Jesús resucita al hijo de una viuda (Lucas 7:11–17)

Lucas 7:11–17 (RVR 1960)

11 Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
12 Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate.
15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
16 Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
17 Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor.

Introducción

Muy bien, Mars Hill, estaremos en Lucas 7, empezando en el versículo 11. Si tienen sus biblias, por favor ábranlas a ese pasaje.

Dios Padre, al abordar una sección tan devastadora de las Escrituras, pido que Tú nos dejes devastados. Al abordar una sección tan liberadora de las Escrituras, pido que Tú nos liberes. Al abordar una sección tan levantadora de las Escrituras, pido que Tú nos des esperanza y fe para el día de nuestra propia resurrección. Y Dios, te pido y te invito, Espíritu Santo, que seas con nosotros, para que lleguemos a conocer a Jesús, si es que aún no lo conocemos. Que confiemos en Él de manera completa y necesaria. Y Señor Dios, que vengamos a adorarle si es que se nos hace difícil por causa del sufrimiento. Y pedimos que nos colmes de Tu gracia, en el Nombre bueno de Jesús, Amén.

Hoy vamos a ver la historia de un hombre muerto. Así que empezaré con esta pregunta: ¿Recuerda el primer funeral al que usted asistió? ¿La primera persona que murió, que usted amaba? Aún recuerdo el primer sepelio al que asistí. Tenía 10 años de edad. Mi abuelito Jorge había muerto. Yo amaba mucho a mi abuelito Jorge. Todos mis recuerdos de mi abuelito Jorge son maravillosos. Arriba, cerca de mi cuarto, hay una foto suya. Me acuerdo de él a cada rato. Les cuento a mis hijos historias del abuelito Jorge. Era amoroso, divertido. Siempre me la pasaba en su casa. Íbamos a desayunar, salíamos juntos, armábamos cosas. Recuerdo cuando me estaba enseñando a montar en bicicleta que era demasiado grande, y que casi me mato. Recuerdo lo bueno que era para enseñarme a usar las herramientas para cortar madera y construir cosas. Él hizo mi primer cesto de básquetbol. Y aun recuerdo cuando fui a su velatorio. Como solo tenía 10 años, en realidad nunca había pensado en la muerte, nunca pensé que mi abuelito Jorge se fuera a morir. Y recuerdo que después del entierro, regresé a casa, y cada vez que lanzaba el balón de básquet, me parecía raro que el tablero del cesto que yo había armado con mi abuelito hubiera vivido más que él.

La muerte, el sufrimiento, y las vidas destrozadas

La muerte es dolorosa. Casi siempre la precede el sufrimiento; a veces es completamente inesperada, y nos pasa a todos, porque la paga del pecado es muerte, y todos hemos pecado. Y este mundo no es como Dios quiso que fuera. Está como está porque lo hicimos así por medio del pecado, la rebeldía e insensatez. Y cuando sufrimos, a veces hacemos cosas insensatas, nos enojamos, nos amargamos, nos enfadamos con Dios por un sufrimiento que Él no creo. Nosotros lo creamos.

Y al abordar esta historia, conocerán a una mujer que está en una procesión fúnebre. Y quiero que se conecten emocionalmente con esta viuda que está enterrando a su único hijo. Es un día horrible, horrible, muy horrible para ella. Tendremos días como esos en la vida, en donde nos encontramos completamente destrozados. Estaremos destrozados. Algunos de ustedes podrán presenciar brevemente, detenidamente, los días completamente destrozados de la vida de otras personas cuando les llega el sufrimiento, cuando vienen las enfermedades, y cuando la muerte viene por ellos.

Muy bien, para serles sinceros, yo no estaba preparado para enfrentar esto al entrar al ministerio. Empezamos la iglesia Mars Hill como un estudio bíblico hace 14 años. En esa época tenía 25 años y estaba formando el grupo central. Y pensé, “Muy bien, voy a enseñar la Biblia, y amo a la gente. Veremos gente perdida que viene a conocer a Jesús”. Pero no estaba preparado para ver la devastación y las vidas destrozadas. Nunca había pastoreado una iglesia. Nunca había sido miembro de una iglesia. No juntamos un grupo de gente madura, saludable y servicial. Juntamos mucha gente quebrantada, devastada y destrozada; la mayoría de ellos eran gente joven, que no eran cristianos.

