Jesús y la Última Cena (Lucas 22:1–23)

Lucas 22:1–23 (LBLA)

1 Se acercaba la fiesta de los panes sin levadura, llamada la Pascua.
2 Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo dar muerte a Jesús, pues temían al pueblo.
3 Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, que pertenecía al número de los doce;
4 y él fue y discutió con los principales sacerdotes y con los oficiales sobre cómo se lo entregaría.
5 Ellos se alegraron y convinieron en darle dinero.
6 El aceptó, y buscaba una oportunidad para entregarle, sin hacer un escándalo.
7 Llegó el día de la fiesta de los panes sin levadura en que debía sacrificarse el cordero de la Pascua.
8 Entonces Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id y preparad la Pascua para nosotros, para que la comamos.
9 Ellos le dijeron: ¿Dónde deseas que la preparemos?
10 Y El les respondió: He aquí, al entrar en la ciudad, os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle a la casa donde entre.
11 Y diréis al dueño de la casa: “El Maestro te dice: ‘¿Dónde está la habitación, en la cual pueda comer la Pascua con mis discípulos?’”
12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto, dispuesto; preparadla allí.
13 Entonces ellos fueron y encontraron todo tal como El les había dicho; y prepararon la Pascua.
14 Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con El los apóstoles,
15 y les dijo: Intensamente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer;
16 porque os digo que nunca más volveré a comerla hasta que se cumpla en el reino de Dios.
17 Y habiendo tomado una copa, después de haber dado gracias, dijo: Tomad esto y repartidlo entre vosotros;
18 porque os digo que de ahora en adelante no beberé del fruto de la vid, hasta que venga el reino de Dios.
19 Y habiendo tomado pan, después de haber dado gracias, lo partió, y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí.
20 De la misma manera tomó la copa después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros.
21 Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa.
22 Porque en verdad, el Hijo del Hombre va según se ha determinado, pero ¡ay de aquel hombre por quien El es entregado!
23 Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí quién de ellos sería el que iba a hacer esto.

Introducción

Los invito que vayan buscando Lucas 22, mientras iniciamos el programa 89 de este recorrido por el Evangelio de Lucas. Nos falta poco para terminar, por lo cual estamos muy emocionados.

Me llamo David, y quisiera presentarles a mi familia esta mañana. La forma más fácil de hacerlo es con una foto. Permítanme mostrarles una foto del clan Bruskas. Se ha dicho muchas veces que en realidad soy una minoría en una hermandad femenina; nunca estoy aburrido, siempre hay drama, y siempre es maravilloso.

Esta hermosa joven a la izquierda es mi esposa Kara. No es una de las cinco hermanas; solo hay cuatro. Por si se les ocurre decirme que se parece a una de mis hijas. Puede que sea muy halagüeño para ella, pero me insultaría profundamente. Jillian tiene 13 años. Cada una tuvo un cumpleaños muy especial este año, y Jillian junto a Kara, tiene 13. Jennifer 16. Después Lisa, de 21 años. Y Lauren tiene 18. Y la edad del tipo al otro lado no tiene importancia.

¿Qué significa la comunión para Jesús?

Nos acabamos de mudar de Albuquerque a Seattle, y esta ciudad es asombrosa y hermosa. Es una ciudad preciosa. Cada día vivo unos momentos asombrosos donde saco mi iPhone para sacarle una foto a algo que seguramente nadie en Nuevo México ha visto jamás; saco la foto y se las mando a esas personas. Y quiero mostrarles una que traté de tomar hace poco del Monte Rainier, un asoleado domingo, en que la montaña podía verse; mostrémosla. Bien, el problema es este, este es el problema con mi iPhone. Mi configuración por defecto es la de cámara de enfoque delantero, lo cual significa que todas mis fotos, al menos la primera que tomo, salen así. Son autorretratos, imágenes egocéntricas.

Es precisamente el problema que enfrentamos hoy al leer este texto de las Escrituras, donde vemos el origen de la comunión, cuando Jesús celebra la Última Cena con sus discípulos, y vemos el advenimiento de la comunión en algo que celebramos cada domingo en la Iglesia Mars Hill como uno de los dos sacramentos de la iglesia para celebrar y honrar a Jesús.

Lo que me causa desasosiego es que nos preguntemos, ¿qué significa la comunión para mí? en vez de preguntar más bien, ¿qué significa la comunión para Jesús? En el texto que estudiaremos hoy, veremos claramente que la comunión tiene un gran significado para Jesús, y quiero que entiendan por qué. Uno de mis objetivos hoy es muy sencillo, que cambien su enfoque y entendimiento de qué es la comunión; que la comunión para usted, cristiano, deje de centrarse en sus fracasos, sus luchas, y sus debilidades. En cambio, que se trate solo de Jesús.

Y para el no cristiano, nos encanta que esté aquí hoy. Espero que vean la comunión desde un punto de vista completamente distinto. Que la comunión no es algo que hacemos para estar bien con Jesús, sino que refleja en hecho de que Él los ama y puede perdonarlos, y que hoy, al celebrar la comunión después de escuchar las Palabras de Jesús, que celebren su primera comunión como nuevos cristianos.

Oremos antes de leer la Biblia juntos.

Padre, eres un Padre bueno bondadoso. En un país donde hoy en día la orfandad de padres tiene un impacto muy difundido, en un auditorio donde muchos están afligidos y dolidos por haber tenido malos padres terrenales, tú eres un gran Padre. Eres un Padre que ama sus hijos con todo el afecto que tienes por tu Hijo, Jesús.

