Lucas 10:38–42 (RVR 1960)
38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.
41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas.
42 Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.
Dios Padre, pido por nosotros como pueblo, como iglesia. Dios, te pido que al estudiar tu Palabra tengamos el corazón de María que se sentó a los pies del Señor; que seamos humildes, sumisos, dispuestos a aprender, y que estemos disponibles. Dios, por aquellos que tenemos tendencias como las de Marta, pido que no nos preocupemos si suena o no suena el teléfono. Espero que no estemos ocupados con nuestra lista de quehaceres. Espero que no nos preocupemos por el hecho de que hoy nuestro amigo o cónyuge tomó el camino largo a la iglesia, por lo cual nos sentimos frustrados con ellos porque perdieron el tiempo y no hallamos buen estacionamiento. Dios, líbranos de todo eso; que nos libremos de eso. Que examinemos a María y a Marta. Que tengamos el corazón de María que se sentó a tus pies a enfocarse en ti un momento. En el nombre de Jesús. Amén.
De acuerdo, María y Marta. ¿Están listos para abordar el tema? Hoy tenemos el privilegio de estudiar dos mujeres fantásticas. Así que para todas las mujeres, es un tema especial para ustedes. Ahí está. De acuerdo, ahí vamos, Lucas 10:38–42, “Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta…”, Stewart, “…le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”.
Esta es la historia de María y Marta. Permítanme desglosar seis observaciones iniciales y después profundizaremos más en la historia. Primero, Jesús tenía enemigos, admiradores, y amigos. Si usted es alguien que lidera un ministerio o negocio, o si es un músico o atleta, sea lo que sea, tendrá enemigos, personas a quien usted no les cae bien. Tendrá amigos y admiradores. Uno le cae bien a sus admiradores, no a sus enemigos. ¿Sabe qué tienen en común los admiradores y los enemigos? Que ellos deciden ser sus amigos o sus enemigos. Son amigos puesto que deciden serlo. Por lo tanto esa es una relación única y especial. Muchos decidieron ser enemigos de Jesús. Muchos decidieron ser admiradores de Jesús. Jesús escogió a algunos para que fuesen sus amigos.
Jesús tenía amigos. Usted y yo necesitamos amigos. Debemos escoger esos amigos, y Jesús escoge a María, Marta, y a Lázaro. Es una familia compuesta por dos hermanas y un hermano. En los evangelios vemos que tenían una relación con Jesús. Él se queda en casa de ellos, es su amigo, los ama, cuidaba de ellos, ellos lo cuidaban. Son muy buenos amigos. ¿No es sorprendente que Jesús haya escogido a estas personas como amigos? ¿Quiénes son sus amigos?
La segunda observación general es esta: Eran amigos que ministraban a Jesús. ¿No es asombroso que Jesús ministre a una multitud? ¿Pero entonces quién ministraba a Jesús? María y Marta. Le daban comida y alojamiento. Vemos que Jesús viaja bastante. A menudo no tiene casa, no tiene un lugar fijo donde dormir o comer. María y Marta, junto con Lázaro, abren su casa y ministran a Jesús. Los que están en posiciones de liderazgo vierten todas sus fuerzas y es de mucha ayuda cuando hay amigos que les brindan su ayuda. Así es como funciona.
Así que si tiene un amigo líder de un grupo comunitario, o su amigo es líder de un grupo de redención, o si su amigo es un diácono, o un anciano de la iglesia; si su amigo es pastor, o es líder en otra iglesia, o si su amigo es líder de un negocio, hágase la pregunta, aunque sea su cónyuge, su hijo, sus padres o alguien con quien está en comunidad y con quien tiene amistad, ¿cómo puedo servirles para que puedan servir a otros con mayor eficacia?
No sabemos a ciencia cierta como funcionaba todo esto, pero tal vez tenían en casa un cuarto de huéspedes para Jesús. No me alcanzan las palabras para decirles lo bueno que es tener amigos hospitalarios. Jesús iba a pie haciendo un viaje de varios meses, de la región de Galilea, hasta Jerusalén donde iba ser crucificado. No viaja de primera. No viaja en coche de primera. Va caminando, ¿de acuerdo? De hecho cuando uno viaja en avión, al llegar a su destino llega cansado, rendido, con hambre, y todos están listos para quitarle la vida que le queda. Así son las cosas. Han descansado y están listos para hacer las cosas. Se tomaron unas tazas de café. Se tomaron una siesta. Están listos para hacer alguna cosa con uno. ¿Entienden?
Así que cuando Jesús llegaba a un pueblo, las multitudes se apiñaban en torno a Él. Todo el mundo necesita, quiere, o exige algo de Él. Él es como una campana que ha estado repicando constantemente. Está cansado, tiene hambre, tiene sed. Necesita un lugar callado donde reposar. María y Marta lo saben. Entonces más o menos nos da la impresión que tienen un cuarto de huéspedes. “Jesús, aquí tienes una cama cómoda, sábanas limpias. Una flor en la mesita, tal vez un par de libros que leer. Aquí tienes una buena cena. Tómate una siesta, ora y descansa”. Qué conveniencia, qué agasajo tan tremendo. Saben que Jesús necesita que le ministren para que pueda salir a ministrar a los demás. Son sus amigos.
Tercero, como hombre soltero Jesús tenía amigas. María y Marta eran sus amigas. Eran como sus hermanas. Jesús tenía amistades del sexo femenino. Esto es de suma importancia en nuestros días, sobre todo en nuestra iglesia donde quizás la mitad de Mars Hill son solteros. La mayoría de los que asisten al Campus Ballard o al Campus del Centro, entre más cerca estén del casco urbano, la mayoría son solteros. Los otros campus tienden a tener más parejas de casados, así que a veces las parejas de casados son más que los solteros, pero en una iglesia como la nuestra donde hay tantos solteros, las relaciones entre hombres y mujeres pueden volverse muy confusas, porque en nuestra cultura la mayoría de las relaciones entre los solteros y el sexo opuesto se inclinan hacia el pecado. Se vuelve algo emocionalmente inapropiado, físicamente inapropiado. Las cosas no son como deberían ser. Esto ocurre porque el mundo en que vivimos pone a hombres con mujeres en una categoría de relaciones sexuales.
Sin embargo, la Biblia presenta otra categoría basada en una relación familiar y amistosa. Por lo tanto la Biblia dice, por ejemplo, que los caballeros debemos tratar a las mujeres, ¿cómo? Como hermanas. Con santidad, reverencia, respeto, y decencia. Eso es lo que dice. Para que pueda disfrutar de su hermana y tener una relación amistosa con ella, sin que haya nada romántico, sexual, o inapropiado de ninguna manera. Claro que debemos guardar nuestro corazón y ser cuidadosos para no inclinarnos hacia una relación emocional indecorosa; sin embargo, es categóricamente posible que un hombre y una mujer tengan una relación amistosa en Cristo que no sea pecaminosa ni impía.
La Biblia nos da entender esto con el lenguaje que usa para describir a Dios como nuestro Padre, Jesús como nuestro hermano mayor, que muere y resucita por nuestro pecado, que nos da el Espíritu Santo, y nos adopta en la familia de Dios, que es la iglesia, y de ahí en adelante los hombres son como hermanos y las muchachas son como hermanas. Ese es el lenguaje que usa la Biblia.
