Juan el Bautista, Parte 2 (Lucas 7:28–35)

Lucas 7:28–35 (RVR 1960)

28 Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.
29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan.
31 Y dijo el Señor: ¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
32 Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
33 Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
34 Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
35 Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos.

Introducción

Muy bien, Mars Hill, seguimos en el Evangelio de Lucas. Estamos en Lucas 7:28-35, el segundo mensaje de una serie de dos partes en la que vemos a Juan el Bautista. Al contemplar su vida, y examinar su vida, tenemos la oportunidad, no solo de aprender algo por medio de su vida, sino también de examinar la nuestra. Lo que encontramos hoy es una de las vidas más extraordinarias que jamás han vivido, en relación a Jesús, en la historia del mundo; y por la gracia de Dios, nos gustaría aspirar a lo mismo, y tener una gran vida en relación a Jesús. En lo que respecta a Juan, de hecho esto fue lo que su primo Jesús dijo de él: Lucas 7:28: “Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor que Juan”. Es una declaración asombrosa que hace Jesús.

Más adelante en Lucas 7 encontrarán que de hecho algunos de los detractores de Juan dijeron que estaba poseído por el demonio. Las opiniones y valoraciones de Juan variaban ampliamente, pero lo que cuenta de veras es la valoración que Jesús hace de una vida, y eso es lo que aprendemos de Juan. La gente puede decir lo que quiera, pero lo que cuenta verdaderamente es lo que Jesús dice de la vida de ustedes, de la mía, y de la de Juan.

Y Jesús dice que aparte de sí mismo, de su propia vida, no ha habido, ni hay, ni habrá nadie más grande que Juan el Bautista, lo cual es una declaración intrigante, porque la hace durante el reinado de un hombre llamado Herodes. Él era el rey, y su sobrenombre era Herodes el Grande. De hecho, Jesús dice que Juan es más grande que Herodes. Sin embargo, a diferencia de Herodes, Juan es pobre. No es rico. Es un hombre muy rural; no es de la ciudad. Es muy sencillo. No viene de una de las principales familias. Viene de familia humilde, y sin embargo, es el hombre más grande que ha vivido.

Y lo que quiero decirles es, que sí hay una clase de ambición piadosa, santa y redimida, que no es orgullosa ni egoísta, sino más bien un deseo de hacer que la vida cuente para algo; de invertirla sabiamente, y derramarla noblemente por Jesús. Y Juan nos sirve como un gran ejemplo de esta clase de ambición redimida y humilde. Vive con bravura, con pasión, y con propósito para Jesús; y Jesús declara que es el más grande que ha vivido. Hoy examinaremos cuatro aspectos de la grandeza de Juan:

1. Juan era un gran hombre porque llamaba a la gente al arrepentimiento.

La primera es esta: Juan era un gran hombre porque llamaba a la gente al arrepentimiento. Lucas 7:29–30 dice: “Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron”, o sea, el resumen de la vida de Juan, y los recaudadores de impuestos también; mejor dicho, hasta los canallas, “justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan”. Pero ahora vienen los tipos religiosos, “Mas los fariseos, y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan”.

Así que Juan viene como los profetas del Antiguo Testamento, de ese género, y proclama: “Arrepiéntanse, arrepiéntanse, arrepiéntanse de pecado”. Algunos reciben este mensaje y se identifican públicamente como pecadores, y vienen al río a ser bautizados por Juan, demostrando que necesitan ser limpiados de pecado, de la misma manera que el agua limpia de la suciedad, todo lo cual es sombra y anticipación de la resurrección de Jesús en nuestro lugar y por nuestros pecados.

Otros no reciben este mensaje, lo rechazan. Son la gente religiosa, que se ofenden al oír que son pecadores, y se sienten ofendidos al oír que están siendo invitados a las aguas bautismales del río, junto con los ladrones, los canallas, los pervertidos, los asesinos. Se sienten como suele sentirse la gente religiosa: equivocadamente creen que son buenos y que los demás son malos, y no quieren juntarse con la gente pecadora.

Así que dentro del ministerio de Juan, hay dos mega temas de nuestra fe, que de veras quiero y necesito que entiendan: el pecado, y el arrepentimiento. Los cristianos a menudo usamos estas palabras, el “pecado” y el “arrepentimiento”, sin definirlas, lo cual puede causar confusión. Y si usted no entiende el pecado y el arrepentimiento, entonces la Biblia no tendrá sentido para usted, y su vida además, tampoco tendrá sentido. Por lo tanto abordaremos estas dos cosas en forma consecutiva.

Juan llama al pueblo a arrepentirse del pecado. El pecado es un mega tema de la Biblia. La Biblia habla del pecado usando un gran número de ilustraciones, metáforas, analogías, y palabras. Cornelio Plantinga escribió un libro titulado, Como no deben ser las cosas: Un breviario del pecado. Y define el pecado de esta manera: “La Biblia presenta el pecado por medio de conceptos mayores, sobre todo el desacato de las leyes, y la infidelidad, las cuales se expresan en una selección de imágenes. El pecado es no dar en el blanco, extraviarse del camino, descarriarse del rebaño. El pecado es un corazón duro, una dura cerviz. El pecado es ceguera y sordera. Es tanto, cruzar una raya, como no alcanzarla. Es tanto, una transgresión, como una deficiencia. El pecado es una bestia que está a la puerta. En el pecado la gente ataca, evade, o desatiende su llamado divino. Estas al igual que otras imágenes sugieren que hay desviación. Aunque sea muy conocido, el pecado nunca es normal. El pecado es el trastorno de la armonía creada y la resistencia a la restauración divina de esa armonía. Sobre todo, el pecado trastorna y se resiste a la vital relación entre la humanidad y Dios”.

El pecado es propasarse. Es no hacer lo suficiente. Es un corazón duro, una dura cerviz. El pecado es dejar que cualquier cosa o cualquier persona sea el centro de su identidad, y de su gozo, menos el Dios de la Biblia. El pecado es lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hacemos. Es lo que no pensamos sentimos y hacemos. El pecado es la comisión de la maldad. También es la omisión, cuando no acertamos a hacer lo correcto. El pecado no es solo hechos, también es condicional. Somos pecadores por naturaleza y por elección. La Biblia dice, de hecho, que somos así desde el vientre de nuestras madres. Es algo que tenemos muy enraizado en nuestro ser. El pecado es el problema humano que provoca todos los ismos: el racismo, el clasismo. Todo eso es resulta del pecado. El pecado es el problema fundamental, y podemos reconocer todos sus efectos. Si no identificamos la causa fundamental del problema, o el pecado, nuestras vidas, nuestras culturas, y nuestro mundo nunca cambiarían.

Por eso es que Juan va al corazón del asunto en su predicación. Está tratando el asunto del pecado, y está mandando a la gente y obligando a la gente a arrepentirse de su pecado. Esta palabra es muy significativa aquí en Mars Hill: usamos mucho las palabras “arrepiéntase”, y “pecado”. Y me atrevo a decirlo, pero hoy en día no es nada popular hablar del pecado, y ciertamente no es popular hablar del arrepentimiento. Está bien hablar de los pecados de los demás, siempre y cuando no hablen de nuestros pecados, ni decirle a la gente que se arrepienta de sus pecados; sin embargo, no tienen inconveniente con permitir el pecado.

Y Juan se enfrenta a toda la nación, diciendo que su problema es el pecado, y que la solución es el arrepentimiento. Así que dedicaremos un poco de tiempo a analizar el arrepentimiento. Voy a sentarme porque soy viejo, y porque estoy resfriado. Así es, y un día de estos tendré un cuerpo resucitado y ya no me dará más gripa.

Falsificaciones del arrepentimiento

Así que permítanme explicarles lo que es, y lo que no es el arrepentimiento. Para algunos de ustedes, esto será algo completamente nuevo, nunca lo habrán oído. Para otros, puede que hayan recibido esta información en pequeñas porciones durante sus vidas. Para algunos de ustedes, será un repaso de cosas que les he enseñado antes, pero que quizás necesiten poner en práctica. Y para el resto de ustedes, puede que ya conozcan y practiquen el arremetimiento, y esto les ayudará a aclarar su capacidad de aconsejar a otros. Quiero que presten atención, esto es algo muy importante. Si no sabe qué hacer con el pecado, destruirá su vida, y destruirá a cualquiera que esté conectado con usted. Es algo muy, pero muy serio.

