Lucas 7:1–10 (RVR 1960)
1 Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum.
2 Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga.
6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero dí la palabra, y mi siervo será sano.
8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
¿Cómo están Mars Hill? Nos encanta recorrer los libros de la Biblia. Si usted es nuevo, es algo que nos gusta hacer, y nos encontramos en un libro de la Biblia llamado Lucas. Estamos en el capítulo 7, versículos 1 al 10. Por favor vayan allá en sus biblias, o en sus i-phone, o en cualquier dispositivo que tengan. Si no tienen Biblia, por favor recojan una gratuitamente a la salida. Y estamos en la parte de la historia donde Jesús ha estado predicando y enseñando, y haciendo milagros; ha estado tratando con la gente y sus problemas, expulsando demonios, y básicamente lo han expulsado de su pueblo natal en Nazaret. Tristemente lo han rechazado, y entonces Él establece su centro de operaciones en un pueblo llamado Capernaum; un pueblo pequeño, con quizás 50 a 100 personas. Con casas pequeñas de 400, 500, o 600 pies cuadrados; un pueblo pesquero en las laderas del Mar de Galilea, en tierra agrícola sobre la fértil altiplanicie. Aquí viven muchas personas que no tienen buena educación y que no gozan de prosperidad. Son gente sencilla, trabajadora, común y corriente; gente pobre de aquella época y de aquella era. Y lo que veremos hoy, es que Jesús está haciendo una gira de predicación y enseñanza, va de regreso a Capernaum, y se le presenta una situación de un hombre que estaba enfermo, y que sufría; que estaba al borde de la muerte, y ese es el diagnóstico médico que nos da Lucas, que es un doctor en medicina, y es el autor de este libro en la Biblia que lleva su nombre. Así que vamos a conocer a este hombre que sufre, y veremos cómo le ayuda Jesús.
A manera de prólogo, permítanme decirles no obstante, que el pecado las enfermedades, y el sufrimiento que culmina en la muerte no forma parte del plan original de Dios. Cuando Dios terminó su trabajo de crear los Cielos y la Tierra, al hombre y la mujer, en Génesis 1:31 dice que Dios vio todo lo que había hecho y dijo que era ¿qué? Muy bueno, muy bueno. Todo era sensacional. No teníamos que ponerle cerrojos a las casas. No necesitábamos bolsas de aire en los carros. No necesitábamos llamar al 911, ni los hospitales, ni las ambulancias, la policía, los soldados. No había enfermedad, pecado, sufrimiento, ni muerte. Todo lo que hizo Dios era muy bueno.
Después pecamos y como resultado ahora todo es muy malo. Y lo que encontramos hoy es a un hombre que está sufriendo. Vive en un mundo imperfecto de pecado y por consecuencia hay sufrimiento. La Biblia dice que está a punto de morirse. Eso significa que no puede acudir a Jesús, porque está postrado en cama. Es un hombre que se halla en los momentos finales. Algunos de ustedes han estado junto al lecho de alguien que sufre y se está muriendo, y los han visto en sus últimos momentos. En esa condición está.
Para algunos de ustedes, ese día se aproxima. Hay un hombre que veo todas las semanas en Mars Hill, que le queda poco tiempo extra de vida. He hablado con él. Conoce a Jesús, pero su corazón está bloqueado. No hay nada más que puedan hacer por él, y cada semana que me ve, me dice: “todavía estoy aquí. Si no me ves la semana que viene, sabrás que me fui a ver a Jesús”. Algunos de ustedes saben muy bien que les falta muy pero muy poco tiempo. Algunos de ustedes conocen y quieren a personas que les queda poco tiempo. Algunos de ustedes han estado con ellos en sus últimos momentos de sufrimiento, cuando se acercan al momento de morir.
Este hombre se encuentra en ese estado. Los médicos han hecho todo lo que pueden. Sus familiares y amigos han hecho todo lo que pueden. No queda nada más por hacer, y si Dios no hace un milagro, se va a morir muy pronto. Es un siervo. Un hombre que básicamente es un esclavo. En los estamentos de la sociedad ocupa el puesto de mínima prioridad. Si tuviera un amo malvado, lo trataría como una propiedad, o como un animal, y sin embargo veremos el gran amor y la compasión que Jesús tiene por este hombre.
Así que emocionalmente quiero que se identifiquen con este hombre y que pongan en su lugar a alguien que conocen, y que quieren. Dios me ha ayudado hoy. Uno de los desafíos más grandes de ser un pastor, es saber cuánto sufrimiento hay en la vida de las personas, y poder sobrellevar eso emocionalmente. Me levanté está mañana, para buscarles un ejemplo, y un amigo mío me mandó un correo electrónico. Habíamos estudiado juntos en la escuela secundaria. Juntos jugamos béisbol, fuimos galardonados cuatro años consecutivos en béisbol. Jugamos en la liga de verano juntos. Fuimos amigos y nos la llevábamos bien. Ninguno de los dos éramos cristianos. Nos graduamos sin ser cristianos. Y después ambos nos volvimos cristianos. Se casó con una chica que se graduó con mi esposa, que se crió con mi esposa, que asistía a la iglesia con mi esposa, y que fue amiga de mi esposa. Así que por supuesto nos mantuvimos en contacto a través de los años. Es un hombre piadoso. Estudió teología. Es un gran maestro de la Biblia. Ama a Jesús, ama a su esposa, ama a sus hijos. Estuvieron viajando fuera del estado, y a ella le diagnosticaron un cáncer virulento. Le han hecho algunas cirugías, su estado de salud ha empeorado considerablemente. Está luchando por sobrevivir. Y me mandó un e-mail, diciéndome que esperaba regresar al noroeste, porque a menos que Dios hiciera el milagro, su esposa moriría, y que ella quería pasar sus últimos días con sus padres. Que también quiere que sus padres cuiden de sus hijos, y que está luchando mucho.
Cuando llegué a la iglesia hoy, me enteré que mi hermana había tenido un aborto espontáneo. Por lo tanto tengo que ir a verla. Vive aquí, y asiste a Mars Hill. La he visto convertirse a Cristo, y casarse. La vi cuando tuvo otro aborto espontáneo y la vi cuando tuvo su bebé. Así que la muerte ha venido hoy a mi familia.
Algunos de ustedes están en esa situación. Están sufriendo como sufre este siervo. Algunos de ustedes pueden identificarse con el centurión, su jefe. Ustedes quieren a alguien, y sienten afecto por alguien que está sufriendo, por lo tanto su corazón está cargado por ellos. Esa es la situación en que me encuentro hoy. Y este hombre, el siervo, el esclavo se encuentra en una situación donde si no ocurre un milagro, sencillamente va a morirse. Ni siquiera acude a Jesús para pedirle que haga un milagro, porque no puede salirse de la cama para ir hasta allá.