No sabía esto hasta que estuve viajando hace unos años por Australia y conocí un profesor un hombre con doctorado, creo, que había dado conferencias en la Universidad de Cambridge durante años. Su especialidad era el contexto cultural del Nuevo Testamento. Era un hombre brillante que ama a Jesús, me ayudó muchísimo. Me invitó a su casa; estaba lleno de gracia y generosidad, y me enseñó unas cosas que nunca había oído que de paso disfruté mucho. Me dijo entre otras cosas que en el Imperio Romano en los días de Jesús y en la Era del Nuevo Testamento, era ilegal llamar a alguien “hermano”, “hermana”, “madre”, o “padre”, si no eran familiares biológicos porque tenían un nombre familiar, y por consiguiente tenían acceso a la herencia y a los derechos de propiedad. Estaban ligados a un nombre familiar. Así que no podían decir, “Aquel es mi hermano”, o “Esa es mi hermana”, porque alteraría el orden social”. Así que cuando la Biblia nos dice que somos hermanos y hermanas y que Dios ha creado una nueva familia y que Él es el Padre, eso alteraba radicalmente toda la estructura urbana de lo que era, en aquellos días, la nación más grande y poderosa en la historia del mundo. Esto ocurre porque por medio de Jesús, nuestras relaciones son tan radicalmente alteradas que necesitamos un lenguaje nuevo para contenerlas, o sea el lenguaje familiar. Jesús lo ejemplifica con la amistad que tenía con María y Marta. Está demostrando que es como el hermano mayor de ellos, y ellas son como sus hermanitas. Es un buen precedente y un paradigma para todos nosotros en lo que rescpecta al sexo opuesto.
Cuarto, Jesús hacía discípulos a las mujeres para el ministerio. Sentarse a los pies de alguien era una postura oficial. En aquellos días, no aceptaban a las personas en las escuelas. El maestro era quien aceptaba a los alumnos. Es decir, uno no solicitaba entrar directamente a Harvard. La solicitud se la hacían al rabino. Y si uno solicitaba entrada con el rabino, y después de evaluarlo y revisar sus credenciales este lo dejaba entrar, le otorgaban el privilegio de sentarse a sus pies, una posición privilegiada cuando daban conferencias o clases. Por lo tanto el compromiso era más que todo con el maestro o profesor, con un rabino, y no tanto con la institución u organización. Muchas personas hubieran querido sentarse a los pies de Jesús, pero solo a unos cuantos se les permitía, y María era uno de ellos. Por eso vemos en Hechos 22, cuando el apóstol Pablo recuerda su vida antes de conocer a Jesús como Salvador. Dice que fue educado, y cito textualmente: “a los pies del rabino Gamaliel”. Así fue como nos dio a conocer su formación y ascendencia académica.
Por lo tanto, cuando vemos a María sentada a los pies de Jesús, indica que fue escogida como uno de sus estudiantes privilegiados para ser discípulo y recibir una formación ministerial formalizada de parte del mismísimo Señor Jesucristo. Algunos han calumniado la postura de Mars Hill diciendo que no creemos que las mujeres deban ejercer cargos en el ministerio. Eso no tiene nada de cierto. Al leer la Biblia nadie puede negar que las mujeres de principio a fin han participado en el ministerio, que deben participar en el ministerio, que deben recibir capacitación teológica, ser motivadas y desarrollar los dones que Dios les da para presentar a Jesús a otras personas, ayudarlas a conocerle y a crecer en amor con Él. Todas las mujeres que pertenecen a Jesús deben prepararse para el ministerio porque todas están en el ministerio de una manera u otra conforme a sus dones y su llamado.
Claro que Jesús no tenía mujeres entre sus doce apóstoles, así como en la iglesia neotestamentaria donde no hay mujeres que ejercen como ancianas en la iglesia, y seguimos ese mismo precedente y patrón en Mars Hill, pero eso de ninguna manera menosprecia, deshonra, irrespeta, o desdice de las mujeres. Eso lo vemos aquí. Se consideraba algo radical. Imagínese que va a un país del este muy tradicional, muy religioso hace 2.000 años, donde no pensaban que las mujeres fueran necesariamente iguales a los hombres. No estaban presentes cuando instruían a los hombres. Y llega a la clase que da Jesús, y tanto hombres como mujeres están sentados juntos, ambos son entrenados y formados formalmente para el ministerio. Es algo radical. Es algo revolucionario. Ese fue el don que le fue dado a María.
Quinto, los hermanos en general, y las hermanas en particular, son diferentes. Repito, son seis observaciones iniciales. ¿Cuántos de ustedes tienen hermanos o hermanas diferentes a ustedes? ¿De acuerdo? Una leve risa. ¿Cuántas de las mujeres aquí tienen hermanas diferentes a ustedes? Aquí tenemos a María y a Marta. Marta es la primogénita, es la mayor, es la que mueve las cosas, los quehaceres. Es la chica que después del colegio llega a la casa, mira la lista de quehaceres domésticos, guarda su mochila y empieza a prepara la comida. Lo tiene todo en orden. ¿María? Ellas se parece más a una mariposa. A donde quiera que sopla el viento ahí estará ella.
Tuvimos una conversación en mi casa. Mi hija mayor, Ashley, en su forma de ser se parece mucho a Marta. Mi hija menor, Alexie, en su forma de ser se parece mucho a María. Tuvimos la siguiente conversación a la hora de la comida y hoy también al almuerzo. Y se reían a carcajadas. Después del culto vinieron a mi oficina, y Ashley miró a Alexie y le dijo, “¡Hola, María!”. Y Alexie miró a Ashley y le dijo, “¡Hola Marta!”. Y ambas soltaron la carcajada porque es sorprendente ver lo distintas que son.
Sexto, la iglesia es una familia, y al igual que todas las familias los hermanos y las hermanas son distintos y por eso nos irritan. ¿Amén? Algunos de ustedes dirán, “Vaya, yo voy a la iglesia, y estoy en un grupo comunitario, pero de nada sirve. Cómo me irrita esa gente”. Pues sí funciona. Es una familia. Nos irritamos por nuestras diferencias. Y eso es lo que les pasó a María y a Marta. Marta está molesta con María porque María es diferente a Marta. La iglesia es solo una gran familia con muchas clases de niños que son propensos y proclives a irritarse unos a otros.
Así que desglosaremos esto y veremos a María y a Marta. Trataremos de ponerlos a ustedes en una de las dos categorías. Voy a sentarme como María. Está bien. Primero nos ocuparemos de María. Algunos de ustedes son como María, y algunos de ustedes son como Marta, ¿está bien? Tendrán que escoger un equipo. ¿Quiénes son?
Para los que son como María, ella es más pensativa. Para los que son como María, se inclinarán hacia las disciplinas de la reflexión, el silencio, estar a solas, la oración, el ayuno, llevar un diario. Para los que son más como Marta, ella es activa. Ustedes hacen cosas. Son emprendedoras y hacedoras. Se inclinan hacia las disciplinas espirituales no reflexivas sino activas, como predicar, enseñar, servir, sanar, administrar, luchar por la justicia, y llevar a cabo las cosas.
