Jesús y la verdadera grandeza (Lucas 22:24–30)

Lucas 22:24–30 (LBLA)

24 Se suscitó también entre ellos un altercado, sobre cuál de ellos debería ser considerado como el mayor.
25 Y Jesús les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que tienen autoridad sobre ellos son llamados bienhechores.
26 Pero no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve.
27 Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, entre vosotros yo soy como el que sirve.
28 Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas;
29 y así como mi Padre me ha otorgado un reino, yo os otorgo
30 que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino; y os sentaréis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel.

La grandeza mundana contra la grandeza piadosa

La música es tan dramática. El Seattle Times dijo últimamente que estamos construyendo un imperio, y suena más o menos como la banda sonora Storm Trooper. [Imita la música dramática] Estoy de muy buen humor, así que les contaré una historia.

Tengo hijos de tres tamaños, pequeños, medianos, y grandes, y todos juegan béisbol, lo cual significa que paso mucho tiempo en los entrenamientos de las ligas juveniles y en los juegos de las ligas juveniles donde charlo y converso con los padres y cosas así. Siempre me preguntan , «¿A qué se dedica?»

Hace poco tuve una de esas conversaciones con una chica que trabaja en la política; una señorita muy amable que trabaja con las campañas políticas y con varios proyectos de ley que salen a votación, y cosas así. Me hablaba de su trabajo, e inevitablemente me preguntó, «¿A qué se dedica?». Le dije, «Ay, hombre», por lo general esa pregunta pone fin a la conversación. «Soy pastor». ¿Cierto? Lo digo como si estuviera estornudando, «Soy pastor».

Le dije, «soy pastor», pero eso no la disuadió. Siguió haciendo preguntas, y eso casi nunca pasa. Por lo general cuando les digo que soy pastor, disimulan que están recibiendo una llamada y dicen, «Oh, debo contestar esta llamada. Adiós para siempre». Y se van. Pero ella no hizo eso. Es más, dijo, «¿Qué iglesia pastorea?». Cuando eso sucede, me siento como un defensa en un tiro libre de fútbol. Mejor dicho, le dije, «Soy pastor de la iglesia Mars Hill», esperando que arremetiera con alguna crítica.

Y me dijo, «He oído hablar de su iglesia». No sacó la pistola; no se puso a mirarme alocadamente. Y pensé, «puede que no resulte tan mal como pensaba». Me hizo algunas preguntas sobre la iglesia, y tuvimos una conversación muy interesante.

Me preguntó, «Son una iglesia bastante grande, ¿no?». Le dije, «Tenemos unas cuantas personas. Dios ha sido bueno con nosotros». Me dijo, «Pero tengo entendido que no se congregan en un edificio grande». Le dije, «No, no lo hacemos. Nos congregamos en toda clase de edificios en todas partes».

Y me dijo, «¿Y no quieren un edificio grande?». Le dije, «Si tiene uno, lo tomaremos». No me opongo a los edificios grandes. Le dije, «Esa puerta nunca se nos ha abierto. Hemos explorado oportunidades, pero eso no nos ha pasado por eso seguimos expandiéndonos y parece estar dando resultado porque podemos salir o ingresar a varias comunidades y servir y amar esas comunidades».

Y me dijo, «¿Pero no quieren un edificio grande?». Le dije, «No sé, ¿por qué pregunta?». Me dijo, «Porque podría ser un tributo, un monumento para cuando usted muera quede como un legado en su honor». Le dije, «Eso no sería un factor que motive a las personas de Mars Hill». Me dijo, «Si usted fuera político, dejaría alguna cosa en su nombre, como un puente o un monumento, o una estatua, un edificio, o un colegio. Y si lucha y recauda fondos para construirlo y lo inaugura y le pone su nombre será un monumento que vivirá en memoria suya».

Le dije, «No creo que las personas de Mars Hill estén de acuerdo con eso». ¿Como un Space Needle de mí, o algo así? Creo que no. Le dije, «Si le dijera, “oiga, quisiera construir un monumento para mi gloria, y tomáramos una ofrenda”», le dije, «nadie daría nada. Ni siquiera mi esposa». Nadie daría nada para eso.

Traté de explicarle. Le dije, «Para nosotros los cristianos las cosas funcionan de esta manera». No somos lo más importante; Jesús es lo más importante. Y si vamos a dejar alguna cosa, no nos oponemos a las bienes raíces, lo que queremos dejar son personas que aman a Jesús, se aman unos a otros, y cuyas vidas han sido transformadas. Si vamos a dejar un legado, que sea de personas que conocen a Jesús y sus vidas han sido cambiadas». Me dijo, «Entonces las personas no hablarán de usted cuando se muera». Le dije, «Espero que mis hijos se acuerden de mí. Pero aparte de eso, no importa si la personas se acuerdan de un líder particular años más adelante. Pero si hablan de Jesús, el líder hizo su trabajo». Ese es el verdadero objetivo del cristianismo.

Le dije, «En su mundo, Jesús sería como el Líder y la tarea de la iglesia sería simplemente coordinar la campaña. Hacer correr la voz y hacerles saber a todos quién es el líder». Le dije, «Desde nuestra perspectiva, no somos el líder». Le dije, «Por ejemplo, en las últimas elecciones presidenciales no sé quienes administraron la campaña de cada candidato. Y si todavía estuviéramos hablando de ellos, probablemente no hicieron un buen trabajo». El trabajo de ellos era dar a conocer el nombre del líder. Y le dije, «Como iglesia, es más o menos así, si lo comparamos con el trabajo que usted hace. Nuestro trabajo es hablarles de Jesús a las personas».

Y les cuento esa historia, «Ven, Mark volvió a dar en el clavo. Siempre da en el clavo». Porque no es así. Era para decirles que fue una de esas conversaciones muy curiosas—la mujer se portó muy amable y resultó siendo una conversación muy útil—pero demuestra la diferencia entre lo que llamaría conceptos mundanos de la grandeza y el liderazgo, y conceptos piadosos de la grandeza y el liderazgo. El acercamiento en realidad es distinto, bíblicamente hablando, sobre cómo percibir y buscar la grandeza, y lo que motiva o impulsa a los líderes hacia delante. Lo que el mundo necesita en realidad son más líderes piadosos—no solo más líderes, sino líderes piadosos.

El argumento más estúpido en la historia del mundo

Y en la sección que estudiaremos hoy en Lucas Jesús tiene una conversación con sus líderes, sus doce discípulos. Esto es cristianismo básico. De acuerdo, es el comienzo. Estos fueron los líderes que sentaron las bases y el modelo del cristianismo hasta nuestros días. Jesús sabe que va a morir, a resucitar, y a ascender al cielo dentro de unas semanas, y les entregará mediante el poder del Espíritu Santo que obra en estos líderes, el avance del reino de Dios sobre la tierra.

