Jesús y el arrepentimiento (Lucas 12:49–13:5)

Lucas 12:49–13:5 (RVR 1960)

49 Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido?
50 De un bautismo tengo que ser bautizado; y !!cómo me angustio hasta que se cumpla!
51 ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión.
52 Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres.
53 Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
54 Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede.
55 Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace.
56 ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo?
57 ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo?
58 Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
59 Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca.
13:1 En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos.
2 Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos?
3 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.
4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén?
5 Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.

Introducción

Está bien Mars Hill. Este sermón va a costarles. Será un sermón difícil. Será una hora que exigirá mucho compromiso emocional de su parte. Les pediré que no miren su aplicación en el iPhone, ni contesten sus e-mail, ni naveguen por Internet, ni manden textos. Sólo quédense conmigo una hora. Lo que pretendo hacer aquí por la gracia de Dios, es que esta hora tenga un impacto tremendo en cada hora que Dios les dé el resto de sus vidas.

Jesús, la persona más amorosa que jamás ha existido, nos tiene unas palabras muy duras hoy. Las encontramos en Lucas 12:49; 13:5 en la sección sobre Jesús y el arrepentimiento. Así que por favor encuentren ese pasaje en su Biblia y regálenme una hora de su atención; oraré por nosotros y veremos lo que Jesús tiene para Uds.

Señor Jesús, gracias porque eres alguien que dice la verdad y das gracia. Nos dices la verdad para que sepamos exactamente quiénes somos y exactamente lo que tenemos por delante y lo que se nos pide hacer. Te damos gracias porque eres un dador de gracia. Tu gracia perdona nuestros pecados y nos capacita para llevar una vida obediente. Señor Jesús, así que al abrir la Biblia para oír tus palabras, las cosas que dijiste cuando estabas aquí en la tierra. Es una cosa sagrada. No lo tomamos ligeramente, ni por sentado. Te pedimos Señor que nos des fuerza emocional y mental para poner atención a cada palabra de Jesús, en su nombre lo pedimos. Amén.

La pasión

Empezaremos en Lucas 12:49–53 donde Jesús habla de la pasión. Dice lo siguiente: “Fuego vine a echar en la tierra; ¿y qué quiero, si ya se ha encendido? De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión. Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera…”, eso se sobreentiende; “…y la nuera contra su suegra”. Jesús dice que la división es una marca distintiva de su ministerio.

Aquí habla del fuego. ¿A qué se refiere Jesús? Cuando Jesús habla de fuego, habla de la pasión, el entusiasmo, el celo, la entrega, la devoción. La gente habla de sentir como un fuego ardiente en su vientre o algo así. Estar enardecido por algo o con alguien. El fuego aquí habla del Espíritu Santo que nos da la clase de pasión que tenía Jesús. Jesús era Dios que se hizo hombre durante su vida terrenal, y ahora regresa a su reino celestial. Mientras estuvo en la tierra, estaba lleno de fuego: pasión celo, entrega, y devoción. Dice que su pasión principal era completar su misión.

Su misión era vivir sin pecado y morir en la cruz en nuestro lugar, por nuestros pecados, para la gloria del Padre y por nuestro bien. Para bautizarnos después de su resurrección con el mismo fuego. Jesús hace eso mismo. Padece en la cruz, muere, resucita; conquista nuestros enemigos: Satanás, el pecado, la muerte, el infierno, y la ira de Dios. Asciende al cielo, y en la continuación a este libro de Lucas, el libro de los Hechos que fue escrito por el mismo autor, el Espíritu Santo desciende sobre la iglesia y posa sobre los cristianos como con llamas de fuego. Cuando el Espíritu Santo mora en nosotros, nos enardecemos con un apasionado amor por Jesús. Es un fuego que arde en nosotros. Esa es la metáfora.

Así que esta pasión, este ardiente fuego de devoción, conduce tanto al entusiasmo como a la resistencia. Nos entusiasmamos por Jesús y las cosas de Jesús, pero también hay resistencia. Hay una larga vida de obediencia, devoción, entrega, y de seguir a Jesús.

La división

Sin embargo, Jesús nos advierte que no todos responderán favorablemente a nuestra pasión. De hecho, como dijo Él, tendremos división. Al entregarnos a Jesús, algunos se opondrán a Jesús. Al entregarnos a un estilo de vida que honra a Jesús, algunos se opondrán a ese estilo de vida que honra a Jesús, pero no debemos tratarlos mal. No debemos ser malos con ellos. No debemos ser egoístas o engreídos, orgullosos o religiosos. Pero indudablemente tenemos que saber que si nos apasionamos por Jesús tendremos divisiones, conflictos, y disensiones en la vida. Es inevitable. Eso le pasó a Jesús, y nos pasará a nosotros también.

Dice que implica que habrá conflicto en nuestras familias. Son los conflictos más dolorosos, difíciles, y complicados que hay cuando nos peleamos con con nuestros padres, hermanos, o con nuestros hijos. Eso es lo que dice Jesús. ¿Cuántos saben que eso es cierto? Entre más entregados seamos a Jesús, más complicadas se ponen nuestras relaciones con las personas más cercanas a nosotros: Familiares, amigos, colegas de trabajo.

Jesús dijo, “Soy el camino, la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre si no es por mí”. Solo hay un camino de salvación, lo cual significa que todas las otras religiones están equivocadas. Jesús también habló del infierno más que cualquier otra persona en toda la Biblia. El infierno es real, y muchas personas irán allá. Jesús a menudo discutía con la gente religiosa porque Jesús piensa que la religión es ridícula. También les dijo a los pecadores que se arrepintieran del pecado y que dejaran de vivir loca y desobedientemente.

Si creen en esto, y pueden articularlo, a alguien no le va a gustar. A alguien con su mismo apellido no le va a gustar. ¿Entonces qué hacemos? ¿Qué hacemos? ¿Cuántos de Uds. han tenido esta experiencia tan dolorosa? No es solo un tratado teológico. Es algo que nos cuesta emocionalmente. Es algo duro. Es difícil mantener la pasión, el celo, y el entusiasmo con Jesús.

