Lucas 5:12–26 (RVR 1960)
12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
13 Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él.
14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos.
15 Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades.
16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.
17 Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar.
18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él.
19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús.
20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados.
21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?
22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones?
23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?
24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa.
25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.
26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.
Está bien, Mars Hill. ¡Jesús transforma vidas! Eso es lo que tanto nos entusiasma como iglesia, y vamos a ver dos ejemplos de Jesús en los que transforma vidas, en Lucas capítulo 12, versículos 12 al 26. Si tienen su Biblia vayan a ese pasaje, donde encontrarán un leproso y un paralítico, y empezaremos con el leproso.
Antes de abordar la historia de este hombre, permítanme explicarles un poco en qué consiste la lepra. En aquellos días, la gente sabía muy bien que había leprosos. Había muchos de ellos y la gente veía o conocían a los leprosos. Hoy por hoy, es una enfermedad que desgraciadamente algunos todavía padecen en el mundo, pero la mayoría de nosotros probablemente no lo hemos visto en nuestro entorno. La lepra era una horrible, dolorosa y debilitante enfermedad de la piel. Les mostraré algunas fotos para mostrarles como es. Comienza con llagas rojas y abiertas que se vuelven porosas, causando gran malestar y dolor. Uno no quiere ni bañarse porque las llagas abiertas, las heridas y el dolor tan intenso no lo permiten; con el tiempo esto también puede dañar los nervios a tal grado que si quemara cuando está cocinando, o si se lastimara mientras trabaja, no lo sentiría. Así que uno puede vivir muchos años con esta afección; de hecho archivos antiguos registran personas que vivieron más de veinte años sufriendo y padeciendo lepra, pero como se golpeaban las manos y los pies, o cosas así, con el trascurso del tiempo se les caían partes del cuerpo y hasta las extremidades, porque estaban entumidos y se habían insensibilizado al dolor.
Aquí les muestro otras fotos de leprosos que existen hoy en día en el mundo. Esto es lo que pasa cuando el cuerpo no puede sentir ni palpar, porque las terminales nerviosas se han dañado. Imagínese vivir en esta condición por años. Otro ejemplo. Se los muestro para que comprendan lo mucho que sufría la gente. Imagínense el horrible sufrimiento que ocasiona la lepra, esta horrible enfermedad.
Y como si fuera poco, para colmo la gente pensaba que Dios había maldecido a los leprosos por algún pecado que cometieron; así que por lo general, cuando necesitaban compasión no la recibían; de hecho, hubo personas en la Biblia, como Uzías, por ejemplo a quién Dios juzgó dándole lepra por su pecado, pero no todos los leprosos padecían porque Dios hubiera juzgado algún pecado que cometieron en su vida; sin embargo, algunos religiosos que eran más bien crueles, sentenciosos y faltos de cariño, decían que los leprosos habían sido condenados por Dios y que habían perdido toda oportunidad de misericordia, cariño y esperanza, acentuando su soledad.
Imagine que usted está así. O que fuera su pareja: usted se casa y le da lepra a su cónyuge. Qué tal que fueran sus hijos. Sus hijos están saludables y de pronto les sale un sarpullido en la piel que empieza a propagarse. A los leprosos los ponían en cuarentena por razones de salud; no les permitían vivir en la ciudad o en la comunidad; no podían disfrutar de las cosas que tomamos por sentado, como ir a la tienda, adorar con el pueblo de Dios, comer con los amigos, viajar libremente: estaban excluidos de la comunidad. Vivían ‘fuera del campamento’; así dice la Biblia: en el exilio. No podían trabajar porque no podían estar con otras personas. Era una enfermedad tan horrenda, que si un leproso estornudara en su presencia, uno podía contagiarse. Así que la gente los evitaba a toda costa, y para nada querían trabajar con un leproso. Por los leprosos lo tanto vivían en el exilio, nadie les daba trabajo, se ganaban la vida mendigando; a menudo dependían de sus familiares y amigos para encontrarles un lugar aparte, un lugar neutro donde podían dejarles dinero y provisiones para que el leproso viniera más tarde solo a recogerlos. Siempre estaban solos o venían acompañados de otros leprosos; eran personas malolientes, no se bañaban, sufrían… es una enfermedad horrenda.
La Biblia también nos habla de esto en Levítico 13:45 y 46: «Y el leproso en quien hubiere llaga llevará vestidos rasgados y su cabeza descubierta, y embozado pregonará ¡Inmundo! ¡Inmundo! Todo el tiempo que la llaga estuviere en él, será inmundo; [imagínese lo que es estar aislado todo el tiempo] estará impuro, y habitará solo; fuera del campamento será su morada». El comentarista Godet dijo que la lepra es ‘la muerte en vida’. Es algo así como el SIDA, el Ébola, el Virus del Nilo Occidental, la Fiebre Bubónica, o la Muerte Negra de esa época. Era algo que cambiaba por completo la identidad de una persona. Al ver a otras personas, el leproso tenía que decir inmediatamente: ¡Inmundo, inmundo, inmundo! Y las mujeres y los niños gritaban y la gente salía corriendo. Algunas crónicas antiguas que leí preparando este sermón, dicen que de hecho algunos religiosos llevaban piedras en el bolsillo por si un leproso se les acercaba, para ahuyentarlos.
Quiero que se sientan emocionalmente devastados por la condición de estas personas. Es algo horrendo. Sus vidas están destruidas, no tienen esperanza y es una enfermedad incurable.
A la luz de esto, es sorprendente lo que hace Jesús. Retomamos la historia en Lucas capítulo 5, versículos 12 al 14: «Sucedió que estando él [Jesús] en una de las ciudades, [o sea que estaba en una de los lugares donde se congregaba la gente, en la zona montañosa junto al Mar de Galilea y la región de Galilea, y un leproso se le acerca en la ciudad, lo cual casi nunca sucede porque los leprosos no deben entrar a la ciudad. Así que este leproso en su desesperación quiere ver a Jesús. Así que entra en la ciudad y la gente empieza a gritar, ¡Inmundo! ¡Inmundo! La gente sale corriendo, lo insultan, le ordenan que se largue de la ciudad, que se aparte de ellos; los leprosos eran muy dejados; a veces pasaban años sin bañarse porque la piel no podía lavarse en ese estado tan horrible de heridas y llagas supurantes. Algunos ya le habrían tirado piedras; este hombre está desesperado por venir a Jesús, y por eso va a la ciudad a buscarlo.]
Entonces, «…se presentó un hombre lleno de lepra [ese es el diagnóstico clínico o médico que le da Lucas, el doctor que nos escribe el evangelio; es decir, no es un hombre que acaba de contraer la infección, él está lleno de lepra. Tiene llagas abiertas en las orejas, en la nariz, en los párpados, los labios, los dedos; su cara está repleta de llagas abiertas. Otras crónicas antiguas dicen que podía atacar las membranas mucosas y que de hecho podían caérseles los ojos. Se encuentra en ese estado.]
«…el cual, viendo a Jesús se postró con el rostro en tierra… [con una humildad total, completamente desesperado, y con una reverencia absoluta hacia Jesús. ¿No creen que le fue muy difícil postrarse de esa manera? Si su condición estaba tan avanzada como dice Lucas, tal vez le faltaban dedos en las manos y los pies; sus articulaciones estarían infectadas y afectadas. Debió haber sido muy difícil para este hombre postrarse en el suelo, y en vez de hacerlo decorosa y sencillamente, cae rostro en tierra a los pies de Jesús, ¿para qué? Para adorarlo. Para adorarlo. Está adorando a Jesús antes de que Jesús lo sane. Algunos vienen a Jesús y dicen, ‘si me sanas te adoraré’. Este hombre dice, ‘si me sanas o si no me sanas, te adoraré’, porque eres digno. Así debería ser nuestra actitud con Jesús.]
«… y le rogó [dice la Biblia. Este hombre está desesperado. Algunos de ustedes no oran, ya sea porque se sienten autosuficientes o en su vida no parece haber una crisis inmediata. Algunos de ustedes oran de vez en cuando al surgir una necesidad, y algunos de ustedes oran desesperadamente. Le ruegan a Dios porque saben con absoluta certeza que aparte de su gracia están perdidos y que su vida no tiene esperanza. Así era la condición de este hombre. Era un hombre sin esperanza, aparte de la gracia de Dios. Ora desesperadamente, no solo le pide a Jesús, sino que le ruega. Su voz trémula; las lágrimas en sus ojos… este hombre está desesperado.]
