Jesús suda sangre (Lucas 22:39–46)

Lucas 22:39–46 (LBLA)

39 Y saliendo, se encaminó, como de costumbre, hacia el monte de los Olivos; y los discípulos también le siguieron.
40 Cuando llegó al lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación.
41 Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y poniéndose de rodillas, oraba,
42 diciendo: Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
43 Entonces se le apareció un ángel del cielo, fortaleciéndole.
44 Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra.
45 Cuando se levantó de orar, fue a los discípulos y los halló dormidos a causa de la tristeza,
46 y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.

El Huerto de Getsemaní

Soy el pastor Mark aquí en Jerusalén. Justo detrás de mí pueden ver el muro de Jerusalén. Y al otro lado de lo que ahora es ese muro, en tiempos de Jesús, está lo que habría sido el templo. El lugar más importante del templo era el lugar Santísimo, donde Dios literalmente moraba con su pueblo. Era el lugar donde entraba el Sumo Sacerdote una vez al año a expiar los pecados del pueblo. Lo llamaban el Yom Kipur, el Día de Expiación. Muchos lo llaman simplemente «El Día». Era el día céntrico para el pueblo de Dios del Antiguo Pacto. Y lo que verán detrás de mí es un árbol de 2 000 años de los tiempos de Jesús, ubicado en un lugar que llaman el Huerto de Getsemaní.

Les leeré lo que ocurrió en este mismo lugar, empezando en Lucas 22:39. «Y saliendo [Jesús], se encaminó, como de costumbre, hacia el monte de los Olivos», aquí donde estamos, al pie del monte; «y los discípulos también le siguieron. Cuando llegó al lugar», o sea a este lugar, el Huerto de Getsemaní, «les dijo: Orad para que no entréis en tentación. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra», o sea a este lugar, el lugar que los otros evangelios llaman el Huerto de Getsemaní. «Y poniéndose de rodillas, oraba». O sea que Jesús vino aquí. Se arrodilló entre estos árboles que ahora tienen 2 000 años, y oró, diciendo: «Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Entonces se le apareció un ángel del cielo, fortaleciéndole. Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra». Esta tierra. «Cuando se levantó de orar, fue a los discípulos y los halló dormidos a causa de la tristeza, y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación.

Jesús ora

El primer hombre introdujo el pecado al mundo; Jesucristo, el Dios-hombre, expió los pecados del mundo. El primer hombre se apartó de Dios Padre en un huerto; Jesucristo, el Dios-hombre, se acercó al Padre en un huerto. El primer hombre nos trajo espinas; el Dios-hombre llevó una corona de espinas. El primer hombre estaba desnudo y no se avergonzaba, y a Jesucristo lo desnudaron y sobrellevó nuestra vergüenza. El primer hombre pecó frente a un árbol, y el Dios-hombre sobrellevó nuestros pecados sobre un madero de árbol.

Toda la historia humana y todas las Escrituras han estado culminando en el lugar donde Jesús derramaría su sangre. Nos encontramos en ese lugar hoy, en Lucas 22:39–46, donde Jesús suda sangre. Es donde comienza su derramamiento de sangre. Este es el sermón 93 que hacemos en Lucas, y la escena se ha puesto muy lúgubre porque estamos a unas horas apenas de la ejecución y la crucifixión de Jesucristo.

Lucas retoma la historia en Lucas 22:39–41. Y Jesús «saliendo, se encaminó, como de costumbre, hacia el monte de los Olivos; y los discípulos también le siguieron. Cuando llegó al lugar, les dijo: Orad para que no entréis en tentación. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y poniéndose de rodillas, oraba».

En ese momento Jesús había sido traicionado por Judas Iscariote, que fue a traer a los soldados para que arrestaran a Jesús. Jesús sabe que su muerte es inminente, que Judas regresaría; sabe que sería arrestado, azotado, golpeado, y crucificado. Lo que Jesús no hace es lo que muchos hacemos bajo presión y estrés. No odia a Dios. No se aparta de Dios. No discute con Dios.

No se permite pecar. «Si voy a sufrir, tengo derecho a pecar». Algunos de ustedes hacen eso con las drogas, las bebidas alcohólicas o el sexo, la comida, las compras, o lo que sea. «Si tengo que sufrir, Dios me debe permitir pecar un poco al menos», lo cual no es cierto.

En cambio, lo que Jesús hace es orar. Él ora. Tenemos el registro de lo que acontecería próximamente en algunos instantes, en una oración que Jesús profirió en su momento más oscuro, y en su día más difícil. Quiero decirles algunas cosas sobre la oración.

La oración es comunicación con Dios. ¿Cierto? Dios nos habla por medio de las Escrituras; nosotros hablamos con Dios al orar. Así es como llevamos la relación con el Dios vivo de la Biblia. Está vivo, es una Persona. Puede oír y hablar; y nos habla por medio de su Palabra, y oye nuestras oraciones. Así desarrollamos una relación con Dios. Dios no es una persona como nosotros; pero piensa, y siente, y actúa, y está vivo. No es apenas una fuerza impersonal.

Al orar a Dios, no estamos solo dando información, estamos construyendo la relación, porque al orar no le decimos nada a Dios que Él no sepa. «Dios, hoy tuve muy mal día». «No tenía idea». Dios nunca se sorprende con lo que le decimos, porque sabe exactamente lo que está pasando. En cambio, orar es desarrollar una relación con Dios.

La oración de Jesús es perfecta; y la oración de Jesús es un modelo de oración, y Jesús hace su oración en medio de una gran prueba, y problemas, y tragedias; o sea que si la vida se pone difícil, nos conviene correr hacia Dios.

Al orar, suceden algunas cosas. Primero, revela quienes somos realmente. ¿Cierto? Casi puedo decirles con mucha certeza quién es y no es un cristiano con solo oír sus oraciones. Las personas que conocen al Señor le hablan como si lo conocen. Los que no conocen al Señor, le hablan en forma distinta. Revela quiénes somos. Lo que le decimos a Dios es probablemente lo que nos importa . Lo que siempre le rogamos a Dios es probablemente lo que más nos importa. La oración revela quienes somos.

