28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. 29 Y aconteció que llegando cerca de Betfagé y de Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió dos de sus discípulos, 30 diciendo: Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo, y traedlo. 31 Y si alguien os preguntare: ¿Por qué lo desatáis? le responderéis así: Porque el Señor lo necesita. 32 Fueron los que habían sido enviados, y hallaron como les dijo. 33 Y cuando desataban el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino? 34 Ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita. 35 Y lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el pollino, subieron a Jesús encima. 36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino. 37 Cuando llegaban ya cerca de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto, 38 diciendo: !!Bendito el rey que viene en el nombre del Señor;(A) paz en el cielo, y gloria en las alturas! 39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. 40 Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían. 41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, 42 diciendo: !!Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. 43 Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, 44 y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Amamos los reinos y las bodas. Es sorprendente. Casi todas las grandes historias para niños, los cuentos de hadas, y las películas se construyen alrededor de estas ideas de reinos y bodas, ya sea colectiva o individualmente. Y todo comienza cuando somos pequeños. Al tener hijos, lo veo siempre. A mis hijos les encanta disfrazarse, a los que fueron pequeños o al que es pequeño ahora. Se disfrazaban de príncipes, con una corona, una espada, mataban a los malos, brindaban paz y prosperidad. Mis hijas, en especial la más pequeña, Alexi, siempre habla de ser una princesa. ¿Tuvieron una niña? Siempre quieren ser princesas, disfrazarse de princesa, con los zapatos, la corona, la tiara y todo lo demás.
Los niños aman eso. Aman todo lo que tenga que ver con ser príncipes o princesas, reyes o reinas, tener un reino, gobernar, tener dominio. Al ir creciendo, nuestros pensamientos se enfocan más a las bodas, a casarnos, y muchas jóvenes piensan en con quién se casarán y qué se pondrán el día de su boda y que ese será un día perfecto y todo saldrá bien.
Si alguna vez asistieron a una boda, conocen el gran momento de transición. Las personas están allí y todo está calmo. Y de pronto, ¿quién entra primero? El novio. Y su séquito le sigue. Está con sus amigos y caminan. Y sabe que llegó el momento. Llegó el momento.
Y para la novia, el gran momento es cuando se abren las puertas. ¿Recuerdan ese momento mujeres? Eso es para las que ya se casaron. ¿Qué espera ver? ¿A quién espera ver? Espero que haya un novio del otro lado de la puerta. Sino será como una de esas películas realmente malas. Entonces ella está muy ansiosa. Está vestida toda de blanco. Se abren las puertas, o se ve el pasillo central de la iglesia. Mira, y ahí está el novio. Respira profundo, “Todo va a estar bien. Está aquí para mí”.
Y muchas veces, estos temas se unen, los reinos y las bodas. Y cuando sucede, todo el mundo explota, se detiene y observa. Hoy investigaremos una ocasión de este estilo en Lucas 19:28–44, en donde veremos que Jesucristo es Señor, Rey y Salvador. Y el momento que veremos tiene una emoción parecida a la del momento que acabamos de ver. ¿Quién es ese? ¿Quién es ese? Bueno, hay un príncipe que está posicionado para convertirse en rey, buscando por sí mismo una esposa.
Los temas de reino y esposa se unen, y todo el mundo se detiene. Me encontraba en Londres poco después de la boda real, y sólo se hablaba de eso. Era muy importante. Incluso los estadounidenses, que no hablamos tanto acerca de los reyes. Tuvimos una pequeña pelea por esto hace un tiempo. De todas formas, nos detuvimos. Es sorprendente.
La miré: 1.600 personas asistieron a su boda. Eran muchísimos invitados. Y antes de la boda, ¿qué había? Supongo que la entrada procesional, probablemente desde el Palacio de Buckingham hasta Westminster. Hicimos ese recorrido cuando estuve por allí. Es hermoso, sorprendente, histórico. Medio millón de personas llenaron las calles para el procesional. Bien, está viniendo. Está viniendo el príncipe que un día se convertirá en rey, ¿Está viniendo a dónde? Llegará al palacio. Desde el palacio tomará a su prometida. Además, 1.1 millones de personas se reunieron en Londres, la gran ciudad de Londres, para ese evento. Unas 18 millones de personas se conectaron a Internet la mayoría desde el trabajo, pecando contra sus jefes, contra sus compañías, para ver la boda real. Cuarenta millones de personas la miraron por televisión.
Parecía que gran parte del mundo se detuvo porque dentro nuestro hay algo, como los portadores de la imagen de Dios, que los reinos y las bodas despiertan esperanza en nosotros como ninguna otra cosa lo hace. Y la razón es esta: esa es la historia de la Biblia. La historia de la Biblia es que Jesucristo, es el Príncipe de la Paz, que llegó a la historia humana para buscar una prometida que es la iglesia.
Y lo que hemos estado investigando y examinando en la historia de Lucas es que hasta este punto, Jesús vivió en oscuridad, en humildad y en pobreza. Que Dios eligió un estilo de vida simple para los primeros años de Su vida. Y desde el capítulo 9:51, en el Evangelio de Lucas, escuchamos que Jesús miró hacia Jerusalén y comenzó a viajar hacia Jerusalén. Imaginémoslo como el procesional de una boda. Mirémoslo como un príncipe llegando para tomar a su prometida. Pensémoslo como un príncipe yendo a su palacio.
