Jesús y la ley (Lucas 16:14–18)

Lucas 16:14–18

14 Los fariseos, que eran amantes del dinero, oían todas estas cosas y se burlaban de El.
15 Y El les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos ante los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, porque lo que entre los hombres es de alta estima, abominable es delante de Dios.
16 La ley y los profetas se proclamaron hasta Juan; desde entonces se anuncian las buenas nuevas del reino de Dios, y todos se esfuerzan por entrar en él.
17 Pero más fácil es que el cielo y la tierra pasen, que un ápice de la ley deje de cumplirse.
18 Todo el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la que está divorciada del marido, comete adulterio.

Introducción

Bien, ¿saben en cuál libro de la Biblia estamos? Sí, en Lucas. Si no sabían eso, deben ser nuevos. Llevamos más de un año en Lucas. Hoy veremos Lucas 16:14–18, Jesús y la ley. Pueden encontrarlo en su Biblia o en su aplicación.

Por aquí vamos en la historia. Jesús hace su gran recorrido hacia la gran ciudad de Jerusalén, donde al final morirá en una cruz por nuestros pecados, y resucitará de los muertos como nuestro Salvador. Por el camino predica y enseña, y de vez en cuando tiene conflictos con varios tipos de religiosos. En la sección anterior a la que estudiaremos hoy, Jesús acaba de dar una disertación sobre el dinero, y concluye su presentación diciendo: No pueden adorar a Dios y al dinero. Podrían adorar a Dios y usar el dinero, o podrían adorar el dinero, pero no pueden adorar a Dios y al dinero simultáneamente.

Como resultado, los líderes religiosos se ríen de él porque como suele suceder con los que son religiosos e hipócritas, hacen las cosas por dinero. Jesús tendrá una discusión muy importante con ellos sobre la salvación.

El éxito no puede salvar

Abordamos la historia en Lucas 16:14–15, donde Jesús enseña que el éxito no puede salvar. Dice, «Los fariseos», o sea los líderes religiosos «que amaban el dinero», ese es el problema, «oían todas estas cosas y se burlaban de él», se rieron de él, lo ridiculizaron, tristemente como lo siguen haciendo algunas personas hoy en día. «Y les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos ante los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, porque lo que entre los hombres es de alta estima, abominable es delante de Dios».

Jesús enseña sobre el dinero, que debemos usar el dinero pero no amar el dinero; que debemos adorar a Dios con el dinero, pero no adorar el dinero como si fuera Dios, burlándonos de Él, ridiculizándolo, mofándonos de Él, porque la religión puede ser un negocio muy lucrativo, y ellos amaban el dinero.

No creían estar en ningún peligro. No creían que Dios estuviera disgustado con ellos. De hecho pensaban que por ser tan religiosos, poderosos y exitosos, o que por tener tanto éxito y poder económico que Dios los había bendecido. Es un error que podemos cometer hoy en día. Suponer que «Como son tan populares, tan ricos, y como sus vidas van tan bien, que Dios no puede estar disgustado con ellos. Que debió haberlos bendecido». Pero no siempre es así. No diríamos lo mismo, por ejemplo, de un narcotraficante. «Muchas personas se sienten atraídas a ellos. Parece que les va bien con el negocio. La influencia de ellos aumenta. Dios obviamente los está bendiciendo». Pero nosotros diríamos que no, porque otros factores entran en juego. A veces la religión mala, avara, falsa, puede ser muy popular y lucrativa.

Y Jesús dice, «Solo se han justificado a los ojos de los hombres». O sea que la gente los mira y dice: «Oh, es una persona moral, espiritual, servicial y bondadosa. Hasta cierto punto lo apreciamos». Jesús dice que esa clase de justificación no sirve para nada. No es suficiente que la gente piense bien de nosotros. La pregunta es, ¿qué piensa Dios?

Él usa las palabras «justificáis», o «justificar». O sea que el asunto es importantísimo. Fue el asunto principal en algo llamado La Reforma Protestante donde hubo un debate dentro del cristianismo sobre cómo son justificadas las personas a los ojos de Dios. El punto es este, que Dios es santo, y Dios es bueno, y Dios es justo, y Dios no tiene pecado. Nosotros somos impíos, y nosotros somos injustos, y somos pecadores. Pecamos por naturaleza. Pecamos porque queremos. Pecamos en lo que hacemos. Pecamos en lo que decimos. Pecamos con nuestras obras. Pecamos con nuestros motivos. Pecamos por comisión, cuando hacemos lo que no debemos hacer. Pecamos por omisión, cuando no hacemos lo que deberíamos hacer, porque Dios nos creó para hacerlo. Como resultado, la Biblia declara que todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios.

La pregunta es, ¿cómo pueden ser declarados justos los pecadores a los ojos de un Dios santo? Dios no puede pasar por alto el pecado. Si lo hiciera, sería impío e injusto. Dios no puede aceptar, tolerar, ni dar cabida a nuestro pecado. Si lo hiciera, de igual manera sería impío e injusto.

Por ende nos hallamos en una condición muy mala donde aprendemos que nuestro éxito no puede salvarnos. La persona más moral del mundo no es lo suficientemente moral. La persona más devota del mundo no es lo suficientemente devota. La persona más obediente del mundo no es lo suficientemente obediente porque el estándar de Dios es la perfección. Por eso dice Jesús en otra parte que seamos perfectos así como nuestro Padre Celestial es perfecto. Dios es un ser perfecto; su reino es un lugar perfecto, y solamente los perfectos están en condiciones de estar en su presencia en ese lugar. Nos encontramos en un horrible aprieto. Tenemos que saber esto: que en nuestro estado natural estamos destinados al tormento consciente y eterno del infierno. Separados de Dios, sufriremos para siempre. Si fuera nuestra única alternativa, sería una alternativa justa.

Pero como Jesús ama aún a aquellos líderes religiosos avaros, hipócritas, beatos, como nos ama a nosotros aún en nuestros pecados, les dice la verdad aunque se burlan de Él. Puede que al oír esto algunos de Uds. respondan casi de la misma manera. «Es una tontería. Es una locura. Está pasado de moda». Puede que al menos en nuestro corazón nos burlemos de las palabras de Jesús, como ellos. Eso demuestra que somos como ellos. No somos buenas personas. Somos malas personas. A fin de cuentas si nos presentamos delante de Dios, Él no podrá declarar que hemos vivido sin pecado, una vida perfecta, maravillosa, sin fallas, impecable. Ninguno de nosotros califica. Teológicamente todos somos pecadores. Prácticamente, eso es lo que implica la gente, hasta los que no son cristianos, cuando dicen: «Nadie es perfecto». Eso es muy cierto. Es muy cierto. Su éxito no puede salvarlo. Cualquier comodidad, bendición, o sosiego que tenga en su vida no significa que por eso tenga la aprobación de Dios.

La ley no puede salvar

Lo que pasa es que algunas personas se viran hacia la religión, una religión dura y moralista. Después Jesús sigue diciendo que la ley no puede salvar. Aquí la ley se refiere a las Escrituras del Antiguo Testamento, empezando con los primeros cinco libros de la Biblia, el Pentateuco, lo cual significa un libro en cinco partes, escrito por Moisés en su mayor parte. Contenía unos 613 mandatos. Haga esto. No haga aquello. Está lleno de leyes.

Pero Jesús dijo lo siguiente: Lucas 16:16–17. «La ley y los profetas se proclamaron hasta Juan», el primo de Jesús, o sea Juan Bautista, «desde entonces se anuncian las buenas nuevas del reino de Dios, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que el cielo y la tierra pasen, que un ápice de la ley deje de cumplirse».

Jesús dice que desde el principio del pecado humano, los profetas han venido a proclamar leyes y a revelarnos el estándar de Dios que es la santidad, la justicia y la obediencia perfecta. Sin embargo, la ley no puede salvar.