[Y esto es lo que dice,], «…Señor, [eso me encanta, porque reconoce que Jesucristo es el Señor, y veremos en un momento que los líderes religiosos no lo reconocen como tal, pero el leproso sí ve que Jesucristo es el Señor] «…si quieres, puedes limpiarme». Aquí hay humildad, porque le adora, ‘eres mi Señor; tienes poder para sanar; no tienes que hacerlo, pero te pido que lo hagas’. Es una humilde oración de fe. Es una buena manera de orar: ’te adoro; eres el Señor; puedes hacer lo que quieras. Pero como eres amoroso, te presento mi petición’.
« Entonces, extendiendo él la mano…», [y qué… ¿qué hizo Mars Hill?] «…lo tocó…» ¡Eso es sorprendente! ¿Cuánto tiempo creen que pasó desde la última vez que alguien tocó a este hombre? Quizás años, o décadas. Estando lleno de lepra, su condición era avanzada; había estado así por mucho tiempo. Estaba acostumbrado a que la gente saliera corriendo y que no se acercaran a él. Lo que más temía la gente era tocarlo. ¿Y qué hace Jesús? ¡Lo toca! Dios viene al mundo, y al ver a este hombre no le dice simplemente ‘¡sé limpio!’, …pudo haberlo hecho. Pero no lo hace, Mars Hill, quiero que lo vean; en medio de la multitud y de los líderes religiosos y de sus seguidores, Jesús deja de enseñar por un momento, deja de contestar preguntas y le dedica tiempo a este hombre desesperado. Da un paso hacia delante… y casi podemos imaginar, o al menos me imagino, que el rostro de este hombre está en tierra, que está completamente destruido y devastado. Se siente preocupado por haberse puesto en una posición riesgosa, ya que la turba podría patearlo para matarlo y expulsarlo del pueblo; es decir, se encuentra en una situación muy vulnerable. Aquí vemos a un hombre quebrantado, desesperado, y leproso, postrado en tierra. Y le ruega a Jesús, ‘por favor sáname’.
Y lo que espera es que Jesús le diga algo, pero recibe un toque de Jesús. Jesús toca a este hombre. Siente que Jesús lo toca. Amigos, esta es una de las razones…y hay tantas… por las que amamos a Jesús. Jesús toca a los inmundos. Eso es lo que hace. Jesús le muestra afecto a este hombre y bendice a este hombre; lo anima, y lo trata con dignidad en público. ¿No es sorprendente?
En esos días los líderes religiosos tenían una regla: ‘Usted no puede tocar un leproso porque si lo hace será removido de los cultos, ritos y de la religión como persona inmunda. No era una regla sacada de la Biblia, sino una que se inventaron los líderes religiosos. Pero Jesús dice, ’no, yo lo amo; me identifico con él. Él necesita que lo toque’. El toque es un don tan asombroso. Los psicólogos de desarrollo infantil le dirán que sin el toque, los seres humanos no se desarrollan, no maduran y no pueden vivir. Si uno cría a hijos en aislamiento, se mueren. Lo mismo pasa con los seres humanos en general, si se crían en aislamiento, se mueren. No es bueno estar solo. Este hombre ha estado solo por años, y su nueva vida empieza cuando Jesús lo toca como amigo. ¡Qué asombroso es eso! Y como iglesia, somos el Cuerpo de Cristo y podemos tocar a las personas dolidas, quebrantadas, desesperadas, necesitadas, inmundas, con el amor de Jesús. ¡Es asombroso! ¡Es asombroso! Toda la semana estuve pensando en Jesús que abraza a este hombre; no puedo dejar de pensar en ello. ¡Qué cosa tan maravillosa!
El relato continúa, Jesús le dice: «… Quiero; sé limpio». Lo toca y le dice ‘sí, te sanaré, sé limpio’. Y qué sucede Mars Hill, «…al instante la lepra se fue de él». Su piel fue curada inmediatamente». No sé si recuperó los dedos de las manos y los pies, no sé qué habrá sucedido, pero fue sanado inmediatamente. «Y al instante la lepra se fue de él. Y él le mandó que no lo dijese a nadie [qué asombro, Jesús le dice a este hombre que no se lo diga a nadie; él se lo dice a todo el mundo. Jesús resucitó de los muertos y nos dijo que se lo anunciáramos a todo el mundo y no se lo decimos a nadie. Es asombroso; todo lo contrario a lo que vemos aquí.]
«…sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos». A lo que se refiere aquí cuando menciona a Moisés, es al Antiguo Testamento. Los primeros cinco libros fueron escritos por Moisés, y aquí Jesús vuelve a Levítico capítulo 14, sin observar los tontos reglamentos de los religiosos que no están en la Biblia, y obedece todo lo que dicen las Escrituras. Aquí le dice al hombre, ‘fuiste sanado, ahora obedece la Biblia’. Por lo tanto, si quieren estudiarlo por su cuenta, sería interesante que estudiaran los detalles minuciosos de Levítico 14 para quienes dicen haber sido sanados de la lepra.
Y lo hacían de la siguiente manera; les daré un resumen. El leproso hacía cita con el sacerdote, que era el líder y el intercesor espiritual entre Dios y la gente, se reunían en un lugar fuera de la ciudad o del campamento, y los sacerdotes venían a verificar que el leproso estaba sanado. Si era cierto que el leproso había sido sanado, hacía las veces más o menos del médico de esa comunidad, en calidad de médico, y declaraba que había sido sanado. Y lo que hacían cuando alguien era sanado de lepra, tomaban dos aves, una se sacrificaba y la otra era puesta en libertad. Todo esto se llevaba a cabo encima de una tinaja de agua limpia, demostrando que es Dios quien por su gracia nos limpia. Eso era como lo que pasa en Yom Kipur, el Día de la Expiación; el día santísimo para el pueblo de Israel en donde dos chivos eran traídos al templo, y los sacerdotes, repito, que actuaban como mediadores, intercesores, defensores y representantes del pueblo, nombraban los pecados sobre uno de los chivos y lo degollaban como sustituto, y después nombraban los pecados sobre el otro chivo y lo soltaban como chivo expiatorio. Así que había un chivo sacrificial y un chivo expiatorio en donde las personas eran perdonadas y sus pecados eran quitados.
Casi lo mismo ocurre aquí, porque en vez de dos chivos había dos aves y traían las dos aves: una era sacrificada y la otra puesta en libertad, dando a entender que por medio del derramamiento de sangre, que presagiaba la venida de Jesús y su muerte por nosotros en la cruz, que nuestros pecados serían perdonados; mientras que el otro ave era puesta en libertad demostrando que Jesús quita nuestros pecados.
Y después sucedía que la persona tenía que bañarse, porque no se habían bañado en mucho tiempo, se rasuraban ya que por lo general tenían el pelo largo y desarreglado; se afeitaban, de hecho todo el cuerpo, hasta las cejas, y les decían que ahora eran como niños recién nacidos, que habían nacido de nuevo; que Dios les había dado vida nueva. Como lo que pasa cuando uno se hace cristiano.
Y luego se les permitía reunirse con la gente nuevamente, y les hacían una fiesta que duraba una semana; ¿se imaginan que esto le pasara a este hombre? Si estaba casado cuando contrajo lepra, no ha visto a su esposa en muchos años. No la ha tomado de la mano, ni la ha abrazado; si era padre de familia, no ha visto a sus hijos crecer en años. No ha comido en casa de nadie, no ha abrazado a nadie, nadie lo ha invitado a una fiesta, no ha comido con nadie. Han pasado años, como dije, quizás décadas. Y ahora la gente se entera que ha sido sanado; Dios hizo un milagro, y está sanado. ¡Alabado sea Dios! ‘Hagámosle una gran fiesta…’, y duraba toda una semana. Celebraban, y él les contaba la historia de la gracia de Dios, y se puso al día con todos, y ‘¿qué ha hecho Dios en su vida? ¿Cómo van las cosas? ¿Qué ha pasado desde que me fui?’. Es como una persona que sale de un estado de coma después de muchos años…’ tengo tantas cosas que hacer para ponerme al día’. Y al terminar la celebración de una semana, se bañaban y se rasuraban otra vez, para demostrar que habían sido sanados, limpiados y perdonados completamente; y el sacerdote tomaba tres corderos, tres corderos, y los sacrificaba. Eran corderos sin tacha y sin mancha.