1. El arrepentimiento religioso

Así que el verdadero arrepentimiento no es un arrepentimiento religioso. El arrepentimiento religioso es así: “Veo sus pecados, pero no los míos. Confieso sus pecados, pero no los míos. Me disgustan mucho sus pecados, pero los míos no me molestan”. Esto ocurre porque la gente religiosa por lo general piensa que son moralmente superiores, más piadosos, y santos, y que son mejores que todos los demás. Por consiguiente, piensan que ellos son buenos, y que todos los demás son malos. Y a la gente religiosa les gusta entrometerse en todo, y chismear, estar obsesionados con la pulcritud, encontrarle defectos a todo, y ser constantemente molestos e irritantes. Eso es lo que hace la gente religiosa. Y sucede lo siguiente: ellos siempre están dispuestos a hablar de las cosas que uno hace mal, pero nunca se les oye decir cosas como, “fue culpa mía; lo siento; me equivoqué”. Algunos de ustedes están casados con esa clase de persona: mil disculpas. Ahora déles un codazo para que pongan atención.

Jesús nos relata la historia de dos personas que van al templo, que en el Antiguo Testamento equivalía a una iglesia. Uno de ellos ora con ojos altaneros, y con el rostro erguido, lleno de orgullo. “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres. Gracias porque soy mejor que ellos. Gracias porque no hago todas esas cosas horribles”. Está confesando el pecado de otras personas. Entra el segundo hombre del relato, y no está lleno de orgullo, está lleno de pena y dolor. Mira hacia el piso. Ni siquiera puede levantar la mirada, y dice sencillamente, “Dios, ten misericordia de mí. Soy un pecador”. Está tratando con su propio pecado, no con el pecado ajeno. Está lleno de humildad, y no de orgullo. Y Jesús dice, “De cierto, de cierto os digo que este hombre, y no el otro, se fue justificado, o declarado justo a los ojos de Dios”. La gente religiosa tiene la mala fama de pasar por alto sus propios pecados, y de hablar siempre de los pecados de los demás, y a veces lo disimulan o lo encubren poniéndolo en forma de oración, para que parezcan ser muy santos cuando en realidad no lo son.

2. El arrepentimiento pagano

El verdadero arrepentimiento no es un arrepentimiento pagano. Y comparto con ustedes estas falsas maneras de arrepentirse, porque hay muchas falsificaciones del arrepentimiento. Uno de los aspectos que distingue el paganismo del cristianismo, es que la Biblia dice que Dios es bueno; por lo tanto, no necesitamos hacer que Dios sea bueno. Él ya lo es. El paganismo supone que Dios no es bueno, y que tenemos que manipular a Dios—como si fuera posible hacerlo—y hacer que Dios sea bueno. Así que el paganismo, y el arrepentimiento pagano dicen, “Entonces, si le digo a Dios ‘lo siento’, tiene que hacer algo por mí”. Algunos ejemplos de esto serían: “Sé que no debo estar saliendo con esta persona, pero si le digo a Dios que lo siento, está obligado a salvar a esa persona, para que las cosas estén bien. Sé que hice algo malo, pero si le digo a Dios que lo siento, está obligado a cubrirme, y no permitir que mi pecado sea expuesto o descubierto. Si le digo a Dios que lo siento, Él tiene que sanarme. Si le digo a Dios que lo siento, tiene que bendecirme. Si le digo a Dios que lo siento, tiene que prosperarme. Dios es soberano, y es libre, y es bueno. Dios no puede ser manipulado, y Dios no está obligado con nadie.

3. La tristeza mundana

Además, el verdadero arrepentimiento no es una tristeza mundana. Pablo nos dice en Corintios, que percibía que ellos tenían una tristeza mundana, y algunas versiones de la Biblia dirán, un “pesar mundano”, y eso se debe a que, al pecar, los que no son cristianos pueden hasta sentirse mal. Hablé con un tipo hace poco y me dijo, “Me siento mal”. Le dije: “¿Por qué?”. La respuesta es: Porque es malo. Se siente mal porque es malo. Ahora tiene sentido, ¿no es cierto? No tiene que cavar en busca de una concienzuda investigación sicológica. Se siente malo porque usted es malo. Dios le dio una conciencia. Somos portadores de Su imagen. Es nuestro timón moral. Podemos apenarnos, apagar, y resistir al Espíritu Santo, pero el Espíritu Santo obra por medio de nuestra conciencia; Jesús prometió que nos convencería de pecado. También aprendemos de nuestro pecado por medio de lo que enseña la Biblia, y por medio de amigos devotos.

Y lo que sucede con la tristeza mundana o el pesar, es que nos sentimos mal, pero no cambiamos. Solamente se siente mal. Y lo que puede suceder en una cultura, es que creamos una falsa religión, con falsos profetas y pastores, sacerdotes y sacerdotisas, y acabamos presentando un Evangelio falso. No es por meterme con Tiger Woods, pero lo haré de todas maneras. Les daré un ejemplo de Tiger Woods. Lo que pasó en el caso de Tiger Woods es algo que suele ocurrir con bastante frecuencia. En primer lugar, alguien no se arrepiente, lo cogen con las manos en la masa. Lo opuesto al arrepentimiento, es que lo cojan a uno, o sea que usted no se presenta y dice, “Dije o hice algo malo, u omití decir o hacer algo bueno, sino que me cogieron; lo cual significa que yo no iba dejar de hacerlo hasta que ustedes me obligaron”. Lo atraparon. Y después tiene que manifestar una tristeza mundana. Tiene que decir, “oh, de veras lo siento. Hice algo horrible. Me siento muy mal”. En el mejor de los casos, su agente de relaciones públicas le dirá: “Al menos llore o finja estar triste, porque eso le ayudará. Pensarán que de veras está muy arrepentido por lo que hizo”.

Y después tenemos un equivalente cultural al catolicismo pagano. Permítanme desglosarles todo esto: Como niño, me crié católico; asistí a la escuela católica, y fui acólito por algunos años. Y en el catolicismo uno va al confesionario con el cura, y le dice, “Padre, me acuso de haber pecado. Perdóneme. Hace tanto tiempo que no vengo a confesarme”. Y después le decía al padre lo que había hecho, y el cura decía, “Te absuelvo de pecado, hijo. Te perdono. Ahora ve y repite tantos avemarías, o haz estos actos de contrición, o reza tantos padrenuestros; o ve y haz estas buenas obras, y después estarás a cuentas con Dios, y todo estará bien”, o algo así.

Y lo que pasa en la cultura es que de alguien tiene una tristeza mundana. Saben que han hecho algo malo, y necesitan buscar a alguien que ocupa la posición cultural equivalente a un sacerdote. Y para que lo sepan, yo no creo en nada de esto. Jesús es mi Gran Sumo Sacerdote. Un cura no puede perdonarme. El salmista dijo, “Contra ti, contra ti solo he pecado”. Por eso no voy con ningún sacerdote; en cambio voy al Gran Sumo Sacerdote, Jesús. Pero lo que sucede en nuestra cultura, entonces, es que buscamos a alguien que ocupa ese papel de superioridad moral, y encontramos personas como Barbara Walters, o Larry King, u Oprah, o el Dr. Phil. Vamos y buscamos a alguien que prepare el escenario de su show o su plató, como si fuera un confesionario. Y entra la persona que ha pecado con la cara larga y triste, y muy asustada, y dice, “De veras siento mucho lo que hice”. Y después la persona que ocupa la posición de autoridad moral y espiritual, el sacerdote cultural, dice, “Cuéntenos lo que hizo, y cómo se siente”. Y después la persona llora, y dice las cosas que su agente de relaciones públicas le aconsejó que dijera.