Hablará con ellos sobre la grandeza y el liderazgo y cómo realizarlo de una manera piadosa, no mundana. Si tienen una Biblia, vayan a Lucas 22:24–30 donde vemos a Jesús y la verdadera grandeza. Si son nuevos se preguntarán, ¿Por qué están en la parte media, o final de Lucas? Este es el sermón número 90 en Lucas. Noventa. Noventa. O sea que llevamos varios años en este libro. Nuestra perspectiva es que Dios escribió un libro, y lo amamos; por eso queremos estudiarlo, y es lo que estamos haciendo. Culminaremos con el sermón número 100 alrededor del Día de Acción de Gracias, y habremos completado 100 sermones en total recorriendo Lucas.

Esta semana nos toca oír el argumento más estúpido en la historia del mundo. Eso sí es fantástico. Es la discusión más estúpida de la historia del mundo, que casualmente acabamos de ver en Lucas 9, pero lo vuelven a repetirla. La mencionan en los otros evangelios, es una discusión que sigue surgiendo entre ellos, sobre quién sería el mayor.

Entonces leemos en Lucas 22:24, «Se suscitó también entre ellos», los doce discípulos de Jesús, «un altercado, sobre cuál de ellos debería ser considerado como el mayor». ¿Ya ven por qué es la discusión más estúpida del mundo? Hay 13 tipos, doce discípulos, y un solo Jesús. Y la discusión entre los doce es: ¿Cuál de nosotros es el mayor? ¿Qué argumento tan estúpido, ¿cierto?

Si yo fuera Jesús en ese momento lo usaría para burlarme y avergonzarlos. Para eso lo usaría. Diría algo como, «Buena pregunta. Bien, cuando cuente hasta tres levanten la mano todos los que tuvieron madres vírgenes. ¡Uno, dos, y tres! Ja-ja, soy el único. Está bien. Segundo asalto. De acuerdo, cuando cuente hasta tres todos los que crearon el universo levanten la mano. Uno, dos, y tres. Ja-ja, ¡Yo otra vez! Tercer asalto. Voy a esquiar sobre el agua, pero sin lancha. ¿Quién va conmigo?» Seguro . . .

Mejor dicho es muy obvio quién es el mayor. Es Jesús. O sea, ni siquiera hay que ser inteligente para decir, creo que Jesús es el mejor. Ni siquiera tiene que ser cristiano para darse cuenta. Están discutiendo, y siguen discutiendo. Es interesante que hoy en día seguimos teniendo la misma discusión. Jesús dijo al final del Evangelio de Mateo, «Estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». En realidad, aunque Jesús está en el cielo, hasta cierto punto está con nosotros a donde quiera que vayamos. Pero seguimos con la misma discusión estúpida, ¿no es así? «Soy mejor que tú. No, yo soy mejor que tú». «Puedo hacerlo mejor que tú». «Qué estupidez». Nos rivalizamos para conseguir las mejores posiciones, en vez de mirar a Jesús y decir que Él es el más grande; y que necesitamos aprender de Él.

Jesús redime la grandeza

Lo que me parece curioso es que Jesús nunca los reprende por querer la grandeza. Nunca les dice, «¿Cómo se atreven? ¡Qué pasatiempo tan horrendo! Estoy tan avergonzado de ustedes. ¿Acaso no sabían que eso no se hace?». No reprende sus deseos de grandeza; les cambia el enfoque. Nunca los reprende; cambia su enfoque. Lo que esto significa es que debemos redimir la búsqueda de la grandeza.

Si son nuevos en Mars Hill, hay tres categorías en las que trabajamos, y por medio de las cuales lo filtramos todo, ya sea el dinero, el sexo, el poder, la grandeza, el liderazgo, en cuestión de recibir, rechazar, o redimir. ¿Podemos recibirlo? ¿Debemos rechazarlo? ¿O debemos redimirlo? Y lo que Jesús hace es redimir la grandeza y el liderazgo. Redime la grandeza y el liderazgo. Nos va a mostrar qué es la verdadera grandeza, y nos va a enseñar de varas cómo los líderes deben dirigir.

Es importante porque cada uno de nosotros es el líder de alguien. Algunos de ustedes son líderes, tienen títulos y cargos. Algunos son líderes informales: la gente viene a buscar su consejo. Algunos de ustedes ejercen gran influencia; muchos los siguen. Algunos de ustedes tienen poca influencia; manejan un círculo más pequeño. Aun los padres son líderes de sus hijos. Permítanme hacerles una pregunta: ¿Quieren ser grandes? Es una pregunta difícil, ¿no es cierto? Algunos de ustedes piensan, «¡Genial!» Bueno, quizás sean orgullosos, egoístas, y arrogantes. «¡Sí, quiero ser grande!». Otros dirán, «¡No!». Y les preguntaría, ¿No quieren que su caminar con Dios sea grande? ¿No quieren tener un gran matrimonio? ¿No quieren criar grandes hijos? ¿No quieren participar en una gran iglesia o ayudar a montar una gran empresa? Digan, «Pues, de pronto sí».

Es una pregunta difícil, ¿no es cierto? Porque si recibimos el liderazgo como lo recibe el mundo, y recibimos la grandeza como la recibe el mundo, lo más probable es que seamos arrogantes, egoístas, y orgullosos. Y si la rechazamos, no vamos a ayudarles mucho a las personas. ¿Entonces qué hacemos? Jesús les cambia su enfoque. Redime el concepto de la grandeza.

Algunos de ustedes deberían tener mayores aspiraciones. Algunos de ustedes, en el falso nombre de la humildad, no se han esforzado lo suficiente, no han hecho lo mejor que pueden, no se han presentado para ser líderes en su colegio o en su iglesia, en su trabajo, o en su comunidad. Algunos de ustedes dirán, «Es que quiero ser humilde». No, lo que quiere también es ser útil. Ser útil significa que necesita buscar la grandeza. Tienen que ser la mejor versión posible de ustedes mismos, por la gracia de Dios. Necesitan emplear sus habilidades, talentos, y destrezas, a lo máximo para ayudar a todas las personas que puedan. Pero siempre debemos asegurarnos de buscar la grandeza en forma piadosa, y no mundana.

Busquen la grandeza piadosa

Repito, Jesús dice que no busquen la grandeza sino la grandeza piadosa en vez de la grandeza mundana. Lucas 22:25–27, «Y Jesús les dijo: Los reyes de los gentiles», o sea los líderes no cristianos, «se enseñorean de ellos; y los que tienen autoridad sobre ellos son llamados bienhechores. Pero no es así con vosotros». Hace una distinción entre la grandeza piadosa y la mundana. «Antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor», o sea el que ocupa la posición más baja, «Y el que dirige», o sea el líder, «Como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, entre vosotros yo soy como el que sirve».

Les dice, «Aspiren a la grandeza, y dentro de lo posible, dirijan. Pero no en forma mundana; en forma piadosa». Y lo redime de esta manera. Primero nos dice que podemos rechazar los conceptos mundanos de la grandeza y el liderazgo. Dice que los conceptos mundanos de la grandeza y el liderazgo giran en torno al líder. Son prepotentes con la gente. Intimidan, dan ordenes. Son malos, crueles, severos. La gente existe para honrarlos, obedecerlos, atenderlos, servirles. Para adorarlos con palabras teológicas. Están al centro. Son lo principal. Entonces, dice que pueden ser bienhechores, lo cual significa que son ricos y poderosos. Pueden dar a las personas riqueza y poder, pero solo si les ruegan y se postran delante de ellos. Tienen que pedirlo, y tienen que merecerlo. Así controlan a las personas. Lo interesante es que algunas cosas nunca cambian. Así funciona el mundo todavía.

