Lucas 22:63–71 (LBLA)
63 Los hombres que tenían a Jesús bajo custodia, se burlaban de El y le golpeaban;
64 y vendándole los ojos, le preguntaban, diciendo: Adivina, ¿quién es el que te ha golpeado?
65 También decían muchas otras cosas contra El, blasfemando.
66 Cuando se hizo de día, se reunió el concilio de los ancianos del pueblo, tanto los principales sacerdotes como los escribas, y llevaron a Jesús ante su concilio, diciendo:
67 Si tú eres el Cristo, dínoslo. Pero El les dijo: Si os lo digo, no creeréis;
68 y si os pregunto, no responderéis.
69 Pero de ahora en adelante, EL HIJO DEL HOMBRE ESTARA SENTADO A LA DIESTRA del poder DE DIOS.
70 Dijeron todos: Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios? Y El les respondió: Vosotros decís que yo soy.
71 Y ellos dijeron: ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca.
Soy el pastor Mark, y estoy aquí en el lugar donde se cree que Jesús fue detenido, no en casa del sumo sacerdote. Pero las Escrituras también documentan otro lugar donde lo habrían detenido temporalmente, y Lucas lo registra en el capítulo 22, versículos 63–71.
«Los hombres que tenían a Jesús bajo custodia, se burlaban de Él y le golpeaban; y vendándole los ojos, le preguntaban, diciendo: Adivina, ¿quién es el que te ha golpeado? También decían muchas otras cosas contra Él, blasfemando. Cuando se hizo de día, se reunió el concilio de los ancianos del pueblo, tanto los principales sacerdotes como los escribas, y llevaron a Jesús ante su concilio, diciendo: Si tú eres el Cristo, dínoslo. Pero Él les dijo: Si os lo digo, no creeréis; si os pregunto, no responderéis. Pero de ahora en adelante, EL HIJO DEL HOMBRE ESTARÁ SENTADO A LA DIESTRA del poder DE DIOS. Dijeron todos: Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios? Y Él les respondió: Vosotros decís que yo soy. Y ellos dijeron: ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca».
Es curioso aquí también que los hombres que detuvieron a Jesús se burlaban de Él, lo golpeaban, le vendaron los ojos, y quizás le estaban haciendo otras cosas. Les mostraré lo que hacían para matar el tiempo. En esta área particular hicieron una excavación arqueológica donde desenterraron algo muy interesante. Era un antiguo juego de Gato (Tic-tac-toe). Seguramente era la forma en que los soldados que abusaron a Jesús pasaban el tiempo, por lo aburridos que estaban, grabando en las rocas los juegos que iban a jugar.
La pregunta más importante que debemos contestar es, ¿quién es Jesucristo? Parece que todos tienen su propia respuesta a esta pregunta y una opinión de Él. De hecho, más libros se han escrito sobre Jesús que cualquier persona que ha vivido en la historia del mundo.
Pero lo honroso sería, lo correcto sería; lo justo sería no solo considerar lo que todos han dicho acerca de Jesús, sino escuchar lo que Jesús dijo acerca de sí mismo. Es más, así quisiéramos que nos trataran si la gente distorsiona lo que decimos, o nos difaman, o nos criticaran. Primero quisiéramos que nos escucharan y nos dejaran hablar a favor nuestro.
Hoy tenemos la excelente oportunidad de hacer eso mismo en el Evangelio de Lucas. Casualmente estamos en el sermón 95 de Lucas. Terminaremos Lucas con 100 sermones en las próximas semanas, pero hoy aprenderemos que Jesús es el Hijo de Dios en Lucas 22:63–71.
Hasta ahora la trama de Lucas ha sido una biografía de la vida de Jesús. Vimos el nacimiento de Jesús, lo vimos crecer, trabajó los primeros 30 años de su vida en una cuadrilla de construcción con su Padre, construyendo cosas con Su Padre. Como a los 30 años comenzó su ministerio público, predicando, enseñando. Estaba centrado principalmente en una región rural llamada Galilea compuesta de pescadores y agricultores y pueblos pequeños.
Por espacio de tres años, vimos crecer la fama y popularidad de Jesús, pero ahora ha viajado a la gran ciudad de Jerusalén, y por el camino se le han adherido muchísimos seguidores. Su base de apoyo ha aumentado marcadamente. Esto hace que se le opongan los líderes religiosos y políticos porque sigue declarando que es Dios y un Rey, y eso enfurece a los líderes religiosos y los a los líderes políticos que ven que multitudes de personas aman a Jesús y le siguen. Lo cual significa que está minando su base de autoridad y apoyo. Por lo cual deciden indefectiblemente buscar la ayuda de uno de Sus discípulos para poder arrestarlo: un hombre llamado Judas Iscariote.
En este momento en el relato, Jesús tiene más o menos 33 años de edad, y lo han arrestado. Fue arrestado por contubernio entre los líderes religiosos y políticos. Estos dos grupos discrepan casi en todo, pero lo único que los une es el deseo de ponerle fin la creciente popularidad de Jesucristo. Entonces lo detienen con una serie de tribunales falsos que acontecen bajo el toldo de la oscuridad en el trascurso de una noche. Por lo tanto son tribunales cobardes e ilegales. No es un juicio justo. De todas maneras es un atentado para legalizar y justificar un asesinato. Es lo único que es.
Por eso debemos entender el contexto: Que Jesús está siendo procesado, y que si se retracta y dice, «No soy Dios», quizás lo pongan en libertad y le perdonen la vida. Y si sigue declarando, «Soy Dios», lo ejecutarán por crucifixión. Está al borde del precipicio de la muerte, y Él lo sabe. Por lo tanto este momento que vemos aquí hoy no pudo haber sido más sincero.
Bajo estas circunstancias Jesús no hubiera tenido ninguna razón para mentir. Cuando nosotros mentimos, es para beneficiarnos, ¿cierto? No mentimos para condenarnos. Decimos mentiras que nos benefician. Si Jesús estuviera mintiendo, lo haría para beneficiarse. El hecho de que diga la verdad, repetidas veces, enfáticamente, claramente, sin disculpas, que es Dios, sabiendo que le costará la vida, es una evidencia contundente de que dice la verdad. Y dice que es Dios, no porque le vaya a beneficiar de alguna manera, sino porque Él cree que es la verdad.