Así que tenemos al siervo, y tenemos al centurión que es su jefe. El centurión quiere mucho a su siervo. La palabra centurión significa que es un comandante de cien soldados, por lo tanto es un líder militar, es un hombre estimado entre los hombres, un tipo estimado entre los tipos, un amigo entre los amigos. En el cristianismo Jesús es representado demasiadas veces como el hombre perfecto para las mujeres y los niños; sin embargo, a los hombres no les interesa esa imagen, porque a los hombres les interesa la batalla; en las batallas reales hay soldados y guerreros, ya sea en los deportes, que es una especie de batalla modificada, o en los negocios, que son una forma de batalla financiera. A los hombres les gusta el conflicto, el combate, y la conquista. Y en el cristianismo a menudo Jesús no es representado de una manera agradable a los hombres que verdaderamente son hombres.
Aquí nos da un retrato de un hombre de verdad, un hombre estimado entre los hombres. Es un soldado romano, un guerrero. Es un hombre que guía a otros hombres en el campo de batalla. Quizás haya sido un hombre acaudalado y distinguido. Era bien conocido. Era exitoso. Trabaja para el gobierno romano, que estaba supervisando básicamente—según dirían algunos “oprimiendo”—al pueblo judío, y a diferentes razas, diferentes religiones, y diferentes creencias. El Imperio Romano gobernaba al pueblo judío, así que él pudo haber sido muy cruel con los que pertenecían al pueblo de Dios. Sin embargo, a todas luces, él no era así. No era así.
Ama a este amigo suyo. ¿Ustedes tendrán un amigo que aman, que está sufriendo, y que se está muriendo? Si es así, quizás puedan identificarse con este centurión. La primera persona que me viene a la mente, es un amigo mío que se llama Matt Chandler. Es un querido amigo mío. No me alcanzan las palabras para decir cuánto amo, respeto y valoro a este hombre. Es uno de los integrantes de nuestra Red de Iniciación de Iglesias, Hechos 29. Ahora se encuentra en Dallas, Texas. Empezó a pastorear una iglesia pequeña, que luchaba por sobrevivir, y se ha convertido en una de las iglesias más grandes y de mayor crecimiento en todo Estados Unidos. Tiene 30 y pico de años. Ama a su esposa. Ama a sus hijos. Ama la Biblia. Ama a Jesús. Ama su iglesia. Es un maestro de la Biblia de categoría mundial. Dios lo está utilizando para hacer discípulos en las naciones. Tenemos una amistad muy estrecha. Siento mucho afecto por este hombre. Me encanta ver la gracia de Dios en su vida. Disfruto de su amistad. Personalmente, ha sido una bendición para mí.
Nunca olvidaré el día, fue un fin de semana, en un Día de Acción de Gracias, y yo estaba en casa pasando un tiempo ameno con mi familia. No recuerdo si fue un e-mail o un texto que recibí, pero me dijeron que él estaba en casa con su familia, disfrutando el feriado ese fin de semana y había puesto a su hija a un lado, cuando de repente se desmayó y cayó de bruces. Él es bastante alto. Se golpeó la cabeza contra la repisa de la chimenea dejándole una llaga abierta. Si usted es una mujer, imagínese que estuviera ahí. Es un fin de semana feriado. Ahí tiene a su marido, saludable y joven. Oye algo, y cuando va a mirar al otro cuarto, lo ve tirado en el suelo, sin conocimiento, sangrando. No tiene idea qué le pudo haber pasado. Ella llama al 911. Los médicos llegan, y lo llevan de prisa al hospital. Se despierta sin saber dónde está y sin saber qué le sucedió. Y le dicen, “usted tiene un tumor virulento en el cerebro que está afectando su cerebro, e hizo que se desmayara. Y podemos removerle una cantidad determinada”. Pues lo hicieron, y ahora tiene una cicatriz enorme en la cabeza. Le han rasurado la cabeza, y le practicaron una cirugía. “Pero no podemos cortarle más”, le dijeron. Por lo tanto le están haciendo un tratamiento intensivo, y está sucediendo en aquella parte del cerebro conectada con el habla y la memoria. Y cada vez que le hacen ciertos tratamientos, puede perder, y definitivamente perderá puntos en su coeficiente intelectual.
Así que para un maestro de la Biblia, todo esto es muy miedoso. Da más miedo saber que es uno es marido y padre de familia, y pensar que quizás no alcance a llevar a su hija al altar el día de su boda. Mejor dicho, eso fue lo primero que se me ocurrió cuando oí eso. Pensé, “Matt, no puede ser”. Recuerdo que estaba sentado ahí en la silla de la sala y puse mi cara entre mis manos, y empecé a llorar, y a decir, “Matt, no puede ser, sus hijos lo necesitan. Su esposa lo necesita. Dios, lo estás utilizando para predicar el evangelio a las naciones”. Ese fue uno de los primeros pensamientos que me vino a la mente, o sea, ¿quién llevará su hija al altar? Eso nos corresponde como padres. Es un honor muy importante para nosotros. Tenemos que ver que nuestros hijos lleguen a la madurez. Ahora él está diciendo que si Dios no hace un milagro, en unos pocos años morirá, y yo tendré que ir al entierro de mi querido amigo. Es algo devastador.
Y el centurión siente esta clase de afecto por su siervo. No es solo un tipo que trabaja para él o con él. Es un amigo y un hermano. Es alguien por el cual siente mucho afecto. Así que le manda a decir a Jesús: “Necesito que vengas a sanar a mi siervo”. Y lo hace respetuosamente, porque es romano, y Jesús es un judío. Lo hace porque es un líder político, y Jesús es un hombre sin hogar, porque no es un adorador del Dios de la Biblia, y Jesús es el Dios de la Biblia. Sabe que tal vez sea inapropiado e irrespetuoso acercarse a Jesús para pedírselo. Entonces va con los líderes judíos, los líderes espirituales que son amigos suyos, y les dice: “¿Podrían hacerme el favor de pedirle algo a Jesús? Él es uno de sus maestros. Tengo entendido que puede sanar. Amo mucho a mi amigo. Necesito que venga y sane a mi amigo”.
Y la gente religiosa se equivoca. A lo largo del Evangelio de Lucas, la gente religiosa se equivoca. Se equivocan una y otra vez. Por esto es que no nos gusta la religión, y siempre queremos arrepentirnos de nuestras propias tendencias religiosas. Los religiosos en el Evangelio de Lucas no son amigos de Jesús. Los pecadores y la gente perdida, ellos son los amigos de Jesús. La gente religiosa decide: “De acuerdo, iremos a Jesús de parte suya, y le preguntaremos si puede venir a sanar a su siervo”. Trágicamente le dicen exactamente lo siguiente a Jesús: “Merece que vayas y le hagas este favor, porque ama a nuestra nación, y fue él quien construyó nuestra sinagoga”. Mejor dicho, van a Jesús y le dicen: “Le debes a este tipo. Es digno, porque se ha portado muy bien con nosotros, y nos ha construido una iglesia”. Y es que la gente religiosa tiende a hacer las cosas así. Sienten que si pecan, le deben algo a Dios y que tienen que pagarle por medio de sus buenas obras, o que tienen que ir al purgatorio, o el karma, o la reencarnación, o el sufrimiento. Pero si hacen lo correcto, piensan que Dios les debe algo. Siempre llevan la cuenta. Entonces dicen, “Pues hemos observado la vida de este tipo y aunque ni siquiera es cristiano pagó la construcción de nuestra iglesia, de nuestra sinagoga”, que equivale a la antigua iglesia del pacto. “Y de veras nos trata muy bien. Es un romano, pero es amable con nosotros, aunque nosotros no somos romanos. Y como nos trata bien y es generoso con nosotros, creemos deberle algo, porque es un tipo bueno y de buena moral”.
