Lo que cuesta ser discípulo (Lucas 14:25–35)

Lucas 14:25–35 (RVR 1960)

25 Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:
26 Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.
27 Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.
28 Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
29 No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él,
30 diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.
31 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?
32 Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.
33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
34 Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará?
35 Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.

Una vida de discípulos

La salvación no cuesta nada, pero ser discípulo cuesta todo. La salvación ocurre en un momento; ser discípulo dura toda la vida. La salvación es algo que Dios hace por nosotros; ser discípulo es algo que hacemos con Dios. Tristemente, muchos solo predican sobre la decisión de seguir a Cristo, pero no sobre el hacerse discípulo. Después cuando la gente experimenta tiempos difíciles, la vida no parece estar funcionando, se desilusionan con Jesús en vez de vivir con devoción a Él.

Jesús no es un vendedor. No trata de venderle nada a nadie, de comercializar a nadie, de timar a nadie. En Lucas 14:25–35 hablará de lo que cuesta ser un discípulo usando unas de las palabras más fuertes que ha usado hasta este punto en su ministerio terrenal. Jesús quiere ser tremendamente honesto con nosotros sobre lo que significa ser sus discípulos. Un discípulo es alguien que cree en Jesús, que adora a Jesús, que sirve a Jesús, que sigue a Jesús, que obedece a Jesús. Cree en Jesús, claro, pero no solo cree en Jesús sino que vive una vida basada es esa fe.

Jesús nos preguntará si de veras queremos llevar una vida de discípulos. Básicamente dice la misma cosa de cuatro maneras distintas. Sigue enfatizando el mismo punto una y otra vez; y el punto es este: Este es el punto: Si eres un discípulo, no te des por vencido. No te des por vencido. Vivimos en un mundo lleno de personas que se rinden fácilmente. Si las cosas se ponen difíciles se dan por vencidos. Si se ponen difíciles, dicen: “No es la voluntad de Dios seguir así”. Si les causa dolor, o les cuesta algo, piensan que rendirse es aceptable. La gente se da por vencida con Dios, se dan por vencidos en sus matrimonios, se dan por vencidos con sus hijos. Algunos de Uds. siempre andan buscando el camino más fácil. “Es difícil, debo encontrar otro camino”, dicen. Cualquier cosa que valga la pena es difícil. Cualquier cosa que valga la pena cuesta mucho. Todo lo que valga la pena causa dolor. Y Jesús nos dice, “No te des por vencido”.

No se den por vencidos

Lo dice así: En Lucas 14:25–27, “Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”.

Jesús, fue el que más nos enseñó sobre el amor. Nadie demuestra el amor como Jesús. Aquí Jesús usa la palabra “aborrecer”. Nos dice que vivir en devoción a Él significa que debemos aborrecer a nuestra madre, a nuestro padre, nuestros hermanos, hermanas, a nuestros propios hijos, y nuestra propia vida.

¿A qué se refiere Jesús? ¿Qué está diciendo Jesús? Dice que nuestra relación con Él debe ocupar una categoría completamente distinta, por encima y más allá de cualquier otra relación o compromiso que tengamos. Jesús se merece nuestra devoción y nuestra lealtad completa. Nadie puede ocupar un lugar más importante en nuestra vida que Jesús. Nadie. Darrell Brock, el que escribió el comentario modélico sobre Lucas, lo dijo de esta manera: “El llamado a aborrecer significa amar menos. Es una fuerte imagen, pero no es un llamado a ser duros, insensibles, y hacer caso omiso a todo sentimiento. Seguir a Jesús debe ser el primer amor del discípulo. Esta relación debe tener prioridad sobre los miembros de la familia y sobre la vida misma, lo cual significa que cualquier otro asunto debe ser secundario a seguir a Jesús”.

Aquí Jesús usa el lenguaje de la Biblia. En el Antiguo Testamento había dos hermanos llamados Jacob y Esaú. En Romanos 9, Dios nos revela que Él amó a Jacob y aborreció a Esaú. Dios les hizo bien a ambos, pero decidió hacer su obra mediante la familia de Jacob y le dio la primera posición, le dio prioridad. Eso es lo que Jesús está diciendo exactamente aquí. La Biblia nos dice que debemos honrar a padre y madre. Es uno de de los Diez Mandamientos en Éxodo 20. Es algo que Jesús también dice. En Efesios 5 dice que los esposos deben amar a sus esposas. En Tito 2 dice que las esposas deben amar a sus esposos. La Biblia presupone que como portadores de la imagen de Dios, nos inclinaremos por amar a nuestros hijos con afecto. Pero Jesús dice que la devoción a Él está en una categoría completamente diferente.