Entonces Jesús, el Príncipe de la Paz, está viajando a Jerusalén, para llegar al templo, Su palacio, Su hogar, como Dios en la tierra, y tomará por Sí mismo a una prometida llamada iglesia. Este es el idioma de la Biblia. Antes de pueda haber una boda, se necesita un funeral; que Jesús terminara muriendo en nombre nuestro por nuestros pecados para conquistar a nuestros enemigos de Satanás, del pecado, de la muerte, para tomarnos como Su posesión y que nuestros pecados sean perdonados, para poder ser blancos, demostrar que estamos limpios, que nos limpiamos y purificamos en Jesús.
Y hoy, vamos a leer acerca de la manera en la que Jesús hizo su procesional de príncipe a su ciudad del reino, a Su lugar Santo, a buscar a Su pueblo. Y, finalmente, llegará a la cruz, en donde morirá. Luego se levantará y ascenderá al cielo, en donde se sentará en un trono y se le ubicará una corona sobre Su cabeza para ser adorado y se regocijará como el Rey de Reyes. Como vieron, incluso durante la boda real— y seguramente la vieron—cuando se besaron y todo el mundo estalló en aplausos, ese día sigue prediciendo cuando Jesús regresará por Su prometida, la iglesia, y habrá una gran celebración alrededor de esa boda final. La última boda en toda la historia de la humanidad.
Por eso quiero que vean esto mientras Jesús viaja a Jerusalén. Aquí viene el príncipe a buscar a su prometida. Y luego del funeral habrá una boda. Entonces retomamos la historia, y los primero que leemos es que Jesucristo es Señor. Lucas 19:28–34, “Dicho esto”, Jesús había terminado de hablar acerca de invertir nuestro tiempo, nuestros talentos y tesoros para el reino de Dios, y siguió adelante, hacia Jerusalén. Entonces está entrando a la gran ciudad de Jerusalén, al templo, a Su palacio. Cuando se acercó a Betfagué y a Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos con este encargo: Vayan a la aldea que está enfrente y, al entrar en ella, encontrarán atado a un burrito en el que nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo acá. Y si alguien les pregunta: ‘¿Por qué lo desatan?’, díganle: ‘Él Señor lo necesita’". El Señor lo necesita. Fueron y lo encontraron tal como él les había dicho. Cuando estaban desatando el burrito, los dueños les preguntaron: ¿Por qué desatan el burrito?’ El Señor lo necesita’ contestaron.
Bueno, la situación es esta, históricamente, y ya se las he explicado. Es la temporada de Pascua. Hace muchos años, durante los días de Moisés, el pueblo de Dios estaba esclavizado, dominado y quería que Dios lo librara para poder ser libres y tener vidas nuevas tanto para ellos como para sus hijos y los hijos de sus hijos. Entonces Dios juzgó a sus enemigos y liberó a Su pueblo en un acto de Pascua. Fue entonces que el pueblo de Dios eligió un cordero de sacrificio, y confesaron sus pecados contra Dios y el animal funcionó como un sustituto. Así, mataron al animal, que murió en su lugar por sus pecados. Luego, con esa sangre se cubrieron para que Dios nos los juzgara ni los matara. Confiaron en que finalmente llegaría un cordero más grande que haría un sacrificio mayor y sería un sustituto perfecto.
Todo esto fue ejemplificado con un cordero sin manchas, demostrando que al final Jesús vendrá como el cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Cristo, nuestro Cordero de Pascua, ha sido asesinado. La Biblia dice que él moriría por nosotros, que esparciría Su sangre porque es perfecto y no tiene manchas ni culpas ni imperfecciones ni pecados. Moriría por nosotros para que la ira de Dios, la penalidad por nuestros pecados, esa condena eterna, nos pase de largo. Literalmente pasó por sobre nosotros.
A partir de ese momento celebraban la Pascua todos los años hasta que finalmente culminó en la cruz. Por eso, esta es la temporada de Pascua. Y todo lo que habían estado anticipando se cumple con el asesinato de Jesús. Jesús está andando con la multitud para esta gran celebración en Jerusalén. Y al acercarse al monte de los Olivos—tenemos que mostrarles eso antes del sermón y quiero agradecer a los ancianos por permitirme traer a un camarógrafo a Jerusalén para que puedan ver la topografía. El monte de los Olivos es básicamente una cruz—creo que es el valle Kidrón—en donde se encontraba el templo.
Así, mientras Jesús pasaba por el monte de los Olivos, Jerusalén, la ciudad sobre una colina, hecha de roca, se hubiese podido ver. Se veía el templo y Jesús sabía que era el momento de comenzar el procesional. Pensémoslo de nuevo como un príncipe cabalgando al pueblo para buscar a su prometida. Entonces, ¿cómo sería transportado Jesús? Sobre un burro. Sobre una burra. Era un transporte muy humilde. Extremadamente humilde. Piénsenlo.
Digamos que hoy hay otra boda diferente a la que hubo en Londres. Digamos que el príncipe y la princesa, tuvieran que viajar a o desde su boda, en un Kia. No en una carroza, sino en un Kia. Ni siquiera un Kia nuevo, sino uno usado. Imagínenselo. “Esta es la BBC transmitiendo en vivo la boda real. Y el príncipe y la princesa están entrando en su Kia”. Uno pensaría, “¿De veras? No esperábamos eso”.