La gente religiosa tiende a pensar de esta manera, y aunque no lo crean, en realidad usted también es un tanto religioso cuando la vida es un suplicio, cuando le hace daño, cuando le causa dolor, cuando es perjudicial, o dolorosa, o está llena de conflictos, y usted se desilusiona con Dios, y siente amargura contra Él. “Dios, tú me debes; no cumpliste con lo que me prometiste”. Puede que no lo diga en voz alta, pero cualquier clase de amargura o desilusión con Dios, significa que le está diciendo a Dios que hizo algo bueno, y ahora Él le debe algo; que no cumplió lo prometido, porque usted toma por sentado que Dios le debe algo. Dios no le debe nada a nadie. Dios nos dio el hálito de vida sobre la Tierra. Nosotros pecamos contra Dios, nos rebelamos contra Dios, y Dios no está obligado con nadie.
Y lo que la gente religiosa no entendía en esa época, y lo que la gente religiosa no entiende en esta época, es que nosotros no le pagamos nada a Dios: Jesús es quien lo hace. Dios no nos debe nada, pero nos da gracia. De acuerdo a su definición, la gracia es para quienes nunca la merecen: no es solo para quienes no se la merecen, sino para los que nunca pueden merecerla. Lo único que nos merecemos es el infierno. Todo lo demás que recibimos es la gracia. Entonces vienen a Jesús sin pedirle humildemente, “Jesús, ¿podrías mostrarle tu gracia a este hombre?”. Al contrario, vinieron a Jesús religiosamente y le dijeron: “Le debes a este hombre”.
No obstante, Jesús es tan bondadoso, tan generoso, y tan lleno de gracia, y tan misericordioso, y maravilloso, que se propone sanar a aquel hombre, porque a Jesús le importa, no solo nuestro bienestar espiritual, sino también nuestro bienestar físico. Dios les ama a todos ustedes. Él ama a la persona entera. No quiere solamente que nuestra alma interna tenga fe en Él, y que le ame. También desea que nuestro cuerpo goce de bienestar. Por eso debemos ser buenos mayordomos del cuerpo que Dios ha encomendado a nuestro cuidado, y parte de nuestro ministerio consiste en cuidar a los que sufren físicamente, a los dolidos y necesitados. Por eso es que para los que son doctores, y los que trabajan en el campo de la medicina, Lucas, el autor de este libro de la Biblia, diría con ustedes, que es algo bueno. “Ayuden a la persona entera. Enséñenles el amor de Jesús: de palabra y de obra”. Así que Jesús le ayuda a este siervo que sufre, sanándolo, porque a Dios le interesa la persona entera. Por eso es que los cristianos se caracterizan por sus actos de misericordia, bondad, y caridad.
Y les diré algo para animarlos. ¡Cuánto le gusta a Dios hacer esto, y tan generoso y lleno de gracia que es! Como tema es un poco tangencial, pero espero que les infunda ánimo y que me ayude a ilustrar mi punto. Hace poco, este año, cuando el terremoto asoló a Haití, algunos de ustedes saben que estuve ahí rodando unas secuencias, pudimos hablar con la gente, y fundamos una organización que se llama Iglesias ayudando a Iglesias, para hacer llegar dinero, ayuda, provisiones, y apoyo a los cristianos cuyas iglesias habían caído; las vidas fueron devastadas en Haití. Así que ustedes, como iglesia, fueron muy generosos. Por lo general, nuestras ofrendas han sido muy bajas este año, pero por esa causa muchos de ustedes fueron muy generosos, puesto que dimos casi $600.000 dólares, lo cual fue un acto muy generoso. Así que hemos enviado parte de ese dinero a los pastores y a las clínicas, y a los necesitados. Tenemos una conferencia dentro de poco, que a propósito se parece más a un retiro, donde irán varios pastores de Mars Hill, al igual que otros. y visitaremos a centenares de pastores haitianos, los entrenaremos en consejería bíblica, y les daremos recursos. Miren, lo que necesitamos precisamente es desarrollar esas asociaciones a largo plazo para apoyar las iglesias que todavía tienen mucho trabajo duro por hacer.
Y una de las cosas que pasó en Haití cuando el terremoto vino, fue que el hospital principal de Port-au-Prince quedó destruido, de modo que ahora la mayor parte del cuidado que brindan al cuerpo físico se lleva a cabo en clínicas improvisadas, pero todavía tienen dificultades en adquirir aprovisionamiento médico. Así que la semana pasada negociamos con una organización llamada Ayuda Internacional , y ahora somos socios con ellos. Son buenísima gente, y dijeron: “Podemos ayudar a conseguir el aprovisionamiento que podría distribuirse a estas clínicas cristianas, para que la gente pueda ayudar de palabra y de obra, tanto a cristianos, como a no cristianos. Todo el mundo está invitado a estas clínicas. Queremos orar por ellos y hablarles del amor de Jesús. También queremos servirles, y ayudarles a gozar de sanidad física, porque Jesús hace ambas cosas y se interesa por ambas cosas”. Entonces dijeron: “Podemos guardar y conseguirles $1,7 millones en provisiones médicas, y el acuerdo que se ha hecho es que Iglesias ayudando a Iglesias necesita pagar el costo del transporte.” Pues todo ha salido bien por la gracia de Dios, y pudimos enviar todo eso por barco la semana pasada por $17.000 dólares. $1,7 millones en ayuda médica por solo $17.000. Alabamos a Dios por eso.