La crítica y el marginamiento

A veces las personas con quienes nos relacionamos en comunidad, o sea toda la gama de gente, desde los que son muy religiosos a los que son muy anti-religiosos, tienden a oponerse a la gente centrada en evangelio, que ama la gracia y a Jesús, y lo siguen. Expresarán su división, su hostilidad, y su animosidad, con dos cosas: la crítica y el marginamiento. Nos critican: dicen cosas negativas de nosotros, o directamente a nosotros. Nos criticarán y nos marginarán. No vuelven a llamar. Dejan de incluirnos en sus conversaciones. No nos invitan a aquellos eventos. “¿Oiga, por qué no me dijo?”. “Oh, se nos olvidó invitarlo”. “Oh, parece que mi lugar ha cambiado en la relación, en la comunidad, y en la familia”. He trabajado en esto lo suficiente para ver innumerables ejemplos dolorosos de exactamente lo que Jesús está diciendo.

Jesús no lo dice para desanimarnos sino para instruirnos, informarnos, y prepararnos. “Así serán las cosas”. Conozco familias religiosas muy devotas en otros países, entregadas a otras religiones, que han dicho a sus hijos que estudian aquí en Estados Unidos, que asisten a Mars Hill, y se han convertido a Cristo; les dicen a sus propios hijos: “Se les prohibe regresar a casa. No queremos volver a verlos nunca. Los repudiamos”. Conozco al menos una persona aquí en Mars Hill que cuando estaba vivo, en otro país su devota familia religiosa hizo un funeral para él declarándolo muerto, porque se había convertido al cristianismo.

Conozco personas que temen regresar a casa porque sus familias son capaces de asesinarlos por honor. Si regresan a casa, los consideran infieles y los matan porque aman a Jesús. Son personas que nunca volverán a ver sus familias a menos que sus familiares se arrepientan y se vuelvan cristianos.

Conozco personas cuyas familias les han dado la espalda, los critican. Personalmente conozco cientos de personas cuyas familias se burlan de ellos por tratar de mantenerse puros hasta que se casen, por el solo hecho de querer casarse en vez de cohabitar y dormir con sus parejas.

Conozco centenares de mujeres cuyas familias se les oponen, se burlan de ellas y las calumnian porque tienen hijos, o porque quieren ser madres, o quieren tener una familia.

Conozco familias cuyos padres hostigan a uno de los hijos que es cristiano para que sean más tolerantes de otras religiones y diversidades, y les dicen: “¡Ya deja de hablar de eso! La fe de cada cual es algo privado”. Lo que dicen básicamente es esto: Eres bienvenido siempre y cuando no traigas contigo a tu amigo Jesús. Si traes a tu amigo Jesús, no vengas ni hables de Él. Conozco personas en esta iglesia cuyos familiares les dijeron: “Cuando te preguntemos cómo estás, no queremos oír de Dios, de la iglesia, no queremos oír del ministerio. Habla de otras cosas. No queremos oírlo”.

Bajo estas circunstancias, Jesús nos advierte que la gente siempre tratará de apagar este fuego, este celo, esta pasión… Siempre tratarán de echarle agua al fuego. Su objetivo es hacer que su llama sea lo más pequeña posible, y quizás extinguirla por completo. ¿Cuántos en este momento conocen personas que son como un balde de agua fría? Cada que pueden los critican y los marginan. Si dice o hace algo mal de inmediato aprovechan la oportunidad de señalar su hipocresía. Jesús nos dice que ser cristianos es estar enardecidos con una pasión inagotable por Dios y las cosas de Dios, y que aquellos que no comparten esa pasión sin duda tratarán de apagar esa llama.

Lo que nos dice la gente nos hace pensar. No debe desalentarnos sino estimular nuestro pensamiento. Contemplar el costo que estamos dispuestos a pagar para mantener una devoción ardiente por Jesús. Algunos de Uds. están conformes con tener una llama de pasión muy pequeña por Jesús. Han tratado de hacer que todos sus familiares y amigos los acepten, y a la vez que Jesús tal vez aún los acepte. La llama no se ha apagado, pero es lo más pequeña que puede ser. Puede que su pasión privada y no en público.

Cómo reavivar la llama de nuestra pasión por Jesús

¿Cómo mantenemos el ardor, la motivación, la pasión por Jesús? Les sugiero que la manera de hacerlo es practicar con regularidad las disciplinas espirituales. Les daré un ejemplo: Les daré una corta y breve lista, mejor dicho. Algunos de Uds. se preguntarán: “Mi pasión y consagración a Jesús a veces decaen de”, a todos nos pasa. “¿Cuál es el secreto para reavivar mi llama de pasión con Dios?”. En realidad no hay ningún secreto. Solo hay que obedecer habitualmente en varias áreas.

1. La Comunidad

Todo empieza estando en comunidad. No sé si podrán identificarse con esto, pero yo nací y me crié en la ciudad. No hacía excursiones de camping. No sabía hacer una hoguera. Gracie y yo nos casamos en medio de nuestro tercer y cuarto año en la universidad. Rentamos un apartamento en un sótano por $250 al mes. No nos alcanzaba para pagar la cuenta eléctrica y la calefacción porque éramos universitarios y estábamos en la quiebra. Había una chimenea y decidimos hacer una fogata para calentar la casa. El problema era que yo no sabía prender el fuego. Uno de los primeros fuegos que intenté hacer, puse un leño envuelto de papel, y lo prendí. El papel se quemó… y el leño se burló de mí. No había fuego. Entonces le puse combustible. Lo incentivé. Lo motivé. Como el Espíritu Santo, lo eché sobre la llama. Pero al poco tiempo se me acabó el combustible y el leño aún no estaba prendido; seguía burlándose de mí. Después me di cuenta, “Oh, necesito fajina o unas astillas”.

Digamos que la fajina o las astillas son como las disciplinas espirituales. Ayudan a avivar el fuego y permiten que siga ardiendo. Lo que aprendí rápidamente fue que los leños tienen que estar juntos, ¿cierto que sí? Cuando los leños están amontonados y tienen la fajina correcta, al prenderse, se convierte en pequeños carbones que a su vez encienden los leños. Después, si los leños se colocan correctamente, arden el uno con el otro. Produce una llama fantástica que arde por mucho tiempo y genera bastante calor sostenible, idóneo para que su esposa se le acurruque. Así fue como aprendí a hacer un fuego.

