Lucas 11:1–4 (RVR 1960)
1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
Está bien, hola Mars Hill. Estamos en temporada de otoño, una gran temporada para nosotros. Hace 14 años, en el otoño. empezamos humildemente y Dios nos ha dado como dije, su gracia en todos los aspectos. El las próximas semanas, verán todos los campuses. Somos una iglesia en muchos lugares, y por la gracia de Dios lo seremos en muchos más.
Mientras tanto, hoy no encontramos en Lucas 11:1–4. Llevamos como un año en Lucas. Nos falta un año, y hoy estudiaremos el Padrenuestro en Lucas 11:1–4. Mientras buscan ese pasaje en sus biblias, empezaré con una oración. Como examinaremos el Padrenuestro parece apropiado empezar así.
Dios Padre, te damos gracias porque podemos llamarte Padre, o Papá, como Jesús nos dijo que hiciéramos. Ta damos gracias, Señor Jesús que por tu muerte, sepultura, y resurrección, nos reconcilias al Padre. Eres el Mediador entre nosotros y el Padre. Espíritu Santo, te damos gracias por morar en cada hijo e hija de Dios, permitiéndonos, capacitándonos, enseñándonos a orar como lo hizo Jesús. Así que al examinar esta oración llena del Espíritu que hace Jesús al Padre, Señor Dios, te pedimos que nos enseñes a orar. Venimos pidiéndote lo que te pidieron los discípulos, “Señor, enséñanos a orar”. En el nombre de Jesús. Amén.
Empezaremos con la lectura de la Biblia. Nos gusta empezar leyendo la Biblia, ¿amén? Lucas 11:1–4: “Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan”, o sea Juan Bautista su primo, “…enseñó a sus discípulos. Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación”.
Cuatro observaciones iniciales antes de desglosar el texto en sucesión. Primero, algunos de ustedes al oír esta oración la encontrarán un poco diferente a como suelen oírla. Permítanme explicarles por qué. Esta oración de Jesús también aparece en el Evangelio de Mateo. En Lucas tenemos un recuento más sucinto de la oración Hay una versión más larga en el Evangelio de Mateo. Lucas escribe después de Mateo, y ya sabe lo que Mateo escribió en su evangelio, por lo cual pienso que en vez de incluir toda la oración, nos da una versión más breve. Así que si conoce el Padrenuestro, puede que diga, “Esto no se parece al Padrenuestro que yo aprendí, y probablemente sea por eso. La versión más larga está en Mateo.
Algunos de ustedes seguramente se criaron en iglesias donde decían el Padrenuestro en voz alta y se acostumbraron a incluir esta porción: “Tuyo es el reino, el poder, y la gloria por los siglos de los siglos, amén”. Y puede que regresen a su grupo comunitario y lean Lucas y lean Mateo, y digan: “Omitieron esa parte. ¿De dónde salió esa última frase?”. Lo tomaron prestado de un Libro del Antiguo Testamento llamado Crónicas, los de la iglesia primitiva, y se lo añadieron a algunas expresiones del Padrenuestro para la alabanza en grupo. Por lo tanto no está mal, pero toma un versículo y lo conecta a la sección en Mateo. Es algo que podría interesarles.
La segunda observación inicial es que la oración es sencillamente comunicarse con Dios. De modo que para los que somos cristianos, Dios nos habla principalmente por medio de las Escrituras al estudiar la Biblia, al leer la Biblia, memorizar la Biblia. También al oír la Palabra de Dios con oración, porque la fe viene por el oír; de modo que la predicación es muy importante para nosotros como pueblo ya que Dios nos habla por su Palabra y nosotros le hablamos por medio de la oración.
Así que la definición de la oración es comunicarse con Dios. Así que no dejen que esto se les complique demasiado. Podrían orar a Dios, o comunicarse con Dios hablando, y Dios oiría sus palabras. Sus oraciones también pueden ser en silencio, en su corazón, porque Dios conoce sus pensamientos. La oración también puede ser escrita, donde uno piensa y habla con Dios guardando un diario. Además, puede ser cantada, al cantar como congregación, sobre todo después de la prédica de la Palabra de Dios, Dios nos habla por su Palabra en el sermón, y después le hablamos cantando juntos, colectivamente como congregación. Esa es otra forma de orar. Por lo tanto hablamos de la oración en su contexto más amplio de comunicarnos con Dios, quien se comunica con nosotros.
Tercero, Jesús oró. Para nosotros Jesús es el ejemplo perfecto de orar perfectamente. Al oír las oraciones de Jesús en esta y otras porciones de la Biblia, estamos escuchando una conversación sagrada y privada entre las tres Personas de la Deidad, un Dios en tres Personas, la Trinidad; y aquí vemos a Jesús lleno del Espíritu Santo. Ya aprendimos en el evangelio de Lucas que está lleno del Espíritu Santo. Jesús está lleno del Espíritu Santo, y le habla a Dios Padre. De manera que es una conversación Trinitaria. Nuestro Dios no está solo. Habla en y por medio de su propia esencia, un Dios, tres Personas, en la Trinidad, y cuando Jesús ora en voz alta, nos da un vislumbre sagrado de la conversación y a la vida de oración de la Deidad. Es asombroso. Es asombroso. Qué oportunidad tan sagrada nos ha dado hoy Dios para escuchar esta conversación privada entre la Trinidad.