Y el punto que quiero hacer es este: a Dios todavía le interesa cuidar a la persona entera, y cuando cuidamos a la persona entera, Dios tiende a prodigar su generosidad y su gracia y tomar lo que damos para multiplicarlo como los peces y los panes, para el cuidado de muchos. Y eso es lo que hace Jesús, cuida a la persona entera. La sana físicamente. Así que hay tres clases de personas aquí. Están los que sufren. Algunos de ustedes están aquí hoy, y están pensando: “Oigan, ¿Saben qué? Necesito la ayuda de Dios. Sin la ayuda de Dios, seguiría sufriendo, y mi vida tal vez se acabaría”. Usted sí necesita a Jesús. Algunos de ustedes están aquí hoy como las personas religiosas, y dicen: “Pienso que Dios me debe, o creo que he sido una buena persona”. Pues usted necesita conocer a Jesús. No sabe nada acerca de Jesús, solo sabe de la religión. No conoce la gracia. Usted definitivamente no quiere pararse delante de Dios y decirle, “dame lo que me merezco”. Al contrario, querrá estar delante de Dios y decirle, “dame la gracia que viene por medio de Jesús”. Y algunos de ustedes serían como el centurión, este amigo que hizo la petición por medio de los ancianos, para paliar el sufrimiento de su amigo, para que le preguntara a Jesús si quería sanarlo.
Y permítanme decir lo siguiente, este centurión es un hombre asombroso. Por lo que sabemos al comienzo de la historia, no es alguien que cree en Jesús, pero al final, llega a tener fe en Jesús. En algún momento, creo yo, y la mayoría de los comentaristas concuerdan en que tuvo una experiencia que nosotros llamaríamos una conversión. Pasa de no creer en Jesús, a creer en Jesús. Pero este hombre, aunque no haya sido cristiano, demuestra un carácter asombroso. Atrevámonos a decir que era un hombre moral. No vive para la gloria de Dios. No está lleno del Espíritu Santo. Si no pone su fe en Jesús, no podrá tener vida eterna; pero es un hombre, que a todas luces es “bueno”. Y algunos de ustedes necesitan saber que como cristianos tendemos a proyectarnos como personas religiosas, como unos santurrones, mejores que los demás, y eso no funciona porque lo que pasa es que los cristianos tendemos a decir que los no cristianos son gente mala, y que nosotros somos gente buena. E inmediatamente uno que no es cristiano dice, “Hay un grupo de cristianos que conozco, que es mucho peor que un grupo de no cristianos”, y tenemos que quedarnos cayados porque es cierto. Conozco a unos cristianos muy groseros. Y también conozco a unos no cristianos que son gente muy amable. Si me deja escoger, no sé, digamos que quisiera hacer un recorrido en carro por todo el país, ¿cierto? No escogería necesariamente, dependiendo de quiénes hay para escoger, a todos los cristianos. Hay ciertos cristianos que no quisiera llevar conmigo en el carro, quizás en el baúl, pero no en el carro. En el carro no. Tal vez en la rejilla para las maletas encima del carro, pero no en el carro. Hay unos no cristianos con quienes no tendría inconveniente en salir con ellos, porque de hecho son gente muy amable, son muy gentiles, muy generosos, y muy tranquilos. No es que la gente cristiana sean personas buenas, y que los no cristianos sean malas personas. Es que todos son pecadores, y algunos viven en base a la conciencia que Dios les ha dado, mientras que otros van en contra de la conciencia que Dios les ha dado.
Entonces, para los que no son cristianos, este centurión moral está viviendo en base a la conciencia que Dios le ha dado, como portador de la imagen de Dios, para vivir una clase de vida que no resulta siendo un acto de adoración. Y sin embargo, esa clase de vida lo hace un vecino decente y un buen ciudadano. Algunos de ustedes podrán identificarse con él. Dirán, “No siento que mi vida esté arruinada y que esté sufriendo, y no creo que sea demasiado religioso. Solo pienso que soy una persona bastante decente y moral. Sí, yo creo en Dios. ¿Entonces, por qué necesito darle mi vida a Jesús? Porque cada vez que oigo que alguien se convierte a Cristo, es porque una gran roca ha caído sobre sus vidas, y están atrapados debajo de ella. Mejor dicho, la adicción, la muerte, el sufrimiento, la pobreza, los azota y después claman a Jesús en su momento de necesidad. Pero no considero que me encuentre tan dolido ni tan necesitado. La vida es bastante buena. No tengo ninguna crisis”.
Así estaba este hombre. Miren su carácter: Era amoroso. Eso fue lo que dijeron los líderes religiosos, “Él ama a nuestra nación”. ¿Saben lo amoroso que es eso? Nadie ama a la gente religiosa. Pero este tipo sí ama la gente religiosa. Eso es ser muy amoroso. Y también ama a su siervo. Los siervos no tenían derechos legales. No podían presentar demandas. No podían enjuiciar a nadie. No podían dar testimonio en la corte. Eran tratados como animales y como propiedad, y él ama mucho a este siervo. Y hace más de lo esperado, por él, porque trata de hacer que Jesús venga y salve la vida de su siervo. Ese es un hombre sumamente amoroso.
También es muy generoso. La Biblia dice que financió la sinagoga, lo que equivale a la iglesia del Antiguo Pacto. Ahora imagínense, Mars Hill, si fuéramos a iniciar un campus, y les dijera, “De acuerdo, vamos a iniciar un campus. Necesitamos que todos ustedes contribuyan generosamente”, y no lo hacen. Estamos hablando de Mars Hill. Y resulta que una persona que no es cristiana pasa al frente y dice, “Pues, ¿cuánto cuesta iniciar un campus para la iglesia Mars Hill?”. Y le decimos, y nos escribe un cheque, y nos dice, “Yo lo pago”. ¿Qué? “Usted no es cristiano”. “Sí, pero los amo, por lo tanto quisiera ayudarles”. Es algo incomprensible. Así era este hombre, súper generoso. Y algunos de ustedes se estarán preguntando, “¿Será cierto todo esto?”. ¿De veras sucedió? ¿Existe una ciudad llamada Capernaum? ¿La sinagoga que supuestamente él ayudó a construir en realidad existe? ¿En realidad alguien fue sanado en esa ciudad? Todo es cierto, porque la Biblia no es solo filosófica, es histórica. Así que permítanme mostrarles esto: Cuando estuvimos en Israel el verano pasado, tomamos esta foto. Este es un enlucido arquitectónico de la Sinagoga de Capernaum por la que este hombre pagó. Aquí fue donde también predicó Jesús, como vimos en Lucas 4, en el edificio que construyó este hombre. ¿No les parece increíble? Un hombre que no es cristiano construye el edificio a donde vino a predicar Jesús. Algunos de ustedes dirán, “Y cómo sabemos que eso es cierto?”. La siguiente diapositiva dice, “De la última parte del Siglo IV d. C., la sinagoga blanca fue construida sobre las ruinas de ‘la sinagoga de Jesús’”. Ahora, esto es lo que nos enseña: Las piedras blancas que están encima, esas son del Siglo IV. Están construidas sobre el fundamento de las rocas que están debajo. Esas piedras oscuras que están ahí debajo fueron pagadas por el centurión. Esas son sus piedras. Ese es el fundamento que él pagó para colocarlas ahí. ¿No es asombroso? Podemos ir allá, 2.000 años después, a ver los cimientos de la sinagoga que fue fundada por el centurión que no era cristiano. Y no solo la construyó, sino que la construyó muy bien. Es un hombre muy generoso.