Jesús entró al pueblo en un Kia. El Rey de Reyes, el Príncipe de la Paz, Dios el Creador de los cielos y de la tierra. Él elige su vehículo de transporte para este gran momento, para Su procesionario. “Tráiganme una burra. Tráiganme una burra joven que nunca haya sido montada”. Fue así.
¿Y ustedes? Si fueran un príncipe, una princesa, un rey o una reina, digamos que se van a casar. ¿Cómo vivirían antes de eso? ¿Vivirían en riqueza o pobreza? Honestamente, en riqueza, ¿verdad? ¿Vivirían de manera pública para que todos supieran quienes son? ¿O vivirían de manera humilde y privada? ¿Trabajarían de obreros? ¿Trabajarían de cualquier cosa?
Jesús llega como este príncipe humilde. Llega de una forma que nadie esperaba. Vivió en un pueblo pequeño, no en una gran ciudad. Era pobre, no rico. No tenía hogar; no tenía una gran casa. Durante los primeros treinta años de su vida fue un carpintero que trabajaba con su padre. Y así este príncipe humilde, simple y sin hogar comienza su viaje a su ciudad, a su palacio, para morir y asegurar el matrimonio con su prometida, la iglesia. Eso es sorprendente. Nadie creyó que sucedería así.
Pero hay algo realmente interesante aquí. Le pide a Sus discípulos, Sus líderes, Sus hombres, “Tráiganme una burra”, y ellos lo hacen. Entonces se acercan al hombre, aparentemente Jesús ya lo conocía a través del poder del Espíritu Santo o algo así, no lo sé. Van al hombre, “Oye, necesitamos esta burra. Necesitamos este burro”. ¿Por qué? Y ellos dicen, “El Señor la necesita”.
¿Quién es Jesús? El Señor. Eso es importante. En la Biblia hay muchos títulos para Jesús. Rabino, Buen Maestro, Señor, Rey, Príncipe, Amigo. Tiene todo este lenguaje. Él es Pastor. Todas estas imágenes y títulos para Jesús. Cada uno puede elegir uno que le guste y ver a Jesús solamente de esa manera, omitiendo los demás que no nos gusten.
Entonces para algunos, Jesús es amigo de los pobres y maestro, pero no es Señor, no es Dios. Sí que lo es, es todo eso. Por eso, la declaración más corta de lo que creemos como cristianos es simplemente que Jesucristo es Señor. Está por encima de todos y de todo, nadie lo puede igualar, no hay persona creada, ni tampoco nada que se le compare o esté más alto que Él.
Los judíos escuchaban esto como una blasfemia. Los romanos lo escuchaban como una traición, porque sólo Dios es Señor. Y aquí, Jesús está diciendo, “Sí, Yo soy ese Señor Soberano”. Los romanos hubiesen dicho, “el Cesar es señor”. Y Jesús dice “No, Yo soy Señor”. Aquí, Jesús se establece a Sí Mismo en autoridad por sobre todos y todas las cosas que hayan vivido sobre la tierra o que vayan a vivir sobre ella. Una declaración masiva.
Entonces dicen, “El Señor la necesita”. Nosotros debemos ser así con todas nuestras posesiones. “Señor Jesús, es Tuyo. ¿Necesitas mi auto? Me desharé de él. ¿Necesitas que ayude a fundar la causa para el reino? Encantado de hacerlo. ¿Necesitas que alimente a los pobres? Es Tu refrigerador. Señor Jesús, ¿quieres que abra mi casa para un Grupo Comunitario? Siéntete libre de hacerlo”. El dueño tiene esta actitud abierta. Dice, “Bueno, si el Señor lo necesita, lo puede tener”. Y era una posesión valiosa. Entonces le llevan este animal a Jesús.
Y podemos perder el significado total porque pensamos, “Bueno, es un vehículo muy humilde”. Pero Jesús estaba haciendo una declaración muy importante con esta acción. Algunos dirían equivocadamente, “Jesús nunca se presentó como Dios”. Sí, lo hizo. Y lo hizo de muchas maneras. A veces sólo lo decía, y otras veces sólo lo demostraba.
En esta ocasión lo dice, “Soy el Señor”, y lo demuestra, “Tráiganme una burra”. La mayoría no reconoceríamos eso. Cuando pensamos en un burro, se nos viene a la mente “Shrek”. ¿Qué tiene que ver eso? Pero para los que estaban esperando—Pensemos en el pueblo de Dios como si fuera una prometida. No debemos pensar en nosotros mismos como prometidas individuales, sino colectiva y corporativamente como una novia.
Cientos de años antes hubo una profecía a través de la obra de un tal Zacarías. Dios prometió a través de él, “Sabrán que su príncipe ha llegado. Sabrán que el Rey destinado está entre ustedes. Su Señor estará allí cuando vean algo”. Por eso estaban a la espera.
Aquí tenemos exactamente lo que dijo Zacarías 9:9. Cientos de años antes de que naciera Jesús, se entregó esta profecía, “¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén!” Entonces sabrán que el Señor está entre ustedes cuando llegue a Jerusalén. ¿A dónde va Jesús? A Jerusalén. He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna".
La profecía fue entregada cientos de años antes, Su Rey está llegando. Él es humilde, justo y viene a salvarlos. Sabrán que es Él cuando llegue a Jerusalén montando un burro. Y esperaron cientos de años.