Aún recuerdo la primera visita que hice al hospital. Hasta ese momento todas mis visitas al hospital—que eran pocas—fueron para felicitar a alguien por el bebé que les había nacido. Y recibí una llamada de un joven de la congregación. Era un nuevo creyente, y tenía un derrotero muy penoso. No tenía familiares sobrevivientes, excepto su madre. Y me dijo, “Necesito que vengas al hospital. Es una emergencia”. Entonces me fui en el carro hasta el centro, era bien tarde por la noche. Y lo vi en la sala de espera. Y le pregunté, qué estaba pasando. Me dijo, “Pues sabes mi historia, soy un nuevo creyente, vengo de una familia que no es cristiana. Mi madre es el único familiar vivo que tengo. Fue a un parque en el área de la ciudad de Seattle, se echó gasolina encima estando en su carro, y se encendió. Tiene muerte cerebral. Su cuerpo entero está quemado, pero le mantienen el corazón latiendo mediante un ventilador automático. ¿Qué hago? Ella no es cristiana, y no ama a Jesús. Si la desconecto de la máquina, ella se muere y va al infierno. Este es mi único familiar. ¿Qué hago?”. Y recuerdo que estaba ahí sentado pensando, “no estoy preparado para esto. Este hombre merece mucho más de lo que puedo ofrecerle en este momento”.

En el trascurso de los años, como pastor, he visto la devastación continua en mi propia vida y la vida destrozada de otras personas, y las vidas que son destrozadas por causa de ellos, pero no soporto cuando algunos pastores cuentan cada experiencia como si fuera algo sensacional, y cada versículo como si fuera un versículo que inspira alegría, y a cada cuento le dan un final glorioso, cuando en realidad deberían esmerarse más en conectar a la gente con los que sufren y sienten dolor. Como iglesia, a veces recibimos quejas, “Oh, a esas mega iglesias no les importa la gente”. No, cuando a usted le importa la gente, a veces se llena de personas. Así fue como construimos esta iglesia. Nos preocupamos por la gente dolida, por eso viene tanta gente dolida. Si viera la cantidad de mujeres violadas que asisten a nuestra iglesia, o las víctimas del abuso sexual, vería una mega iglesia de puras víctimas.

Como pastores y líderes, no somos inmunes al sufrimiento, el dolor, y las heridas en la vida de la gente. Y eso incluye a cada uno de los pastores. Les contaré una historia sobre el pastor Chris Swan. Es el pastor de campus de nuestro Campus en Bellavista. Ha sido mi amigo por más de una década. Espero que les dé los datos correctos: Su esposa Susana es fantástica. Han tenido 26 embarazos, 3 niños, y 23 abortos espontáneos. ¡23 abortos espontáneos! El pastor Chris tiene el número 18, el número 20, y el número 25 tatuados en su cuerpo. Representan el número de los embarazos que resultaron en bebés. Encima de esos números, tiene tatuado el nombre de su esposa, Susana, para conmemorarla, porque “ha sufrido mucho”. Finalmente, después de haber tenido algunas hijas, como querían un hijo desesperadamente, decidieron desistir de tratar de tener hijos. “A estas alturas, decidimos no seguirlo intentando”. Entonces, se hizo una vasectomía, y se resignó al hecho de que nunca tendría un hijo. Después sintió que Dios le dijo, “Yo te daré un hijo. Confía en mí nuevamente, y tendrás un cambio total”. Lo hizo, y tuvieron unos cuantos abortos espontáneos más. Después Dios, en su gracia, le dio un varoncito. He visto a ese niño. Es muy mimado. Entre sus hermanas, su madre, y su papá, lo cuidan mucho.