Jesús, gracias porque eres el Dios Eterno; te humillaste, viniste en forma de bebé, te hiciste hombre y viviste la clase de vida que nunca hubiéramos podido vivir. Fuiste crucificado en forma brutal y vergonzosa; una muerte dejada de la mirada de Dios, sobrellevaste la pena de nuestros pecados, resucitaste de la tumba, estás al la diestra del Padre, y eres digno de adoración. Hoy queremos que nuestro tiempo juntos se centre solo en ti, Jesús, y en adorarte.

Padre e Hijo, gracias por el Espíritu Santo. Espíritu Santo, gracias porque no vives en edificios ornamentados, construidos por manos humanas. No habitas las vistas panorámicas sino que decides morar en las personas que pertenecen a Jesús. Espíritu Santo, pedimos que le hagas cirugía a nuestro corazón esta mañana. Que tomes las verdades bíblicas que estamos a punto de ver y nos ayudes a entender al nivel más profundo, que Jesús nos ama. Espíritu Santo, pido por los que están aquí hoy que no conocen a Jesús, que en los próximos instantes juntos conozcan a Jesús, que reciban el perdón de pecados, y la libertad que nunca han tenido, y que sus vidas de aquí en adelante sean transformadas. Te pedimos que hagas todo esto en el buen nombre de Jesús. Amén.

El trasfondo para la escena

Los invito que vayan a Lucas 22. Si están con nosotros por primera vez, permítanme darles el trasfondo. De hecho, el texto que estamos a punto de abordar hace eso mismo, nos da el trasfondo para la escena de hoy. Vayamos directamente a Lucas 22:1–2, «Estaba cerca la Fiesta de los panes sin levadura, que se llama la Pascua. Y los principales sacerdotes y los escribas buscaban cómo matarle; porque temían al pueblo».

Sucede lo siguiente. Uno de los tres festivales obligados o fiestas que acontecían en Jerusalén cada año, a las que todos los varones de todo Israel debían asistir era la Pascua. Si son mayores como yo, han visto las imágenes de la Pascua representadas en su mejor forma por Charlton Heston como Moisés. ¿Recuerdan que todas las Pascuas veíamos esa película? Si son más jóvenes, quizás vieron El príncipe de Egipto por DreamWorks.

Ese es el relato bíblico. La idea de que el pueblo de Dios sufría esclavizado opresivamente por mano de los egipcios, y que Dios los libró de forma milagrosa, amorosa, y perfecta. Cuando el juicio de Dios vino sobre todos los primogénitos de Egipto, el pueblo de Dios fue librado. Eran inocentes, pero fueron librados mediante la muerte de un cordero, porque mataban al cordero y rociaban la sangre, y Dios en su misericordia hacía provisión. Este es un cuadro de Jesús, y abordaremos ese tema más adelante.

Todos se reunían en Jerusalén. Jerusalén estaba de fiesta, como un Woodstock religioso. Como si un Woodstock religioso hubiera descendido sobre Jerusalén, y Jesús es la figura central del escenario. Jesús atrae enormes multitudes. Es increíblemente popular con la gente porque les enseña como nunca antes les habían enseñado, y los ama como nunca habían sido amados, y los guía como nunca habían sido guiados, los sanaba, se interesaba por ellos; es una figura sumamente popular en Jerusalén durante la Pascua.

Los líderes religiosos, como vimos en los últimos capítulos en el Evangelio de Lucas, empiezan a perder la guerra de palabras con Jesús. En cada capítulo vemos a Jesús debatiendo con ellos de nuevo, y se retiran callados. Por eso la gente se apartaba de ellos en masa; hay un éxodo de gente que se aparta del sistema religioso. Pierden adeptos; pierden influencia; pierden dinero, y han llegado al punto en que van a hacer algo al respecto. Van a matar a Jesús.

Pero la pesadilla de relaciones públicas es esta. Si trataban de matar a Jesús en medio de la multitud en plena Pascua, causarían un disturbio. La gente hubiera tomado partido con Jesús, y debían encontrar otra manera de echarle mano para arrestarlo cuando estuviera apartado de la multitud. Necesitaban acceso, y lo encontraron en la persona de un tipo llamado Judas.

Esto es lo que quiero hacer hoy. Quiero que cambien su perspectiva de cómo ven su relación con Jesús. Quiero que empiecen a ver las cosas más desde la perspectiva de Jesús, el concepto que tenía Jesús, y el corazón de Jesús, y quiero que cambien su manera de pensar. Quiero que cambien su papel en el entendimiento que tienen de su relación con Jesús. Quiero incentivarlos de tres maneras en base a nuestro texto de hoy. Y después quiero darles un recorrido basado en mi propia experiencia de lo más difícil que he experimentado en toda mi vida para que vean cómo funcionan estas verdades.

Su plan es mejor que el nuestro

Así que, lo primero que quiero que vean mientras continuamos en Lucas es esto: Su plan, el plan de Jesús, es mejor que el nuestro. Es mejor que el nuestro. Veamos cómo sigue el relato. «Y entró Satanás en Judas, por sobrenombre Iscariote, el cual era uno del número de los doce; y éste fue y habló con los principales sacerdotes, y con los jefes de la guardia, de cómo se lo entregaría. Ellos se alegraron, y convinieron en darle dinero. Y él se comprometió, y buscaba una oportunidad para entregárselo a espaldas del pueblo».