Pero Jesús dice, «Así no». No significa que uno no pueda ser líder. Si Dios le da la oportunidad de liderar en lo poco o en lo grande, hágalo. Pero no así. Jesús dice, «Pueden hacerlo en forma piadosa, no en forma mundana». Porque uno de los atributos de Dios es que Dios es grande. Y queremos reflejar la grandeza de Dios, buscando la grandeza de una manera que refleja el carácter de Dios, no la cultura del mundo.

Nuestro mundo funciona así: Es como en los tiempos de Jesús. La meta es ganar todo el dinero posible y tener todo el poder posible para que todos nos sirvan y no tengamos que servirles, ¿cierto? ¿Cierto? Así funciona nuestra economía. Un tipo llamado James Gilmore, por ejemplo, escribió un fabuloso librito titulado, La economía de la experiencia. Es un líder de negocios. También es cristiano evangélico. Se ha vuelto casi en un amigo. Es un gran hombre. Dice que hemos tenido una transición económica en este país. Antes, la mayoría de las personas trabajaban con materia prima, o sea recursos naturales procedentes de la tierra, como, «¿Quiere madera? Ahí hay un árbol, vaya córtelo y haga madera. ¿Quiere café? Cultive y coseche los granos de café. Después muela los granos y prepárese una tasa de café, pero tendrá que trabajar mucho para lograrlo».

Después la economía cambió de materias primas a una economía de mercancías y productos. Uno podía ir a la bodega a comprar madera. Podía comprar café al por mayor, y molerlo uno mismo, o inclusive comprarlo ya molido. Dijo que lo que pasó fue que cambiamos la economía cambió a una de servicios. Hoy, la mayoría de las personas contratadas trabajan en el sector de servicios. O sea que alguien toma la materia prima, la convierte en un producto, y lo convierten en un servicio con qué servirnos. La meta es ganar todo el dinero posible, y tener todo el poder posible para tener muchos empleados. A veces son personas que trabajan para nosotros, a veces son personas que contratamos temporalmente.

Les daré algunos ejemplos. Los baristas. “Barista” debería ser la palabra griega para un saco de arena, ¿verdad? Lo que pasa es que la gente entra a un café, personas que por lo general no tienen poder, y de repente son reyes y señores. Tratan al barista como un esclavo sin derechos. Es asombroso. ¿Alguna vez han oído en un café cómo tratan a los baristas? No hacen sino hacer pedidos. Pedidos descabellados. Y si no les preparan los pedidos a la perfección, «¡Dije 97 grados! ¡Aquí tiene: 96 grados!». Es decir, ¿trajo el termómetro? ¿Qué clase de fariseo de mochas es usted? Uno dice, ¡híjole! Demasiada crema batida, demasiada espuma. Batiré su espuma. ¡Oiga, un momento! Es asombroso. ¡Llame al gerente! O sea que, «Vendrá la ira desde lo alto porque aquel que debe ser obedecido no lo han obedecido». Se vuelven bulliciosos y arman alboroto. Es increíble. Jesús dice que no seamos así.

¿Se han dado cuenta en el banco cómo habla la gente al cajero? Es impensable. «¡Me robaste el dinero!». Obviamente no fue él, o no estaría trabajando en el banco. Estaría de vacaciones donde nadie pudiera gritarle.

Mi favorita es en la taquilla donde compran los boletos de avión. Debería haber una prueba del CI antes de hacer cola en el aeropuerto. Deberían hacerla. Llega la gente: mejor dicho, es asombroso. «¿Dónde está mi vuelo?». El que atiende dice, «¿Acaso el avión tiene cuerda para que se lo traiga? No se lo puedo traer tan fácilmente. No sé». Mi favorito es cuando la gente entra y dice, «¿Dónde está mi equipaje?». El tipo lo mira como si le estuviera diciendo, «No estaba dentro de él. Yo no sé. No sé donde pueda estar su equipaje». «¡Se robó mi equipaje!». «Sí, es que necesitaba su ropa interior, La necesitaba».

Pero ocurre de esta manera. Algunos ocupamos posiciones muy poderosas, algunos no, pero de vez en cuando llegamos a ser personas con cargos poderosos, o sea que alguien es nuestro empleado, y vamos a decretarles lo que deben hacer y vamos tratarlos con prepotencia, les vamos a hacer la vida difícil. Les vamos a dar órdenes. Y Jesús dice, «Así no. Así no. Sean líderes, busquen la grandeza, pero no así».

Jesús mismo es nuestro ejemplo por excelencia. Dice en otra parte de la Biblia, «No vine a ser servido, sino a servir». Oiga. Eso es diferente. Eso casi no se oye entre las personas ricas y poderosas. «No vine a ser servido, vine a servir. O sea, va contra la tendencia cultural predominante. Son palabras del reino. No es un Dios inventado, es un Dios humilde. Es decir, Jesús vino al mundo humildemente. No nació de familia rica, sino de familia pobre. No en una gran ciudad, sino en un pueblo rural. Creció en el olvido; trabajó 30 años como carpintero con su padre. Eso es humildad.

No es pecado ganar dinero. No es pecado tener un título; no es pecado ejercer autoridad, pero Jesús dice, «No alcancen ese status mundanamente. Y si alcanzan ese status, no se porten mundanamente. Busquen ese status piadosamente, y si logran ese status, procedan en forma piadosa».

La idea principal es esta: La grandeza consiste en servir. La grandeza consiste sencillamente en servir. Entonces Jesús dice, digamos que hay una mesa y una comida, y todos están festejando y comiendo. Digamos que vamos a un buen restaurante y la sala de banquetes está reservada, si usamos la ilustración que usa Jesús. Decimos, «Vaya, vean todas estas personas en este finísimo restaurante». Están sentadas. Todos los servidores y meseros y las meseras los atienden. Nosotros al ver eso diríamos, «Deben ser grandes personas». Pero Jesús dice, «El mesero, la mesera, si sirven a Dios humildemente y para Su gloria, son grandes». Lo que hacen es un acto de adoración. Dan honor. Y Jesús dice, «Vine al mundo, no para sentarme a una mesa, sino para ser el mesero».

Esto debe afectar hasta nuestra manera de tratar a las personas cuando salimos a comer, cuando los empleamos, cuando se nos presentan oportunidades para servir al cliente. Significa que no debemos tratarlos como esclavos y creernos los señoritos. Debemos tratarlos como portadores de la imagen de Dios, y considerarnos siervos. Aunque nos estén sirviendo, debemos servirles con nuestra actitud y nuestra disposición, con nuestra generosidad y amabilidad.

Entonces Jesús dice, «¿Saben qué? No soy como los demás líderes». Y no lo es. No lo es. Para algunos de ustedes, es algo muy nuevo porque son nuevos en el cristianismo. Necesitarán mucho tiempo para aprender esto. En realidad, aunque hayamos sido cristianos por mucho tiempo, necesitamos aprenderlo de nuevo, porque todo nuestro orgullo, nuestra naturaleza pecaminosa, y nuestra cultura nos impulsa a ser de todo menos un servidor. Pero Jesús dice, «No, esa es la esencia. Esa es la esencia de la grandeza».