Todo esto presagiaba la venida de Jesús. Cuando Jesús comienza su ministerio, su primo Juan bautista, dijo: «He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». En 1ra Pedro 1, leemos que Jesús es el Cordero sin mancha y sin contaminación; y si no estoy mal, un sacrificio era una ofrenda que se hacía por la culpa del pueblo; otra por los pecados del pueblo, y la tercera era una ofrenda encendida para recuperar los años de sacrificios en los que no habían participado. Y el pecado de ellos se expiaba al sacrificar este cordero sin mancha, para demostrar que al final Jesús vendría y que ‘nos iba a cuidar’. Y después, el sacerdote hacía algo muy interesante, repito, pueden leerlo en Levítico 14. Tomaba un poco de la sangre y la ponía en la oreja, en el pulgar, y en el dedo gordo del pie del hombre sanado. ¿Por qué? Ahora ustedes le pertenecen a Dios… ¡escúchenlo! Le pertenecen a Dios, ahora ¡sírvanle! Ahora le pertenecen a Dios, ¡anden en sus caminos! Ese era el significado. Exactamente así debe ser la vida. Jesús derrama su sangre para que podamos ser perdonados y limpiados, y ahora que le pertenecemos debemos escucharle, servirle, y seguirle.
Ahora permítanme personalizar la historia, porque de otra manera podríamos leerla y decir, ‘que cosa tan asombrosa que Jesús haya sanado a ese hombre’, y nos deleita saberlo, pero no echamos de ver lo que en realidad está pasando aquí, porque a veces Dios usa un acto de sanidad en lo físico para enseñarnos una verdad espiritual. Eso es lo que está pasando aquí. En Isaías 1:4 al 6, que fue escrito unos 700 años antes del nacimiento de Jesús, dios usó la lepra como una analogía para describir el pecado. Lo que dice es que la gente es pecadora; son inmundos y sucios como los leprosos. Es una enfermedad profunda e incurable; es una enfermedad que nos hace perder la sensibilidad, que nos hace vivir separados de Dios fuera del consabido campamento; y es una enfermedad que en últimas nos lleva a la muerte. Y la Biblia dice que todos somos pecadores por naturaleza y por elección; pero por causa de nuestro pecado, estamos en la misma condición del leproso. Pero alguien dirá, ‘no puedo creer que yo sea tan repugnante como un leproso’. ¿Sabe por qué dice eso? Porque el mundo es una gran colonia de leprosos, y como no hay sino leprosos aquí, no nos da tanto asco como le da a Dios. Entonces Dios viene al mundo en Jesucristo hombre, y al ver el pecado siente la misma repugnancia y la misma tendencia a reaccionar como alguien lo haría ante una persona llena de lepra. Si usted y yo viéramos una persona llena de lepra, nos daría asco y diríamos, ‘desafortunadamente es una cosa muy grotesca’. Y cuando Jesús mira el pecado, es algo grotesco para Él, al igual que la lepra lo es para nosotros. ¿Y qué hace? Nos toca. Eso es lo que hace.
Algunos al escuchar esto dicen, ‘inmundo, ese soy yo’. Por los pecados que algunos de ustedes han cometido… algunos de ustedes han hecho cosas muy sucias, inmundas, asquerosas, y viles. Cosas muy repulsivas. Deberían entrar aquí diciendo, ¡Inmundo! ¡Inmundo! Algunos de ustedes han tenido unas experiencias muy repulsivas, viles y grotescas. Cosas que les han hecho. Han padecido abusos, violaciones, acoso sexual, engaño; les han mentido, los han traicionado, han sido abusados, y se sienten sucios y asquerosos. Sienten que su identidad es la de un ¡Inmundo! ¡Inmundo! Sin embargo, la verdad es que Jesús nos limpia y pone su mano sobre nosotros como se la puso al leproso. Si le pide a Jesús si quiere que por favor lo sane y lo limpie, Él le diría lo que le dijo a este hombre, «Quiero, sé limpio». Sé limpio. Esto es lo que llamamos la doctrina bíblica de la expiación, en la que Jesús nos limpia. Mars Hill, en Cristo son limpios. Son limpios. Por eso es que en la Biblia la iglesia siempre se viste de blanco. Son limpios. Por eso es que si confesamos nuestros pecados, Él nos perdona y nos limpia de toda maldad. Eso es lo que dice la Biblia. En Cristo son limpios. Usted no es alcohólico, drogadicto, no es una ramera, un fornicador, un adúltero; esas son cosas que hizo, pero en Cristo ha sido limpiado. Por el poder del Espíritu Santo… han sido limpiados. ¿Para qué? Para comisionar sus oídos, sus pulgares y sus dedos gordos a Dios, para que de ahora en adelante digan, ‘lo escucho, le sirvo, y camino con Él’. Ya no son inmundos, su identidad ha cambiado. Al tocar a este hombre, Jesús hace lo mismo por nosotros al quitar su inmundicia y devolverle su dignidad; y el hombre recibe una nueva identidad para que ande en novedad de vida, como si hubiera renacido. Eso es lo que Jesús nos da.
Si están aquí y no son cristianos, puede que no sepan esto y piensen que el cristianismo es solo sentirse culpable. Que siempre andamos recordándoles todas las cosas malas que hicieron. Pues bien, les recordamos todas las cosas malas que hicieron, y todas las cosas buenas que Jesús hace, y les recordamos el amor de Jesús que perdona pecados y limpia para que puedan ser felices y tengan vida nueva. La culpabilidad no es el fin, el gozo es el fin. Este hombre festejó durante una semana. Eso…eso es lo que pasa cuando entendemos plenamente a Jesús. ¿Cuántos piensan que lo que hizo Jesús fue algo asombroso? Una nueva identidad como persona limpia.
Ahora, ¿cómo responde Jesús ante todo esto? Lucas 5:15 y 16. «Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades». Tan pronto se corrió la voz, ‘¡oigan, este hombre, Jesús, sana a los leprosos sin cobrar deducible o sin seguimiento de dos días! ¡La cola se hizo bien larga! ¿De veras? Ya voy para allá’. Entonces ¿qué hace Jesús? ¿Seguirá entregándose al ministerio las 24 horas del día, los siete días de la semana, 365 días al año? No. Hace algo muy inesperado. «…se apartaba a lugares desiertos, y oraba». La Nueva Versión Internacional de la Biblia dice que Jesús solía retirarse a lugares solitarios para orar. Así que la cola se hace más larga… y Jesús casualmente se va del pueblo.
Ahora, seguramente a los que estaban en esa cola les pareció cosa cruel… ‘¿por qué lo sanó a él y a mí no? Él no es mejor que yo. ¿A dónde se fue Jesús? No hay muchas personas que puedan sanar leprosos. Llevo dos días esperando en la cola’. Parecería que Jesús está siendo cruel, desagradable e indiferente, pero no es así. Está haciendo exactamente lo que el Padre lo ha llamado a hacer y no lo que es capaz de hacer, sino lo que fue llamado a hacer. Cuando Dios se hizo hombre, asumió ciertas limitaciones; lo hizo para identificarse humildemente con nosotros. Por ende, Jesús tuvo que comer, tuvo que dormir, tuvo que tomar un día de descanso, y tuvo que beber agua, de otra manera moriría. No podía ponerse a sanar a la gente las 24 horas del día, siete días a la semana, por eso tuvo que manejar no solo su tiempo sino su energía. Por favor recuerden eso. Gran parte de nuestro mundo consiste en manejar el tiempo, pero también debería consistir en manejar nuestra energía. Aquí Jesús ha estado derramando su vida, predicando, enseñando, sanando a la gente, expulsando demonios, y sanando a los leprosos; eso es lo que leímos en las últimas secciones del evangelio de Lucas. ¿Y saben qué le pasa? Está cansado. Y no es que se haya olvidado de las personas que lo necesitan, es que no tiene nada más que darles. Ha vaciado su tanque y tiene que ir con el Padre a llenarlo.