La vida cristiana es algo así. Las disciplinas espirituales son como la fajina. Ayudan a empezar el fuego. Se convierten en carbones ardientes que lo mantienen ardiendo. Estar en comunidad equivale a amontonar los leños, a estar juntos como cristianos relacionados unos con otros, en amistad, en lo que llamamos grupos comunitarios, apilados juntos, diciendo, “Saben, por sí solos al fin y al cabo al poco tiempo quizás uno de los leños deja de arder”. ¿Cuántos han notado esto? Si tomamos un leño del fuego que está al rojo vivo por debajo, completamente prendido, si lo quitamos del fuego y lo aislamos, al poco tiempo se convierte en ascuas, empieza a humear, se pone oscuro, y la llama se apaga.

Ud. amigo, es así. Seguirá ardiendo si tiene suficiente fajina y se pone en comunidad. Sin la fajina no habrá carbones para mantenerlo encendido. Sin comunidad al fin y al cabo Ud. se extinguirá. Su celo apasionado y su devoción por Jesús menguarán hasta que se acabe. ¿A cuántos de Uds. les ha pasado esto? Las temporadas más fervientes de su vida con Dios fueron las de estar en comunidad, y las más frías de su vida espiritual fueron las de estar aislados. Lo mismo nos pasa a todos. Por eso dijo Dios que no era bueno que el hombre estuviera solo.

2. Las Escrituras

Por lo tanto, la primera “fajina” o disciplina son las Escrituras, leer la Biblia. Así es como Dios nos habla. También consiste en leer buenos libros cristianos que nos ayudan a entender la Biblia.

3. Orar

La segunda es orar o hablar con Dios. Puede que le diga que está solo. O dígale que ahora su leña está mojada.

4. Adorar

La tercera es la adoración, lo cual implica un estilo de vida; es juntarnos los domingos como iglesia. También supone cantar. Nuestros cultos están estructurados de tal manera, y soy consciente de ello, que uno podría sentirse incómodo y acostumbrase a la forma como hacemos las cosas. Porque puede que los reprenda por una hora con la expectativa de que canten gozosamente al final. Sin embargo, para nosotros la reprensión, la corrección, la instrucción, no es una condenación, sino más bien una invitación. Es Dios quien nos dice, “Aquí hay un problema. Estoy aquí. Resolvámoslo juntos”. Cantar y responder, es correr a Dios y decirle, “Gracias por estar dispuesto a ayudarme. Estoy dispuesto ahora a recibir tu ayuda”. De modo que hay un sentido de urgencia apasionada.

5. Dar

La cuarta es dar. Jesús nos dijo en Lucas 12 que donde estaba nuestro corazón ahí estaría nuestro tesoro. Si queremos que nuestro corazón se incline por Dios y las cosas de Dios, den su dinero a Dios y a las cosas de Dios, y su pasión fluirá.

6. Servir

La quinta es servir. Encuentren personas en lugares donde puedan asistirlas aportando alguna contribución o ayuda. “¿A quién puedo ayudar? ¿Qué puedo hacer? ¿En qué puedo servir a la gente?”. Esto nos ayuda a crecer en nuestra valoración de que nuestro Dios es humilde, y que Jesús es Dios quien nos sirve.

7. Ser obedientes

La sexta es ser obedientes. Hacer lo que Dios nos dice aunque no queramos hacerlo. Anoche tuve una situación con mi hijo Gideon. Tiene cuatro años. Le dije: “Gideon, siéntate ahí y acaba de comer”. Me dijo, “Papá, no quiero hacerlo”. Le dije, “No dije nada de querer o no querer acabar de comer. ¿Qué te dije?”. Me dijo, “Dijiste que acabara de comer”. Así de sencillo es para muchos de nosotros con Dios. Dios dice, “obedéceme”, y le decimos, “no quiero”. Dios dice, “Todavía puedes obedecerme”. La obediencia nos protege contra el mal. La obediencia nos protege contra el peligro; y a veces en el acto de obedecer nuestro corazón da media vuelta y nos sentimos distintos.

8. Evangelizar

Por último, la séptima es evangelizar, o sea hablar con los no cristianos acerca de Jesús, desarrollar relaciones con los que no son cristianos, amar y servir a los no cristianos. Si Ud. no es cristiano, le amamos. Nos honra sinceramente y nos da mucho gusto que esté aquí. Todo en nuestro sitio de Internet es gratuito. Descargue cualquier cosa que le guste. Consiga una Biblia gratuita. Nos encanta que esté aquí. Lo amamos.

Para los que somos cristianos, cuando nos juntamos con gente no cristiana nos recuerda que estar separados de Dios y su pueblo, enfriarnos y vivir como si no perteneciéramos a Dios ni le conociéramos, no es algo que satisface los anhelos más profundos de nuestro corazón. ¿Recuerdan cómo era la vida cuando no eran cristianos? ¿Se imaginan lo difícil que sería vivir sin Dios y su pueblo?

La urgencia

Así que la primera es la pasión. La segunda es que Jesús habla con un sentido de urgencia. En Lucas 12:54–59 dice, “Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace. ¡Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo? ¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él, no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado aun la última blanca”.

Aquí Jesús habla de dos cosas: El tiempo, y el juicio. Primero trataremos el tiempo. Jesús está diciendo que algunas personas se preocupan demasiado por el tiempo. Piénsenlo. Nada ha cambiado. Cuando compran un celular, la aplicación que menos se descarga ¿es cuál? La aplicación meteorológica. Esa se la regalan a uno porque saben que todos la quieren. Nos toca que escoger las otras por cuenta propia. Esa ya vdiene con el celular y la tiene todos. ¿Por qué? Porque todos quieren saber el estado del tiempo. ¿Por qué? ¿Por qué queremos saber el estado del tiempo? En aquellos días seguían el movimiento de los vientos y las nubes, y esa era su versión de la aplicación meteorológica. Tratan de averiguar cómo será el tiempo. ¿Por qué? Porque quieren prepararse para el futuro.