Ahí estaba su acceso. Ahora tenían un topo. Tenían un espía, una de las figuras clave en el equipo principal de liderazgo de Jesús. uno de los doce discípulos que va a traicionar a Jesús para que los líderes religiosos puedan venir a apartarlo de las multitudes para no crear un enorme disturbio.

Si fuéramos uno de los otros discípulos, si fuéramos uno de los once que tienen una relación estrecha con Jesús, que anticipan la venida del reino, estaríamos a punto de pasarla súper mal. Las cosas no sucedieron según lo planeado. ¿Puede haber algo peor que uno de los amigos más cercanos a Jesús lo traicione por dinero para que sea asesinado?

En una experiencia que tuvo antes, Pedro vio las cosas de esta manera: En Lucas 9 vemos cómo es Pedro, y también está documentado en Mateo 16. Jesús les preguntó a sus discípulos, «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ese es el tema más importante cuando venimos a Jesús, ¿Quién es Él? ¿Quién es Él? Y los discípulos empiezan a recitarle una lista de opiniones comunes. Algunos dijeron, «Eres Juan el Bautista renacido». O, «Eres un profeta de los antiguos». Y Jesús les dice, «¿Y ustedes quién dicen que soy?». Pedro, por obra del Espíritu Santo y la revelación del Padre dice, «¡Eres el Cristo!». Pedro entendió; Pedro acertó.

Con este nuevo entendimiento de quién es entre sus seguidores, Jesús empieza a hacerles saber su plan, que debe ir a Jerusalén a morir. Enseguida, Pedro trata de detenerlo y le dice, «No, no, no, no hagas eso. Que tal cosa nunca suceda». Entonces Jesús mira a Pedro y le dice, «Apártate de mí, Satanás». Si uno es seguidor de Jesús y Jesús le dice directamente que es Satanás, no va a sentirse muy bien. No se sentirá muy bien.

Es un problema recurrente en la narrativa bíblica con Jesús, y creo que es el mismo problema que vemos con Jesús una y otra vez en nuestra propia vida. Todos tienen un plan para Jesús. Todos quieren adoptar para sí la agenda de Jesús. Todos tenemos planes para lo que Jesús debería hacer, pero no nos acoplamos al plan de Jesús.

Uno de los puntos que Lucas está a punto de hacer en o que queda de la narrativa que culmina en la muerte y resurrección de Jesús, es darnos a entender que Jesús está en control. Jesús está al mando. Nada sucede que tome a Jesús por sorpresa. Aun Pedro que tenía una agenda alternativa para Jesús se da cuenta después de la muerte y resurrección de Jesús y el Espíritu Santo desciende sobre la iglesia en Hechos 2.

Pedro da el primer sermón y dice lo siguiente en el versículo 22, «Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis». «A este», oigan esto, «entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella».

¿Ven el cambio en la mentalidad de Pedro? Antes de la cruz, la muerte y resurrección de Jesús Pedro dijo, «Nunca puedes morir», después, entiende el plan de Dios y todo el asunto y dice, «por el plan divino de Dios». Su plan es mejor que el suyo, francamente, así es. Su plan es mejor que el suyo.

¿Cuál es su plan para Jesús?

¿Cuál es su plan para Jesús hoy? Puede que estén dolidos porque su plan no ha funcionado. Vengo de un hogar que me parece bastante típico en nuestro país hoy en día. Padres excelentes y amorosos. Mi madre era cristiana, pero solo de nombre; se crió en un hogar cristiano y pensaba que por eso era cristiana. Mi padre fue criado por un padre ortodoxo griego. Su madre era atea y él era agnóstico. Íbamos a la iglesia dos veces al año, en Navidad y en la Pascua, porque mi abuela nos sobornaba. Ella pensaba que era importante, pero nosotros íbamos por la comida.

Mi madre era alcohólica. Era una bebedora. Fue la víspera de año nuevo y ella iba a otra fiesta, y sabía cómo acabaría la noche, que acabaría mal, que estaría cayéndose de lo borracha antes de acabarse la noche. Empezó a llorar y a condolerse antes de entrar a la fiesta. Una mujer le abrió la puerta, tomó su mano y le dijo, «Betty, quiero que vengas conmigo y con otras mujeres a un estudio bíblico acerca de Jesús. Mi madre fue al estudio bíblico con ellas, conoció a Jesús, y empezó a llevarme a mí y a mi hermanito a la iglesia.

No era lo que más nos gustaba hacer. Y si algo parecido le está pasando hoy y ha venido porque alguien lo forzó, con el tiempo le irá tomando gusto a la iglesia. Dele tiempo y verá lo bien salen las cosas. Asistí varias semanas, y un día mi padre apareció en la puerta del frente listo para ir a la iglesia. Nunca iba a la iglesia, estábamos a fines de los años 70, imagínense a John Travolta, Fiebre de sábado por la noche, pero sin pelo. Así era mi padre. Llegó a la puerta y dijo, «Si esta es la única manera de estar con mi familia, iré a la iglesia, pero nunca creeré». A las tres semanas ya era un creyente.

Y a los 13 años de edad, cursando séptimo de primaria, en 1979, el Día de San Patricio, conocí a Jesús. Siempre pensé—y si usted no es cristiano hoy, puede que piense lo mismo—siempre pensé que ser cristiano no era sino dejar de hacer ciertas cosas que hacían los demás, y hacer otras cosas que nadie hacía. Y que si uno hacía lo bueno suficientes veces, y dejaba de hacer lo malo suficientes veces, que al final Dios sumaba todos el puntaje. Si tenía suficientes puntos, o estrellas de oro en la tabla, Dios lo amaba y lo aceptaba.