La religión supone equivocadamente, o cree que la ley puede salvar. Por eso es que la gente religiosa toma la Biblia y dice «Bien, este es el manual. Hagan esto. No hagan aquello». Suponen que al hacer lo bueno y no hacer lo malo, al rendirle cuentas a Dios Él los declarará santos, y justos a sus ojos. Sin embargo, rompemos las leyes de Dios en todo momento, y nadie es perfecto. La Biblia dice en otra parte que romper una sola ley es invalidar toda la ley. A algunos nos gusta decir, «Guardé la mayoría de las leyes, o al menos la intención de la ley». Algunos no echamos de ver ciertas porciones de la ley, o justificamos ciertas cosas. «Es una norma cultural. Es anticuado. Ocurrió en otro tiempo. Las cosas han progresado. Mi personalidad es diferente». Encontramos la manera de hacer excusas.

Pero Jesús dice, «Ni un ápice de la ley, ni una jota ni una tilde dejarán de cumplirse cuando Dios el Juez justo investigue toda nuestra vida». Esto debería llamarnos la atención y preocuparnos. Esto sucede porque la Biblia es buena y nosotros somos malos. Entre más leemos la Biblia, más nos damos cuenta de lo malos que somos, ¿no es cierto? A menudo los no cristianos lo dicen al igual que los cristianos. «Pastor, estaba leyendo la Biblia, pero no está funcionando». ¿A qué se refiere? «Entre más la leo, peor me siento». «No, le aseguro que sí está funcionando. Funciona muy bien». Uno no sabe lo pecador que es hasta que entiende las leyes de Dios. Entonces empezamos a compararnos no con nosotros mismos sino a la Palabra de Dios. Reconocemos cuánto pecado hay en nuestro corazón, en nuestra mente, y en nuestra vida. ¿Cuántos de Uds. entre más leen la Biblia, más reconocen lo malos que son? Pasajes sencillos como «Ama a tus enemigos, ay no. Tengo una larga lista de personas que debo amar así. Pues al menos no he adulterado. Oh, Jesús dice que si adulteramos en nuestro corazón, Él conoce nuestro corazón. Ayayay. Vaya, soy muy culpable».

La ley no puede salvar. La ley existe para mostrarnos nuestro pecado. Para mostrarnos que desesperadamente necesitamos un Salvador y que no podemos salvarnos a nosotros mismos por medio de la moralidad, las buenas obras, la religión, etc.; y dice previamente que eso es abominación. Ofende a Dios. No le agrada. Le es repugnante. No lo invita. Los que saben que son pecadores, que saben que necesitan ayuda, los que reconocen que necesitan un Salvador, le dan la bienvenida a Dios y no se burlan de Él como esta gente religiosa. La ley no puede salvar.

En cambio lo que necesitamos es un Salvador. Después nos habla de las buenas nuevas del reino de Dios. Las buenas nuevas literalmente significa el evangelio. Las malas noticias son que somos pecadores, pero las buenas noticias son que hay un Salvador. Las malas noticias son que no hemos guardado las leyes de Dios. Las buenas noticias son que nuestro Salvador ha guardado todas las leyes de Dios; que nosotros somos malas noticias, pero Jesús es buenas noticias; que nuestro Dios se hizo hombre, que nuestro Dios vivió sin pecado, que nuestro Dios nunca quebró ninguno de los mandamientos de las Escrituras, que Jesús, nuestro Dios, al hacerse hombre vivió una vida perfecta, sin pecado, y obediente. Vivió la clase de vida que deberíamos haber vivido, lo cual no hicimos. De pensamiento, palabra, obra, motivo, Él guardó en completa y total obediencia la ley de Dios en su totalidad. Solo una persona ha vivido sin pecado, su nombre es Jesucristo.

Las buenas noticias son que Él fue crucificado, que sufrió y murió en nuestro lugar, por nuestros pecados, como sustituto y Salvador, para cancelar nuestra deuda a Dios. Además nos da su justicia. Nos da su obediencia. Nos da su perfección. Martín Lutero lo denomina apropiadamente, «El Gran Intercambio». Esas son buenas noticias. Cuando estemos solos delante del Padre, que es perfecto, santo, un Juez justo, no podremos gloriarnos de nuestra vida. Nos gloriaremos de la vida de Jesús. No le diremos todo lo bueno que hicimos. Le contaremos lo bueno que su Hijo ha sido con nosotros. No cantaremos nuestras propias alabanzas. Cantaremos las alabanzas de Cristo, de tal manera que cuando el Padre nos pregunte: «¿Por qué razón debo declararte justificado y justo a mis ojos?», le diremos que pertenecemos a Jesús. Él es nuestro Salvador. Él es nuestra justicia. Es nuestro Dios. Es nuestras buenas noticias.

La gente religiosa no sabe nada de esto. Amigos, no se trata de nosotros, sino de Jesús. No se trata de lo que hacemos, sino de lo que Él hizo. No se trata de la vida que vivimos, sino de la muerte que Él murió. Se trata de Jesús. Esas son las buenas noticias.

Todos son hipócritas

Y estas personas todavía no caen en cuenta, como a veces nos pasa también a nosotros. Jesús les dará a conocer un pecado específico en sus vidas que revela que no son tan santos como se creen y que son unos hipócritas. Jesús lo hace porque los ama. Si han estado bajo la convicción del Espíritu Santo, Jesús les está sirviendo en forma parecida porque los ama. No está tratando de destruirlos o consternarlos. Los invita a conocerse Uds. mismos para que puedan conocer de veras quién es Él y lo desesperadamente que lo necesitamos.

El siguiente punto importante que Jesús hace es que todos son hipócritas. Mejor dicho, todo el mundo. ¿Cierto? Lo que sucede es lo siguiente, así como les sucede a estas personas. Ven más claramente el pecado de otros que el de ellos. ¿Tendemos a hacer eso, no? ¿Algunos de Uds. son casados? ¿Han notado a su pareja? Tienen pecados en sus vidas y ni siquiera los ven. Son totalmente ajemos a ellos. Y piensan lo mismo de uno. Es porque los pecados de otros son más claros que los nuestros.

Somos hipócritas. ¿Cuántos de Uds., si se juzgaran por sus propias reglas, serían culpables, aun sin contar las leyes de Dios? ¿Cuántos de Uds. tienen reglas, leyes, juicios, preferencias, legalismos, y causas, y son culpables, pero juzgan a los demás por no vivir conforme al estándar que Uds. mismos se imponen? Así somos nosotros. Somos hipócritas. Nunca debemos decir: «No puedo creer que la gente haga tal cosa». Deberíamos decir, «No puedo creer que la gente sea como yo». Sería más correcto, ¿cierto?

Tienen hipocresía, porque hasta este momento hemos visto repetidas veces en el relato del Evangelio de Lucas, en más de un año que llevamos recorriendo este libro de la Biblia, que siguen discutiendo con Jesús. «Oh, sanaste a alguien en el Día de Reposo? No deberías sanar en Día de Reposo. Tenemos muchas reglas y no puedes quebrar ninguna de ellas». Pues, ellos han estado quebrado una regla muy pero muy grande. Jesús nunca quebró un solo mandamiento de la Biblia, sin embargo ellos frecuentemente quiebran uno de los mandamientos más grandes de la Biblia: No cometerán adulterio; no se divorcien. ¿No es sorprendente cómo la hipocresía religiosa a veces puede reparar en nimiedades y obviar los asuntos importantes?

Jesús lo dice así: Lucas 16:18, «Todo el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la que está divorciada del marido, comete adulterio».