María se inclina más por las palabras. Se sienta a los pies de Jesús, “Enséñame la Biblia. Instrúyeme. Quiero aumentar mi conocimiento de la Palabra”. Marta se inclina más por el trabajo. “Haz algo, levántate, haz que pase algo”.
María es una abejita que es, y Marta es una abejita que hace. Entrevisté a un teólogo que se llama R.C. Sproul. Es un gran hombre, muy chistoso aunque es hincha de los Pittsburgh Steelers. Estaba con su esposa. Es muy simpática. Se han conocido desde que eran niñitos. Se toparon en la escuela primaria y han estado juntos desde entonces, y ahora son abuelos. Me lo explicó de esta manera, me dijo: “Uno de nosotros es una abejita que hace, y el otro es una abejita que es”. Pensé que eso era muy simpático, por lo tanto le atribuyo la cita a R.C Sproul.
María es una abejita que es. A ella le interesa ser, estar con Jesús, dejar que le enseñe, ser humilde, estar presente, pasar tiempo con Jesús, estar conectada con Jesús. Se trata de ser. Para Marta lo importante es hacer. “Tengo que lavar los trastes, lavar la ropa, acabar los quehaceres, hacer la faena. Diríamos que María tiene una personalidad tipo B, y que Marta es tipo A.
Como dice el hermano Lawrence, María está preocupada por “La presencia de Dios”. Estar en la presencia de Jesús, creciendo en amor con Jesús, escuchando a Jesús, siendo enseñado por Jesús, disfrutando la presencia de Jesús. Está en la sala. Marta está en la cocina. Lo que ella hace no es disfrutar la presencia de Dios sino preparar ofrendas para Dios. “Oye, Jesús, ten tengo una cama limpia. Oye, Jesús, preparé la comida. Oye, Jesús, te hice una torta. Tengo muchos regalos para ti. No disfruto de tu presencia, estoy creando ofrendas para ti”.
María se preocupa mucho por la relación. ¿Le dediqué tiempo a Jesús? ¿Me senté a sus pies? ¿Le escuché? ¿Aprendí? ¿Fui humilde? ¿Me dejé enseñar? ¿Cómo está mi relación con Jesús?”. Marta se preocupa más por sus responsabilidades. Es la chica con una lista interminable de quehaceres.
Ahora bien, ¿cuántas de las chicas, con toda honestidad se alterarían, como Marta, si vivieran en una pequeña aldea y sin saberlo les dicen que Jesús está en la aldea con una gran multitud, quizás de 80 a 100 personas, y que necesita un lugar donde quedarse, y ellos algo de comer? Son conscientes de que probablemente busquen posada en su casa. ¿Cuántas de las chicas aquí perderían los estribos? Cuántas dirían, “No nos avisó Jesús; no puede venir. Ni siquiera me he bañado, tengo la sudadera puesta; no tenemos nada de comer, la casa está hecha una pocilga. No tenemos un Costco por aquí. No puedo ir a comprar unos wantan. Esto está muy complicado. ¿Cien personas? No me diga. ¿Qué les daremos de postre?”. Busca en la despensa, y dice: “Es imposible preparar la comida”. ¿No es así? Es mucho pedirle a una chica que haga algo así, y de repente piensa en lo que le falta, “No tengo suficientes platos. No tengo suficientes cucharas. No tengo suficientes servilletas. Oh, es Jesús. No puedo darle una intoxicación alimentaria. Si lo mato, ¿qué le pasará al universo?”. Mejor dicho, es mucha presión. ¿De acuerdo? No había suficiente comida. Era una sencilla aldea rural. ¡¡Aaayy!! Está toda preocupada por sus responsabilidades.
María es la del corazón pletórico. “Jesús, enséñame, ora por mí, ámame, sírveme, motívame, ayúdame, llena mi corazón”. Marta es la que mantiene colmado el horario. “Podríamos hacer esto, después aquello, y a las 10:07 vamos a picar pepinos, y a las 10:11 empezaremos con el flan”. Mejor dicho, lo tiene todo bajo control.
Para los que somos como Marta, ustedes no pueden sentarse. Así sabemos que somos como Marta, ¿no es cierto? Son la clase de personas que si se sientan un momento, dicen: “Oh, un momento, ese cuadro no está derecho. Está bien, ahora sí voy a sentarme. Hola. Oh, un momento. Esto está tapado de polvo, !que caray! Está bien, voy a quitarle el polvo. Bueno, ahora voy a sentarme. Oh, se me olvidó poner la leche en la lista del mercado. Bien, ahora mismo voy y la anoto”. Cuando regresan dicen, “Está bien, me pondré a ver televisión. Ay, Dios mío, tiene huellas por todas partes”. Y por mucho que traten, no pueden sentarse. Son como una caja sorpresa. ¿No es cierto? Mejor dicho, no pueden parar. Así es Marta; no puede parar.
Ahora, permítanme preguntarles, ¿Cuántas de ustedes son como Marta? ¿Cuántas Martas tenemos aquí? ¿Y Marías? ¿Marías? ¿Cuántas de ustedes están molestas con la otra? ¿De acuerdo? Pueden bajar las manos, pero si están casadas con alguien y por ejemplo, usted es como María y está casada con alguien que es como Marta, se sienten bastante molestos. ¿Amén? Puede que están irritados con usted ahora mismo, porque tal vez María manejó el carro y Marta iba en el asiento del acompañante, y pensó: “No tomaste el camino más corto a la iglesia. No llegaremos a tiempo. Nunca hay estacionamiento adecuado en Mars Hill. Nos harás llegar tarde”. Marta, usted llega frustrada. Mientras tanto, María está pensando, “Quizás debíamos haber orado o algo, no sé, podíamos haber cantado una canción de alabanza cuando veníamos a la iglesia”. ¿Cierto?
Entonces esto es lo que vamos a hacer. Algunos dirán, “Me está estereotipando. No lo haga”. De acuerdo, está bien. Estereotípese usted mismo. Le dieron una etiqueta para su nombre a la entrada, y quizás estén pensado: “¿Los bautistas se habrán apoderado de la iglesia? Nos habrán tendido una emboscada? ¿Por qué nos han dado estas etiquetas para los nombres?”. Tienen que escribir quiénes son en esas etiquetas, María o Marta. ¿De acuerdo? María o Marta. Los hombres pueden escribir Marv o Marty, si les avergüenza hacerlo, pero escríbanlo. ¿Quiénes son? ¿María o Marta? ¿Quiénes son? Escríbanlo, y pónganse la etiqueta. De acuerdo.
¿Y quién se imaginan que soy yo? ¡Marta! ¿Cómo creen que soy el encargado hoy que les grita a todos? Si fuera María, iría y los abrazaría. No voy a hacer eso. Está bien, aquí estoy. Esto se verá asombroso en YouTube, Hola, me llamo Marta. Y pensarán, “Uy, la pobre ha tenido una vida muy dura”. [Se ríe la congregación]
Así que pónganse la etiqueta. ¿Está bien? ¿Cuántas Marías? Bien, bien. ¿Cuántas Martas? Algunos de ustedes dirán, “Yo no sé cuál soy”. Pues entonces es una María. [Se ríe la congregación] ¿De acuerdo? Marta sabe. ¿Amén? Está bien. Vamos a examinar a María y a Marta un poco más. Es medio divertido, ¿no es cierto? Es algo bueno. Así es.