Alguien se sentó conmigo con una Biblia y me explicó que el cristianismo no es así. En el cristianismo uno no puede acumular el puntaje suficiente para ganarse el favor de Dios, pero Dios por su amor envió a Su Hijo, Jesús, para que seamos justos por medio de Él. El día después de conocer a Jesús, hice una oración que no creo que hacen la mayoría de los niños de séptimo año. De veras creí que provenía de Dios. Empecé a orar ese día, «Jesús, dame un hijo que cambie el mundo». Oré así hasta que cumplí 25 años.

Sabía que como estudiante de séptimo de primaria, algunas cosas tendrían que cambiar para que esa oración se hiciera realidad. Primero, tenía que madurar un poco; después tendría que encontrar una mujer, casarme, y tener hijos. Esas cosas se cumplieron. Me casé con Kara. Nació mi hija mayor, Lisa.

Kara quedó embarazada otra vez, descubrimos por la ecografía que sería un nene. Nació nuestro nene, David Michael; fue un parto sin incidentes. Llegó tarde por la noche y después de nacer lo llevaron a la guardería de recién nacidos, y Kara y yo nos retiramos a un cuarto semiprivado. Dormí en el piso varias horas. Me despertó por la noche y me dijo, «No han traído a David todavía, por qué no bajas a la guardería a ver cómo está, y asegúrate que todo esté bien».

Fui a la guardería, y no estaba ahí. La enfermera me dijo, «Venga conmigo señor Bruskas, le tengo malas noticias». Entramos a la Sala de cuidados intensivos neonatales, y ahí estaba. Y el pobre pequeñuelo apenas podía respirar. Se le dificultaba respirar, su color era gris azul, y dijeron, «No estamos seguros qué le pasa a su hijo, pero tiene alguna complicación cardiopulmonar que le impide oxigenar la sangre en su sistema y necesitamos transportarlo al hospital infantil más cercano».

Mi suegro me llevó en su carro detrás de la ambulancia que lo transportaba, y nunca olvidaré la conversación que tuve con Jesús en ese recorrido. Llevaba 13 años orando por este momento. Era el plan de Jesús para mi vida, que me diera un hijo, y que por medio de ese hijo el mundo sería diferente, el mundo cambiaría para él.

En el recorrido que hicimos al hospital infantil, me sentí dolido y enojado, y dije, «Jesús, te equivocaste de plan. ¡Acuérdate que teníamos un plan! Jesús, te equivocaste de persona, ya no estamos de acuerdo. ¿Qué está pasando? Dios no entiendo esto. Padre, no entiendo lo que está pasando». En el silencio de mi corazón recuerdo cómo me habló el Padre. Me dijo, «Mi plan es cambiar el mundo por medio de mi Hijo. ¿Quieres formar parte de mi plan? Es un buen plan».

No sé lo que usted esté viviendo en estos momentos, pero por algún motivo, está terriblemente dolido porque la vida no ha funcionado como usted quería. De alguna manera le cambiaron el guión. Quizás quería una familia con muchos hijos, y los tiene, pero ellos no tienen papá ni mamá; es un padre soltero o una madre soltera. Casi no le alcanzan las fuerzas para cuidar a sus hijos, y a decir verdad, Jesús parece distante y siente que se ha olvidado de usted.

Tal vez siempre quiso casarse. Tal vez sea soltera y ha pasado más tiempo de lo que imaginaba que sería soltera. Quizás sea soltero, pero antes se casó con una persona con la que pensó estar el resto de su vida, y esa persona le fue infiel, lo traicionó, y ahora no está. Está dolido porque Jesús no ha seguido su guión, y eso ha causado tensión en su relación con Jesús.

Puede que haya puesto en marcha un fabuloso plan económico, y ahora está en ruinas. Eso le está pasando a casi todo el mundo ahora, ¿verdad? Ahorró dinero para ser generoso y tener lo suficiente para dar a la causa de Jesús, ahorró lo suficiente para jubilarse, y lo ha perdido todo en esta gran recesión; está en ceros, se quedó sin trabajo, y siente que de alguna manera Jesús lo traicionó.

Podría ser su salud. Puede que lo haya hecho todo bien según los libros de salud que leyó, pero ahora tiene cáncer, está enfermo; ahora apenas le alcanzan las fuerzas para las actividades básicas de todos los días, y siente que Jesús le ha fallado.

Puede que no sea cristiano. Me encanta hablar con personas que todavía no son cristianas. En lo que a Dios se refiere, los que no son cristianos siempre tienen sus planes de acción, «Voy a hacer esto. Voy a organizar mi vida. Asistiré a la iglesia. Leeré mi Biblia, y si sigo leyéndola lo suficiente, al fin conoceré a Jesús». Según Jesús, eso no es un plan eficaz. Es un plan que en realidad lo llevará al infierno y estará eternamente separado de Jesús.