Prácticamente lo que eso significa es que como discípulos de Jesús enfrentaremos presión en nuestras relaciones para que dejemos de ser seguidores completamente entregados a Él por parte de las personas que amamos. Por ejemplo, sus padres podrían decirle, “No queremos que seas cristiano. No queremos que leas la Biblia. No queremos que asistas a la iglesia. No queremos que ores”. Cuando algo así sucede, hay que tomar una decisión. “¿Cuál relación es más importante para mí? ¿Tendré devoción por Jesús o por mis padres? Lo mismo podría ocurrir con sus hermanos o hermanas; y los miembros de la familia tienen una manera de hacernos sentir mucha culpabilidad, como si estuviéramos traicionando a la familia. Nos dan la espalda, nos marginan, uno se siente raro los feriados, todos se sienten incómodos, y creamos un problema porque ahora amamos a Jesús. Algunos de Uds. han sentido esto. Así es su vida.

En ciertos países y culturas equivale a una sentencia de muerte. Hacerse discípulo de Jesús, equivale a suicidarse socialmente y de su familia. En algunos países musulmanes extremistas, fundamentalistas, al igual que en ciertas culturas, tan pronto alguien en la familia levanta la mano para entregarse por completo a ser discípulo de Jesús, la familia hace un funeral y lo consideran muerto, aunque siga vivo. En algunos casos hasta los matan. Dicen que es matar “por honra”. Jesús dice que si de veras queremos seguirle, debemos esperar la oposición, y el ostracismo. No todos están de acuerdo con que llevemos una vida entregada a Jesús.

Dice que hasta nuestros propios hijos quisieran que bendigamos sus pecados, que paguemos por sus locuras, que aprobemos su comportamiento. También puede incluir hasta un cónyuge. Algunos de Uds. se casaron cuando no eran cristianos. Uno de los dos se ha vuelto cristiano, pero el otro no. El incrédulo podría decir cosas como: “¿Tienes que ir a la iglesia? ¿Tienes que leer la Biblia? ¿Tienes que orar? ¿Tienes que hablarles de Jesús a los niños? Si sigues haciendo eso me divorciaré de ti”. En ese caso la respuesta debe ser: “No quiero un divorcio. Te amo. No estoy tratando de separarnos, pero tú no eres la relación más importante que tengo. No eres Dios. No eres el Señor. Y si me haces escoger, perderás”.

¿A quién van a escoger por encima de Jesús? ¿A quién han escogido por encima de Jesús? ¿Están saliendo con un incrédulo? Ya ha decidido. ¿Ha claudicado ante el temor del hombre; se ha quedado callado, vive su vida cristiana en secreto en la oscuridad, con su fe, para que nadie hable mal ni se le oponga? Ya tomó su decisión. De todas formas, entregarse a Jesús incluye entregarse a la clase de oposición que Él soportó.

Si pensamos en Jesús, no fue ningún hipócrita al pedirnos esto. Permítanme decirles, ningún otro líder religioso o maestro puede exigirnos esto a menos que sea el líder de una secta. Jesús es el único que legítimamente puede exigirnos esto. Pero su propia familia pensaba que estaba loco, y en algún momento en su ministerio vinieron a llevarlo a la casa. Sus amigos le dieron la espalda. Judas lo traicionó. Tomás, Pedro, y otros lo negaron. Los días más difíciles para Jesús fueron los días solitarios. Su familia, sus amigos, le dieron la espalda. Uno no puede decir, “Seguiré a Jesús, pero no quiero que me traten como Él”. Se discípulo es andar en las pisadas de Jesús. Supone hasta su propia muerte. Jesús dice, “Es necesario que tomes tu cruz y me sigas”.

Es una falta de respeto cuando la gente usa esto como un eufemismo cultural para atribuirlo a las pequeñas inconveniencias, ¿cierto? Se vara el carro y tiene que tomar el bus para ir al trabajo. “Oh, supongo que esa es la cruz que debo llevar”. Aquí no dice eso. Llevar una cruz era literalmente para los reos de muerte, los presos, condenados, que iban camino a su muerte. Llevaban la cruz por la ciudad para ser humillados, avergonzados, y despreciados. La llevaban al lugar donde serían crucificados, donde les quitaban la ropa dejándolos casi desnudos, y los clavaban a la cruz. Los colgaban ahí. Todos se reunían y se burlaban, se mofaban y se reían. Las madres lloraban amargamente. Los consideraban maldecidos por Dios, porque eso era lo que decía la Biblia. Los dejaban ahí colgando a veces días, llorando, sudando, sangrando, orinándose, incontinentes, llorando, en el charco de sus propias lágrimas, orina; y las heces que se escurrían de sus cuerpos caían al charco que estaba debajo. Y Jesús dice, “Si eso es lo que cuesta, les pido que estén dispuestos a hacerlo, a comprometerse a hacer eso”. Tantas personas dan tan poco por Aquél que dio tanto.