Encontramos el contexto en el relato de Lucas 22:63–65. Los hombres que tenían preso a Jesús se burlaban de Él y lo golpeaban. También le vendaron los ojos y seguían preguntándole, «¡Profetiza! ¿Quién te pegó?». Y dijeron muchas cosas más contra Él, blasfemándolo».
Entonces arrestan a Jesús, y tres cosas suceden: Le vendan los ojos, lo golpean, lo blasfeman. Si fueran tan amables, cierren los ojos un momento y piensen cómo se sentiría Jesucristo. No pueden ver nada ni a nadie, y están rodeados por un turba de hombres violentos y furiosos, algunos son mayores que están celosos y lo han estado acechando públicamente durante semanas, meses, o quizás años, y por fin lo han atrapado.
Imagínense también que son seguidores jóvenes que quieren probar su masculinidad golpeándolo, aporreándolo, dándole puñetazos, asaltándolo. No puede ver de dónde vienen los golpes. Se protege para defenderse. No puede contraatacar. Está absoluta y totalmente indefenso y esta turba lo golpea incesantemente. Se ríen. Hacen bromas. Son unos matones, unos despiadados, unos idiotas. Son gente que les parece chistoso verlo sangrar a uno.
Compitiendo a ver quién era el más bravucón, uno le da un puñetazo. Y el otro le dice, «A que puedo pegarle más duro», y lo hace. Usted teme que si cae al suelo, morirá pisoteado, o apenas trata de mantenerse erguido, pero no dejan de golpearle y los hombres lo tienen rodeado. Le golpean en la nariz, la boca, las orejas, la cara, la garganta, los riñones, la espalda. Abran los ojos.
Así está Jesús. Una golpiza tarde por la noche, a manos de una turba, sin ningún otro testigo, supervisado por los líderes religiosos. Porque a veces los líderes religiosos pueden ser los peores. Vendaron los ojos a Jesús, golpearon a Jesús, y blasfemaron a Jesús. Hablan mal de Él, lo maldicen, lo deshonran. Es desconcertante. Dios viene a la tierra, y así es como lo tratamos. Así es como la religión lo trata. Ese es el contexto. Después de golpear a Jesús durante lo que pudo haber sido varias horas, porque descubriremos en un momento que no empezaron a interrogarlo sino hasta despuntar el sol al día siguiente, lo cual parece indicar que lo golpearon toda la noche.
Algunos de ustedes son víctimas del abuso y el asalto. La Biblia dice que tenemos un Sumo Sacerdote que se identifica con nosotros en nuestra debilidad, porque el Señor Jesucristo padeció esas cosas. Algunos de ustedes han sido física o sexualmente asaltados en varias maneras. Jesús fue físicamente asaltado. Fue golpeado. Su dignidad fue avergonzada y atacada por hombres sanguinarios. Algunos de ustedes han tenido novios abusivos, esposos, padres violentos, gente abusiva que los atormentaban; alguien que les causó dolor en la vida, y los lastimaron. El Dios de la Biblia entiende y se identifica con eso, puesto que Él mismo lo ha vivido. Es desconcertante y trágico.
Jesús soporta y padece todo esto. Tienen que verlo. De mañana, al despuntar el alba, con su boca y su nariz ensangrentada, los ojos amoratados, su rostro hinchado, sus riñones adoloridos y sus coyunturas dolientes, empiezan a interrogarlo. Después de una noche espabilada de golpizas, tiene hambre, está cansado, está deshidratado, y ahora están a punto de llevar a cabo su juicio proverbial.
Le harán una serie de preguntas, y todas ellas tratan un tema particular: ¿Eres el único Dios? Es todo. Es el único punto que le echan en cara porque si pueden hacer que confiese públicamente, «Yo soy Dios», los líderes religiosos pueden justificar su ejecución por considerarlo culpable de blasfemia, alguien que dice ser Dios, y los líderes políticos podían usar el poder del estado para matarlo por declararse Rey de Reyes, elevándolo por encima de César y haciéndolo culpable de traición. Él nunca pecó; dijo la verdad. Pero están juzgándolo por la ley religiosa y legal.
Y tienen que sabe que si Jesús no fuera Dios, sería el momento idóneo para decirlo. No son amenazas vanas. Es una turba de hombres que se inclinan hacia adelante haciéndole preguntas, con los puños cerrados, rodeándolo sin testigos. Ya lo golpearon despiadadamente. Y cuando le dicen, «Te mataremos. Contesta esta pregunta. ¿Eres Dios?». Es como si lo encañonaran en la cabeza. En ese momento, si mintiera, tendría que ser solo para sobrevivir. No sería para inducir su propia muerte. Jesús no miente; dice la verdad.
De tres maneras declara ser el único Dios, sabiendo que lo matarían de la manera más brutal, sangrienta, y bárbara: Su muerte por crucifixión, que era una vergonzosa manera de morir en público, en presencia además de su desolada madre.
Asimismo empieza la línea de interrogación, y la primera pregunta nos revela que Jesús es el Cristo. Lucas 22:66–68, «Cuando se hizo de día», Así que, repito, lo golpearon toda la noche. «Se reunió el concilio de los ancianos del pueblo, tanto los principales sacerdotes». O sea los líderes religiosos. Uno puede ser religioso y no conocer ni amar a Jesús. «Llevaron a Jesús ante su concilio, diciendo: Si tú eres el Cristo, dínoslo. Pero El les dijo: Si os lo digo, no creeréis; y si os pregunto, no responderéis».
La primera pregunta es, «¿Eres el Cristo?». Esa es su manera de preguntar, «¿Eres el único Dios?». La palabra Cristo es un título. El Nuevo Testamento griego y el Antiguo Testamento hebreo, digo, también dice el Mesías. Por lo tanto es lo que le preguntan. ¿Eres el Mesías? ¿Eres el Cristo? Lo cual significa, ¿Eres el Ungido? ¿Eres el Escogido? ¿Eres el Especial? ¿Eres el que esperábamos? Porque el pueblo de Dios había esperado un Redentor, un Salvador, un Libertador. La pregunta es, «¿Eres Él? ¿Eres Dios con nosotros? ¿Estás aquí para salvar? ¿Piensas que eres Dios? ¿Eres el Cristo?».
