Lucas 9:46–50 (RVR 1960)
46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor.
47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí,
48 y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande.
49 Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
50 Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
Está bien, Mars Hill, continuamos hoy en el Evangelio de Lucas. “La grandeza redimida.” Lucas 9:46–50. Mientras encuentran el pasaje, permítanme hacerles una pregunta: Aparte de Jesús y su grandeza, porque esa es la respuesta más obvia, ¿quién es más grande? ¿quién les interesa más? Sinceramente, ¿a quién admiran más? ¿De veras, quién les interesa y les intriga más? ¿Tienen un cocinero de hierro favorito? ¿Tienen un músico favorito a quien siguen en Twitter y tienen una camiseta con su nombre? ¿Tienen un atleta favorito, tanto así que no quieren que nadie sepa que usan su camiseta como pijama? ¿Admiran mucho a alguien? Puede que sea alguien en su campo de negocios, o de estudio, un director de cine favorito, un autor, o quien sea.
¿Qué les intriga acerca de la grandeza de esa persona? ¿En qué áreas de sus vidas tratan de alcanzar la grandeza? ¿Qué quieren ser? ¿Qué quieren hacer? ¿Qué están haciendo ahora mismo? ¿Qué clase de conversaciones tienen con sus amigos sobre lo que aspiran hacer, sobre lo que aspiran ser, y la grandeza que anhelan? Esto nos lleva al curioso texto de hoy en Lucas es donde encontramos una de las conversaciones más interesantes que Jesús tuvo con sus discípulos. Le están preguntando, “¿Qué es la grandeza? ¿Quién es el más grande? ¿Cómo podemos ser grandes? ¿Y cuál de nosotros será el mayor de todos?”.
Para su estudio personal y el estudio que hacen en su grupo comunitario, también encontrarán resúmenes de este relato en Marcos 9 y Mateo 18, y así aparece en Lucas 9:46–48: “Entonces entraron en discusión…”, o sea los doce discípulos, “…sobre quién de ellos sería el mayor. Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones”, podía leerles la mente, “tomó a un niño y lo puso junto a sí, y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande”.
Esta es una de dos cosas: La primera es que posiblemente sea la conversación más estúpida en la historia del mundo, y la mayoría de los comentaristas parecen creer que eso es exactamente lo que está pasando, porque el contexto que nos da es que Jesús es Dios que vino a la historia de la humanidad. Acaba de ser transfigurado en su gloria, en el Monte de la Transfiguración. Moisés y Elías vinieron a estar con Él un tiempo, y después desciende de la montaña. Expulsa el demonio de un tipo; cita a Daniel diciendo que es el hijo del Hombre. Y después los discípulos, más tontos que un cerrojo, se preguntan, “¿me pregunto cuál de nosotros será el mayor?”. “Pues, tal vez Él”. Puede que eso sea lo que está pasando.
En cierta manera si es así, sería como el grupo de jinetes que tenían un amigo que casualmente medía 27 pies de estatura, y todos están hablando sobre quién será el más alto, como si no lo supieran de antemano, es bastante obvio a todos los demás. Y la mayoría de los comentaristas interpretan el texto así, diciendo que les parece una conversación tonta que tienen con Jesús. “¿Cuál de nosotros es el mayor?”. Obviamente es Jesús. Puede que sea la conversación más tonta en la historia del mundo, o al menos así lo creen los comentaristas.
Pero no estoy de acuerdo con ellos, así que probablemente esté equivocado. Se los digo de entrada para que lo sepan, pero ahora voy a predicar un sermón entero sobre lo que pienso que en realidad está pasando, y podría estar equivocado, lo cual podría significar que esta será la segunda conversación más tonta de la historia del mundo. Esto es lo que creo que sucede en Lucas 9.
Así que pienso que lo que está pasando es que Jesús es grande, y ha revelado su grandeza, y al estar conscientes y presentes ante la grandeza de Jesús, inspira en los discípulos un deseo de grandeza. ¿No les parece? ¿Cuántos de ustedes, tienen que hacer algo ante la grandeza? Como un músico que va a un concierto o a un espectáculo, o descarga un álbum, y de repente dice, “Ay, tengo que ensayar más. Necesito mejorar. Eso fue asombroso. No sé si pueda hacerlo así jamás, pero quisiera intentarlo”.
O como el atleta, o alguna clase de atleta, o alguien que era atleta. Ve algo en la tele y piensa, “Qué cosa tan asombrosa Debería intentarlo”. Lo intenta una vez, y le hacen cirugía, se recupera, pero se sintió inspirado en ese momento para hacer algo grande. ¿Cuántos de ustedes han visto un show de cocina en el canal Food Network, y después del show se meten a la cocina y tratan de cocinar algo? Y piensan, “¿Qué hago para que estos macarrones con queso sean asombrosos?”. Se sienten inspirados, por lo tanto tratan de mejorar su rendimiento, tratan de mejorar su comportamiento. Tratan de hacer las cosas mejor.
Pienso que eso es lo que está pasando aquí. Jesús revela su grandeza, y los discípulos se dan cuenta de que… “Hombre, podemos ser mucho mejor que esto, y saber mucho más. Debemos mejorar nuestro rendimiento. ¿Qué significa la grandeza para nosotros? ¿Cómo buscamos la grandeza? Y creo que no es tan solo una tonta conversación porque Jesús no los reprende, aunque acostumbraba hacerlo, porque estos tipos necesitaban que les hiciera muchas cosas para cambiarlos, y a menudo son como nosotros, y cometen graves errores. Y Jesús viene y los corrige, y los reprende, pero aquí no lo hace. No viene y les dice, “Qué idea tan tonta que quieran ser grandes”. Al contrario, viene y les dice, “Permítanme decirles cómo se hace”. No los reprende, los instruye.
Entonces, ¿qué pensamos de la grandeza? ¿Qué hacemos con la grandeza? ¿La grandeza es algo bueno? ¿Es algo malo? ¿Es algo a lo cual debemos aspirar? ¿Es algo que debemos evitar? ¿Qué hacemos con este anhelo humano de grandeza? Y este asunto, como otros, encaja dentro de una taxonomía de tres opciones que he estado elaborando durante años, que son: recibir, rechazar, y redimir.
Como cristianos hay ciertas cosas que podemos recibir, aunque los que no son cristianos las hacen, o aunque piensen que son buena idea, que forman parte de la revelación general, y de la gracia común; o sea, una buena idea. Uno va con un médico que no es cristiano, y les dicen, “Haga ejercicio, tome agua, coma bien”. De acuerdo, recibo eso. Es un buen consejo.
Pero hay cosas que debemos rechazar. Como cristianos, no tenemos cocaína cristiana, o estrellas cristianas de la pornografía, o terroristas, simplemente no tenemos nada de eso. De acuerdo, no tenemos versículos grabados en nuestras pipas. Sencillamente no hacemos eso. No es algo que…no podemos hacer eso. Decimos, “No, yo amo a Jesús, y la respuesta es no”. ¿Cierto? Mejor dicho, “Jesús sí, el Jihad no; así es como hacemos las cosas. Por lo tanto mi voto es no, no puedo hacer eso”.
También hay otras cosas que podemos redimir, es decir, cosas buenas que inclusive Dios las pudo haber creado y nos las dio como un don, pero han sido muy corrompidas y ensuciadas, y hay una forma redimida de disfrutar, usar, y administrar esas cosas. En Mars Hill usamos como ejemplo muchas veces: la sexualidad. Dios la hizo, nos la dio como un regalo dentro del contexto de un pacto matrimonial heterosexual, y aunque muchas personas lo profanan con cosas asquerosas, no significa que de por sí sea algo malo, sino que necesita ser redimido, y necesita ser algo que se disfruta dentro de los parámetros de las Escrituras y la voluntad de Dios.
Volviendo al punto, están discutiendo sobre la grandeza. ¿Debemos recibirla, rechazarla, o debemos redimirla? Veremos tres opciones en sucesión.
La primera opción es recibir la grandeza, solo recibir la grandeza. En el mundo vemos que la gente le da mucha importancia a la grandeza. Y si dejamos que el mundo y la cultura definan la grandeza, y la recibimos, tendrá un efecto devastador en nuestra relación con Jesús. Este es el cuadro de un tipo que se llama Narciso. Narciso era la historia de un antiguo mito griego, de folklore y leyenda, de un hombre joven que iba caminando y vio su rostro reflejado sobre el agua. Y estaba asombrado de lo magnífico y hermoso, y glorioso, e intrigante y fascinante que era esta persona, y se volvió tan adicto y tan enamorado con sí mismo que se contempló continuamente hasta morirse.