Segundo, a veces la oración mueve la mano de Dios. Dios oye y contesta las oraciones, y a veces su respuesta es sí. Dios contesta las oraciones de una de tres maneras: sí, no, o más tarde. Como un padre de familia. Viene el niño a su padre o a su madre quien le dice, sí, no, o más tarde. Somos como niños. Acudimos a Dios como a un Padre. Dios contesta nuestras oraciones: Sí. No. Y más tarde. La oración a veces mueve la mano de Dios. Dice, «sí».

Tercero, la oración nos cambia. Nos alinea con la voluntad de Dios. Nos pone de acuerdo con el plan de Dios. O sea que muchas cosas suceden cuando oramos. Al escuchar la oración de Jesús, nos revela quién es, y vemos que Él se alinea con la voluntad del Padre perfectamente por medio de la oración.

Su lugar de oración

Al leerla, también notamos algunas características en la oración de Jesús. Hay un lugar de oración. Dice que iba al huerto. Los otros evangelios, hablando del mismo suceso, lo llaman el Huerto de Getsemaní, que significa lagar o trapiche. Dice que esa era su costumbre, o sea que Jesús frecuentaba ese lugar para orar.

Mi pregunta para ustedes es ¿tienen un lugar donde oran; un lugar donde no los distraen; donde no estén llenos de afán, preocupación, ajetreo, con los dioses de este mundo? Jesús frecuentaba este lugar. Es importante que tengan un lugar así en su casa o cerca de su casa. Un lugar donde pasan un día de silencio y a solas, y sea apartan para estar con el Señor. O podría ser otro lugar a donde van. Este es uno de los lugares donde Jesús oraba.

Sus compañeros de oración

Segundo, tiene compañeros de oración. Les dice a sus discípulos, «Por favor oren por mí». Jesús no pide esto a menudo, por lo tanto cuando lo hace es importante. Dos preguntas para ustedes. ¿Quiénes son sus compañeros de oración? Primero, ¿les están fallando? Los compañeros de oración de Jesús le fallan. Les dice que oren, y se quedan dormidos. No están con Él cuando los necesita.

¿A quién le están fallando en oración? ¿Le dijeron a alguien que orarían por ellos, y no lo hicieron? O quizás sí ora por ellos, pero no les da seguimiento. «¿Cómo te va?». Textos, correo electrónico, una llamada, una taza de café. «Sentémonos. ¿Cómo quieres que ore por ti? ¿Qué está pasando?». ¿Cuántos le dicen a la gente que van a orar por ellas y no lo hacen? No guardan una lista. No ponen el recordatorio en el teléfono. No lo anotan. No lo escriben en su diario. Por eso, al verlos, sienten que les han fallado. «Dije que oraría, y no lo hice». ¿A quién le están fallando en oración?

Segundo: ¿Quién les está fallando en oración? Algunos de ustedes dicen, «Mis amigos cristianos son de lo peor». No, son solo amigos cristianos. Los amigos cristianos no oran bien. Los amigos cristianos de Jesús no oraban bien.

Su postura de oración

Tenía un lugar donde oraban, tenía compañeros de oración, y tenía una postura para la oración, ¿cierto? Lucas documenta que se arrodilló, lo cual en sí declara algo, ¿cierto? ¿No les parece que declara algo? En aquellos días, el pueblo de Dios solía orar de pie. Por lo general yo me paro a orar. No soy de los que se quedan sentados en una silla orando muchas horas. Me gusta orar y caminar; el aire fresco, el sol, salir a caminar. Tengo lugares donde me gusta orar, y tiendo a orar caminando.

En aquellos días, el pueblo de Dios en su gran mayoría oraba de pie. Pero en esta oportunidad, Jesús se arrodilló a orar, y es significativo porque, repito, la oración revela quiénes somos. Si viéramos a alguien arrodillado, pensaríamos que podría ser un soldado que se ha rendido ante una autoridad mayor; o quizás algún criminal culpable, que ha confesado, y ahora está ante una autoridad legal recibiendo su merecido. O podría ser un cristiano que pertenece a Dios y saben que se rinde, que es culpable, y lo demuestra con su postura corporal. Hay humildad, hay sumisión, hay entrega en la postura de Jesús, lo cual nos indica todo lo que pensaba de Dios Padre y cómo se acercaba a Dios Padre en oración.

¿Cuál fue la última vez que se arrodillaron para orar? Es interesante, a veces como niños hacemos eso; y al volvernos adultos dejamos de hacerlo. A veces es bueno; es bueno que nuestros cuerpos preparen nuestra alma para tener una conversación que cede y se humilla con Dios, y esa es la clase oración que Jesús va tener.

Jesús ora a Dios Padre

Tiene un lugar de oración, compañeros de oración, una postura de oración, y ora. De hecho se pone a orar. Y al orar Jesús—quiero explicarles esto—está hablando con Dios Padre. El segundo miembro de la Trinidad, el Hijo de Dios, habla con el primer miembro de la Trinidad, Dios Padre.

La enseñanza de la Biblia y de la historia eclesiástica es que hay un Dios en tres Personas: Padre, Hijo, y Espíritu. Conjuntamente son iguales y eternos. Comparten todos los atributos de la deidad, y viven juntos comunicándose en comunidad. Antes de que existiéramos, el Dios de la Biblia era amoroso, en relaciones, en comunidad, amigos. Como fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, nos comunicamos, y estamos en comunidad, y queremos amigos, porque fuimos hechos a imagen y semejanza de ese Dios. El Padre, el Hijo, y el Espíritu han estado hablando unos con el otro por toda la eternidad.

Jesús, el segundo miembro de la Trinidad, entra a la historia humana y se reviste de carne. Se vuelve un ser humano. Ahora Dios se hace hombre. Está orando y tenemos esta oportunidad de escuchar furtivamente. ¿Qué ocurre cuando Dios tiene una conversación dentro de su propia comunidad Trinitaria de amistad? Hoy vamos a escuchar furtivamente. Es un momento sagrado. Es un momento significativo y especial en la historia del mundo donde alcanzamos a oír a Dios conversando en una comunidad Trinitaria.

Jesús nos dice en otras partes que oremos a Dios Padre. Aquí comienza su oración—y ustedes la leerán conmigo en un momento—a Dios Padre. Esto es muy importante. En la historia del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, en el trascurso de más de un milenio, casi nunca llaman a Dios ‘Padre’—un poco más de 12 veces en más de 1 000 años—y cada vez, que menciona al pueblo de Dios, es a nivel nacional y colectivo, pero nunca individualmente. Cuando Jesús como individuo se refiere a Dios como un Padre personal, es una nueva tendencia para la oración.