Hoy le tengo buenas noticias: ¡Él tiene un plan! Su plan es bueno, y su plan es unidimensional; es finito como el suyo, porque lo único que usted puede hacer con su plan es averiguar cuáles son sus mejores días. Lo único que puede controlar son las cosas controlables. No puede controlar las influencias externas, no es capaz de controlar el mal. Pero el plan de Dios es un buen plan. El plan de Dios recibe el mejor ataque de su archienemigo, Satanás, que infiltró el círculo íntimo de Jesús, haciendo que Judas traicionara a Jesús y lo entregara para que el Rey fuera asesinado. Dios no hace lo malo, como dijo el pastor Mark. Usa el mal. Dios tiene un plan. Jesús tiene un plan.

Hoy espero que cambien su perspectiva, que inviertan la configuración por defecto de cómo ven su plan y empiecen a entender quiénes son en el plan de Jesús, porque Él los ama. Su plan es bueno.

La Palabra de Jesús es más confiable que la nuestra

Lo segundo que quiero que vean hoy es lo siguiente: La Palabra de Jesús es más confiable que la suya. Sigamos con nuestro relato en Lucas 7, versículo 7. «Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos. Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí. Fueron, pues», y quiero que presten atención a esta frase porque la verán una y otra vez en el Evangelio de Lucas: «Y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua».

¿No les parece un excelente relato? Es como una novela de espionaje, ¿cierto? El Bourne identity del Siglo I, o Misión imposible: Expediente de pascua, Jerusalén. Es clandestino, no sabemos exactamente lo que pasó antes de esto, no sabemos si Jesús había preparado estas cosas. También sé que es Dios y que lo sabe todo y que puede hacer las cosas sin hacer planes como nosotros. Era muy común que todos los peregrinos extranjeros que venían a Jerusalén, si iban a celebrar las cenas de pascua, debían encontrar una sala de banquetes. O sea que los que vivían en Jerusalén a menudo se beneficiaban económicamente arrendando los aposentos.

Quiero que pongan mucha atención a esa frase. Jesús dice algo que parece una predicción. Dice algo que nos hace preguntar, «¿Estás seguro?». Este patrón aparece una y otra vez en que las cosas suceden tal como Jesús les dijo.

Contradice completamente la forma como los discípulos trataban a Jesús, porque siempre decían locuras a cada rato. Se comprometían con Jesús, y rara vez cumplían esos compromisos. Pero cada vez que Jesús habla, se dan cuenta que su Palabra es veraz. Su Palabra es confiable. Su Palabra es fiable.

En los versos que siguen, Pedro mismo le dice en la Última Cena, «Señor, nunca te dejaré. Estaré a tu lado. Iré a la cárcel contigo. Si es necesario, moriré contigo». Jesús le revela, «Antes que salga el sol, me traicionarás». Cuando lo confronta una niña adolescente, Pedro cede y niega a Jesús.

Pero al contrastar eso con Jesús. Todo lo que dice se cumple. Esas son buenas noticias. Son muy buenas noticias porque mis palabras no son confiables. Nuestras palabras, aunque sean con las mejores intenciones, no son confiables, no hay garantías, no son seguras, no siempre son ciertas. Pero Jesús no es así.

Lo que Jesús dice se cumple, y esto es de suma importancia porque Jesús dice muchas cosas como estas que no parecen de mucha importancia, cosas descabelladas como, voy a morir, resucitaré de los muertos en tres días. Establece la fiabilidad de las cosas más grandes que dice, al ser fiel en los detalles de las cosas más pequeñas.

Mis palabras no son confiables. Tenemos una tradición en la casa de los Bruskas—no la vamos a practicar en este traslado—cada vez que nos mudamos, cometo el error de decirles a mis hijas que conseguiremos una nueva mascota. Como para minimizar el impacto de la mudanza, les digo que pueden conseguir una mascota.

Nos habíamos mudado de una casa en Albuquerque a otra un domingo por la mañana; papá preparaba los wafles. «Mamá, descansa un rato y sal de la casa». Nos reunimos en torno a los wafles, y Jillian mi mira del otro lado de la mesa y dice, «Papá, eres un mentiroso». Me pareció un poco severo. Tenían una mascota, nos mudamos, pero aún no tenían la otra mascota. Y le dije, «Hija, técnicamente no soy un mentiroso. Un mentiroso, según el diccionario, desde el punto de vista semántico es alguien que tiene la intención de engañar. En realidad soy de poca confianza, porque dije que iba a hacer algo, y no lo hice». Y ella respondió, «Tienes razón, padre querido. Eso es cierto».

Algunos de ustedes están engañados por la falsa idea de que su relación con Jesús está asegurada por alguna declaración que ustedes hicieron. Hicieron compromisos, hicieron votos, le juraron su obediencia, y de alguna manera piensan que su palabra es lo que determina su relación con Jesús, siendo que es todo lo contrario. La Palabra de Jesús es la que nos los sostiene. Es la fiabilidad de Jesús que nos hace seguir adelante. Es la presencia de Jesús, segura, confiable, sin tacha, sin error, sin falla, que nos mantiene agradables y aceptos en su amor.

Un voto no confiable

Entonces fuimos al hospital. Un panel de doctores había empezado a evaluar el caso de nuestro hijo. Pediatras, cardiólogos, cirujanos. Se reunieron, y este fue el pronóstico que nos dieron a Kara y a mí de nuestro hijito. Dijeron, «Tiene un defecto cardíaco congénito, pero creemos poder arreglarlo. Al menos podemos desviarle la sangre de una parte a otra para suplir sangre oxigenada a su cuerpo. Creemos que su calidad de vida podría resultar así»:

Nos dieron una analogía específica. Dijeron, «Será como el muchacho adolescente que se mete a la piscina de un brinco, y se clava de un trampolín, y hace lo que los otros adolescentes hacen cuando van a la piscina. Pero nunca podrá integrar el equipo de natación». Eso me pareció esperanzador. De hecho, no me pareció tan malo porque lo que menos necesita el mundo es otro hombre en un traje de baño Speedo. Me pareció bien. Hermanas, ¿pueden decir, «amén» hoy? ¿Hombres, oyeron eso? Usan bermudas para nadar en la piscina, ¿cierto? Nadie en su sano juicio se pone un traje Speedo.