Vivimos en un mundo donde la fe de la gente carece de compromiso. Si quieren ir al cielo, levanten la mano para aceptar a Jesús, y les dicen: “Hagan lo que quieran y Él les dirá, Bien hecho’ al final”. Entre su conversión y su resurrección está el hacerse discípulos. Es crecer, madurar en amor, devoción, y entrega a Cristo.

Jesús no está tratando de venderles nada. No es un vendedor que quiere que se comprometa con todos los beneficios y que convenientemente pase por alto la letra pequeña de sus obligaciones. Jesús llega y dice, “Soy Dios. Si quieres seguirme, la gente te odiará y hasta podrías morir”. Eso es lo que cuesta ser discípulo.

Y antes la gente entendía este concepto con más intensidad que nosotros hoy en día, porque hoy vivimos en una cultura consumista. Si a uno no le gusta una iglesia, se cambia para otra. Si no les gusta un predicador, van y buscan otro. Buscan a alguien que les dé lo que quieren, no lo que necesitan. ¿A cuántas iglesias han asistido? ¿Cuántas decisiones ha tomado? ¿Cuántas sendas fáciles ha escogido? ¿Cuántas veces se han dado por vencidos? ¿De cuántas maneras se han dado por vencidos? ¿A cuántas personas han culpado por darse por vencidos?

Hay una organización misionera que cuando mandaban misioneros alrededor del mundo, empacaban todas sus pertenencias en un féretro. Era una manera muy clara de decir, “Voy a morir. Hablaré de Jesús hasta que muera. Puede que sea por poco tiempo, pero sucederá”. Escribían su carta de despedida y la dejaban con algún ser querido en la organización misionera. Al morir, la carta era entregada y leída por esa persona.

Me pregunto si no deberíamos hacerlo todos nosotros como un ejercicio. Vamos a morir. Vamos a morir. Podría ser pronto. Podría demorarse, pero acabaremos todos en una caja. Es inevitable. Así que no desperdicien su vida. Hagan que su muerte valga la pena. ¡No se den por vencidos! ¡No se den por vencidos con Jesús! ¡No se den por vencidos con sus cónyuges! ¡No se den por vencidos con sus hijos! ¡No se den por vencidos con su iglesia! No se den por vencidos con la oportunidad que Dios les pone por delante. No se den por vencidos. Vivan de tal manera que al morir al menos sus hijos estén orgullosos y sus nietos tendrán algo de qué hablar. Hay algo peor que morir: una vida desperdiciada.

Una joven llenó su ataúd e hizo un viaje misionero. Esta es la carta que dejó para que su pastor la leyera a la congregación a la que pertenecía. “Querido pastor, solo debe estar leyendo esta carta en caso de que yo muera. Cuando Dios me llame, no tendré remordimientos. Traté de compartir mi corazón con Ud. lo más que pude, lo que siento en mi corazón por las naciones. No fui llamada a un lugar. Jesús me llamó a sí mismo. Mi meta era la obediencia. El sufrimiento era de esperarse. Su gloria es mi galardón. Su gloria es mi galardón. El corazón misionero se preocupa más por la gente de lo que lo que algunos piensan ser justo, arriesga más de lo que algunos piensan ser justo, sueña más de lo que algunos piensan ser práctico, espera más de lo que algunos piensan ser posible. No fui llamada a la comodidad y al éxito, sino a la obediencia. No hay gozo alguno fuera de conocer a Jesús y servirle. Lo amo y amo a mi familia en la iglesia. En Su cuidado, Karen”.

Uds. van a morir. No se rindan. No se rindan. Es un día brutal para mí. No dejo de pensar en todas las personas en mis 15 años de ministerio en esta iglesia que se dieron por vencidos. Tiraron la toalla. Dejaron de leer sus biblias, dejaron de orar, dejaron de arrepentirse, dejaron de servir, dejaron de dar, dejaron de estar en comunidad. A fin de cuentas dejaron a Cristo, dejaron sus matrimonios, dejaron sus hijos. Y les aseguro que ninguno de ellos está feliz ahora. Ninguno de ellos está contento. Ninguno de ellos dejará un legado admirable.