Pero sus pecados no están perdonados, porque necesita ir al “purgatorio” a pagarlos, y entonces va a rehabilitación. Y la rehabilitación es la versión cultural del purgatorio. Siempre los mandan a rehabilitación: Si hace algo malo, tiene que ir a rehabilitarse. Rehabilitación para drogadictos, para personas adictas al sexo, al alcohol Rehabilitación para quienes no recibieron el afecto de sus padres, para los jugadores, o para lo que sea. Y van a rehabilitación un rato. Es como el purgatorio: uno va ahí y paga lo que debe. Y después se sale, y repite lo mismo, y vuelve a regresar, y se encuentra con el sumo sacerdote, o la sacerdotisa. Y les dice: “¿Sabe qué? Estoy muy, pero muy triste, porque hice algo muy malo, pero siento que ya pagué lo que debía, y fui a rehabilitación. Y ahora como que he nacido de nuevo. Soy una nueva persona, y voy a dar mucho dinero a las mujeres, a los niños, o a los animales. Donaré dinero a cualquier cosa simpática para dar a conocer la pena que siento” Y después le cuentan todo esto a la población, al público, a la cultura, y ellos deciden si lo van a perdonar a uno, o no. Ocupan la posición de Dios. “Oh, usted dijo que estaba arrepentido, fue a rehabilitarse, dio mucho dinero a la gente necesitada. Lo perdonamos. Puede volver a jugar golf. Vaya y no peque más”.

Así es la tristeza mundana. Toda la cultura en que vivimos está basada en eso, y la gente no cambia; sus corazones no cambian. No hay expiación, no hay ninguna paga por la pena del pecado. No hay Jesús, no hay un Salvador. No hay vida nueva en Cristo, no hay nada de eso, solo una cantidad de imitaciones falsas Pero se los digo, no para meterme con un hombre, sino para decirles que todos somos propensos a eso, y que nuestra cultura desea tener algo como un sumo sacerdote que perdone nuestros pecados, y nos dé vida nueva. Pero sin Jesús, acabamos con una cantidad de falsificaciones impotentes.

4. La confesión por sí sola

El verdadero arrepentimiento tampoco consiste en la confesión, únicamente. Tan solo confesarse es algo muy confuso, sobre todo para los cristianos, porque cuando alguien peca y uno los confronta o los reprende, y los llama a arrepentirse, como lo hace Juan, uno dice, “Lo que usted hizo estuvo muy mal”. Y contestan: “¿Sabe qué? Tiene razón, fue terrible”. Y usted les dice, “Oh, qué bien, menos mal que lo reconoce. Permítame abrazarlo; ahora todo está bien”. Y después vuelven a repetirlo. Entonces usted dice, “Pensé que estaba arrepentido”. “Oh, sí lo estaba. Estoy arrepentido ahora, y lo estaré la semana entrante, y dentro de dos semanas. Lo siento mucho. Y cada vez que me siento arrepentido, al menos no me siento como un hipócrita, soy genuino, soy honesto, soy franco, digo la verdad. Y les diré lo malo que soy: seguiré siendo malo”. Algunos de ustedes están saliendo con esa clase de persona. Corre, corre, corre, corre, Forrest corre, corre por tu vida. Y los confundirán a ustedes, porque ustedes les dirán: “Oiga, no debiste decir eso, o no debiste hacer eso”. “Tienes razón, eso estuvo mal”, y lo seguirán haciendo. Confesarse es solamente reconocer que ha pecado, sin arrepentirse del pecado.

5. Echarle la culpa a alguien

Además, el verdadero arrepentimiento no consiste en echarle la culpa a alguien, o sea, “Sí, algo malo pasó, pero la culpa la tiene otro, yo no”. Eso data desde el Huerto del Edén. Adán peca y dice, “Dios, tú hiciste a la mujer. Pues salió defectuosa. Ustedes dos necesitan arreglárselas”. Eva dice, “Oh, no me mires a mí, el diablo me hizo pecar”. Era carismática. Y lo cierto es que ambos eran moralmente responsables por su propia transgresión. Y a veces hacemos eso. “Sí, perdí los estribos, pero es que me enfadó tanto. Obviamente es culpa del otro. Sí, le robé a mi jefe, pero después de todo, no me pagaban lo suficiente”. Le puse los cachos a mi cónyuge, pero no estaba satisfaciendo mis necesidades”. ¡Oh, la pobre víctima, culpando a los demás!

6. Minimizar el pecado

El verdadero arrepentimiento tampoco consiste en minimizar el pecado. Usted peca, alguien le insta a arrepentirse, y lo primero que hace es buscar a alguien que está haciendo algo peor. “Al menos no maté a alguien”. Oh, qué suertudo eres, pondremos una estrella en tu lista de No Matar a Nadie, por no haberlo hecho un día entero. Encontrarás a alguien peor que tú. “Eres un cónyuge malísimo. Pero al menos no estás casado con fulana de tal”. Y si todo lo demás falla, compárelos con Hitler; eso es lo que debe hacer. Haga lo más ruin: Compárelos con Hitler; dígales: “Al menos no soy un nazi”. Oh, eso es cierto. Se ponen al lado de Hitler y dicen: “Ya ves, después de todo no soy tan malo como me pintan”. Sí, comparado con Hitler, todo el mundo se ve mejor. Pues déjeme decirle que no ha alcanzado la cima de la moralidad; sin embargo, eso es lo que hace la gente. Eso es minimizar el pecado. “Oh, en realidad no es nada. Estás demasiado alterado; estás exagerando. ¿Por qué tienes que agitarte tanto?”.

7. Hacer excusas

Es más, el verdadero arrepentimiento no consiste en hacer excusas. “Sí, lo hice, pero es que tuve una niñez muy dura. ¿Saben? No tuve una buena educación. Mi padre nunca me abrazó. Tengo una predisposición genética. Mi personalidad es tipo, T-O-N-T-O. Usted lo sabe, solo hay— como P-E-R-V, ¿no?—ese es mi tipo de personalidad”.

El verdadero arrepentimiento

No, el verdadero arrepentimiento es un proceso de cinco pasos, y esto se los he compartido antes:

1. La convicción

Empieza con la convicción, que es una obra de Dios. Jesús dijo que el Espíritu Santo vendría y nos convencería de pecado. Obra por medio de la conciencia, de las Escrituras, de las buenas amistades, y de la enseñanza bíblica. La convicción ocurre cuando sentimos y sabemos que hicimos algo mal. La convicción viene de Dios.

2. La confesión

Cuando nos sentimos así, podemos sufrir, apagar, o resistir—según la Biblia—al Espíritu Santo. O podemos ponernos de acuerdo con Dios. Aquí dice que justificaron a Dios, eso es estar de acuerdo con Dios. Eso era lo que hacían. “Tienes razón, me equivoqué”. Eso nos lleva a la confesión. La confesión consiste en declarar, hablar acerca de, tomar responsabilidad. “Dios, tienes razón; me equivoqué. La Biblia dice algo, y estoy transgrediendo lo que Tú dices”. La confesión consiste en contarle a Dios los pecados que uno comete. La confesión es contarles a los demás sus pecados. Algunos de ustedes no se han arrepentido con sus familiares, sus amigos, sus colegas de trabajo, vecinos que ni siquiera saben… o su cónyuge, de lo que han hecho, o de lo que están haciendo. No se han arrepentido. Solo esperan que lo cojan infraganti; y si nunca lo cogen, nunca confesará que lo hizo. Esto es lo que les aconsejo y les amonesto que hagan: confiésenlo, y hablen de ello. Díganle a alguien, “Sabe qué, hay algo que necesito contarle. Necesitamos tener esa clase de conversación. Yo soy tal y tal, y esto fue lo que hice”. La confesión es contarle a Dios nuestros pecados; es decir, contra quién hemos pecado, y hablar con la gente del pecado; es decir, contra quién hemos pecado. Por eso dice la Biblia en 1 Juan 1:9, “Si confesamos nuestros pecados”, o sea si hablamos de ellos. La convicción, la confesión… la confesión consiste en responder.

3. El arrepentimiento

Tercero: El arrepentimiento. El arrepentimiento no es controlar, o minimizar el pecado. “Solía hacerlo cada semana, ahora no lo hago sino una vez al mes, o cada seis meses, o cada año. Solía tal cosa hasta cierto punto, pero ya no lo hago tanto…Estoy tratando de controlarlo o de minimizarlo, o estoy tratando de mantener mi pecado”. Eso no es arrepentirse. Nuestro pecado es peor de lo que pensamos. Nuestro pecado es tan malo, que Dios, Jesús, tuvo que morir por causa de él. Si es lo suficientemente importante para que Jesús muera por él, necesitamos hacerlo morir. Necesitamos hacerlo morir. Si Jesús murió por ese pecado, entonces ese pecado debe morir. No pueden herirlo solamente, tienen que matarlo. El arrepentimiento es hacer morir el pecado, hacerlo morir, no solo sentirse mal por haberlo hecho. No es solo decir, “lo siento”. No es solo, tratar más duro. Es matarlo, porque mató a Jesús.