La grandeza piadosa

Les preparé una lista de preguntas y quiero que las piensen, que las cavilen. Las subiremos para que puedan discutirlas en familia, con sus amigos, compañeros de habitación, en sus grupos comunitarios. Quiero que piensen un poco en la grandeza piadosa.

Así que, primero, ¿aceptan que Jesús les sirva? Esto es muy importante. No cometan el error que cometen muchas personas pensando que Jesús es solo un gran ejemplo pero no un gran Dios y Salvador. Lo que dicen algunos al ver a Jesús es: «En realidad sirvió. Yo también quiero servir para ser como Jesús». No es un mal deseo, per por sí solo es un deseo imposible. Porque somos pecadores y Jesús vino a servirnos. Y a menos que dejemos que Jesús nos sirva, no podemos servir verdaderamente ni a Dios ni a los demás. No como Jesús nos sirve.

Así que ante todo, antes de servir, debemos dejar que Jesús nos sirva. Nos sirvió al crear los cielos y la tierra. Nos sirvió al entrar humildemente a su creación como ser humano, para identificarse con nosotros. Nos sirvió humildemente viviendo sin pecado. Humildemente nos sirvió muriendo en la cruz, pagando la pena por nuestros pecados. Humildemente nos sirvió, resucitando para conquistar a Satanás, el pecado , la muerte, el infierno, y la ira de Dios. Humildemente nos sirve dándonos salvación, gracia, amor, misericordia; dándonos vida eterna.

A Jesús le encanta servir. Jesús es más que un Siervo, ahora ha ascendido al cielo, es Rey de Reyes, Señor de Señores; está en la gloria. Es el mismo ayer, hoy, y por los siglos. Les tengo buenas noticias: Él todavía se deleita en servir. Así es. Si vienen a Jesús, Él les servirá.

Los que no son cristianos se preguntarán, «¿Dónde empiezo?». Deje que Jesús le sirva. Ahí empieza el cristianismo. Los que ya son cristianos saben que Jesús les sirve, pero a veces, amigos, van a sentirse mal. Van a decir, «Cómo metí las patas; he pecado; cometí errores; hice mal las cosas; me avergüenza lo mal que está mi vida». Y lo que tratamos de hacer es limpiar nuestra vida para ver cómo volvemos a la iglesia, y cómo regresamos a Jesús para presentarle nuestra vida. Eso entristece a Jesús, porque nos diría, «Quiero servirte. Me encanta servir. Aquí estoy para servir. ¿Estás sufriendo? Ven a mí. ¿Estás pecando? Ven a mí. ¿Estás luchando? Ven a mí. Me encanta servir».

Necesitan saber esto de Jesús. Se deleita en servirles. Y cuando vienen y le dicen, «Necesito tu ayuda; necesito tu sabiduría; necesito tu perdón; necesito tu poder. Necesito tu gente», Jesús dice, «Lo sé. Te amo. Me encanta servir». El corazón de Dios es un corazón de servicio y humildad. El corazón de Dios es un corazón de servicio y humildad. Jesús nunca está demasiado ocupado para ayudarnos, y no hay nada que Él no pueda manejar.

Les daré mi perspectiva. Soy papá. Tengo cinco hijos. Amo a mis hijos. Nunca le diría a uno de mis hijos, «Tu vida es un desastre. Allá tú. Cuando pongas tu vida en orden, ven y muéstrame para sentirme orgulloso de ti». Nunca les diría eso. Les diría a mis hijos, «Cuando estés de lo peor, ven corriendo. Quiero ayudarte. Te amo. Estoy aquí para ayudarte. Me deleito en ti. No es una carga para mí por el afecto que te tengo. ¡Déjame ayudarte! Necesitas ayuda y quiero ayudarte». Ese es el corazón de Dios.

No sé qué luchas pueda tener, amigo. No sé qué cargas pueda tener. No sé que dolor pueda tener. Tráigalo a Jesús. Deje que le sirva. Él quiere servirle. Le encanta servirle. ¿Y sabe qué? Jesús no se arrepiente de servir a ninguno de nosotros. Eso no lo amarga, no lo frustra. Su corazón es de amor y quiere ayudar. Por lo tanto deje que le sirva. Ahí comienza todo.

Al dejar que Jesús nos sirva, nos da una nueva naturaleza. Renueva nuestra mente. Nos da la presencia y el poder del Espíritu Santo. Conseguimos nuevos deseos que nos permiten decir, «Vaya, Jesús me sirve tan bien, y con tanta humildad. Quiero aprender a servir a otros como Jesús me sirve. No para que Dios me ame, sino porque ya me ama. No porque tengo que hacerlo, sino porque amo a Jesús y es un privilegio. No para que otros queden encantados conmigo, sino para que otros experimenten Su amor por medio de mí». Todo empieza al permitir que Jesús nos sirva.

Segundo, ¿permiten que otros los sirvan activamente? Algunos de ustedes son así. Dicen, «Me gusta servir, pero no me gusta que me sirvan». No se dejan servir. Alguien les dice, «Oh, permítame ayudarle con eso». «No, no, no, no, yo me encargo de eso». «Permítame comprarle tal cosa». «No, no, no, no, yo lo pago». O hacen algo por uno y siente la necesidad de hacer algo por ellos. Le cuesta mucho recibir. Le dan algo, y siente la necesidad de darles algo a cambio. Una de nuestras formas de servir es permitir que otros nos sirvan.

Falso o verdadero: ¿Jesús permitió que otros le sirvieran en su vida? Permitió que otros le sirvieran. Sus amigos: María, Marta, Lázaro, dos hermanas y un hermano, estuvo mucho tiempo en su casa. Dejaba que lo cuidaran. Le daban un lugar donde dormir, le preparaban la comida. Dejaba que le sirvieran. Jesús sirvió a otros; les servía humildemente, pero permitía que otros le sirvieran también.

Algunos de ustedes son difíciles como cónyuges, por muchísimas razones. Una de ellas podría ser que quieren dar la impresión de no necesitar nada, que pueden encargarse de todo. En realidad, están robándole a su cónyuge la oportunidad de servirles, ¿cierto? Algunos padres son así. Hacen todo por los hijos, no les enseñan a los hijos a hacer algo por los demás. Así crían hijos mimados. No solo hijos mimados, sino hijos que se portan así.

¿Permiten que otros los sirvan? Estamos a punto de verlo, justo antes de que lo crucifiquen. Jesús permite que una mujer le sirva. Es una mujer que viene y se arrepiente de su pecado, con el corazón roto, y le trae todo ese perfume. Muy caro. Rompe el frasco y lo vierte sobre Él. Y todos los discípulos que estaban ahí dicen que es demasiado. Que es un derroche, que es demasiado caro. Y Jesús les dice, «Lo recibo. Recibo este regalo generoso y esta profunda expresión de tristeza y dolor por su pecado. Esta mujer quiere servir, y voy a dejar que lo haga». Es fabuloso. Fue un momento de limpieza y sanidad para ella. Jesús lo aceptó y lo recibió. Fue un momento de generosidad para ella, y Él lo aceptó. Lo recibió.