El pastor Dave Bruskas, su pastor del campus de Albuquerque… Les pedí a las personas que escribiera sus historias en Facebook y en The City (La Ciudad). Tengo centenares de historias, tal vez. No puedo compartirlas todas con ustedes. El pastor Dave Bruskas escribió su historia. Dijo, “Desde que cumplí 13 años como cristiano, le estuve pidiendo a Dios que me diera un hijo que cambiara el mundo. “Kara”, su esposa maravillosa, “y yo tuvimos una hija que se llama Lisa, al mismo tiempo que nació nuestro hijo, David Michael. Las ecografías no detectaron ningún problema ni hubo ninguna evidencia de que tuviera alguna enfermedad al nacer. A las pocas horas de haber nacido, descubrimos un defecto cardíaco congénito y que tendrían que hacerle una cirugía. Su cardiólogo nos dio el siguiente pronóstico: ‘David sería el niñito que puede saltar del trampolín, y nadar en la piscina, pero su afección cardíaca no lo dejaría competir en el equipo de natación’. Parecía un asunto no muy grave, porque podríamos amar y disfrutar a este hijo que habíamos pedido en oración, aún con sus pequeñas limitaciones. David fue trasladado al hospital infantil, a la unidad de cuidados intensivos para que le hicieran la cirugía. A los dos meses y cuatro días, el corazón de David no pudo más. Le habían hecho muchas cirugías, y muchas intervenciones más”. No hay nada más aterrador que ver a un niño chiquito con tantas cicatrices. “Nunca pudieron retirarlo completamente del ventilador automático. Nunca salió de la unidad de cuidados intensivos. Lo tuve en mis brazos cuando los doctores desconectaron el soporte vital, y se fue rápidamente a estar con Jesús. Creo que la muerte de David me ha impactado de varias maneras. Primero, aprendí que Jesús es real, que consuela a los que padecen dolor o sufrimiento. Nunca antes, o desde aquel momento, he experimentado su presencia más poderosamente que aquel día en que enterramos a nuestro hijo. Y Jesús es mejor que todos los hijos e hijas que les da a las mamás y a los papás. Segundo, el dolor nunca se va por completo. No es tan constante como antes, pero de vez en cuando tengo que irme a algun lugar aparte a llorar, o a veces Kara y yo nos quedamos hasta tarde recordando a David entre las lágrimas. Tercero, estoy muy agradecido por cada momento que tengo con mis hijos. Ya no le temo a la muerte como una entidad desconocida, tanto la de ellos como la mía. Pero sí reconozco que aunque tenemos garantizada la eternidad por medio de Jesús, el día de mañana no está garantizado. Por último, anhelo estar con Jesús, completamente libre de pecado, apartado de este mundo caído; no lo digo mórbidamente, sino como Pablo lo dice, ‘Para mí, vivir es Cristo, y morir es ganancia’. La última vez que tuve a mi hijo fue cuando lo solté para que fuera a esta con Jesús. La próxima vez que lo tenga en mis brazos, ambos estaremos juntos con Jesús para siempre”.

Dave es un gran amigo. Siempre que viene a la casa—vino a visitarnos hace poco—noto que mira a mis tres hijos. Casi siempre están haciendo algo ridículo. Y se queda ahí mirándolos. Y me doy cuenta que desearía que su hijo estuviera vivo.

Cuando llegué esta mañana, recibí un mensaje de texto de uno de mis amigos más queridos. Es vicepresidente de Hechos 29, y pastorea una iglesia en San Louis. Me dice, “Por favor ora por mi hija de siete meses. Tiene una rarísima infección por estafilococos. La estamos llevando al hospital ahora mismo”.

Jesús encuentra a la gente destrozada

Amigo, su vida será destrozada. Mi vida será destrozada. Y entre más gente ame, más ocasiones tendrá para estar destrozado. Al abordar esta historia en Lucas, hoy día, quiero que se conecten emocionalmente conmigo, para que juntos podamos valorar a esta asombrosa mujer. Y aprendemos esto, que Jesús encuentra a la gente destrozada. Eso es lo que hace. Así es nuestro Jesús. Dios viene al mundo como el Hombre, Jesucristo, y sale a buscar gente que está completamente destrozada, que están pasando el tiempo más difícil de toda su vida.

Lucas lo dice de esta manera: “Él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto”. ¿Sintieron eso? Lean estas líneas, “hijo único de su madre”, ¿y qué? “La cual era una viuda, y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio”, ¿qué hizo? “Se compadeció de ella”, se compadeció de ella. Es un día devastador. Es una mujer destrozada.

Se encuentra en un pueblo llamado Naín. Dicho sea de paso, esta ciudad no aparece en ninguna otra parte de la Biblia. No es un lugar muy importante. No está en ninguna parte. No está en ninguna parte. Está a 20 millas de Capernaum, a seis millas, si no me equivoco de Nazaret. Nazaret es un lugar muy retirado. Capernaum es un lugar muy retirado. Naín está a 20 millas de Capernaum, a seis millas de Nazaret. Estuve en esa región. Todavía son lugares donde no hay casi nada. Es una aldea pequeñita. Eso significa que esta mujer es pobre, porque todos los que viven ahí son pobres. Probablemente es analfabeta, ni siquiera puede leer las Escrituras por su cuenta. Casi todas las mujeres de esa época eran analfabetas en ese lugar.