Juan Calvino dice correctamente que a veces cuando Dios nos enseña, lo hace con lo que Calvino llamó el hablado de los bebés. Si usted es padre o madre, y tiene niños chiquitos, y trata de explicarles o enseñarles algo complicado, les habla como hablan los bebés. Trata de encontrar un idioma con el que estén familiarizados para que ahora tengan acceso a los conceptos difíciles. ¿Cierto? Y al revelarse como Padre, Dios nos habla como a bebés. Y al revelarse Jesucristo como el Hijo de Dios, una un lenguaje que describe a un primogénito. Es preeminente. Es nuestro hermano mayor. Ha venido de parte del Padre. Dice y hace lo que el Padre le pide hacer y decir. Representa el reino del Padre. Su relación con el Padre es de un amor total, como un padre y un hijo, es más, como un Padre y un Hijo perfectos.

A algunos de ustedes se les dificulta orar y batallan mucho. Pero permítanme decirles, la clave para crecer en oración no es enfocarse en la oración. De hecho esa es la manera de volverse una persona a quien se le dificulta orar. Alguna vez ha notado que cuando está manejando un carro, si dice, «No me pasaré la raya amarilla», sigue mirándola y adivine lo que va a pasar. Se va a pasar la raya amarilla. La clave es mirar calle abajo. Lo mismo pasa con la oración. Si se enfoca en la oración, se va a desviar. En cambio, si se enfoca en Dios y llega a conocerlo como un Padre amoroso, misericordioso, y disponible. Al conocer a Dios como Padre, empezarán a hablarle.

Permítanme decirles, por ejemplo, había un niño en adopción temporal o algo por el estilo, que nunca tuvo padre. De repente fue adoptado por un padre a una familia. Su padre fue asombroso, lo amaba, y estaba disponible para él, y se dejaba interrumpir en cualquier punto para escuchar cualquier cosa que quería decirle y siempre contestaba cualquier pedido, y estaba presente, era amoroso, y estaba disponible. Entre más conoce el hijo al Padre, más va a hablarle de los días buenos. «Papá, a que no adivinas lo que pasó». Son oraciones de regocijo. Y también de los días malos. «Papá, fue un día muy duro hoy y necesito tu consejo», o «necesito tu ayuda», o, «necesito tu consuelo. No sé que hacer aquí». La clave de la oración no es enfocarse en la oración, sino en llegar a conocer al Padre.

Aquí Jesús va orar al Padre, y lo leeremos nosotros mismos, al escuchar furtivamente la conversación de la Trinidad. Dice así, Lucas 22:42–46: «Padre, si es tu voluntad». Ahí está la palabra «Padre». «Aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Entonces se le apareció un ángel del cielo, fortaleciéndole. Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra. Cuando se levantó de orar, fue a los discípulos y los halló dormidos a causa de la tristeza, y les dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para que no entréis en tentación».

Aquí Jesús ora a Dios Padre. Tiene a sus compañeros de oración que le fallan, y también tiene un ángel que lo consuela. Veremos a todos los que están comprometidos con esto. Ante todo, están los amigos de Jesús. Debían ser compañeros de oración, pero le fallan en una de las temporadas más arduas y difíciles de la vida.

Y sé que para la mayoría de ustedes, aquí es donde la iglesia se pone difícil, o las amistades cristianas se ponen difíciles, o apuntarse a un grupo comunitario se hace difícil, porque puede que se haya proyectado antes y el pueblo de Dios le falló. Permítanme decirles de parte de Jesús: Lo siento. Lo sentimos. Sé que hay personas que dirían lo mismo de mí. Mark me falló. Por lo tanto soy culpable también. Pero algo que me encanta es que aunque los amigos de Jesús le fallaron, más adelante en Lucas verán que Jesús sigue siendo amigo de ellos. Sigue amándolos, buscándolos, perdonándolos, y sigue desarrollando la amistad, desarrollando la amistad.

¿Cuántos de ustedes ahora mismo le están fallando mucho a alguien que los necesita? Están pasando por una temporada de muchos problemas y pruebas. Es un día oscuro para ellos, puede que estén demasiado ocupados, o al menos es la excusa que usted usa, o quizás sean deprimentes por la temporada que están viviendo. El puritano Matthew Henry solía hablar de amigos oportunistas, es decir que se van cuando vienen tiempos difíciles. ¿Son esa clase de amigo? «Hombre, tu vida es bien dura. Avísame cuando las cosas mejoren, para volverte a ver». Así fueron los amigos de Jesús en su momento más oscuro.

Además, Dios envía un ángel para ministrarle. Los ángeles hacen dos cosas: Son mensajeros y ministros, más que todo. Dios creó ángeles. Son seres espirituales, y agentes de mensajes y ministerio. Más temprano en la vida de Jesús cuando fue anunciado que María le daría a luz, apareció un ángel mensajero y declaró lo que leemos en los primeros pasajes de Lucas. También vimos, creo que fue en Lucas 4, cuando Jesús fue tentado por Satanás, que después de resistir la tentación y haber ayunado 40 días y 40 noches, se sintió y los ángeles vinieron y le ministraron y lo confortaron.

Creemos en lo sobrenatural. Creemos que hay ángeles creados por Dios. También creemos que hay demonios que empezaron siendo ángeles, pero se rebelaron contra Dios. Eso es lo que enseñan las Escrituras de principio a fin, y algunos vivimos en un tiempo donde no creemos en lo sobrenatural, y la Biblia es todo lo contrario.

Otros solo creen en el lado bueno de lo sobrenatural; en los ángeles pero no en los demonios. Por ende podemos inmiscuirnos en la espiritualidad, y en realidad puede ser lo más mortífero, dañino, y devastador que podemos hacer. Porque no todo lo que existe en el mundo espiritual es bueno, así como no todo en el mundo físico es bueno. Hay personas dignas de confianza. Hay personas peligrosas. Como ocurre en el mundo físico, ocurre en el espiritual.