Recuerdo haber recibido esas buenas noticias en ese momento, e hice este voto, «Jesús, sé que será muy difícil, sé que tendrán que hacerle muchas cirugías, sé que a veces habrá incertidumbre, pero no dejaré de luchar. Me mantendré firme. No solo seré fuerte contigo, seré el hombre que mi familia necesita. Seré el líder. Nunca retrocederé».

Después de varias cirugías, una cuantas semanas después, las cosas no habían mejorado. Francamente habían empeorado mucho. Durante las principales cirugías, cuando había terminado, tratábamos de extubarlo con la ayuda del doctor, para remover el tubo que le ayudaba a respirar. Fue algo brutal. El pobre nene respiraba agitadamente y lloraba como un pez fuera del agua, no podían introducir oxígeno en sus pulmones. Tendríamos que volver a entubarlo. Una complicación resultó en otra; ahora tenía úlceras e infecciones.

Un sábado por la noche estaba leyendo un libro junto a su cuna, Kara estaba en casa con Lisa, y casualmente miré hacia arriba, y empezó a gotear sangre en la sonda nasogástrica que lo alimentaba. Llamé a la enfermera, y ella mandó llamar a los doctores. Entraron en el cuarto, y dijeron, «Tenemos que pedirle que salga. Le hablaremos en unos minutos».

Hasta ahí llegué. Ya no pude más. No me quedaba nada, sobre todo en lo que respecta a Jesús. Había hecho mis votos; había hecho mis promesas, pero no podía cumplirlas. Sucedió en un tiempo donde no había muchos celulares. Recuerdo que fui al teléfono público, descolgué la bocina, llamé a mi madre y le dije, «Tienes que orar a Jesús, porque yo ya no puedo. No sé lo que estoy sintiendo, ni en lo que creo, pero sé que no tengo fuerzas».

Necesitan entender. Lo que nos sostiene es la calidad y la fiabilidad de Su Palabra. Una y otra vez a lo largo de este evangelio, vemos a Jesús diciendo cosas que pasamos por alto o que dudamos, pero una y otra vez, ¿adivinen qué pasa? Él nos muestra que son verdad.

Amigo no cristiano, escúcheme. No piense que por haberle hecho votos a Jesús cuando se encontraba en aprietos que está en una buena relación con Él. Cuando estaba en la universidad conocí un tipo llamado Jimmy que prestó servicio militar en Vietnam. Era una rata de túneles. Su trabajo era extraer al enemigo de su sistema de túneles. Estuvo en tantos aprietos, y en uno de los más difíciles le prometió a Jesús, «Si dejas que salga vivo de esta guerra, te serviré el resto de mi vida». Conocí a Jimmy 20 años más tarde y era un borracho fracasado. Su vida estaba completamente desconectada a Jesús.

Tenemos que entender que Su Palabra es digna de confianza. Su Palabra es veraz. Su Palabra es eficaz. Su Palabra nos sostiene. Nuestra palabra, no tanto. ¿Están dispuestos a cambiar su perspectiva? ¿Están dispuestos a cambiar su punto de vista? ¿Están dispuestos a arrepentirse y no dejar que su relación con Jesús se base en sus promesas, en sus compromisos, en sus declaraciones, sino en Sus promesas porque son verdaderas, confiables, y buenas?

Su amor es más grande que el nuestro

El último punto y acabamos. Entremos en el corazón de la comunión. Su amor es más grande que el nuestro. Lucas 22:14, «Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. Y les dijo: «¡Cuánto he deseado!»; «¡Cuánto he deseado!»; «¡¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios».

Quiero que entiendan lo que está pasando aquí en el idioma original de la Biblia. Lo más probable es que Jesús hablaba arameo. La Biblia fue escrita en Griego Koiné, una antigua lengua griega, y la palabra traducida cuanto he deseado, en realidad se repite dos veces. Significa que Jesús estaba cargado de emoción. Tiene mucha pasión. Jesús tiene un momento de acercamiento muy emocionante con sus discípulos.

Creo que Juan, otro discípulo que estuvo en esa cena, lo capta mejor cuando dice en su evangelio que Jesús amó a sus discípulos hasta el fin. ¿Por qué estaba tan emocionado Jesús? Se me ocurren dos razones por las que seguramente no lo estaría. Una tal vez, era que Jesús era apenas un tradicionalista y la Pascua era algo muy sentimental para Él. Llevaba casi 32 años celebrándola. Pero está a punto de cambiarle el significado para siempre. Está a punto de cumplir la Pascua. Está a punto de convertirse en lo que proclamó Juan el Bautista, «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». No pienso que fue eso.

No puedo imaginarme que haya sido la comida que le gustaba a Jesús, que era el pan sin levadura y las copas que debía beber, y el cordero asado. ¿No es el mismo Jesús que dijo, «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»?