No se den por vencidos

El segundo punto que hace Jesús es este: ¡No se rindan! El tema lo vamos a desarrollar rapidito. Lucas 14:28–30, “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar”. Jesús está diciendo, “Antes de comprometerse a hacer algo, hay que considere el asunto, hacer un plan”.

Algunos de Uds. se han comprometido a hacer demasiado. No estamos hablando de completar todo lo que hacen como voluntarios. Algunos tienen que aprender a decir que “no”. Tienen que superar el temor al hombre. Es mejor acabar de hacer dos casa bien que siete cosas a medias. Jesús está diciendo: “Antes de empezar algo, pondere el asunto. Asegúrese de tener un plan. De otra manera, será como alguien que dice, “Voy a construir un edificio o añadirle un cuarto a mi casa. A medio camino, de repente no nos alcanzó el dinero. No hicimos un presupuesto. No contratamos al arquitecto y ahora somos unos tontos avergonzados porque nuestra inversión no produce nada. No podemos utilizar esa propiedad y ahora solo sirve como un monumento a nuestra insensatez”. El paisaje de nuestra más grandes ciudades en Estados Unidos está desparramado de esta clase de monumentos. Se les acabó el dinero.

No levanten la mano a menos que estén dispuestos a acabar las cosas. No levanten la mano a menos que estén dispuestos a acabar las cosas. Algunos de Uds. necesitan consentir menos; no decir “sí” tanto. Todos tenemos que calcular los gastos. Tenemos que evaluar nuestra vida. ¿Qué puedo hacer? ¿Cuánto estoy dispuesto a arriesgar? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué prioridades tengo? Si levanto la mano, necesito asegurarme de terminarlo”. No se rindan. No se rindan.

De otra manera no serían más que como una mujer cuyo mayor anhelo es la boda y no el matrimonio. Son como una mujer que disfruta mucho su día de bodas, y cuando se termina le dice a su novio, Hoy nos vamos a divorciar. El novio desconcertado. “¿Qué estás diciendo?”. “Me veo bonita vestida de blanco, en realidad me gusta mucho que me saquen fotos, me encantan las tortas, y fue genial haber visto a todo el mundo, pero 50 años parece mucho tiempo”. Sin embargo, la metáfora que nos da la Biblia continuamente es que nosotros somos la novia y Jesús es el novio, pero algunos de nosotros solo quieren la boda, y no queremos el matrimonio. Casarse es fácil. 50 años es dificil. ¿Cierto? Levantaron la mano para recibir a Jesús en el campamento de jóvenes, pasaron al frente, fueron bautizados, hicieron la oración del pecador. Genial, se casaron. Ahora son 50 años de ocuparnos en nuestra salvación.

De otra manera, somos como un soldado que se alistan, les dan su escopeta, su uniforme, van al campo de batalla y se dan cuenta de que “Oh, alguien podría lastimarse”, y se van para la casa. Y todos los hombres los miran y dicen, “¿Qué está haciendo?”. “Es que me veo bien vestido de verde, y pensé que sería buena idea estar con Uds. pero el combate…es otra cosa. No me alisté para eso”. Claro que sí. Cuando se puso el uniforme, sabía que lo mandarían a la guerra. Ese fue el acuerdo.

De entrada, Jesús lo deja bien claro. Se trata del resto de sus vidas. Jesús no desea un porcentaje de su tiempo, un porcentaje de su dinero, un porcentaje de su devoción. Quiere todo lo que es Ud. en todo momento. Nadie nos pide que hagamos cosas así, sino Jesús; y nadie más tiene derecho a hacerlo. Jesús dice que si no calculamos los gastos, seremos de los que en la mitad de nuestros ministerios, en medio de nuestros negocios, en medio de nuestros matrimonios, en medio de levantar una familia, nos damos por vencidos. Da vergüenza. No le echen la culpa a nadie más. No hagan excusas. Reconózcanlo y no se rindan. No se rindan. No se den por vencidos con Jesús, y no se den por vencidos como cristianos. Porque al luchar, amigos, luchamos por Alguien que nos ama, y luchamos por compartir su amor.

No se den por vencidos

El siguiente punto que hace Jesús es: No se den por vencidos. Lucas 14:31–33, “¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”.