Además, vemos que es muy atento. Envía a los ancianos a encontrarse con Jesús, no para faltarle respeto. Además, es un hombre muy humilde. Mientras Jesús se aproxima a la casa de este hombre, el centurión envía más siervos y le dice, textualmente, “No soy digno de que entres en mi casa, Señor Jesús”. ¿Cuántos de ustedes, si Jesús les dijera, “voy a ir a visitarte”, pensarían inmediatamente, “Sí. Será algo sensacional. Me voy a sacar una foto con Él y la voy a poner en Facebook. Tendré amigos a granel. Será algo sensacional”. Y este hombre es tan humilde, que cuando ve que Jesús viene a su casa, dice, “¿Saben qué? No quiero que Jesús pierda su tiempo. Jesús es alguien muy importante. Tiene muchas cosas que hacer, y mucha gente que ver. Sí, soy un hombre acaudalado. Soy un hombre generoso. Soy un hombre poderoso. Soy un hombre fuerte, pero no soy digno de la amistad de este hombre, Jesús”. Es muy humilde.
También es muy eficaz. Me encanta el hecho de que lleva a cabo las cosas. “Mi siervo está enfermo. Debo encontrar la manera de contactar a Jesús”. También es muy honorable. Dice, “Jesús, yo entiendo lo que es estar al mando, y estar bajo autoridad”. La mayoría de los hombres no entienden eso. La mayoría de los hombres quieren estar al mando. Se erizan y se encrespan cuando están bajo autoridad. Pero él entiende la cadena de mando. Es muy honorable. Lo que dice es, “soy un líder militar. Cuando les digo a mis soldados que hagan algo, van y lo hacen. Pero Tú estás en una categoría completamente aparte, y lo único que tienes que hacer es dar la orden, que haya sanidad, y se llevará a cabo”.
Pese a su calidad moralidad y buen civismo, este hombre aún necesita ser convertido. Necesita poner su fe en Jesús. Y algunos de ustedes han venido hoy aquí, y están pensando: “Me identifico con ese hombre”. Pues yo también me identifico hasta cierto punto con ustedes. No llegué a ser cristiano sino hasta los 19 años. Algunos de ustedes conocen mi historia. Antes de mi conversión, me hubiera considerado un tipo “bueno y moral”. La única ética de vida que tenía era, creer en Dios, ser una buena persona, y ser amable con la gente. Trataba de vivir conforme a esa ética general. No era cristiano, no estaba lleno del Espíritu Santo, no amaba a Jesús, no estaba leyendo mi Biblia, no asistía a la iglesia, no estaba conectado con Dios ni con su pueblo, pero era una persona moral. Nunca tomaba, nunca fumaba, nunca consumía drogas. Era el que más posibilidades de éxito tenía: fui presidente del cuerpo estudiantil, fui galardonado en deportes cuatro años consecutivos, fui hombre del año. Era un tipo de buena moral. Trabajaba duro, recibí una beca para estudiar en la universidad, fui la primera persona en mi familia que había asistido a la universidad. Cuando estaba en la universidad no tuve una crisis. No tomaba, no fumaba, no consumía drogas. Nunca me rajaba en las materias. No sacaba malas calificaciones. De hecho, llevaba una vida muy buena. A comparación de otras personas de mi edad y etapa de vida, yo vivía bien.
¿Entonces por qué vine a Jesús? Porque estaba leyendo la Biblia, y descubrí que Él es Dios. No es porque tuviera una crisis, sino porque es la verdad. Y en esa época les hubiera dicho, “Pues, no me creo perfecto, pero tampoco creo que sea el más vil de los pecadores”. Después de echarle un nuevo vistazo a la evidencia, y después de conocer a Jesús por algún tiempo, he llegado a una conclusión diferente, que soy un un peor pecador de lo que pensaba. Estaba lleno de orgullo, y me creía moralmente superior a los demás, estaba engreído en mi propia religión. Sin embargo en esa época, si usted me hubiera comparado con otros, sobre todo con los que vivían en mi residencia estudiantil, o los de mi asociación estudiantil, cuyas reglas eran siempre como las de una cárcel, me consideraba una persona bastante moral. Pero si me comparan con Jesús, podrán ver todo el pecado que hay en mi vida.
Algunos de ustedes vienen aquí hoy, y al compararse con los demás, dirían, “Me identifico con ese tipo: soy generoso, exitoso, quiero a las personas que trabajan para mí. Soy un buen líder, y las cosas no van mal. Mi vida está bajo control”. Y yo les diría, “Pero compárense con Jesús, no con las otras personas, y podrán ver su pecado”. A decir verdad, las personas vienen a Jesús porque tienen una crisis en sus vidas, y sienten urgentemente que necesitan un Salvador. Eso es maravilloso. Sin embargo, otros no tienen ese momento de crisis. Simplemente llegan a conocer que Jesús sin lugar a dudas es Dios, y ponen su fe en Él.
Y ese es el punto decisivo en la vida del centurión, donde Jesús lo mira, y nos dice que Jesús se asombró al ver la fe de este hombre. Se asombró. Solo hay dos veces en la Biblia en donde Jesús se asombra. En Marcos 6, cuando Jesús fue rechazado de Nazaret, su pueblo natal, dice que Jesús se asombró ante la falta de fe de la gente. Estaba horrorizado, aturdido. Pero aquí se asombra al ver la fe de este hombre. Porque este hombre entiende que Jesús es Dios, que esa es la cadena de mando, que necesita confiar en Él, y lo hace. Y lo hace. Así que los que son gente moral entre ustedes, vengan a Jesús. No es que queramos que se convierta en una persona inmoral. Queremos que viva una vida nueva que fluye de su conexión con el Dios viviente. Que viva no solo una vida buena, sino una vida nueva, la vida eterna. Los que se identifican con la gente religiosa, y se creen muy dignos por las cosas que han o no han hecho, vengan a Jesús. Los que están sufriendo y padecen dolor, como este siervo, vengan a Jesús. Pongan su fe en él, como lo hizo el centurión.
Un comentario parentético: Parte de nuestro corazón aquí en Mars Hill es para los soldados, los guerreros, los centuriones. Así es. En Mars Hill, una de las cosas que enfatizamos, que Dios nos ha dado, es un enfoque, y sin duda, un amor por todas las personas. pero sobre todo un enfoque en los hombres jóvenes. En Estados Unidos, son el grupo con menos posibilidades de asistir a una iglesia. Un hombre soltero, de 20 a 29 años de edad. La mayoría de las personas que asisten a Mars Hill están en ese grupo. Hasta donde yo sé, por una leve mayoría, el grupo demográfico más grande lo ocupan hombres jóvenes, solteros, de 20 a 29 años de edad. Estos son los que menos probabilidades tienen de asistir a una iglesia. Suelen ser los mismos que prestan servicio militar. Suelen ser los mismos que quieren ser, de una manera u otra, guerreros de algún tipo, y por alguna causa. Entonces lo que hemos observado es la gran generosidad y gracia de Dios al mandarnos tanto personal militar, hombres y mujeres, pero más que todo hombres, a Mars Hill. Muchos soldados, muchos guerreros. Este centurión sería como un capitán de las fuerzas armadas, en la lengua vernácula actual.