Lo que Jesús está diciendo es que algunos tenemos un interés casi obsesivo por el tiempo, anticipándonos y preparándonos para el fututo, y ni siquiera nos preparamos para la eternidad. ¿Irá el cielo o al infierno? Ud. dirá, “No lo sé, pero sí sé la temperatura que hará mañana”. Está bien que sepa la temperatura de mañana, pero eso no es lo más importante que debe preparar para el futuro. Para siempre es mucho tiempo. El cielo y el infierno son reales. Morirá y tendrá que vivir para siempre en algún sitio. Por eso debe prepararse para la eternidad.

¿Cierto que dedicamos mucho tiempo en la vida hablando de cosas estúpidas y mundanas relacionadas con el tiempo? Mejor dicho, he tenido unas conversaciones súper ridículas sobre el tiempo porque estamos nerviosos y no encontramos otros temas de qué hablar, ¿no es así? La gente dice cosas tan descabelladas. Mejor dicho, “Es que hoy hace tanto calor. ¿Será que por eso estoy sudando tanto? Oh, gracias. Ahora entiendo. Estoy sudando y tengo calor. Quizás sea porque hace calor”. “Cualquiera con cuatro dedos de frente sabe eso”. “Está lloviendo mucho afuera hoy. Eso explica por qué estoy tan mojado. Estaba adentro. Estaba seco. Después salí y me mojé. ¿Será porque está lloviendo afuera? Podría ser eso”. “¿Está listo para el invierno?”, pero nadie pregunta, “¿Está listo para el infierno? Hará calor. Podría sudar. Allá no podrá usar pantuflas”. Para siempre es mucho tiempo.

Tendemos a desviar nuestra atención. Tendemos a distraernos, y en vez de planear nuestro futuro a largo plazo, pensamos hacer planes a corto plazo para nuestro futuro inmediato. Algunos de Uds. chequean su aplicación meteorológica más de lo que chequean su corazón. Algunos de Uds. están preparados para las estaciones con su armario y todo, pero no están preparados a presentarse delante de Dios y rendirle cuentas, para vivir eternamente en alguna parte. ¿No es cierto? Por lo tanto, lo que Jesús está diciendo es que si Ud. es de los que se la pasan pensando en lo que vestirán mañana, no pase por alto la eternidad.

Vengan ahora mismo

Segundo, habla del juicio. Esta es la dura, fría, y triste realidad. Ud. va a morir. Todos pecamos. La paga del pecado es muerte. Todos morimos. Ese será nuestro consabido día en la corte. Nos presentaremos ante Dios a darle cuenta de nuestra vida. Todos somos culpables. Nuestros pensamientos, nuestras palabras, obras, y motivos. Lo que hicimos, lo que no hicimos; todo eso nos acusará, testificará contra nosotros, y resultará en nuestra condenación eterna, sentenciándonos al infierno. Quiero que sientan esa realidad emocionalmente.

Lo que Jesús está diciendo es que si van a prepararse para el tiempo, prepárense también para el juicio. Si hace calor o frío mañana no es tan importante ni tan significativo como el hecho de que Ud. irá al cielo o al infierno por toda la eternidad. Así que prepárense para su día en la corte, el día que se presentará delante de Dios.

Jesús usa esta interesante parábola o analogía, por lo tanto quisiera aplicarla a Uds. personal e individualmente. Digamos que Ud. cometió un crimen horroroso. Hizo algo atroz y es culpable. Todo el mundo lo sabe y la evidencia es incontrovertible. Contrata el mejor abogado y le pregunta, “¿Qué puedo hacer?”. Y le dice, “Nada. Prepárese para ser sentenciado. Prepárese emocionalmente para las consecuencias. Lo van a encarcelar para siempre. No puedo ayudarle. Es culpable. Todos lo saben. Nada podrá cambiar eso”. Es un caso perdido. Quiero que sientan lo duro que es eso.

Imagínense que su día se aproxima, y el peso de su transgresión ha calado muy hondo en su alma; no puede dormir de noche y pasa los días atemorizado. Pero después suponga, en base a la analogía que nos da Jesús, que recibe una carta en el correo. Y se le retuerce el estómago porque el remitente es la persona contra la que Ud. cometió el crimen. “Hombre, ni me atrevo abrirla. ¿Qué podrá decir?”. La abre y hay una carta que empieza, “Te amo. Me tienes preocupado. Nuestro día en la corte se aproxima. Sé lo que te va a pasar, por eso decidí buscarte para perdonarte y cancelar cualquier castigo, deuda, u obligación que me debes. Me preocupa tu bienestar emocional, por lo tanto me gustaría desarrollar una amistad contigo para ayudarte a superar esto. Creo que hay una manera de hacer que tu vida futura no sea como tu vida pasada. Supongo que en este momento muchos de tus familiares y amigos te han repudiado, por lo tanto quisiera ser tu familiar y tu amigo. Me gustaría reunirme contigo antes de ir a la corte porque cuando estemos delante del juez, y dé el fallo con el martillo, no hay vuelta atrás, y no podremos hacer nada. Pero no es demasiado tarde. Hagamos cita. Reconciliémonos. Déjame perdonarte. Déjame bendecirte, servirte, y ayudarte. Es muy importante para mí que nos veamos cuando mejor te parezca. Tengo el horario abierto, y cuando estés listo vendré y nos hablaremos. Ni siquiera tienes que venir a verme, yo vendré a verte”.

¿Se imaginan cómo sería recibir una carta como esa? “¿Está bromeando? ¿Me perdonarán la vida? ¿Mi enemigo se convertirá en mi amigo? ¿Cancelará todo lo que le debo? Me dará una vida nueva”. Esa es la analogía que Jesús usa, y permítanme decirles algo. Esa carta es la Biblia. ¡Esa carta es la Biblia!

Hemos pecado contra Dios. Todos vamos a morir y tendremos nuestro consabido día en la corte. Aparte de Jesús, ninguno de mostros tiene esperanza. Pero Jesús dice, “Moriré por tus pecados. Cancelaré tus deudas. Pagaré tu obligación de muerte. Te buscaré y te amaré como un amigo. Por favor habla conmigo antes de que sea demasiado tarde. Por favor habla conmigo antes de que te presentes delante del Juez el día que pase sentencia eterna”.