Esto es lo que sabemos de ella: Había ido a otro entierro. ¿A quién fue a enterrar? A su marido. Enterró a su marido. Mujeres, piensen en eso. La Biblia muestra un afecto particular por las viudas y los huérfanos. Ella es una viuda. Fue al entierro de su marido. Mujeres, no sé lo que le esté pasando a su marido, o las peleas que tengan, o la amargura que sientan, o por qué lo están fastidiando. Por favor dejen de hacerlo, para que cuando vayan a enterrarlo, no sientan remordimiento.

Enterró a su marido, y ahora sucede que está enterrando a su hijo; y no solo a su hijo, sino a su único hijo. Y en aquellos días, los hijos crecían y cuidaban a sus madres. El hijo la amaba y la cuidaba. La atendería cuando estuviera enferma y le daría de comer. No había cheques de seguro social ni pensiones de retiro, sobre todo para una mujer pobre que vivía en un lugar aislado como Naín. Esta mujer está absolutamente destrozada. Tenía una buena vida. Como algunas de las mujeres que están aquí: tenía marido, y un hijo. Enterró a su marido. Y está apunto de enterrar a su hijo.

No sé si habrá algo más devastador que un padre de familia que entierra a su hijo. Mejor dicho, yo predico en los funerales de niños. No hay nada como eso. Grace tuvo un aborto espontáneo. Perdimos a uno de nuestros propios niños. Eso fue bastante devastador. Vi a mi hermana cuando dio a luz gemelos prematuros. Ambos murieron. Y pudo tenerlos ambos entre brazos…pero muertos. La semana pasada tuvo otro aborto espontáneo.

La vida de esta mujer está destrozada. Y lo que vemos es que Jesús viene a ella. Me encanta eso. Notamos además que ella no le está pidiendo a Jesús que venga. No pregunta por Jesús. Jesús sencillamente viene a ella. Se sale de su camino para venir a verla. Jesús camina por ahí varios días, o al menos un día atravesando un terreno de colinas, con las multitudes siguiéndolo, y la gente buscándolo. Todos quieren que se detenga. Quieren hacerle preguntas. Quieren que ore por ellos. Quieren que inicie una iglesia, y que dirija un estudio bíblico; que satisfaga sus necesidades, que expulse demonios, que sane sus enfermedades. Y por motivos que Lucas desconoce, porque no tiene la mente de Dios y es incapaz de saber todo lo que Dios sabe, solamente puede saber lo que Dios le revela: que Jesús va para Naín. Llega a Naín, para ir a donde está esta mujer. Va entrando a la aldea, y todos sus habitantes están afuera. Todos están de luto; están penando por esta pobre mujer, por esta viuda. El endechador profesional seguramente estaba ahí. Los que tocaban flautas estarían tocando. Era un evento bullicioso que integraba a toda la comunidad. La aldea básicamente está de paro. Todos están llorando y endechando. Los amigos de este joven están llorando. Todas las familias que conocen a esta familia, están llorando. Los amigos están abrazando a esta mujer, porque está devastada. Y este es el segundo sepelio al que han asistido con ella.

Y llega Jesús. Así obra nuestro Jesús. Viene a una multitud que no le pidió que viniera. Consuela a los que no le buscan. Se sale de su camino para buscar a la gente que ni siquiera sabe que existe. Así es nuestro Jesús. De aquí derivamos cosas como nuestra Doctrina de la Elección. Jesús eligió ir a donde ella estaba. Jesús eligió amarla. Jesús eligió buscarla. Jesús eligió servirle.

Nuestro Jesús encuentra a la gente destrozada. Y sé que algunos de ustedes han venido aquí hoy, y se encuentran completamente destrozados. Y Jesús viene a encontrarse con ustedes. Algunos de ustedes conocen personas que están completamente destrozadas, y usted se siente devastado por ellos. Necesitan saber que Jesús puede, y que Jesús sí los busca. Jesús encuentra a la gente destrozada, y es algo tan fuera de lo común, porque por lo general no obramos de esa manera. ¿Cuántos de ustedes al enterarse de que alguien está sufriendo mucho, que padecen mucho dolor, casi tienen que es esforzarse para ir a buscarlos? Será algo muy agotador. Será algo devastador. Será un trabajo muy difícil, amarles. Les costará mucho emocionalmente. Y eso es lo que hace nuestro Jesús. Busca y encuentra a la gente destrozada. Solo quiero que vean eso.

Jesús toca a la gente muerta, y les da vida

Segundo: Jesús hace algo. Toca a la gente muerta, y les da vida. Lucas 7:14–15, “Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron”; es decir, los que llevaban el féretro pararon. Es un funeral a féretro abierto. ¿Pueden imaginarse algo más triste que el funeral a féretro abierto de un joven o muchacho? “Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar”. Y ahí está la línea más gloriosa: “Y [Jesús] lo dio a su madre”.