¿Qué respuesta les da Jesús? «Ustedes saben que lo he dicho muchas veces. Por eso me están enjuiciando. Por eso estoy aquí. Podría decírselos otra vez, pero no me creerían. Sus corazones no son receptivos. Sus mentes no están abiertas. Deberían creer que yo soy el Cristo. Pero no importa cuántas veces lo diga, ustedes no lo creerán». Aquí públicamente está confesando, «Sí, ese soy yo. Es exactamente quien soy. Soy el Cristo, el Mesías».
A algunos de ustedes les han mentido. Les dijeron que Jesús nunca dijo que era Dios. Que Jesús era un buen maestro y un hombre bondadoso, pero que nunca dijo ser Dios. Pero lo dijo. Repetidas veces, enfáticamente, claramente dijo ser el único Dios. Por eso lo mataron. Por eso le vendaron lo ojos. Por eso lo golpearon. Por eso lo blasfemaron.
Algunos de ustedes prefieren ciertas porciones de los evangelios. Dicen, «Jesús amaba a los niños, fue amigo de las mujeres marginadas, alimentó a los pobres, velaba por los parias, y acogía a los extranjeros». Todo eso es completamente cierto, pero no lo mataron por eso. Ninguna de esas cosas los motivaron a arrestarlo, a vendarle los ojos, a golpearlo, y a blasfemarlo. Una. Una sola cosa hizo que sucedieran las cosas. Dijo que era Dios. Dijo que era Dios.
A algunos de ustedes les han mentido. A algunos de ustedes les dijeron que Él nunca dijo eso. Sí lo dijo. Lo dijo cuando lo enjuiciaron, y lo dijo tres veces y de tres maneras tan solo en esta porción del Evangelio de Lucas. Y la primera forma en que lo dice es, «Yo soy el Cristo».
Lo presionan y siguen haciéndole ciertas preguntas. Entonces leemos que Jesús es el Hijo del Hombre en Lucas 22:69. Dice, «Pero de ahora en adelante, EL HIJO DEL HOMBRE ESTARÁ SENTADO A LA DIESTRA del poder DE DIOS». Primero, «Soy el Cristo». Segundo, «Soy el Hijo del Hombre». Y volvemos a oír esto. Para nosotros podría ser difícil de determinar ¿qué significa ese título exactamente?
Ellos lo hubieran sabido porque esas palabras las sacó de la Biblia. Lo sorprendente es que las personas que se le oponen y le hacen daño conocen la Biblia. Uno puede conocer la Biblia y no conocer a Jesús. Ahora, en realidad la Biblia entera se trata de Jesús, así que uno puede conocer la Biblia, pero no entiende de veras la Biblia a menos que ame a Jesús.
Son personas religiosas. Así opera la gente religiosa. Citan la Biblia y dicen que creen la Biblia, pero no aman a Jesús. Y Jesús cita la Biblia en la que ellos dicen creer. Regresa unos 700 años y cita una porción de Daniel 7. Este es el apelativo predilecto que Jesús usa para sí mismo, el título que usa de sí mismo en los cuatro evangelios: Mateo, Marcos, Lucas, y Juan. Se refiere a sí mismo así 80 veces, diciendo que es el Hijo del Hombre. Emplea ese título el Hijo del Hombre unas 25 veces en el Evangelio de Lucas. Lo hemos visto repetidas veces en nuestra investigación de Lucas de más de dos años, y aquí la vuelve a usar.
Quiero que repasemos de dónde proviene. Proviene de Daniel 7, y fue escrito por el Profeta Daniel bajo la inspiración del Espíritu Santo unos 700 años antes de que Jesús naciera en la tierra. En Daniel 7:13–14, leemos: «Con las nubes del cielo». Así que, ¿de dónde viene? Alguien viene. ¿De dónde viene? Desde las nubes del cielo. Por lo tanto existe antes de entrar en la historia humana. Es Dios, el Creador, que mora eternamente en su reino celeste. Viene del reino del cielo a la tierra.
Dios viene «Como un hijo de hombre». Se revestirá de carne humana, este Espíritu Eterno, Dios. Se revestirá de carne humana, y se parecerá a todos nosotros. Se parecerá a un ser humano. Aparecerá entre nosotros como uno de nosotros.
«Vino hacia el Anciano de Días y fue presentado delante de Él». Ese es Dios Padre. Hay dos que rigen juntos en el cielo. La primera Persona de la Trinidad—creemos en la Trinidad: Un Dios en tres Personas, no tres Dioses; un Dios en tres Personas. El Anciano de Días, Dios Padre y uno que es «como un hijo de hombre». La segunda Persona de la Trinidad, el Señor Jesucristo viene a la historia de la humanidad, enviado por Dios Padre, a una misión, a una misión; el Creador entra en la creación, el Dios del cielo viene a hacer una misión en la tierra.
«Y le fue dado dominio, gloria y reino», usa un lenguaje de adoración. «Para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran». Es un lenguaje de adoración. Esta Persona debe ser adorada porque es Rey de Reyes, y Señor de Señores. Reina sobre todas las personas, todas las lenguas, culturas, religiones, tiempos, y lugares. No puede haber una declaración más grande que esa. Esto lo más grande que puede haber. Él viene, Él viene, Él viene, y todo el mundo necesita adorarle y servirle. Todo el mundo necesita glorificarle. Establecerá un reino como Rey de Reyes, gobernará sobre todos los reyes y reinos.
¿Cuánto durará Su reino? «Su dominio es un dominio eterno que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido». Es una declaración enorme. El Creador eterno, el Espíritu de Dios vendrá como hombre a la historia humana, y todos le adorarán, le honrarán, y le glorificarán. Establecerá un reino que nunca tendrá fin. Vivirá para siempre, y su pueblo vivirá para siempre bajo su reinado; y no importa cuál sea su etnia, su raza, su orientación sexual, su trasfondo cultural. Todo el mundo en todas partes en todo momento debe honrarle. ¡Es una declaración enorme! Así que el pueblo de Dios había esperado cientos de años. ¿Quién es este? La respuesta es: el Hijo del Hombre, Dios se hizo hombre.