Permítanme explicarles cómo funciona esto desde el punto de vista fisiológico. Cuando uno está activo, ocupado, o haciendo algo como yo estoy haciendo ahora, uno se siente fuerte, poderoso, alerta y concentrado. ¿Por qué? Porque el cuerpo está produciendo adrenalina y cortisol. Uno se siente fuerte y en movimiento. Pero qué pasa… uno usa la adrenalina y el cortisol hasta agotarse por completo. Ahora tiene dos opciones: acepta sus limitaciones y hace lo que hizo Jesús, apartándose un rato para estar con el Padre y tomándose su día de descanso, y ora, y descansa y se recupera, o hace lo que yo hice por diez años y se pone a tomar bebidas energéticas, cafeína, carbohidratos y azúcar, y los combina con su terquedad y sigue adelante sin parar. No estoy diciendo que deban hacer eso, solamente es un ejemplo de algo que yo hice. Y lo hice hasta que se me reventaron las glándulas suprarrenales. Desde el punto de vista de mi salud, me puse en una situación muy precaria hace algunos años. Lo que pasa es que algunos de ustedes son adictos al trabajo. No al trabajo en sí, sino a los efectos que les produce. Porque uno se siente bien cuando está activo, y después siempre hay una reacción. De tal manera que entre más se esfuerza, más duro cae. Se siente deprimido, es tentado fácilmente, se pone de mal genio, no tiene energía, se le nublan los pensamientos, y como eso no le gusta, se esfuerza aún más para que las glándulas suprarrenales vuelvan a funcionar y produzcan más cortisol a fin de esforzarse más para seguir adelante. Hasta que de repente uno queda totalmente destrozado, y ahí es cuando vienen los ataques de pánico, del corazón; algún quebrantamiento del punto más débil de su anatomía, depresión aguda; empieza a automedicarse con drogas, alcohol, sexo, pornografía, salir de compras.
Jesús no hace ninguna de esas cosas. Hoy en día los psicólogos, los psiquiatras, los sociólogos y los médicos le dirán que si se esfuerza demasiado se agotará, y que lo mejor que puede hacer es estar a solas y en silencio. ¡No me diga! Yo ya conozco a alguien que hizo eso. Oh, se llama Jesús. Quizás deberíamos hacer lo que Él hizo. No les parece asombroso que 2.000 años más tarde los médicos estén diciendo…’ eh, hagan lo que hizo Jesús’. Porque Jesús sabía lo que hacía; tenía la sabiduría del Espíritu Santo. Así que derramó su vida, y cuando se le vaciaba el tanque iba con el Padre para llenarlo, y seguramente la gente se preguntaba…’ Oye, Jesús, ‘¿y qué pasó con la cita de las dos? ¡La gente está agolpada esperándote!’. Y Jesús dice, ‘vuelvo más tarde’. ¿Cuándo? Cuando haya repostado, y les daré lo que tengo. Pero esto era una costumbre suya, algo habitual que Jesús hacía de estar a solas con el Padre.
Ahora, permítanme decirles lo siguiente. Todos tienen que saber esto. Todos tienen que saber esto. Si no le ponen atención a su cuerpo y no están dispuestos a vivir dentro de las limitaciones que Dios les ha dado, no tendrán el nivel prolongado de productividad que tuvo Jesús. Lo mismo nos pasa a nosotros. He visto cuatro clases de personas en mi experiencia pastoral:
Primero, personas intensas. ¿Algunos de ustedes son intensos? ‘No tengo una gama graduada, solo tengo dos posiciones: encendido y apagado’. Eso es todo. Algunos de ustedes dirían que usan el 25% de sus energías. Pues Dios los bendiga, por favor ayúdenme porque ni siquiera sé cómo hacerlo. En mi caso, por ejemplo, dije que iba escribir un libro, y escribí seis libros en un año. Cuando todo se derrumbó en Haití dije, ‘me voy para Haití’. Es que algunos somos un poco intensos. No podemos hacer algo, tenemos que hacerlo todo. Así que hay gente así, y si usted es como yo, tenga mucho cuidado con qué se compromete, porque es todo o nada. Es decir, cuando usted se entrega por completo a algo, al final acabará porque lo habrá hecho de todo corazón y sin reserva.
Segundo, tiene que tener cuidado si usted es un cuidador, un consejero, un asistente social, un padre acogido, o si trabaja en una residencia para enfermos terminales, es una enfermera, un médico, un consejero de tratamientos farmacológicos, un Técnico de Emergencia Médica, entonces usted es un cuidador. Su trabajo consiste en entregarse por completo a ayudar personas dolidas. Su tanque se va vaciar a cada rato.
Tercero, para los que son líderes de alta capacidad como Jesús, las necesidades nunca se acaban. Podrían trabajar las 24 horas del día y eso no disminuiría en nada todas las necesidades que hay.
Y cuatro, las personas que tienen un tanque emocional pequeño; no tienen un tanque grande. Con poco esfuerzo se vacía. Esa clase de personas son susceptibles sobre todo a quemarse, a la depresión, y al quebrantamiento físico, emocional, mental y espiritual.
Y entre más jóvenes somos, menos nos damos cuenta. Creemos… ‘es que tengo esta capa roja y esta ese en mi pecho, y me siento lo más de bien’. Pues eso es la adrenalina. Tiene demencia momentánea. ¿De acuerdo? Por eso me encanta lo que hace Jesús, ya que se encarga no solo de ayudarle al leproso sino de cuidarse a sí mismo. ¿Notaron eso? No solo cuida al leproso, sino también de sí mismo. Me sentí muy compungido esta semana al estudiar esto. Porque la mayoría de los pastores que conozco, incluyéndome a mí, no estamos en buen estado físico, nos esforzamos demasiado, trabajamos muchas horas, y no tomamos el día de descanso, ¿por qué? ‘¡Porque le estoy ayudando a la gente dolida!’, y acaban perjudicándose ustedes mismos. Muchos líderes de ministerios son los que menos salud tienen.
Jesús hace lo siguiente…y esto se lo daría a los líderes de grupos comunitarios, a los líderes del equipo de servicio, a los diáconos y ancianos, a los generosos en esta iglesia, a quienes se entregan por completo como Jesús… cuidó a los leprosos y se cuidó a sí mismo. Y no sintió remordimiento. Eso me fascina. Trabajó en base a sus convicciones, no porque le remordía la conciencia. El remordimiento viene de la gente; la convicción viene del Señor. Por lo tanto quiero darles permiso para que se entreguen por completo a la gente, y que se cuiden a sí mismos: Jesús hace ambas cosas.
De manera que transforma la vida del leproso, también se cuida a sí mismo, y después le queda un poco más de energía para entregarse por completo al servicio de un paralítico. ¡Todavía no ha acabado! Se desconecta del trabajo para reconectarse con el Padre, para después volverse a reconectar con el ministerio.
Así que retomamos el relato del paralítico en Lucas 5, 17 al 19. « Aconteció un día, que él estaba enseñando… [aquí vemos que el ministerio de Jesús es enseñar, predicar, expulsar demonios, y sanar a los enfermos]…, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley…» De acuerdo, vamos a hablar de estos tipos. Si miramos un poco más abajo, probablemente eran los escribas que por cierto aparecen repetidas veces en el evangelio de Lucas y predominan en el evangelio de Lucas. El rechazo más tajante de esta gente por parte de Jesús lo encontramos en Mateo 23. En la siguiente sección de Lucas, veremos más a fondo a los fariseos y los escribas, pero permítanme presentárselos hoy ya que figuran en nuestro relato y hacen actuaciones especiales a lo largo del libro.
Ahora bien, ¡empezaron con una buena idea! Es decir, ‘queremos que la gente obedezca la Biblia’. Esa era una buena idea. Mejor dicho, si votáramos sobre esto, esperaría que todos votaran ‘sí’. Si llegara y les dijera, ¿cuántos de ustedes quieren que la gente obedezca la Biblia? ¡Sí! ‘Entonces usted es un fariseo’. No exactamente. ¿Cómo pasaron de tener una buena idea a convertirse en fariseos? Por si no lo sabían, ser fariseo no es cosa buena. Los fariseos en la Biblia son la gente religiosa; fueron cómplices del asesinato de Jesús. Son los archienemigos de Jesús. Esos son los fariseos.