Sucede lo siguiente: Estos líderes religiosos eran muy populares y ricos. Una de las causas de su popularidad ¿saben cuál era? Les concedían divorcios a las personas sin ningún fundamento bíblico. «¿No está feliz? Está bien. ¿Quiere una anulación? Nos parece bien. Solo venga y díganos que no está contento y escriba un cheque enorme para nuestro ministerio. Sacaremos algunos pasajes bíblicos fuera de contexto y les diremos: “Dios no tiene ningún inconveniente con eso”». Algunas iglesias, denominaciones, y líderes aún lo hacen. La Biblia los llama falsos profetas, falsos maestros, falsos apóstoles. Son gente contratada. Uno entra, les dice lo que quiere, les escribe un cheque, y se vuelven como loros que repiten lo que uno les dice que digan.

Hay unas cuantas iglesias grandes en Estados Unidos, no les diré cuáles son, pero es sorprendente hoy en día porque los pastores de esas iglesias se están divorciando de sus esposas, algunos con cargos de adulterio, y ni siquiera se están tomando una semana de descanso, el asunto continúa. Los miembros de sus congregaciones no se van, ni le declaran la guerra, ni contratan a otra persona. En parte podría ser que los que vinieron a esa iglesia querían vivir desobedientemente, y mientras los líderes les den licencia para vivir desobedientemente no les incomoda que ellos mismos vivan desobedientemente. Es horrendo, pero común.

Hay algunas iglesias que para seguir recibiendo muchas ofrendas, y tener muchos miembros, y para no ahuyentar a los más poderosos entre ellos, no llaman a la gente a arrepentirse de sus pecados. En cambio, les dan cabida y los toleran. En realidad eso no es amar a Dios; no es amar a esa gente, sobre todo cuando se trata del matrimonio.

Entraremos en el tema del divorcio, pero a decir verdad, muchos cristianos no tienen un fundamento bíblico para divorciarse. Algunos sí. Queremos ser bondadosos, sensibles y amorosos con este asunto, sin embargo, muchos cristianos se están divorciando y muchas iglesias permiten esta clase de comportamiento, pues toleran y dan cabida al adulterio y no todos tienen una base bíblica para hacerlo. Algunas iglesias no hacen su trabajo y caen en el mismo trágico error y en la misma locura, como estos líderes religiosos. Es triste. Es doloroso.

¿Y qué del matrimonio? Algunos de Uds. son solteros, pero el 93% de Uds. estadísticamente se casarán. Al tratar el tema del divorcio, Jesús aborda un tema que nos afecta a todos. Para algunos de Uds., esto les pasó a sus abuelos, o a sus padres. Para otros, les pasó a sus familiares, a sus amigos, a personas que aman y conocen, y su vida está como en primera fila y pueden ver su dolor, es difícil presenciarlo. A todos nos afectan esas cosas: familiares, amigos, colegas de trabajo, vecinos, personas que amamos y queremos. Para algunos, Uds. ya se ha divorciado. Para otros, apenas se está divorciando. Para algunos, si Dios no les da una gracia especial, van rumbo al desastre, a la devastación, al divorcio.

Jesús les dice a estos líderes religiosos, «¿Por qué se la pasan criticando a todo el mundo, si Uds. mismos se divorcian de sus esposas? Por qué le imponen cargas pesadas a la gente, si Uds. mismos cometen adulterio contras sus propias esposas? ¿Por qué discuten con la gente sobre asuntos de segunda importancia, cosas que no importan, siendo que lo más importante del mundo después su relación con Dios es la relación que tienen con sus cónyuges? ¿Por qué no examinan, investigan, ayudan, y aconsejan a esas personas con las situaciones que les presentan? Solo cobran sus cheques y dejan que se divorcien, y les dicen que Dios está de acuerdo con eso».

Algunos lo hacen sutilmente. Otros abiertamente. Les daré un ejemplo que creo que haberles compartido antes. Sucedió al comienzo del ministerio. Un hombre vino a buscar consejería y había adulterado repetidas veces o en forma habitual contra su esposa. Inclusive contrataba prostitutas. Me lo dijo, y le dije: «Tiene que decírselo a su esposa. O Ud. le dice, o yo le digo, pero ella tiene que saberlo pronto. Le recomiendo que vaya y le haga un examen porque quién sabe, puede que haya contraído algo». Tenían hijos. Era un desastre. Me dijo, «Oh, no, no, no, no puede decírselo». «Claro que puedo. Claro que sí». «Oh, creo en la confidencialidad». «¿En serio? Pues yo creo en Jesús, así que Jesús le gana a la confidencialidad. Piedra, papel y tijeras. Entre Jesús y la confidencialidad, gana Jesús». Me miró y me dijo, «¿Qué tal si le doy un cheque por $250.000?». Le dije, «¿Acaso soy una prostituta? No estoy a la venta». ¿No es cierto? No podemos comprar la aprobación de Dios. No podemos comprar una aberración de la Biblia que cuadre con nuestro corazón pecaminoso. No y no. «Amamos a su esposa y a sus hijos, y amamos a Dios, amamos la verdad, sí y lo amamos a Ud., pero la verdad no puede comprarse. La verdad nunca puede comprarse, porque la verdad le pertenece a Dios. Todos tendremos que rendirle cuentas, incluyéndome a mí».

El divorcio

Hablaremos del divorcio. Aquí Jesús no nos da una larga lección sobre el divorcio. Lo usa como ejemplo de un pecado en sus vidas. Sé que crea para nosotros una serie de preguntas complicadas, difíciles, y dolorosas. Permítanme tratar de contestarlas para tratar de servirles. Por lo general, seguiría adelante con Lucas, pero cuando nos topamos con un tema tan cataclísmico en nuestros días como el divorcio, tenemos que parar y desglosarlo bíblicamente. Si están casados, les voy a pedir que se tomen de la mano. Si no pueden hacerlo, eso me muestra que tienen problemas.

¿Qué razones legítimas admite la Biblia para divorciarse?

La primera pregunta sobre el divorcio, ¿Qué razones legítimas admite la Biblia para divorciarse? Es la primera pregunta. Es la primera pregunta. A modo de introducción, permítanme abordar el tema como pastor. Al contestar preguntas y darles versículos de la Biblia les insto que lean y estudien por su cuenta, por favor, por favor, no conviertan esto en una ecuación matemática. Estamos tratando con seres humanos y sus vidas. Estamos tratando con la segunda relación más importante, la relación con su cónyuge, que es la relación de mayor prioridad después de su relación con Dios. Lo que les gusta hacer a algunas personas con hipocresía, es convertir asuntos como el divorcio en una ecuación matemática. «Oh, sí, no, sí, no. Oh, sí. No, no pueden divorciarse. Si pueden divorciarse». No son matemáticas, es la vida. Las matemáticas son fáciles, la vida es difícil porque hay variables muy complicadas y difíciles. Queremos obedecer la Biblia, pero para hacerlo, la Biblia también nos dice que participemos como personas en las vidas de los que sufren. Los pastores dan consejería y cuidado, por favor no traten este tema como una ecuación matemática.

Además, no se apresuren a juzgar. Por el hecho de que su amigo esté sufriendo, o haya pedido un divorcio no significa que deba precipitarse a defenderlo. La Biblia dice en Proverbios que todos creen tener la razón hasta que se oye el otro lado. Eso es muy cierto, sobre todo cuando se trata del matrimonio. ¿Cuántos de Uds. han oído un lado del argumento, se ponen furiosos, y al oír el otro lado dicen, «Un momento, es una historia completamente distinta». Bienvenidos a la consejería pastoral.