Creo que Jesús está muy consciente de lo que va a lograr. Que redimirá a sus discípulos. Que la relación que tienen con Él cambiará para siempre porque morirá en la cruz por sus pecados. Él se convertirá en el pecado de ellos, para que se conviertan en la justicia de Dios, y tengan una relación nueva de ahí en adelante que al final será perfeccionada en el reino de Dios donde vivirán en una relación perfecta con Él y le adorarán todo el tiempo. Esa meta lo apasiona. No se olviden al recibir la comunión hoy, que es muy importante para Jesús. Que Él tiene muchos deseos de cenar con nosotros hoy en familia. Que los ama.

Veamos el texto. Nos da más significado, «Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros. porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto». Subrayen eso, resáltenlo, pónganle un círculo. Volveremos a ese tema. «En mi sangre, que por vosotros se derrama. Mas he aquí, la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. A la verdad el Hijo del Hombre va, según lo que está determinado; pero !!ay de aquel hombre por quien es entregado! Entonces ellos comenzaron a discutir entre sí, quién de ellos sería el que había de hacer esto».

Entendamos lo que Jesús está diciendo. Necesitamos una vista panorámica de toda la Biblia para entender el significado de lo que acaba de decirles a sus discípulos. Que esta cena que están a punto de comer cambiará para siempre por medio de su cuerpo y su sangre, y su obra en la cruz por nosotros. Dice algo muy profundo que debemos leer con detenimiento. O sea, «El nuevo pacto en mi sangre».

La Biblia nos da este concepto de principio a fin, que Dios busca a las personas pecadoras e inmerecedoras por medio de un pacto. Dios le promete a un hombre llamado Abram en Génesis 12 que de Abram saldría una gran nación, que el nombre de Abram sería grande, y que por medio de sus descendientes y la nación que se formaría, bendeciría a todas las familias de la tierra.

Después Dios define ese pacto un poco más cuando redime a su pueblo de Egipto, y en la Biblia eso se llama el Antiguo Pacto. Como Dios los ama, como Dios los ha perdonado, como la misericordia de Dios está sobre ellos, les da alrededor de 613 mandamientos que deben guardar, no para que los ame, sino porque ya los ama y ahora podían vivir en una buena relación adorándole.

Al irse desenvolviendo el Antiguo Testamento, existe este problema: El pueblo de Dios en realidad no lo ama mucho, no le obedece. Y Dios hace una promesa asombrosa en el libro de Jeremías que quiero leerles. Jeremías 31:31, y quiero que pongan atención a una frase que repite una y otra vez aquí:

«He aquí, vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado».

¿Cuál es la frase que se repite una y otra vez, Mars Hill? Daré, escribiré, seré. Es decir, haré tal y tal cosa. Dios Padre dice al su pueblo, «Haré tal cosa, rectificaré tal cosa, cambiaré tal cosa, arreglaré tal cosa». Llega Jesús y en la cena de Pascua dice, «Esta es mi sangre», y la sangre era necesaria para que se cumpliera el pacto. Es mi sangre por todos estos, por medio de la cual haré que todas las promesas se cumplan».

O sea que Jesús les está diciendo a sus discípulos que Dios, por el amor que tiene por su pueblo, trae perdón, trae reconciliación, les da Su Espíritu para que vivan una vida librada, transformada, siendo obedientes de adentro hacia afuera. Lo logra perfectamente por medio de la sangre derramada de Jesucristo. Son buenas noticias. ¡Son buenas noticias! Son las mejores noticias. Significa que ahora por medio de Jesús, hay un camino, por medio de su vida perfecta, y su muerte expiatoria; por medio de su victoriosa resurrección, para que tengamos una relación con Dios, sin pecado, tanto en lo que somos como en la practica.

Quiero que vean que Su amor es más grande que el nuestro. Quiero que dejen de ver su relación con Jesús en base a cómo lo aman, y en cambio que vean que Él los ama. No es un amor abstracto y conceptual, sino un amor deletreado con su propia sangre. De eso se trata esta cena que compartiremos juntos hoy. Se trata de Su amor por nosotros.

Un corazón frío

Nuestro hijo murió el 15 de diciembre. Las cosas empeoraron mucho en los últimos dos días. El día 15, los doctores nos llamaron a Kara y a mí a entrar al cuarto y dijeron, «No podemos hacer nada más». Dijeron, «De hecho, solo respira por medio del mecanismo de soporte vital. Creemos que necesita removerlo ahora». Oramos, discutimos, hablamos. Era obvio que había empeorado rápidamente y parecía que se le había agotado la vida. Firmamos el documento para librar al hospital y a los doctores de toda responsabilidad.

Después dejaron que lo tomara en mis brazos, le desconectaron los tubos, y se fue en un instante. Kara y yo lo cargamos, porque no podíamos hacerlo mucho cuando estaba restringido por los tubos. Entramos con Lisa, su hermana mayor, y ella lo besó en la frente. Los familiares entraron y lloraron por él. Nos permitieron todo el tiempo que queríamos y estuvimos ahí bastante tiempo. Lo colocamos sobre su pequeña cama de hospital. Y cuando salimos del cuarto, recuerdo que miré hacia atrás una vez más, y dije, «Jesús, aún no es demasiado tarde. Si quieres resucitarlo aquí, ahora mismo, con gusto lo recibiría». Nada.