Jesús aquí nos compele a tener un sentido de urgencia. Algunos de Uds. dirán, “Eso no tiene sentido”. Tuvimos que aprender una palabra muy importante en la Biblia para explicar esta clase de acción. Es la palabra “gracia”. Parece demasiado bueno para ser cierto, que Dios haga tal cosa. Pero en Cristo eso es exactamente lo que hace. Jesús muere por nuestros pecados, resucita como nuestro Salvador, y nos busca como amigos. Cancela nuestras deudas. Transforma nuestras vidas. Nos da una vida nueva que nunca se acaba. Pero algunos de Uds. no sienten lo urgente que es esto. No toman a Dios en serio, juegan con Dios; de vez en cuando vienen a la iglesia u oran un poco, leen la Biblia un poco, pero en realidad no han dirimido cuentas con Jesús. En realidad no están listos para presentarse delante del Juez Supremo. Sus cuentas todavía están pendientes. No han confesado ni se han arrepentido de sus pecados seriamente, ni se los han dado a Jesús, confiando en Él por fe para fomentar esa relación reconciliadora con Él.

Lo que Jesús les dice es esto: “Vengan ahora mismo. Vengan ahora mismo”. Es decir, Él está listo para encontrarse con Ud. aquí mismo, hoy mismo. ¿No les parece fabuloso?

Arrepentirse o perecer

Pasión y urgencia, ¿para qué? Pasión y urgencia, ¿para qué? El tercer punto que hace Jesús es que nuestra pasión y urgencia deben ser para el arrepentimiento. En Lucas 13:1–5, lo dice así: “En este mismo tiempo estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos. Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? No”, Enfáticamente, “Os digo: que No; antes si no os…” ¿cuál es la palabra? “arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? ¡No!”, Enfáticamente, “Os digo: No; antes…”, ¿qué? “Si no os arrepentís”, ahí está la palabra arrepentimiento otra vez. “Todos pereceréis igualmente”.

Lo que Jesús está diciendo es esto: Cada ser humano tiene dos opciones: Arrepentirse o perecer. Arrepentirse o perecer. La gente ya ni habla del arrepentimiento. Los pastores ya ni predican sobre el arrepentimiento. Los cristianos ya ni hablan del arrepentimiento. Hay algunas excepciones, pero el arrepentimiento no es un tema popular. ¿Saben qué es popular? El amor propio, la autoestima, la autoayuda, la autorrealización, pero no el arrepentimiento. Jesús dice que el arrepentimiento es la única alternativa a perecer. ¿A qué se refiere cuando dice ‘perecer’? Se refiere a morirse e ir al infierno, a sufrir eternamente como consecuencia del pecado contra Dios quien es santo y justo.

Al decir esto, sé que algunos de Uds. pensarán inmediatamente: “No creo que Dios exista. No creo que exista el infierno. No creo que Ud. tenga razón”. Permítanme decirles una cosa: Si estoy equivocado y Dios no existe, y no hay cielo ni infierno, y con todo mi corazón amo y sirvo a Jesús, me arrepiento de mis pecados y confío en Él, no tengo nada que perder y todo que ganar. Pero si Ud. está equivocado, no tiene nada que ganar y todo que perder. No tiene nada que ganar y todo que perder, si está equivocado. Está jugando con el infierno. Está jugando con Dios. Está jugando con su destino eterno. ¡Arrepiéntanse o perezcan!

Algunos de Uds. dirán, “Pero hay pastores que están de acuerdo con mi estilo de vida. Hay iglesias donde me dicen que todas las religiones son iguales y que todos los dioses son iguales, y que todos los caminos conducen al mismo lugar”. Pero les digo que esos pastores podrían estar pereciendo. Uno puede ser pastor e ir al infierno. Uno puede ser pastor e ir al infierno. Uno puede ser teólogo e ir al infierno. Uno puede ser escritor, autor, pensador, académico, e ir al infierno, si no hace ¿qué? Si no se arrepiente.

Por lo tanto lo que dice aquí es sumamente importante, ¿no es cierto? De todas las palabras que tenemos en nuestra lengua, quizás ‘el arrepentimiento’ esté entre las palabras más importantes, y aquí Jesús la usa dos veces en cinco versículos. Está recalcando lo que los profetas del Antiguo Testamento dijeron repetidas veces con tanta claridad y énfasis cuando pedían ¿qué? El arrepentimiento. El arrepentimiento.

Emocionalmente me imagino que esto será muy duro para Uds. Quédense conmigo emocionalmente. Quédense conmigo mentalmente. No empiecen a divagar en sus mentes pensando en toda la gente que necesita arrepentirse, porque pecaron contra Uds. Piensen primero en su propio pecado.

Tantas personas ni siquiera saben lo que significa la palabra ‘arrepentimiento’. Algo me sorprendió hace unos años cuando escribía algo para uno de los principales periódicos, una columna que me pidieron que escribiera, y escribí sobre una personas que se había convertido al cristianismo y se habían arrepentido de ciertos comportamientos en su estilo de vida, y el editor de aquella sección de fe, de valores, religión, y espiritualidad me llamó y me dijo, “Pastor Mark, necesitamos que cambie la historia”. Le dije, “Cómo así, ¿qué quiere que cambie?”. El hombre no era cristiano, aunque era muy formal, y me dijo: “No entendemos lo que quiere decir cuando menciona el arrepentimiento, y nuestros lectores tampoco lo entenderán”. Ah, caray.

En realidad la palabra arrepentimiento no es muy común en nuestro idioma. Ni siquiera los cristianos la usamos muy a menudo, y cuando lo hacemos por lo general no la definimos. Usamos la palabra sin saber lo que significa. Es una palabra muy importante. Significa cambiar de rumbo y dirección en la vida. Si caminábamos hacia el pecado, al arrepentirnos nos damos vuelta y caminamos hacia Dios. Si vamos rumbo a la muerte, nos damos vuelta y caminamos hacia la vida. Si caminamos hacia la locura, nos damos vuelta y caminamos hacia la sabiduría.

El arrepentimiento no es algo que hacemos para volvernos cristianos. Es lo que hacemos para crecer como cristianos. El cristianismo en cierta forma está dividido por un evento histórico llamado la Reforma Protestante. No pretendo meterme en todos los problemas que tiene el catolicismo. De joven fui criado en el catolicismo. Fui acólito, estudié en un colegio católico varios años. Algunos católicos aman a Jesús. Pero soy protestante y estoy de acuerdo con la crítica postulada por la Reforma Protestante contra el catolicismo romano.