Aprendí esto a las malas principiando el ministerio, y he usado esta ilustración varias veces. Soy un hombre a quien le importa mucho que las mujeres sean tratadas cariñosa y respetuosamente y que los hombres no sean ásperos con sus esposas. Una mujer, no recuerdo si llamó o si vino a la oficina, estaba muy conmocionada y llorando; era una mujer joven que apenas se había casado. Me dijo, «Pastor Mark, mi esposo me agarró y me asustó, y me sujetó». En nuestra iglesia no. Me puse la capa roja, la camisa con la S inscrita, y me propuse resolver el problema. Llamé al tipo para que viniera a mi oficina, y le dije, «¿Es cierto lo que dice?». «Sí, lo es. ¿Pero puedo explicarle los detalles?». «Claro que sí». Me dijo, «¿Ve este corte profundo en la cabeza?». «Sí, lo noté». «Pues estábamos cenando. Ella se enfureció y cogió un plato, y me dio con él en la cabeza. Agarró un cuchillo de cocina, y yo le agarré las muñecas». La miré y le dije, «¿Eso fue lo que quiso decir cuando me dijo que la había sujetado?». «Más o menos». «Son factores muy importantes de la historia. Le agarró las muñecas para que no lo matara». De repente la historia me pareció más razonable de lo que esperaba.

Quiero decir con esto que todos parecen tener la razón hasta que el otro lado cuenta su versión. Por lo tanto, no se precipite a defender. Si su amigo, familiar, o colega de trabajo está lastimado, y si le dicen algo, dígale: «Suena horrible, y lo siento que le haya sucedido», pero no empiece inmediatamente a reconfortar y a ser amable, no se precipite—puede reconfortarlos y ser amable—pero no se apresure inmediatamente a juzgar a menos que hagan una investigación completa. Si no se encuentra en una posición de liderazgo espiritual, no está en condiciones de llevar a cabo tal investigación.

Hay motivos legítimos para un divorcio. No somos una iglesia que cree que nadie jamás tiene derecho a divorciarse. Creemos tristemente, trágicamente, dolorosamente, que hay ocasiones en las que el divorcio es permitido. Estas son: Primero, técnicamente no es el divorcio, sino la cesación del matrimonio: esa es la muerte. Romanos 7:2–4 y 1 Corintios 7:39. El matrimonio es un pacto que dura hasta que la muerte los separe. Al morir, el pacto matrimonial se acaba y el cónyuge o la cónyuge que enviuda tiene derecho a casarse otra vez si así lo desea. Está bien. Gracie y yo nos amamos. En la providencia de Dios, al enseñar este sermón esta semana, acabamos de escribir un libro sobre el matrimonio que mandamos a la editorial. Saldrá en enero. Acabamos de celebrar el 23 aniversario de nuestra primera cita. Fue esta semana. Nos causó mucha emoción. Por la gracia de Dios, estaremos juntos hasta que uno se muera. La Biblia parece indicar, según las enseñanzas de Jesús, que en el cielo seremos como los ángeles que no se casan. Por lo tanto, nuestro pacto matrimonial termina cuando termina esta vida. Nuestra amistad seguirá en el reino de Dios y en la resurrección de los muertos, pero si uno se muere antes, el otro tiene derecho a casarse si eso es lo que quiere.

Segundo, el adulterio, Deuteronomio 22:22 y Mateo 5:32. Jesús dice que en el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto está permitido divorciarse en casos de adulterio. Parte del pacto matrimonial consiste en que un hombre y una mujer sean una sola carne, y el adulterio es traicionar la unidad de ese pacto. Es transgredir los votos del pacto. Eso significa que el adulterio sí puede destruir un matrimonio. El adulterio es pecado, y el pecado conduce a la muerte; el pecado puede llevar un matrimonio a la muerte. No significa que si se comete adulterio que tienen que divorciarse, sino que tienen un criterio bíblico para hacerlo.

Por consiguiente, tienen que tener mucho cuidado con quién se casan. Para los que son solteros, la segunda decisión más importante que tomarán en la vida es con quién se van a casar. (La decisión más importante que tomarán es a cuál Dios adorarán.) Si no se casan con una persona a la cual puedan ser fiel, o que puedan serle fiel, estaré en una posición horrible, sobre todo cuando tengan hijos. Lo veo repetidas veces cuando hay hijos de por medio y ocurre un adulterio, deja el matrimonio en un estado muy doloroso porque los que se casan y tienen hijos, y son traicionados por un cónyuge adúltero, saben que divorciarse no significa que todo se acaba, porque mientras haya hijos, nunca se acaba. Habrá cumpleaños y días feriados, y algún día tendrán nietos.

Por consiguiente, algunas personas deciden que no se van a divorciar. «Conseguiremos ayuda. Trataremos de resolver el problema. Buscaremos la forma de superar esto». Son personas nobles. Para eso se necesita un adúltero genuinamente arrepentido, y un cónyuge ofendido por el pecado que esté dispuesto a perdonar. La confianza se desarrolla lentamente y se pierde rápidamente. Requiere muchas lágrimas y tiempo. Hemos visto parejas superar el adulterio. No es un requisito. Es nobleza. Pero el divorcio es lícito. Es permisible.

Tercero, la inmoralidad sexual, Mateo 5:32 y Mateo 19:9. En Mateo 5 y en Mateo 19 encontramos dos secciones de la Biblia donde Jesús trata el tema del matrimonio, el adulterio, y el divorcio en forma más extensa si desean leerlo. La palabra que usa para adulterio, es una palabra griega. En el texto original es moikea. Después usa otra palabra, porneia. Es la misma raíz de la palabra pornografía, un término general que abarca todo tipo de inmoralidad sexual y pecado. Jesús dice que a veces es difícil comprobar el adulterio porque la gente peca en secreto. Pero hay otra clase de pecados sexuales que podrían no caber técnicamente dentro de la definición del adulterio, pero califican como actos de infidelidad.

Hoy por hoy incluye tales cosas como un cónyuge que mantiene relaciones viles y adicciones de todo tipo con la pornografía, o cosas de esa índole. Personas que dirían, «Pues técnicamente no he cometido adulterio estando físicamente presente con alguien», pero ha cometido porneia. Son sexualmente corruptos.

Repito, eso no significa que tengan que divorciarse, pero significa que existe un patrón recurrente de pecado sexual e inmundicia que rompe las condiciones de unidad y fidelidad del pacto, y en esos casos sí puede haber motivo de divorcio. Son circunstancias difíciles, juicios arbitrarios. Por eso se necesita un líder amoroso que ore, que sea cuidadoso y bíblico, que participe y entienda cómo sacar a la luz todo esto. Algunos de Uds. son solteros y tienen esta clase de pecados y problemas en su vida. Piensan, «Si me caso, dejaré de hacer esas cosas». No lo harán. Hagan morir el pecado antes de casarse. Si no lo hacen, matarán a su esposa.

Cuarto, otra condición o motivo para el divorcio es cuando un no cristiano deja el matrimonio. Está en 1 Corintios 7:10–24. Podría suceder de varias maneras. Un cristiano se casa con alguien que no lo es, y es algo que no se debe hacer pero algunas personas lo hacen. Les ruego, les imploro, y les insto que no se casen con alguien que no es cristiano. Tomen las clases prematrimoniales aquí en Mars Hill. Dejen que los conozcamos. Saquemos a la luz su historia, su bagaje emocional y toda esa carga que lleva. Mirémoslo todo. Tomemos las cosas con calma. Veamos qué dice la Biblia. Déjenos ayudarle a tomar esta decisión. Ud. dirá: «¡No estamos de afán!». Las mejores decisiones se toman con oración y cuidado, no afanadamente. Además, algunos de Uds. no toman las clases prematrimoniales porque saben que les diremos que no. Les diremos que no porque los amamos. Lo hemos visto una y otra vez.

Este es el lado desconcertante del ministerio pastoral. Se casan, tienen hijos, y el matrimonio estalla en un caos y en un desastre. Déjennos ayudarles. Desde el principio hemos ofrecido una intensa consejería prematrimonial porque les ayuda a las personas a tomar la segunda decisión más importante de sus vidas. Los amamos. Estamos aquí para ayudarles. Los queremos cuidar. Es gratuito. No se trata del dinero. Se trata de Uds., sus hijos, sus nietos, y su legado, y su linaje, y su gozo. Permítanos ayudarles.