Y cuando aparece Jesús, y lo juzgan, con su boca ensangrentada dice, «Yo soy el Cristo; yo soy el Hijo del Hombre». ¡Caramba! No puede haber una declaración de deidad más clara, y lo hace frente a sus enemigos, lo hace al ser enjuiciado, lo hace públicamente, y lo hace sin nada que ganar si estuviera mintiendo.
Y continúa, y hay una tercera manera en que declara ser Dios. Nos enteramos de que Jesús es el Hijo de Dios en Lucas 22:70–71. «Dijeron todos», inclinándose hacia adelante: Es como cuando los tiburones sienten que hay sangre en el agua. «Oh, ya lo tenemos. Si podemos asegurarnos de que esto quede absolutamente claro, incontrovertiblemente claro, lo tenemos. Oh, el derramamiento de sangre acaba de empezar.
Inclinándose hacia delante—es una turba de hombres con el entrecejo fruncido, los dientes apretados, los puños cerrados—le hicieron esta pregunta, «Todos dijeron, ¿Entonces, eres el Hijo de Dios?». Este es el asunto. Hay un asunto. ¿Eres, sí o no, sí o no, el Hijo de Dios?
«Y Él les dijo, Ustedes dicen que yo soy». Esto es lo que Jesús está diciendo, Les he dicho repetidas veces que soy el Hijo del Hombre. Lo único que están haciendo es repetir lo que ya les dije. Sí, ese soy yo. Sí, eso fue lo que dije. Sí, es lo que estoy diciendo.
«Ellos dijeron: ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Pues nosotros mismos lo hemos oído de su propia boca». «¡Es culpable!». Como si lo llevaran a uno a la corte. Le dicen que suba al estrado y el fiscal se pone enfrente de uno y le dice, «¿Cómo se declara?». «Culpable de todos los cargos». «No necesitamos traer testigos adicionales. No necesitamos una larga deliberación. No necesitamos llevarlo ante un jurado. ¡Se acabó!
A Jesús lo están enjuiciando, y es un juicio falso manejado por cobardes y abusadores; sin embargo lo están juzgando. «¿Eres el único Dios?». «Si esos son mis cargos, soy culpable. Soy culpable de decir que soy Dios. Soy culpable de ser Dios, y no me retracto de ser Dios. Y si precisan hacerlo, mátenme». Es el Hijo de Dios, y para ellos esa era la palabra final. Él es el Hijo de Dios.
Entonces, ¿qué significa eso que Jesús sea el Hijo de Dios? Ante todo permítanme decirles lo que no significa. Es interesante, porque el asunto es absolutamente pertinente hoy. Es impresionante. Estamos leyendo un libro eterno, sin restricciones de tiempo, por lo tanto siempre es oportuno. Hoy el asunto de que si Jesús es el Hijo de Dios hace noticias con los mormones y los musulmanes.
Inclusive, uno de los candidatos a la presidencia es mormón, y la pregunta es, ¿los mormones son cristianos y creen que Jesús es el Hijo de Dios? Asimismo, un gran debate se está librando en círculos cristianos sobre cómo traducimos la Biblia para los musulmanes, y si debemos decir que Jesús es el Hijo de Dios. De hecho hubo un comité de traducción creo que fue en Estambul, Turquía, recientemente. Hay un gran debate. ¿Debemos llamar a Jesús el Hijo de Dios? La Biblia lo llama así. Pero dicen, «Ay, es que a los musulmanes se les dificulta entender ese concepto». Así que, repito, en los titulares actuales aparece este asunto: ¿Es Jesucristo el Hijo de Dios?
Primero tratemos de ver cómo lo interpretan los mormones. Digamos que un par de tipos con camisas blancas y corbatas vienen a su casa montados en bicicleta tocan a su puerta; son muy corteses, y presentables, y usted les pregunta, «¿Jesucristo es el Hijo de Dios?». ¿Qué le dirían? Sí. Usted dirá, «Bien, entonces son cristianos». No, no lo son. Pregúnteles qué significa eso de que Jesucristo es el Hijo de Dios.
Ven, las sectas, los falsos maestros, los teólogos aberrantes, usan el mismo lenguaje que los cristianos, pero le añaden un significado distinto. Hace años el líder de una secta vino a mi casa. Le dije, ¿Cree en la Trinidad? «Oh, sí, nosotros creemos en la Trinidad». ¿Para usted qué es la Trinidad? «Fe, esperanza, y amor». ¡Ah, está equivocado! Padre, Hijo, y Espíritu Santo. Esas es la Trinidad.
Así que si le pregunta a un mormón, le dirán que Jesús es el Hijo de Dios. De acuerdo, ¿pero qué quieren decir con eso? Lo que les dirán es que los hombres se convierten en dioses; no que Dios se hizo hombre, los hombres se vuelven dioses, y al hacerse dioses pueden preñar a las mujeres y tener hijos que por ende son hijos de dios. Oh, eso es distinto. Sí, como por una legua; es mucha la diferencia.
Ellos dirían que hay un Dios llamado Dios Padre, que es un hombre anatómicamente… Tengo que encontrar la manera de decir esto. Es un tipo, es un hombre, físicamente hablando. Ahí está. Ahora no tengo que despedirme a mí mismo. [Se ríe la congregación] Anatómica y físicamente es un hombre. O sea que hay bastantes dioses y los dioses son hombres glorificados en cuerpos físicos. Que este dios, en un cuerpo físico, tuvo relaciones sexuales con una adolecente llamara María dejándola embarazada.
O sea que dios preñó una joven de escuela secundaria. ¿Entienden? Después ella dio a luz a Jesucristo, y como el padre era un ser espiritual glorificado, Jesús es el hijo de un dios. Pero muchas personas son hijos de dios, e hijos de dioses, y tal vez hasta Lucifer podría considerarse un hijo de dios en la teología de ellos. Hay un debate sobre ese punto.