Empezaron con una buena idea, pero se equivocaron en la respuesta. Convirtieron el plan en lo que ellos hacían y no el lo que Jesús hacía; en la vida ‘perfecta’ de ellos, y no en la vida perfecta de Jesús; en las obras que ellos hacían y no en la gracia de Dios; es decir, se equivocaron por completo. Se volvieron religiosos. Ahora, los escribas eran teólogos de formación profesional: eran seminaristas, tenían títulos, grandes bibliotecas, publicaban libros; mejor dicho, los respetaban por su erudición y entendimiento. Los fariseos eran de la clase media; no habían recibido una educación formal. Se agrupaban en comunidades cerradas, y un grupo de fariseos estaba bajo la enseñanza de un escriba, que era como el teólogo experto de la comunidad. ¿De acuerdo? Así que imagínense un tipo con barba, con todos sus amigos de Facebook. Eso es lo que tenemos aquí. Entonces los fariseos trataban de hacer cumplir todas las reglas y leyes que se ideaban sus escribas. Pero como los fariseos eran de clase media y no eran bien educados, hasta obedecían ciegamente lo que les decían. Como resultado se volvieron muy poderosos, sobre todo después de la destrucción del Templo en el año 70 A.C., se convirtieron en una de las voces más influyentes y tal vez la más influyente de todo el judaísmo. Muy poderosos.
«…habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén…», la gran ciudad donde vivían todos los grandes eruditos. Así que Jesús se ha vuelto famoso, sus enseñanzas se han difundido y todo el mundo viene a oírlo. Y ahora los escribas y los fariseos están ahí, y Jesús va enseñar y ellos están sentados en primera fila con las portátiles abiertas, buscando una conexión Wi-Fi gratuita, listos para hacer un blog en vivo y mandarlo por Twitter; averiguar lo que piensa Jesús y compartir su opinión con el mundo.
«…y el poder del Señor estaba con él [o sea con Jesús] para sanar». Los otros tipos tenían una teología para sanar, pero Jesús sanaba a la gente. Tenía un nivel completamente distinto de autoridad y poder. «Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús». Qué historia más buena. Jesús enseña en una casa, como en un grupo comunitario, pero si Jesús llega a su grupo comunitario… qué día más fabuloso. De repente su grupo comunitario crece bastante, la casa está llena; y desde luego, ¿quién cree que viene a sentarse en primera fila? Toda la gente religiosa; todos los seminaristas y del instituto bíblico vienen y ocupan la primera fila. Ni siquiera pertenecen a su grupo, pero vienen de todas maneras y se apoderan de él. Más atrás están todos los demás en la casa, y afuera, un montón de gente que no cabía en la casa está escuchando.
En eso, había un paralítico. Está completamente paralizado, y sus amigos lo llevan en una camilla a la casa, y al no poder entrar, dicen, ‘no podemos llevar a nuestro amigo a ver a Jesús’. ¿Por qué? Porque la gente está bloqueando el camino, sobre todo los religiosos. Me parece asombrosos que uno quiera llevar a un enfermo a Jesús, y que la gente religiosa sea la que bloquea el camino. Algunas cosas nunca cambian. Así que estos hombres quieren llevar a su amigo a Jesús con tanto anhelo que se encaraman en el techo y empiezan a desmantelarlo. No le haga esto a su líder del grupo comunitario. Empiezan a desmantelar el techo, y saben exactamente lo que tienen que hacer. ‘A ver…tenemos unas cuerdas para atarlas a la camilla, y vamos a bajarla por el techo hasta que quede al pie de Jesús’. Y lo colocan justo frente a Jesús, como si pensaran, ‘cómo podrá hacer caso omiso a esta petición’, ¿de acuerdo? Y ahí está el paralítico diciendo, ‘hola Jesús…estoy paralizado’. Es un momento muy gracioso, al menos creo que sí. Es como “Cirque du Jesus” aquí viene…es decir…
Pero la pregunta que quiero hacerles es la siguiente, ¿qué están dispuestos a hacer para llevar a su amigo a Jesús? Estos hombres desean tanto llevar a su amigo a Jesús, que hacen cosas extraordinarias por él: consiguen una camilla, lo llevan, se trepan en el techo, abren un hueco y lo bajan. Estos hombres de veras quieren llevar a su amigo a ver a Jesús. Estadísticamente, los eventos evangelísticos, las cruzadas como las de Billy Graham, y cosas así, las tres cuartas partes de las personas que dan su vida a Jesús fueron invitadas por cristianos. O sea, los cristianos traen a sus amigos no cristianos, familiares, colegas de trabajo, o vecinos. Y algunos de ustedes conocen personas que no conoce a Jesús, y ustedes necesitan traerlos a Jesús, y la pregunta es ¿qué están dispuestos a hacer para que eso suceda? ¿Al menos los han invitado a la iglesia, o a su grupo comunitario? ¿Les han comprado una Biblia, un libro, una comida? Algunos dirán, ‘los he invitado, pero nunca vienen’. ¡Vaya a recogerlos! Porque los no cristianos hacen excusas como, ‘¡ay, se me olvidó!’. No, píteles para que salgan. ¿No cierto? ‘Ah es que no sabía dónde era’. ‘No se preocupe, yo vengo por usted. Le traigo un café, un bizcocho y una sonrisa. No lo haré de mala forma. Despues de invitaré a comer. Aquí tiene una Biblia con su nombre grabado en la pasta: yo le amo’. ¿Qué está dispuesto a hacer para llevar a sus amigos a Jesús? Amigos, eso es lo que Dios nos pregunta a todos. La gente necesita a Jesús, y tenemos el gran privilegio de llevarlos a Él. Y siempre habrá un obstáculo. La pregunta es, si serán lo suficientemente creativos y perseverantes para superar ese obstáculo y hallar la forma de llevarlos a Jesús. Pues los amigos de este hombre lo hacen; son grandes amigos. Son grandes amigos; lo llevan a Jesús.
Ahora, permítanme decirles lo siguiente. Lo que va a pasar es que Jesús va a sanarlo, lo cual veremos en más detalle, pero los fariseos y escribas en vez de regocijarse empiezan a criticarlo. Así que permítanme explicarles la su mentalidad y regresaremos al relato. La palabra fariseo literalmente significa ‘separado’. Uno que está separado. Su ideología era que el pecado se podía contraer como la lepra. No entendían que el pecado está dentro de nosotros y no afuera. El pecado sí está allá afuera, pero el verdadero problema del pecado está en mí. Y lo que pensaban era, ‘yo soy limpio y ellos son inmundos; somos los santos y ellos son los pecadores, por lo tanto no podemos juntarnos con ellos o nos vamos a contagiar con su pecado’. Eso era lo que pensaban; eso es lo que la gente religiosa siempre piensa. Entonces lo que hicieron con la Biblia fue inventarse reglas y las añadirlas a la Biblia, y dijeron, ‘para no juntarnos con los pecadores y sus pecados, obedezcan la Biblia con todas estas reglas adicionales que hicimos’. A la gente religiosa le encantan sus reglas. Hasta tienen reglas para las reglas. Así es la gente religiosa.
Y lo que también me parece interesante es que estos religiosos no hacen nada para ayudarle a este hombre. Tan pronto lo bajan, no se paran y dicen, ‘saben qué, abrámosle campo a este paralítico para que pueda ver a Jesús’. No. No lo hacen. Les preocupa tanto hallar algo para criticar a Jesús, por algo que diga, que pasan por alto el hecho de estar rodeados de personas dolidas y necesitadas. Así es la gente religiosa. No vienen a aprender sino a discutir. Le pregunto eso, ¿usted viene a aprender o a discutir? Algunos tienen un carácter de censura, una actitud farisaica que dice, ‘siempre tengo razón; algo siempre anda mal, y yo me encargo de encontrarlo y criticarlo. No estoy aquí para aprender sino para criticar’. Hacían caso omiso a la gente dolida y necesitada que los rodeaba.
Además, Jesús va a sanar a este hombre, y no hacen nada por él: no oran por él, no le ayudan, no hacen nada. La gente religiosa tiende a criticar a los que ayudan, en vez de ayudar, y trágicamente hacen lo mismo con Jesús.
Ahora, al elucidar quienes eran los fariseos, permítanme decir lo siguiente. Hay un pequeño fariseo en cada uno de nosotros. Hay un poco de religión en cada uno de nosotros. Martín Lutero lo dijo muy bien: «la religión es la condición ‘por defecto’ del corazón humano». En Mars Hill nuestra religión es no ser religiosos. Esa es nuestra religión. Decimos, ‘ah, nosotros no… los tatuajes, tenemos una banda punk; la mitad de nuestra iglesia toma un descanso para fumar; bebemos alcohol; ¡alabado sea Dios, no somos religiosos!’. No…sí lo somos, lo que pasa es que somos de los que llevan tatuajes, son fumadores compulsivos y toman cerveza. Eso es lo que somos. Somos una versión propia y más alegre, por cierto, pero no obstante somos nuestra propia versión. Así que debemos ser cuidadosos y no pensar que hay una distinción entre personas religiosas y no religiosas, porque todos somos religiosos. Lo que pasa es que seguimos una lista de reglas diferentes. Así que hay que tener mucho cuidado porque todos somos muy religiosos. Esa es la condición ‘por defecto’ del corazón humano.