Hebreos nos dice que algunos hospedaron ángeles sin saberlo, porque a veces aparecen como personas que vienen a darnos un mensaje o a servirnos a manera de ministerio. Aquí, un ángel viene a servir al Señor Jesús.

Dios Padre siente pesar

¿Pero qué tal el Padre? A veces, la gente dice erradamente que Dios Padre era duro y Jesús era bondadoso, y que Dios Padre se enojó y castigó a Jesús. En realidad lo que pasó fue que en la eternidad pasada Dios Padre y Dios Hijo acordaron que para perdonar el pecado de la humanidad el plan sería la muerte de la segunda Persona de la Trinidad. Por eso dice Jesús en otra parte, «Nadie me quita la vida, sino que la doy de mi propia voluntad». ¿Qué está diciendo? «No soy solo una víctima. Estoy de acuerdo con el plan. Estoy de acuerdo con el plan».

Al mismo instante que Jesús está siente pesar, Dios Padre siente pesar. Jesús dice en otra parte, «Si me han visto a mí, han visto al Padre». Él es la representación exacta de la naturaleza del Padre, como dice Colosenses. Entonces, al ver a Jesús, tengamos por sentado que está reflejando la imagen de Dios Padre. Y si está sintiendo pesar, el Padre siente pesar. Si está agonizando, el Padre está agonizando.

Tienen una conversación íntima, dolorosa, sincera y devastadora, y reza más o menos así: «Aquí estamos. Este es el día que siempre supimos que vendría. Vienen a arrestarme. Van a golpearme, a azotarme, y a destruirme físicamente, y van a crucificarme. Padre, quiero que sepas ahora que eso me causa mucha ansiedad. Me causa mucha angustia. No es que esté indispuesto a hacerlo, es que quiero hablar contigo una vez más antes de seguir adelante».

Hablando del mismo suceso, en Marcos 14:33 dice que «empezó a angustiarse mucho». En Hebreos 5:7 hablando de la vida de oración que Jesús tenía cuando estaba en la tierra, dice, que oraba «con gran clamor y lágrimas». Acabamos de leer en Lucas que estaba en gran agonía. Lo que me encanta de la Biblia es su honestidad pura y dura, sobre todo en los momentos más oscuros.

Si lo hubieran escrito personas puramente religiosas, apenas nos habrían dado una respuesta teológica y seguir como si nada, porque eso es lo que hace la gente religiosa. «Oh, Dios hace que todas las cosas ayuden a bien a los que le aman y son llamados conforme a sus propósitos». No necesita llora. Adelante. Que sea crucificado».

Algunos de ustedes son religiosos, y no saben qué hacer con las personas cuando están dolidas, cuando lloran, se deshacen en lágrimas, berrean, mueren. No saben qué hacer. De inmediato quieren citar algún versículo, relegarlo a una categoría religiosa y seguir como si nada. Deberíamos estar con ellos en esos momentos, y eso es exactamente lo que está pasando aquí entre Dios Padre y Dios Hijo. Sí, todo va a funcionar; pero, no; no será fácil. Sí, a fin de cuentas creemos en la providencia de Dios. Dios resuelve todas las cosas. Pero por el camino, a veces es brutal, doloroso, y horrible. Agonizamos. Nos angustiamos profundamente. Lloramos con gran clamor y lágrimas.

La Biblia nunca garantiza que todo será resuelto en esta vida. Muchas cosas no se resolverán sino hasta la eternidad. Y mientras tanto, hará muchos días difíciles, oscuros, y desesperantes. Algunos ya están viviendo días como esos. Para quienes tenemos la oportunidad de ministrar a los que luchan, a los dolidos, a los que sufren, lloran, y mueren, tenemos que sentarnos con ellos.

El Padre no le dice al Hijo, «Necesitas ser más fuerte y superar esto». No le dice eso. El Padre no le dice al Hijo, «Oye, tú sabes cómo termina esto. Estarás bien. Ten presente el propósito principal». El Padre no mira al hijo y le dice, «Oye, ¿recuerdas Nehemías 8:10? El gozo del Señor es tu fortaleza. Puedes fingirlo. Sé feliz, fíngelo. Ten una buena actitud, piensa en forma positiva». No, el Padre y el Hijo se sientan a hablar en un momento sagrado, y Jesús le dice, «Esto me está matando. Lo que estoy a punto sufrir me tiene muy angustiado y en agonía». Querido amigo, si está sufriendo, o cuando sufra, Jesús le da permiso para ser honesto.

Él no hace esto: No maldice a Dios. No pregunta, «¿Dios existe? ¿Dios me ama? ¿Es soberano? No hace ninguna de esas preguntas. Solo dice, «Padre, te respeto». Lo demuestra porque se arrodilla. «Es muy difícil, pero quiero hablarte de esto. Quiero hablarte de esto». El Padre le oye.

La sumisión perfecta

La oración de Jesús ocurre en contexto con su agonía. Lucas, el médico que documenta estos sucesos, dice que en efecto Jesús está sudando sangre. Es una rara afección médica precipitada por la más extrema dureza. Uno tiene que estar en absoluta agonía o en completa angustia para sudar sangre de repente. Fisiológicamente casi no les pasa a las personas. Pero le pasó a Jesús. Le pasó a Jesús. Estaba estresado. Estaba angustiado. Es la última noche. No puede dormir. Los discípulos todos se habían dormido.

¿Alguna vez se han sentido así? ¿Se sienten así? Saben lo que está a punto de pasar, y parece inevitable pero no saben cómo van a sostenerse para soportarlo. No pueden dormir. Su mente se acelera. Su corazón se acelera. Así está el Señor Jesús. En Jesucristo tenemos un Dios que ha experimentado esas cosas.

¿Las han experimentado ustedes? Es cáncer. «No, no diga eso». Se están muriendo. «No, eso no». Están muertos. «¿Cómo?». Quiero divorciarme. «No». Mamá, papá, no quiero ser cristiano. Haré mi propio camino. «No». ¡Está despedido! Jamás quiero volver a verlo. Me das vergüenza. ¿Estás dispuesta a casarte conmigo? «No». ¿Fue adulterio? «Sí». Gran clamor y lágrimas.

En esos momentos, querido amigo, es razonable acudir a Dios y decirle, «No sé si puedo superarlo. No sé lo que debo hacer. Estoy deshecho. Tengo versículos. No tengo respuestas». En su plena humanidad Jesús hizo eso.