Cuarto, las personas no saben orar y necesitan aprender. La gente no nace sabiendo orar. Tenemos que aprender. Es una habilidad que se desarrolla con el tiempo. Así que aunque llevan , tiempo con Jesús, y han orado, y oído orar a Jesús, los discípulos vienen y le piden: “Señor, enséñanos a orar”. Por que no importa cuánto tiempo lleva como cristiano, siempre hay algo nuevo que aprender acerca de la oración, y es algo que siempre podemos perfeccionar humildemente en nuestra relación con Dios.
Así que al oír este sermón, todos ocupamos un lugar distinto en el continuo de la oración. Algunos de ustedes no son cristianos y no saben orar como oró Jesús. No se sientan avergonzados. Nos encanta que hayan venido. Además, algunos de ustedes sí son cristianos y apenas están aprendiendo. Algunos de ustedes llevan años siendo cristianos, pero no oran mucho ni tan bien, y al oír hablar de la oración, se sienten compungidos porque puede que estén acostumbrados a oír muchas enseñanzas acerca de la oración que les hace sentirse mal. Recuerdo cuando recién acepté a Cristo que la gente me decía, “Oh, leí un libro de un tipo que oró tanto que el entarimado junto a su cama estaba hendido donde había orado de rodillas por mucho tiempo”. Pues mi piso no se ve así, ¿de acuerdo? Oímos relatos de los guerreros de la oración y los intercesores y lo único que hace es hacernos sentir como unos fracasados.
Mi objetivo hoy no es hacer que sientan remordimiento o culpabilidad por la oración, sino ayudarles a aprender a orar. Quizás apenas estén empezando, o que ya estén creciendo en oración. Pero permítanme decirles que simpatizo con ustedes, porque yo no sabía orar. Como niño de ascendencia irlandesa-católica, me criaron formalmente, por lo tanto las oraciones que sabía eran todos protocolarios que habían hecho personas que murieron hace tiempos. Por lo tanto sabía el Acto de contrición, no puedo decirlo, pero puedo orarlo. El Acto de contrición, el Avemaría. Me aprendí el Padrenuestro, o la Oración del Señor. También me aprendí la Oración de San Patricio, la Oración de San Francisco de Asís, pero no sabía orar con mi corazón. No tenía idea.
Dios me salvó en la universidad y pensé, “Ahora tengo que averiguar cómo orar”. Y el pastor dijo, “Tenemos grupos de oración”, que básicamente eran como nuestros grupos comunitarios, y que todos necesitaban participar en uno de ellos. Pensé, “De acuerdo, ahora soy cristiano y voy a asistir a un grupo comunitario”. Y estábamos sentados todos en un círculo. Era el primer estudio bíblico al que había asistido en toda mi vida. Me sentía muy incómodo. No sabía qué iba a pasar. Espero que los sirvamos a ustedes mejor que como me sirvieron a mí. Me amaban en esta iglesia y fue algo asombroso, pero este estudio bíblico no fue el mejor comienzo que uno puede tener.
Me miraron y dijeron, “Como eres nuevo, puedes empezar haciendo una oración por nuestra reunión”. Y pensé, “Eh, ¿acaso no vinimos a hacer eso? Yo no sé orar. Nunca he orado en voz alta. Nunca he orado en grupo. No sé cómo hacerlo. Mejor oren ustedes”. Y dijeron, “Oh, está bien, disculpe, disculpe”. Se portaron muy bien conmigo. Dijeron, “Todos cierren los ojos, vamos a orar”. Y pensé, “fui criado en el área de Seattle-Tacoma. No cerraré los ojos. No cerraré los ojos. Qué tal que despierte al día siguiente en un hotel sin mis riñones”. ¿Saben? “Voy a orar con un ojo abierto, pero no cerraré ambos ojos. Así que con este ojo meditaré en el Señor, y con este me protegeré. Esto de ser cristiano es algo nuevo para mí”. Así que todos oraron y con el tiempo fui aprendiendo a orar.
Si no sabe orar, pídale a Jesús que le enseñe. Eso hicieron los discípulos. Júntese con personas que oran. Participe en un grupo comunitario. Entable amistades cristianas. Escuche las oraciones de los demás como los discípulos escucharon las oraciones de Jesús. Así es como aprendemos a orar. Si usted es padre de familia, o abuelo, ore con sus hijos y aprenderán a orar escuchando sus oraciones. La oración es algo que se le pega a uno, no es algo que pueda enseñarse.
Ahora, al desglosar la oración, veremos exactamente lo que Jesús dijo en su oración modelo. Creo que lo primero que dijo es lo más importante, o sea, que Dios es nuestro Padre. En Lucas 11:2, Jesús dice esto, “Cuando oréis, decid: Padre”, o Papá, o Papi. Vale la pena recalcarlo.