Clínicamente, de todo esto salió algo que se llama narcisismo, que se basa en el mito de Narciso, y yo diría que algunas personas, o posiblemente todas las personas, a menos que estén arrepintiéndose, consideran que ellos mismos son la persona más importante de sus vidas. “La persona más importante soy yo. Yo soy el centro del universo. Estoy adicto a mí mismo, y estoy enamorado conmigo mismo”. Vivimos en una cultura que promulga el amor propio, la autoestima, la autoayuda, sentirse realizado, para alcanzar nuestro mayor potencial, conseguir todo lo que podamos conseguir, hacer todo lo que podamos hacer, sentir todo lo que podamos sentir, y tener todo lo que podamos tener; o en el lenguaje de la adoración, “quiero mi propia gloria”.
Sin embargo lo cierto es que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios para reflejar la imagen de Dios. La Biblia dice que debemos reflejar la imagen de Dios. O sea que debemos ser como espejos que reflejan a Dios. Dios, quien nos hizo, es amoroso, lleno de gracia, bondadoso, y bueno, y justo, y verdadero; y debemos reflejar como espejos a Dios para mostrar algo del carácter y la naturaleza del Dios invisible al mundo visible.
Y lo que sucede con el narcisismo es que somos adoradores, pero nos adoramos a nosotros mismos. Estamos tan completamente absortos en nosotros mismos, al punto que no estimamos mucho a Dios ni a las otras personas, a menos que pensemos que nos puedan beneficiar de alguna manera. “Si Dios me bendice”, dicen, “y la gente me sirve, les pondré atención, pero en realidad no los estoy amando, los estoy usando”. Pero fuimos hechos para ser espejos de Dios, y acabamos siendo adictos a los espejos, y a contemplarnos constantemente.
Lo curioso es que esto concuerda culturalmente con la grandeza, porque hoy en día, ser grande e ir en pos de la grandeza equivale a hacerse famoso. Hubo un tiempo en que uno se hacía famoso haciendo algo, “Fui a la luna, me inventé un software…” ¿cierto? Hoy en día, cuénteme cualquier cosa que hizo algún Kardashian, y les daré el resto de sus vidas para que lo intenten, ¿de acuerdo? Nada. Ustedes dirán, “¿Y qué tal Paris Hilton?”. Como les dije, nada. En la escala Richter del aporte a la humanidad, es la muerte, nada.
La gente ahora es famosa por el solo hecho de ser famosos. Son conocidos por ser conocidos, no por haber hecho algo. Por lo tanto si aceptan la definición cultural de la grandeza, su razón de ser será el narcisismo. “Solo quiero ser famoso. Quiero que todos me conozcan”.
Y algunos de ustedes ahora mismo, son inteligentes. Seguramente están pensando, “Pues usted está en esa plataforma frente a nosotros, mientras mandamos mensajes por Twitter y Facebook, y parece que usted es un narcisista”. Y en verdad es algo que me tiene compungido, es algo que me tiene orando, algo que en retrospectiva pienso, “¿Habré dicho o hecho algo…? ¿Cuándo habré dicho tal cosa? Hipotéticamente, sé que este tipo es más o menos de esta estatura y dice cosas indebidas”. Sé que antes, en algún momento dije cosas en cierta manera para cautivar una mayor audiencia, y tener más impacto, y para tener una multitud más grande, para acaparar más atención, pero eso puede restarle atención a Jesús y a las necesidades de otras personas. Así es el narcisismo.
Es algo que me ha hecho pensar y orar, que fue causado curiosamente por el Dr. Drew. Algunos de ustedes dirán, “Oh, ¿él es cristiano?”. No. Es un buen tipo. Estuve en un show con el Dr. Drew llamado The Loveline hace unos meses, y recibimos llamadas de personas adictas y gente abusada durante todo el programa. Y hablábamos entre cada llamada, y me dijo, “Vaya, no estamos de acuerdo en muchas cosas, pero sí estamos de acuerdo en cuanto a la causa de los problemas de esta gente”.
No estábamos de acuerdo con la solución, por lo tanto no me parece que sea cristiano, pero ahora se ha convertido en una especia de experto cultural en el tema de las celebridades. Cuando Mel Gibson perdió los estribos por completo, lo entrevistó en varios shows para que diera su perspectiva. Ha escrito un libro llamado, The Mirror Effect (El efecto espejo). El Mirror Effect es interesante porque usa las mismas palabras de la Biblia: “reflejando la imagen de Dios”, que son las mismas palabras que usa Juan Calvino y que usaron otros reformadores. “Debemos reflejar la imagen de Dios”, y lo que dijo fue que las personas narcisistas se vuelven celebridades. Su meta principal es hacerse famosos.
Hace cualquier cosa por hacerse famosos, y después la gente normal se vuelve anormal imitando, reflejando, y remedando el comportamiento de aquellos que se han vuelto celebridades, y esto los lleva al desastre que llamamos la cultura pop. Entonces, en su libro The Mirror Effect, tomé algunos principios suyos que describiré como la diosa grandeza. Si uno dice, “quiero ser grande”, que significa, “quiero ser famoso”, y entra en este mundo con ínfulas de hacerse famoso, esto es lo que le sucederá:
Primero, los narcisistas se vuelven celebridades. Están absortos en sí mismos, están adictos a sí mismos, son unos mimados, unos dramáticos, necesitan toda la atención, y que todos le presten atención. Algunos de ustedes no le dan mucha importancia a esto, pero en su círculo de amigos, todos tienen que ponerle atención a usted, prácticamente no deja hablar a nadie, no deja que nadie tome decisiones, y más les conviene que sigan su canal en Twitter, porque si no, se los hará saber. Necesitan que les pongan atención. Esto va hasta las celebridades que quieren que todo el mundo les preste atención, no porque estén ayudando, o sirviendo, u orando, o cuidando, o enseñando, sino para llamar la atención.
Padres de familia, esto empieza cuando los niños están jóvenes. Esto lo vi hace poco en un partido de los Mariners. Dijeron que hubo como 20.000 personas que vinieron a ese partido, y no parecía, pero delante de mí y Gracie había una familia, papá y mamá y un niño de tal vez 4,5, o 6 años, y pensamos, “este niño tendrá problemas en la vida, porque no sabe que hay 20.000 espectadores que vinieron a ver el partido”. Pensó que las 20.000 personas habían venido a verlo a él. No tenía ningún concepto de que existe todo un universo fuera de él, y que alguien pudiera estar interesado en alguna cosa fuera de él.
Para colmo, su madre lo mimaba constantemente. Ella con su cámara, parecía tomar mil millones de fotos de todo lo que hacía. “Oh, tan simpático. Tan simpático”. Y todo el partido, este muchachito se la pasó parado en la silla haciendo cosas, tratando de hacer cosas simpáticas, fregando, y tratando de hacer que 20.000 personas se interesaran más por él que por Ichiro. Todo el tiempo su madre le sacaba fotos, de alguna manera entrenándolo para salir en TMZ un día de estos. Esa fue la impresión que me llevé.
Más o menos como la octava entrada, de repente, se inquietó mucho, como si ya nadie le prestaba atención y empezó a quitarse los pantalones parado en la silla. Repito, mejor dicho está ensayando para salir en TMZ. Así es la cultura en que vivimos. Los narcisistas se convierten en celebridades.
No estoy diciendo que ignore a sus hijos, pero dígales: “Dios es el centro del universo. Hay otras personas en el planeta. Puede que no les den la atención que siempre desean, pero que tomen el toro por los cuernos.
Segundo, lo que sucede después es extremadamente peligroso, es un comportamiento autodestructivo la manera como se hacen famosos. Uno no puede hacerse famoso siendo una persona normal. Uno no puede irse para la casa y poner The Soup, o Tosh.O, y ahí está. “Oh, hoy seguimos a Hank. Se levantó temprano. Leyó Proverbios. Tomó café descafeinado. Tomó el bus para ir al trabajo, y así reducir su huella de carbono. Hizo un excelente trabajo. No robó ningún dinero. Se quedó tarde porque le encanta su empleador. Regresó a casa, besó a su esposa, leyó Proverbios con los niños, y se fue a la cama”. Nadie le va a parar bolas a eso, a menos que diga algo como… “Y después se comió a alguien”. Ustedes dirán, “Oh, sí claro. De acuerdo, qué interesante”. Tienen que hacer locuras, ¿cierto?
Y esto conduce a—les daré algunos ejemplos—adicciones raras, cómo se ven, trastornos alimenticios, bulimia, anorexia, cirugías extremas, procedimientos; hipersexualidad, toda clase de aberraciones sexuales; adicciones extremas a las drogas o al alcohol, comportamiento violento y peligroso. De acuerdo, así que la película en 3D de Johnny Knoxville está por salir, y Bully Beatdown (Paliza a los Abusadores) ya salió, es una de esas donde dicen, “Me haré famoso arriesgando mi vida y mi seguridad”. Haciéndose daño a uno mismo, lo cual incluye cortarse, y todo tipo de trastornos como acaparar las cosas.