4. La restitución

Esto nos lleva al cuarto paso; y dicho sea de paso, todo el ministerio de Juan era: “Arrepiéntanse, arrepiéntanse, arrepiéntanse”. Todo lo que decía venía a parar en eso. Así que el cuarto paso es la restitución; y no estamos hablando de hacer penitencia, pretendiendo así pagarle a Dios; me refiero a hacer restitución. Si le ha robado algo a alguien, devuélvaselo. Si ha infamado o injuriado a alguien con mentiras, necesita confesarles que les mintió, que lo que dijo no era cierto. “Pequé, y mentí.”. ¿Ven? Porque algunos de ustedes le han hecho muchísimo daño a otras personas, y pueden decirle a Dios, “lo siento”, y llamar a esas personas y decirles, “lo siento”. Pero si no trata de enmendar las cosas, es como si le disparara a una persona y se escapara en su auto, en vez de llevarlos al hospital. “Lo siento, eso duele. Pues buena suerte con eso, hasta luego”. No, el verdadero arrepentimiento es: “Necesito tratar de enmendar lo que hice, lo más que puedo, por la gracia de Dios, porque si yo le causé esas heridas, necesito formar parte del remedio, si me lo permites”. La convicción, la confesión, el arrepentimiento, la restitución.

5. La reconciliación

Quinto paso: La reconciliación. Aquí es donde Dios se reconcilia con su pueblo, y la gente se reconcilia entre sí, y donde Jesús quita el pecado, para que pueda llevarse a cabo la reconciliación. Jesús hace que esto sea posible por medio de su muerte, sepultura y resurrección. Ese es el medio de la reconciliación. Permítanme decirles que para el arrepentimiento se necesita una sola persona. El arrepentimiento requiere de una sola persona. Pero la reconciliación requiere dos. Si usted ha pecado, o si peca, porque todos pecamos, vaya a la persona contra la que pecó, y arrepiéntase. “He pecado. Puede que usted ni siquiera se dio cuenta que pequé contra usted, pero “permítame decirle francamente lo que hice. Déjeme decirles quién soy, y lo que hice, o lo que no hice. Me estoy arrepintiendo, estoy haciendo morir esto. Por la gracia de Dios esto va a parar”. Se necesita una sola persona para arrepentirse. ¿De qué tiene que arrepentirse? ¿Con quién necesita hablar? ¿Qué necesita hacerles saber?

Se necesita una sola para perdonar. “Lo perdono por lo que hizo, o por lo que no hizo". Algunos de ustedes dirán, “yo no puedo perdonar a esa persona, porque no se han arrepentido”. Pero tiene que perdonarlos de todas formas. Porque lo librara de la amargura. Abre las puertas de la reconciliación. Está dispuesto a encontrarse con ellos a mitad de camino, y ellos deben darle la espalda a sus pecados, y caminar hacia usted. Además, al hacerlo los estará encomendando a Dios. “Dios, los he perdonado. Ahora están en tus manos. Mi oración es que se arrepientan, pero si no, la justicia vendrá de Ti”. La justicia viene de la cruz de Jesús, o la justicia viene luego, en el infierno; de una manera u otra, viene la justicia. ¿A quién necesita perdonar? ¿Qué le han hecho? Algunos de ustedes dirán, “Yo no puedo perdonar”. Debe hacerlo. Debe hacerlo.

Siento que el Espíritu Santo me insta decirles algo. No tenía la intención de decírselos, y no lo he dicho todo el día. Siento que algunos de ustedes ahora, en sus mentes están diciendo… y si se sienten aludidos, este es un don para ustedes de parte del Espíritu Santo, …“no soy capaz de perdonarme a mí mismo”. Y déjenme decirles que, aunque suene muy espiritual, es blasfemia, porque si el Dios de la Biblia los perdona a ustedes, y no se perdonan a ustedes mismos, están diciendo que están por encima del Dios de la Biblia. Lo que están diciendo es que cuando Cristo dijo en la Cruz, “Padre, perdónalos”, están diciendo, "aunque me perdone el Padre Celestial, no voy a perdonarme a mí mismo”. Por lo tanto están diciendo básicamente, “yo soy más dios que Él”. Necesitan arrepentirse de pecado. Necesitan perdonar a quienes han pecado contra ustedes; y no tienen por qué andar diciendo que no pueden perdonarse a sí mismos, porque eso es blasfemia. Si Jesús los perdona, y no hay un Dios más grande que Él, usted y yo no tenemos derecho a ponernos por encima de Jesús, y negarnos el perdón que Él nos garantiza por medio de su muerte y resurrección. Todo esto es un asunto muy serio.

Jesús declara que Juan es un gran hombre, porque llama a la gente al arrepentimiento. Rompe con toda la confusión cultural, la bulla, y las tonterías. No se conforma con el arrepentimiento religioso, el arrepentimiento pagano, la tristeza mundana, o con solo confesarse; no se conforma con echar la culpa, minimizar, hacer excusas, la convicción por sí sola, o la confesión. Pone el hacha a la raíz del problema, y persigue al pecado con una valentía furiosa, llamando a la gente a arrepentirse del pecado. Dios nos llama a arrepentirnos del pecado, porque nos ama. El pecado conduce a la muerte, mas el arrepentimiento es un don que debe ser disfrutado. En eso consiste la grandeza de Juan.

Y repito, algunos en este relato de Lucas reciben el arrepentimiento, y bajan al río, y declaran públicamente con sus obras, “Soy un pecador; estoy arrepintiéndome”. Mientras que otros lo rechazan y se vuelven religiosos, y pelean, y argumentan, y se defienden, a desmedro de su propia vergüenza y locura. Y a usted y a mí nos es dado esta oportunidad divina para tomar esa decisión por cuenta propia. Pues, declararemos que Dios es justo, al declarar que somos injustos, y que necesitamos justicia por medio de la cruz de Jesús. Ahora saben por qué reaccionaron tan fuertemente a Juan, ¿no es así? Lo amaban y lo odiaban, pero no podían ignorarlo. Así es Juan.

2. Juan era un gran hombre porque soportó a la gente imposible.

Jesús continúa diciendo que Juan era un gran hombre, porque soportó a la gente imposible. En Lucas 7:31–32, dice: “¿A qué, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes? Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros y dicen: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis”. Aquí Jesús está ofendiendo a la gente. Para algunos de ustedes, el peor pecado es ofender a alguien. Jesús ofendía a la gente, y lo hacía con amor. Lo hizo para señalarles su pecado y su locura.

Un comentarista justamente llama esto: la parábola de los malcriados; sería un nombre bien chévere para una banda. Sería una banda cristiana asombrosa. “Nos llamamos Parábola de los Malcriados” Y la parábola de los malcriados es esta: Cualquiera de ustedes que ha visto a los niños pequeños, sabe que cuando ellos observan los grandes eventos de la vida, tienden a imitar esos eventos, ¿no es así?

Y en aquellos días, los dos grandes eventos eran los entierros y las bodas. Los entierros son oscuros, mientras que las bodas alumbran. Los entierros son penosos, las bodas son motivo de celebración. Y lo que pasaba en los entierros, era que todos se vestían de negro, y la procesión salía del pueblo, rumbo al cementerio, y los endechadores endechaban, y los que lloraban iban llorando, y los que tocaban la flauta la tocaban.

Y en una boda, todos se quedaban en el pueblo, y a menudo hacían un multibanquete, y la novia entraba en toda su gloria, vestida de blanco, y había baile y canto, y celebración, y canciones. Y entonces los niñitos se juntaban, y jugaban al entierro o a la boda. Así que los niños emo, los niños roqueros punk, jugaban al entierro. Todos los niños pop, y los niños hip-hop, jugaban a las bodas. ¿Tienen hijos? ¿No es cierto que hoy en día hacen eso? Ven un gran evento, van a la casa, y tratan de recrearlo. Eso sucede, ¿no es así?

Sí, siempre había un grupo de niños que quería jugar al entierro, y un grupo de niños que quería jugar a las bodas, y un grupo de niños que no quería jugar a nada. Esos últimos eran los niños religiosos. “Decían, “no queremos jugar al entierro, es demasiado triste. No queremos jugar a las bodas porque es demasiado alegre”. ¿A qué quieren jugar? “Quiero hacer el papel de crítico miserable”, y ese era el juego de ellos. Nunca querían juntarse con la gente para participar. Algunas personas son así, dice Jesús, aun cuando vienen a la iglesia. “Aquél es demasiado grande; aquél es demasiado pequeño; aquel es demasiado serio; aquel es demasiado irreverente. Aquel es demasiado ordenado. Aquel es demasiado desordenado. Aquel es demasiado formal. Aquel es demasiado informal”.