Piensen en una mujer a la que Dios le dijo, “Vas a casarte, sólo espera por tu esposo”. Días, semanas, meses, años. Se pregunta, “¿Llegará alguna vez?” Pero Dios le ha revelado algunos detalles específicos. “Llegará de esta manera. Sabrás que es él”. Y un día—ella no lo esperaba, ya había perdido las esperanzas—y ahí aparece. Comienza a acercarse a ella. Y en ese momento se da cuenta, “Es el día en que se cumple la promesa de Dios”.
Ese fue el sentimiento en el camino a Jerusalén ese día. Ahí— ¿Quién es ese? Jesús. ¿Qué está montando? Un asno. Oh, llegó el día. Llegó el día. El Rey está aquí. Viene por su prometida.
¿Lo pueden sentir? Por eso es que amamos las bodas; son ecos del evangelio. Por eso amamos las procesiones; son ecos del evangelio. Por eso es que a los niños y niñas les gusta disfrazarse de príncipes y de princesas, de reyes o de reinas; son ecos del evangelio. Jesucristo es Señor.
Lo segundo que aprendemos es que Jesucristo es Rey. Lucas 19:35–40, “Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino. Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas’. Algunos de los fariseos—”, que eran religiosos. Aquí van de nuevo, Mars Hill. Les daremos un 10 por su consistencia, ¿verdad? Siempre lo entienden mal. “que estaban entre la gente, le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos’. Respondió: ‘Os digo que si éstos callan gritarán las piedras’”.
Para ese entonces, Jesús había ministrado en más de treinta y cinco localidades, la mayoría de estas rurales, y ahora se acercaba a la gran ciudad de Jerusalén y le dijo a Sus discípulos, “Tráiganme un asno”. Él sabe que se está presentando como el cumplimiento de la profecía, como Dios entre nosotros, como el Rey de reyes, y como el Señor de señores.
Entonces van y le llevan ese asno. Pero claro, no hay silla de montar. Jesús es tan humilde, sin techo y pobre, que ni siquiera tiene silla de montar. ¿Y qué hacen Sus discípulos? Se quitan sus mantos. En ese entonces, el manto era algo sumamente importante. Probablemente se tenía un solo manto, como la mayoría de la gente. Era un manto grande, y era para protegerse a uno mismo de los elementos y calentarse mientras uno viajaba, no como en nuestros días. Muchas veces uno tenía que dormir afuera o quedarse a dormir en casa de otra persona o en el establo, de modo que por la noche el manto se convertía en frazada. Era necesario. La mayoría tenía sólo un manto. Se quitaron sus mantos, y los pusieron sobre el animal, para que le sirvieran a Jesús como silla de montar. Eso fue extremadamente generoso de su parte.
Es como si todos los generosos dijeran, “Sé que es algo grande, pero es para el Señor, de modo que seré generoso porque quiero que Él sea exaltado”, y eso fue lo que hicieron. En su generosidad estaban exaltando a Jesús. “Levantémoslo a donde todos puedan verlo. Levantémoslo a donde todos lo puedan conocer. Levantémoslo a donde todos lo puedan adorar”.
Queremos ser generosos para ayudar a exaltar a Jesús. Y Él se sube a ese asno y comienza su camino a Jerusalén. Y es sorprendente, porque algunos comenzaron a ser generosos y luego se sumaron otros.
Y amigos, así es como funciona. No todos serán generosos, de modo que alguien debe serlo, y eventualmente, todos se sumarán. No todos adorarán a Jesús, pero si alguien adora a Jesús, eventualmente todos se sumarán. Entonces, primero fueron los discípulos, “Vamos a exaltar a Jesús, vamos a ser generosos con Jesús, vamos a servir a Jesús”. Y luego Jesús comienza su camino al pueblo y mucha gente se suma y se quita sus mantos para ponerlos sobre el camino ante Jesús.
¿Qué aprecian? ¿Qué atesoran? ¿Cuáles son sus posesiones más importantes? ¿Las arrojarían al suelo? No. ¿Y si fuera para Jesús? ¿Se desharían de ellas? La respuesta debería ser siempre que sí. Y arrojan sus mantos sobre el camino. Es como decir, “Jesús, tú vales cualquier cosa y todo”.
Entonces la alfombra roja proverbial para Jesús es los mantos, muchos de los cuales pertenecían a personas pobres. Y entra a la ciudad como un príncipe, dirigiéndose a su palacio, el templo. Y lo hace humildemente. Y al ir montado en este asno, recordaban los días del Rey David. El rey al que amaron tanto, hacía tantos años fue el gran Rey David. Y David fue una prefiguración que llevaría a Jesús, que fue un Rey más grande que David.
Y en sus días de rey, David solía andar sobre un asno. simbolizando que era un rey humilde y no quería gobernar a su pueblo, sino que quería amarlo y guiarlo. Luego del reinado de Davis, la historia fuera de la Biblia, informa que muchos de los reyes dejaron de montar asnos, porque esos no eran animales adecuados para un rey. En lugar de eso comenzaron a montar a caballo que era más adecuado. Por eso, durante cientos de años, tal vez miles de años, los reyes montaron a caballo.
Aquí llega Jesús, montando un asno. Volvemos a un Rey humilde que es incluso más grande que David, y es descendiente de David y cumple las promesas que, a través de David, llegaría un Rey más grande, con un reino aún más grande. Y aquí está, Jesucristo.
Hay dos respuestas a esto. Algunos se regocijaron y alabaron felices y celebraron. Eso se puede leer. Comenzaron a regocijarse y a alabar a Dios gritando, por todas los milagros que habían visto, diciendo lo que cita Salmos 118:26, “Bendito el que viene en el nombre del Señor. Desde la casa del Señor los bendecimos”.