Hemos visto personas con las vidas más excéntricas, turbadas, quebrantadas y perjudicadas, y no podemos orar por ellos y servirles únicamente. Nos tienen intrigados, y lo que fomenta estas cosas es el reality TV, que en realidad no es tan realista, sin embargo el reality TV es un fenómeno explosivo que para seguir existiendo como show, necesita exhibir más y más comportamientos extremos para que puedan ser más famosos y aumentar su grandeza.
En el año 2000, ¿cuántos reality shows piensan que había? Cuatro. Hoy hay 320. De acuerdo, nos han ofrecido dos. Dos veces nos ofrecieron, hacer un show titulado Do you Driscolls, en el que actuaríamos los niños, Gracie y yo. “¿Quieren formar parte de una familia de televisión extrema?”, nos dijeron. No, porque en primer lugar, mi propósito en la vida sería un testimonio aburrido para ustedes. Diría, “Oigan, Alexie puede colorear y Mark todavía está leyendo”. Correcto, debe ser muy aburrido. Vean la reality TV, The Hogans, eso no sirve. El niño de los Osbourne está en rehabilitación, no me sorprende. ¿Quién se lo hubiera imaginado? Ahora salieron con Kate plus 8, porque con John no les fue muy bien. Tienen que aumentar constantemente lo extremo, lo extraño, lo ridículo, el comportamiento absurdo, para seguir cautivando la audiencia, y eso conduce a una cultura de muerte.
Ahora, lo que sucede es que la gente en la cultura piensa, “Eso lo muestran en todo momento, por lo tanto debe ser normal”. Las niñas de la escuela se mandan fotos de sí mismas, desnudas, con su móvil, y mejor dicho, hay niños que tratan de imitar las hombradas del show Jackass (Burro), y uno sabe que solo tienen 12 años. No entienden la fuerza de la gravedad, ni los deducibles. No entienden lo que hacen. Y la gente se pone a imitar esta clase de comportamiento, y después lo que sucede es que empiezan a usar las redes sociales, pensando, “Como quiero hacerme famoso, voy a ponerlo en Facebook, Twitter, Myspace, YouTube; voy a ponerlo en mi blog. Voy a volverme famoso diciendo o haciendo alguna locura”. Y todo el mundo habla de ellos. “Está funcionando, soy famoso. Supongo que si quiero ser más famoso, tendré que hacer más locuras”.
Al final esto ocurre porque su identidad está basada en alguien y en algo que no es Jesús, y piensan, “la gloria es para mí, y no para Dios”, y eso es pecado. En últimas, esto conduce a la muerte. Desde las celebridades de antes como Marilyn Monroe y Belushi, hasta Farell y Elvis, Cobain, y Layne Staley. Mejor dicho podemos ver claramente las vidas destrozadas de estas personas, y vemos la vida destrozadas de las celebridades que aun viven. Lindsay Lohan, a la cárcel y a rehabilitación. La personalidad principal en Twitter hoy en día es Britney Spears, que pasó de ser una Mouseketeer, a rehabilitación. Así es el mundo en que vivimos. Robert Downey Jr. lo ha dicho abiertamente y en público que es un narcisista. Nos preguntamos por qué personas como Mel Gibson pierden los estribos. Es porque piensan que son Dios, y cuando alguien les dice que no lo son, estalla su ira.
“Oiga, ¿qué sucede?”. Así es el mundo en que vivimos. Y si una persona común y corriente piensa que eso es normal, y esa es la manera de hacerse famoso, y que ese es el sacrificio uno tiene que hacer… Quieren ser grandes y famosos, quieren que todo el mundo los conozca, quieren tener la mayoría de seguidores en Twitter, quieren la mayor cantidad de hinchas en Facebook, quieren que todos opriman en botón “like”, lo cual me parece interesante. Es un acto de adoración. “Me gusta”.
Pues bien, el Dr. Drew llega y dice lo siguiente: “Las celebridades—así como los narcisistas—dependen del mundo como un espejo”, así lo diría Calvino. Es asombroso que alguien que no es cristiano tenga esta clase de entendimiento, y que nos sea útil. “Siempre contemplan hacia afuera buscando la gratificación o la afirmación, para evitar los sentimientos insoportables causados por un vacío interno”.
Las celebridades no son gente sana. No lo son. A la gente famosa no les está yendo bien. Mejor dicho, si escuchan el último álbum de Eminem, básicamente dice, “He arruinado toda mi vida, pero estoy tratando de arreglarla. Estoy tratando de hacer las cosas mejor, y ser un buen padre. No tengo idea de lo que estoy haciendo. No tengo idea de lo que estoy haciendo, así que hagámoslo juntos, síganme a mí”. ¿De veras? ¿Por qué no sigue más bien a otra Persona? Conozco a un Tipo que resucitó de los muertos, ¿qué tal ese?
Además, ¿qué tal esto? Para aquellos que son jóvenes, o sea los que tienen menos de 40 años, porque yo tengo 40, “el 51% de personas de 18 a 25 años dijeron que hacerse famosos era la meta más importante, o la segunda meta más importante en la vida para su generación”, según lo indicó la muy neutra organización el Pew Research Center.
Muchas personas aquí en Mars Hill tienen esa edad, algunos de ustedes son de esa edad. Algunos de ustedes son padres, y sus hijos tienen más o menos esa edad. Algunos de ustedes son abuelos, sus nietos tienen más o menos esa edad. Si le preguntara al joven promedio hoy en día lo más importante para las personas de su generación, ¿que le diría? ¿Quieren ser santos? “No”. ¿Quieren ser amorosos? “No”. ¿Quieren ser compasivos, generosos? “No”. “No, ¡queremos ser famosos!”. ¿En serio? ¿Cómo pretende lograr eso? “Haciendo alguna locura”. Y después el autodestructivo ciclo de la muerte empieza, y lo hace. Por eso existen atletas dopados tratando de engañar a la gente. Políticos que mienten, empresarios deshonestos. Todo el mundo está usando a todo el mundo. Todo el mundo quiere ser alguien. Nadie ama a nadie.
Ahora les daré un ejemplo reciente, muy trágico, horrendo y devastador. ¿Cuántos de ustedes conocen a Laurence Fishburne? Es un actor que se hizo muy famoso con la película The Matrix. Un actor bastante bueno. Tiene una hija adolescente. Hace poco realizó su primera película pornográfica por su cuenta, y la distribuyó por sí sola para hacerse famosa. Su padre obviamente está consternado y destrozado por esto. Él trató de comprar los derechos a la película, pero es demasiado tarde, ya fue distribuida. Según algunos reportajes, con sus amigos ha tratado de comprar todas las copias, pero es incapaz de dar con el paradero de todas. Esto ha ocasionado un conflicto entre él y su hija adolescente que dice lo siguiente, “En vista de haber realizado esta película para adultos como un paso importante en mi carrera… he visto el éxito que ha tenido Kim Kardashian…”. A esa lista pueden añadir a Paris Hilton, Pamela Anderson, “…que se hizo famosa y creo que mucho tuvo que ver son el lanzamiento de su video sexual por Vivid, y espero que obtenga los mismos resultados por arte de magia. Me impaciento por ser…”, ¿qué cosa? “Bien conocida”. “Quiero hacerme famosa rápidamente”. “Con tantas oportunidades, pensé que sería una buena manera de empezar”. ¿Están sintiendo lo que dice? La temperatura acaba de cambiar en el auditorio.
Si alguien dice, “Solo quiero la grandeza. Voy a salir al mundo, y quiero hacer tal cosa… Mi grandeza significa ser famoso. Quiero ser conocido” Y eso resulta en un comportamiento imprudente, peligroso, malsano, que imita las personas menos sanas entre nosotros, tratando de rebasar a los demás para conseguir una fanaticada más grande.
Ahora, algunos llegan y tratan de cristianizar esto con una teología disparatada fantástica. Y dicen, “Sí, pero Dios existe para darnos grandeza. No queremos la definición que el mundo nos da de la grandeza. lo que queremos es una visión de nuestra propia grandeza en la que somos sanos, exitosos, haciendo grandes logros, triunfadores, y victoriosos. Por lo tanto sí queremos ir en pos de la grandeza como el mundo la define, con salud, belleza, estatus, éxito, y posesiones. Y Dios existe para mi gloria. Dios existe para adorarme. Dios existe para que yo tenga todo lo que pueda tener, para que alcance todo mi potencial, y haga todo lo que puedo hacer”. Todo se remonta a la primera mentira en Génesis, “Seréis [grandes] como Dios”.