Pero eso no es lo que creen los cristianos, porque la Biblia dice que María era virgen. Además, la Biblia dice repetidas veces que Dios no es un hombre. Dios Padre no habita un cuerpo físico. Dios Padre es un ser espiritual. Jesús dice, «Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad». Pero lo que hacen es tomar el lenguaje del Padre y del Hijo de la Biblia, y lo aplican de una forma demasiado literal.
Ahora entraremos en algo llamado hermenéutica. Oirán unas grandes palabras que usan en la universidad. La primera es hermenéutica, que significa interpretación; o sea, cómo interpretamos la Biblia. Algunos dirán, «Uno no puede interpretar la Biblia literalmente». Es como si dijeran, «¿De veras? ¿Quiere que interprete eso literalmente?».
Nosotros interpretamos la Biblia literalmente, pero creemos que hay dos maneras de hacerlo. Hay una manera literal sencilla, y una manera literal figurada. Así es como llevamos una conversación normal cada día, ¿cierto? De modo que si vengo y le digo, «Tengo hambre», usted diría, «Sabe qué, creo que él tiene hambre». No tendría mucho que interpretar. «Creo que hambre significa un anhelo freudiano del alma humana para alcanzar la plenitud». No. Significa burrito. Es lo que significa. Creo que solo quiere un burrito. No creo que sea freudiano, junguiano, malthusiano. Creo que es burritiano, ¿verdad? Solo quiere un burrito. Es lo que quiere.
Pero digamos que viniera y le dijera, «Podría comerme un caballo». Usted diría, «¿De veras? ¿Un caballo entero?». Y le diría, «No, Es solo un decir. No es que quiera comerme un caballo entero con el aderezo y todo». [Se ríe la congregación] Es una figura retórica. Entonces lo que tendría que hacer es tratar de aplicar una interpretación literal sencilla. Usted dirá, «Eso no tiene sentido. Un caballo. No creo que pueda comerse un caballo entero. ¿Qué haría con los cascos? Hay muchas variables complicadas. Ah, una figura retórica. «Quiere un burrito». De acuerdo, volvemos a la interpretación original.
Así es como llevamos una conversación normal. Si un grupo de tipos dice, «Esa chica está candente». ¿En serio? Parece que su temperatura es normal. No, no, no, no. Es una figura retórica, ¿cierto? Un grupo de chicas ven un tipo buenmozo. «Oh, está buenísimo», ¿no? Oh, que atractivo; es una figura retórica. Siempre lo hacemos. ¿Cierto? Lo mismo sucede en la Biblia.
Al leer la Biblia usamos el método literal-sencillo, y si eso no tiene sentido, usamos el literal-figurado. Oh, debe ser una verdad literal que nos fue comunicada con sentido figurado. Y lo que hacen los mormones es leer la Biblia y dicen, «Oh, Dios es el Padre y Jesucristo es el Hijo de Dios. Por ende debió haber sido un hombre que tuvo relaciones íntimas con una adolescente». No. No.
Porque si hace eso, saldrá con unas perspectivas de Dios bien raras, porque en otras partes la Biblia dice que Dios junta a su pueblo como una gallina, como la madre gallina que junta a sus pollitos debajo de sus alas. Oh, entonces Dios es una gallina. [Se ríe la congregación] Dios es una gallina. Entonces al morir compareceré ante una enorme gallina para dar cuenta de toda mi vida, incluyendo las alitas de pollo que me comí». [Se ríe la congregación] No creo que Dios sea una gallina. Creo que es un lenguaje figurado que indica que Dios nos ama y nos cuida, y nos cubre como una madre gallina cuida a sus pollitos. Es un hermoso cuadro, cierto, si entiende el lenguaje literal figurado.
Es lo que pasa aquí. Dios está empleando, en las palabras de Juan Calvino, el hablado de los bebés. Tratamos de comunicarles cosas a nuestros niños; tratamos de averiguar, «Bien, ¿cómo puedo decir las cosas para que ellos las entiendan?». Nuestra inteligencia no alcanza a la inteligencia de Dios. Tenemos unos cerebros caídos que pesan tres libras, y hay muchas cosas que no entendemos, sobre todo cuando se trata de entender un Dios, en tres Personas que comparten atributos divinos y existen simultáneamente juntos, en unión perfecta y comunión, sin ningún ser físico; y sin embargo, de la nada lo crearon todo, y aman y sirven y se glorifican entre sí. ¿Cómo? Bien, es como un padre y su hijo. De tal Padre, tal Hijo; comparten similitudes. Las llamaremos atributos. Se aman, experimentan la vida juntos, se cuidan mutuamente, se comunican entre sí, y comparten un afecto profundo, inquebrantable. Oh, está bien, es una figura retórica. Es un sentido literal figurado.
Es decir, no creemos que Dios habite un cuerpo físico, ni que los hombres se convierten en dioses y que podemos preñar a las mujeres en uniones ilícitas, con dioses físicos y espirituales y mujeres físicas, y todo eso. No. Eso no es lo que el Hijo de Dios significa para nosotros. Lo que significa para nosotros es que Dios usa una figura retórica. Usa el hablado de los bebés.
Sería la misma explicación que yo les daría a mis hijos. Si uno de mis hijos viniera, digamos que es Gideon, mi hijo de cinco años, o Calvin, mi hijo de nueve años, o Zac, mi hijo de 12 años. «Papá, ¿cómo son la primera y segunda Persona de la Trinidad?». Les diría, «¿Sabes qué? Es como nosotros, hijo. Sabes que tenemos cosas en común, y Dios también es así. Dios tiene atributos que la primera y segunda Persona de la Trinidad tienen en común. Así como te amo, y tú me amas, y me respetas, y te sirvo, y experimentamos juntos la vida, y pase lo que pase estaremos juntos para siempre, y siempre querré lo mejor para ti, y sé que me amas, y que quieres honrarme, así es más o menos. Es como el amor que compartimos, pero de una forma más grande y perfecta». Cuando la Biblia usa ese lenguaje familiar para describir la naturaleza del Dios Trinitario de la Biblia, eso es lo que está haciendo. Es una verdad literal, perno nos la comunica en forma figurada.