Después fue crucificado y murió. Creo que por la cantidad de perfume que le puso encima, la fragancia que sintió fue un don de una mujer arrepentida que fue generosa con Él porque hubiera percibido el perfume que tenía en su piel. Permitió que le sirviera.

Jesús también sirvió a otros. En la Biblia, en una ocasión, Jesús asume la posición de un siervo o esclavo. Iban caminando y si recuerdan el relato, las calles eran de tierra y la gente y los animales transitaban por ellas, llenas de heces y basura, y lodo. Era algo asqueroso. Como usaban sandalias, tenían los pies y debajo de los dedos de los pies hechos un asco. Y cuando entraban en la casa de alguien lo que hacían como un acto hospitalario era limpiarles los pies. Ellos no, sino más bien sus siervos o esclavos. En la Biblia, en una ocasión Jesús estaba comiendo con sus discípulos y con otros, y nadie ofreció lavar los pies. ¿Qué hizo Jesús? Tomó una vasija y una toalla, y empezó a lavarles los pies a sus discípulos. Dios les limpiaba los pies a Sus discípulos. Jesús sirve y permite que otros le sirvan.

¿Permiten que otros les sirvan a ustedes? Porque un siervo no es solo el que sirve, sino el que deja que otros le sirvan. Imagínense si le dijera a Grace, mi esposa, que tiene el don espiritual del servicio, «No necesito nada. No puedes hacer nada por mí. No hay ningún lugar en mi vida donde hacer un aporte». La destruiría.

Tercero, ¿sirven a otros humildemente, desinteresadamente? ¿Desinteresadamente? En realidad nuestras intenciones no siempre son puras, ¿cierto? Pero cuando servimos, es, «¡Me van a ascender! ¡Aumentarán mi sueldo! ¡Conseguiré un novio! ¡Conseguiré una novia! ¡Conseguiré un marido! ¡Conseguiré una esposa! ¡Me darán un trofeo! ¡Me darán algún premio! ¡Me darán algún reconocimiento! ¡Me darán una tarjeta de agradecimiento! ¡Me dirán, “bravo, bien hecho”!».

Si es solo por eso, no tiene el corazón de un siervo. No tiene nada de malo que le digan «gracias». No tiene nada de malo que lo asciendan en el trabajo, No tiene nada de malo que le digan, «Bravo, bien hecho». Pero eso es lo que lo motiva, no tiene la actitud de un siervo Y se da cuenta porque cuando esas cosas no suceden, ¿deja de servir o se resiente? «¡Ni siquiera me dieron las gracias! Ni siquiera me mandaron una tarjeta de agradecimiento! ¡Ni siquiera se dieron cuenta de que fui yo quien lo hizo! Llevo mucho tiempo haciendo esto y nunca lo han apreciado». Ah, entonces se trata de usted y de su gloria, y que no lo están glorificando, y está a punto de mostrar su ira.

Habrá momentos en que las personas francamente no nos dan las gracias cuando deberían hacerlo. O donde deberían reconocer su aporte, pero no lo hacen. Son oportunidades para demostrar la esencia de nuestro carácter, y revelar lo que de veras hay en nuestro corazón. ¿Les digo, «Está bien, amo al Señor y amo a las personas y estoy tratando de honrar al Señor y ayudarles a las personas», o nos ponemos tristes y resentidos y nos damos por vencidos?

Por eso es que a la gente se le hace difícil servir, porque no hay recompensa, no hay remuneración. Creo que en parte es por eso que las iglesias tienen dificultades. La gente dice, «Me pagan por el trabajo que hago, pero no voy a regalar mi tiempo sin pago porque ¿qué gano con eso? No hay remuneración».

Hay otras personas con la actitud de un siervo que dicen, «¿Saben qué? Amo a Jesús, amo a su pueblo, amo la ciudad donde estoy, quiero hacer la diferencia, quiero ayudar, por lo tanto daré un porcentaje de mi dinero, de mi tiempo, de mis habilidades y talentos, para el reino de Dios». Aquí es donde la motivación del cristiano no es la compensación sino el afecto. «Si pagan o no pagan, amo a Jesús, amo a la gente, quiero hacer la diferencia, quiero hacer la diferencia».

Por eso es que un ministerio como el nuestro es muy diferente a un trabajo, Cuántos de ustedes, si fueran mañana al trabajo, digamos, y su jefe les dijera «tengo buenas y malas noticias», diría, «Bien, primero deme las malas noticias». «No podemos pagarle». «Bien, ¿y las buenas noticias?». «Puede seguir trabajando». Usted diría, «No, gracias». Pero si ama a Jesús, y ama a su pueblo, y Dios le ha puesto en el corazón el deseo de ayudar a ciertas personas, entra a la iglesia y dice, «Quiero ayudar. Deme un lugar donde pueda ayudar». «Muy bien».

La gente no hace este tipo de ofrecimiento a las corporaciones, ¿cierto? ¿Cuántos de ustedes manejan una empresa? No son muchos los que vienen a decirles, «Me gustaría regalarle diez horas por semana». Porque lo que complementa al cristiano es el afecto que Dios tiene por su pueblo, no solo la compensación por el trabajo que hizo. No es pecado ganar dinero, no es pecado ser líder, no es pecado ejercer un cargo de autoridad. Pero Jesús quiere saber, ¿por qué? ¿Cuál es su motivación subyacente y profunda?

Cuarto, ¿está dispuesto a realizar trabajos serviles? Lo interesante aquí es que Jesús usa la palabra «siervo», y «servir». Es la misma raíz de la palabra griega que fue escrita originalmente en el Nuevo Testamento para «diácono». Son hombres y mujeres líderes en nuestra iglesia. Dirigen sirviendo. Hacen trabajos serviles, tareas sencillas, humildes.

Ahí es donde uno se da cuenta si es un siervo, ¿no es cierto? Si es en público y lo elogian a uno, es gran cosa, eso no es tan difícil. Pero las cosas serviles, ¿cierto madres? ¿Cuántas madres trabajan en la casa? En parte el trabajo de una madre consiste en hacer trabajos serviles, ¿cierto? A veces significa que no se acopla a su don espiritual. A veces Dios nos da dones espirituales, capacidades innatas para hacer las cosas, pero a veces eso nos da una excusa para no hacer las cosas que no queremos hacer. «Ese no es mi don espiritual». Nunca he conocido a una madre que diga, «Mi don es limpiar popó. Ese es mi don. Y ahora este niño me ha dado una gran oportunidad de usar plenamente este don 30 o 40 veces al día. Es fascinante».

¿Saben lo que hace una madre? Una buena madre hace lo que se tiene que hacer. Limpiar la nariz, limpiar el pañal, hacer eructar al niño, darle de comer, cambiarlo, dejar que el niño se le vomite encima, repetir todo el proceso. Es lo que hace una madre. A las tres de la mañana se levanta. No dice, «Oiga, yo trabajo de 9 a 5, y son las 3 de la madrugada». Una madre hace todo lo que debe hacerse. La esencia de la maternidad es la esencia del servicio. Y aquí está diciendo que el pueblo de Dios debe aspirar a tener el corazón de un diácono. De un siervo. Haciendo trabajos serviles.