Y después llegan los falsos maestros y dicen, “Y Dios les ayudará adorándoles a ustedes”. No. Nosotros no existimos para ser adorados por Dios. Existimos para adorar a Dios. Por lo tanto debemos hacerlo, y les ruego desde el punto de vista teológico y práctico, debemos rechazar la definición cultural de ir en pos de la grandeza. Debemos hacer eso, y debemos rechazar un falso sistema teológico que dice, “Jesús te dará la clase de grandeza que da el mundo”. No. Tenemos que rechazar eso.
Algunos cristianos reaccionarán, otros se irán por la borda y rechazarán la grandeza por completo, no solo en su forma mundana, no solo la clase de grandeza que promueve la cultura, sino que rechazarán completamente la grandeza. Dirán, “Sí, el mundo está muy mal, no quiero ser así. No quiero tener adicciones, ser destructivo, narcisista, demasiado ensimismado, sin amar a la gente, o como alguien que usa a los demás”. Y leerán pasajes como Santiago 3, y dirán, “Sí, la Biblia condena los celos, que significa codiciar otra personas, o lo que tienen, o lo que visten, donde viven, lo que manejan, con quién se acuestan, y la imagen que proyectan”. Esa es la clase de ambición egoísta que Santiago reprende. “No queremos ser egoístas, no queremos se ambiciosos”.
Por lo tanto podemos pasarnos de tal manera que no solo rechazamos la grandeza mundana, sino toda la grandeza; y a menudo, en círculos cristianos, lo hacemos para mostrar una falsa humildad. “No quiero ir detrás de la grandeza, solo quiero ser humilde”. Esta es la respuesta espiritual para los cobardes, los perezosos, y las personas desganadas, para que aparenten ser santos cuando no lo son. Algunos de ustedes dirán, “No quiero ganar mucho dinero. No quiero sacar buenas calificaciones. No quiero esforzarme académicamente. No quiero dirigir mi compañía porque, estoy tratando de ser humilde”. ¿De veras? ¿Es cierto?
Me encuentro con muchos jóvenes que hablan mucho sobre los necesitados, los pobres, los que padecen dolor, y dicen, “por lo tanto no seré muy ambicioso. No buscaré la grandeza”. Pues ¿por qué no trata de hacer algo, como ganar dinero para crear soluciones innovadoras y ayudar a la gente a tener una mejor vida?
Es muy importante que aprendamos a percibir correctamente la ambición . La ambición y el orgullo no son siempre la misma cosa, aunque ciertamente pueden ser lo mismo. Y para quienes rechazan la grandeza en cualquiera de sus formas, hay un libro que se llama Rescuing Ambition (Rescatando la ambición). Y habla de seis maneras distintas que la gente usa para tratar de excusar su falta de ambición, y su rechazo de ir en pos de la grandeza.
Primero, hay personas que dicen, al menos en sus propias mentes, esto no lo pondrían en su blog. “Creo que ya alcancé la grandeza”. ¿Por qué buscar la grandeza si uno ya es grande? Y algunos de ustedes piensan que son bastante grandes. En realidad no están motivados, no son ambiciosos, no trabajan con esmero, y no estudian mucho, porque piensan, “Ya soy una gran persona. Soy bastante bueno”.
Segundo, “Creo que tengo gran potencial”. Me refiero aquí a la gente de 20 años, así son ustedes. Es decir, piensan, “tengo potencial para ser grande”, lo cual significa, “Si quiero, puedo ser grande, y si no me vuelvo grande, es porque no quise serlo, pero pude haberlo sido”. Lo cual significa, “No soy grande, pero soy bastante grande por no serlo, porque tengo gran potencial”.
Permítanme decirles esto: cuando son adolescentes, tener gran potencial es algo intrigante. Entre los 20 y los 29 años, es un poco decepcionante. Entre los 30 y los 39 años, da vergüenza. Entre los 40 y los 49 años, no hay potencial. Es una vida desperdiciada. Y hay personas que siguen hablando de su potencial, pero no hacen nada al respecto. Lo que tienen es potencial, sin resultados. No tienen resultados. De acuerdo, soy hincha del béisbol. Estoy harto de reclutar tipos con potencial. ¿Saben lo que me gusta? Los resultados. Puede que un día le dé a la pelota. Hoy sería un buen día Sería bueno que lo hiciera hoy. El potencial siempre dice, “Algún día, quizás por casualidad, tal vez podrían convertirse en tal cosa, o podrían hacer tal cosa, o lograr tal cosa, o llevar a cabo tal cosa”. ¿Pero sabe qué es lo más importante? No solo el potencial, sino el potencial disciplinado para ser un discípulo de Jesús, y ser disciplinado para alcanzar el potencial que uno tiene.
Tercero, “Yo antes era grande”. ¿Alguna vez ha tenido un amiguito “de los viejos tiempos”? Todo el mundo tiene amigos de los viejos tiempos. No sé a qué tiempos se refieren, pero es como el atleta que se lesionó, que tuvo éxito en otras épocas, ¿cierto? “En los viejos tiempos cuando la panza no me tapaba los pies. Era tan rápido… en los viejos tiempos. En los viejos tiempos, era tan… en los viejos tiempos, todas querían ser mi novia. En los viejos tiempos, le caía bien a todos, en los viejos tiempos”. Y después de un rato de hablar con este tipo, uno piensa, “me parece que ya le he oído contar esas historias, y cada vez que las cuenta me parecen menos y menos probables”. Mejor dicho, era más chévere, más simpático, más rápido de lo que podía ser si tuviera un cuerpo resucitado; de acuerdo… en los viejos tiempos.
Son personas que no trabajan para el presente. No anticipan el futuro; solo hablan del pasado. “¿Recuerdan cuando hice tal cosa?”. Sí, fue asombroso. “¿Recuerdan cuando dije tal cosa?”, Sí, sí, lo sé. Lo sé. Todos lo sabemos. Hizo tres cosas, y sigue hablando de ellas. Quien sabe si más adelante haga la cuarta. Por favor hable de otra cosa.
¿Qué tal esta? Parece que los hombres no están riéndose, porque se sienten aludidos. Disculpen. “No tiene nada de chistoso”. Sí lo es. En los viejos tiempos no me burlaba de la gente.
El cuarto dice, “Soy grande comparado con los demás”. “No soy grande, pero comparado con los malos amigos con quienes he decidido juntarme, soy bastante grande” “Miren, al menos tengo puestos los pantalones”. “Soy grande”. Y algunos de ustedes intencionalmente se comparan con otras personas que, mejor dicho, siempre me dicen esto y es lo que más les gusta decirme en las sesiones de consejería: “Al menos no soy Hitler”. “Oh, ya caí en cuenta. Lo felicito. Eso es algo grande. Es algo muy grande. No ha asesinado a millones de personas. Vaya, me ha impresionado. Estaba decepcionado con usted, pero después de oír eso lo estimo más; usted y Hitler, que comparación tan mala. Usted es fantástico”. Pero eso es lo que tendemos a hacer, nos comparamos con otros. Por eso es que algunos de ustedes miran el noticiero buscando la peor persona que hizo lo peor, y al día siguiente se la pasan hablando de ello porque a comparación se ven lo más de bien.
Quinto, “Mañana estaré bien”. Como un hombre de negocios. “Cerraré el gran trato. Espere, espere, espere hasta que cierre el trato. Espere, espere. Voy a sacar una nota sobresaliente al escribir ese ensayo. Voy a terminar esa clase. Voy a conseguir eso…espere, espere, espere, lo haré mañana. Mañana haré tal cosa. Voy a empezar ese ministerio. Voy a pagar mis deudas. Leeré aquel libro. Iré a esa comunidad mañana, mañana. Lo haré, ya verás. ¡Mañana!”. Después de un tiempo, uno dice, “mañana nunca viene”. Viven para el futuro, pero nunca logran hacer nada.
La grandeza está fuera de su alcance, que es lo mismo que le pasa al número seis. “Yo sería grande, si tan solo tal cosa, “. “Hombre, yo hubiera hecho esa inversión si tan solo hubiera sabido que aquellas acciones iban a subir; hubiera sido genial. Si hubiera tenido la valentía de pedirle a esa señorita que saliera conmigo, hombre, nos hubiéramos casado, porque soy irresistible. Hubiera sido genial”. “Hombre, si hubiera leído ese libro antes de arruinar mi vida, hubiera sido súper”. Oh, si no me hubiera lastimado, me hubieran reclutado. Estaría en las grandes ligas, pero me lesioné”. “Si esto o aquello hubiera pasado, hubiera llegado a ser grande”, o sea, “Me considero una víctima, no fue culpa mía”. “Estaba destinado para la grandeza, y algo se me interpuso”.