Y donde más claramente se ve la religión hoy en día, es en el fundamentalismo cristiano, donde enfatizan la separación. ‘No vean televisión’. ¿Por qué? ‘Porque muestran pecado’. Sí, es cierto; la Biblia también tiene pecado, ¿entonces qué vamos a hacer? ‘No la lea, porque hacen cosas asquerosas’. Bueno, está bien. ‘No escuche la radio porque dicen cosas malas’. De acuerdo. ‘No se haga amigos con quienes no son cristianos. No deje que sus hijos tengan amigos que no son cristianos. No escuche música que no sea cristiana; no vea películas que no son cristianas; no lea libros que no son cristianos’. ¿Por qué? ’Porque son de la gente mala, y somos gente buena, por lo tanto no queremos ensuciarnos. ¡La religión! El separatismo.
De hecho los fundamentalistas han creado algo que denominan los tres grados de separación: Lo verán en las próximas semanas. La gente religiosa de aquellos tiempos también practicaba la separación. Por eso criticaban a Jesús y decían, ‘¿por qué comes con esa gente?’. Jesús les dice, ‘son pecadores’. ‘Sí lo sabemos, y te vas a contagiar’. Y Jesús les dice, ‘no, voy a arreglar el problema. Eso es lo que hago’. ¿De acuerdo? Entonces notarán que los religiosos se escandalizan de Jesús en todo momento porque tiene amigos que no son buenos. En realidad la Biblia está llena de gente mala, pero Jesús es el Bueno. No hay un equipo de gente buena, solo hay uno Bueno. Y lo que pasa es que la gente religiosa no quiere que la gente ‘santa’, y uso ese término entrecomillado, sin demasiado rigor y con cierta ironía. La gente santa lo que no quiere es que la gente santa se junte con la gente mundana. Así que un cristiano fundamentalista va más allá, y dice que hay tres niveles de separación en los que la gente santa no puede relacionarse con la gente santa que se junta con gente mundana. Lo cual significa que no pueden tener amigos santos si tienen amistades mundanas.
Sin embargo, Jesús destruye ese concepto, porque Dios se hizo hombre y vino y tocó a los leprosos y cenó con pecadores. ¿Jesús pecó? ¡No! Pero quebranta todas las leyes religiosas. ¿Quebranta alguna regla bíblica? ¡Ninguna de ellas! ¡Ninguna de ellas! Pero transgrede muchas reglas religiosas. Entonces Jesús siempre está llamando a los pecadores a arrepentirse de sus pecados, y a los religiosos a que se arrepientan de su religión. Al final, los pecadores quieren cenar con Él, y los religiosos piden a gritos que lo crucifiquen. Debemos ser muy cuidadosos, porque si tenemos fervor y amamos la Biblia, y tenemos pasión, podemos acabar siendo farisaicos o religiosos. Porque ellos empezaron con una buena idea: ‘queremos dedicarnos a obedecer la Biblia’.
Ellos se descarriaron de varias maneras, y les diré cuáles son y seguiremos con el relato.
Primero, eran soberbios. Eran soberbios. ‘Somos gente buena y ustedes son los malos; tenemos todas las respuestas y ustedes las preguntas; tenemos las soluciones y ustedes los problemas’. Y aquí fue donde la soberbia los hizo caer: ‘la Biblia es perfecta, y mi interpretación de la Biblia también lo es’. ‘La Biblia es perfecta, y también mi maestro’. Por si no lo sabían, la Biblia sí es perfecta, pero su pastor no lo es. La inerrancia no se aplica a quienes enseñan la Biblia. Y lo que siempre sucede es que alguien exalta a uno que ocupa el cargo de un escriba, y dice, ’mire, usted es un erudito: estudia, camina con Dios; lleva a cabo las cosas, por lo tanto lo que usted dice debe ser cierto. No. La Biblia es veraz, y nosotros, a quienes Dios ha dotado por su gracia para enseñar la Biblia, hacemos lo mejor que podemos pero no somos perfectos; no es porque no amemos a Dios, sino porque no somos Dios. Así que tenga mucho cuidado si lee algún autor en particular, o una editorial en particular, o si tiene una confesión de fe en particular que le encanta, o una teología sistemática que sigue y con la que está de acuerdo al ciento por ciento. Si es así, tiene un grave problema porque le ha atribuido inerrancia a algo extrabíblico y les ha conferido inerrancia a falibles maestros humanos. ¡Es la soberbia!
Un tipo discutía conmigo hace poco sobre un maestro que es un poco más fundamentalista y religioso, y no dejaba de citar a ese maestro; no le oía citar muchos pasajes bíblicos, sino solamente al maestro. ‘Pues, el erudito tal y tal dice tal cosa’. Y por último le pregunté, ¿hay algo que alguna vez haya enseñado ese tipo con lo que no está de acuerdo?‘. Me dijo, ’¡No!, Él enseña lo que dice la Biblia’. No, no, no, no, no… ‘Estoy seguro que se equivocó en alguna parte; es un libro enorme; contiene muchas cosas’. Y no significa que debamos asumir una postura crítica, pero le decimos, ‘él no es Jesús, solo es uno de sus siervos; y esos mensajes no son la Biblia, son comentarios sobre la Biblia’.
Segundo, son secesionistas. ‘Creemos que hoy el Espíritu Santo está vivo y activo, que Dios es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. Creemos que el Espíritu Santo nos convence de pecado, nos revela a Jesús, nos dirige y nos guía, obra a través de nuestra conciencia y la del pueblo de Dios para ayudar a corregir el rumbo de nuestras vidas’. A los religiosos les gusta pensar que el Espíritu Santo ha dejado de obrar. ‘Ustedes no necesitan que el Espíritu Santo los compunja de pecado; nosotros nos encargaremos de eso. No necesitan que el Espíritu Santo les enseñe; nos encargaremos de eso. No necesitan que el Espíritu Santo los dirija y los guíe; les diremos lo que tienen que hacer. En realidad no necesitan al Espíritu Santo para nada; solo obedezcan al líder espiritual. Es horrible. Reemplaza el ministerio del Espíritu Santo en su vida, con un líder espiritual religioso. ¡Qué maldad! Por eso es que la gente más religiosa es la que más se opone al ministerio personal del Espíritu Santo en la vida del creyente. ’No podemos confiar en el Espíritu Santo, sino en el maestro’. Por lo tanto el maestro a veces hace que la gente dude del poder, la presencia y la Persona del Espíritu Santo. ¡Es horrible!
Tercero, acaban no teniendo cariño. Jesús siempre reprende a estos tipos por eso. ‘¡No tienen cariño!’, y después quieren discutir sobre el significado del cariño. ¿Y qué significa el cariño? Y se pierden en el mundo de la teología y viven en sus mentes, en vez de decir, ‘¡soy un estúpido! ¡Soy un estúpido; trato mal a la gente! Los juzgo, los critico, no los amo, no los sirvo; vivo en mi mente, todo lo convierto en una discusión teológica’. No tienen cariño. ¿Sabe que la gente acudía en tropel hacia Jesús, mientras que a los fariseos no? ¿Sabe que la gente quería cenar con Jesús, pero no con los fariseos? Porque Jesús era amoroso. De veras le importaban las personas.
Cuarto, eran unos hipócritas. Jesús lo dice claramente muchas veces, y Mateo es un sitio excelente para leerlo, cuando les dice, ‘¡ustedes tienen una lista de reglas que le imponen a la gente, como un sheriff; ni siquiera obedecen sus propias reglas!’. Eso es lo que hace la gente religiosa. Es decir, ¿cuántos quieren vomitar cuando un duro que tira mucha Biblia llega y dice, ‘…y tuvo una relación adúltera… o es un drogadicto…?’ ¡Vamos! ¿En serio? ¿Otra vez? ¡Vamos! ¿Acaso necesitamos más hipocresía? ¡Vamos! Predican una cosa y hacen otra; eso no ayuda nuestra causa. Es hipocresía. Es porque se creen los héroes, y no que Jesús lo sea. Y empiezan a actuar como si estuvieran por encima de la ley. Pero no lo están. La hipocresía disgusta a los que no son cristianos; los llena de desprecio. Jesús los reprende por esto. Porque son unos hipócritas; una partida de hipócritas.