Lo que sucede entonces, volviendo al punto. ¿Los mormones son cristianos? No. Puede que sean vecinos amables. Puede que sean hasta buenos amigos. Puede que sean muchas cosas, pero no adoran el mismo Dios histórico, ortodoxo, del cristianismo bíblico. Los cristianos protestantes, católicos, y ortodoxos todos concuerdan en que existe un solo Dios, en tres Personas. Dios no es un hombre y Dios Padre no habita un cuerpo físico, y no preñó a una adolescente, y no todos somos hijos de Dios como lo fue Jesús.
Después vienen los musulmanes y al oír este lenguaje de Dios Padre y Dios Hijo, inmediatamente piensan lo mismo que piensan los mormones. «¿Está diciendo que Dios Padre es un ser físico, que habita un cuerpo físico, que preñó una adolescente, y por consiguiente tuvieron a Jesús como el Hijo de Dios?». Si es así, piensan que es algo escandaloso. Dicen, «Eso suena horrible. No puede ser verdad». Por eso lo rechazan. Hay muchas cosas en las que no concordamos con los musulmanes, pero casualmente en este punto sí estamos de acuerdo con ellos. Ellos dirían, «Eso suena mal». Pues, porque está mal. Lo que suele suceder es que los musulmanes ven al Hijo de Dios con un lenguaje que exige una perspectiva mormona de Dios.
Repito, los musulmanes al igual que los mormones niegan la Trinidad, por lo tanto tienen un dios diferente. Los musulmanes no creen que Jesús sea Dios. No creen que murió en la cruz por nuestros pecados. Algunos dicen que le dio soponcio en la cruz. Otros dirían que el que murió en la cruz fue otro pero no fue Jesús. Dirían que Jesús es un profeta de Dios, pero que no es Dios. Hasta podrían decir que fue el mejor hombre que vivió hasta que vino el profeta Mahoma, al cual nosotros lo llamaríamos el falso profeta Mahoma.
Dirían que Jesús es como nosotros, es solo un hombre. Que no es el Dios-hombre, sino apenas un buen hombre, un profeta que habló por Dios. Y yo diría, «Si dice que es Dios, ¿cómo pueden llamarlo profeta? No pueden decir que Jesús sea apenas un buen hombre que habló por Dios. ¡El dijo que era Dios! «Eso no es correcto». Pues entonces no es ni un buen hombre ni un profeta. Es un mentiroso. ¡No pueden decir que sea un buen hombre y un profeta que mintió diciendo ser Dios! Eso lo haría un profeta falso y un mal hombre.
O Jesús dice la verdad, o es un mentiroso; y cuando dice claramente, enfáticamente, y públicamente «Yo soy Dios», en varias maneras, los musulmanes enfrentan un dilema difícil. No pueden recibirlo como un buen hombre y un profeta. Dicen que Mahoma en efecto era mejor que Jesús, un mejor representante y profeta de Dios, y que es el hombre más grande que jamás ha vivido, mayor que Jesús, y que Jesús no es Dios.
De modo que los mormones creen en una multitud de dioses, y dirían que tal vez Jesús sea un dios pero que hay muchos dioses. Los musulmanes dirían que Jesús no es Dios; que solo hay un Dios, pero que no es Él. Por lo tanto ambas creencias pasan por alto a Jesús, y en parte tiene que ver con el lenguaje del Hijo de Dios.
Es un asunto muy importante para los musulmanes. ¿Jesús es el Hijo de Dios? Una dulce chica me hizo esa pregunta hace poco en Mars Hill. Hoy más temprano, aquí en la Iglesia Mars Hill Ballard, una chica musulmana, iraní, entendió quién es Jesús, se volvió cristiana, y fue bautizada hoy. Al fin entendió que Jesús es el Hijo de Dios. [Aplaude la congregación] Al fin entendió qué significa que Jesús sea el Hijo de Dios. Significa que de tal Padre tal Hijo. Es igual a Dios Padre. Hay un Dios y tres Personas, no tres Dioses, y un Dios.
Es un tema entretejido a lo largo de todo el Evangelio de Lucas. Les daré tres ocasiones. En Lucas 1, el ángel Gabriel, Lucas 1:31–32, viene a María y le dice, «Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús». Que significa ‘Dios es mi Salvador’. «Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo».
«María, recuerdas en Isaías donde dice que una virgen concebirá y tendría un hijo? Tú eres esa virgen; y que su nombre sería Emanuel, que significa Dios con nosotros. Eso es lo que está pasando en tu vientre. Darás a luz un hijo, pero finalmente será el Hijo de Dios, Dios en carne humana, Dios en la historia humana, que viene por medio de tu vientre».
Lo mismo sucede en Lucas 3:22, como habíamos investigado hace algún tiempo, en el bautismo de Jesús. Aparece toda la Trinidad. La segunda Persona de la Trinidad, el Señor Jesucristo, está siendo bautizado. Y al salir del agua, la tercera Persona de la Trinidad desciende sobre Él en forma de paloma, y Dios Padre, la primera Persona de la Trinidad, habla desde el cielo, diciendo: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me he complacido».
El ángel Gabriel, declara de parte de Dios, y Dios Padre mismo, ambos declaran públicamente que Jesús es el Hijo de Dios, y Satanás hace lo mismo. En Lucas 4:9. vimos que Jesús estuvo 40 días orando y ayunando en el desierto. Satanás lo tienta y lo prueba, y le dice, «Si eres el Hijo de Dios…». Esto es lo que está diciendo. «Jesús, no dejas de decir que eres el Hijo de Dios. ¡Demuéstralo!». Y Jesús le dice, «No tengo que probarte nada. No me someto a tu autoridad. No sigo tus reglas. Rechazo tus tentaciones».