Y lo que ocurre es que la gente rechaza del todo la grandeza, o a veces salen con excusas, o cosas que parecen ser santas, o religiosas para rechazar cualquier tipo de ambición, o valentía, o riesgo, o esfuerzo. “Solo estoy siendo humilde”, dicen.
De acuerdo, ahora veamos lo que conlleva todo esto. Piensa que si va manejando con el carro en segunda, y no aprovecha al máximo los dones, talentos, y dólares, y las oportunidades que Dios le ha dado, ¿piensan que eso es ser humilde o que es pecado? ¿Piensan que glorifica a Dios que vivan a medias, sin pasión, desorganizados, con una rutina cuasi perezosa, previsible, sin tomar ningún riesgo? ¿Piensan que están siendo buenos administradores bajo esas condiciones, invirtiendo y aprovechando al máximo quiénes son en lo que Dios les ha encomendado que hagan? No.
¿Piensan que al hacer eso están amando a los demás? Mejor dicho, si están necesitados, y ustedes pueden ayudarlos, y no hacen lo que pueden o lo que deberían hacer, consideran que eso es amar a la gente? No, es ser egoísta. A veces es cobardía, es mala mayordomía, es pereza, es ser desorganizado.
Permítanme preguntarles, porque suena bien en teoría, y muchos cristianos jóvenes viven en el ámbito de la teoría, como no ser ambiciosos, no ser agresivos, no esforzarse a lo máximo, no hacer lo mejor que pueden. Es como una reacción contra el libro de Tony Robbins, Your Best Life Now (Su mejor vida ahora). “Si logra visualizarlo en su mente, podría ser lo que visualiza. Sonría y solo póngase a soñar”. Eso me suena a basura suburbana, melificada, y a tonterías ridículas. Es una perspectiva que promulga la felicidad, sin tomar en cuenta el pecado, la caída, y la condenación, y podría haber una reacción generacional exagerada al respecto.
Pero cuando aplicamos eso, esa forma de hacer las cosas a medias, con pereza, desorganizadamente, creyéndose moralmente superior, cobardemente, con una mala perspectiva de la realidad, en lo que respecta a la mayordomía, donde decimos, “Es que no quiero ir detrás de la grandeza”, y lo aplican a un papel particular que ejercen en sus vidas, ¿entienden lo que estoy diciendo?
¿No desean tener un gran matrimonio? ¿No desean ser un gran padre de familia? ¿No desean ser un gran conyugue? ¿No desean tener una gran vida de oración? ¿No desean tener un gran entendimiento de la teología? ¿No desean formar parte de una gran iglesia? ¿No desean tener un gran ministerio? ¿No desean impactar grandemente las necesidades de quienes padecen en el dolor. Cuando se muera, ¿no desea dejarle nada a nadie?
¿Cuántos de ustedes ahora mismo están buscando un cirujano mediocre? Es decir, “Yo no quiero un buen cirujano, quiero uno que sea cristiano. Quiero uno humilde que asistió a la mitad de las clases, y que a veces mata a la gente; porque no quiero un cirujano arrogante que aspira ser grande para abrirme con el bisturí. Estoy buscando un cirujano mediocre”. No. Es que no queremos, no queremos… queremos que el piloto aspire a la grandeza, ¿no es cierto? Queremos que nuestro mecánico de frenos aspire a la grandeza. Queremos que nuestro cardiólogo aspire a la grandeza. Le gustaría que su cónyuge aspire a la grandeza, al menos que sea bondadoso y servicial.
Lo cierto es que debemos aspirar a la grandeza. Fuimos formados para la grandeza. Anhelamos la grandeza. No podemos rechazarla abiertamente y de todo corazón, y ser malos esposos, malos cristianos, malos amigos, malos padres, malos estudiantes, malos empleados, malos administradores, malos miembros de la iglesia. Humildes como Jesús. No.
Porque es demasiado narcisista. Sucede así: tenemos la categoría de los narcisistas que quieren acaparar la atención de todos a toda hora, y están adictos a los elogios de la gente. El narcisista en la segunda categoría, dice, “Solo quiero ser humilde. Quiero ser tranquilo, sencillo. Quiero hacer lo mínimo porque me preocupa lo que la gente piensa de mí”. Siguen padeciendo el mismo dilema puesto que buscan la aprobación de otras personas y no de Dios, y viven para ganarse los elogios de la gente y no del Creador, y solo piensan en esas dimensiones: “Tengo ruedas lujosas. No tengo ruedas lujosas”. “Tengo casa grande. Vivo en una carpa”. “Manejo un todoterreno. Voy al trabajo en bicicleta”. Ambos están diciendo, “Soy bueno, santo, justo y piadoso; piensen bien de mí, alábenme, ámenme, denme gloria”. Ambos son narcisistas, con la diferencia de que por lo general uno tiene
más cosas que el otro.
Y eso nos lleva a la tercera opción. Otra vez, volviendo al relato, haremos mucho análisis cultural hoy porque la Biblia dice que cuidemos nuestra vida y doctrina, y que veamos nuestra vida en la cultura para que podamos aplicar nuestra doctrina a nuestra vida en la cultura. Espero que sea claro, que si solo buscamos la grandeza como la define el mundo, no seremos cristianos fieles. No podremos vivir una vida sana, santa, y alegre.
Además, si rechazamos todas las formas de grandeza, viviremos una vida simplista, patética, ordinaria, una vida minimizada que no es lo que Dios pretende para nosotros, y no le estaremos glorificando ni seremos buenos administradores de la vida tampoco. Si usted dice que eso es humildad, no lo es. Es cobardía, pereza, necedad.
Esto nos impulsa a la tercera categoría, de la grandeza redimida, y regresamos al relato. “Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor”. Lucas 9:46–48, “Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí, y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió”; a Dios Padre. “porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése es el más grande”. Y en Marcos 9 añade, “el que está dispuesto a asumir la posición de esclavo, una posición humilde y de siervo. Ese es el más grande de todos”. A eso se refiere aquí.
Así que vienen a Jesús y le dicen, “Queremos ser grandes”. No les dice, “Entonces sean grandes, como el mundo define la grandeza”. No les dice, “Oh, no, no, no, no aspiren a la grandeza, eso es muy peligroso”. Les dice, “De acuerdo, permítanme decirles cómo ser grandes”. “Es una motivación y ambición decente. Permítanme decirles cómo hacerlo. Permítanme decirles cómo lograr eso”, y toma un niño en sus brazos.
Ahora, esto era algo muy inusual. En aquellos días, a los niños se les enseñaba la Tora hasta que tenían 12 años de edad. Los consideraban una pérdida total de tiempo. Un rabino comenta en el Talmud, “Dormir por la mañana, vino al medio día, y parlotear con los niños en lugares donde los hombres plebeyos se reúnen y destruyen a un hombre”. Al igual que en esos días, en nuestros días también queremos triunfar, estar con gente triunfadora. Mejor dicho, “¿Quieren destruir sus vidas y fracasar, levántense a tomar, duerman hasta tarde, y júntense con los niños y la gente fracasada. Eso es perder el tiempo, porque uno no puede ascender cultural, económica, y políticamente en la sociedad, dependiendo de su área de interés, si se la pasa con inocentones, gente pobre, y niños”.
Y Jesús levanta al niño. Un muchacho. Me imagino un muchachito con una paleta de caramelo de dulce de leche, con una pierna del pantalón subida, y la otra abajo, con mocos en la nariz, despelucado. Y tiene una mirada que parece decir, “Eh, estoy enseñándoles a los rabinos. Está bien”. Mejor dicho, es un momento interesante para este niño, y Jesús hace algo completamente inesperado porque la gente en esos días, como en nuestros días, por lo general no recibían bien a los niños.
Es que en nuestros días, los niños son una carga. Cuestan dinero, “Tengamos relaciones sexuales, pero sin casarnos. Usemos anticonceptivos”. Lo cual no es siempre un pecado si están casados. “Si quedamos embarazados, abortemos al niño; y si tenemos el niño, es lo peor que nos ha pasado porque trastorna nuestra capacidad de buscar nuestra grandeza, y los niños requieren tiempo y dinero, y dicen, ‘¿qué hay de mí?’”.
Y era más o menos así en aquellos días. Los hombres mayores no se juntan con los niños, y Jesús es un hombre adulto, un hombre soltero, un hombre sin hijos que ama a los niños, y los niños lo aman. Y Jesús establece este paradigma cultural impactante. Les está diciendo a sus discípulos, “Necesitan dedicarles más tiempo a los niños”.