La gente religiosa diría que Jesús no debe hacer esto. Dirían que el cuerpo está muerto y que por ende es abominable. Y cuando los hombres que llevan el féretro abierto… ¿alguna vez han visto un ataúd abierto? Mi abuelito Jorge murió. Tuvieron un féretro abierto. Como niño de 10 años, me le acerqué y vi a mi abuelito muerto. Fue la experiencia más perturbadora de mi vida hasta ese momento. Uno no debe meter la mano en el ataúd, uno no debe tocar un cuerpo muerto. ¿Por qué? Porque desde el punto de vista ceremonial, lo muerto era inmundo. Los que lo tocaban se consideraban abominables. Jesús llega y se le acerca al cuerpo, extiende la mano, la mete en el ataúd ¿y qué dice la Biblia? Que los que lo llevaban se quedaron quietos. Todos están horrorizados, “¿qué está haciendo? No puede tocar lo inmundo, al que está muerto”.

Jesús extiende su mano literalmente hacia la muerte, y toca al joven, y le da una orden. ¿Qué le dice? Una sola palabra: ¡Levántate! “Joven, a ti te digo, levántate”. La orden es de una sola palabra. ¿Y qué sucede? El hombre muerto—es un diagnóstico médico de Lucas que es médico—este hombre que está muerto “se incorporó y empezó a hablar”.

¿Se imaginan la transición emocional de aquel momento? El hombre se incorpora, y comienza a hablar; se sale del ataúd, y Jesús lo acompaña. Mejor dicho, puedo verlo. Jesús lo lleva a donde está su madre. ¿Pueden ver su rostro? ¿Pueden sentir su alegría? ¿Cuánto tiempo suponen que abrazó a su hijo? Me imagino que gritaba de la emoción, y que empezó a brincar. Grandes lágrimas de asombro y de gozo bañaban su rostro. Había recuperado a su hijo. Se lo habían devuelto vivo y sano, y con la salud restaurada.

Eso es lo que hace nuestro Jesús. Toca a la gente muerta, y les da vida. Permítanme elaborar este punto un momento. Él hace esto mismo con nosotros, primero, cuando nos hace cristianos. De hecho, como analogía, esta nos puede ayudar mucho a entender la salvación. Les leeré el pasaje Efesios 2:4–5, “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo”. Lo que dice la Biblia es que al ser pecadores, aunque estamos vivos físicamente, estamos muertos espiritualmente. Espiritualmente estamos como este hombre. Estamos muertos. No buscamos a Dios. La Biblia dice que nadie busca a Dios. No encontramos a Dios. Este hombre no estaba clamando, pidiendo ayuda. Este hombre no está buscando a Jesús. Este hombre no está corriendo a Capernaum a buscar a Jesús y a buscar sanidad. Este hombre está muerto. Este hombre no hace nada. Este hombre no dice nada. Este hombre no busca nada. Y Jesús lo encuentra. Y no trata de alcanzar a Jesús, Jesús lo alcanza. El hombre no participa en su propia vivificación, o en su curación. Lo recibe como don de gracia.

Amigos, así es como funciona la salvación. Como dice Pablo, estamos muertos en nuestros pecados, completamente muertos. Y Jesús nos encuentra, y Jesús nos alcanza, y Jesús nos toca, y Jesús nos da vida espiritual. Nos da un nuevo corazón, una nueva naturaleza, y un nuevo poder por el Espíritu Santo. Cualquiera que es cristiano, de una manera u otra, ha tenido esta experiencia en su vida. Yo la tuve a la edad de 19 años. Pasé de la muerte espiritual a la vida espiritual. Y yo no hice nada. Jesús me alcanzó en lo más profundo de mi muerte, y me tocó. Eso fue lo que hizo. Y miren, eso no hace que Jesús sea inmundo, porque Él es Perfecto y Santo en Dios, sin pecado. De manera que al tocar al hombre, no se vuelve inmundo, al contrario, el hombre se hace limpio. Jesús no recibe la muerte. Él da la vida. Funciona de esta manera: Si usted es cristiano, ha tenido esta experiencia. Si está aquí hoy y se pregunta, ¿cómo voy a conectarme con Dios? Recuerde que Jesús es el que da vida.