Después hace esta declaración asombrosa: «No se haga mi voluntad, sino la tuya». Es sumisión perfecta. Cuando la Biblia usa el lenguaje de la sumisión—y lo hace—significa que no estamos necesariamente de acuerdo. Porque cuando estamos acuerdo no nos estamos sometiendo. «Quiero helado». «Yo también quiero helado». «Está bien. No voy a someterme a eso. Estamos de acuerdo». La sumisión ocurre cuando se me dificulta mucho llegar a un acuerdo.

Por eso cuando un padre de familia mira a su niño y le dice, «Soy tu padre y necesito que te sometas a mí», está bien que el niño diga, «Quiero hablarte de eso. Quiero decirte cómo me siento. Quiero decirte por qué no estoy de acuerdo. Quiero que me escuches, y quiero razonar contigo; y quiero que consideres lo que te pido y que cambies de parecer, o si no, quiero que me informes y que me instruyas, para estar de acuerdo contigo, y seguir juntos hacia delante». Así es la sumisión.

Y aquí, en su humanidad, Jesús acude al Padre y le dice, «Conozco el plan que acordamos, y estoy dispuesto a llevarlo a término, pero necesito estar muy seguro. ¿Hay otra manera? Si no, que se haga tu voluntad. Mi voluntad será la tuya. Procederemos juntos hacia delante, llorando, destrozados, pero de acuerdo en lo que tiene que suceder ahora». Quiero que noten que la sumisión es fuerte. La sumisión puede ser hablada. La sumisión puede ser emocional. La sumisión puede ser honesta u aún así ser sumisión.

¿Por qué siente tanto pesar Jesús en el huerto?

La pregunta es esta. ¿Por qué siente tanto pesar Jesús en el huerto? ¿Por qué está angustiado? ¿Por qué no puede dormir? Siento el deseo de decirles esto. Algunos de ustedes quieren saber lo que les va a suceder después. Permítanme decirles que aunque lo supieran, no sería menos difícil. ¿Jesús sabe lo que estaba a punto de suceder? ¿Sí o no? Sí. ¿Parece fácil? No. ¿Por qué siente tanto pesar Jesús en el huerto?

Lucas 22:42. «Padre, si es tu voluntad, aparta de mí esta copa». Su ansiedad, su agonía la relaciona con alguna copa. Tengan esa imagen en mente. Dios Padre y Dios Hijo, la primera y segunda Persona de la Trinidad, imagínense a los dos sentados juntos, y entre los dos hay una copa colocada sobre la mesa, y ambos contemplan la copa. Y el Hijo de Dios dice, «Padre, sé que en la historia pasada, en la eternidad pasada, acordamos que yo bebería de esta copa. Y ahora estamos aquí, y te pregunto, ¿habrá otra manera?». Y puedo ver a Dios Padre destrozado, diciendo, «Sabes que no. Si la hubiera, la consideraríamos». Le arrima la copa: «Hijo, necesito que bebas la copa». Mirando la copa, el Hijo dice, «Padre, estoy dispuesto, pero me es difícil».

La copa de la ira de Dios

¿Qué representa esa copa? ¿Por qué hay tanta angustia, y agonía? ¿Por qué no puede dormir Jesús, pero sí puede sudar sangre? Esa copa está llena de la ira de Dios. Les daré tres pasajes del Antiguo Testamento—hay otros—que conectan la copa con la ira de Dios. Ezequiel 23:33 habla del «cáliz de horror y desolación». Isaías 51:17 habla de «la copa de su furor». Jeremías 25:15 habla de «la copa del vino del furor».

Quiero que utilicen esta imagen que nos da la Biblia. Uno es pecador. Somos pecadores por naturaleza y por elección, palabra, pensamiento, obra, comisión, donde hacemos lo malo, u omisión, donde no hacemos lo correcto. ¡Si no está de acuerdo, puede que sea más pecador que todos los demás y está lleno de arrogancia y vanidad, y santurronería, y ha sido ensoberbecido por una cultura de autoestima y egoísmo, cuando la fría y dura realidad es que al morir no estará de pie frente a un espejo rindiendo cuenta por su vida! ¡Estará delante del Dios de la Biblia rindiendo cuentas por su vida!

¡Cada día que pecamos, es como una gota en una copa que se está acumulando! ¡En ella vertimos el pecado. Y con la misma medida que pecamos, Dios, al final de esta vida, vierte su ira proporcionalmente! ¡Su ira! ¡La copa es la ira de la Dios! ¡Jesús mira esa copa, y la copa está llena de los pecados de todos en la historia del mundo! Con lágrimas en los ojos, mira al Padre y le dice, «Habrá otra alternativa para que no tenga que tomarme esta copa hasta la última gota?». Con lágrimas en los ojos, el Padre le dice, «Hijo, ambos sabemos que para que haya salvación para todos, debes beber esa copa, hasta la última gota».

La gente ya no habla de esto. Porque se creen demasiado inteligentes para creer en una justicia tan primitiva como esa. Creen que como personas no son tan malos, que son buenos. ¡Que son gente amable! Algunos de ustedes son bien educados. Algunos son buenos vecinos. Algunos son mejores que los cristianos que conocen, moralmente hablando. Algunos de ustedes han estudiado suficiente filosofía. Saben cómo argumentar en contra de esto, como un abogado en fuga. Algunos han estudiado suficiente psicología para decir emocionalmente, «Sí, algunos creen en una figura paterna mítica y en la justicia, porque les da paz para vivir emocionalmente estables». Algunos de ustedes dicen, «Sí, ese es el problema con la religión: Es tan primitiva. Exige cosas como la justicia». Dicho sea de paso, cuando alguien entra ilegalmente a su casa, ustedes también quieren justicia.

Es la ira de Dios. Inmediatamente algunos de ustedes dirían, «¡No, no, no, no, el amor de Dios! ¡Pastor Mark, predique del amor de Dios!». ¡No, la ira de Dios! ¿Sabían que en la Biblia la ira de Dios se menciona más que el amor de Dios? ¿Sabían que la ira de Dios se menciona en 20 palabras más o menos más de 600 veces conjuntamente en el Antiguo y el Nuevo Testamento?