Además, regalamos muchas cosas en línea porque nuestro Dios es generoso, y Él es un Dador de gracia, por eso damos para demostrar esa generosidad y esa gracia. Y lo que empezamos a notar, es que muchos soldados de todas partes del mundo están bajando los videos de los sermones y se están congregando en carpas en Bagdad, Irak, y en otras partes; además, en lugares como Afganistán, también tienen a Mars Hill. Por eso estamos recibiendo comentarios de Mars Hill, Afganistán, y de Mars Hill, Bagdad en las carpas. Les mostraremos una foto. Hay muchísimas fotos que podríamos mostrarles, pero me parece súper que los tipos en todo el mundo estén reuniéndose para estudiar la Biblia, ver sermones, y disfrutar de Mars Hill. Así que empezamos a recibir correos electrónicos y cartas de los soldados, que dicen, “Necesitamos Biblias. Necesitamos libros. Necesitamos recursos”. Por eso empezamos a enviárselos. Tenemos algo que llamamos Ministerio Militar. Para más información, visiten la página theresurgence.com. Hasta la fecha hemos regalado como 22.000 libros al personal militar destinado en el extranjero. 22.000 Biblias y libros. Bueno, entre más generosa sea la gente, más vamos a regalar. ¿Por qué? Porque queremos que los centuriones conozcan a Jesús. Queremos que los soldados y guerreros conozcan a Cristo, que tengan fe en Él.
También regalamos un montón de cosas en línea. Uno de ellos es un recurso llamado, Pornografía en el cristiano (Porn-Again Christian). Es un pequeño libro electrónico. Hicimos toda una sección en la parte de atrás sobre la esclavitud sexual el tráfico sexual, que es la prostitución. Es esclavitud en tiempos modernos. Es sorprendente que muchos soldados estén tratando de librar gente, mientras emplean prostitutas, y están esclavizando a otros en un verdadero tráfico de esclavos. Así que lo incluyó todo en un pequeño libro y lo subió al sitio. La gente ha visitado ese enlace y lo han bajado 330.000 veces. No sabemos cuántas veces lo hayan reenviado. Sabemos que gran parte de esa audiencia de cientos de miles, son personal militar, tipos que están siendo tentados continuamente por la pornografía, la prostitución, y toda clase de pecados sexuales.
Así que oren por los que están en las fuerzas armadas. Queremos que los centuriones vengan y conozcan, y que amen y sirvan a Jesús. Recientemente he visto en nuestra propia iglesia, a unos militares que conocieron a Jesús. Les impuse las manos personalmente a unos soldados que están siendo destinados, y a otros que vienen de regreso. He orado por su seguridad y su bienestar, y algunos de ellos, sus esposas e hijos, si es que son casados. Hay mucho personal militar en nuestra iglesia. sobre todo en el Campus Olimpia. También tenemos algunos en el Campus Ballard, y en otras partes. Hemos visto que el Campus West Seattle trajo capellanes militares, bajo el liderazgo del pastor James Noriega, para entrenarlos. Ahora tenemos muchos capellanes que piden nuestra ayuda. Asombroso, maravilloso, gracias, alabado sea Dios porque queremos que los centuriones conozcan a Jesús, y que tengan fe en Él, Eso es lo que queremos. Eso es lo que queremos.
Aun hoy, fue asombroso, un soldado regresó de donde lo habían destinado, y estaba muy abatido, vio que mataron a sus amigos, empezó a consumir drogas para reconfortarse; no sabía nada de Jesús o de Mars Hill, y pasaba manejando. Vio el letrero que decía, “culto”, miró su reloj, y dijo, “Pues apenas debe estar empezando. ¿Qué estará pasando allá dentro?”. Entró. Por la providencia de Dios, era el sermón sobre el centurión. Se dio cuenta que necesitaba a Jesús, y fue salvo hoy mismo. Eso es lo que Dios hace. [aplaude la congregación]
Eso es lo que hace nuestro Dios. Así que queremos difundir la palabra: que nuestro Cristo es un Guerrero también, que viene a batallar contra Satanás, el pecado y la muerte. Y la Biblia dice que cuando regrese nuevamente, vendrá montado en un caballo blanco como un Guerrero, que una espada saldrá de Su boca, con la cual herirá a las naciones, y que al final pondrá en libertad a todos los cautivos. Y sus hombres vendrán cabalgando con Él. Que nuestra fe no es una fe violenta, nuestra fe es una fe de perdón. Pero cuando viene Jesús, derroca a todos los matones, derroca a todos los dictadores y tiranos, y libera a todos los cautivos. Y enjuga toda lágrima de los ojos. Así que todo soldado que entra en batalla—porque son portadores de la imagen de Dios—en sus almas retumba el eco del Evangelio. “Posiblemente tenga que dar mi vida, para que otros puedan vivir”: Así es nuestro Jesús, y ellos necesitan conocerlo. Por eso queremos ayudarlos.
Para cerrar, hemos visto cómo el sufrimiento recibe sanidad de parte de Jesús, cómo los religiosos aún no entienden que se trata de la gracia, no de las obras y el mérito. Se trata de lo que Dios hace, no de lo que hacemos nosotros. Además, vimos que aunque seamos personas morales, decentes, buenas, ejemplares, generosas, y ciudadanos amables, que eso en sí no nos da mérito para el perdón y la salvación de Dios. Aún necesitan poner su fe en Jesús, y todo esto culmina en nuestro entendimiento de quién es Jesús, en base a este texto, porque en última instancia, toda la Biblia se trata de Jesús. ¿Amén? Se trata totalmente de Jesús.
Así que compartiré con ustedes diez cosas que aprendemos de Jesús a partir de este texto.
La primera: Él es el Gobernante Soberano. Me encanta que el centurión haya entendido esto. Dice, “entiendo en qué consiste una cadena de mando. Yo dirijo a cien guerreros, y Tú, ocupas un rango completamente diferente”. Dios se hace hombre. Tiene completa autoridad. Es el Gobernante Soberano. La Biblia dice que es Rey de reyes, y Señor de señores. El Jesús de algunos de ustedes es demasiado pequeño. Apenas es un Ayudador, un Consejero, un Consolador, y un Amigo. No es el Cristo. No es el Soberano, Señor, Salvador, Dios, Rey, y Juez. Este hombre, el centurión, el soldado, entiende quién es Jesús. “Oh, yo entiendo la cadena de mando, y Tú estás en la cúspide. Eres el Creador, eso eres”. Ese es Jesús.