¿Algunos de ustedes tienen hijos que son así? Que son unos remilgados, por ejemplo. “¿Se te ofrece un sándwich?”. “No”. “¿Y qué tal unos huevos?”. “No”. ¿Cereal?”. “No”. “¿Pizza?”. “No”. Son esa clase de niños. No importa lo que se les ofrezca: “No”. Siempre son negativos. Algunos de ustedes son así, siempre son negativos. Le encuentran defectos a todo el mundo, y a todas las cosas. y simplemente rehúsan. Solo se cruzan de brazos, y dicen, “no voy a hacerme miembro. No voy a pertenecer a un grupo comunitario, no voy a participar. Tengo muchas razones para no estar contento”. Siempre está triste. Es un Puddleglum. Es un Eeyore, no cabe duda.

Y Juan tuvo que soportar esta clase de personas en su ministerio; y los ministerios a menudo están llenos de gente negativa. Algo siempre anda mal. ¿Es usted una persona negativa? ¿Siempre está en contra de alguien, o en contra de algo? ¿Siempre tiene una excusa para no participar con el pueblo de Dios, y no estar en comunidad, o no estar activamente en misión, como iglesia? Es que “tengo trabas”. Sí, claro que usted tiene trabas. Y Juan era un gran hombre porque soportó esta clase de gente.

3. Juan era un gran hombre porque toleró a los detractores.

Tercero: Juan era un gran hombre porque toleró a los detractores. Tuvo muchos detractores. Esto es lo que dice en Lucas 7:33–35, “Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene”. Algún blogger habrá escrito eso. “Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís…”, ¡mírenlo! “Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos”.

Sucede lo siguiente: los detractores, critican a Juan y a Jesús, por razones completamente opuestas. O sea, Jesús está diciendo “Los detractores están locos. No tiene sentido lo que dicen”. Así que miran a Juan, y Juan es lo que llamaríamos un bautista hippie, ¿de acuerdo? Porque no come comida con gluten, no toma trago, así que lo llamaremos “Juan el bautista hippy”. Eso es lo que dice Jesús. No come pan, no toma vino. Es un bautista hippy, que come alimentos libres de gluten, ¿de acuerdo? Y miran a Juan y dicen, “Juan no nos cae bien porque consume alimentos libres de gluten, y no toma”. Y después miran a Jesús y dicen, “¿Qué opinan de Jesús? Tampoco nos gusta. ¿Por qué? Porque come pan y toma vino”. ¿Cómo? Sí, claro, y hoy hace demasiado calor y demasiado frío. Usted es demasiado alto, y al mismo tiempo es demasiado bajo”. ¿Está bien?

Así es el corazón de un detractor. Son imposibles. Son incorregibles. Están locos. Lo que dicen no tiene sentido. “No nos gustan ni Juan, ni Jesús. ¿Por qué? Porque uno come pan, y el otro no. Uno toma vino y el otro no. No nos gusta ninguno de ellos”. Así son los detractores. Un detractor es alguien que asume la postura de autodefinirse en base a lo que se oponen. Así son. Lo único que sabemos son las cosas a las que se oponen, no lo que favorecen. Y no están señalando el verdadero pecado. Los críticos a menudo hacen alegaciones descabelladas.

Mars Hill, tengan cuidado. Primero, que no nos conozcan como la iglesia de los detractores. Ven, es que hay una diferencia entre llamar a alguien al arrepentimiento, lo cual hizo Juan noblemente, y acusar falsamente a la gente de cosas sin fundamento. ¿Ven? Aquí dicen que Juan “tiene un demonio”. Es una horrible acusación falsa. Algunos de ustedes dirán, “Sí, pero la verdad siempre está en el medio. Porque alguien dice cosas muy malas acerca de alguien, y alguien dice cosas muy buenas. La verdad siempre está en el medio”. No, no siempre está en el medio. Los detractores dicen que Juan está poseído por un demonio. Jesús dice que es el hombre más grande que ha vivido. La verdad no está en el medio. La verdad es que Juan es un hombre piadoso; no es perfecto, pero por la gracia de Dios es un hombre sorprendente, un gran hombre.

Mars Hill, tenemos esta gran oportunidad, por la voz y la plataforma que Dios nos ha dado. Soy el primero en asumir responsabilidad, sí, para que hagamos un poco de lo que hizo Juan, que fue llamar a la gente, empezando con nosotros mismos, a arrepentirse de sus pecados. No para acusar falsamente a las personas de cosas que no son ciertas, o hacer conjeturas y especulaciones, ni ser entrometidos o chismosos. No debemos tomar pedacitos de información para tratar de culpar o atacar a alguien, sin antes confirmar la otra parte de los hechos.

Ven, en aquellos días, si la gente hubiera divulgado esta mentira de Juan, de que estaba poseído por el demonio, hubieran empezado con los blogs, lo hubieran puesto en Facebook, y en Twitter. Hubieran hecho una campaña mediática. El asunto completo hubiera estallado en los medios desmedidamente, y hubieran tenido que preguntarle a Jesús: “Muy bien, Jesús, hemos oído estas cosas acerca de Juan”. Jesús les dice: “El hombre más grande que ha vivido”. “Oiga, eso es muy distinto a lo que hemos oído de Juan. Menos mal que no continuamos con la campaña difamatoria. Menos mal que examinamos los hechos”. No crean todo lo que oyen. No crean todo lo que leen. No crean todo lo que piensan. Examinen los hechos. Si de veras hay pecado o herejías, un llamado al arrepentimiento sería bueno. Pero si no lo hay, no sea mentiroso, y no dé falso testimonio. Tenemos mandamientos contra esta clase de cosas. Es algo importante, y en esta era de los medios de comunicación, sí, es cierto, como dijo Jesús, que tendremos que dar cuenta por cada palabra ociosa que salga de nuestra boca, por lo tanto todos estamos en grave peligro. No queremos acusar falsamente a las personas, en general, y a los líderes espirituales en particular. Y eso es exactamente lo que está sucediendo con Juan.

Lo triste para mí, y lo que tanto me choca emocionalmente es que el Evangelio de Mateo añade una advertencia en ese momento del ministerio de Juan, o sea, que él está en la cárcel. No puede salir a predicar y a hacerles frente a las personas, a corregir a sus detractores. Está en la cárcel. Está indefenso. ¿Alguna vez ha criticado a alguien injustamente? Ha asumido la postura de un crítico que se autodefine por las cosas contra las que se opone, en vez de las cosas que favorece? ¿Es usted esa persona que toma pedacitos de información, y permite la peor clase de santurronería, y que la gente religiosa sea como es, aunque hayan sido ofendidos? A mí me han criticado mucho. Algunas cosas, a decir verdad, me las merecía completamente.

Seis clases de detractores

Quisiera darles un poco de consejería pastoral por un momento, si fueran tan amables. Y no estoy sacando esto directamente del texto, pero es lo que he visto toda mi vida. Les propongo que hay seis clases diferentes de críticos o detractores, y como tal necesitan ser manejados en forma diferente. Y para esto les daré las palabras de Billy Graham también. En su libro, Los secretos de liderazgo de Billy Graham, vinieron a Billy, que es uno de mis héroes, un hombre maravilloso que valoro muchísimo. Y no puedo imaginarme el sufrimiento que toleró de los críticos. Dijo que deberíamos convertir a nuestros detractores en entrenadores, de tal manera que aunque su información sea errónea, y sus móviles sean sospechosos, a fin de cuentas podemos ver si esas críticas tienen un fundamento veraz que pueda ayudarnos a ser más como Jesús, y a ser mejores siervos de su causa cuando convirtamos a nuestros detractores en entrenadores. Le agradezco mucho a Billy que haya dicho eso. Es una palabra sabia.

Pero al investigar y soportar cosas, he visto seis clases de detractores, y seguramente hay más. Algunos de ustedes dirán, “Oh, yo conozco a otros”, y se pondrán a criticar mi lista, y están en su derecho de hacerlo, así que los pondré como la séptima clase de detractores.