Segundo: Jesús, de vez en cuando en el trascurso de su vida, sana a los que están enfermos. Lo hemos visto en el evangelio de Lucas. ¿Los sana a todos? No. ¿Sana a algunos? Sí. Hoy por hoy, nuestro Jesús puede sanar, y todavía sana; por eso se lo pedimos en oración. Y a veces, sí, nuestro Jesús levanta a los muertos en esta vida. Esto es lo que lo llamo y clasifico como una revivificación. La resurrección es cuando nos levantamos con cuerpos glorificados, para nunca más morir. Eso sucederá al final de la era. La revivificación ocurre cuando la persona que murió recibe vida, regresa a un cuerpo mortal, y vive lo que le queda de vida, y por último se muere otra vez para resucitar otra vez algún día, para recibir un cuerpo glorificado, resucitado, un cuerpo perfecto que nunca probará la muerte otra vez. Así que este no es el cuerpo resucitado de este hombre. Es su cuerpo revivificado. Y Jesús hace esto. ¿Sucede muy a menudo? No. No. No sucede muy a menudo. Jesús solo revivifica a tres personas de la muerte, según el Nuevo Testamento: a Lázaro su amigo, a la hija de Jairo, a una niña chiquita—una de mis hijas, Alexis, que tiene seis años, dice que esa es su historia favorita de toda la Biblia—y el hijo de la viuda. Solo tres personas. No es algo que ocurre muy a menudo. Es algo que rara vez ocurre. Sin embargo, nos muestra el poder que Jesús tiene sobre la muerte. Y nos muestra el reino de Dios, y cómo serán las cosas al final.

Eso me lleva a mi tercer punto, que es: un día de estos todos resucitaremos. Nos levantaremos como se levantó este hombre. La muerte es un enemigo. La muerte no es algo natural. La muerte es el resultado de la rebeldía y el pecado. Y Jesucristo fue el que conquistó la muerte. Dice lo siguiente en Juan 5:28–29, “vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”. Jesús dice que toda persona que muere, resucitará, y darán cuenta delante de Él. El contexto aquí es que Jesús es el Juez. Nosotros no juzgamos. Jesús es quien nos juzga. Yo no los juzgo para enviarlos al Cielo o al Infierno. Jesús lo hace. Y Jesús dice que todo aquel que muere, resucita y estará delante de Él para ser juzgado. Los que le pertenecen, y viven con Él, recibirán vida eterna. Los que no le pertenecen, y no viven con Él, recibirán muerte eterna, condenación, y más condenación. Así que quiero que vean, que lo que Jesús está haciendo aquí, además de amar a la viuda, y levantar a su hijo, nos está revelando el reino. Nuestro Jesús es Rey, y trae consigo un reino; usted y yo resucitaremos, y la resurrección es una revelación del reino. Es un presagio. Vislumbra lo que Dios desea para todos nosotros al final de la era.

Ahora, algunos de ustedes se preguntarán si esto fue un hecho verídico. Si, lo fue. Un hombre muerto fue resucitado. Cuadrus escribió al Emperador Adriano menos de 100 años después de la revivificación del hijo de la viuda, y lo cito textualmente de la historia antigua: “Las personas que fueron sanadas, y que fueron resucitadas por Jesús, no solo fueron vistas cuando fueron sanadas y resucitadas, pero también estuvieron presentes después, y no solo durante el tiempo que el Salvador anduvo sobre la Tierra”. Pero después de su partida también permanecieron ahí por mucho tiempo, de tal manera que algunos de ellos vivieron hasta nuestros tiempos”. Este antiguo documento histórico escrito al Emperador Adriano, dice, “Sí, Jesús sanó a las personas, y resucitó a algunas de los muertos. Muchos vivieron por mucho tiempo, y algunos siguen con vida; de hecho hemos hablado con ellos”.

Jesús es el Hijo Ilustre que ha resucitado

Tercero: Jesús es el Hijo Ilustre que ha resucitado. “Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo. Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor”. Ante todo, van a responder con adoración. Cuando dice que “todos tuvieron miedo”, se refiere a que estaban asombrados, atónitos. Estaban sorprendidos de que Jesús tuviera esta autoridad y poder sobre la muerte. Por eso le adoraron. Hoy nuestra respuesta debe ser adorar al Jesús Vivo. Dice que se extendió la fama de Él. así que empezaron a evangelizar y a difundir la Palabra. La gente regresó a su trabajo, a la escuela, a sus hogares, y a su rutina diaria como misioneros para Jesús, hablando de Jesús. “Jesús es asombroso. ¿Lo conoce? ¿Me permite hablarle de Él?”. Miren, la respuesta correcta a la Persona y obra de Jesús es adoración y misión.