Jesús usa otra analogía, otra parábola. Es como un rey que se enoja con otro rey, o con otra nación, y le declara la guerra. Le dice, “Ya está, vamos a la guerra”. Junta todos sus generales y les dice: “¿Qué plan tenemos para la batalla?”. Y le dicen, “El plan es darnos por vencidos”. ¿Por qué rendirnos? “Eh, rey, debió habernos llamado primero. Ellos tienen 20.000 soldados, nosotros diez mil. Lo cual significa que vamos a perder”. Es vergonzoso. Qué pena. Es humillante. Algunos de Uds. han levantado la mano, “Haré aquello, haré lo otro, dirigiré esto otro. Serviré aquí. Acabaré este acometido. No calcularon los gastos, y ahora quiere darse por vencido.

Algunos de Uds. ya lo han hecho. ¿A qué renunciaron? De acuerdo, estamos en esa temporada del año. ¿Sigue siendo miembro del club atlético? ¿Cómo va ese propósito de Año Nuevo? ¿Qué, ya se rindió? ¿Su vida consiste de momentos de motivación y se da por vencido? Los discípulos no se dan por vencidos. Una da las raíces de la palabra discípulo es la misma raíz de la palabra disciplina. Un discípulo es disciplinado. Casarse es fácil. Quedarse casado es difícil. Salvarse es fácil. Ser santificado es difícil. Hacer bebés es divertido. Criarlos requiere trabajo. Así es la vida. Así son las cosas. Jesús no nos va a mentir a ninguno de nosotros, “Vengan a mí y será fácil”.

Escuché el testimonio más tonto que he oído últimamente en la radio, y he oído muchos testimonios muy tontos. Era tan malo que casi me vomito con tanta fuerza que por poco se activa mi bolsa de aire. Decía así, literalmente: “Mi vida era horrible y dolorosa, pero conocí a Jesús y ahora todo es perfecto”. Eso no es verdad. No conoció a Jesús. Conoció a Jack Daniels y no presta atención a la realidad. Un verdadero testimonio rezaría así: “Mi vida era muy difícil, pero conocí a Jesús. Las cosas han empeorado mucho, pero Él vale la pena, y un día de estos estaré con Él”. Eso es un buen testimonio. Jesús no viene y arregla todas las cosas. Jesús viene y le da propósito a la muerte. Hace que el sufrimiento y el dolor, y las dificultades y el sacrificio valgan la pena.

Jesús dice que es como una batalla. Tenemos un enemigo real, estamos en una batalla real, un conflicto real, víctimas reales, y los que se rinden sin más ni más, no sean como ellos. Estaba en Turquía el año pasado estudiando la tipografía, la geografía, la historia y la región para preparar un viaje que haremos y unos libros de la Biblia que abordaremos en los próximos años. Me cautivó un área particular. Está en la Biblia. De hecho se llama Galacia. Quise saber qué hacían los gálatas para mantenerse firmes por tantas generaciones. Estaban en una llanura indefendible, no tenían ninguna fortificación natural pero se mantuvieron firmes. ¿Cómo lo hicieron?

El arqueólogo, historiador y profesor que estaba con nosotros dijo: “Su forma de pelear era distinta a la de los demás”. Dijo que cuando iban a la batalla, llevaban a sus esposas . e hijos consigo. Los soldados besaban a sus esposas y a sus hijos, y besaban a sus hijas y decían: “Está bien, papá va a la guerra a pelear contra esos tipos. Si papá pierde, les cambiarán el apellido. Sus hijas se casarán con sus hijos, y esposa, temo por lo que te van a hacer”. Después salía a la guerra. Si ganaba, podía llevarse a su familia a su casa. Si perdía, otro venía y se llevaba a su familia a su casa, y les hacían lo que querían. Durante cientos de años no perdieron ninguna batalla porque uno pelea diferente cuando pelea por alguien que se ama y por un reino al cual se pertenece. Uno pelea distinto.

Nuestro analogía estúpida de esto son los videojuegos; pensaba en ello hoy porque estoy con ánimos de jugar. No es pecado jugar videojuegos, pero son estúpidos. Son estúpidos de esta manera: Los jóvenes, sobre todo los hombres, y ahora las mujeres también quieren participar en un equipo, ser parte de un reino, conquistar a un enemigo, y ganar una gran batalla épica. Lo hacen con sus dedos pulgares, y de nada sirve. No libran a nadie. En realidad no conquistan al Talibán. Las mujeres no son libradas de la opresión. Las generaciones no son cambiadas. Es una farsa. No cuenta.