Primero están los teólogos detractores. Son personas que se oponen vehementemente a uno. Pero permítanme decirles, no vayan y se aferren a cualquier opinión teológica alocada, sino cuidadosamente y con oración, si han estudiado su Biblia, han mirado lo que dicen los eruditos cristianos, le han preguntado a una autoridad espiritual, lo han investigado en la historia de la iglesia, y concluyen que la Biblia es veraz; que usted es un pecador, y que Jesús es Dios; que solo hay un camino de salvación, que el Infierno es real, que el Cielo es real, y que eso es lo que cree. ¿Sabe qué? Los mormones no estarán de acuerdo con usted. Los testigos de Jehová no estarán de acuerdo con usted. Los judíos ortodoxos no estarán de acuerdo con usted. Los ateos no estarán de acuerdo con usted. Los espiritualistas generalizados y despistados, y los yoguis, no estarán de acuerdo con usted. Los musulmanes no estarán de acuerdo con usted, y la lista sigue y sigue. Cuando usted tenga un encuentro con ellos, puede que lo critiquen, o puede que hasta sean sus parientes, amigos, o colegas de trabajo. Hay personas en esta iglesia que se han convertido a Jesús, cuyas familias los han rechazado. De hecho, algunos les han dicho: “Es como si para nosotros estuvieras muerto”. Cuando nuestros seres queridos nos critican, puede ser algo muy doloroso, sobre todo cuando lo hacen personas por las que sentimos un sincero afecto. ¿Qué debe hacer? Debe aceptarlo. Si la única manera de tener paz es que yo niegue a Cristo, entonces viviré con esa incomodidad. Lo acepto. Deberá hacerlo humildemente, sin amargura, pero tendrá que vivir con eso.

Segundo, están los críticos que tienen celos del éxito; es decir, cuando la vida de uno es mejor, según el crítico, que la de ellos mismos. Dios sana a alguien, pero no lo sana a usted (el crítico). Dios le da trabajo a alguien, pero usted sigue desempleado. Dios asciende a alguien, pero usted fue degradado. Usted (el crítico)está casado, y ellos son solteros, o al revés. Ellos están casados y usted es soltero. De cualquier manera, está celoso . Se lo dirán eso cuando va rumbo a su casa. Tan gracioso. Usted (el crítico) quiere tener hijos, pero es infértil; y alguien que usted conoce tiene hijos, y eso le provoca celos. Usted (el crítico) desea ocupar un puesto de liderazgo en el ministerio, y a usted no le dieron la oportunidad sino a otro. Eso es tener celos del éxito. Nadie pecó contra usted, solamente tuvieron éxito, y usted se puso celoso. ¿Qué se hace con gente así? Pues, no acepte ni posibilite el pecado de ellos. Mi consejo es servirles. Puede que padezcan dolor. Puede que estén sufriendo. Puede que estén pasando un momento muy difícil. Y puede que lo hayan convertido en una situación personal con usted. Siendo que en realidad no tiene nada que ver con usted. Así que los sirve, y los ama. “Siento mucho que estés pasando un tiempo tan difícil. Puedo servirte de alguna manera? Sí te amo. Quiero lo mejor para ti. ¿Puedo hacer algo para mostrarte mi amistad?”. Eso los desarma, y los obliga a hacer las cosas con Dios, y que dejen de dirigirle esas cosas a usted.

Tercero, hay algunos que están mal informados. Y lo que usted trata de hacer por ellos es informales. Son de los que dicen, “No me gustas porque dijiste esto o aquello”. Y usted puede decirles, “Si yo dije o hice esto o aquello; tiene toda la razón, pero en realidad eso no fue lo que quise decir o hacer. Está mal informado. Permítame aclararlo. Permítame decirle la verdad”. Eso no es hacer excusas o mentir, es una clarificación. Solo dígales la verdad.

Cuarto, a veces no les caemos bien personalmente. No es cuestión de pecado, tiene que ver con el estilo de vida. No les gusta cómo se viste. No les gusta su actitud. No les gusta su sentido del humor. No les gustan sus pasatiempos. Y ninguna de esas cosas son pecaminosas. A la gente religiosa se les hace muy difícil distinguir entre el pecado y el estilo. “Así que su estilo es diferente al mío, usted es malo porque yo soy piadoso. De acuerdo, no es que Cristo sea el ejemplo, yo lo soy”. ¿Qué hacemos con esa clase de gente? Siempre pasa esto. O los acomodamos, “Muy bien, te amo abuelito. Cuando estoy contigo sé que no quieres mirar mi corte de pelo Mohawk. Por lo tanto me pondré un sombrero. ¿De acuerdo? ¿Está bien? Sé que a abuelita no le gusta el tatuaje, pero es un versículo que habla de Jesús. Por lo tanto me pondré camisa larga cuando esté contigo. Trataré de acomodarte, porque te amo”. O podrían ignorarlos y decirles, “te quiero. No vamos a montarnos en una bicicleta de dos asientos. No vamos a ser amigos para siempre. Eso no resultaría muy bien. Para nada. Una antipatía personal. En parte esto es lo que le sucede a Jesús con los fariseos. Lo veremos en un momento.

También está el problema del pecado legítimo. Esto sucede cuando ha cometido algún pecado, ha cometido un error. Lo echó todo a perder. ¿Sabe lo que debe hacer? Arrepiéntase, y tome responsabilidad. “Usted tiene razón, me equivoqué”. Fue algo muy indecente. Tengo que reparar el daño. Te pido que me perdones. Jesús murió. Así de grave es todo esto. Lo siento”. Los desarma totalmente. Tal vez tenga que darle resucitación cardiopulmonar a alguien después de arrepentirse. Nunca se lo esperaban.

Sexto, defender a alguien que ha sido ofendido. Esto es cuando el personaje A tiene un conflicto con el personaje B, y el personaje C se envuelve en el asunto. A eso llamamos injerencia, o intromisión. Lo llamamos ser un metiche. Yo lo llamo ser fastidioso. Las personas están tratando de resolver algo, y digamos que la persona A y la persona B entran en una especie de conflicto. Puede que sea un pecado o una ofensa, o una trasgresión que cometieron, pero la persona B va y habla con la persona C. Ahora tenemos una triangulación. La persona C está incluida. A veces la persona C no es un mediador, sino alguien que complica el asunto. Como una carta que recibimos hace poco. Estábamos tratando un asunto, y alguien envió una carta que decía, “exigimos esto; exigimos aquello. Exigimos esto; exigimos aquello. Voy a meterme en esto. que si esto y que si lo otro”. Leí la carta y pensé, “¿quién es este? Ni siquiera sé quién es”. Así que decidimos llamarlo, “Ahora yo estoy en medio de todo esto”. ¿De veras? ¿Por qué necesita meterse en esto? Porque me he constituido en el superhéroe que defiende a la persona ofendida y tengo una capa que dice “defiendo la causa de la gente ofendida, y entro volando para resolver el conflicto”. Y de repente se juntan con alguien y son como los dos cañones de una escopeta y tiene que lidiar con ambos. Sálgase de esto. Ni siquiera es de su incumbencia. ¿En qué estamos, en la escuela secundaria? Sally está bien contenta, ahora estamos bien contentos. Pero muchos de nosotros no lo estamos. Hemos creado un grupo en Facebook sobre ese tema”. ¿De veras? Dejen que la persona A y la persona B resuelvan el asunto. Saquen a la persona C. Y algunos de ustedes que son bien sacerdotales y pastorales, pensarán, “Ajá, voy a ayudar. Voy a ser misericordioso”. Y lo que quieren decir es: “voy a ser un metiche; voy a seguir permitiendo”. Es tomar la ofensa por alguien que ha sido ofendido. Vaya y reprenda a esas personas. No está ayudando. No está meditando, está entrometiéndose. Sálgase de ahí.