La gente celebra y grita. Como en el día de la boda real, cuando el príncipe entra para tomar a su princesa, para algún día heredar el trono. La gente llena las calles, gritando y cantando, y se llenan de emoción y pasión. Hay esperanzas para nosotros como personas. Tenemos a alguien que será un buen rey. Y es aún más grande. Y todos aquellos anhelos menores terminan siendo decepcionantes porque aunque tengamos un príncipe o una princesa, o un presidente o una primera dama, siguen siendo pecadores. Y aunque sean los mejores entre nosotros, siguen siendo mortales, su reinado llega a un fin y al final es imperfecto.
Aquí hay un grito de corazón del pueblo de Dios. Hay adoración, regocijo y una gran celebración. Esta cita de Salmos 118:26 se aplica a la perfección. Es un salmo en particular que se cantó cuando un rey, cuando su rey, fue a luchar contra sus enemigos; cuando su vida estaba en peligro. El rey salió sano y salvo. Y si salía victorioso, si derrotaba a sus enemigos, regresaría sano y salvo. El pueblo se encontraría con él en el camino y querría saber acerca de la guerra, cantaría y celebraría feliz y lo seguirían hasta el templo. Entonces el sacerdote entregaría Salmos 118:26. diciendo, "Bendito el que viene en el nombre del Jehová.”
Desde la casa del Señor El líder espiritual haría una declaración en la presencia del líder político, “Dios los ha ungido. Dios los ha elegido. Dios los ha bendecido. Dios nos ha liberado. Dios nos ha salvado. Dios nos ha preservado”. Sería un día nacional de fiesta, de regocijo y de celebración, tan grande como fuera posible.
Ven a Jesús y cantan eso. Le agregan, “Rey”, porque Él es el Rey de reyes. En este punto, Jesús está entrando a Jerusalén para conquistar a Satanás, a los demonios, al pecado, al infierno. Va a conquistar todos nuestros enemigos. Luchará contra todo lo que esté en nuestra contra, para derrotar a nuestros enemigos, para liberar a Su pueblo. Y ellos se regocijan.
Mars Hill, lo hacen tan fuerte y con tanta felicidad. Aquí hay algo que tenemos que aprender como personas. Estamos mejorando en eso, pero debemos aprender más. Y celebran por esta línea: "Desde la casa del Señor Nadie glorificó a Dios, reflejó la bondad, la perfección, la justicia, la misericordia de Dios como Jesucristo. Él es la imagen del Dios invisible. Él dice, “Si me han visto, han visto al Padre”. Él dice, “El Padre y Yo somos uno”.
Entonces aquí Dios, el Hijo, está siendo adorado correctamente porque no hay vida que glorifique a Dios, el Padre como la vida de Dios, el Hijo. Jesucristo. Refleja y revela a la perfección quién es el Padre y cómo es su carácter y su cariño. Y se regocijan porque entienden que hay paz en el cielo.
Les diré algo: todos somos concebidos y nacemos por naturaleza y elección, como pecadores, enemigos de Dios. Pecadores, enemigos de Dios. No vivimos como deberíamos hacerlo, no hablamos como deberíamos hablar. Somos pecadores por naturales y por elección. El mundo está lleno de caminos que intentan lidiar con nuestros pecados, y sólo Jesús es el Salvador de los pecadores. Cuando pecamos, pecamos contra otros, pero finalmente pecamos contra Dios. Y como Dios es un Rey que gobierna un reino perfecto, justo, y santo, no está conforme con el pecado, con las faltas y con la rebelión. Satanás, los demonios y los pecadores han conspirado juntos en el reino de la oscuridad para declarar la guerra contra el reino de la luz.
A los que no conocen a Jesús, a los que no aman, adoran, sirven, siguen y alaban a Jesús, les digo: “Tienen un rey, y se llama Satanás. Tienen un destino, que es la muerte. Tienen una eternidad, el infierno”. Permítanme, con amor por ustedes, ser totalmente claro: hay dos reyes, dos reinos, dos destinos, y se encuentran en guerra, en conflicto. No es el yin y el yan, bueno y malo, es todo un conjunto, es todo uno, monismo, oneísmo, pantismo, panteísmo, espiritualidad general, todas las religiones llevan a un mismo lugar. La luz y la oscuridad. Es el reino de Dios y los enemigos de Dios.
Si no pertenecen a Jesús, son enemigos, no amigos. Jesús es un Rey. Jesús tiene un reino. Y Jesús liberará a Su pueblo ocupándose de sus enemigos. Nosotros, por naturaleza y elección, somos pecadores, rebeldes, rompemos la ley, somos enemigos. No hay paz entre Dios y nosotros. Pero en este hombre, Jesucristo, leamos esta línea: Paz en el cielo. Jesús llegó para morir en nuestro lugar por nuestros pecados, para elevarse victorioso en nuestro lugar como Salvador. Como resultado, a través de este hombre, Jesucristo, a través de la fe en Él y de Su perdón, hay paz en el cielo.
Si eres un hijo de Dios, escucha esto. Dios no está enojado contigo, Él te ama. Dios no está cansado de ti; Él nunca te abandonará. Dios no te dejará, Él te ha adoptado. Sí, Dios puede estar desilusionado por algunas cosas que has hecho, pero está decepcionado de ti porque eres Su hijo, y te ama y tiene quiere cosas mucho mejores para ti. Entre tú y Dios hay paz. No está en tu contra, está para ti.