Así que vamos a examinar a María. Primero examinaremos a María. Para los que escribieron María, esto es para ustedes. Esto es lo que dicen las Escrituras acerca de María. Lucas 10:39, “María . . . sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra”. Los que son como María son así. Necesitan leer la Biblia. Necesitan silencio, estar a solas, orar. Necesitan ir a la iglesia. Necesitan ir al grupo comunitario. Necesitan ir al grupo de redención. Necesitan estar con el pueblo de Dios, y necesitan sentarse a los pies de Jesús. Así es María. Quiere sentarse con sus hermanos y hermanas en Cristo, quiere aprender la Biblia y orar; quiere estar preparada para el ministerio y tener un corazón lleno de amor por Jesús, y una vida llena de buenas obras para Jesús. ¿Amén? Así es María.
María es asombrosa. Es asombrosa. Lucas 10:42, hablando de María, Jesús le dice a Marta, “Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”. Lo que Jesús está diciendo es, “Martha, puedes hacer muchas cosas, pero hay algo que es más importante. Marta, además podrías tomar todas las cosas que escribiste en tu lista de quehaceres y combinar su importancia, y ni siquiera se igualaría a lo importante que es pasar tiempo conmigo”.
María escogió la buena parte. Y aquí usa palabras interesantes porque ¿qué ha estado haciendo Marta todo el día? Preparando la comida para Jesús, sus amigos, sus admiradores, y seguramente iba a servirle a Jesús la buena parte. ¿De acuerdo? Le iba dar la presa de pollo más grande, ¿no es así? Y los demás hubieran dicho, “¿Por qué le sirves siempre el pedazo de torta más grande a Jesús?”. “¡Porque es Dios! Por eso le doy siempre la presa de pollo más grande y el pedazo de torta más grande. Esa es la parte buena”.
Y lo que le dice es, “¿Sabes qué, Marta? Estás tratando de darme la buena parte. María era sabia, humilde, fácil de enseñar; estaba disponible y presente. Yo le di a ella la buena parte. Consiguió la mejor comida de todas, porque no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. María pasó tiempo conmigo, y yo le enseñé”. Jesús es su buena parte. Jesús es nuestra buena parte, la que nunca nos será quitada. Cuando se acaba la cena, eso es todo. Pero cuando pasamos tiempo con Jesús, ese regalo dura para siempre. Nunca seremos iguales. María es una chica que tiene sus prioridades en orden, lo primero es lo primero.
Déjenme decirles lo que no es María, porque conozco a algunos de ustedes. Algunos de ustedes son perezosos, egoístas, desorganizados, y ridículos. Y pensarán, “Oh, es que soy como María”. ¡No lo son! Ella no se la pasa jugando Wii, ¿cierto? Mejor dicho, pasa tiempo con… por el hecho de que no hagan nada no significa que sean como María, ¿de acuerdo? Serán como Judas que aparece más tarde en la historia. Es una persona completamente distinta en la historia. Por lo tanto no pueden decir, “No hago cosas porque soy santo como María”. No, no, no, no. No es que María no esté haciendo nada, sino que hace lo más importante primero. La buena parte es Jesús. Le está dedicando tiempo a hacerse discípulo de Jesús. ¿Entienden?
Ahora hablaremos de Marta. Permítanme decirles lo siguiente acerca de Marta. Me encanta Marta y no me gusta la manera como la tratan. Podría ser porque soy como Marta y me siento un poco sensible. Permítanme explicarles. Por lo general pensamos, “Marta es mala, y María es buena”, y decimos; “Quiero ser como María, y no como Marta”. Después criticamos a los demás y nos creemos muy religiosos y condenamos a quienes son como Marta, y después todas las Martas (Esto no ayuda para nada a las Martas), todas las Martas van y dicen, “Debo poner más cosas en mi lista de quehaceres. Necesito leer mi Biblia, orar, y estrangular a María… Mejor dicho, necesito hacer estas cosas”. Esto no le ayuda a Marta porque se vuelve una especie de competencia que la hace poner más quehaceres en su lista, más obras, más justicia.
Por lo tanto me gusta Marta, ¿Está bien? Creo que a Marta la acusan injustamente un poco. Marta tiene su lado bueno. Se los mostraré aquí en Lucas 10:38, “Una mujer llamada Marta le recibió en su casa”. Jesús llega a la aldea, ¿y quién es la única persona que lo invita a la casa? ¡Marta! Eso es algo bueno. Estar con Marta tiene sus ventajas. ¡Pregúntele a María y verá! Quizás María estaba sentada en la sala…que sé yo… en medio de su tiempo a solas con el Señor, y como Marta lo invita a pasar se sienta a los pies de Jesús. Es decir, si no hubiera sido por Marta, María no hubiera tenido esa experiencia.
No sé de quién era la casa, pero puede que haya sido de Marta. Quizás la escogió, pagó la hipoteca, y la organizó; puede que sea la que manda en esa casa, que sea como su nido. No lo sé. Sin embargo, invita a Jesús a entrar a su casa. No es una atea. No es una mujer sin Dios. Ama a Jesús. Toda su vida está abierta a Él. Su casa está abierta a Él. Ama a Jesús, Jesús la ama. Sirve a Jesús. Ella es atenta con Jesús. Cuida de Jesús. Es una creyente madura y una mujer piadosa que hace cosas maravillosas cuando leemos los otros evangelios, incluyendo el de Juan, donde aparece en otras ocasiones. Es una chica impresionante, es una chica muy astuta, tiene algunos defectos de carácter, pero Jesús le está ayudando a superarlos. Así que no descartemos a Marta. Ese es el lado bueno de Marta.
Ahora pasemos a la Marta mala. Marta tiene se porta conforme a su lado débil en ese momento. Lucas 10:40–42, dice, “Pero Marta…”, ¿qué dice? “se preocupaba con muchos quehaceres”. ¿Puede uno excederse, o tratar de hacer demasiado? Claro que sí. ¿Podemos meternos en una situación donde nos comprometemos a hacer demasiadas cosas y algo nos distrae?
“Y acercándose, dijo…”, ¿a quién? A Jesús. Dijo, “Señor, ¿no te da cuidado…”, oohh. Eso no está bien. O sea, “¿No te importa?”. Esto le pasa a la gente con un corazón como el de Marta. Se llenan de resentimiento. Por fuera parecen estar adorando, pero por dentro están rabiando. “Nunca me ayuda nadie. Nadie hace su parte. Nadie termina lo que empieza. No puedo depender de nadie. Nunca me ayuda nadie. ¡Soy la que más ama al Señor! ¡Soy la que más trabaja! ¡Estoy cansada y frustrada! ¿Por qué nunca me ayudas?”. ¿Cuántas madres que están aquí, dirán: “¿No debemos decirle eso a nuestros niños? ¿Sí? No me diga. Se sienten moralmente superiores, sentenciosas, y santas, porque son responsables por ellos. Ven necesidades y trabajan duro para satisfacerlas. Tengan cuidado, Marta.