Y por último, Jesús es el Hijo principal. Piénselo. Los paralelos inspiran curiosidad. Jesús viene como el Hijo Unigénito de Dios Padre. Es muy amado, al igual que este hijo. Es un Hijo único y sin igual. Es el Hijo de Dios. Este hijo era el único hijo de esta mujer. El Padre amaba al Hijo Eso lo oímos anteriormente en Lucas, en el bautismo de Jesús. Y aquí es obvio que la madre amaba a su hijo. Como el hijo murió, de igual manera, Jesús, el Hijo Ilustre murió. No murió por algún pecado que hubiera cometido, sino en nuestro lugar, por nuestros pecados. Y así como este joven resucitó de los muertos, Jesús como un hombre joven, ¿hizo qué? Resucitó de los muertos. A fin de conquistar la muerte para todos los hijos de Dios. A fin de conquistar la muerte para todos los hijos de Dios. O sea que Jesús es el Hijo Ilustre.

De manera que para los que están sufriendo entre ustedes, o si su vida está destrozada, o para quienes tendrán el gran privilegio de estar con los que sufren y con los que mueren, necesito hacerles saber que tienen un Sumo Sacerdote comprensivo, y Ese es Jesús. Él ha vivido esas experiencias. Tienen a Alguien que ha sentido el aguijón de las consecuencias del pecado, que es la muerte. Nuestro Dios no es inmune al sufrimiento. Nuestro Dios no es indiferente al sufrimiento. Nuestro Dios no es negligente en lo que atañe a la muerte. Nuestro Dios, Jesús, es el Hijo Ilustre. Él absolutamente, inequívocamente, completamente, y plenamente sabe lo que significa sufrir y morir. Y lo hace por usted, por su pecado. Y lo hace con amor.

Además, para los que han asistido al entierro de algún ser querido, quiero que sepan que Dios Padre es Uno que entiende plenamente. El Padre estuvo presente en la muerte de Dios el Hijo. Estuvo ahí. Estuvo ahí. El Padre tuvo esa experiencia—y que la Biblia use esa clase de palabras que Dios es el Padre, y que Jesús es el Hijo, y que Jesús haya sufrido y muerto—nos da a entender lo que sintió el Padre.

Les leeré un testimonio. Siento que el Espíritu Santo me insta fuertemente a hacerlo. “Nuestro hijo medio, Jason, murió un jueves lluvioso por la noche cuando iba rumbo a un entrenamiento de básquetbol, el 4 de enero de 2004. Nuestras vidas han estado divididas en antes de aquel día, y después de aquel día. Todo es antes de la muerte de Jason, o después de la muerte de Jason. Mi esposo llegó al lugar del accidente mientras Jason aún estaba vivo”. Imagínese que usted como padre recibe una llamada. Su hijo estuvo involucrado en un accidente automovilístico’. ¿Dónde está? Aquí’. Se monta en el carro, es una noche lluviosa, llega hasta allá lo más rápido que puede. “No pudo abrir la puerta, pero pudo meter la mano, tomarlo de la mano y decirle, ‘te amo’”. El padre tomó la mano del hijo mientras moría en el carro. Tienen mucho que decir, y es muy bueno, pero lo dicen un poco después. “La esperanza es lo único que tenemos, la esperanza de una vida con Jesús, la esperanza de reunirnos con nuestro hijo, y la esperanza de que su muerte fue y será para la gloria de Dios”.

Un padre de familia dice, “A mi esposa y a mí se nos murieron unos niños trillizos en el hospital”, niños trillizos. Joshua nació el 3 de enero de 2007. Los otros dos, Nataniel y Caleb, nacieron el 12 de enero de 2007. Los enterramos todos juntos. Qué tiempo tan funesto en mi vida. Cada vez que visitamos la tumba, sé que nos estamos acercando más y más a una gloriosa reunión”.

El Padre estuvo presente en la muerte del Hijo. Fue la tragedia más atroz, desde el punto de vista humano. Fue la injusticia más grande, desde el punto de vista humano, que se ha cometido en la historia del mundo, que los pecadores hayan asesinado al Hijo de Dios. Y el Padre estuvo ahí, y lo sintió.