¿Saben qué? Levántense del sofá, desconecten los aparatos, entreguen sus vidas a Jesús, busquen otros muchachos y hagan algo que de veras vale la pena. Dejen un legado para las mujeres, los niños, y las generaciones, no solo sacar un alto puntaje en un juego estúpido. [aplausos] Es asombroso. Un mundo entero lleno de jóvenes que quieren pertenecer a un equipo, ir a una guerra, derrotar un enemigo, y salvar a una princesa. Esa es la historia de este Libro. Si desean ser parte de ese reino, tienen que levantarse del sofá y seguir al Rey. No se den por vencidos. Pelearán diferente cuando pelean por sus seres queridos, un reino, y un Rey.

Unos de los grandes estrategas militares históricamente hacían que sus hombres remaran a la orilla en un lugar donde querían investigar y conquistar, y los generales buenos prendían fuego a los barcos. “Hombres, tenemos dos opciones. Adelante, o la muerte”. Esa debe ser nuestra actitud. Esa debe ser nuestra actitud porque la modalidad por defecto del corazón humano es el egoísmo, la pereza, y darse por vencido. Algunos de Uds. están aquí y ya se han dado por vencidos. No lo hagan. Algunos de Uds. quisieran llamarse cristianos pero no están dispuestos a perseverar hasta el fin. Y permítanme decirles esto: Todas las vacantes para los hipócritas ya están llenas. Todas esas posiciones están se han llenado. Nos sobran los hipócritas. Lo que nos falta son discípulos.

No se den por vencidos

El siguiente concepto que plantea es: No se den por vencidos. Lucas 14:34–35: “Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga”.

En esa época la sal que tenían era diferente a la nuestra. Su sal provenía de un lugar llamado el Mar Muerto. Se los mostraré. Allá la sal estaba mezclada. Creo que es el lugar más bajo de la Tierra. Estaba mezclado con otros elementos, por lo cual no tenían sal pura. Con el tiempo, la sal podía removerse de los otros compuestos y lo que quedaba era una sal que no estaba salada. Jesús dice, “¿De qué sirve eso?”. Porque la sal es un conservante; la sal realza el sabor. Y si la sal se hace insípida, si pierde su sabor, se tiraba en una pila de excremento para fortalecer el fertilizante.

Jesús dice que debemos ser como la sal. Debemos actuar como conservantes en su reino. Debemos mejorar la vida de otros. A fin de cuentas, si no servimos para eso, Él nos tirará sobre la pila de excremento para usarnos como fertilizante, para ser al menos algo bueno. Algunas personas son inútiles. Algunos de nosotros somos inútiles. Sé que reaccionarán en forma negativa al oír eso. “No, no, no, no. Soy puro como un copo de nieve. Soy único. A los ojos de Dios soy algo especial. Él me ama”. Sí, Él le ama, pero Ud. es un inútil. “No, fui creado a su imagen y semejanza, por lo tanto tengo valor”. Sí, fue creado a imagen y semejanza de Dios, y sí tiene valor, por eso es peor aún que sea un inútil. Dios le da su imagen y su semejanza. Pero vivir como vale la pena es algo que Ud. que hacer con entrega y dedicación.

¿Qué tal le va? ¿Su vida está marcando la diferencia? ¿Su vida cuenta para algo? ¿A quién está sirviendo? ¿Qué está dando? ¿En qué o en dónde está invirtiendo su vida? ¿Qué clase de legado dejará atrás? Es de suma importancia cómo vive su vida. No es solo recibir a Jesús y morirse e ir al cielo. Es ser un discípulo en el trayecto. Eso es de suma importancia. Tantos cristianos hacen tan poco por Aquel que dio tanto.

¿Y Uds. qué? ¿Y Uds. qué? ¿Cómo les está yendo? ¿Cómo va su lectura bíblica? ¿Cómo está su vida de oración? ¿Se está arrepintiendo del pecado? Su celo y devoción, ¿cómo están? ¿Están llenos del Espíritu? ¿Y su aporte económico cómo va? ¿Dónde están sirviendo? ¿Dónde están ayudando? ¿Qué están logrando en la vida? ¿Qué proyecto están completando? ¿Ya se dieron por vencidos?

Ciertamente no podrán lograrlo solos. Necesitan estar en comunidad. En realidad no llegaremos al fin solos. No hasta el fin solos con esta vida de oportunidades y obligaciones. No lo haremos. Aquí es donde estar en comunidad con el pueblo de Dios, y la reprensión fulminante de la Palabra de Dios ayuda a purificar nuestros motivos y señalarnos el camino correcto. Lo he visto vez tras vez, tras vez, tras vez, una y otra vez. ¿A dónde se fueron? No volvieron a asistir a la iglesia. Oh, ahora ni siquiera caminan con Jesús. Oh, ahora sus vidas están desmoronándose. Oh, ahora sus matrimonios están fracasando. Oh, ahora sus hijos la están pagando. Más tarde sus nietos la pagarán también. No se rindan. No se rindan.