Se acerca a Jesús y le dice, “¿No te importa?”. Jesús pudo haberle dicho, “Eh, sí. Soy el Creador de los cielos y de la Tierra, y voy rumbo a Jerusalén para expiar los pecados de la humanidad. Sí me importa. Gracias por la torta”. ¿No es cierto? Demostramos nuestro interés quizás de una manera un poco distinta. ¿Cuántos de ustedes se han sentido así? “A nadie le importa”. Aunque uno trabaje en el ministerio, esto le puede suceder. ¿Participa en los grupos comunitarios? “A nadie le interesa los grupos comunitarios”. ¿Está en los grupos de redención? “A nadie le interesa los grupos de redención”. Sea lo que sea, “Nadie se interesa tanto como yo. Todo depende de mí. Ay de mí. Soy la única persona fiable y digna de confianza. Estoy cansada y frustrada”. A veces nuestras oraciones pueden ser como las de Marta, “Señor, ¿no te importa?”.
Y empezamos a ordenar a Dios. Léanlo, ahí está: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude”. Aquí se están delatando. Se nota que son hermanas, ¿cierto que sí? ¿No es cierto? Se les nota. Empieza cuando son pequeñas. Nos imaginamos a Marta que llega enfadada, “¡Mamá! ¡María está allá adentro bailando y cantando alabanzas. No está poniendo la mesa! ¡No me está ayudando! ¡Lo está haciendo otra vez! Tiene un tutú puesto; no hace sino jugar. No hace nada!”. “¿Qué haces María?”. “Estoy cantando Jesús, wu,hu,hu,hu,hu”. ¿Cierto? Y nos imaginamos a Marta diciendo, “Hice todo su trabajo. Puse la mesa. Lo hice yo sola, mamá”. Ahhh, el corazón de Marta.
Y entonces sigue, “Dile, pues, que me ayude”. ¿A quién está dando órdenes Marta? A Jesús. Es un mal día para ella. ¿Cierto? “¿No te importa?”. “¡Jesús, si tan solo hicieras lo que te digo, hubiera terminado lo que tengo que hacer! ¡Tengo un plan! ¡Tú y María están sentados ahí cantando y memorizando versículos, mientras que alguien tiene que preparar la comida!”.
Seguramente ella sabía que Jesús es capaz de crear la comida. Porque ya…¿cierto? Mejor dicho, anteriormente en el libro un muchachito vino a Jesús con su almuercito y con eso alimentó a un estadio. ¿Cierto que sí? Ella pudo haberse sentado con ellos y haberle dicho, “Oye, Jesús ¿sabes qué? Todos tienen hambre. Por qué no repites el milagro del almuerzo gratis, y yo estaré tomando notas aquí en este estudio bíblico”. Pero no hace eso. En cambio decide hacer algo que Jesús no le pidió que hiciera y después se siente frustrada cuando Jesús no hace lo que ella le pide. ¡Qué tontería! Cuánto soy como Marta. Cuántos de ustedes se sienten agotados, frustrados, haciendo cosas que Jesús no les dijo que hicieran.
Y todas las Marías están sentadas junto a las Martas pensando, “Es el mejor sermón que jamás he oído. Es el mejor sermón que jamás he oído”. Puedo decirles por qué Marta es soltera. ¡Porque fastidia mucho! Es fastidiosa. ¿Cierto que sí?
Sin embargo, “Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta”, que es como un apelativo cariñoso. O sea, “Vamos, Marta. Recuerda, soy Dios. Marta, por favor. A ver, pensémoslo bien los dos. ¿Estás qué?” “Ansiosa, estresada, alterada. Con el ceño fruncido, de mal humor, gruñona, y turbada. Oh, nunca vamos a acabar esto. Nunca funcionará. Hay demasiado que hacer. No puedo creer que hayas venido sin avisarme. ¿Por qué tuviste que traer tantas personas? ¡No me llamaste antes! Esto es inaceptable”. Está turbada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. “Martha, sé que estás alterada. Tienes un millón de cosas por hacer. Nunca las harás todas. Qué tal si empezamos con esto: Pasa el tiempo conmigo”.
Esta es mi conclusión. No la del sermón. Esa todavía se demora, sino la del asunto. Creo que la Biblia nos dice aquí que lo que hace María debe ser primero y lo que hace Marta debe ser segundo. Pasen tiempo con Jesús y después hagan lo que tienen que hacer. Adoremos como María, y trabajemos como Marta. Si lo único que hace María es sentarse a estudiar y nunca hace nada, está pecando de una manera completamente distinta. ¿De acuerdo? Sería como un tipo que lleva 32 años estudiando en el seminario. Mejor dicho, “Oiga, en serio, haga algo”. Pero si es como Marta y lo único que hace es estar ocupada, ocupada, ocupada, moviéndose de acá para allá y de allá para acá, quedará distraída, ansiosa, turbada. Así que la clave es: María primero y Marta después.
La adoración y después el trabajo. Adore a Dios antes de su trabajo para que pueda adorar a Dios en su trabajo. Hagamos el trabajo que Dios nos ha encomendado, no tratando de alcanzar nuestro potencial sino más bien nuestro llamado. No necesitamos meternos de voluntarios a tratar de salvar el mundo, a tapar cada hoyo y satisfacer todas las necesidades. Ese trabajo ya lo hace alguien. En cambio, pase tiempo con el Salvador del mundo, y pídale que le muestre cuál parte de la misión le ha encomendado para que le sirva. Por lo tanto queremos el corazón de María, y las manos de Marta. ¿De acuerdo? Eso es lo que queremos. Queremos el corazón de María, y las manos de Marta.
Ahora permítanme hacerles esta pregunta. ¿Vivimos en un mundo que es como María o como Marta? Amigos, vivimos en un mundo que es como Marta. Vivimos en un mundo controlado por las Martas. Estados Unidos ahora es el primer país del mundo donde la gente trabaja demasiado. Los americanos trabajan más horas cada año que cualquier persona en el mundo. Nos llevamos las portátiles cuando vamos de vacaciones. En la casa tenemos nuestros teléfonos y nuestra tecnología conectados, en nuestros días libres, tarde por la noche. Trabajo, trabajo, trabajo, trabajo, trabajo, trabajo. ¿Y qué sucede? Estamos turbados. Estamos ansiosos. Estamos distraídos. Y eso provoca toda clase de dificultades. Estrés, ansiedad, depresión, rabietas, enfermedades cardíacas, en gran parte porque obedecemos las reglas de un mundo caído, lleno de pecado, maldito, un mundo como el de Marta.
Dios quiso que este mundo fuera como el de María primero y como el de Marta después. Dios construyó este mundo para que fuera como el de María, y a ratos como el de Marta. En Génesis 3, cuando el pecado entró al mundo, nuestro trabajo fue maldito y tuvimos que labrar la tierra con dolor, el mundo se volvió como el de Marta, y ahora tenemos que luchar para tener esos momentos que son como María.