La Reforma Protestante fue una iniciativa para corregir y llevar al arrepentimiento algunos errores dentro de la Iglesia Católica. Culmina en torno a un hombre llamado Martín Lutero que antes fue monje católico, un estudioso y teólogo, que al estudiar la Biblia se dio cuenta que la iglesia tenía falsas enseñanzas, al igual que algunas malas doctrinas y errores. Por lo cual escribió algo llamado Las 95 tesis que eran básicamente 95 puntos en los que la iglesia se había equivocado y de los cuales debían arrepentirse para compaginarse con las enseñanzas de la Biblia. Publicó estas tesis en lo que se conoce como la puerta de Wittenburgo. Era como el tablón de anuncios de aquel día donde los asuntos de cultura y teología se publicaban para ser discutidos. Algunos lo consideran el primer ataque o la primera acusación pública de la Reforma Protestante. La frase inicial de Las 95 tesis de Martín Lutero es sumamente importante. Dice que la vida de un cristiano se caracteriza por el arrepentimiento. Que los cristianos no son las personas más amables, las más fieles, las más generosas, las más encantadoras, pero que por la gracia de Dios deberíamos serlo. La verdadera señal del cristiano es el arrepentimiento.

Jesús habla aquí de dos opciones que nos presenta hoy. Arrepentirnos o ¿qué? Perecer. La gente viene a hacerle preguntas, y Él les habla de dos asuntos importantes en aquel día, porque cuando no nos distraemos con el tiempo, nos distraemos con las noticias. Suelen ser nuestros temas predilectos. Hacemos caso omiso a las cosas eternas, las cosas importantes, y nos ponemos a hablar del tiempo y las noticias. Jesús se entera de un suceso importante, noticiable, que aconteció en aquella época. Ambos eventos que menciona Jesús no están registrados históricamente en ningún otro lugar. Lo único que sabemos es lo que Jesús dice. Los detalles son mínimos.

El primer suceso aconteció parece que en la temporada de Pascua, donde hacían sacrificios (porque la paga del pecado es muerte), y en el sistema de sacrificios había un templo donde estaba la presencia de Dios. Había sacerdotes que eran como los mediadores entre el pueblo y Dios, que representaban a Jesús nuestro gran Sumo Sacerdote. Traían sus animales como sustitutos que simbolizaban o presagiaban a Jesús, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Todo bajo el sistema del Antiguo Pacto presagiaba la venida de Jesús quien vino a cumplir la ley no a abrogarla. Los adoradores se bañaban, se limpiaban, se vestían de blanco, ascendían al monte cantando himnos de alabaza. Traían su sacrificio expiatorio, que era un don costoso. Confesaban sus pecados a Dios, y reconocían que eran pecadores. Demostraban su arrepentimiento al ofrecer el animal en sacrificio, para derramar su sangre por sus pecados.

Y Jesús dice que mientras estos adoradores penitentes hacían esto delante de Dios, parece que unos soldados romanos irrumpieron en la procesión y masacraron a los que adoraban, de tal manera que su sangre se mezcló con la sangre de los sacrificios que ofrecían. Sería algo semejante en nuestros tiempos, Dios no lo quiera, a cuando servimos la comunión aquí en Mars Hill, con el vino o el sumo, dependiendo de la consciencia colectiva de la gente, que representa la sangre derramada de Jesús; mientras la tomamos, demostrando que pertenecemos a Jesús y que humildemente por la gracia de Dios nos hemos arrepentido de nuestros pecados, alguien entra y empieza a matar a los miembros de nuestra iglesia, y los que sirven la comunión se caen y el vino de la comunión se derrama, y la sangre de los miembros se mezcla con la sangre del vino de la comunión. Es una masacre. Es una tragedia. Es una pena. Entonces vienen y le hacen a Jesús una pregunta sobre esto.

Después Jesús comenta sobre otro trágico suceso. Parece que era una obra de construcción , un accidente en el estanque de Siloé. Era un lugar sagrado y santo, y dentro de poco Jesús hará un ministerio milagroso en ese lugar. Parece que estaban construyendo una torre, según las palabras de Jesús. Por lo tanto parece que era un monumento religioso o un edificio en un lugar muy transitado por el pueblo de Dios. Mientras trabajaban en la obra, parece que la torre cayó sobre los trabajadores, y Jesús nos dice que trágica y repentinamente murieron 18 personas.

Amigos, sucede lo siguiente. Tratamos de evitar la muerte. Hacemos caso omiso de ella. Pero aunque se tomen sus vitaminas y se vuelvan vegetarianos, aunque se abrochen el cinturón y tomen agua embotellada, morirán de todas maneras. Todos van a morir. Algunos de Uds. morirán dentro de muchos años. Puede que algunos de Uds. mueran hoy mismo. Espero que no sea una palabra profética, pero puede que algunos de Uds. mueran hoy mismo. Algunos morirán trágicamente como estas personas. No sabrán lo que les va a pasar y morirán inesperada y repentinamente. Uds. son pecadores. Los pecadores mueren. Uds. morirán. No sabrán cuándo.

Esta gente murió trágicamente, y algunos vienen a Jesús a preguntarle, ¿Por qué sucedió esto? Eso es lo que pasa cuando sucede alguna tragedia. Tratamos de no lidiar con la muerte. Tratamos de ignorarla lo más que podemos. Si alguien está enfermo, “pónganlo en una residencia, o en un hospital; pongan medicamentos en su cuerpo para que mueran en paz, sin dolor. No queremos verlo. Cuando se muera, pongámosle ropa elegante, pongámoslo en un ataúd vistoso, para que parezcan estar casi vivos. Lloremos por ellos un poco, cerremos el ataúd, y sigamos adelante”. Después ocurre la tragedia.

En aquel entonces la tragedia fue la masacre de los adoradores y la muerte de los obreros. Vienen a Jesús y le hacen preguntas. Y lo primero que hace Jesús es refutar el karma porque el karma es algo estúpido, tonto, y equivocado. Conduce a la crueldad, no a la compasión en los momentos de sufrimiento. Así es. El karma enseña que si uno es bueno le pasan cosas buenas, y si uno es malo le pasan cosas malas. En aquellos días había predicadores del karma que eran estúpidos y decían: “Las cosas buenas le pasan a los buenos, y las malas a los malos”; sin embargo, todos los adoradores fueron masacrados y 18 obreros murieron. “Habrá sido gente mala. Menos mal que estamos vivos. Eso significa que somos buenos”.