Hace poco hablaba con un pastor que con su junta de ancianos disciplinaba a otro pastor que había caído en adulterio, y mientras disciplinaban a ese pastor por cometer adulterio otro pastor que hacía parte del proceso disciplinario ¡también estaba adulterando! Y venía a las juntas y decía ‘no puedo creer que estés haciendo eso, qué asco’, ¡siendo que él mismo lo hace! Ahí está pintada la religión.
Quinto, no tiene gozo; no es divertida. El fundamentalismo no es divertido. Es un ejercicio mental, pero no es divertido. ¡No es divertido! ¿Cuántas personas religiosas conocen que son felices, o que hayan dicho de ellas, ‘qué gente tan feliz’? No. Tienen el entrecejo fruncido, llevan la escopeta cargada… ¡no son gente alegre! Se autodefinen por las cosas que aborrecen. Siempre están en contra de algo; siempre se están criticando a alguien; siempre están enfadados con alguien. No son personas divertidas, para nada. Por eso es que nuestros niños se van de la casa lo antes posible, y se rebelan, y van y pecan porque al menos parece ser divertido. Carecen de gozo. Jesús sintió pesar, pero también era gozoso.
Sexto, también tienen lo que yo denomino metodolatría; yo me invento palabras, y esa es una de ellas. La Biblia nos da principios y métodos, y los principios nunca cambian, pero los métodos sí cambian. La idolatría ocurre cuando tomamos nuestro método y lo convertimos en un ídolo, en metodolatría. O sea, ‘la Biblia dice que hagamos algo y solo hay una manera de hacerlo y esa es nuestra manera’. La Biblia dice que debemos adorar a Dios, y la gente religiosa dice, ¡’De esta manera! Canten estos himnos con estos instrumentos, y en este orden’. La Biblia dice en Efesios 6, ‘levante a sus hijos, entrénelos. Pues tienen que enseñarles de cierta manera, y con solo esta clase de educación’. La Biblia dice que debemos predicar, estudiar y aprender de memoria las Escrituras, pero ellos dicen, que solo hay una traducción válida de la Biblia. Siempre es algo. Es metodolatría. Adquiera principios profundos y fervientes, adquiera métodos, pero agárrese de los principios fuertemente y de los métodos sueltamente. No cometa metodolatría, ‘lo hacemos a mi manera o no es bíblico’. Sabe, algunas personas aman a Dios y leen la Biblia; vienen de otras denominaciones y profesiones, y no son de nuestro sector, equipo, tribu o estilo, pero si de veras aman a Jesús, creen en la Biblia, y cumplen sus principios, no debemos ser como los fariseos que dicen, ‘por mi parte no soy como ellos, soy separado, ellos son familia’. Alabado sea Dios por la diversidad. ¡Alabado sea Dios por la diversidad… y evite la metodolatría!
Séptimo, estas personas son muy poderosas. ¿Por qué? Porque hablan con denuedo y con confianza; citan pasajes bíblicos, como en el juego Jeopardy. ‘De hecho, han memorizado muchos pasajes bíblicos, pero no sé, parecen estar de acuerdo con lo que dice la Biblia. Son serios, confiados; parecen actuar con denuedo. Parece que están dispuestos a morir sobre cada colina. Hay muchos de ellos y pululan como abejas; ¡tal vez tengan razón!’. No, usted puede tener mucho celo, y estar equivocado. Usted puede ser bíblico y anti bíblico; es decir, cita los versículos, pero no los usa como Dios quiere. ¡Así es la gente religiosa!
Entonces pasa lo siguiente. Jesús va a tener un enfrentamiento, el primero entre muchos, con la gente religiosa. De nuevo volvemos al relato. Los amigos de este hombre lo llevan a Jesús; lo colocan justo enfrente de Jesús, y en Lucas 5:20–22, leemos esto: «Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. [qué declaración tan asombrosa. Ningún otro líder religioso dice esto: Muhammad, Krishna, Buda. No dicen, ¡tus pecados te son perdonados! Dicen, ’hemos descubierto un proceso por el cual si sigues los ritos, y rutinas y sufrimientos, y reencarnaciones potenciales y le pagas a Dios, entonces tal vez un día de estos seas sanado, si lo ameritas. Es un gran proceso. ¿Oyeron lo que Jesús le dijo? ¡Perdonado! ¡Puedo perdonarlo!
De alguna manera, el pecado y la enfermedad de este señor estaban conectados. No sé cómo, pero les daré un ejemplo de lo que representa esto. Era un paralítico que había pecado. Cuando empezamos, había un hombre aquí en Mars Hill que vino y no podía usar los dedos; antes había sido cerrajero; sus brazos estaban retorcidos y tenía daños permanentes a los nervios; andaba con muletas permanentes y sus rodillas se le doblaban. Y andaba sobre un talón y temblaba mucho, y a menudo se caía. Estaba en malas condiciones físicas; estaba destruido. Lo visitaba en su casa casi todas las semanas; lo recogía para llevarlo a la iglesia; llegué a conocerlo; conoció a Jesús, fue salvo; fue bautizado. Aunque se había mudado a otro estado a partir de entonces, me escribió una carta hace poco. Sigue amando a Jesús; sigue caminando fielmente como cristiano. Pero un día, por fin le pregunté, ‘¿qué pasó? ¿Naciste así, o sucedió algo?’. Y me dijo, ‘antes de conocer a Jesús andaba tomando, parrandeando, haciendo males, y un día iba como a 100 millas por hora en una motocicleta, y me pasé una calle; en vez de doblar seguí derecho y me di contra un poste telefónico, y me quebré casi todos los huesos del cuerpo. Estuve internado en el hospital varios meses, y nada ha funcionado bien desde entonces. Es un hombre con el cuerpo destruido por su pecado. No es una víctima; no puede demandar a nadie, no nació así; se lo hizo a sí mismo. Algunos que están aquí son así, han destrozado sus propias vidas. La estrellaron contra un poste telefónico, y me dicen, ’todo lo que tengo está quebrantado, pero la culpa la tengo yo; yo lo hice’. Así es este tipo.
«Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?». En vez de decir, ‘¡Uy, qué maravilla! ¡Será sanado! ¡Qué bien!’. No, se quedaron ahí sentados pensando, ‘ummm, ¿cuál será la presuposición teológica detrás de esta curación?’. Empezaron a hablar con Jesús como seminaristas de primer año, como los que asisten a la escuela en casa, como personas obsesionadas con la limpieza, o como unos niños excéntricos. Así se portaban. Y sucede lo siguiente. Cuando pecamos, pecamos contra Dios y contra las personas, así que debemos pedirles disculpas a la gente y a Dios. En eso consiste el arrepentimiento. Y Jesús dice, ‘¡voy a perdonar a este tipo!’. Y ellos dicen, ‘¡blasfemia, estás diciendo que eres Dios!’. El punto es, ‘sí, lo sé. Eso es lo que trato de comunicarles, soy Dios’.
Ahora, les han dicho a algunos de ustedes que Jesús nunca dijo que era Dios. El dice repetidas veces y de muchas maneras que es Dios, y esta es una de ellas. ¿De acuerdo? Salmo 51:4 «Contra ti, contra ti solo he pecado». Si pecamos contra Dios, ¿quién tiene que perdonarnos? Dios. Jesús dice, ‘te perdonaré’, por lo tanto, ¿qué está diciendo? ‘Yo soy Dios’. «Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos…». Pensaríamos que ya hubieran cambiado su postura. ‘Tú no eres Dios’. ‘Sé lo que están pensando’. ¿De veras? Eso es muy loable… que conozcas mis pensamientos. Te doy dos puntos a favor. ¿En serio? «…conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?». Lo que está diciendo es: ‘Si solamente le digo a este hombre que sus pecados le son perdonados, ustedes no lo sabrían, puesto que es una transacción espiritual invisible. Pero si también le digo, ’tus pecados te son perdonados, levántate y camina’, perdono sus pecados y sano la parálisis que le sobrevino a causa de su pecado: eso evidencia que soy Dios’. Y saben qué, ¡Él lo hace! ¡Lo hace!