Se los explicaré de dos maneras: Primero, en Génesis 1 y 2 vemos el mundo como Dios lo hizo, y dijo que “era bueno en gran manera”, Génesis 1:31, antes del pecado, antes de la caída del hombre, de la maldición, antes de que hubiera trabajo que hacer, y vemos es que era un mundo como el de María donde el hombre y la mujer caminaban con Dios, el Señor, al aire del día. Proverbialmente hablando, pasan tiempo a los pies de Jesús. Están en una constante relación de afecto y comunicación con el Dios de la Biblia. Es un mundo como el de María, y a ratos tiene momentos como los de Marta. Por ese motivo dice en Génesis 2 que el Señor Dios creó al hombre y lo puso en el huerto ¿para qué? Para trabajar. Por lo tanto el mundo debe ser como María, y de a momentos como Marta; antes, la comunión con Dios y después el trabajo.
También lo vemos en Génesis 1, donde describe los días de la creación, diciendo que fue la tarde y la mañana un día. La tarde y la mañana el día segundo. La tarde y la mañana el día tercero. Y así sucesivamente. Puede que algunos de ustedes hayan captado esto y estén pensando, “Oh, en un mundo que es como Marta no contamos el tiempo de esa manera”. En un mundo como el de Marta, ¿cuándo empieza su día? En la mañana. Suena la alarma, se dispara su adrenalina, brinca de la cama y sale corriendo como un loco. Dele, dele, dele, dele, dele, dele, y dele. Está frustrado, está ansioso, está cansado, está agotado, está enojado con todos, odia el tráfico, se llena de cafeína, no puede dejar de trabajar, y después corre para la casa y trabaja más; su mente está consumida, y después se tira a la cama con la esperanza de tener un momento María y no puede conciliar el sueño porque su mente está acelerada y su corazón está cargado, está distraído, turbado y ansioso. Se ha quemado viviendo un día como Marta, y trata de ponerle un momento María al final.
Dios estableció el ritmo del mundo de esta manera: la tarde y la mañana, la tarde y la mañana, la tarde y la mañana. Entonces, el ritmo de nuestros días debería ser María, después Marta, María, después Marta, María, después Marta, María, después Marta. Porque si el día empieza a la puesta del sol, en una cultura donde no hay tecnología, ni electricidad, ni transporte, ni comunicación digital, ¿qué sucede cuando no hay luz? Uno se va para la casa. Echa un leño en el fuego, enciende una vela y empieza a apaciguarse. Cena. Disfruta de su familia. Lee. Ora. Juega. Visita. Se acurruca con sus hijos. Toma su pareja de la mano. Invita nuevos amigos para disfrutar de su compañía. Esa es la tarde. Después cuando tiene su momento María, durante horas hace lo que hacía María.
El día siguiente, al amanecer aún no ha comenzado su día, su día apenas está acabando. Habrá estado adorando, y después, a partir de su adoración surge su trabajo como otro aspecto de su adoración. Después se levanta por la mañana y va al trabajo. Pero lo hace con un corazón como el de María, después de pasar tiempo con Dios y con su pueblo, en comunidad con Él y con otros.
Permítanme preguntarles esto, prácticamente. ¿Están planificando y echándole cabeza a lo que hacen por la noche? ¿O llegan a la casa de prisa, desesperados, alocadamente, se comen algo, ven televisión, es un caos total, se tiran a la cama tratando de descansar con la mente llena de cosas que no pudieron terminar hoy y que les faltan por hacer mañana? O han creado su buena parte fijando prioridades para la noche. Primero hay que averiguar lo que vamos a hacer con las noches. La comida, el sábado, la amistad, la familia, la lectura, la Biblia, la oración, dormir, y después ir al trabajo a hacer las cosas. Ir al trabajo no significa necesariamente que sea un trabajo remunerado. Puede que usted sea una madre que se queda en casa con los niños. Pero hace su trabajo como Marta después de pasar su tiempo como María la noche anterior. Tarde y mañana: el primer día. Tarde y mañana: el segundo día. Tarde y mañana: el tercer día. Tarde y mañana. El problema que tienen algunos de ustedes es que sus días están organizados, pero sus noches no. Sus días son eficaces, pero en sus noches no le dedican tiempo a Dios.
Les daré otro ejemplo de cómo Dios quiere que vivamos en un Mundo como el de María con momentos como Marta. Algunos habrán notado que la Biblia dice que Jesús estaría muerto tres días y resucitaría. Leemos en la Biblia que muere el viernes, resucita el domingo, y decimos, “No son tres días completos. ¿Cómo calcula los tres días?”. Funciona de esta manera. Repito, la Biblia divide el tiempo en tarde y mañana, lo cual no hacemos. Por lo tanto Jesús permanece muerto parte de los tres días completos y cuando resucita de los muertos, conquistando el pecado, reconciliándonos con Dios, enviándonos su Espíritu Santo para ser nuevas personas con nuevas pasiones, nuevos placeres, nuevos futuros, lo hace en ¿cuál día de la semana? ¿Qué día resucitó Jesús de los muertos? El domingo.
Mateo 28:1, y Marcos 16:2, dicen que Jesús resucitó, el primer día de la semana. ¿Saben ahora cuál es el primer día de la semana? El domingo Sabbat. (Día de reposo) El día comienza con el tiempo María, y después con el tiempo Marta. La semana empieza con un día María, seguido de seis días Marta. ¿Entienden? Así que la primera prioridad es el domingo, no el último día de la semana. No salimos a trabajar como Marta y después de desplomarnos tratar de recuperarnos con un día María. Esa debería ser nuestra primera prioridad, pensar ¿cómo puedo recuperar el Sabbat. (Día de reposo). No de forma legalista.
A veces las personas controlan el día de reposo de forma legalista. Eso pasa cuando Marta se apodera del Sabbat. De repente se convierte en algo donde uno no puede hacer esto ni aquello, que tiene que hacer lo otro, no puede caminar sino cierta distancia, que no puede comer aquello, tiene que preparar sus propias comidas la noche anterior. Y uno dice, “Dios mío, no resisto las ganas de volver a trabajar en un ambiente más fácil donde no tenía una lista tan larga de quehaceres”. Cuando Marta se apodera del Sabbat, no es nada divertido. Sabbat significa día de reposo, tiempo de conectarse con Dios, de conectarse con su pueblo. Eso es. Se supone que es un tiempo de refrigerio, para reponer fuerzas.
Por lo tanto uno piensa, el primer día de la semana es el domingo, el día en que Jesús resucitó. Vamos a la iglesia, almorzamos, pasamos tiempo con la familia, nos echamos una siesta, visitamos a los amigos; el primer día de la semana. La semana empieza con el domingo. Empieza cuando se pone el sol. ¿Cuántos nos hemos equivocado en esto? ¿Cuántos nos hemos equivocado en esto? No nos queda tiempo por la noche ni para Dios ni para la gente. No nos queda tiempo el domingo ni para Dios ni para la gente, porque vivimos con el mito de que si seguimos haciendo las cosas en la lista de quehaceres de Marta que al fin y al cabo todo estará hecho y recuperaremos nuestras vidas.
