que ese sea el comienzo de su cambio, de su transformación, de su redención. Señor Jesús, pido por los que están aquí que nos sentimos desalentados, como si el enemigo nos hubiera zarandeado como trigo. Como Pedro, hemos tenido éxitos seguidos de fracasos. Todos hemos pecados, y después vencemos el pecado, y volvemos a pecar. Señor Jesús, ayuda a esas queridas personas a recordar que aunque somos infieles, tú permaneces fiel.
Jesús, gracias porque eres el Héroe de la historia de la vida de Pedro. Gracias porque eres el Héroe de la historia de nuestra vida. Gracias porque Pedro sí cambió, y sí creció. Y al final te amó bien, como tú le amaste bien. Te amó en su muerte, como le amaste en Tu muerte. Espíritu Santo, te invitamos a darnos gracia para terminar bien en el amor de Jesús, para que acabemos bien, amando a Jesús. Y, Señor Jesús, en este momento de transición, queremos recibir la comunión, y decir con eso que Jesús es fiel, y queremos cantar en demostración de que Jesús es fiel, porque, Señor Jesús, lo eres, y estamos contentos. Amén.
Nota: Esta transcripción ha sido editada.