¿Es cierto que las cosas buenas les pasan a la gente buena y las malas a la gente mala? ¿O será que a veces las cosas malas le pasan a la gente medio buena? Ahora bien, todos somos pecadores, pero en el caso de los que fueron masacrados mientras adoraban, eran creyentes que iban al templo. Quizás caminaron docenas o cientos de millas llevando su sacrificio, hicieron el rito de purificación, subieron al monte, entraron al templo en la Pascua, confesaron sus pecados en público, dieron una generosa ofrenda, y pedían a Dios que los perdonara cuando de repente fueron asesinados. No parece justo. No parece justo. No parece que fueran gente mala. Son pecadores, pero no están haciendo nada malo. Están haciendo exactamente lo que Dios les pidió que hicieran, y fueron asesinados al hacerlo.

¿Y qué tal los obreros? Servían a Dios. Es como si empezáramos un campus, y llegan todos los voluntarios a preparar el edificio, y el techo les cae encima y mueren 18 voluntarios. Se sentirían insultados si un estúpido predicador del karma les dijera: “Pues, habrá sido gente mala, porque las cosas malas solo le ocurren a la gente mala”.

Pero, ¿quién nos dice esto? ¿Quién? Jesús. ¿Él era bueno o malo? Umm, Él es Dios. Así que digamos que en la categoría de los buenos hay al menos una persona. Su nombre es Jesús. En la categoría de los malos están todos los demás. ¿Algo malo le sucede a Jesús? Sí. La mejor persona correrá la peor suerte. Van a asesinarlo en una cruz, será traicionado por su amigo, abandonado por sus otros amigos, y ejecutado por sus enemigos. Jesús completamente destruye la locura del karma. La mejor persona corre la peor suerte.

Así que lo primero que dice Jesús es, “Cuando vean el sufrimiento, no hagan preguntas equivocadas. No pregunten: ‘¿Dios, por qué dejaste que le pasara a ellos? ¿Qué pasó? ¿Acaso no eres justo? ¿Acaso no eres bueno? ¿Acaso no eres soberano? ¿Eres impotente? ¿Eres malo? ¿No te importa? ¿De veras existes?”. Cuando ocurren las tragedias y la muerte se nos presenta en forma contundente y no podemos evitarla, porque sale en el noticiero, hay que tener cuidado y no hacer preguntas equivocadas.

No siempre conocemos los designios de Dios. Vivimos por fe, no por vista. En esta vida algunas de nuestras preguntas serán contestadas pero la Biblia enseña en otra parte que conocemos ¿qué?.. En parte. Y ahora vemos ¿cómo?.. Oscuramente. Pero un día de estos cuando estemos con Jesús al otro lado de la resurrección, todas las preguntas serán contestadas. Lo veremos todo claramente. Lo conoceremos todo plenamente. Hasta entonces vivimos por fe no por vista. Dios no responde a todas nuestras preguntas. Nos da a Jesús quien sufrió, murió, y resucitó para quitar nuestro pecado, darnos vida nueva, y hace que lleguemos al reino donde todo tiene sentido.

¿Están listos para morir? ¡Uds. van a morir! Amigos, Uds. morirán. ¿Están listos para morir? Algunos de Uds. dirán, “Me prepararé después”. Pero no saben cuándo morirán, por lo tanto prepárense ahora para que cuando llegue la muerte por Uds. estén listos. Arrepiéntanse o perezcan.

El arrepentimiento es este. Jesús murió por mis pecados; y por mi fe en Él, por la gracia que me da, puedo hacer morir mi pecado. Debemos matar nuestro pecado de la misma manera que el pecado mató a Jesús. No minimizamos nuestro pecado, no lo escondemos avergonzados; no lo excusamos, no lo toleramos. No le damos pábulo; no le damos cabida. No lo defendemos. ¡Lo matamos! Jesús murió por nuestro pecado para que lo hagamos morir. Ese es el arrepentimiento.

El verdadero arrepentimiento

El arrepentimiento comprende tres cosas: Para terminar, Les diré cuáles son. ¿En qué consiste el verdadero arrepentimiento? La confesión, la contrición, y el cambio en la mente, las emociones, y los hechos. El verdadero arrepentimiento requiere toda la persona.

1. La confesión

La confesión es cuando en nuestra mente estamos de acuerdo con Dios. Lo que antes no considerábamos ser pecado, al leer la Palabra de Dios, reconocemos que es pecado y lo confesamos. “Tienes razón; estoy equivocado. Es inaceptable. Eso tiene que morir”. Es un cambio mental. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra” ¿qué? “De vuestra mente”. Algunos de Uds. necesitan leer más la Biblia, leer menos cultura, y ponerse de acuerdo con Dios sobre la forma de pensar de Uds., que es inaceptable, es inexcusable. Es intolerable. Es incorregible. No es beneficiosa.

La expresamos con nuestra boca. De la boca salen palabras como: “Lo siento, estoy equivocado. Eso estuvo mal. No es culpa tuya. No tengo excusa. A nadie más le echo la culpa, solo a mí mismo. Robé. Mentí. Estafé. Cometí adulterio. Te lastimé. Estaba amargado. Estaba enojado. Me sentía moralmente superior. Soy culpable”. Sin ponerle peros a lo que decimos. “Pero te lo merecías. Pero tuve una infancia muy dura. Pero yo no sabía. Pero traté de…sin peros. Punto y aparte. No haga excusas. No inculpe a nada o a nadie. Para algunos de Uds. les queda muy difícil decirle esas palabras a Dios y contra quienes han pecado.