Yo viví con ese mito por más de una década. Tuvimos hijos, la iglesia creció, y por último mis glándulas renales fallaron, la tiroides, y mi salud estaba muy mal. Estaba malhumorado, era un gruñón, estaba frustrado, era un duro, no estaba bien. Era como Marta, estaba distraído, ansioso, turbado. Dios en su providencia me permitió sentir un poco de dolor por causa de mi insensatez, y me hizo cambiar de dieta y de horario, mis patrones de conducta, y mi ritmo de vida. Aún no hago las cosas bien como María, pero por la gracia de Dios soy mejor que antes.
En realidad si usted es como Marta, nunca acabará todo lo que tiene en su lista de quehaceres. Y si Jesús es el último en su lista, nunca pasará tiempo con Él. Por lo tanto asegúrense de darle suma prioridad a su tiempo con Jesús. Primero, ir a la iglesia y sentarse. Primero, ir al grupo comunitario y sentarse. Pasar tiempo con Jesús y con su pueblo, eso es lo principal.
Muchos de ustedes al oír esto, si son como Marta estarán pensando, “Ah caray”. Algunas sugerencias para los que son como Marta. Primero, sean sinceros. Sean sinceros. Creo que Marta es sincera por lo que leímos antes en Lucas, porque Lucas no fue un testigo ocular de estos acontecimientos en la vida y el ministerio de Jesús. Anduvo por aquella región con el financiamiento de un benefactor adinerado llamado Teófilo, nombre que significa “que ama a Dios”, entrevistando a todos. ¿Qué aconteció? ¿Qué dijo? ¿Cómo fue eso? Por lo tanto sabemos que fue una conversación privada la que estamos investigando, entre Marta y Jesús. Por lo tanto sabemos que solo dos personas sabían lo que en realidad se dijo. Jesús ya había ascendido al cielo, por eso Lucas tuvo que entrevistar a Marta.
Y ella nos da una descripción sincera, honesta, seria, arrepentida, y certera de la conversación. Lo que NO nos da es una versión sin arrepentimiento. “Sí, Jesús vino con unas cien personas. Y como siempre, María no hizo absolutamente nada, y tuve que hacerlo todo”. No lo dice de esa manera. “Menos mal que estuve ahí”. No lo dice de esa manera. Dice, “estuve persiguiendo a Jesús por toda la casa con una cuchara de palo, y la pasé muy mal ese día. Pero Jesús con su gracia y amor me buscó, me corrigió, me amó, me enseñó, y me restauró”. Así que las Martas, lo primero que tienen que hacer es ser sinceras como era Marta. Cuenten la historia de su vida como es, no como la hubieran querido contar. “Nadie ser responsabiliza. Soy la única que se encarga de las cosas. He sido victimizada completamente. Me meteré de voluntaria en todo. Salvaré a todos”. No. Digan las cosas como son. “Traté de hacer más de lo posible. No estoy adorando con mi corazón. Estoy furiosa en mi corazón, y aunque parezca que estoy adorando con mis manos, estoy distraída de las cosas que debo hacer primero. Estoy ansiosa y turbada y he menospreciado la buena parte”.
Además, los que somos como Marta, tenemos que saber que aquí Jesús no la está condenando, sino invitándola. Cuando viene y la mira, y le dice, “Marta, Marta”, ¿piensan que lo hace con el ceño fruncido? ¿Piensan que Jesús le está dando mal de ojo, “¡Marta!”, ¿O gruñendo? “¡Marta, Marta, Marta!”, ¿Creen que habla ásperamente, que se enfrentan como antes de una pelea de luchadores enjaulados, o que la está mirando fijamente, tratando de intimidarla? No.
Veo a Jesús sonriendo, haciendo que se sienta tranquila. ¿No es así? ¿No es cierto? Porque ella está muy seria. “Dios mío, había hecho como 1.000 botanas”. “Marta, Marta, Marta”. Creo que Jesús se muestra amistoso con ella. Ella es como una hermana, y Él trata de hacerla reflexionar, le insta que salga de sí misma. “Oye, Marta, volvamos a analizar esto. Marta, Marta, sabes que te amo. Vamos, hablemos del asunto. Déjame alentarte”. Los que somos como Marta tenemos que saber que Jesús le está sonriendo. La ama. No la condena. No está tratando de añadirle otra cosa a su lista de quehaceres para que pueda tachar la casilla del tiempo a solas con Él. La invita a entablar una relación. La está sacando de sí, amándola y animándola. Así es Jesús hoy con los que son como Marta. Él los ama, no está enojado con ustedes. Sin embargo, tiene algunas cosas que decirles, por lo tanto siéntense a sus pies.
Los que somos como Marta debemos hacer esto también, debemos pedirles perdón a los que son como María, ¿verdad que sí? “Lo siento. Todo el tiempo que estuve fastidiada, frustrada, amargada, y mandona, trataba de cambiarte para que fueras como yo. Mientras que tú tratabas de ser como Jesús, yo trataba de cambiarte para que fueras como yo”. El principio de hacer discípulos, no es cambiar a la gente para que sean como nosotros, sino que sean como Jesús, por la gracia de Dios.
Algunos de ustedes siguen fastidiando, condenando, e intimidando a sus cónyuges, a sus hijos, y a sus amigos. Quieren que sean como usted y que le ayuden. Puede que ellos estén pasando tiempo con Jesús y que usted necesite hacer lo mismo; puede que estén tratando de ser como Él. No necesitan ser como usted. Sin embargo, al igual que ellos, usted sí necesita ser como Jesús. Algunos de ustedes tienen que pedir perdón a las Marías.
Yo soy como Marta; mi esposa es como Marta. Ambos somos como Marta. Así fue que hicimos las cosas. Al comienzo de Mars Hill nos matábamos haciendo, haciendo, haciendo, y haciendo cosas: todos los grupos comunitarios, todas las clases prematrimoniales, las clases de membrecía, todo era en nuestra casa. Tuvimos entre 2.000 y 3.000 personas al año en nuestra casa. Éramos una versión exagerada de Marta, como una Marta adicta a la cocaína, a los esteroides, al Red Bull, al Monster. Mejor dicho, era una locura. En los últimos años, y hoy volví a hacerlo, he tenido que pedirle perdón a Gracie. “Mi amor, soy como Marta. Tú eres como Marta. O sea es como si tuviéramos dos aceleradores, y sin freno. Mejor dicho, vamos a toda velocidad. Es una viaje emocionante, pero todos tendremos que morir al final, ¿sabes? Así que, mi amor, perdóname por haber sido prepotente contigo. Perdóname por no hacerte reflexionar. Perdóname por los momentos en que me sentí frustrado. No vine a ti como lo haría Jesús, amorosamente, a calmarte, a invitarte. En cambio, fui sentencioso contigo”. Así que tuvimos que hablar de estas cosas en la casa de los Driscoll. Tenemos que pedirles perdón a las Marías.
Y tenemos que darle suma prioridad a adorar a Dios como lo hace María. Iglesia, grupo comunitario, lectura bíblica, oración, día libre, tiempo con Dios y su pueblo. Gracie y yo hablábamos de esto y algo que Gracie hace…si son nuevos estoy hablando de mi esposa. Todos los domingos por la mañana, se levanta bien temprano conmigo. No tiene que hacerlo, pero ella es como Marta y se encarga de prepararme el desayuno. Esa es la tarea que ella misma se ha impuesto. No le pido que lo haga, pero una de las ventajas de estar casado con alguien como Marta es el desayuno.