Segundo: es el Humilde Iniciador. Este Rey Soberano entra en la historia de la humanidad como el hombre, Jesucristo. Hace una gira de predicación en los pueblos. Se acerca a la gente. Cuando le piden que vaya a la casa del centurión, va en camino. Es un Humilde Iniciador. Sale a servir. Sale a ayudar. Sale a predicar, a enseñar, a expulsar demonios, y a sanar. Y a diferencia de la religión, en donde salimos a buscar a Dios, el cristianismo se trata de Dios que sale a buscarnos porque estamos perdidos. Él no está perdido. De hecho, algunos de ustedes están aquí, y aunque no lo sepan Jesús los está buscando. Por eso están aquí. Porque los está buscando. Él los conoce. Les ama. Murió por ustedes. Los busca incesantemente. Es un Humilde Iniciador. No nos debe nada, pero nos busca incesantemente con amor.
Tercero: Es el Salvador Global. Lo vemos en este relato sirviendo tanto a judíos como a gentiles, a ricos y pobres. Lo vemos sirviendo a esclavos y libres. Lo vemos sirviendo a los romanos y a los judíos. Vemos que Jesús ama a todas las personas. A diferencia de algunas religiones que dicen que su dios ama a su país, a su pueblo, a su tribu, su lengua, su herencia, y sus tradiciones, Jesús ama a todas las personas. Jesús es para todas las naciones, ricos, pobres, jóvenes, viejos, negros, blancos, ricos, pobres, solteros, casados. Jesús está a favor de todos. Es algo maravilloso. Un solo Dios, un solo Salvador, una sola respuesta: Jesús. Me parece horroroso que algunas cuasi religiones, y sectas como la Cienciología, enseñen que si uno quiere ascender en una organización, debe pagar más dinero en cada nivel. Jesús sana gratuitamente. Jesús enseña gratuitamente. Jesús sirve gratuitamente. Sin duda la gente dará generosamente, pero no es para motivarlo a hacer cosas. Es porque están agradecidos por lo que Él ya hizo por la gracia. Así que si esa es su situación, venga gratuitamente, las entradas son gratis, las Biblias son gratuitas. La oración es gratuita. Los grupos comunitarios son gratuitos. La ayuda es gratuita. La consejería prematrimonial es gratuita. Las descargas en Internet son gratuitas. La salvación es gratuita. Nuestro Dios es un Dador, no es es un recibidor, y nos encanta el hecho de que sea un Salvador Global. Le da a todo el mundo. Y para aquellos que de veras lo conocen y lo aman, queremos ser generosos, así como Él ha sido generoso; y no es para ganarnos su favor, sino para demostrar el favor que ya nos ha dado. Ustedes tienen que saber que la esperanza del mundo es Jesús. La esperanza de todas las naciones es Jesús. La esperanza de todas las personas es Jesús, y vemos que ministra a una variedad de grupos en el relato.
También es un Observador de fe. Miren, lo que hace la religión, es observar lo de afuera. ¿Hiciste esto? ¿Hiciste aquello? ¿Donaste? ¿Diezmaste? ¿Oraste? ¿Leíste? ¿Serviste? ¿Lloraste? ¿Fuiste? Pero Jesús mira el corazón y dice, “¿Me amas?”. Sí, la moralidad es genial. Prefiero vivir al lado de una persona moral que al lado de una persona inmoral. Pero en lo que respecta a la vida eterna, no vamos a ser juzgados solo por lo que hacemos externamente, sino que Jesús va mirar hasta el fundamento, la totalidad, el centro, la esencia total de lo que somos, verá el corazón, y le hará esta pregunta: “¿Confías en mí?”. ¿Tienes fe en mí? ¿Me amas? ¿Me perteneces?”. Porque a fin de cuentas se trata de usted y Jesús. Y puede que la gente religiosa aplauda sus esfuerzos y le digan lo bueno que es, y que hace cosas buenas. Que da mucho. Que sirve mucho. Entonces usted es como el centurión; y todas estas cosas son características maravillosas de un vecino decente, sin embargo, no constituyen la marca de un cristiano. La marca del cristiano es la fe en Jesús, de la cual fluye, sí, nueva vida; fluye el carácter, fluye el cambio. Puede que algunos de ustedes juzguen a los cristianos y digan, no me gusta la etapa en que se encuentran. Pero puede que vea de dónde han venido y se den cuenta que Dios está haciendo su obra en ellos, y que han avanzado un poco, pero que todavía les falta mucho para llegar. Jesús mira la fe. Algunos están aquí hoy, y puede que se encuentren en el mismo lugar que yo estaba hace algunos años. Piensan, “Creo en Dios y pienso que soy una persona moral. Trato de ayudarle a la gente, y hago cosas amables, y trato de ser un buen ciudadano”. Usted sabe si de veras tiene fe en Jesús, como Dios, y Dios sabe si usted de veras tiene fe en Jesús, como Dios. Él ve la fe. Él mira la fe. Él se asombra, según las Escrituras, por nuestra fe o por nuestra falta de fe.
Quinto: Es un Dador de Gracia. ¿Le da gracia al siervo que sufre? Sí, lo sana. Ese es un gran regalo. ¿Les da gracia a los líderes religiosos? Sí, los soporta. Seguirán apareciendo en el libro, y son muy fastidiosos en cada caso. Así es la gente religiosa. Y los trata con gracia. Sigue enseñándoles, reprendiéndolos, soportándolos. ¿Le da gracia al centurión? Sí, sí. De hecho, el centurión se salva y se convierte a Cristo. Recibe la gracia salvadora. ¿Y qué tal la multitud que oye esta historia, mientras Jesús utiliza la fe de este hombre como ejemplo? Sí, les da gracia también, al enseñarles. Nuestro Dios es un Dador de Gracia. Le encanta dar. Es un Dador.
Sexto: Jesús es un Oidor de Oraciones. Quiero que entiendan que la petición que le hizo el centurión a Jesús, por medio de los ancianos, es una forma de oración. Siempre que tengamos una petición y se la traigamos a Jesús, es una forma de oración. Jesús oye la oración en aquellos tiempos así como la oye hoy en día. Él siempre contesta las oraciones, a veces dice que sí, a veces dice que no, a veces dice que más tarde, pero siempre contesta las oraciones. Por eso es que no podemos manipularlo por medio de la oración. No podemos forzarlo a que nos dé la respuesta que queremos. Volvamos al comentario que hizo el centurión, “Tú estás en la cúspide de la cadena de mando. Eres el Comandante en Jefe. Puedo darte mi petición, pero no puedo darte órdenes. Y cuando decretas algo, yo lo recibo por la cadena de mando. Eres un buen Gobernante. Eres un Dios amoroso. Te daré mi petición, y Tú me darás tu respuesta; yo obedeceré tus órdenes”. Sin embargo, Él oye las oraciones. Por eso es que oramos.