Jesús no es un hipócrita. Jesús no se dio por vencido. Jesús acepto el hecho de que su familia no lo entendía. Más adelante entendieron, y pido que la familia de Uds. también lo entiendan si les está pasando eso. Jesús aceptó la oposición, la marginación, la crítica. Jesús derramó su sangre y murió para lograr algo. Su muerte fue importante. Murió para salvarnos. Jesús sabía de antemano el precio que tenía que pagar. Calculó los gastos, y pagó nuestras culpas. En el Huerto de Getsemaní, sudó gotas de sangre, porque sabía el precio que pagaría. Aún así, fue a la cruz. Su sal no pierde su sabor hasta el fin. No se da por vencido. No claudica. Muere, resucita, ama, salva, sana, perdona. Dice, “Si quieres ser mi discípulo, tienes que estar dispuesto a seguirme, y a soportar una medida de lo que yo he sufrido”.

Algunos de Uds. nunca han oído esto, y muchos nunca lo han visto. Lo único que les dijeron es: “Dios te ama, ¿quieres una vida mejor? Recibe a Jesús”. Pero en realidad no les dijeron toda la verdad. Así que no se desilusionen ni se sientan frustrados con Jesús. Siéntanse así mejor con la persona que no les contó toda la verdad acerca de Jesús. Y no se rindan, prosigan. Hay dignidad, honra, y un legado para el discípulo de Jesús.

Uds. van a morir. Yo voy a morir. Vamos a morir. No quiero morir, pero si me toca quiero que valga la pena. Quiero que la vida de ustedes valga la pena. Quiero que su muerte valga la pena. Quiero que su legado tenga importancia. Lo que me encanta de las palabras de Jesús es que son tremendamente honestas. Parece que no nos cabe en la conciencia, o quizás que sea un milagro que este hombre, con este mensaje, reúna miles de millones de personas. Pero eso fue lo que hizo.

Creo que esta palabra profética nos viene de la Biblia, de Jesús, y nos dice que sigamos. Que no nos rindamos, que sigamos. Nos da esta palabra hoy cuando vivimos el mejor momento en la historia de nuestra iglesia. Hace 15 años, nos reunimos en mi casa para un estudio bíblico. Ahora se llama Mars Hill. ¿Saben qué? El presupuesto no está atrasado. Nos sobró para el presupuesto. El año pasado no disminuimos en tamaño. Crecimos. No tuvimos menos grupos comunitarios, menos grupos de redención, bautismos, bodas, niños. Tuvimos más. Cada campus está creciendo. Hay unidad entre todos los líderes. De hecho es fabuloso. El reporte anual ya está disponible en línea, pueden leerlo, es increíble. Hemos visto milagro tras milagro tras milagro, tras milagro.

Lo que podría suceder es que pensamos que poder haber logrado algo. El ímpetu es hacia adelante o hacia atrás. O estamos creciendo en nuestra fe con Cristo, o vamos para atrás apartándonos de nuestra fe en Cristo. Lo que podría matarnos en este momento, esta gran oportunidad, la mayoría de Uds. no lo saben porque es la única iglesia que de veras han conocido, pero tenemos una gran oportunidad que Dios nos ha dado para que veamos la clase de gracia que un día inspirará a la gente a escribir libros. Escribirán sobre cómo Jesús vino a un lugar inesperado, a personas que no lo merecían, e hizo algo que nadie se imaginaba, y que fuimos parte de todo eso. Esto me hizo caer en cuenta. Es una gran oportunidad que veo que Dios nos está dando que nos ha dado como pueblo suyo. Estoy más entusiasmado y motivado que nunca.

Lo que nos podría matar es esto: Si hay discípulos y gente que no es cristiana, todo saldrá bien, pero lo que pone fin a todo eso es cuando los cristianos se vuelven consumidores, no asisten a los grupos comunitarios, no sirven, no se dan por vencidos, no se hacen miembros porque piensan que las expectativas son demasiado altas. Adrede ponemos bien altas las expectativas.

¿Quiere hacerse miembro de la iglesia? Tienen que leer un libro inmenso con 1.000 notas al calce. Algunos de Uds. dirán, “No voy a leer ese libro”. Entonces no será un buen miembro de la iglesia. Si solo con las notas se espanta, no está listo para la guerra.