Y les cuento que esto me compunge porque siento que tiendo a hacer las cosas grandes bastante bien. Pago las cuentas y cuido a mi familia velo por todos y lo mantengo todo en orden. Son las pequeñas decisiones serviles del día a día donde fracaso a veces. Como ayer. Les daré un ejemplo. Viajé este fin de semana, volví a la casa, fue un día asoleado y hermoso. Estaba recostado en la hamaca. Era maravilloso. Y Gideon, mi hijo de 5 años llega, «Oye papá, ¿quieres jugar Legos?» Eh . . .

Porque tiene 5 años y le gustan mucho los Legos. Yo tengo 40, y me gustan mucho las hamacas, ¿cierto? Entonces teníamos un gran dilema porque hubiera tenido que bajarme de la hamaca para jugar con los Legos. Batallo con esa clase de cosas. Si viniera y me dijera, «Papá, ayúdame con una pregunta teológica. Papá, ayúdame a escoger una carrera». «¡Sí!» Pero, «Papá levántate de la hamaca . . .». «Estoy predicando mañana, así que lo haré. Pero normalmente no sé si lo haría». Ese es el corazón hipócrita en mí. A veces son las cosas serviles.

Quinto, ¿es perezoso, o desorganizado? Usted dice, «No lo sé». Entonces la respuesta es sí. Me temo que así es. Si es perezoso, no será un buen siervo, ¿cierto? No puede ser. Porque no va a incomodarse para hacer un esfuerzo extra. Si es desorganizado, puede que esté sirviendo muchas personas pero no tan eficazmente. Puede que esté haciendo muchas cosas, pero quizás no las cosas correctas. Sus prioridades están desordenadas. Una manera en que puede servir mejor, es no ser perezoso, arrepintiéndose de eso si es su pecado, y organizándose. «Está bien, Dios, ¿quién soy, y qué debo hacer y a dónde quieres que enfoque mis energías? Y permíteme poner las cosas más importantes primero».

Sexto, ¿su vida se caracteriza más por dar, o por recibir? Dar y recibir, esto es muy importante. Porque para la mayoría de las personas, se trata solo de recibir. ¿Está consumido y motivado principalmente por lo que recibe? ¿Alabanza, dinero, poder, posesiones? Eso es lo que lo motiva, lo que piensa, eso es lo que lo consume, y si no lo consigue se siente devastado. ¿O se siente motivado principalmente porque quiere dar? Puedo dar mi dinero a tal causa. Puedo ayudarles a estas personas. Puedo servir de las siguientes maneras». ¿Qué le provoca más alegría? ¿Qué lo motiva más? ¿Qué lo destroza, y por qué?

Les daré un ejemplo sencillo. Hablaba con el pastor líder de un ministerio en otra iglesia hace poco, y no mencionaré a la iglesia o el líder porque no querían eso. Les dije en una conversación, les pregunté, ¿Por qué están tan emocionados? Cuéntenme la cosa más emocionante que les ha pasado o lo que más ánimo les ha dado». Dijo, «No es nada sensacional. No quería hablar de eso, es un poco personal». Le dije, «No, cuénteme una buena historia».

Me dijo, «Es que siempre he querido cierto tipo de auto y por fin lo conseguí. Este es el auto que quería. Iba manejando y lo estaba disfrutando, lo he tenido por algún tiempo, y sentí como si Dios me dijera, «Conoces a esa persona», Creo que era una madre soltera, si recuerdo el relato correctamente. «Necesita mucho un carro y quiero que le regales tu carro». Y me dijo, «Me sentí apesadumbrado, porque pensé, “qué tal si pudiera conseguirle un carro más barato, o más viejo, o si pudiera encontrar alguien que se está deshaciendo de su carro para dárselo a la madre soltera, para la gloria de Dios». Y el Espíritu Santo le cargó el corazón diciendo, «No, dáselo». Entonces me dijo, «Eso fue lo que hice. Le llevé el carro y firmé el título y le entregué las llaves». Y me dijo, «Al ver su gozo y el gozo de su hijo», me dijo, es lo más feliz que me he sentido en años.

Jesús lo dice de esta manera, «Más bienaventurado es dar que recibir». ¿Es pecado tener un carro? ¿Es pecado ganar dinero? No. Pero hay gozo en compartir, hay gozo en dar. Así es. Por eso es que las personas más desdichadas son las de las más codiciosas. Y las personas más gozosas son de las personas más generosas.

¿Les gusta dar? La Biblia dice que de tal manera amó Dios al mundo, que dio. Dar es un acto de amor. En Navidad, ¿los papás se sienten más alegres abriendo sus regalos, o viendo a sus hijos abrir los suyos? Es sencillo, ¿cierto? Oh, sí, cuando abren sus regalos es mucho más interesante. En Navidad, ¿los abuelos se sienten más alegres diciendo, «¡Pude abrir mis regalos!», O, «Vi a mis nietos abrir sus regalos»? Un siervo tiene el corazón de Dios. Un siervo se deleita en dar. Un siervo halla gozo no solo en lo que reciben, sino en ver a los otros recibir. Ese es el corazón de la generosidad.

Séptimo, ¿prefieren alcanzar un status o hacer la diferencia? ¿Alcanzar un status, o hacer la diferencia? No es pecado volverse líder, que lo llamen presidente, pastor, o algo así, o el Jefe Ejecutivo, Gerente Financiero, o lo que sea. No es pecado, pero hay algo más importante que alcanzar un status, que es hacer la diferencia.

Durante su vida terrenal, Jesús nunca ocupó un cargo político, nunca fue jefe de una empresa, nunca se postuló para ninguna organización oficial, nunca logró obtener una licenciatura o grado particular, de una institución sobresaliente. No alcanzó un status, ¿pero saben lo que hizo? Hizo la diferencia. ¿Ha hecho la diferencia en su vida? Sigue haciendo la diferencia, ¿cierto? Ascendió al cielo y ahora mismo está haciendo la diferencia en nuestras vidas. Jesús hizo la diferencia más grande en mi vida, por encima de todo.

Creo que Jesús nos animaría, mientras pensamos en este tema de la manera mundana o piadosa de buscar la grandeza, el liderazgo, y la influencia; nos diría que si lo único que nos interesa es nuestro status y lo que ponemos en nuestro currículum vitae, y dónde nos encontramos en el organigrama, probablemente acabaremos en el lugar equivocado. Pero si se trata solo de hacer la diferencia, ayudarle a la gente, impactar sus vidas, puede que le confieran el título, y puede que no. Puede que ocupe un lugar determinado en el organigrama, y puede que no. ¿Qué importa?

En Mars Hill hay miles de siervos. Puede que no alcancen un status, puede que no conozcan sus nombres, pero hacen la diferencia, ¿cierto? Les diré cuál grupo me viene a la mente. Los líderes de los grupos comunitarios. ¿Sabían que si no pertenecen a un grupo comunitario—porque tenemos grupos comunitarios—que deben integrarse a uno? Hay 500 grupos comunitarios.