A veces un cristiano se casa con un no cristiano y el no cristiano de repente abandona el matrimonio. A veces dos personas se casan siendo no cristianas, uno se vuelve cristiano, y el no cristiano dice, en el acuerdo no decía que me casaría con un cristiano, y se van. Piden un divorcio, y cuando tenemos una sociedad donde abundan los divorcios de mutuo acuerdo, son imparables. Nada puede hacerse al respecto. Piden un divorcio, y se van a divorciar.

Lo he visto repetidas veces y es muy duro y triste. Hoy mismo oré con varias mujeres creyentes, cuyos maridos no son creyentes. Permítanme decirles esto: Si Ud. es una mujer creyente y su marido no es un creyente, necesita pensar las cosas a largo plazo. Necesita amar, orar, cuidar, y servir. Debería anclar su corazón en pasajes como 1 Corintios 7 y 1 Pedro 3. Necesita aprender y estudiar a personas como Ester en la Biblia. También se han escrito libros para mujeres en esa situación. Uno fue escrito por un tipo llamado Strobel (Surviving a Spiritual Mismatch in Marriage). Otro fue escrito por Murrow (How Women Help Men Find God). Son libros para esposas creyentes con maridos incrédulos, que dan maneras prácticas de ayudarlos a encontrar a Dios.

Les digo esto no para descorazonarlos porque he visto que Dios contesta las oraciones de mujeres creyentes y he visto a sus maridos tener fe en Jesús, pero estadísticamente es poco común. Muchas mujeres piensan, «Lo voy a influenciar». Por lo general no funciona así. Para los hombres que son creyentes cuyas esposas no lo son, estadísticamente hay más posibilidades de que ella se convierta en esas condiciones, porque si la ama como Cristo ama a la iglesia, y es humilde y cortés, y asume el liderazgo de la familia, y lee su Biblia, y ora, y asiste a la iglesia, lo más probable es que ella siga su fe y no que Ud. siga la fe de ella. Repito, hemos visto milagros donde Dios hace cosas asombrosas y eso es lo que queremos para todos, pero a veces lo que pasa cuando dos incrédulos se casan y uno se convierte, es que el incrédulo se va. No quieren nada que ver con un creyente.

Esto también puede tener una tercera perspectiva cuando dos cristianos se casan y de repente uno se convierte en lo que podríamos llamar un apóstata. Deciden, «No quiero nada que ver con Jesús, o la Biblia, o la iglesia, y entonces me voy». O los amenazan, diciendo: «Tienes prohibido orar con nuestros hijos, llevarlos a la iglesia, o hablarles de Jesús». Hace poco un esposo incrédulo amenazó a su esposa de esta manera. Ella dijo, «Te amo, pero mi primera relación es con Jesús. No quiero un divorcio ni estoy tratando de pelear contigo, pero a fin de cuentas voy a leer la Biblia, a orar, y a hablarles a los niños de Jesús». Él le dijo, «Si lo haces, me iré». Ella le dijo, «No es lo que quiero, pero tienes que tomar una decisión. Yo ya tomé la mía». Son situaciones dolorosas y muy duras. Cuando un incrédulo se va, la Biblia dice que uno no está atado en esas circunstancias. Son motivos legítimos para divorciarse.

Quinto, la traición es otro motivo, un comportamiento traidor. Proviene de Malaquías 2:14–16. En esa porción bíblica hay un versículo que suelen leer fuera de contexto sobre todo la gente religiosa para increpar a la gente. Quisiera corregir el uso inapropiado de ese versículo. Dice, «Dios aborrece el divorcio». Lo que no dice es que Dios aborrece al que se divorcia. No es lo que dice. El que se divorcia también detesta el divorcio. Le parte el corazón a Dios y le parte el corazón al que se divorcia.

Porque cuando dos personas se casan, no esperan divorciarse. Piensan vivir juntos el resto de sus vidas, hacerse viejos juntos, y cuidarse mutuamente. Cuando viene el divorcio, es algo devastador para ellos. La vida que habían previsto se derrumba a su alrededor. Económicamente, las cosas se ponen muy complicadas. Contratan abogados. Si tienen hijos, ahora tienen acuerdos de custodia. Los niños intercambian a sus padres, se disputan los feriados y los cumpleaños, las visitas, los fines de semana, y el estrés. ¿Debe casarse o quedarse soltero? ¿Por cuánto tiempo? ¿Qué pasa si están enamorados de otra persona y tiene que verlos con su nuevo amante? Completamente horrible. Es doloroso. Un querido amigo nuestro que está en medio de un divorcio ha dicho, «Odio el divorcio por toda la complejidad y el dolor y el sufrimiento y la angustia que causa». Dios no odia al que se divorcia. Dios ama al que se divorcia. Peo odia el divorcio como el que se divorcia porque el pecado lleva a la muerte, y cuando hay divorcio, significa que el pecado ha matado el matrimonio.

La condición que pone Malaquías 2 es esta: Los hombres creyentes desobedecieron a Dios y se casaron con mujeres incrédulas que adoraban dioses falsos, extranjeros, o sea lo que Dios les dijo que no hicieran. Es como algunos de Uds. que ahora salen con alguien, piropean, y se acuestan con personas que no son cristianas: Dios no lo quiera. No deberían vivir ni acostarse con nadie. Pero se encuentran en una relación como cristianos con alguien que no es cristiano, y no debería ser así.

Los hombres de Dios se metieron en estas relaciones, y lo hicieron porque las mujeres eran hermosas. Siempre les digo lo mismo: Si están calientes, recuerde que el infierno también lo es. No pierdan la perspectiva. ¿Cierto? Estos hombres piensan, «Esas chicas son guapísimas. Nos casaremos con ellas». Después se casan con ellas ¿y saben qué pasa? No les gustan. «No adora a mi Dios. No obedece la Biblia. No quiere asistir a la iglesia conmigo. No quiere orar conmigo. Quiere adorar otro dios. Oh, ahora tenemos hijos. Quiere que nuestros hijos adoren a su dios».

Entonces los hombres se ponen muy ásperos con sus esposas, muy crueles, malos y traidores. Les dijeron: «Trataremos de expulsarlas para que podamos divorciarnos de ellas y casarnos con mujeres piadosas». Y Dios les dijo, «De ninguna manera. Les dije que no se casaran con esas mujeres y lo hicieron. Se han casado con ellas y ahora tienen hijos con ellas. No pueden maltratarlas, abusarlas, y divorciarse de ellas, o cambiarlas por otras». Dios también ama a la mujer incrédula, y Dios manda a los hombres creyentes a que dejen de maltratarlas de una manera traidora y traicionera.

Las personas hacen cosas horrendas en los matrimonios; se hacen cosas viles unos a otros. He visto a las personas hacer las cosas más crueles, amargas, y mezquinas a sus parejas. La Biblia aquí se refiere a las distintas maneras en que nos destruimos unos a otros. Repito, requiere liderazgo espiritual para investigarlo, pero a veces la escalada de eventos produce una causa legítima para el divorcio.

Por último, el sexto, es el resultado de tener un corazón empedernido. En Mateo 19:8 y en Marcos 10:5, Jesús habla de Moisés en el Antiguo Testamento, quien permitió el divorcio por «la dureza de sus corazones». La dureza del corazón es cuando una persona en el matrimonio rehúsa reconocer que ha hecho algo malo. «¿En parte tuvo la culpa?». «No, para nada. Yo no hice nada. La culpa la tuvo el otro». Le echan la culpa al otro, se defienden, lo acusan, lo atacan. «¿Por qué no trata de resolver el problema? ¿Podría cambiar algunas cosas?» «¿Sabe qué? El otro es el problema del matrimonio. Soy bueno, el otro es malo. El otro tiene la culpa. Dijo o hizo tal cosa. Me forzó a hacer tal cosa porque él, o ella es así». Un corazón duro. No reconocen su propia transgresión. Cuando alguien peca contra ellos, les niegan el perdón. «Mire, está llorando. Están deshechos. Está arrepentido. Lo siente mucho. No tiene que confiar en la otra persona del todo, todavía no, pero puede perdonarla para que exista la posibilidad de recuperar y reconstruir esa confianza». «No, nunca lo perdonaré. Lo que ha hecho no tiene perdón. Está muerto para mí». Ah, la dureza del corazón. «Es que…», no cede. Tienen dura la cerviz, el corazón de piedra, son testarudos, se afianzan en su punto de vista. Bajo esas condiciones, las cosas podrían llegar a constituirse en razones legítimas para un divorcio. Podría ser.