Me entrevistaron esta semana, hace una semana, alguna semana, para un documental. Los que estaban haciendo el documental Expelled, hacían otro documental sobre el infierno y me entrevistaron para ese. Gran parte de nuestra conversación se centraba en que dijeron, «¿Acaso Dios no es amoroso?». «Sí, en 1 Juan 4 dice que Dios es amor. Pero el amor no es Dios, y Dios no es solo amor». Cuando la Biblia habla de Dios, se refiere a Él en términos de sus atributos. Es amoroso y recto. Es misericordioso y santo. Perdona y es justo. A la gente le gusta aferrarse a uno de los atributos de Dios y elevarlo por encima de los demás haciendo caso omiso lo que la Biblia dice de Dios en su totalidad.

Alguien dice, «Dios es amor. Eso me gusta. Los demás no me gustan. Que tal si hago caso omiso a esos, o si me encuentro con alguien cuyo nivel educativo rebasa su capacidad intelectual, que tiene varios grados, que ha escrito libros, para que me diga que la palabra furor en la Biblia en realidad significa paleta, y que los académicos se equivocaron estos 2 000 años». Y después sostienen solo que «Dios es amor», lo cual significa que Dios ya no es Dios, sino que el amor es Dios. «Y ahora puedo inventarme un dios que quisiera que exista, lo cual significa que me hago dios, y declaro lo que es bueno y malo. Vuelvo al problema fundamental de Génesis 3. Quiero ser Dios. No me gusta el Dios verdadero, por lo cual me elijo dios para declarar lo que es bueno y malo, y juzgo al Dios de la Biblia, y lo cambio para que sea más palpable al mercado moderno».

Los amo. Y tengo que decirles la verdad. Mi trabajo es decirles la verdad. Su trabajo es decidirse. Inevitablemente llegamos al punto en una iglesia como esta, donde el peso de la tendencia a mentir es tan grande que yo, y ustedes, y nosotros, estamos en peligro. Empezamos con 10 personas en la sala de una casa. Por la gracia de Dios, hoy somos como 10 000. Significa que más personas están viendo y escuchando, más críticos nos están desacreditando, los medios buscan más errores, más gente se va, más costes, podemos crear más frustración al decir la verdad.

Dios odia

Si van a ser cristianos, quiero que lo sean de veras, no otro Judas que pasa tiempo pasa tiempo con el equipo y después va y se cuelga. Para lograrlo tienen que conocer quién es el Dios verdadero y cómo se sienten con el Dios verdadero. Dios aborrece a algunos de ustedes. Dios está cansado de algunos de ustedes. Dios está frustrado con algunos de ustedes. Dios está harto de algunos de ustedes. Dios los ha soportado demasiado. No piensa que son simpáticos. No piensa que sea chistoso. No piensa que sus excusas sean aceptables. No me importa si se comparan con alguien peor que ustedes porque a ellos ¡también los aborrece! Dios aborrece, ahora mismo, personalmente, objetivamente, a algunos de ustedes. ¡Está harto! ¡Está hastiado! ¡No tienen ningún sentido de urgencia, pero Su copa está llena hasta llena hasta el borde!

La Biblia dice que Dios no solo odia el pecado, pero a los pecadores, porque nuestra naturaleza es pecar. El pecado no es solo un error que cometemos. No es que seamos buenas personas en lo profundo de nuestro corazón y de pronto tenemos un mal momento. Nuestros peores momentos son la revelación más veraz de lo que somos al nivel más profundo. Tendrán muchas dificultades con esto, pero es el principio de la libertad. Porque si no diagnosticamos el problema, ¿como vamos a presentar la solución? Somos el problema, no la solución. Somos pecadores, y somos por naturaleza vasos de ira. Esa es una cita bíblica.

Les daré tres ejemplos. Salmo 5:5, «Aborreces», hablando de Dios, «a todos los que hacen iniquidad». Y repito, pueden encontrar a un cristiano en fuga que empieza a investigar el significado de las palabras. «Oh, significa que odia el pecado pero no al pecador». Eso lo dijo Gandhi, no Jesús. Gandhi no está en la Biblia. Gandhi no se asemeja en nada a la Biblia. No soy el Juez. No decido quién va al cielo ni quién va al infierno. No estoy diciendo dónde se encuentra Gandhi en este momento. Estoy diciendo que aparte de Jesús, sé exactamente dónde se encuentra. Dios no solo odia lo que hace la gente. ¡Odia quienes son! Mi trabajo es decirles la verdad; su trabajo es decidirse.

El Salmo 11:4–5, «El SEÑOR está en su santo templo, el trono del SEÑOR está en los cielos; sus ojos contemplan, sus párpados examinan a los hijos de los hombres. El SEÑOR prueba al justo y al impío, su alma aborrece al que ama la violencia». ¿Cómo es posible que un Dios bueno, justo, y santo, mire a la tierra y diga, que somos buenas personas y tenemos buenos corazones? ¿Cómo es posible que Dios espere miles de años, de generación en generación, y que nos mire y diga, «Esto me agrada bien». No le agrada.

Oseas 9:15 habla de un lugar. Dice, «Allí, pues, los aborrecí. Por la maldad de sus hechos los expulsaré de mi casa. no los amaré más». ¡Dios los aborrece, y su furor los aguarda! ¡La ira de Dios está acumulándose para ustedes! Uno no puede creer en el amor personal de Dios si no cree en la ira personal de Dios.

Algunos de ustedes están en grave peligro. Deberían tener un sentido de urgencia. Mientras hablo, no dejen que el pequeño abogado de sus consciencias acuda a defenderlos. Es como si estuvieran en el camino de la destrucción y mientras trato de advertirles, ustedes están discutiendo en vez de correr. Es como si yo supiera que cuando regresen a sus casas hoy, el avión perdería un motor y se estrellaría contra su casa y los destruiría. Se los digo. En vez de correr, están discutiendo.

Salmo 7:11, en el Antiguo Testamento. «Dios es juez justo, y un Dios que se indigna cada día con el impío». Efesios 5:6: «Que nadie os engañe con palabras vanas»; no digan, «Leí un libro, y consulté un teólogo, y un tipo en mi clase de Nuevo Testamento en la universidad, cuya educación rebasa su capacidad intelectual, dice que todo esto es muy primitivo. Que el Dios del Nuevo Testamento no es más que abrazos y panecillos, y que todos iremos al cielo, excepto Hitler, tal vez, pero tampoco están seguros si él irá al cielo».