Así que permítanme decirles esto a los que están sufriendo. Su vida está destrozada, o será destrozada. Si su vida está destrozada, quiero que recuerde a Jesús, el Hijo Ilustre; quiero que se refugie en Él y que halle su consuelo, su amor, su apoyo, su entendimiento, y su ánimo en Él. Quiero que se ponga en comunidad con el pueblo de Dios. Lo que vemos con la viuda de Naín es que la comunidad la apoyó en su momento de sufrimiento. Necesita integrarse a un grupo comunitario. Necesita hacerse miembro de una iglesia. Necesita estar conectado con el pueblo de Dios. necesita que otros lo apoyen cuando está sufriendo. Y usted necesita apoyarlos cuando están sufriendo.

Para los que experimentarán la muerte de algún ser querido, no le echen la culpa a Dios, y no lo acusen de ser malo. Dios es bueno. Cuando Dios acabó de hacer este mundo, dijo que todo lo que había hecho era bueno en gran manera. Dios no es un pecador. Nosotros lo somos. Dios trajo vida. Nosotros trajimos la muerte. Dios nos ha sido fiel. Nosotros le hemos sido infieles. Y cuando sufrimos, o cuando veamos a alguien que sufre, acusar a Dios de ser malo es una cosa horrenda. Y sé que algunos de ustedes, en su dolor, y en su frustración, y en sus luchas, y en sus conflictos, tendrán preguntas y dudas. Eso está bien. Resuélvanlas. Ocúpense en su salvación. Está bien.

Pero nosotros no adoramos a un Dios que es inmune al sufrimiento. Nuestro Jesús sufrió y murió. Y no adoramos a un Dios, el Padre, que es indiferente a nuestro sufrimiento. Si está penando o sufriendo, Él sabe exactamente cómo se siente, y Su promesa es, “Confía en mí. No te apartes de mí”. Tenemos que traspasar la muerte. Tenemos que llegar al otro lado de la resurrección. “He hecho que todas las cosas les ayuden a bien. Yo tengo un plan. Y sé que en este momento el dolor es insufrible, pero yo mismo he sentido ese dolor cuando murió mi único Hijo. Yo estuve ahí”.

Así que nos encontramos leyendo la historia de la resurrección del hijo, que nos recuerda la resurrección del Hijo de Dios. Hoy Dios nos llama a adorarle con fe y a proclamar las Buenas Nuevas de Jesús, aunque hoy parezca ser un día fúnebre. Sin embargo, hay un día de resurrección. Hay un día de resurrección. Y lo que les pasará a los hijos de Dios, es que una vez más, Jesús nos alcanzará en la muerte, y de nuevo declarará: “Levantaos”, y la gente muerta resucitará, y Él los reunirá con sus seres queridos. En Su presencia habrá resurrección, y reconciliación. La Biblia dice que entonces Jesús enjugará toda lágrima de nuestros ojos, y que el pecado y la muerte dejarán de ser. Solamente les imploro, Mars Hill: Sufran y lloren como lo hizo esta mujer; laméntense y lloren como ella lo hizo, rodéense y apóyense unos a otros como lo hizo la gente de Naín, pero por fe confíen que la resurrección ya viene: se llama Jesús, el Hijo Ilustre que nos alcanza hasta la muerte, y tiene vida. Sucederá, y ustedes lo verán por la gracia de Dios.

Dios Padre, pido por nosotros como pueblo. Dios mío, sentí que tu Espíritu me instaba fuertemente a enseñar sobre este texto, y a no entrar demasiado rápido al tema de la resurrección, haciendo que la gente se llene de un frenesí emocional que dice, “¡todo estará bien!”. Dios mío, sí, todo estará bien, pero puede que sea dentro de mucho. Podríamos tener muchos días destrozados por delante. Tal vez tengamos que asistir a muchos funerales dolorosos. Esta mujer tuvo dos funerales. Puede que algunos de nosotros hayamos tenido más. Señor Jesús, te damos gracias porque viniste a este mundo. Te damos gracias porque sufriste. Te damos gracias porque estuviste dispuesto a morir siendo un hombre joven. Te damos gracias porque la muerte no pudo contenerte. Te damos gracias porque eres el Hijo Principal, que eres el Hijo resucitado. Dios Padre, te damos gracias porque entiendes el dolor que sentimos cuando perdemos un ser querido. Y Dios, te damos gracias porque eres el Dios verdadero, y que eres el Dios de la resurrección, y que eres el Dios Vivo. Y por gracia te pedimos que ahora mismo alcances a los que están muertos espiritualmente, y que les des vida en Cristo, Señor Dios, para que también disfruten de aquel día de resurrección.

[Fin del Audio]

Nota: Esta transcripción ha sido editada.