¿Quiere casarse? Tendrá que pasar por el proceso prematrimonial, declarar todo su pecado sexual y su derrotero; tendrá que someterse a una autoridad espiritual, y alguien podría rechazarlo. Tendrá que aceptarlo porque casarse es fácil, pero tener 50 años de gozo es difícil.

¿Quieren hacer algo aquí en la iglesia? Las expectativas son altas porque es una operación del reino, es una misión del reino. Jesús dice que si de veras queremos levantar la mano y recibirle, asegúrense de comprometerse hasta el final.

Es maravilloso que celebramos centenares de bodas cada año. Espero que no llegue el día en que tengamos centenares de divorcios. Es maravilloso que tengamos más de 1.500 niños. Espero que al crecer no aborrezcan a Jesús por nuestro comportamiento. Espero que no creemos otra generación de cristianos consumistas que saben cantar los himnos cristianos y dar respuestas cristianas, pero no viven la vida cristiana.

Los cristianos consumistas son los que matan las iglesias con las mismas oportunidades que las nuestras. Escasamente hay 40 iglesias en todo Estados Unidos de las 400.000 que hay que son del tamaño de la nuestra. No se trata de cuántos miembros tengamos, se trata de calcular los gastos. Aquí Jesús tiene unos discípulos fabulosos, asombrosos. Dan, oran, sirven, ayudan; forman parte del milagro de la gracia de Dios. Hay personas no cristianas que han conocido a Jesús o que apenas lo están conociendo, y a mitad de camino, lo que puede suceder es que los cristianos consumistas pueden acaparar todos los recursos de los discípulos y no queda nada para la gente perdida. Llevo 15 años repitiéndolo.

Y ahora estamos al punto en que Uds. deben tomar una decisión, serán productivos o consumistas , discípulos o una decepción, contribuidores o consumidores. ¿Están adentro o afuera? No se trata sentir una euforia emocional y decir ¡hurra! ahora mismo. Dentro de 60 años contestarán esa pregunta con el fruto de sus vidas. Jesús les insta a escoger su equipo. Tienen que servir a Dios, determinar sus vidas, escoger su destino, tomar su cruz; solo se trata de morir. Se trata solamente de morir.

Dios Padre, pido por nosotros individualmente y colectivamente como pueblo. Jesús, sabemos que las palabras duras producen personas suaves, y que las palabras suaves producen personas duras. En estos días donde sobreabundan las palabras suaves… eso de que “en lo más profundo de nuestro corazón somos buenas personas y que hacemos todo lo posible, y que no hay fracasos, y que Dios se encargará de todo, y todo saldrá bien”. Jesús, esas palabras son pura basura. Pura tontería religiosa. Citas religiosas sacadas de contexto que fomentan la idolatría y auto glorifican al hombre. Jesús, por favor ayúdanos a calcular los gastos, no a tomar el camino más fácil sino el de mayor oportunidad, que no levantemos nuestras manos para hacerlo todo, sino solamente para aquellas cosas que nos has llamado a hacer. Pido por los que se dan por vencidos entre nosotros, Dios. Son cobardes, son perezosos. No les gusta oír esas palabras, pero les cuadran bien. Dios, mediante el arrepentimiento no tenemos por qué ser cobardes. No tenemos que ser perezosos. Dios, para aquellos que piensan que no somos más que otra iglesia a la que han venido a criticar, Dios, pido ahora mismo que en el nombre de Jesús captives sus corazones, que les muestres su orgullo religioso, que destruyas su independencia y actitud crítica y les muestres que están criticando a los discípulos que les sirven en vez de sumarse a sus filas. Dios, gracias por la gracia que has derramado en este lugar. Mars Hill es un milagro y es una oportunidad. Aún no hemos terminado. En el lenguaje de Jesús: la guerra no se ha ganado, la torre no está construida. Vamos en camino, pero no hemos llegado. Dios, te pido que seamos sensatos, que nos concedas la fuerza, el amor en nuestros corazones, y valentía en nuestra voces para seguir, para que sigas teniendo suma prioridad, por la gracia que nos das. Dios, pido por quienes ya decidieron darse por vencidos, los que al oír estas palabras se irán y harán caso omiso a ellas, apartándose. Dios, pido que los reprendas con las palabras de Jesús que son palabras de vida, y hazles saber que si tan solo murieran podrían experimentar una vida nueva. En el nombre de Jesús. Amén.

[Fin del Audio]

Nota: Esta transcripción ha sido editada.