«Que nadie os engañe con palabras vanas, pues por causa de estas cosas la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia». Colosenses 3:5–6, «Por tanto, considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la fornicación, la impureza, las pasiones, los malos deseos y la avaricia, que es idolatría. Pues la ira de Dios vendrá». ¡La ira de Dios vendrá sobre los que se han rebelado contra Dios y sobre los que Dios aborrece!

Hay ira activa e ira pasiva

Hay ira activa e ira pasiva, y algunos de ustedes dirán, «Creo que solo tratan de asustarme con este concepto de la ira». Es cierto. Pero algunos dirían, «¿Dónde está la ira de Dios? Pastor Mark, la lista que acaba de leer, yo hice todo eso anoche, dormí hasta tarde, desayuné, y ahora me está gritando. La ira de Dios no pasa de los gritos conmigo. ¿Dónde está la ira de Dios?».

La ira de Dios está en dos formas, la Biblia dice que son: activa y pasiva. En esta vida, la mayoría experimentamos la ira pasiva. Lo dice varias veces en Romanos 1, que Dios los entregó, Dios los entregó, Dios los entregó. Esa es la ira pasiva. Dice que la ira de Dios recae sobre los que restringen la verdad.

Imagínense si yo mirara a uno de mis niños y dijera, «Ve y haz lo que quieras. Te he rogado, te he implorado, he tratado de salvarte de ti mismo. Te obstinas en ser lo que quieres. Te obstinas en hacer lo que vas a hacer. Así que ve y hazlo». Esa es la ira pasiva. Es darnos lo que queremos para nuestra propia destrucción. Algunos de ustedes viven bajo la ira pasiva de Dios. No se están saliendo con las suyas.

Cada vez que llenan un vaso, recuerden la ira de Dios. Cada vez que llenen un vaso, recuerden la ira de Dios. Jesús dice que la ira de Dios llena la copa. Así como nosotros que siempre llenamos copas. ¡Hay una copa que no veremos sino hasta el fin, la cual estamos llenando pecado tras pecado, tras pecado; locura, tras locura, tras locura; rebeldía tras rebeldía, tras rebeldía; arrogancia tras arrogancia, tras arrogancia; gota tras gota, tras gota!

Y Dios nos permite llenar la copa. Todos nuestros pecados entran ahí, y al final, Dios derrama Su ira. Esta ira es proporcional a nuestro pecado. Los días de ira pasiva terminan el día de la ira activa cuando usted se muere y comparece ante Jesús, y Dios derrama Su ira sobre usted para siempre. La Biblia usa palabras como «crujir de dientes» y «el llanto». Algunos de ustedes dirán, «Menos mal que Jesús es muy amoroso, y Jesús no trata así a las personas. Por eso nos gusta Jesús». No, esto es lo que Jesús le hará a la gente. No permitan que su Jesús hippy, con su Hacky Sack, sea un sustituto para el Rey de Reyes y Señor de Señores.

Apocalipsis 14:9–10. Dice, «Él también beberá del vino del furor de Dios, que está preparado puro en el cáliz de su ira». Podría ser usted, amigo «y será atormentado», o sufrirá físicamente «con fuego y azufre delante de los santos ángeles en la presencia del Cordero». Frente a Jesús quien supervisa el infierno: Satanás no reina en el infierno, Jesús sí. Satanás está atormentado en el infierno. ¿Cuánto tiempo durará esto? «Y el humo de su tormento asciende por los siglos de los siglos».

Están en grave peligro. Están llenando su copa de ira. Si mueren sin Jesús, Él derramará toda la copa de la ira sobre usted para siempre. ¡Por los siglos de los siglos, de los siglos, de los siglos!

El amor de Dios en la cruz

Pero Jesús también bebió una copa. Jesús bebió una copa: La copa de la ira de Dios. Por eso no podría dormir. Por eso sudaba sangre, porque tomó nuestro lugar. Querido amigo, ahora quiero hablarle del amor de Dios, pero antes necesito contarle del aborrecimiento justo de Dios, para que al hablarles del amor de Dios sea tan amoroso como lo es verdaderamente.

En la cruz de Jesús, hay aborrecimiento de Jesús y amor por nosotros para que al morir no haya aborrecimiento de nosotros sino solo amor. Que Jesús es Dios entre nosotros, que Jesús se convirtió en uno de nosotros, que Jesús vivió una vida que nosotros no vivimos, que Jesús murió la muerte que debíamos morir, y que en la cruz la ira de Dios fue derramada sobre el Hijo de Dios. Dicho de otra manera, Jesús tomó la copa en la cruz y bebió hasta la última gota de la ira de Dios, y perduró. Fue un padecimiento físico, emocional, espiritual, y mental, al punto que es incomprensible; cuando al que no conoció pecado Dios le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Cristo.

Jesús murió la muerte que nos merecíamos. Y la Biblia usa una palabra para explicarlo. La propiciación. Es una gran palabra, pero es una palabra importante que aparece cuatro veces en el Nuevo Testamento, y significa que la ira de Dios está sobre nosotros y que Jesús toma nuestro lugar, toma la copa de nuestras manos y la bebe toda en su concentración más fuerte; padece, sangra, y muere, para que vivamos en amor y gozo. Así propició, desvió, removió, y soportó la ira de Dios por nosotros. Los teólogos argumentan contra esto. Los pastores de grandes iglesias se encrespan por esto. Existe un movimiento entero que niega estas cosas, pero son ciertas.

Romanos 3:23¬–25, «Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios», o sea que aun las mejores personas no son lo suficientemente buenas, «siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe».

Hebreos 2:17, «Por tanto [Jesús] tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo».

1 Juan 2:2, «Él mismo [Jesús] es la propiciación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero». No importa que sea varón, hembra, joven, viejo, negro, blanco, rico, pobre, brillante, o simple. Solo Jesús es la propiciación para la ira. Solo Jesús es la propiciación para la ira. Ninguna otra religión puede hacerlo. Ninguna filosofía puede hacerlo. La psicología puede hacer que uno se sienta mejor hasta que esté en tormentos para siempre, pero entonces el terapeuta no podrá hacer ni decir nada que lo haga más llevadero.