Para volverse líder de un grupo comunitario, como ejemplo de siervos en Mars Hill que hacen la diferencia, tienen que hacerse miembros de la iglesia, lo cual demora bastante, después tienen que hacer un aprendizaje bajo un líder de grupo como voluntario, después tienen que abrir sus hogares y sus neveras, y sus horarios, y sus corazones y sus vidas y sus billeteras para acoger a las personas. Ni siquiera les gustan algunos de ellos. Los aman, pero es difícil que les gusten.

Acogen a sus vecinos, tanto cristianos como no cristianos. Cuando las personas están dolidas, oran por ellas. Cuando las personas están en el hospital, las visitan. Cuando una mamá está embarazada, le hacen una fiesta prenatal. Y cuando nace el bebé, le traen la comida. En la medida que haya necesidades dan generosamente y ayudan y se interesan y sirven e invierten muchas horas semanalmente.

¿Y saben qué? Lo hacen porque aman a la gente. Lo hacen porque tienen el corazón de Jesús. Lo hacen porque quieren hacer la diferencia. Podrían invertir su tiempo, su dinero, y sus habilidades en otros sitios, hasta en un lugar donde les den un título y un cargo. Pero deciden, «Quiero hacer la diferencia. Quiero ayudarle a alguien». Ven a las personas volverse cristianas en su sofá. Ven vidas transformadas. Ven a las personas madurar en Cristo.

Podríamos hacer un mejor trabajo como iglesia si sencillamente les diéramos las gracias, ¿cierto? Queremos buscar la grandeza; queremos buscar la grandeza piadosa. Al ver a los que buscan la grandeza piadosa recomiendo que todos nos acostumbremos a darles las gracias.

De otra manera tendremos una mentalidad mundana en lo que atañe a la iglesia. Entramos y ni siquiera nos acordamos de que todas estas personas son siervos. Son hermanos y hermanas. No les pagamos casi a ninguno. Lo hacen solo porque nos aman y aman nuestra ciudad. No podemos entrar a la iglesia y decir, «Creo que dejó mucho que desear. No me gustó como me sirvieron». ¡Fue gratis! ¡Fue gratis; fue increíble! ¿Cierto? Fue increíble.

Así que cuando salgan, agradezcan a los saludadores, den gracias a las personas en el mostrador de información. Si tienen hijos, den gracias a los guardias de seguridad, agradezcan a los trabajadores de escuela dominical. Si van a un grupo comunitario, denle gracias al líder. Den gracias a la banda. Denle gracias a todos. Podemos infundir ánimo. Para los que sirven aquí quiero lo oigan del corazón de Jesús, «Gracias». Anímense.

Busquen la grandeza eterna

Jesús nos da un factor que nos motiva a no dejar caer nuestro ánimo como siervos, o sea buscar la grandeza eterna. La grandeza eterna. Lucas 22:28–30, «Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas; y así como mi Padre me ha otorgado un reino, yo os otorgo que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino; y os sentaréis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel».

Lo que Jesús está diciendo es que nuestra vida es mucho más que esta vida. Tenemos que pensar piadosamente, no mundanamente. No es que tengamos que ser todo lo que podamos y alcanzar todo lo que podemos, y hacer todo lo que podemos, y recibir nuestra gloria para que en esta vida podamos sentarnos en nuestro pequeño trono. Puede que sea en una oficia de esquina o en una silla cómoda en su casa; donde quiera que sea su trono, la meta no es sentarse en un trono en esta vida; la meta es esperar, esperar el puesto que Jesús nos va asignar en el reino.

Eso es lo que está diciendo. Dice, «Van a morir, y después van a resucitar, y entrarán a un reino eterno». Ese reino será como un enorme banquete. ¿Les gusta banquetear? ¿Les gustan las cenas? ¿Les gusta cuando no tiene que pagar? Así es el reino de Dios. Jesús hará un enorme banquete, y todos sus santos de todas las naciones, tribus, lenguas, y de todas las edades se reunirán para el banquete.

¿Saben quién va a presidir la mesa? Jesús. ¿Este argumento estúpido será mejor: «¿Cuál de nosotros ocupará la silla más grande?». «Umm, el que resucitó. Esa es Su silla, ¿cierto?». Y entonces Jesús nos asignará a cada uno un puesto en Su mesa proverbial para el banquete del reino. Algunos de ustedes se sentarán en tronos, otros se sentarán a la mesa pero más abajo, y algunos de ustedes se sentarán a la mesa de los niños.

No sé cómo será la distribución de los comensales, pero sé esto. Donde quiera que nos sentemos con Jesús es mejor que sentarnos sin Él en cualquier lugar. De eso estoy seguro. Pueden sentarse en su trono aquí en este mundo, y si no es para la gloria de Dios con la amistad de Jesús, decae a comparación con el puesto que Él le daría en Su reino eterno, en Su banquete eterno.

Jesús está diciendo, «Vean las cosas a largo plazo. Sean humildes. Busquen la humildad, por la gracia de Dios. Tengan la actitud de un siervo. Hagan la diferencia. Ayuden a las personas. Después, cuando se presenten ante mí les diré si hicieron un buen trabajo».

Permítanme decirles a los que están sirviendo. Puede que las personas no les den las gracias, y que no los reconozcan, lo cual, francamente, apenas nos infundiría ánimo en esta vida. Pero un día de estos morirán y estarán ante Jesús. La Biblia dice que lo verán cara a cara. Verán el amor en Sus ojos. Verán una sonrisa en Su rostro. Una sonrisa en Su rostro. Y si les pone la mano en el hombro y les dice, «Bien hecho, buen siervo y fiel», ¿No sería lo único que importa? «Jesús me dijo, bien hecho».

Francamente, con solo pensar en ese día, lloro de la emoción. Quiero lo mismo para ustedes. Quiero que sea el mejor día de todos. Jesús podría decir, «No me dieron las gracias, y las cosas no resultaron quizás como debían si todo hubiera funcionado justamente, pero bien hecho buen siervo y fiel. Bienvenido a mi reino. Tengo un puesto preparado para ti. Recibirás galardones eternos. Te amo. Fue un gusto servirte, y fue un gusto servir contigo. Gracias». Les prometo que no se arrepentirán de invertir sus vidas para la gloria de Dios y el bien de los demás. Porque a decir verdad si nuestra vida glorifica a Dios y beneficia a los demás, recibiremos gozo en esta vida y galardones eternos en la venidera. Todos ganan.

Ser egoísta o ser siervo

Para cerrar, permítanme darles un pequeño ejercicio. Pueden hacerlo ustedes mismos, si son casados, con sus cónyuges, o con sus compañeros de habitación si son solteros, o en su grupo comunitario, o con sus hijos. Hay un continuo entre ser egoísta y ser siervo, ¿cierto? Empezaremos por acá desde cero. Somos bien egoístas. Solo pensamos en nosotros. Sea el cónyuge o los amigos, queremos que coman lo que comemos, que vayan donde vamos, que quieran lo que queremos, que vean lo que vemos porque siempre queremos las cosas a nuestra manera. Somos egoístas.