Así que me levanto temprano los domingos y ella quiere levantarse y prepararme el desayuno mientras me alisto, para ahorrarme tiempo y asegurarse de que yo coma bien. Después quiere hablar conmigo y orar conmigo y asegurarse de que me tome mis vitaminas, y después me despide en la puerta. Así que ser como Marta tiene sus ventajas. Pero anoche le dije, “Mi amor, no tienes que levantarte conmigo. Estás cansada. Esta semana ha sido muy difícil. Yo me encargaré de las cosas. No te preocupes”. Y me dice, “No, no, no, yo me encargo de eso. Tengo que levantarme temprano”. Y discutimos un poco al estilo Marta. De modo que me levanté esta mañana antes de que sonara mi alarma, sigilosamente como un ninja. Callado como un ninja. Me alisté y bajé por las escaleras a hurtadillas, y salí de la casa para no despertarla y dejarla dormir. Quería que ella tuviera una mañana tipo María.
Y después ella me mandó un correo electrónico esta mañana, porque le nació hacerlo. Se los leeré. Aquí es donde empieza. “Si necesitas usarme como una ilustración de Marta, me parece bien”. Escribe mi cariño. “En los primeros años de Mars Hill, yo era como Marta, y me portaba como María solo cuando estaba estresada. Hice las cosas en mis propias fuerzas por algún tiempo, agradando a la gente y dejando que me animaran. Al hacerlo estaba siendo negligente con Dios y contigo. Con el trascurso de los años, estoy aprendiendo que si no me siento a los pies de Jesús ante todo y regularmente, estoy siendo negligente con mi familia, me siento desesperada por hacer las cosas, me abruman todas mis responsabilidades, y estoy vacía por dentro. Pero cuando dedico tiempo a la oración y a la lectura, y al estudio, y mi día se basa en eso, tengo paz, estoy tranquila, soy paciente, estoy atenta a las prioridades y no me siento derrotada cuando mi lista de quehaceres aún no está terminada. Soy como una Marta desorganizada”, y para que lo sepas no hay muchas Martas así, “¡Estoy muy pero muy ocupada!” “¿Haciendo qué?” “¡No lo sé! Sea lo que sea, debo completarlo con urgencia”. “Está bien”.
“Como soy una Marta desorganizada, las cosas pueden ir de mal en peor cuando no me siento a los pies de Jesús y me dejo vencer por las distracciones. El deseo de mi corazón ahora es dejar que Dios me muestre cómo hacer ambas cosas bien el resto de mi vida. Te amo, Grace”. Aprecio mucho que mi esposa haya hablado conmigo sobre este asunto.
Algunos de ustedes también necesitan hacerlo. Algunos que son como Marta no entienden que las Marías en su vida se sienten muy solas. Se sientan a comer solas. Los cónyuges de algunos de ustedes son así: Van solos a todas partes. Leen, se relajan, y oran solos. Usted sigue ocupado y les dice, “Dame un minuto, ya vengo, tengo que hacer algo más. Oh, sonó el teléfono. Oh, llegó el correo. Oh, los niños se vomitaron”. Siempre pasa algo.
Las Marías son solitarias. Respetan, aprecian, son bendecidas por las Martas, pero se sienten solas con ellas. A veces las Martas ni siquiera les prestan atención a las Marías a menos que las Marías estén en problemas o tengan una crisis. Y después están ahí para ayudarles, pero de otra manera tienden a hacer caso omiso.
Hemos visto a María. Hemos visto a Marta. Permítanme hacerles una última pregunta. ¿Cómo creen que se sintió Jesús? Creo que Jesús extrañaba a Marta. Creo que valoraba sus esfuerzos, su devoción, su hospitalidad. Creo que estaba muy agradecido por haberlo invitado a su casa. Creo que ella tenía razón al reconocer que había una necesidad y que la gente necesitaban que les sirvieran amorosamente. No creo que Jesús la condene por nada de eso. Pero sí le revela el motivo de su corazón y la invita a pasar tiempo con Él.
Amigos, permítanme decirles, puede que Jesús los esté extrañando. No necesita que hagan más. Como en cualquier relación, solo quiere pasar tiempo con ustedes porque tiene cuidado de ustedes. Y creo que esa es la invitación que le hace a Marta. “Marta, Marta, estoy pasando por tu aldea. No estaré aquí por mucho tiempo. Finalmente van a crucificarme. Tengo muchos enemigos. Tengo muchos admiradores. No tengo muchos amigos. Martha, eres una de mis amigas. Estamos aquí. Sentémonos en la sala y estemos juntos con todos para orar, hablar y reír. Te extrañamos. Yo te extraño. Todos te extrañamos”. Jesús extrañaba a Marta. No la necesitaba, pero la amaba, disfrutaba su compañía, y quería estar con ella.
Entonces hagamos lo siguiente: Les daremos a los que son como Marta la oportunidad de no ir a chequear su correo electrónico, o enviar mensajes por Twitter de lo convincente que fue el sermón, o que salgan por la puerta disparadas para evitar el tráfico y puedan encontrar buen cupo en algún comedero. Yo conozco a las Martas. Están pensando, “Ay, acaba de destrozar mi lista de quehaceres”. Está bien, pasemos el tiempo al estilo María. Estamos juntos en la presencia de Jesús y el pueblo de Dios.
Los que somos como Marta, tenemos que pedirles perdón a los que son como María. Los que son como María, tenemos que perdonar a los que son como Marta porque se amargaron con nosotros o nos sentimos abandonados por ellos. Vamos a hacer la Comunión, recordando el cuerpo quebrantado de Jesús y la sangre derramada por nosotros y nuestros pecados. Antes de trabajar, recordamos la obra de Jesús. No obramos para ser salvos. Obramos porque somos salvos. ¿Amén? Jesús dijo, ¡consumado es! Por lo tanto la obra más importante fue hecha en la cruz y por medio de la tumba vacía. Vamos a cantar. Y mientras cantamos, es un momento María en el cual nos sentamos juntos a los pies de Jesús para disfrutar de Él y para que disfrute de nosotros. ¿Amén?
Dios Padre, te doy muchas gracias por la Biblia, el libro más sensato, honesto, verdadero, y el único libro perfecto que jamás se ha escrito. Te doy gracias porque en sus páginas hay historias reales de gente real con pecados reales, fracasos reales, y necesidades reales. Te pido, Señor Jesús que al tener un momento María en tu presencia, que al cantar y contemplar y reflexionar en estas cosas, envíes tu Espíritu Santo para darnos aliciente, para que reflexionemos y reenfoquemos a las Martas, permitiendo que las Marías sean pacientes y humildes, perdonadoras y alentadoras. Señor Jesús, que decidas reunirte con nosotros ahora. Te pedimos este don al sentarnos ahora a tus pies, como lo hizo María. Que nos concedas el corazón de María y las manos de Marta. Que sea María primero y después Marta. Por favor ayúdanos a aprender esto ahora al practicar estar en tu presencia. Amén.
[Fin del Audio]
Nota: Esta transcripción ha sido editada.