Jesús, déjenme decirles algo, Jesús perdona los pecados. No encontrarán otra religión que perdone sus pecados. En todas las otras religiones uno obedece una lista estúpida de reglas ridículas, inventadas por alguien, y se esfuerza para que Dios lo ame. Jesús lo ama incondicionalmente, por gracia, y Él simplemente lo perdona. Por eso amamos tanto a Jesús. Jesús es muchísimo mejor que la religión. Algunos vienen aquí y dicen, ‘me siento inmundo como el leproso, y me siento culpable como el paralítico. ¿Qué debo hacer?’. Respuesta: Jesús le toca para limpiarlo y lo perdona; Él hace la obra de salvación. ¡Este es nuestro Jesús! ¡Por eso estamos tan entusiasmados con Él! Al menos yo me siento así.
Ahora, la historia continúa en Lucas 5:24 al 26, Jesús les dice: «Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre…» Este es el título predilecto que Jesús usaba para sí mismo. Lo saca de Daniel capítulo 7, versículos 13 al 14, donde dice que Dios Padre y el Hijo del Hombre están juntos desde la eternidad; y Jesús, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, entra en el panorama histórico mundial para conquistar el pecado, librar a la gente, y establecer su reino sempiterno. Al usar este apelativo, Jesús se está identificando majestuosamente con la Deidad; Jesús está diciendo, ‘soy Dios que se hizo hombre’. Lo dice 25 veces en Lucas y 83 veces en los evangelios. Es su título predilecto de autoridad. «… tiene potestad en la tierra para perdonar pecados [dijo al paralítico]: A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios». ¡Qué día tan maravilloso! Me trajeron aquí en una camilla y ahora me llevo la camilla a casa. ¡Es un buen día! «Y todos, sobrecogidos de asombro, [nunca habían visto nada semejante] glorificaban a Dios; y llenos de temor, [eso es adoración; están clamando y alabando a Jesús, y] decían: Hoy hemos visto maravillas».
Algunos de ustedes vienen aquí y están inmundos, mugrientos, sucios, como el leproso; y Jesús los tocaría y les diría ‘sé limpio; en mí eres limpio, yo llevé tus pecados; fui a la cruz, sufrí y morí; tomé tu lugar por tus pecados para darte mi justicia. Ya están limpios. Tienen una nueva identidad; ¡ya dejen de decir que son inmundos! ¡Dejen de decir que no son dignos! ¡Dejen de decir que están mugrientos y que han sido corrompidos! ¡Están limpios! Vayan a la casa y báñense, y cada vez que se bañen, ¡recuerden que en Cristo son limpios! Cada vez que se vistan de blanco, recuerden: ¡en Cristo, soy limpio! No tengo que decir ¡inmundo! ¡inmundo!, porque en Cristo soy limpio. Y la próxima vez que peque, o si alguien peca contra usted y se siente sucio, mugriento y corrompido, vuelva a Jesús y lo tocará de nuevo, y lo declarará limpio. Y para los que vienen y no solo están sucios sino también culpables, los que han hecho cosas horribles, pecadores consumados que han dedicado sus vidas por completo al pecado, los que lo han echado todo a perder, no pueden demandar a nadie; no pueden echarle la culpa a nadie, la culpa es toda suya. ¿Saben qué? ¡Jesús perdona! ¡Claro que lo hace! No es como la gente religiosa que le da una lista de cosas que hacer. ¡Es el Dios que viene a vivir, a morir, a resucitar, y a dar perdón! ¡Eso es lo que hace! ¡No deja de asombrarnos! 2.000 años más tarde, la gente no deja de asombrarse y de glorificar a Dios. ’¿En serio? ¿Ése es Dios? ¿Así obra? ¡Está bromeando!’
Y la condición ‘por defecto’ del corazón religioso siempre es encontrar algo malo, criticar, llegar con una actitud o un carácter de censura, en vez de hacer lo que hizo el leproso, ‘arrojarme a los pies de Jesús; voy a pedir misericordia; voy a dejar que me toque y me sane; voy a dejar que me perdone, y voy a salir corriendo a la casa y ser feliz. Eso es lo que haré’. ¡Eso es lo que deseo para todos ustedes, y eso es exactamente lo que le pasa a este tipo!
Ahora, la gente religiosa no entiende. Están en un rincón diciendo, ‘¿qué opinan de la exégesis que hizo en hebreo? Yo no hubiera abordado ese tema’. “No sé, me pareció que venía mal vestido, y alguien dijo que tenía un tatuaje en su muslo que dice, ‘Rey de reyes y Señor de señores’. No sé cuál será nuestra postura sobre los tatuajes, pero dicen que también come con los pecadores. Alguien dijo que pudo haberse traído un sándwich de jamón a escondidas. También toma vino…’”. Mejor dicho, se equivocaron de conversación; están mandando mensajes por Twitter, mientras todos los demás están participando. Todo el mundo está abordo; todos los blogueros dan su opinión. Mientras tanto el tipo está diciendo ’¡estoy sano! ¿Alguien más quiere venir a festejar a mi casa? ¡Mis pecados han sido perdonados!’
¿Y saben qué? ¡Me agrada que fuera sanado; me deleita saber que fue sanado, pero el milagro más grande… la parte más emocionante, es que sus pecados fueron perdonados! ¡Esa es la mejor parte! Ahora, el que lo haya sanado fue por añadidura. Estamos de acuerdo con eso. Jesús puede sanar, y Él sana. Pero si usted tuviera que escoger entre la sanidad y el perdón, el perdón es lo que debe escoger, porque en la resurrección de los muertos, la sanidad es algo que Dios nos da por añadidura a todos sus hijos; y el milagro que vemos aquí es que los pecadores pueden ser perdonados.
¡Así que tengo buenas noticias, Mars Hill, de hecho me siento muy entusiasmado el día de hoy! ¡Me encanta esto! Porque la Biblia está diciendo, ‘si eres inmundo, Jesús te limpia; si eres culpable, Jesús te sana, y si eres religioso, ¡deja eso!’. ¡Eso me encanta! ¡Es para todos! Si está respirando, usted se encuentra en uno de estos equipos. Así que debemos responder como él respondió y como ellos respondieron: Llenos de asombro; somos limpios, hemos sido perdonados; no queremos volvernos religiosos, por lo tanto nos arrepentimos de nuestra inmundicia, nos arrepentimos de nuestro pecado, nos arrepentimos de nuestra religión; estamos llenos de asombro; nos regocijamos y glorificamos a Dios… ¡Estamos verdaderamente felices porque Jesús nos ha tocado! ¿Amén? De acuerdo, voy a orar; tenemos que cantar.
Dios Padre, te doy gracias por la Biblia. ¡Dios, yo amo las Escrituras! Te pido que amenos las Escrituras y que no la carguemos con tanta religión y tanto hablar de Dios, de legalismos y de listas de cosas que debemos o no debemos hacer; al contrario, Señor Dios, que entendamos que la Biblia trata de Jesús. De lo que Él hace, no lo que nosotros hacemos. Se trata de la vida perfecta que Él vivió, no de la vida perfecta que debemos vivir. Se trata de la gracia que nos da, no de las obras que hacemos. Pido Señor Dios que al igual que el leproso, aceptemos nuestra identidad de ser limpios, de ir a vivir una vida nueva y limpia. Como tú nos hiciste limpios, que seamos sinceros contigo y que vivamos limpiamente. Dios, al igual que el paralítico, te doy gracias porque tú perdonas el pecado. Que tomemos nuestro lecho y andemos; que andemos en novedad de vida con Jesús. Y Dios, con lo frustrados que nos sentimos con la gente religiosa, confesamos y confieso que somos gente religiosa. Tenemos una lista diferente, con diferentes reglas que no figuran en la Biblia. Dios, que aceptemos lo que está en la Biblia, sin añadirle cosas. ¡Que no presumamos de ser moralmente superiores! ¡Que no seamos soberbios! Dios, sabemos que la religión es la condición ‘por defecto’ del corazón humano, pero como vimos en el relato, la religión es la que sigue perjudicando a la gente para que no vengan a Jesús. Dios, por lo tanto pido por los dolidos, que se arrojen a los pies de Jesús; que lo reconozcan como Señor, que lo adoren y le pidan misericordia, y Señor Jesús que vengas a tocarlos. Pido por los que escuchan esto que fueron invitados por amigos, que perdones sus pecados, Señor Dios, y que los llames a no volver a pecar y a regresar a casa con gozo. Y Dios, por los que somos religiosos o hemos sido religiosos, gracias porque nos limpias de la inmundicia y perdonas nuestros pecados, y nos salvas de la religión. ¡Amén!
[Fin del Audio]
Nota: Esta transcripción ha sido editado.