Ahora, regresemos al relato. Juan está siendo criticado, creo que por cinco razones, de seis que hay en total. No lo están criticando, sin embargo, por la quinta razón: Juan no… no está sin pecado, aunque no hizo nada. ¿Pero saben qué? Hay diferencias teológicas. Les dice a los líderes religiosos: “Ustedes son pecadores”. Le dicen, “No lo somos”. Segundo, su ministerio crece, mientras que el de ellos no. Creo que hay celos. Están mal informados, “Oímos que estaba poseído por un demonio”. No es así, vayan y hablen con Jesús. Cuarto, antipatía personal. Viste pieles de camello. Vive en el bosque. Come langostas y miel, y le grita a la gente. Es un estilo distinto. No nos gusta su ropero. No nos gusta su higiene. No nos gusta su dieta, y no nos gusta que nos grite. Sale del bosque como un loco, diciendo: ¡Arrepiéntanse! Me lo imagino con un gran afro, con insectos en los dientes, mientras que todos los tipos con sus togas, los que hicieron el posgrado, están diciendo: “Se siente herido emocionalmente”. No, es que está disgustado. No le caes bien. Y sexto, asumió la causa de una persona ofendida. Supongo que hubo personas a quienes llamó al arrepentimiento, y a ellos no les gustó, por lo cual fueron a buscar a su erudito, y a su maestro, y a su consejero, y a su rabino, y a sus amigos, y a su familia, y a su equipo, y a su tribu. Y todos se meten, y se convierte en un lío bien grande. Y eso es lo que sucederá con la familia de Herodes más tarde, lo cual resulta en la decapitación de Juan.

Si usted es cristiano, tendrá que soportar la crítica. Y entre más esté dispuesto a salirse del armario con su fe en Cristo, no a la manera súper fastidiosa de Ned Flanders. Solo diga, “Sí, soy cristiano. Amo a Jesús Creo en la Biblia. Denme duro como a una piñata, sé como resultará esto, pero ahí es donde estoy yo”. Lo van a criticar. Familiares, amigos, colegas de trabajo, vecinos, hasta personas que no conoce; todos le darán la opinión que tienen de usted, de sus creencias, del cristianismo, de nuestra iglesia, y de la historia del cristianismo. Y tendrá que examinar la situación: “¿Cómo convierto a estos detractores en entrenadores? ¿Cómo puedo soportar la crítica y los críticos, como Juan, y encontrar la manera de responder, dependiendo de la clase de crítica que yo esté enfrentando? Y lo que Jesús está diciendo aquí, es que los que son criticados no están solos, porque “no solamente Juan fue criticado, sino también Jesús. Jesús nos dice aquí que Él también fue criticado.

Volvamos a la última diapositiva, las Escrituras. Aquí vemos la crítica. “Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre”, o sea Jesús, “que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores”. Esto es lo que dicen, “Juan es demasiado oscuro, mientras que Jesús es demasiado brillante. Juan es demasiado introvertido. Jesús es demasiado extrovertido. Juan es demasiado melancólico. Jesús es demasiado alegre. Juan es demasiado solitario, y Jesús va a demasiadas fiestas. Juan y Jesús tiene la misma misión y el mismo ministerio, y el mismo mensaje, pero son hombres diferentes con diferentes personalidades, y obrando bajo diferentes llamados y convicciones. Uno toma, y el otro no toma. Uno come pan, y el otro no. Se la llevan perfectamente bien, así como nosotros deberíamos llevárnosla bien. La gente religiosa los critica innecesariamente.

Y me encanta la crítica de Jesús. Le cae bien a la gente. Esa es la crítica. Ven, así es la gente religiosa. Ven, porque la gente sigue invitando a Jesús a las fiestas, y la gente religiosa nunca tuvo que preocuparse por eso. Sus atardeceres eran todos libres. La gente pecadora, los recaudadores de impuestos, la gente con mala reputación, “Oye Jesús, tenemos una fiesta, ¿quieres venir a nuestra fiesta?”. Jesús fue invitado—Esto sorprenderá a los de mente religiosa. A Jesús lo invitaban a muchas fiestas, y Él iba. ¿Se emborrachaba? No. ¿Era un glotón? No. Lo que dijeron es que Jesús conoce a los glotones, por lo tanto debe ser un glotón. Jesús conoce a los borrachos, por lo tanto debe ser un borracho”. No, Jesús conoce a los glotones y a los glotones, y a los borrachos, y Jesús ha llegado a ser el Salvador de ellos, no el que facilita su pecado. El no come más de la cuenta, ni se pasa de copas. Está haciendo lo mismo que Juan. Lleva a los pecadores al arrepentimiento. Lo está haciendo en las casas. Lo está haciendo entre las amistades. Lo hace en las comunidades. Lo hace en las relaciones. Por eso lo siguen invitando a las fiestas. Jesús nunca pecó, pero sí se divirtió. Es cierto.

Jesús era la clase de persona, no lo digo de manera irrespetuosa, o de ninguna manera que desacredite a Jesús, pero si pueden verlo, Jesús es la clase de persona a la que algunas personas dirían, “Oye, Jesús, todos vamos a comer alitas de pollo y a tirar dardos esta noche. ¿Te gustaría venir a pasar un rato con los muchachos?”. Ahora, probablemente usted nunca haría eso con una persona muy religiosa, porque en primer lugar, no le gustaría estar con alguien así. Segundo, ellos ni siquiera sabrían qué hacer con una alita de pollo. Y tercero, lo más probable es que le tiren los dardos a usted. Está bien, así que si fuera una persona religiosa ustedes no van a querer invitarlos, pero con Jesús, Él les diría, “Sí, me encantaría comer alitas de pollo y tirar dardos con ustedes. Y hablaremos de la vida, y abordaremos unos temas importantes, porque los amo y estoy aquí para salvarlos”. La gente religiosa diría: “ese comportamiento es inaceptable”.

Lo que no entiende la gente religiosa, es que su pecado es el peor de todos. Sentirse moralmente superiores, engreídos en su religión, juzgando a la gente; creyéndose unos santurrones, el orgullo, y la pretensión. De hecho, van a asesinar a Jesús, y los recaudadores de impuestos, y los pecadores, y los perversos, van a llorar y a hacer duelo por Él, porque alguien que los quería mucho murió en manos de la gente religiosa.

4. Juan fue un gran hombre porque estaba lleno del Espíritu Santo.

El último aspecto de la grandeza de Juan. Juan fue un gran hombre porque estaba lleno del Espíritu Santo. Si en este momento lo único que les dijera es que Juan fue un gran hombre, y que ustedes pueden serlo y aspirar a la grandeza, yo no sería más que un conferenciante que busca motivar a la gente. Sería como una asamblea donde dan palabras de ánimo, y ni siquiera necesitaríamos a Dios. Pero al ver la historia de la vida de Juan, contextualmente con el evangelio de Lucas, regresamos a unas declaraciones que hablan de él cuando estaba en el vientre de su madre, y también algunas imágenes instantáneas de su primera etapa de desarrollo como joven. Lucas 1:15, el Ángel Gabriel dice que Juan, “será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre”. Y Lucas 1:66 dice, y cito textualmente; era un joven que estaba creciendo, “Y la mano del Señor estaba con él”. ¿Cómo vivió Juan su gran vida? No solo deseamos el fin de que Juan disfrutó de la grandeza, queremos los medios que Juan buscó. La vida llena del Espíritu.

¿Qué significa eso? El Espíritu Santo no es un algo. Jesús dice que el Espíritu Santo es, “Él”. El Espíritu Santo es Dios. El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Trinidad. El Espíritu Santo inspiró las Escrituras, pero al contrario de la enseñanza funcional de algunos, la Trinidad no es Padre, Hijo, y la Santa Biblia. La Trinidad es: Padre, Hijo, y el Espíritu Santo, quien sin duda alguna escribe la Biblia. Sin embargo, la información aparte del Espíritu, no resulta en una transformación. Lo que el Espíritu ha inspirado para ser escrito, también debe despertarlo y avivarlo en nosotros. Y lo que hace el Espíritu Santo es tomar la obra de Jesús, y la aplica a nosotros, para que vivamos la vida de Jesús.

Dicho de otra manera, amigos, la vida de Juan no es una vida que él vivió por Dios. Su vida, amigo, no es una vida que usted vive por Dios. No se trata de lo que usted y yo, o lo que nosotros hagamos por Dios. Es lo que Dios hace por nosotros. Se trata de lo que Dios hace por nosotros, que nuestro Dios viene por nosotros, que nuestro Dios vive sin pecado por nosotros, que nuestro Dios muere para expiar nuestros pecados, que nuestro Dios nos resucita. Es lo que Dios hace por nosotros. Eso es lo que llamamos justificación. Nos es dada la justicia de Dios, y somos declarados justos a sus ojos. También se trata de lo que Dios hace en nosotros. En eso consiste la regeneración. Él toma nuestra vieja naturaleza, y nos da una nueva naturaleza, nos da la presencia y el poder que mora dentro de nosotros de Dios el Espíritu Santo, quien empoderó y capacitó no solo la vida de Juan, sino la vida perfecta y sin pecado de Jesús. Y se trata de lo que Dios hace por medio de nosotros. Eso es lo que llamamos santificación y vida nueva; que la Persona y la obra de Jesús por nosotros, nos llevan a una transformación dentro de nosotros, y resulta en una nueva vida por el poder de Dios, para la gloria de Dios, por medio de nosotros.