No porque los niños sean inocentes, y puros, y son nuestro futuro; y que si los guiamos bien, nos mostrarán el camino; caray, odio esa canción. La oí hace poco en un supermercado, y pensé, “Menos mal que no estoy en el pasillo de los cuchillos, porque sino me mataría de lo mala que es. No es que los niños sean sin pecado, crédulos, ni perfectos, y que debamos aprender de ellos, y que no fueron afectados por la caída”. No, para nada. No es eso.
Jesús está diciendo, “¿Saben qué? Hasta que se humillen y estén dispuestos a tener la actitud de un niño”, y no a portarse como niños. Otra vez, en Mateo 18 y en Marcos 9, los textos corolarios donde nos da este resumen por medio de sus siervos, Jesús habla de tener fe como un niño, no una fe infantil. Está hablando de juntarnos con personas que por lo general no serían nuestra primera opción para tenerlos como amigos; que aprendamos cierta humildad, servicio, y amor por los demás. Lo que hace Jesús aquí, es usar una ilustración inesperada con un muchachito, para decirnos, “Les diré cómo ser grandes”. Así que ataré los cabos para ustedes.
Esto es lo que Jesús dice acerca de la grandeza redimida, ¿de acuerdo? Cinco cosas en un acrónimo. Pensé que les gustaría, y como soy un narcisista, quería compartirlas con ustedes. Así que aquí está la grandeza redimida en cinco puntos.
El primero es vivir solo para la gloria de Dios. ¿Saben qué? En realidad ninguno de nosotros cumplirá esto siempre y continuamente. Siempre tendremos que examinar nuestro corazón, nuestras intenciones, nuestros motivos, y arrepentirnos de nuestros pecados. Sin embargo, glorificar a Dios no significa rebelarnos contra la autoridad. No significa que no estemos dispuestos a escuchar a otras personas. No es que no se le pueda enseñar nada, pero en última instancia, al vivir de cierta manera, oirá que Dios le dice, “Bien, buen siervo y fiel”, aunque la gente por el camino no estén de acuerdo con usted, aunque la gente no esté de acuerdo con usted por el camino.
De acuerdo, y he hablado con muchas personas. Les daré muchos ejemplos sencillos. Una chica se hizo cristiana. Le gustaba mucho su novio, pero él no era cristiano, no le interesaba Jesús. Ella reconoció que no podían; mejor dicho, casarse hasta que Dios por su gracia cambiara su corazón en el futuro; entonces le dijo, “Sabes, nuestra relación está cancelada”. Pues ahora su familia y amigos la están presionando, diciéndole: “¿Por qué no te casas con Él?”. “No porque eso no glorificaría a Dios. Siento afecto por él. Lo estimo mucho, pero habría un yugo desigual. Esa no es la voluntad de Dios para mí”.
Conocí a alguien que hace poco se convirtió a Cristo, y su familia la rechazó y la desheredó. Sus familiares dijeron, “¿Podrías dejar de hablarnos de tu fe?”. “¿Por qué tienes que decirle a la gente que eres cristiana?”. “Es que soy cristiana, y amo a Jesús, y eso es lo que soy. Y no estoy tratando de ser mala ni descortés, pero eso es lo que soy”. “Pues no nos hables de ello”. “Pero es que necesito hablar del que cambió mi vida, porque también quiero que otras vidas sean cambiadas. Tengo que glorificar a Dios”. Conozco personas que perdieron su trabajo hace poco. Porque aman a Jesús. Y no fue porque estuvieron pecando en el trabajo haciendo nada.
Pero glorifica a Dios. ¿Y saben qué? A veces cuando vivimos solo para la gloria de Dios, puede que no gane mucho dinero, o que no lo asciendan. Puede que no todos aprueben de usted. Puede que no consiga el seguimiento más grande de amigos e hinchas. Puede que tenga unos cuántos enemigos. No está tratando de ser moralmente superior a nadie, u orgulloso, o soberbio, solo le está diciendo a Dios, “Dios, te amo. Estoy leyendo la Biblia. Estoy tratando de obedecerte, porque te amo; porque me amas, y solo estoy tratando de vivir para la gloria de Dios”.
Lo que eso significa es que ahora invertimos nuestro dinero, invertimos nuestro tiempo, nuestro talento, nuestro tesoro, invertimos nuestros días, y nuestra vida, nuestra sexualidad, nuestros amigos, nuestra familia, nuestra ética de trabajo, todo para la gloria de Dios. Puede que no sea el camino que todos quieren para mí, pero es lo que Dios dice en su Palabra, y es lo que le trae honra.
Algunos de ustedes dirán, “Vaya eso suena bien difícil”. Y ¿saben qué? Es cierto. Los libra para que dejen de usar a la gente, y para que empiecen a amarlos, porque si viven para la aprobación de todos los demás, los elogios, y la alabanza, no los está amando, los está usando. Es solo cuando uno vive para la gloria de Dios por sí sola que uno puede dejar de usar a la gente, y empezar a amarla. Aunque no estén de acuerdo, ni den su consentimiento, aunque no lo elogien.
En definitiva es Jesús. Así es Jesús. Jesús vivía perfectamente, continuamente, y sin fin, solamente para la gloria de Dios Padre.
Segundo: rechace las comparaciones malsanas con los demás. En parte esto es lo que les pasa a los discípulos. Están discutiendo, “¿quién de nosotros será el mayor? No. No es un comportamiento saludable. La verdad es que debemos aprender de otras personas, sin compararnos con ellas de una manera malsana. Hace poco hablaba con una joven recién casada, recién egresada de la universidad, endeudada con la universidad, y ella y su esposo trataban de averiguar la manera de pagar esa deuda. Ella está tratando de entender cómo vivir con él. Tratan de averiguar cómo empezar un ministerio en su casa y su grupo comunitario. ¿Saben qué? Ella está tratando de averiguar muchas cosas. Su vida ha cambiado mucho. ¿Saben lo que ella necesita? Sabiduría, y el buen consejo de personas que son un poco mayores, que han pasado por estas temporadas, que le pueden ayudar.
Por lo tanto debemos aprender de otras personas, sin compararnos con otras personas. Comparaciones malsanas de uno mismo con otras personas lleva a una de dos cosas: a la soberbia, o a la desesperación. La soberbia dice, “Soy más guapo que ellos, más inteligente que ellos, más chistoso que ellos, más exitoso que ellos, más sabio que ellos. En definitiva soy mejor que ellos”. Es un sentido de superioridad petulante. La desesperación dice, “No soy tan guapo como ellos. No soy tan inteligente como ellos. No soy tan rico como ellos. No soy tan chistoso como ellos. Más o menos me siento como un perdedor”.
No haga comparaciones malsanas de usted mismo con otros, porque esa clase de rivalidad es la que destruye la comunidad. La comunidad es donde nos servimos unos a otros; la rivalidad es donde batallamos unos contra otros, y eso no conduce a la paz, al servicio, al amor, y a la ayuda.
Tercero, disfrute humildemente servir a los parias, eso es lo que Jesús está diciendo. Levanta al niñito en sus brazos, y dice, “¿Saben qué? Ustedes están discutiendo sobre quién será el mayor. Carlitos necesita que alguien juegue con él. Carlitos necesita ir al baño. Carlitos no puede encontrar su camioneta de juguete, porque hay una gran multitud y seguramente se le cayó en algún sitio. ¿Saben qué? En vez de ponerse a discutir sobre quién es el mayor, mejor uno de ustedes venga y ayúdele a Carlitos. Dejen de discutir sobre quién tiene más seguidores en Facebook, y cuáles posts tienen el índice de audiencia más alto, y alguien vaya y tráigale a Carlitos una paleta de dulce de caramelo de leche, ¿está bien? No se queden ahí sin hacer nada”. Esta es mi interpretación de cómo sucedió esto.
Y lo que dice Jesús aquí es, “Están pensando de ustedes mismos, no están pensando en las personas necesitadas. Están pasando por alto a las personas. Deberían estar sirviéndolas. Dejen de contemplarse a sí mismos, y amen a los demás. Porque esto es lo que pasa, si viven para la gloria de Dios y el bien de los demás, eso les ayudará a combatir contra esa actitud egoísta, narcisista, engreída, ensimismada; a ese yoísmo que dice, “Amo a la persona que veo en el espejo”.
Entonces empezarán a darse cuenta de que, “Vaya, Dios les ama, y yo puedo ayudarlos; y Dios me ama, y eso me está ayudando. Y necesito hacer lo que dijo Jesús, amar a Dios, amar a mi prójimo, y dejar de estar adicto totalmente a mí mismo, sirviendo humildemente a los necesitados”. Y muchas veces servimos calladamente a los necesitados, no porque esté rodando la cámara, o para recibir toda clase de elogios, sino porque es lo que se debe hacer.