Como pastor les cuento que desde el punto de vista emocional, es difícil ver estas cosas. El adulterio, la traición, la dureza del corazón, la inmoralidad sexual de todo tipo. Todo el día pienso en las personas que conozco que amo, y en las conversaciones que he tenido con ellas y las tragedias que he visto. No somos una iglesia que por lo general dice, «Sí, está bien, pueden divorciarse. Sabemos que es difícil». No somos así como iglesia. Tampoco somos una iglesia que dice: «Nadie debe divorciarse bajo ninguna circunstancia». Estamos entre dos categorías: una es religiosa, dura, legalista, donde nadie puede divorciarse bajo ninguna circunstancia, y la otra es permisiva, liberal, donde les cobran el cheque y son falsos profetas, y la gente va y les cuentan sus problemas para que les digan lo que quieren oír: “A Dios no le importa que hagan eso”». Entre esos dos extremos, del todo y la nada, es donde se está la sabiduría bíblica, el discernimiento que sale de un corazón quebrantado, la compasión, el amor, el afecto por las personas. Queremos ayudarles mucho. Estos son los motivos.

Como les dije, cuando lidiamos con los problemas de la vida, sobre todo los que tienen que ver con el matrimonio, no se trata de una ciencia, sino de un arte. No es matemáticas, es pastorear. Hay que conocer a las personas, investigar los pormenores del caso, ver qué está pasando. Con mucho cuidado, hay que llegar a una conclusión bíblica.

¿Quién decide si las razones legítimas para divorciarse se han cumplido, según la Biblia?

Eso nos lleva a la siguiente pregunta. ¿Quién decide si las razones legítimas para divorciarse se han cumplido, según la Biblia? Permítanme decirles lo siguiente: Uno no puede decidir si tiene un fundamento bíblico para divorciarse. Uds. no pueden ser los árbitros de su propia vida. Les aconsejo también que no traten de ser su propio médico, o de practicarse una cirugía a Uds. mismos, ¿no es así? Busquen otra persona que sea más objetiva para que le eche un vistazo a su vida. Por el hecho de que les esté enseñando la Biblia no significa que puedan decir: «Oh, tengo razones legítimas para divorciarme, porque el pastor Mark dijo…». La gente se enloquece con estos temas. De hecho, lo he visto en Facebook. He visto a muchas personas en Facebook decir, «Pastor Mark, mi esposo hizo tal cosa. ¿Puedo divorciarme?». «¿Acaso puedo explicar todos los pormenores del divorcio con tan pocas palabras? Necesitamos profundizar más. Por ejemplo, necesitaría hablar con él tal vez, o entrevistar algunas personas, o conocerla a Ud.». Hay factores, ¿no es cierto? Pero los que quieren un «divorcio piadoso», escogen cualquier información que justifique su postura y dan un fallo sobre su propia condición y se declaran santos a los ojos de Dios. Pero no es tan fácil.

Por eso Dios nos da no solo la Biblia, sino también el liderazgo espiritual para ayudarnos a entender la Biblia, y obedecerla por la gracia de Dios. En 1 Pedro 5:1–2, Pedro dice, «A los ancianos entre vosotros, exhorto yo, anciano como ellos», o pastor, porque anciano y pastor aquí son sinónimos. «Pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él». La Biblia dice que Jesús es nuestro Pastor principal, y que los pastores son como pastores subalternos, y que las personas son como ovejas, y la iglesia es como un rebaño, y nuestro deber, gozo, y privilegio y responsabilidad es pastorear y velar por el rebaño para supervisar las cosas.

Puede que digan, «Bien, esta es mi situación». Genial. Hable con un pastor. También tenemos otros líderes. Diáconos y consejeros bíblicos, líderes de grupos comunitarios, líderes de grupos de redención; y tenemos el gozo, el privilegio, el honor, y la responsabilidad de ayudarles a resolver estos problemas.

Además, dice en Hebreos 13, «Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Permitidles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para vosotros». Ante todo lo que dice es que como líderes necesitamos amarlos y servirles, querer lo mejor para Uds., decirles la verdad, estar a su lado, ayudarlos, cuidarlos. De paso les cuento que los líderes de esta iglesia no lo hacen por dinero. De veras los aman. No es un juego religioso de triles, en lo absoluto. De veras queremos lo mejor para Uds. De veras los queremos a Uds. a sus familias, sus matrimonios, su linaje, y su legado. De veras. No digo que seamos perfectos y no digo que nunca nos equivocamos. Y si nos equivocamos, o si piensan que estamos equivocados, dígannos porque si podemos mejorar, por la gracia de Dios, queremos hacer las cosas mejor.

Esa es nuestra responsabilidad, que tendremos que rendir cuentas a Dios por las personas en esta iglesia, por los sistemas, las políticas, los procedimientos, los grupos, las doctrinas, el plan de estudios, y el consejo. Es una carga enorme de responsabilidad. Honestamente, a veces me siento abrumado con esa carga; se los digo honestamente. ¿Diez mil personas? ¿Dar cuenta de tantas personas? Es una enorme responsabilidad. Por eso, oren por nosotros.

Dice que en parte nuestro deber es ser respetuosos, escuchar, no irritarnos siempre. Por el hecho de que no le agrade lo que oye no significa que no sea cierto. Dele tiempo, ore, lea la Biblia. Considere las cosas, pídale al Espíritu Santo que le ayude a ver la verdad. Si no lo hace, el trabajo se convertirá en una carga y dejará de ser un gozo. Empezará a quejarse, quedará despabilado toda la noche, le dolerá el corazón, tendrá úlceras, estrés, conflicto y división, y a veces, trágicamente, la iglesia hasta puede dividirse. Eso no es lo que Dios quiere. Dios quiere que los amemos y que los oigamos, para que podamos ayudarles. A algunos de Uds. no les gustan las palabras autoridad y someterse. Cuidadosamente, con oración, escojan una iglesia, y al hacerlo respeten la autoridad, sométanse al liderazgo. Si es Mars Hill, les damos la bienvenida. Si no, queremos que se pongan bajo autoridad y que estén en comunidad con el pueblo de Dios. Es lo que queremos para Uds.

¿Qué harán los ancianos o los pastores si mi cónyuge cristiano insiste que quiere divorciarse de mí sin ningún fundamento bíblico?

Además, otra pregunta que surge frecuentemente es, ¿Qué harán los ancianos o los pastores si mi cónyuge cristiano insiste quiere divorciarse de mí sin ningún fundamento bíblico? Se fue, conoció a otra persona, se dio por vencido, pulsó el botón de expulsión, llamó al abogado, se enamoró de otra persona, lo cual no siempre es cierto. Uno no se enamora casualmente, ni cae en el adulterio. Uno lo hace plenamente consciente de lo que hace.

Esto es lo que hacemos. Buscamos a esas personas y las llamamos al arrepentimiento, les rogamos que no endurezcan sus corazones, que se sometan a la autoridad; les pediremos que vengan a la consejería, para que obtengan la ayuda necesaria. Invertiremos mucho tiempo y energía tratando de llevarlos al arrepentimiento. Si han adulterado, no requerimos necesariamente que vuelvan a someterse al pacto matrimonial, pero haremos todo lo posible para llevarlos a Jesús para que decidan lo que hay en sus corazones y cómo será su futuro.