Y amigos, incluso cuando sufren—escúchenme en esto—Dios no les está castigando. Ya ha castigado a Jesús por nosotros, y sería injusto castigar a Jesús y a nosotros también. Hay paz entre Dios y nosotros. A veces, nuestro sufrimiento es consecuencia de nuestro pecado, cosechamos lo que plantamos. A veces Dios permite que pasemos por cosas feas, como un padre que ama a su hijo lo corregiría para instruirlo y para ayudarlo a madurar.
Pero hay paz entre nosotros y Dios, si es que pertenecemos a Jesucristo. Y si no es así, no habrá paz entre Dios y nosotros. Y habrá una consecuencia eterna por esa falta de reconciliación en esta vida. Ven a Jesús y es como una novia que ha estado esperando a su novio durante miles de años, levantando todos los días al pueblo de Dios y diciendo, ¿es hoy? ¿Nuestro Rey está viniendo? ¿Nuestro Señor está viniendo? ¿Nuestros pecados serán perdonados? ¿Habrá paz en el cielo? Este fue el día en que Jesús fue visto y adorado y se regocijó como Rey, llegando para tomar a su prometida a través de su propia muerte. Un funeral y luego una boda.
¿Y cómo se regocijaron? Gritando. Aquí es que podemos crecer. Todos somos adoradores, vamos a un estadio o a un campo de deportes y alguien hace algo grandioso. Alentamos y saltamos de nuestros asientos y nos excitamos y aplaudimos cantando loas. Estampamos su rostro en nuestras camisetas, o al menos el nombre en el dorso. ¡Vamos! ¡Sí! Muy emocionados. A menos que vivan en Seattle, entonces no tienen nada que alentar. Pero los demás pueden hacer esto cuando sus equipos ganan.
O, digamos que eres un músico. Eres una persona artística. Vas a un concierto de tu músico favorito. ¿Qué haces? Bueno, gastas mucho dinero, te reúnes con mucha gente. Se convierten en algo así como una iglesia por un momento. Y entonces gritan, “¡Vamos!” Cantas, levantas las manos, prendes tu encendedor. Sea lo que sea, lo haces.
Y sin embargo, escuchamos acerca de Jesús y no es tan fascinante. O algunos quieren ser expresivos, pero se preguntan qué van a pensar todos los demás. O algunos incluso se cierran, como está sucediendo aquí. Están disfrutando y entonces la gente religiosa llega a Jesús, “Oh, se está poniendo muy ruidoso. Nos estamos emocionando demasiado. Creo que debemos bajar el tono”. De pronto, todos los hombres de traje y sombrero se sienten incómodos.
Y Jesús dice, “Bueno, podría decirles que de detengan, pero entonces gritarían las piedras. No sé si se sentirán mejor”. Porque Jesús creó todo. Toda la creación glorifica a Jesús. Y si la gente no alaba a Dios, entonces aparentemente se llega a un punto en que los árboles y las rocas saltarán y cantarán de alegría. Es como una loca película para niños, ¿verdad? Y hay un eco de esto en Romanos 8, donde dice que la creación ha sido frustrada por el pecado humano, y que espera la liberación en la llegada de Jesús para poder glorificar con total libertad a Dios, el Creador de la Biblia.
Aquí Jesús está diciendo, “Debo ser adorado y la gente no está equivocada. Incluso si los silencian, las rocas comenzarían a gritar”. De nuevo, algunos pueden decir, “Jesús nunca se consideró Dios ni se presentó como Dios”. Oh, sí que lo hizo. Y por eso es que lo mataron.
¿Qué hay de ustedes? ¿A ustedes les gusta cantar, celebrar, regocijarse y levantar sus manos? Algunos somos un poco más libres. Algunos, no tanto. Recuerdo que como nuevo cristiano nunca había estado en un servicio de iglesia que fuera muy excitante, y recuerdo que fue a una iglesia que enseñaba muy bien la Biblia cuando era un nuevo cristiano, y había un servicio con algo llamado iglesia carismática. No sabía qué era eso. No reunimos en un lugar diferente, un lugar neutral a donde las iglesias se reúnen a adorar, y fui y pensé, “Estamos en el lugar equivocado. Esta es una clase de aeróbic y debo haberme equivocado de dirección, porque todos se están estirando antes de comenzar el servicio. Hombre, esto será muy interesante”. Uno ve gente diciendo, “Bueno, ¿qué estamos haciendo aquí?”
Y al instante, entra la banda; comienzan a cantar con ganas. Luego vi manos levantadas y pensé, “Oh no, alguien debe tener un arma”. Entonces busqué mi billetera. “Está pasando algo allí al frente”. Y la gente gritaba y se regocijaba, exuberantes y es como si pensaran que Jesús estaba vivo. Al principio pensé, “Esto es muy raro”. Luego comencé a pensar, “Bueno, si estuviera en un concierto de una banda que me gustara, haría lo mismo”. “Si estuviera en encuentro deportivo y pasara algo importante, probablemente haría lo mismo”. Jesús está vivo. Creo que tendría que estar un poco más contento.