Eso es lo que les está diciendo. ¿Por qué no dejan de discutir y se prestan para ayudar a unos niños? ¿Y sabe qué? Eso sucede hoy en día. Pocas veces vemos hombres jóvenes y competentes, buenos, fuertes y valientes, invirtiendo sus vidas en los niños. No es algo común. No lo es. El 40% de los niños esta noche se acostarán sin tener un padre. No tienen un papá. Las palabras de Jesús son tan veraces como siempre. “¿Quieren ser grandes? ¿Por qué no ayudan a unos niños? Eso sería genial, porque alguien podría ayudarles. Muchos de ellos ni siquiera tienen papá”. En aquellos días, como en los nuestros, si uno veía un hombre soltero con hijos, por lo general significaba que era un pederasta. Jesús no es ningún pederasta. Tiene un corazón de Padre y ama a los niños, aun siendo soltero. Esto incluye a las viudas, los huérfanos, los pobres, y los que tienen discapacidades, niños que se quedan encerrados en casa, niños encarcelados, los que son pasados por alto, los abandonados, los que no le ayudarán a mejorar su estatus social, su posición económica, su estatus cultural.
Es un tema del evangelio porque nuestro Dios nos ama, y su reputación no ha mejorado al asociarse con nosotros. No le traemos nada que Él ya no posea. Y Dios viene en la Persona de Jesús a pasar tiempo con nosotros, y amarnos, y estar con nosotros, y servirnos porque es bueno. Lo que nos dice es, “Si me pertenecen, por qué no hacen eso? Muéstrenles a las personas cómo soy”. ¿Cuántos de ustedes solo escogen a sus amigos; solo escogen a los que andan con ustedes porque pueden ayudarle? Son atractivos. Son inteligentes. Son ricos. Tienen un futuro y los están usando. Jesús dice, “Así no es como hacemos comunidad”.
Cuarto, acepte su vida y haga lo mejor que puede. Su vida, aquí voy a poner el dedo en la llaga. La teología cristiana falsa de la grandeza, empieza con una visión para su vida, tener suficiente fe, y sembrar una semilla de fe para que Dios lo bendiga ¡y le dé grandeza! La visión para su vida no empieza con usted, empieza con Dios. Como el que dice, “adoro a un hombre soltero y sin hogar que fue asesinado, para que yo pudiera ser rico, famoso, y saludable, y asombroso”, no entiendo eso. Eso no tienen ningún sentido. Es como decir, “me ponché en la cabeza para conseguir una gominola con forma de gragea”. Eso no tiene ningún sentido, no tiene ningún sentido. Y uno dice, “eso no tiene ningún sentido”. Eso es lo que quiero decir. No tiene el más mínimo sentido.
“Adoramos la víctima de un asesinato, que estaba en la quiebra y sin casa, creyendo que nuestros sueños se harán realidad, y que todos seremos ricos, y felices, y exitosos, y realizados”. No. Dios no existe para satisfacer o cumplir las cosas que nos ideamos para nuestras propias vidas. Dios en su soberanía tiene buenas obras preparadas para que andemos en ellas, como dice Efesios, y uno tiene que aceptar su vida.
¿Saben qué? Puede que usted quería casarse, pero ahora es soltero, ¿está bien? Porque nadie se ha casado con usted, o su cónyuge se murió, o está divorciado. O tal vez esté casado, y quiere ser soltero, ¿de acuerdo? No se ría mucho porque su esposa está ahí a su lado, pero saben a qué me refiero. Puede que querían tener hijos, pero es estéril, o tuvo un aborto espontáneo. Quizás quiso ser saludable, pero está enfermo. Quizás quería ser rico, pero ahora es pobre. Puede que haya querido ser chistoso, y ahora solo es raro. Eso sucede. Acepte la vida que Dios le ha dado, y haga lo mejor que puede. Haga lo mejor que puede.
Pablo le dice a Timoteo en el Nuevo Testamento, “Haz lo mejor que puedes”. Me encanta ese versículo. Lo menciono cada rato. “Haz lo mejor que puedes”. Algunos de ustedes dirán, “Estoy sin cinco”. Entonces sea la mejor persona sin dinero que hay, para la gloria de Dios, para el bien de los demás, por la gracia de Dios, Algunos de ustedes dirán, “estoy enfermo, me estoy muriendo de una manera asombrosa que glorifica a Dios; de una manera útil, por la que puedo ayudar a alguien”. “Pues mi esposa se murió y está sola”. Pues use esa experiencia para la gloria de Dios, y para el bien de los demás por la gracia de Dios. Haga algo positivo con ello. Haga lo mejor que puede.
Puede que usted sea una persona rara, en la quiebra, excéntrico, soltero, sin hijos, con cáncer, ¿pero sabe qué? Tome la vida que Dios le ha dado, y empléela para glorificar a Dios, ayudar a los demás, y por la gracia de Dios, será una gran vida. Ahora, puede que no sea, puede que no sea grande en Internet. Como quien dice, “Oigan, todos las personas con un excéntrico sentido del humor y con el mechoncito en el pelo, que son divorciados, no pueden encontrar trabajo, y tienen cáncer, ¿Quién quiere ser como yo?”. No. Tendrán dos hinchas, y uno de ellos es su mamá, ¿no es así? Así que en este mundo no recibirá muchos elogios por hacer eso, pero es una gran vida. Es una vida que honra a Dios. Es una vida que sirve a Dios. Es una vida que inspira a otros. Es una vida invertida. Es una vida como la de Jesús.
Ahora, algunos de ustedes van a ser ricos. Algunos de ustedes van a ser pobres. Algunos van a ser hermosos. Algunos no. Algunos vivirán por mucho tiempo, algunos vivirán por poco tiempo. Algunos de ustedes serán muy saludables, mientras que otros estarán muy enfermos. Algunos de ustedes se harán viejos con sus cónyuges, mientras que otros se divorciarán prematuramente. Hagan lo mejor que pueden con la vida que tienen. Tengan una ambición piadosa y santa para la gloria de Dios y el bien de los demás, por la gracia de Dios, y será una gran vida. Esa es una gran vida.
Quinto, aprovechen las oportunidades para redimir sus ambiciones. En realidad pueden empezar con ambiciones muy buenas, pero después su egoísmo y su orgullo pueden corromper completamente el buen comienzo que tienen. Y aquí Dios les está dando a sus discípulos, una oportunidad de redimir sus ambiciones. “¿Quieren ser grandes? Hablemos sobre cómo lograrlo. Judas quiere ser grande, pero sus planes son completamente diferentes. Voy a robarle a Jesús’, dice, y ponerme a cargo’. Esa es una manera de ser grande”. Aquí Jesús les está dando a sus discípulos una oportunidad de redimir sus ambiciones de grandeza. Parece que al fin y al cabo 11 de los 12 aceptaron su oferta, pero uno no lo hizo.
Usted y yo estamos en esa misma situación hoy en día, Jesús nos da una oportunidad para redimir nuestras ambiciones. ¿Cuáles son sus ambiciones? ¿Qué anhela tener? ¿Qué quiere ser? ¿Qué quiere hacer? ¿Con ello pretende glorificar a Dios, y ayudar a los demás por la gracia de Dios? Si no es así, redima sus motivos. Eso no significa que no hace nada, significa que corrige sus motivos en las cosas que hace.
Les daré un ejemplo. Un tipo fue salvo hace poco tiempo. Ganaba mucho dinero, y sabía ganar mucho dinero. Llegó y me dijo, “Hombre, he ganado mucho dinero. Compro compañías. Hago un excelente trabajo. Dios me ha dado la habilidad para ganar dinero, pero, he usado a la gente, he sido implacable, he sido avaro, he despilfarrado dinero. No he sido un buen administrador. No he sido generoso con los pobres. No le he dado a la iglesia ni al ministerio, y ahora conocí a Jesús y me siento compungido por haber adorado el dinero, y mi vida entera está al revés”.
Y le dije, “¿Entonces qué piensa hacer?”. Y me dijo, “Creo que voy a dejar los negocios, y voy a plantar una iglesia. Seré pastor y estaré en la quiebra”. Y le dije, “No necesitamos a otro pastor como esos que están en la quiebra”. Esos son como la gente derecha. Están en todas partes, ¿no es cierto? No hacen falta. Lo que no tenemos son personas que saben hacer dinero y que son generosos con él. Le dije, “¿piensa que tal vez no cambie su carrera y con su conjunto de habilidades, y que pueda redimir sus ambiciones? Que pueda decir, ‘voy a trabajar humildemente. Voy a trabajar santamente, de una manera que glorifique a Dios. Voy a cuidar mucho a mis empleados. Podrán cuidar a sus familias. Viviré sencillamente, no compraré 27 casas y comprar ruedas para ponerlas sobre mis ruedas. Viviré, una vida decente, y después daré generosamente’”.