Después está el continuo que llega hasta siervo. Damos, contribuimos, tomamos en cuenta a los demás, tratamos de bendecir sus vidas, Todos ocupamos un lugar sobre ese continuo. Quisiera hacer esto. Dividámoslo en diferentes categorías porque en realidad algunos somos egoístas en una categoría y siervos en otras, ¿cierto? ¿Cierto?

Así que, primero, si son casados y tienen un cónyuge, ¿dirían que tienden más hacia el lado egoísta o el lado de siervo? Esta es la tarea difícil: hagan esa pregunta a su cónyuge. Cónyuges, no lo usen como una oportunidad nuclear para declarar, «¡37 Negativo!». ¿Cierto? «Ah, por fin pude decirlo». No hagan eso, ¿sí? No los condenen, invítenlos para que pasen de ser egoístas a ser siervos en su matrimonio.

¿Y si son padres con hijos? Egoístas a siervos. ¿Cómo se evaluarían, y cómo los evaluarían sus hijos? Hace poco lo hice con Grace y los niños.

Tercera categoría: ¿qué tal sus amigos? No todos sus conocidos sino sus amigos más cercanos. ¿Dirían que usted es muy egoísta? «Yo te llamaré, no me llames a mí. Yo te cuido a ti, tú no me cuidas a mí. Todos tenemos que sujetarnos a tu horario y hacer lo que te parece porque eres un mandón desconsiderado». ¿O dirían, «Nos ayudas nos animas, eres generoso, es una bendición conocerte, gracias por ser tan buen amigo»?

Cuarta categoría: En su iglesia, Mars Hill. ¿Dirían, «Soy egoísta. No doy, no sirvo, no participo. Descargo materiales gratuitos de la página de Internet, de vez en cuando voy a clase, menos mal que alguien limpió el edificio y manejó el sonido y qué bueno que están abiertos para que yo venga cuando quiera, pero no voy a dar nada. Soy un interesado, no doy nada». O dirían, «En lo que puedo, por la gracia de Dios, siento que sí soy un siervo. me importa, doy, y estoy participando».

Les diré lo que pasa. Las personas más fieles a veces se condenan. He oído a unos de los siervos más fieles decir, «No creo que hago lo suficiente, no creo que doy lo suficiente». Permítanme decirles, si están sirviendo y dando, no se condenen. Siempre podemos hacer más, pero alabado sea Dios. Vean el fruto de sus labores. Los amamos. De parte de Jesús quiero darles las gracias. Anímense. Y para los que no lo están haciendo, esto no es para condenarlos sino para invitarlos. No estamos diciendo, «¡Vean todo lo que no han hecho!». Estamos diciendo, «Vean lo que pueden hacer en la gracia de Dios». No quiero que sientan culpa, sino que sea algo glorioso.

Quinto, ¿qué tal su lugar de trabajo? ¿Egoístas? Ustedes dicen, «Mire, nunca me meto de voluntario. Antes trato de esconderme. Soy bueno para los juegos de solitario». ¿O siervos: «Quiero hacer mi trabajo, quiero ayudarle a otros a hacer su trabajo, busco la manera de mejorar la empresa; si se presenta una oportunidad en la gracia de Dios, quiero servir con humildad y hacer lo mejor que pueda para que sea una gran compañía».

Sexto: ¿qué tal en el colegio? Algunos de ustedes son estudiantes. Están de vuelta al colegio. Para los estudiantes jóvenes, se los he dicho a mis hijos «Ya van a volver al colegio, busquen la manera de servir a sus profesores. Traten de ayudar. Cuando vayan al recreo, los niños nuevos siempre se sienten un poco marginados. Sírvanles; sean como el que sirve, denles la bienvenida, inclúyanlos, ayúdenles a familiarizarse con el colegio. Sean siervos». Lo mismo en la universidad, ¿cierto? Hay muchas oportunidades para servir. Algunas son formales, otras informales. «Están dolidos, están luchando, están en la quiebra, amo a Jesús, Jesús los ama, ¿en qué puedo ayudarle?». ¿Cómo se evaluarían?

Por último, con sus vecinos. Los que viven junto a usted. Dirían, «Hombre, eres egoísta. No nos hablas, no nos conoces, no participas». ¿O dirían, «Eres amistoso, estás disponible, eres generoso, te interesas por otros, eres amable, traes el amor de Cristo a nuestra cuadra»?

En realidad todos somos egoístas en algunas áreas y siervos en otras. He visto personas que sirven a sus familias, pero son egoístas con todo el mundo. He visto personas que sirven a todo el mundo excepto a sus cónyuges y a sus hijos.

En la gracia de Dios, quiero invitarlos a recibir la corrección del Espíritu Santo y de las personas que viven con ustedes. Repito, no para que salgan de aquí sintiéndose condenados, diciendo, «Hombre, me falta mucho por hacer» sino que salga de aquí sintiéndose instado. «Jesús me sirve. Necesito que Jesús me sirva y cambie mi corazón y mi actitud para que por la gracia de Dios sea generoso, no un interesado. Para que sea una persona que hace la diferencia y ayuda a otros».

Mi trabajo es enseñar la Biblia. Su trabajo es responder a Jesús. Los amo mucho, Mars Hill. Estamos en una temporada donde las cosas van bien. Estamos al umbral del otoño, que es cuando más crecemos. Viene mucha gente nueva. En enero creo que en la gracia de Dios el año que viene será el año más grande que hemos tenido. Y esto es lo que quiero. No quiero que reclutemos un montón de voluntarios motivados por la culpa. Quiero invitar un montón de siervos a participar en la acción y hacer la diferencia; para que las personas conozcan a Jesús; para ver el cambio en sus vidas. A los que ya lo están haciendo, gracias. Y los que no, bienvenidos.

Dios Padre, muchas gracias porque tu corazón es un corazón de generosidad, servicio, humildad, y amor. Señor Jesús, gracias porque eres el siervo humilde y sufrido. Jesús, que nuestro Dios es un siervo es una verdad sorprendente. Algunos lo hemos oído muchas veces, pero quizás no hayamos sentido el impacto completo de esa gran verdad. Jesús, quiero darte gracias por servirme. Sigue sirviéndome. Gracias por servir a Mars Hill. Sigue sirviéndonos. Jesús, gracias por cambiar los corazones de las personas para que dejen de ser egoístas y sean siervos; para que sirvan a sus cónyuges y a sus hijos, y a su iglesia, y a su comunidad, y a sus vecinos, y aprovechen las oportunidades que nos das para hacer la diferencia. Espíritu Santo, por favor anima a las personas que sirven. Por favor anima a las personas que tienen un corazón de siervo. Espíritu Santo, por favor constriñe a los que son egoístas a tomar en cuenta que tal vez su soledad, y su aflicción, y su desánimo se deben a que están viviendo de una manera contraria a como fueron creados; que no reflejan al Dios de la Biblia. Espíritu Santo, pido que no tomen como una condenación, sino como una invitación para que Jesús les sirva y sirvan con Jesús y como Jesús, en Su nombre lo pedimos. Amén.

Nota: Esta transcripción ha sido editada.