Séptimo: Él es un Hacedor Trascendental. Los siervos le dicen a Jesús correctamente que el centurión ha cambiado de parecer. Había pedido que Jesús viniera a su casa, pero después lo piensa un poco más. “Jesús está ocupado, tiene mucho que hacer. No necesita venir a mi casa. Lo único que tiene que hacer es dar la orden”. Cuando uno está en autoridad, así funcionan las cosas. Lo que está diciendo es, “Jesús, no necesitas estar en mi casa”. ¿Y cuán generoso es? ¿Dónde se encuentra el siervo? En la casa suya. Este hombre está cuidando a su amigo. Es como el cuidado que reciben los enfermos terminales. Como aquellas personas que aman y sirven con tanto ahínco. Son gente asombrosa. Así es él. “Jesús, puedes sanarlo aunque estés lejos”. Estas son buenas noticias para nosotros porque Jesús es crucificado, muere por nuestros pecados, resucita para nuestra salvación, asciende otra vez al Cielo. Está sentado en un trono hoy en día, gobernando y reinando sobre todas las naciones, reinos, pueblos, tiempos, y lugares. Y parece que Jesús está lejos, pero ¿saben qué? Él puede sanar desde Su trono. Puede contestar las oraciones desde Su trono. Puede salvar y bendecir desde Su trono. No necesita venir a su casa, porque puede hacerlo por medio de la presencia del Espíritu Santo; pero Jesús puede oírnos en la distancia, y contesta oraciones, y hace buenas obras, y lo hace. De la misma manera que no tuvo que ir al lecho del hombre enfermo, no necesita ira a ninguna parte. Puede contestar las oraciones desde Su trono.
Él es el Supremo Sanador: Número ocho. Sana al siervo físicamente. Sana al centurión espiritualmente. Jesús sana mente y cuerpo. Jesús sana a la persona entera, sin embargo, en esta vida moriremos, pero por causa de la resurrección de Jesús, si nuestra fe está en Él, nosotros también resucitaremos, y gozaremos de eterna sanidad. Él es el Supremo Sanador.
Las últimas dos: Él es el Gran Centurión. Miren, el trabajo del centurión era entrar en batalla, y cuando fuera necesario, debía dar su vida para que otros fueran bendecidos, debía morir para que otros vivieran; debía morir en lugar de otros y sustituirse por ellos para asegurarles la libertad. Jesús es un Centurión más grande. Es Dios que entró en la historia de la humanidad. Es Dios que batalla contra Satanás, el pecado, la muerte. Es Dios quien viene, no solo liderando a centenares, sino a miles de millones de siervos. Así como el centurión se preocupa por un solo siervo, Jesús se preocupa por todos nosotros. Como Centurión, Él más grande. Quiero que los hombres vean a este hombre, el centurión. Probablemente tenía cicatrices en su rostro y su mano. Ha sido probado en batalla: sería un general, o un capitán. Es fuerte, estimado entre los hombres, un hombre recio. Da órdenes y los hombres jóvenes están dispuestos a morir. Y mira a Jesús y le dice, “Tú eres el Jefe. Tú estás al mando. Eres un mejor Guerrero que yo”. Así es nuestro Jesús, Mars Hill. Así es el Jesús al que queremos llamar a los hombres. Ese es el Jesús verdadero.
Décimo: Es el Mejor Siervo. El centurión amaba al siervo porque era un siervo humilde, fiel, y fiable. Jesús, según nos dice la Biblia, es el Siervo que Sufre. Jesús sirve mejor que cualquier otro siervo. Jesús sufre, y no abandona sus deberes. Sigue adelante hasta la cruz, y sufre sirviéndonos personalmente. Lo que sucede, amigos, es que nosotros sufrimos, podemos acudir a Jesús que ha sufrido y quien nos sirve, cuando estamos sufriendo, porque tenemos un Dios que ha sufrido. Y cuando muramos, Jesús todavía nos servirá, porque ha traspasado la muerte, y lo veremos al otro lado, enjugará toda lágrima de nuestros ojos, y nos da un reino de resurrección donde la muerte y el pecado han dejado de existir, por Su victoria. Todo se trata de Jesús.
Así que vamos a hacer lo siguiente: Vamos a orar. Vamos a dedicarle un poco de tiempo a orar unos por otros. Algunos están aquí hoy, y ocupan el lugar del siervo. Están dolidos, sufren, es un tiempo muy difícil para ustedes. Vinieron sintiéndose solos. Necesitan que alguien ore por ustedes. Algunos necesitan orar, porque están tan obsesionados con sus propios problemas que tal vez pasaron por alto las necesidades de los demás; como lo hizo el centurión, necesitan atender a los que sufren, necesita orar por ellos. Algunos de ustedes son como el centurión, y sus vidas no son horribles, pero hay alguien que quieren mucho y están pasando por un tiempo difícil, y necesita interceder y orar por ellos. Y de la misma manera que él fue y buscó a los ancianos, necesitan que el pueblo de Dios ore.
Así que en unos momentos, voy a pedirles que levanten la mano si quieren que alguien ore por ustedes. No se vayan, no se sientan incómodos. No se dejan estresar. “Oh, no, ahora vamos a hacer lo que hacen en las iglesias. yo solo vine para oír la banda”. De acuerdo, quédese un rato. Y algunos de ustedes dirán: “Pero yo no soy cristiano. ¿qué voy a hacer en un culto de oración?”. Pues, el centurión empezó cuando no era cristiano, y acabó convirtiéndose en uno. Quédense un rato; quédense un rato. Oraremos por ustedes; permítannos orar por ustedes. Creemos que Dios puede contestar las oraciones, y que lo hace. Creemos que Dios puede sanar, y que sana. Una forma en que el Evangelio entró a mi familia fue por medio de una oración que hicimos por la sanidad de mi madre, en un culto carismático de oración. Mi madre fue sanada, lo cual dio comienzo al legado de mi familia con Jesús. Sabemos que Jesús puede sanar y que lo hace. Sabemos que puede contestar oraciones y que lo hace.
Dios Padre, al empezar este tiempo de oración, oro contra el enemigo, sus siervos, sus obras y sus efectos. Oro contra la ansiedad y los temores. Te pido, Dios, que seamos más que un evento, que seamos una iglesia, que no seamos un pueblo que simplemente consume sino que participemos de tu gracia, mientras extendemos tu amor y afecto a los demás, de tu parte. Al orar, Señor Dios, pido por quienes sufren, que levanten la mano para que oremos por ellos. Pido por aquellos que son como el centurión, que aman a alguien que sufre, que levanten la mano y pidan oración por ellos. Pido por los cristianos, para que dejemos de ser religiosos. Y por tu gracia, que hagamos las cosas mejor que los personajes en este relato, que no vengamos a ti exigiendo cosas, que vengamos humildemente, pidiendo, Señor Jesús, que contestes nuestras oraciones. En Tu buen nombre, y para tu buena gloria lo pido. Amén.
[Fin del Audio]
Nota: Esta transcripción ha sido editada.