Me dijo, “Puedo hacerlo”. Le dije, “¿cuántos sembradores de iglesias cree que podría financiar?”. Me dijo, “No lo sé, centenares”. Es decir, más que una. “Hagamos eso. Hagamos eso. No cambiemos las habilidades que Dios le ha dado, redimamos la motivación, y los resultados. Usémoslo para algo bueno”. Y me dijo, “¿Entonces puedo ir a ganar mucho dinero?”. “Sí, pero no te lo guardes todo”, le dije. “Sé generoso, y regálalo”. Está bien. Ese es su plan.
Quiero que ustedes rediman su grandeza, y Dios nos da la oportunidad a todos de escudriñar nuestros corazones, examinar nuestros motivos, examinar nuestras ambiciones, y examinar nuestras intenciones. Y algunos de ustedes tienen un concepto mundano de la grandeza, y solo necesitan rechazarlo. ¿Qué importa que la gente piense que son buena onda? ¿Qué importa quién lo alaba y quién lo elogia por su conducta? Mejor dicho, ¿a quién le importa? Deje que se vaya ese temor que le tiene al hombre.
Algunos de ustedes, sin embargo, no son ambiciosos. No son disciplinados. No son agresivos. Son perezosos, y son cobardes. O son desorganizados, o les falta ambición en el nombre de la humildad. También necesitan rechazar esa clase de comportamiento, y los invito hoy a esta oportunidad para redimir nuestras ambiciones, redimir nuestros deseos, redimir nuestros anhelos y nuestras ansias de grandeza.
Después cierra con esto: Sabemos que hemos progresado si podemos regocijarnos con la grandeza de los demás. Lucas 9:49–50, “Entonces respondiendo Juan, dijo: ‘Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos…”. Quisiera haber estado ahí para verlo. Debió haber sido interesante. “…Porque no sigue con nosotros”. “Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es”.
Llegan y le dicen, “Jesús, un tipo por ahí está haciendo grandes cosas. Tiene un gran ministerio. Está expulsando demonios de la gente. Le dijimos que dejara de hacerlo, pero no lo hace”. Y Jesús les dice algo así como, “Pues, ¿él me ama? ¿Es un buen tipo? ¿Está haciendo un buen trabajo? “Sí, está expulsando los demonios de la gente”. Me parece muy bien. ¿Quién se opone a eso? La gente tiene demonios, desháganse de ellos. ¡No! ¿Como así? Los demonios son malos. Todos estamos de acuerdo en que si salen los demonios es algo bueno.
Pero los discípulos piensan, “No asistió a nuestro seminario. No asistió a nuestro instituto bíblico. No pertenece a nuestra denominación. No fue elegido como los diáconos. No marcó la casilla. No llenó la tarjeta para invitados. No, simplemente lo hizo. Sencillamente lo hizo. Teníamos un gráfico, y nos dijo, No necesito gráficos’. Solamente ministra”.
Y Jesús les dice, “¿Pero está dando resultado?”. Sí. ¿Me ama? “Sí”. ¿Los demonios salen? “Sí”. “Bien”, porque el reino de Dios avanza, así que regocíjense donde quiera que estén, porque ¿saben qué? Tiene que formar parte de su equipo. Tiene que formar parte de su teología, tiene que formar parte de nuestra tradición, de nuestra iglesia, o de nuestra red de iglesias, entonces podemos regocijarnos cuando otras personas hagan cosas buenas, y Dios les muestra su gracia, y que hay grandeza entre ellos. Nos ponemos sospechosos, o envidiosos, o celosos, o a criticar, en vez de decir, “Alabado sea Dios. Están ayudando a personas que aman a Jesús. Eso es grandioso”.
No estamos hablando de personas sin integridad ni carácter, o las falsas doctrinas. Puede que haya iglesias que no estén de acuerdo con algunas cosas, y algunos cristianos con quienes no estamos de acuerdo en ciertas cosas. ¿Pero saben qué? Si aman a Jesús, y tienen una santa ambición, y van en pos de la grandeza que glorifica a Dios, ayuda a los demás humildemente, y Dios los está utilizando, y las cosas están funcionando, regocíjense, regocíjense, regocíjense. Sea un amigo, sea un hincha, sea un guerrero de oración, sea un intercesor, infunda ánimo. Alabado sea Dios, donde quiera que el reino de Dios esté avanzando, alabado sea Dios. Esta iglesia es parte del reino de Dios. Nuestra iglesia es parte del reino de Dios, pero el reino de Dios es el foco central. Así que les dice a sus discípulos, “Miren, no se pongan celosos por la grandeza de otras personas, regocíjense y aprendan de ellos”.
Ahora, permítanme decirles lo siguiente: Jesús no es solo nuestro ejemplo de grandeza, y no solo nuestra inspiración para la grandeza, Él es el medio por el cual recibimos grandeza. Él es nuestro Dios y Salvador. El siguiente versículo, Lucas 9:51 marca un cambio en el evangelio de Lucas. Dice que Jesús afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Empieza su marcha hacia la cruz. De aquí en adelante, todo el libro avanza y se centra en la cruz. Todo en el relato de Lucas se mueve hacia la cruz de Jesús, donde Dios va a sustituirse por nosotros, yendo a la cruz, tomando sobre sí mismo nuestros pecados, y nos va a dar su justicia por medio de su Hijo Jesús.
2 Corintios 5:21 dice, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. Si ha estado viniendo por algún tiempo, me habrá oído decir esto: Lutero lo llama el gran intercambio. Todo nuestro pecado, nuestra idolatría, nuestro narcisismo, nuestro orgullo, los celos, la envidia, el yoísmo, todo eso que es pecado, le fue dado a Jesús, y murió pagando la pena de nuestro pecado, Y además, nos da, nos confiere, nos imputa su justicia.
Eso significa que nosotros ahora poseemos por fe, si somos hijos de Dios, la justicia de Jesús, la vida perfecta, sin pecado, obediente, desinteresada, que adora y refleja la vida de Jesús. Nos ha sido imputada y puesta a nuestra cuenta. Así que ahora queremos ir en pos de la grandeza, no a buscar una identidad, sino nuestra identidad en Cristo. Queremos ir en pos de la grandeza, no de nuestra propia justicia, sino de la justicia que nos ha sido dada por Jesús. No para nuestra propia gloria, sino para la gloria de Dios. No para la aprobación de Dios en Cristo. No para ganarnos el amor de Dios, sino por el amor de Dios.
Como hijos de Dios vamos en pos de la grandeza, por el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros, en novedad de vida, grandeza de vida, ricos o pobres, vivos o muriendo, saludables o enfermos, triunfando o fracasando para la gloria de Dios, y para el bien de los demás, por la gracia de Dios por medio del poder del Espíritu Santo que es nuestro gozo, que es nuestro gozo. En eso consiste la grandeza. No sé si seré la única persona entusiasmada por esto, pero estoy muy entusiasmado por esto. Porque representa una vida apasionada y libre que glorifica a Dios, que ayuda a los demás, y me da gozo. Qué don. Qué don.
Dios Padre, oro por todos nosotros. Dios, algunos hemos recibido una definición mundana de la grandeza en nuestra cultura, que no es buena para nosotros. Dios, sé que en varias maneras y en varios momentos, que lo he hecho; así que quiero confesar mi propio pecado en público, y lo compungido que estoy, porque me ha hecho pensar en la manera cómo comunico todo lo que digo. Gracias por servirme en tu Palabra. Dios, pido por aquellos que en el nombre de la falsa humildad han rechazado cualquier intento de conseguir la grandeza. En realidad no estamos haciendo lo que deberíamos hacer. No estamos cuidando a la gente como deberíamos. No estamos dando lo requerido. Que nos arrepintamos por nuestra falta de ambición santa, y Dios, ayúdanos a tomar esta oportunidad que les diste a los discípulos, Señor Jesús, para redimir nuestra definición de la grandeza, para redimir los medios que usamos para alcanzarla. Dios, queremos ser adoradores por tu gracia. Queremos ser grandes amigos, y esposos, y padres, y empleados, y siervos, y ayudadores, y ministros. Dios, queremos amar bien. Queremos dar mucho, porque así eres Tú. Y solo queremos que la gente te vea y que hablen de ti. En el nombre de Jesús. Amén.
[Fin del Audio]
Nota: Esta transcripción ha sido editada.