Jesús es el Hijo de Dios. El ángel lo declara, Dios Padre lo declara, hasta Satanás lo sabe, y Jesús enjuiciado, con la boca ensangrentada lo proclama sabiendo que resultará en su propio asesinato. Los que primero oyeron el lenguaje de Jesucristo el Hijo de Dios, no lo oyeron como lo oyen los mormones. No lo oyeron como lo oyen los musulmanes. Lo oyeron como Dios quiso que lo oyeran. Declara que es igual a Dios Padre. ¡Declara que es el Creador de cielo y tierra! Declara que Él mismo es el Señor sobre todo y no solo el mejor entre nosotros, ¡sino en una categoría aparte! ¡Está diciendo que es Dios! Si no es verdad, es blasfemia, y la pena es muerte.
Lo vemos también en otro lugar en Juan 5 donde Jesús afirma lo mismo que Él es el Hijo de Dios, y ellos lo oyen como una afirmación de deidad. Juan 5:18: «Entonces, por esta causa, los judíos aún más procuraban matarle, porque no sólo violaba el día de reposo, sino que también llamaba a Dios su propio Padre haciéndose igual». ¿a quién? «Igual a Dios».
Amigos, por eso arrestaron a Jesús. Por eso lo vendaron. Por eso lo golpearon. Por eso fue blasfemado. Por eso fue odiado. Por eso fue crucificado. Y se llevaron a Jesús y lo golpearon más. Lo azotaron, arrancando la carne de sus espaldas. Fue desfigurado hasta que no se sabía si era humano. Lo forzaron a llevar un pesado travesaño romano en su espalda desnuda, sangrienta y magullada. Cayó rostro en tierra, y aplastó su pecho. Necesitó ayuda para cargar ese travesaño al lugar de Su ejecución y crucifixión.
Lo recostaron y le hincaron lo que equivaldría a unas cuñas de ferrocarril en los centros nerviosos más sensibles del cuerpo humano: en las manos y los pies; y lo mataron abiertamente, públicamente, vergonzosamente, en presencia de Su propia madre, mientras la gente lo maldecía, se burlaba de Él, y le escupía.
Amigos, permítanme decirles. Si estaba mintiendo, tendrán que explicarme por qué. Lo único que tenía hacer era retractarse y decir: «No soy Dios», y su vida hubiera sido perdonada. Y murió. Para cerciorarse de que había muerto, clavaron una lanza en su costado, perforando el saco cardiaco bajo la caja torácica, de tal manera que agua y sangre fluían desde adentro, de los sacos externos del corazón.
Lo enterraron con más de 100 libras de mortajas y especias fúnebres, y lo metieron a una tumba fría, cavada de una roca, sobre la cual rodaron una enorme piedra para asegurarse de que nadie se llevara el cuerpo; y le pusieron el sello del gobierno romano encima para defender y resguardarlo. Colocaron guardias para vigilarlo, y Jesús estaba muerto; había muerto por nuestros pecados. A los tres días, un domingo por la mañana, resucitó de los muertos, declarando esencialmente, «Les dije que soy Dios», y conquistó el pecado y la muerte.
Los que antes habían temido la persecución, ser arrestados; quienes se habían acobardado temerosos e intimidados y no querían padecer lo mismo que Jesús, de repente se llenaron de denuedo. «Sí, Jesús es Dios». «Los vamos a arrestar». «Está bien». «¡Los vamos a crucificarlos como lo crucificamos a Él!». «Vimos lo que pasó. Él nos cuidará. Jesús es Dios que perdona el pecado. Jesús es Dios que conquista la muerte. Ya no tememos a la muerte».
¡Lo que me fascina es que Dios viene a la tierra, y lo juzgamos! ¡Enjuiciamos a Dios! ¡Todavía lo hacemos hoy! Ocurre en la sicología. Ocurre en la filosofía. Ocurre en la historia. Ocurre en la teología. Ocurre en la espiritualidad. La gente se la pasa juzgando a Jesús, como si tuviéramos derecho a sentarnos en el estrado con el mazo en la mano haciéndolo desfilar delante de nosotros.
«Dijo, soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. «Parece muy intolerante. Jesús eres culpable de intolerancia. Dijiste que todos somos pecadores. Eso parece muy negativo. Parece muy primitivo. Jesús, tus ideas están fuera de moda. ¡Eres culpable! Oh, Jesús. Hablaste del infierno más que cualquier otra persona en la Biblia. Hicimos una votación en nuestro grupo de estudio del instituto. Estamos estudiando filosofía con un tipo melenudo que juega Hacky. Es nuestro profesor, y está sacando la licenciatura. Parece muy inteligente. Como que abrió la conversación y decidimos que algunas cosas que dijiste son muy ofensivas, que debemos rechazarlas y rechazarte a ti o tendrás que retractarte porque los estudiantes de segundo año votamos, y es cosa seria. Esperamos que lo consideres. El profe melenudo de posgrado está de acuerdo con nosotros. ¿Qué dices de esto, Jesús? Te hemos juzgado». ¿De veras?
¿Cuántos de ustedes han juzgado a Jesús? «No me gusta lo que dijo. No me gusta el rumbo que lleva mi vida. No me gustó su proceder en ciertas ocasiones». Amigos, permítanme decirles que hay un Juez, y no son ustedes. Que Dios hubiese sido tan humilde de venir a la historia humana, que Dios hubiese sido tan humilde de ser juzgado, solo demuestra lo horrendos que somos. No juzgamos a Jesús; Jesús nos juzga. Jesús viene otra vez a juzga a vivos y muertos. Lo dice en Juan 5. «Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo».
Amigos, esta es la realidad. Si aún están juzgando a Jesús, son igual a los que lo crucificaron. Son igual de arrogantes, orgullosos, santurrones. Se creen más inteligentes que Él. Se creen mejores que Él. O creen que su influencia—podría se la de un filósofo, líder religioso, teólogo, o historiador—que su crítica de Jesús sea válida, porque parecen ser más persuasivos, más entendidos y convincentes.
Y la pregunta que quiero hacerles es, ¿confiarán en Jesús o en los demás? Si van a confiar en otra persona díganme por qué. ¿Acaso son más inteligentes que Jesús? ¿Acaso son mejores que Jesús? ¿Acaso han marcado una diferencia más grande que Jesús? ¿Acaso son más caritativos que Jesús? ¿Más humildes que Jesús? ¿Más amorosos que Jesús? ¿Más veraces que Jesús? La respuesta es ‘no’. Tenemos que confiar en alguien, Mars Hill, y les instamos que confíen en Jesús.