En la historia de Mars Hill inclusive hemos tenido pastores fueron en avión a otros estados para buscar personas que abandonaron a sus familias para irse a vivir con otra persona con la que no estaban casados. Pues nosotros también iremos en un avión a buscarlos. Con 10.000 personas, imagínense lo complicado que es esto. Pero ese es nuestro compromiso con ustedes. No podemos forzar a la gente a que se arrepientan, pero podemos hacer todo lo posible incluyendo usar la disciplina de la iglesia, lo cual no implica destruirlos, sino ayudarlos a reconocer que lo que están haciendo es rebeldía, que es una locura, y que conduce a la muerte. Haremos todo lo posible. Así que oren por sus líderes.

¿Las personas tienen que soportar una relación abusiva?

A menudo esto produce otra pregunta respecto a las mujeres. ¿Las personas tienen que soportar una relación abusiva? «Pastor Mark, ¿está diciendo que nadie puede divorciarse? No, eso no es lo que estoy diciendo. Estoy diciendo que muchos se divorcian sin ningún fundamento bíblico y sin el debido proceso. Estoy diciendo que algunas iglesias son demasiado indulgentes y transigentes, y como lo hacen por dinero, a veces son negligentes y no quieren tratar de resolver los problemas difíciles en la vida de la gente. Solo les otorgan los divorcios fáciles, como quien se casa en Las Vegas. Eso no está bien.

Sin embargo, estoy diciendo que algunas personas sí tienen razones bíblicas para divorciarse y en ninguna manera estamos de acuerdo con el abuso de cualquier tipo ni lo permitimos por el hecho de tener un profundo deseo de salvar todos los matrimonios que podamos. Gracie y yo dedicamos una sección entera en el libro que acabamos de escribir sobre el matrimonio, sobre el abuso en el matrimonio y compartiré con Uds. algunos detalles: La agresión en los matrimonios ocurre entre el 10% y 14% del tiempo. O sea que en el 10%–14% de los matrimonios solo hay abuso sexual. Además, hay abuso físico, emocional, espiritual, mental. La gente puede ser increíblemente e incesantemente cruel entre sí. Es algo trágico que entristece el corazón de Dios. Cuando hay cualquier clase de abuso, en el 95% de los casos la esposa es abusada.

Curiosamente mis investigaciones revelaron que el primer sitio donde formularon leyes que prohibían que los maridos abusaran a sus esposas, fueron los cristianos puritanos de Massachusetts entre 1640 y 1680. Basados en sus convicciones bíblicas, formularon leyes que decían: «A los maridos no se les permite maltratar a sus esposas, y si sus vecinos los ven hacer tal cosa, su deber cristiano es ayudar a proteger a la mujer».

Creemos eso, en base a muchos versículos de la Biblia, sobre todo estos dos: 1 Pedro 3:7, «Maridos, igualmente, convivid de manera comprensiva con vuestras mujeres, como con un vaso más frágil». Frágil aquí no significa que deban considerarse menos importantes. Él es como un termo, y ella como un vaso de cristal, ¿cierto? A él lo pueden arrojar al piso, y no le pasa nada; a ella si la tiran al piso, el resultado es diferente. Las mujeres son distintas a los hombres. Los hombres tienden a ser más robustos y fuertes físicamente. Pero la Biblia dice que no pueden intimidar, o maltratar a sus esposas. La Biblia dice que no. Sean atentos, comprensivos. Sean amables, cariñosos. Es completamente lo contrario al abuso.

Además, en Efesios 5:25 dice clara y enfáticamente, «Maridos, amad a vuestras mujeres así como Cristo amó a la iglesia», o sea que el matrimonio a fin de cuentas es un cuadro del evangelio, donde Jesús representa al esposo, y la iglesia representa a la esposa. La iglesia respeta a Jesús, y Jesús ama, sirve, cuida, guarda, adora, y bendice a la iglesia. Por lo tanto, ser un esposo cristiano que respeta las convicciones cristianas significa amar a su esposa como Jesús ama la iglesia. Jesús no es áspero, malo, grosero. Jesús siempre es amoroso, gentil, misericordioso, y bueno con su iglesia. Cualquier hombre que profesa ser cristiano y le hace daño a su propia esposa es un hereje en su estilo de vida. Sus manos predican una teología distinta. Su boca predica una teología distinta a la que dice tener. Por lo tanto de ninguna manera estamos diciendo que una esposa, como suele suceder, que la esposa deba soportar ninguna clase de abuso.

Las situaciones abusivas en la iglesia resultan cuando ordenamos a las mujeres a obedecer la Biblia, pero no a los hombres. La única forma de evitar el abuso en un matrimonio es instar tanto a hombres como a mujeres a obedecer toda la Biblia. Si solo instamos a un género, estaremos sentando las bases para el abuso del otro. Si Ud. es una mujer y se encuentra en esta situación, necesita decirle al pastor, y podría tener que llamar a la policía. Puede que tenga que sacar una orden de restricción. Él necesita mucha ayuda. Puede que nunca cambie, y si cambia, puede que un día de estos pueda haber reconciliación, pero de ninguna manera instamos a una mujer que se quede en una situación peligrosa porque la violencia tiende a aumentar, afecta a los niños, puede resultar en el asesinato de la esposa. Por supuesto que no queremos eso. Queremos que los matrimonios perduren, pero ningún matrimonio puede perdurar si hay abuso.

¿Qué pasa si uno se casa después de haberse divorciado?

¿Qué pasa si uno se casa después de haberse divorciado? La víctima del adulterio puede casarse otra vez, no el adúltero. Si traiciona a su cónyuge y lo deja por otra persona, no puede ir a formar otro matrimonio. Puede que tengan razones bíblicas para volverse a casar, les decimos que tomen las cosas con calma para ver qué hace Dios, y que no se apresuren a entrar en otra relación tan apresuradamente. Puede que tengan razones legítimas para volver a casarse.

Volviendo al texto original, completando el círculo, Lucas 16:18: «Todo el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la que está divorciada del marido, comete adulterio». Si Ud. va a destruir el matrimonio, no tiene derecho a formar otro matrimonio. Si ha destruido el matrimonio, el otro podría tener otra oportunidad.

Además, si estamos hablando de un creyente y de un incrédulo, si el incrédulo se va, el creyente podría tener una razón legítima para volver a casarse. Repito, investigaremos todo eso. 1 Corintios 7:15 dice, «Si el que no es creyente se separa, que se separe; en tales casos el hermano o la hermana no están obligados, sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz».

Por último, si dos incrédulos se divorcian y después uno de ellos se vuelve cristiano, es posible que se vuelva a casar, en el Señor, pero con otro creyente. Esas son las condiciones para volverse a casar. Pero repito, amigos, no son ecuaciones matemáticas, es la vida. Queremos conocerlos, analizar las variables, andar con ustedes, ayudarles, tratar de resolver las cosas.

¿Cómo podemos proteger nuestros matrimonios?

Para cerrar, hay una pregunta que quisiera contestar, y puede que sea una pregunta que muchos de Uds., o que posiblemente todos Uds. tengan. A la luz de nuestra cultura de divorcio, y aunque estén divorciados, aunque sean solteros, o sigan casados, todos estamos de acuerdo en que es un problema real que perjudica a muchas personas. Todos estamos de acuerdo. La pregunta es, ¿cómo podemos proteger nuestros matrimonios? Cada año en Mars Hill, se casan cientos de personas. ¿Cómo protegemos nuestros matrimonios?

¿Cuántos de Uds. han oído que estadísticamente no hay ninguna diferencia entre los cristianos y los no cristianos en lo que respecta al adulterio y al divorcio? ¿Han oído eso? Se ha vuelto un especie de leyenda urbana, pero las buenas noticias son estas: Eso no es cierto. No es cierto. Algunos de Uds. se han desanimado. Dicen, «Si según las estadísticas importa poco que seamos o no seamos cristianos, aunque hagamos todo lo que Dios quiere, qué esperanza hay?». Se sienten muy desanimados.