A los padres y a los maridos les digo lo siguiente: Uds. son líderes en sus familias. Son los primeros. No les pida a su esposa e hijos que se arrepientan, arrepiéntase Ud. primero. Los líderes ponen el ejemplo. Les daré un ejemplo del hogar Driscoll. Ayer estaba en casa con Grace y los niños. Ocurrió algo fantástico. Estábamos todos sentados a la mesa jugando. En realidad no me gustan los juegos pero me encanta estar con Grace y los niños, y como a ellos les gustan los juegos, estaba jugando con ellos. No recuerdo cuál juego era. No sé jugar esos juegos. Siempre pierdo. Por eso les gusta que juegue con ellos. Estábamos jugando, y como nos suele pasar, me metí en problemas, y pensé que haría algo simpático, pero me salió una sandez. No fue una palabrota, pero sí dije algo indebido. Inmediatamente mi hija adorada de siete años, que me adora totalmente y me puso a dormir anoche regalándome un beso y cantándome una canción que ella misma me escribió sobre por qué ama a su papi, inmediatamente repitió exactamente lo que yo había dicho. La miré y le dije: “Mi amor, no deberías decir eso, y papi no debió haber dicho eso. Papi pecó, y papi estaba equivocado. Niños, les pido disculpas. Su papi es un hombre pecador, no debí decirlo y por la gracia de Dios no lo volveré a decir. Les pido que no lo repitan porque está mal y su papi se equivocó”. La mente y la boca estaban confesando. Yo era culpable.

2. La contrición

Segundo, la contrición. Nuestras emociones y expresiones. ¿Cuántos de Uds. reconocen su pecado pero no les molesta mucho? En realidad, si no se sienten turbados, destrozados, desolados, trastornados por su pecado, la gente se pregunta si están siendo sinceros al confesarse. Les daré dos dolorosos ejemplos, ejemplos extremos del campo de la consejería.

Nunca olvidaré el día que una pareja hizo cita conmigo, y el marido confesó delante de mí, a su esposa, que él había adulterado. Le dijo, “Lo siento. No quería decírtelo, pero he adulterado. Rompí nuestros votos”. Pero la manera como lo dijo fue como “si nada malo hubiera pasado”. Lo dijo sin pelos en la lengua. No lló, no estaba angustiado, no se perturbó. No manifestó ninguna contrición.

En otra ocasión, una pareja hizo cita conmigo, y la esposa era la que había cometido el adulterio e iba confesarlo delante de mí, a su marido, para que yo les ayudara. Físicamente se veía toda encorvada. Lloraba amargamente; su respiración estaba alterada. A esta mujer le salía un río de las lágrimas por los ojos. Lloraba a moco tendido. Le dijo a su marido, “Me da mucha pena decirte esto, pero me acosté con otro hombre. He adulterado”. De hecho, hiperventiló y se vomitó. Mejor dicho, aunque uno estuviera sordo y no supiera de qué se trataba la conversación, con solo verla se daría cuenta de que algo la tenía destrozada. Esa es la contrición. Así es la emoción expresada. No es solo saber que uno es pecador, es sentir que uno es pecador.

3. Un cambio

Por último, supone un cambio. Son tres cosas: la confesión, la contrición, y el cambio. Es un cambio de voluntad y de obras. Quiere dejar de hacer tal cosa. Quiere cambiar. Quiere aprender. Quiere crecer. Quiere ser diferente. Quiere que su futuro no sea como su pasado. No quiere dar marcha atrás. Por la gracia de Dios quiere seguir por el nuevo camino de la vida con Jesús.

Esto conduce a las nuevas obras. Nos esforzamos por entablar amistades piadosas. Nos esforzamos para leer la Biblia y buenos libros. Nos esforzamos por ser humildes. Nos esforzamos por tener una actitud de arrepentimiento. Nos esforzamos para demostrar nuestro amor. Nos esforzamos para pedir perdón. Nos esforzamos para ser transformados por la gracia de Dios. Siempre obramos en ese sentido. Siempre nos esforzamos así. Algunos de Uds. apenas dicen, “Lo siento”, no se sienten muy compungidos, y vuelvan a hacer lo mismo. Eso no es arrepentirse.

El arrepentimiento… es la confesión, la contrición, y el cambio. Terminaré con esto. Es un don. El arrepentimiento es un don. Amigos, no todos pueden arrepentirse. Los que no son cristianos no pueden arrepentirse. Tienen que volverse cristianos para arrepentirse y crecer como cristianos, pero el arrepentimiento solo es posible por medio de Jesús. Sin Jesús no hay arrepentimiento. Solo hay muerte.

Para los que son cristianos, qué don tan grande es este. El arrepentimiento es un gran don que podemos dar. Den el don del arrepentimiento. Díganles a las personas quiénes son y lo que hicieron. Díganle a Dios quiénes son y lo que hicieron. Y para que les dé resultado, escojan una cosa que el Espíritu Santo les está señalando o enfatizando en este momento y apliquen la doctrina del arrepentimiento a esa cosa. Esa cosa que los está matando. Esa cosa que mató a Jesús. Esa cosa que por la gracia de Dios Uds. necesitan matar. Reciban el don del arrepentimiento y regalen el don del arrepentimiento. Libren a las personas de odiarse a sí mismas, de la culpa y la amargura. Libren a la gente del desconcierto y la confusión. Arrepiéntanse. Reconozcan su pecado. Quítenles su pecado de encima. Dénselo todo a Jesús y pónganlos en libertad.

Ahora, esta es su oportunidad de arrepentirse. El auditorio estará en silencio y se sentirán incómodos. El sermón ha sido largo. Hasta cierto punto sé que para Uds. ha sido agotador, incómodo e inquietante. Los amo, y quiero el bien para Uds., y espero que esta hora que tuvimos transforme cada hora que Dios les dé el resto de sus vidas.

Dios Padre, pido contra en enemigo, sus siervos, sus obras, y sus efectos. Gracias Señor Jesús porque moriste para que hiciérmos morir el pecado, y resucitaste para que la vida eterna nos fuera dada. Dios, confesamos que las palabras duras producen gente suave y las palabras suaves producen gente dura. Jesús, te damos gracias por las palabras duras porque proceden de la boca del que mejor nos ama y que por ende es bueno. Espíritu Santo ayúdanos a recibir las palabras de Jesús para obedecerlas, para que recibamos el don del arrepentimiento y demos el don del arrepentimiento a otros, no solo una vez, sino todos los días. En el nombre de Jesús. Amén.

[Fin del Audio]

Nota: Esta transcripción ha sido editada.