A veces el cristianismo es esa mezcla de emociones como una boda y un funeral, una boda y un funeral, una boda y un funeral. Mataron a Dios. Y Él está vivo y nos ama. Es como una montaña rusa de emociones, ¿verdad? Algunos son más cristianos de funeral, y otros más cristianos de bodas. La trayectoria de esta historia es la del funeral y la boda. Cuando entendamos la parte de la boda, que Jesús es como el novio y la iglesia como la novia, y podemos vestir de blanco porque estamos perdonados y limpios, y Él es un rey con un reino sin fin y volverá por nosotros, podremos regocijarnos.
Incluso hacemos nuestros servicios así. Mi meta y mi esperanza, se ala mía o la de otros que prediquen aquí, es abrir la Biblia todas las semanas y decir, “Oigan, aquí está Jesús. ¿Lo ven? Conózcanlo. ¿No es asombroso? Señor, Rey, Salvador, es fantástico”. Luego del sermón cantamos. Al igual que ellos. Ellos no eran un grupo. No se estaban regocijando mucho, no fue una gran ocasión. Para algunos lo fue, pero no estaban todo juntos como un pueblo con una voz en común hasta ¿qué? Hasta que Jesús estuvo en el centro, hasta que Jesús se descubrió, hasta que Jesús fue exaltado. Entonces se convirtieron en una multitud.
Así se forma una iglesia, amigos. Mars Hill no es más que un grupo de personas que miran a Jesús. Eso es todo. ¿Quieren llevarlo hasta la esencia básica? ¿Por qué están aquí? Por Jesús. Nos reunimos a Su alrededor. El trabajo de predicar y enseñar es abrir la Biblia y decir, “Aquí está Él”. Luego invitarlos a que se reúnan a Su alrededor y, ¿qué? A regocijarse y responder, a ser generosos y celebrar, a tener esperanzas. Así deberían ser nuestros servicios. Abrir la Biblia, conocer a Jesús, entrar en Comunión, eres un pecador, Jesús murió por ti, funeral. Luego cantar, Jesús está vivo, nos perdona, nos ama. Él es un Rey. Él tiene un reino. Nos ama como un novio a su novia. Boda.
Algunos nos quedamos en el funeral y no llegamos a la boda. Debemos pasar del funeral a la boda. Ese es el movimiento del evangelio. Ahí habrá regocijo, regocijo, regocijo. Y luego pasamos al momento de cantar, de levantar las manos, de aplaudir, de alentar, cantar y disfrutar. Entonces Él lo cambia y vuelve a ser un funeral.
Y leemos que Jesucristo es Salvador. Lucas 19:41–44, “Cuando se acercaba a Jerusalén—” aparentemente Jesús va por el monte de los Olivos en donde se oscurece su visión. Entra montando un asno. Hay regocijo y llanto en simultáneo. Gran parte de la vida cristiana es así. Jesús ve la ciudad de Jerusalén. Llora, diciendo, “¡Cómo quisiera que hoy supieras lo que te puede traer paz! Pero eso ahora está oculto a tus ojos”. Cerraron sus ojos. Aparece Jesús y el pueblo cierra los ojos. “Te sobrevendrán días en que tus enemigos levantarán un muro y te rodearán, y te encerrarán por todos lados. Te derribarán a ti y a tus hijos dentro de tus murallas. No dejarán ni una piedra sobre otra, porque no reconociste el tiempo en que Dios vino a salvarte”.
Dios los ha visitado. Aquí está Dios, y algunos han cerrado sus ojos, espiritualmente hablando, y dijeron, “No lo vemos”. Jesús mira a Jerusalén y llora, al igual que lo hizo Nehemías, como Jeremías lloró por Jerusalén, como lloró Pablo por aquellos que eran del linaje de Abraham que cerraron sus ojos a Jesús como el Mesías.
Amigos, Jesús no llora mucho. Yo recuerdo sólo dos ocasiones de la Biblia en las que Jesús lloró. Juan 11:35, cuando muere su amigo Lázaro, y aparece la oración más corta de toda la Biblia: “Jesús lloró”. Y luego aquí, Jesús vio Jerusalén y lloró por ella.
Algunos hombres piensan, “Los verdaderos hombres no lloran”. Los verdaderos hombres no lloran por las razones equivocadas. Pero cuando a Dios se le rompe el corazón, cuando Dios llora, si tenemos al Espíritu Santo adentro, deberíamos sentir lo que siente Dios y deberíamos llorar por lo que le rompe el corazón a Dios. Y lo que le rompe el corazón a Dios es una ciudad que le cierra los ojos a Jesús. En esta oportunidad, es Jerusalén la que le cerró los ojos a Jesús. Y Jesús llora.
Todos se regocijan, “¡Es una boda!” Y Jesús llora, “Todo lo contrario”. Y aquí profetiza que la ciudad será juzgada porque han sido visitados por Dios y serán sitiados por un enemigo y la ciudad será destruida, y eso sucedió en el año 70 DC, cuando la ciudad fue saqueada, el templo fue destruido y sucedió todo lo que prometió Jesús.
Hay una ventana de oportunidad que Dios nos da a cada uno de nosotros y a cada ciudad, para que tomemos la mano de amistad que nos extiende a través de la persona y la obra de Jesús, y para que respondamos amablemente, diciendo, “Seré un cristiano y caminaré con Jesús. No cerraré mis ojos ante este Señor, Rey, Salvador. Recibiré perdón por mis pecados y recibiré la vida eterna. Dejaré atrás el pecado para confiar en Él”.