Por eso investigué el asunto para el libro que Gracie y yo acabamos de escribir, y descubrí que un tipo llamado George Barna, un cristiano que hace buenas investigaciones, hizo una sobre este tema que desgraciadamente salió defectuosa. Simple y llanamente. Porque les preguntó a las personas, «¿Ud. es cristiano?». Pero no es suficiente para saber si de veras lo son. Si uno hace esa pregunta en un lugar como Alabama, claro que todos van a decir, «Sí, le pertenezco a Jesús», aunque no sea cierto. Porque no se trata de profesar una fe, es poseerla y practicarla. Eso es lo que importa. En otra parte Jesús dice, «Muchos vendrán a mí y me dirán, “Señor, Señor, somos tuyos”, y les diré: “Apartaos de mí…nunca os conocí”». Pueden profesar una fe que no poseen ni practican. Ese es el caso con los que discutían con Jesús. Profesaban tener fe, pero no tenían la fe que salva y no practicaban la fe que salva y lo demostraban por el hecho de que amaban el dinero y habían dejado a sus esposas. Les dice, «No se comportan como si conocieran a Dios. Profesar tener algo que ni poseen ni practican».

Hicimos una pequeña investigación y creo que el mejor sociólogo en este campo es un hombre llamado Bradford Wilcox. Hizo un estudio enorme en la Universidad de Virginia, el estudio más grande de esta clase. Publicó un libro con sus hallazgos titulado, Soft Patriarchs, New Men (Patriarcas indulgentes, Nuevos hombres). Dice que para los que son cristianos existen tres variables que no garantizan necesariamente el éxito matrimonial, pero reducen el índice de divorcios en un 50%. Tenemos que saber cuáles son:

Primero, asistir juntos a la iglesia con regularidad. Marido y mujer asisten y forman parte y participan en comunidad con la misma iglesia. La misma iglesia. Esto permite que estén bajo la enseñanza y la autoridad, que estén en comunidad, que se hagan responsables, que estén expuestos a ejemplos positivos y negativos, y sean animados por su obediencia, y se sientan desanimados cuando son desobedientes. Asisten juntos a la iglesia. No solo asisten juntos a la iglesia, están en comunidad, participan en un grupo comunitario, y en los grupos de redención. Aunque estén casados y no tomaron clases prematrimoniales, pueden ir a las clases prematrimoniales. Uds. también necesitan aprender.

Segundo, comparten la misma teología. Están de acuerdo en quién es Jesús lo que dice la Biblia, el matrimonio y el papel que desempeña cada cual. Gracie y yo, repito, esta semana acabamos de celebrar 23 años de estar juntos. Hace algunos años tomamos una clase para ver qué teníamos en común, y el estudio básicamente nos mostró que no teníamos nada en común. Lo sabíamos. Confirmó más o menos lo que ya suponíamos. Me gustan las peleas enjauladas, a ella le gusta patinar en hielo. Me gusta el rock indie, y a ella le gusta el hip-hop. Mejor dicho, me gustan las papas fritas grandes, y a ella le gustan las migajas que quedan al fondo de la bolsa. No tenemos nada en común, yo soy varón, ella es hembra. Somos diferentes, ¿cierto? Somos diferentes. La prueba demostró que solo tenemos una cosa que de veras tenemos en común, nuestra convicción teológica. Básicamente sacamos 100% en esa parte del examen. Estoy dichoso, porque si tuviera que basar mi matrimonio en alguna otra cosa quisiera que fuera algo más que el hecho de que nos gusta el alpinismo, porque no sé si eso dure más de 50 años. Convicciones bíblicas mutuas. Ambos decimos que la Biblia es la Palabra de Dios, que Jesús es el Hijo de Dios, que la ley de Dios revela nuestro pecado, que necesitamos la gracia de Cristo, que necesitamos la humildad del Espíritu Santo, que necesitamos arrepentirnos uno con el otro, que necesitamos perdonarnos uno al otro, necesitamos obedecer la Biblia porque Jesús es el Señor, yo no lo soy. Si estamos de acuerdo con estas cosas, podemos tener un matrimonio. Lo demás son solo detalles.

Así que tenemos la participación en la comunidad de la iglesia, y estar de acuerdo teológicamente. Tercero, practicar la fe en casa. ¿Leen la Biblia juntos en casa? ¿Leen libros cristianos juntos? ¿Participan juntos en un grupo comunitario? ¿Oran juntos? Si lo hacen, sus posibilidades de divorcio disminuyen en un 50%, porque la pareja que ora permanece unida. Grace y yo nos hemos acostumbrado a hacerlo todas las noches, me acurruco con ella, oro por ella, la cubro con oración, oro con ella. Las parejas que practican su fe en casa, tienden a no divorciarse en un 70%, y no solamente eso, el reporte dice que «Están muy contentos en su matrimonio».

Las buenas noticias son estas: Hacer las cosas como Dios manda todavía funciona. Hacer las cosas como Dios manda todavía funciona. Si están aquí como pareja, necesitan estar en comunidad con el pueblo de Dios, y necesitan estar bajo la autoridad de la Palabra de Dios. No es algo que ocurre unas cuantas horas a la semana, los domingos. Tiene que ser un estilo de vida que practican en su hogar usted y su esposa.

Si hacen esas cosas, no se los garantizo, pero estadísticamente las probabilidades de divorcio disminuyen en un 50%, y su índice de gozo aumenta por la gracia de Dios. Para los que no son cristianos, antes de esa relación está su relación con Jesús. Necesitan venir a Jesús y hacerse cristianos. Jesús utilizó una analogía donde la puerta se abre y la gente trata de entrar a empellones porque el reino de Dios se ha abierto. Lo dijo antes en Lucas 16. Nuestro pecado nos ha separado de Dios, y Jesús murió y resucitó para abrir la puerta, y por fe debemos entrar por esa puerta si queremos experimentar la vida eterna con Dios. Oraré por ustedes, amigos. Espero que hayan oído lo que tengo en mi corazón sobre este tema. Los amamos desesperadamente. Queremos lo mejor para ustedes. No queremos que se divorcien. Trágicamente, a veces hay casos donde el divorcio es inevitable. Pero permítanos ayudarles a hacer todo lo que puedan para que menos personas se divorcien.

Dios Padre, pido por quienes esta fue una palabra dura, Dios, que se sienten paralizados de temor y luchan con la idea de volverse a casar porque sus padres se divorciaron y esa experiencia los ha disuadido. Dios, pido por aquellos ahora mismo que enfrentan el divorcio, su matrimonio está en crisis, o al menos va rumbo a la destrucción. Que lo eviten, por favor, Padre. Por aquellos, Señor Dios, que están aquí, que ya se han divorciado, sus matrimonios ya se derrumbaron, como las personas que lloraron hoy cuando oramos con ellos. Dios, pido por esas personas, que sepan que cuando Jesús murió, murió por sus pecados, hasta por los pecados que han cometido; no para disculpar sus pecados, sino para librarlos de la condenación. Dios, por los que han sido traicionados, y por los que han sido engañados, por los que han sido abusados, por los que han sido abandonados, Dios, sus heridas son profundas, y tengo en mente a las personas que amo y que tú amas que han enfrentado ese dolor. Dios, pido que seamos una comunidad amorosa, servicial, bíblica, que ora, que se preocupa por los demás, que ayuda y apoya sinceramente. Dios, pido por los niños que crecen en Mars Hill, los 1.500 niños de menos de 10 años que estarán hoy con nosotros, que tengan un padre y una madre que aman a Jesús y que lleguen juntos al final de sus días tomados de la mano, adorándole. Pedimos estas cosas en el nombre de Jesús. Amén.

[Fin del Audio]

Nota: Esta transcripción ha sido editada.