Algunos de ustedes dirán, «Pensé que Dios era amoroso, entonces ¿dónde está su amor? Al parecer no es un Dios muy amoroso». 1 Juan 4:10, «En esto consiste el amor»: ¡No empecemos con el amor introduciendo nuestra propia definición, de paso juzgando a Dios ! No podemos decir, «Dios dijo que es amoroso, pero eso no es un acto de amor». Usted no es Dios. Usted no está sentado en un trono. Usted no decide. Usted no es el Juez. Todas las cosas se fueron a pique y se malograron en Génesis 3, cuando la gente decidió juzgar a Dios en vez de obedecerle.

«En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios». Ese es el problema; «Sino que Él nos amó a nosotros». Dios le ama. Dios le ama. Usted dirá, «A veces no lo siento. A veces no lo veo. Cuando sufro, se me hace difícil creerlo».

«envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados». ¡La cruz de Jesús fue donde la ira fue derramada sobre Él y el amor fue derramado sobre nosotros!

Al contemplar la cruz de Jesús, decimos, Dios es santo y justo. Él perdona, pero no a todos. Hay propiciación para el pecado, pero solamente en Cristo. Si no estoy en Cristo, estoy llenando la copa de la ira de Dios que tendré que beber para siempre al final de mis días sobre la tierra.

Sabemos que Dios nos ama por lo que Jesús soportó en la cruz. La cruz de Jesús es donde más claramente se ve el amor de Dios. Y que alguien pregunte, al contemplar la cruz, «¿Dónde está el amor de Dios?», es algo detestable. Ahí está el amor de Dios. Que Dios lo amó a usted tanto que derramó su ira sobre sí mismo que sufrió y murió en su lugar como un amigo, aunque usted era su enemigo. Ese es el amor de Dios.

En la cruz, Jesús es crucificado y dice, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?». Esa comunión eterna que nunca había sido rota entre el Padre y el Hijo fue cortada momentáneamente. Los teólogos más viejos dicen que en ese momento fue como si el Padre le dio la espalda a su Hijo, y que fue algo desgarrador y tremendo para los dos.

Tengo tres hijos. Nunca podría darles la espalda a mis hijos. Destrozaría a mi hijo. Me destrozaría a mí. Ambos sufriríamos. Y hacerlo por Sus enemigos que en ese momento gritaban ¡crucifíquenlo, crucifíquenlo!, mientras lo asesinaban, eso es amor. Para nosotros ese es el amor de Jesús y del Padre.

Y en ese momento, Jesucristo sobrellevó nuestro pecado. 2 Corintios 5:21 dice que por nosotros lo hizo pecado, aunque Él era sin pecado, y que murió espiritualmente. Y después dice, «Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu». El reencuentro más grande de la historia de la creación, y más allá de la creación se llevó a cabo. El Padre y el Hijo se reencontraron gozosos, y nuestros pecados fueron expiados. Entonces Jesús declara en voz alta, con un grito triunfal, «¡Consumado es!». «¡Todo ha sido consumado!».

Dos clases de personas

Permítanme cerrar con esto. Hay solo dos clases de personas que van a escuchar este mensaje: Los que lo creen, y los que no lo creen. La historia no está dividida en varias religiones, o razas, o grupos étnicos, o tribus, o lenguas, o moralidades, o ingresos, o inteligencias. Dos clases de personas: Los que creen, y los que no creen. Para los que creen, la ira de Dios es levantada. Para los que no creen, la ira de Dios viene.

La Biblia lo dice así: Juan 3:36, «El que cree en el Hijo tiene vida eterna». O sea, ¡cualquiera que cree, cualquiera, cualquiera! ¡Se refiere a usted, amigo! ¡Cualquiera que cree! ¡Jesús acoge a cualquier persona, y a todas las personas! No importa quién sea usted. No importa lo que haya hecho. No importa ahora mismo lo mal que se sienta. ¡Cualquiera, cualquiera! Sí, Dios es exclusivo. Solo hay salvación en Jesús. Pero Dios es inclusivo. El que quiera acudir a Él está bienvenido. Cualquiera que cree en Él tiene vida eterna. La ira de Dios es levantada. ¡El amor de Dios es dado para siempre!

«Pero el que rehúsa creer en el Hijo», o sea el que no cree, «No verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él». ¡Dios aborrece a algunos de ustedes! ¡Dios está llenando una copa con Su ira para usted en este momento! ¡La ira de Dios viene por usted! ¡Está viviendo en el camino de la ira de Dios! ¡Está en un grave y eterno peligro! ¡Ha escogido una batalla que no puede ganar! ¡Ha declarado una guerra que ciertamente perderá! ¡Ha ofendido al Dios que lo creó! ¡Quien hizo provisión para usted al morir por usted, para salvarlo, para amarlo, perdonarlo, acogerlo!, y si lo niega, su ira contra usted se justifica más aún, y no admite excusa.

Mi trabajo es ¿qué? Decir la verdad. Su trabajo es tomar una decisión. Pido que hoy sea el día de su salvación, que venga a Jesús y reciba el amor de Dios para que levante esa enorme carga de Su ira y esa copa para que esa copa suya no lo aguarde en su día postrero.

Dios Padre, gracias por este plan de salvación. Dios, sé que esta palabra es dura, pero Dios, He insistido en esto por mucho tiempo. Creo que las palabras duras producen personas compasivas, Y las palabras blandas producen personas duras. En un mundo donde nos dicen que somos gente buena, de buen corazón, y que necesitamos es más autoestima, recibimos la dura palabra de que somos personas malas con malos corazones, y que necesitamos un nuevo corazón; que somos el problema, no la solución; que somos pecadores, no el Salvador; que somos vasos de ira, no la propiciación por el pecado. Señor Jesús, eres asombroso, porque soportaste todo eso por tus enemigos. Señor Jesús, es algo sobrecogedor que el Creador del universo padeciera y muriera por sus enemigos, para amistarse con ellos. Señor Jesús, eso es amor. Espíritu Santo, por favor incúlcanos este mensaje. Para los que somos creyentes, danos un gozo más profundo. Para los incrédulos, pido que vengan a Jesús para salvarse de la ira venidera. Amén.

Nota: Esta transcripción ha sido editada.