Sacar la vida de la caja

Así que usted no puede tener una gran vida a los ojos de Jesús en Su estimación, sin estar lleno del Espíritu Santo. Y esto está controlado, guiado, empoderado, y hecho nuevo, para convertirlo en una persona que usted no puede ser, para que viva una vida que usted no puede vivir. Yo estaba consciente de eso. Hace poco nuestra familia tomó una vacaciones de primavera en Ocean Shores. Y es en el noroeste, por lo tanto hay que ponerse la parka, los guantes, un gorro de lana, y botas para ir a la playa. Y hubo unos cuantos días en que el viento soplaba muy duro, y el sol alcanzó a asomarse por entre las nubes, así que fuimos a comprarles unas cometas a los niños.

Y cuando primero compras la cometa, está prácticamente muerta. La cometa no tiene vida. No va para ninguna parte. No hace nada. Así que compramos unas cometas grandes y chéveres, y mi hija de 6 años, Alexie, estaba con los otros niños, pero parecía ser, tal vez la más entusiasmada por la cometa. Y parece una hada de la campanita, por su pelo rubio, y sus grandes ojos azules. Y estábamos sacando la cometa de la caja, y estaba muy entusiasmada. Papá, ¿qué hará la cometa? ¿Qué va a hacer? No lo sé, tenemos que sacarla de la caja. Ya veremos qué pasa. Qué emoción. Sacamos la cometa de la caja, la armamos, le colocamos la pita. ¿Y sabes lo que tienes que hacer? Soltarla, para que la cometa se llene con el poder del viento, y vaya donde el viento quiera llevarla, y el viento la llevará hasta lo más alto que quiera el viento.

Y el lenguaje que usa el Nuevo Testamento, cuando dice “no os embriaguéis con vino”, porque todos quieren ser llenos de algo: orgullo, conocimientos, seguridad, comodidad, amor, alcohol drogas, auto-medicación, comida. La Biblia dice, “No sean llenos de esas cosas; no se dejen controlar, dominar, o gobernar por esas cosas. Sino, sean llenos del Espíritu Santo”. Jesús le dice a Nicodemo que el Espíritu Santo no es una fuerza, Él es una Persona, pero es como el viento. Es absolutamente fuerte y poderoso, y le da vida a las cosas muertas, y hace que volemos alto por la gracia de Dios.

Así que sacamos la cometa de la caja, y le pusimos la pita. Y yo la sujeto, cuando de pronto, boom, la cometa cobra vida. Y está bailando y volando y su cola está ondeando. Y de repente la cometa se avivó, y volaba bien alto. Y Alexie me miraba y me decía, “Papi, ¿qué hago? ¿Qué hago?”. Suelta la pita. Déjala volar. Déjala volar. Suelta la piola, suéltala. Dejó que la cometa se elevara, arriba, arriba, arriba, arriba, y bailaba. Está viva. Vuela bien alto. La cola está brincando. Ella aclamaba y gritaba. Y durante todo ese tiempo yo pensaba en aquella película Up y le decía a mi hija, “no dejes que, volando, se pierda. No dejes que, volando, se pierda, no dejes que, volando, se pierda”. Y le dije, “Mi amor, si empieza a levantarte del suelo para llevarte, suéltala y déjala ir. Seguro que Papi te comprará otra cometa”.

Y lo que pasó fue que soltó la pita casi hasta lo último hasta el final de la pita. No control hacia dónde va la cometa, el viento lo hace. Ella no hace que vuele la cometa, el viento lo hace. No hace que la cometa cobre vida, el viento lo hace. Y la cometa está llena con el poder del viento. Y después miré a mi hija, y me senté sobre un tronco, y me puse a mirarla. La mejor palabra que se me ocurre es, mágico. Algunos de los padres que se deleitan grandemente en sus hijas saben de qué estoy hablando. Vi a mi hija bailar con una cometa, porque ella es una chica alegre, que canta, y que baila. Y está bailando con la cometa. Y cantaba, “Whup-adup-whup-a-dup”, cantaba y bailaba con la cometa.

Y pensé, oh, gracias Espíritu Santo. Es una buena ilustración para mí de lo que significa ser lleno del Espíritu. Porque la vida de muchos de nosotros, por causa del pecado, sigue todavía en la caja. Está muerta. No tiene vida. Y algunos de nosotros estamos haciendo componendas con Dios. “¿Sabes qué, Dios? Sacaré mi vida de la caja si puedo decidir para qué lado irá mi cometa proverbial. Me das alegría, me das salud, me haces rico. Sacaré la cometa de la caja. Aparte de eso, estaré contristando apagando y resistiendo al Espíritu Santo. Guardaré mi vida en una caja. No estoy volando mi cometa. Seré como la parábola del hijo malcriado. Me quedaré aquí quejándome de todas las cometas en general, y del viento en particular, pero no voy a volar mi cometa”. La fe consiste en soltar, renunciar a lo que no nos pertenece, nuestra vida, Diciéndole, “Dios, confío en ti; dale vida. Llénala. Dirígeme a donde quieras que vaya. Hazme ser lo que tú quieras que sea.

Si fuera un falso maestro, se los diría, porque Dios quiere que asciendan a nuevas alturas, y que sean grandes triunfadores como Juan”. Y se me olvidaría contarles que estaba en la cárcel, que era pobre, que le cortaron la cabeza, y que era la vida llena del Espíritu más grande de cualquier mortal. ¿Está dispuesto a ser lo que Dios quiere que sea? ¿Está dispuesto a ir a donde Dios desea que vaya? ¿Está dispuesto a sufrir lo que Dios quiere que sufra? Juan es al hombre más grande que jamás vivió. No era rico, no era poderoso. No vivió mucho tiempo. Su reputación fue destruida; su cuerpo fue decapitado. Oh, pero que trayectoria tan buena la que tuvo. Qué gran cometa era John. Voló alto, y voló con ímpetu. Esa vida es mucho mejor que una vida que nunca sale de la caja.

Cerraré con algo que ni siquiera sé lo que significa. Pero se los daré para que mediten en ello. Jesús dice, “ el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él”. Leí a todos los comentaristas. Tampoco saben qué significa. Usan palabras altisonantes. Eso es lo que hacen los comentaristas cuando no saben qué significan las cosas. No está claro, pero es convincente, que Juan aún no haya visto morir a Jesús, ni resucitar a Jesús, aún no había visto el Espíritu Santo derramado en el Día de Pentecostés. Al menos en el reino de Dios, por la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo es más grande que Juan. No está claro, pero es muy convincente.

Dios Padre, pido por nuestra gente individualmente y conjuntamente. Pido, Señor Dios, por los que están aquí que nunca se han arrepentido de sus pecados verdaderamente, que se arrepientan frente a ti para ser salvos, que se arrepientan frente a los demás para que haya reconciliación. Pido por aquellos, Señor Dios, que escuchan este mensaje, por sus profundos pecados y secretos; ellos necesitan venir y ser limpiados y andar en la luz. Que lo hagan. Dios, por tu gracia pido que no demos cabida al arrepentimiento religioso, al arrepentimiento pagano, a la tristeza mundana, a la confesión por sí sola, a echar la culpa, a minimizar, y hacer excusas. Que disfrutemos de este don del arrepentimiento. Señor Dios, por tu gracia, pido que nos arrepintamos y que llamemos a otros al arrepentimiento; que soportemos la gente imposible, que toleremos la crítica innecesaria, que seamos llenos del Espíritu Santo, y que por tu gracia, saquemos nuestra vida de la caja, para que vivamos, llenos, llevados, guidaos, transformados, y empoderados; para que bailemos contigo, Señor Dios. Por el poder del Espíritu Santo, en el nombre de Jesús. Amén.

[Fin del Audio]

Nota: Esta transcripción ha sido editada.