No creemos que Jesús es Dios por ser algo que nos hayamos inventado. No creemos que Jesús es Dios por ser algo que la historia eclesiástica se haya inventado. Creemos que Jesús es Dios porque dijo que es Dios. Creemos que Jesús es Dios porque Jesús es Dios, y murió sin retractarse, y resucitó de los muertos probando así que es el único Dios. Estoy tan agradecido que Jesús lo hizo abiertamente, en público.
Amigos, permítanme decirles: La gente no anda por ahí declarando esas cosas. No podemos decir que Jesús fue un hombre bondadoso y un buen maestro que dijo ser Dios, que tiene miles de millones de seguidores, que le dice a la gente, «Entrega tu vida por mi causa, entrega tus finanzas a mi causa, entrega tus hijos a mi causa. ¡Glorifícame, adórame, hónrame, sírveme, obedéceme!»; no podemos decir que sea un buen hombre que enseña cosas bonitas pero que se equivocó en la parte donde dice ser Dios!
Por lo tanto deben tomar una decisión, y ninguna otra religión tiene un fundador que haya dicho, «Yo soy Dios». De hecho, sabemos que una persona es santa si dice no serlo, ¿cierto? Pero si dice, «Soy sin pecado, soy perfecto, he venido del cielo, y me llamo Dios», no decimos, «Son buenas personas con poco entendimiento». Decimos, «Eso es mentira», o decimos, «Eso es verdad». Es así de sencillo. Una declaración tan clara significa dos cosas: o está diciendo la verdad, o está mintiendo. En realidad no hay otra alternativa.
Ninguna religión del mundo jamás tuvo un fundador que dijera, «Soy Dios. Vine del cielo. Soy el Rey de Reyes. Soy el Señor de Señores. Soy el Cristo. Soy el Hijo del Hombre. Soy el Hijo de Dios». La gente no anda por ahí diciendo esas cosas. Y los pocos que lo hacen no son buenos; son malos. No dicen la verdad; son mentirosos. No son profetas; son falsos profetas. No son de confianza; son muy peligrosos.
Deben tomar una decisión, la decisión más importante de toda su vida, la decisión que determina su vida eterna. ¿Van a juzgar a Jesús, o van a dejar que Jesús los juzgue a ustedes? ¿Van a reconocer «Soy pecador, santurrón, orgulloso. No tengo derecho a juzgar a Jesús. Él tiene todo derecho a juzgarme; y me amó tanto que vino a la historia humana como una persona para identificarse conmigo. Vivió sin pecado, la vida que debí haber vivido. Murió en la cruz, la muerte que debí haber padecido. Resucitó, conquistando a Satanás, el pecado, y la muerte, y me dice que un día de estos será juzgado por Él. Hoy día me invita a confiar en Él para que Su muerte sea mi muerte, y su justicia sea mi justicia, y Su vida sea mi vida, y que sea mi Dios; y que sea un ciudadano con Él en Su reino para siempre». Amigos, hoy es el día de su salvación.
Jesús declaró públicamente que era el Dios único, y algunos de ustedes no conocen a Jesús como Dios. Tienen que creer en Su Palabra. No pueden hacer que sea alguien que no es, o menos de lo que es verdaderamente. Deben tomar una decisión. ¿Jesús es su Dios? No solo su maestro, o su líder; no solo su ejemplo y su inspiración, sino ¿su Dios y Salvador?
Algunos de ustedes hoy, Dios está compungiendo sus corazones, está despertando sus almas. En parte pudo ser un proceso que culminó aquí hoy en el cual usted diría, «Definitivamente, Jesús es mi Dios. Me volví cristiano hoy, por la gracia de Dios». Para algunos es algo que Dios está empezando a obrar en ustedes ahora. Esto no es solo información; es algo inquietante. «Sí, en realidad no había considerado a Jesús como debía. ¿Quién es? ¿Quién es Él para mí?». Permítame decirle que ese es Dios quien lo despierta y obra y comienza hacer nacer una nueva vida, la vida cristiana en usted.
Algunos de ustedes han tomado prestada la fe de sus padres, o de sus amigos, o de su familia, y necesitan tener su propia relación con Jesús; y no pueden decir solamente, «Jesús es nuestro Dios». Deben decir, «Jesús es mi Dios». Los amamos. Nos encanta que estén aquí, y queremos que conozcan a Jesús como Dios. Voy a orar por ustedes.
Dios Padre, gracias porque tú, el Anciano de Días, formulaste un plan de enviar al Hijo del Hombre a la historia humana. Señor, Jesús, te doy gracias porque viniste humildemente, resistiendo toda tentación y soportando toda oposición. Jesús, gracias porque estuviste dispuesto a que te vendaran los ojos, a ser golpeado, blasfemado por personas que tú hiciste, demostrando lo bueno que eres y lo malos que somos. Y Jesús, gracias porque al ser enjuiciado ante una turba dijiste, «Soy el Cristo»; dijiste, «Soy el Hijo del Hombre»; dijiste, «¡Soy el Hijo de Dios!». Moriste sin retractar jamás esas afirmaciones claras de ser el único Dios. Y Jesús, moriste por nuestro pecado. Y Jesús, te damos gracias porque resucitaste de los muertos, conquistaste el pecado y la muerte, y comprobaste que todo lo que dijiste era cierto por tu victoria triunfal. Por eso, Jesús, oro por mis amigos. Espíritu Santo te pido, te invito humildemente que hagas tu voluntad en la gente que oye esta Palabra, Espíritu Santo, que cambies corazones. que renueves las mentes, que cambies los destinos, que hagas que la gente deje de juzgar a Jesús y empiecen a confiar en Él como Dios. Dios, y te pedimos que este sea un momento sagrado para muchos. Jesús, y te damos gracias porque no mentiste. Dijiste la verdad. Danos la gracia para recibir la verdad. Lo pedimos, Señor, en el buen nombre de Jesús. Amén.
Nota: Esta transcripción ha sido editada.