Algunos, probablemente porque están en Mars Hill, conocen las partes de la Biblia en donde dicen que Dios salva al pueblo y que Dios elige al pueblo, que Dios predestina al pueblo y que Dios hace la obra de la salvación. La Biblia enseña todo eso. Pero amigos, eso no debería llevar nunca a un corazón duro. Jesús llora por los que lo rechazan. Es un sentimiento de Dios. Creo que cuando Dios mira a Seattle, cuando mira a Bellevue, cuando mira a Shoreline, cuando mira a Federal Way, a Olympia, cuando mira a Portland, a Orange County, a Albuquerque, creo que hay pena en su corazón. Creo que hay tristeza en el corazón de Dios. Porque hoy en día grandes ciudades le cierran sus ojos a Jesús.
Eso siente Dios. Y eso deberíamos sentir nosotros, mientras el Espíritu Santo rompe nuestro corazón por las ciudades en las que vivimos. Debería haber una continua unión de emociones. Cuéntenme acerca de Jesús. “¡Oh, me regocijo en Él, lo amo, es mi Señor, Mi Rey, Él es mi Salvador!” Cuéntenme acerca de su ciudad. “Oh, estoy devastado. Muchos no conocen a Jesús y muchas vidas se arruinan porque no conocen a Jesús”. No sólo eso, como dice Jesús, afecta a sus hijos, afecta a sus nietos, tiene un legado a través de las generaciones. Ese rechazo a Jesús, pasa de generación en generación.
Amigos, si están aquí, hay buenas noticias. Las buenas noticias son que no es demasiado tarde para ustedes. No es demasiado tarde para ustedes. Para los que no son cristianos, no es demasiado tarde, siguen vivos. Pueden regocijarse hoy. En un minuto nos regocijaremos, por favor, regocíjense con nosotros. Por favor, amen, sirvan, confíen en Jesús como Señor, como Rey, como Salvador. No es demasiado tarde.
Para los que eran religiosos, les gusta criticar cómo adoran otros, en lugar de adorar. Algunos dicen, “No me gusta cómo lo hacen ellos”. Escuchen, “A mí me gusta más cómo lo hacen ellos, que como no lo hacen ustedes”. Es mucho más fácil criticar a otros que ser un adorador uno mismo.
Al pasar al momento de adorar, para los que son más religiosos, no se preocupen por lo que hacen los demás. Estén contentos. Levanten sus manos, eleven sus voces, griten, aplaudan, diviértanse un poco. No sé si me escucharon, Él está vivo. Eso es bueno para nosotros.
Y para aquellos que fueron de los primeros en ser generosos con Jesús, en exaltar a Jesús, en adorar a Jesús. Tal vez llevan tiempo viniendo a esta iglesia o son los primeros cristianos en su familia. Son como los discípulos que fueron y buscaron el asno y ayudar a crear la silla de montar. Y comenzaron las cosas. Hoy, al adorar y regocijarse, quiero que estén contentos y digan, “Mira eso, cuando comenzamos éramos muy pocos”, o “En mi familia había muy pocos”, o “En las relaciones que conozco, hay muy pocas personas, pero estamos creciendo mucho. Parecería que la gente viene a ver a Jesús. Esa es una gran vida”.
Por eso voy a orar. Entraremos en Comunión, un pequeño momento de funeral. Luego cantaremos y celebraremos, será un momento de boda.
Padre Dios, gracias porque cuando vemos a Jesús vemos toda la revelación de quién eres Tú, cómo te sientes y qué haces. Jesús, por favor envía al Espíritu Santo a que nos ayude a ser cristianos de funeral y de boda. Si, cristianos de funeral, como Jesús, llorando aquí, con el corazón roto, queriendo salvar al pueblo, queriendo que el pueblo responda, queriendo a nuestra familia, amigos, compañeros, vecinos, gente que amamos, rostros que vemos, nombres que conocemos, vidas por las que nos preocupamos, y oramos para que ellos conozcan a Jesús. Jesús, oramos para que te vean, para que se unan a esta gran multitud de adoradores, de gente feliz y de alabanza.
Jesús, te pedimos que entres a sus vidas como has entrado a las nuestras, y como has entrado de manera tan humilde, amorosa, bondadosa, magnífica y comprensiva a Jerusalén. Dios, necesitamos ser cristianos de funeral. Necesitamos tener nuestros corazones siempre rotos por aquellos que no te conocen, y por la ciudad en la que vivimos.
Pero Dios, permítenos también no sólo ser cristianos de funeral sino también cristianos de boda.
Nuestro Rey está vivo, nuestro Rey ha conquistado a Satanás, al pecado, a la muerte, al infierno.
Nuestro Rey tomó el trono.
Nuestro Rey se sentó en el trono.
Nuestro Rey viste una corona.
Nuestro Rey está regresando para jugar a los vivos y a los muertos.
Nuestro Rey está regresando para terminar con la enfermedad y el sufrimiento con la injusticia y la pobreza, con la tiranía, la maldad y la muerte.
Señor Jesús, confesamos que estás vivo. Confesamos que has muerto y que has resucitado. Confesamos que eres nuestro gran Rey, que eres nuestro Señor, nuestro Salvador, que mereces alabanza y que nosotros hemos sido creados para eso.
Y cuando te alabamos, te glorificamos, nos alegramos, y otros se salvan. Oramos por eso, Espíritu Santo, ahora y en nuestro futuro, por nuestros hijos y por nuestros nietos.
En el nombre de Jesús, amén.