De repente, se me puso nebulosa la mente. ¿Alguna vez se les han tenido la mente nebulosa? ¿Alguna vez han estado deprimidos? No hay sino nieblas. Mi corazón se puso frío con Jesús. Fui a casa y no dormí bien esa noche. Me levanté al día siguiente y empecé a rastrillar las hojas; tenía que hacer algo. El otoño había llegado; vivíamos en Texas. El otoño había llegado en los meses que estuve en el hospital, había mucha jardinería por hacer, y me la pasé rastrillando hojas todo el día. Al día siguiente fui a la funeraria, hice los preparativos. Mi mente todavía estaba nebulosa. Todavía tenía frío el corazón.

Llegó el día del funeral y vinieron unos amigos cercanos y miembros de la familia, hicimos el velorio para que la gente pudiera despedirse. Cerramos el féretro y lo rodaron a la funeraria donde celebraban el culto. Mi corazón todavía estaba frío para con Jesús. Completamente frío. No sabía lo que iba a hacer. No sabía lo que me aguardaba en el futuro. Ni siquiera sabía, francamente, lo que sentía o pensaba de Jesús.

Entonces empezó el culto. La experiencia más asombrosa que he tenido en mi vida. Estaba sentado con Kara, la sostenía de lado mientras ella lloraba; yo estaba frío. Fue como si Jesús viniera del otro lado como mi hermano mayor. Puso su brazo sobre mí. No fue solo mi hermano chévere, sino mi hermano mayor, el Rey de Reyes y Señor de Señores. Me acercó a Él, como si me dijera, «Yo me encargo de esto. Por eso vine yo. No te dejaré. No te preocupes por tu corazón porque mi corazón es el que hace que las cosas sigan».

Después del funeral, hicimos un culto al lado del sepulcro. Colocamos el féretro en la fosa, y como a las dos paladas de tierra un tipo tocó el solo «Asombrosa gracia» con su trompeta. Y esas palabras, aunque nadie estaba cantando, me conmovieron. En ese momento conocí la presencia de Jesús como jamás la había conocido antes o después. Estaba ahí y me amaba. Se puso mi corazón, restauró mi corazón, y no fue por algún esfuerzo de mi parte, no fue por alguna habilidad mía, porque yo no daba más y no sabía lo que quería hacer.

Un amor que está deletreado con sangre

En realidad es el significado de esta cena. ¿Saben lo que va a pasar en nuestra historia, que el pastor Mark abordará más adelante? ¿Saben lo que hacen los discípulos después de este asombroso momento de intimidad con Jesús? Empiezan a discutir entre sí sobre de quién sería el mayor. Ahí estaban pintados. Ahí estamos pintados, ¿no es así? ¿Saben lo que Jesús hace teniendo eso en cuenta? Va a la cruz. Paga sus pecados. Según las Escrituras, resucita de los muertos para justificarlos. Los transforma, y ellos cambian el mundo.

Quiero que hoy reciban la comunión de una manera distinta. Cristiano, no es el momento de sentirse melancólico y atroz. Es hora de darse cuenta que su Creador, según Colosenses 1, el Señor Jesús, por medio de quien toda cosa y toda persona fueron creados, hasta que todo vuelva al final, Él los ama. Está ansioso de cenar con nosotros como familia. Porque nos ama, y su amor no es abstracto. Es un amor eficaz. Es un amor espeso. Es un amor transformador. Es un amor que está deletreado con sangre. Es un amor que recordamos con pan y vino. ¿Están dispuestos a cambiar su enfoque hoy para enfocarse en lo que esta cena significa para Jesús?

No cristiano, ¿qué tal hoy? ¿Qué tal si hoy recibe su primera comunión como un nuevo cristiano? Los no cristianos siempre me preguntan, pastor Dave, «Entiendo intelectualmente lo que significa volverse cristiano, que uno se aparta del pecado y confía solo en Jesús. Pero no entiendo cómo debe sentirse uno».

Permítanme decirles cómo se siente uno. Dos cosas ocurren ahora simultáneamente en su corazón. Una es mucho más grande que la otra. Lo primero que sucede es que empieza a tener un sentido de culpa, quebrantamiento y genuina vergüenza por el hecho de que este Jesús, que le ha amado, que lo ha buscado, que murió por sus pecados, usted se ha rebelado contra Él y lo ha resistido. Se siente legítimamente mal por eso. Pero hay otro sentimiento que rebasa el primer sentimiento, y es que reconoce ser amado y que Alguien lo busca. Y que Su vida perfecta, su muerte expiatoria, y su resurrección posterior le permiten ser perdonado del pecado y librado para andar en novedad de vida, en torno a Él, adorándole. ¿Está dispuesto a responderle hoy? Oremos.

Señor, Jesús, gracias que tu amor nos cambia. Gracias porque tu discípulo Juan, dijo más tarde, «Y este es el amor, no que hayamos amado a Dios, sino que Dios nos amó primero». Y su Hijo, tú Jesús, eres la propiciación por nuestros pecados. Eres la respuesta al problema del pecado que nos separa de ti. Gracias porque nos amas. Gracias porque nos sostienes. Gracias porque nos libras. Pido que al compartir juntos esta cena hoy como familia, que la veamos de otra manera. Pido por los que están en este auditorio y aún no soy cristianos, que te conozcan en este momento, que se aparten del pecado, que confíen en ti, no solo con asentimiento intelectual, sino con un corazón impactado. Que juntos salgamos de este lugar transformados radicalmente, estando en misión contigo, para contarle al mundo de este gran amor. En tu buen nombre lo pido. Amén.

Nota: Esta transcripción ha sido editada.