A algunos de ustedes se les dificulta la oración porque se centran demasiado en la oración. Si quieren madurar en la oración, no se centren en la oración misma. Conozcan al Padre. Es como si tuvieran mirando el parabrisas en vez de la carretera: no pueden conducir bien. ¿Amén? El objetivo es mirar por el parabrisas y ver lo que está haciendo. No debemos centrarnos en la oración misma, sino el en Padre. La oración es el medio por el cual nos comunicamos con el Padre, pero no debemos enfocarnos en la oración. Debería ser en el Padre.
Permítanme explicarles. Hasta este punto en la historia del mundo, la gente no decía que Dios fuera un Padre. Es un cambio radical en la historia del mundo que nace de los labios de Jesús. De los 39 libros del Antiguo Testamento que cubrían un período de unos cuantos miles de años, más o menos, de la historia de la humanidad, Dios solo se menciona como Padre 14 veces por parte de su pueblo. Cada vez lo hacen como nación, no individualmente. No tenían un concepto de que Dios fuera un Padre personal. Después llega Jesús y dice unas 60 veces que Dios es su “Padre”. Y ellos reconocen la magnitud de esa declaración y tratan de matarlo por eso, diciendo, “Sigues diciendo que Dios es tu Padre. Por lo tanto estás diciendo que eres igual con Dios”. Lo cual es cierto, porque Jesús es la segunda Persona de la Trinidad, ayer y hoy. Por eso nos enseña Jesús, “Miren, no me oigan a mí solamente, oren al Padre. Ustedes también pueden hacerlo”. Es una gran invitación. De todas las palabras que pudo haber escogido para mostrarnos quién es Dios, la palabra “Padre” fue la que escogió.
Por lo tanto permítanme explicarles lo siguiente: Entre más conocemos a Dios como Padre, más fácil será hablar con Él. Les daré un ejemplo. Digamos que hay un niño abandonado, abusado, huérfano y descuidado. Un día llega un padre amoroso, lleno de gracia, un hombre amable que se inclina hacia el niño con una rodilla en tierra y mirando al niño a los ojos con una gran sonrisa le dice: “Hoy he decidido adoptarte. De hoy en adelante eres mi hijo. Recibirás mi apellido. Heredarás todo lo que tengo. Has sido adoptado a una gran familia, Ahora tienes muchos hermanos y hermanas que te aman y están ansiosos por conocerte. Te amo con amor eterno. No puedes hacer nada para que yo te ame más y nunca podrás hacer nada para hacerme amarte más o menos. Te amo con un amor perfecto que nunca, nunca te quitaré. Además, no importa lo que hagas, siempre te buscaré y te perdonaré. Te serviré y te enseñaré, te enseñaré y te amaré, te alimentaré y te ayudaré. Por toda tu vida haré cosas muy buenas por ti, y nunca te abandonaré ni te haré daño. Ahora bien, todo esto es algo llamado ‘gracia’, y sé que es una palabra nueva para ti. Quizás no la entiendas, pero voy a amarte tanto que por fin empezarás a entender lo significa esa palabra. Así que ven conmigo ahora. Soy tu padre”.
¿Piensan que ese niño le diría algo a ese Padre? Claro que sí. Ahora, si tuvo una vida muy dura puede que desconfíe un poco al principio. “¿Podré confiar en este padre? ¿Estaré seguro con él? ¿Qué se trae este?”. Pero al acercarse a su padre, le habla y dice, “¡Mi padre de veras me ama! A veces me he portado mal, pero él me ama de todas maneras. Cada vez que le hablo, para lo que está haciendo para darme prioridad a mí”. Con el tiempo aquel niño hablará con su padre con más frecuencia sobre las cosas más profundas del corazón. Y no será porque el padre lo forzó a hacerlo de alguna manera sino porque se le reveló al niño y el niño fue atraído por el amor del padre. Ve el corazón del padre.
Cuando primero acepté a Cristo, empecé a leer libros sobre la oración que me hicieron sentir mucho remordimiento. Y algunos decían cosas como, “Hay oraciones de adoración, oraciones de intercesión, oraciones de súplica”. Y trataba de mantener las cosas en orden en mi mente, y pensaba, “¿Esta será una oración de adoración? ¿De súplica? ¿De intercesión?”. Confundía todas las clases de oraciones que había. Al pensar en la oración, dije, “Oh, hay un Padre”. Hablar con Él se vuelve algo muy natural. “Oye papi, de veras necesito ayuda. Papá, no sé como hacer esto. Papi, la embarré de nuevo”. Es llegar a conocer a Dios como Padre.
Así que permítanme decirles, si quieren aprender a orar, no aprendan de la gente religiosa. No aprendan de los religiosos; no digan, “¡Oh, vean a esa persona! Están postrados en una alfombra. Están orando en cierta dirección. Están haciendo ejercicios aeróbicos”. Eso no, claro. En cambio vean como habla un niño con su padre que los adora. Porque Dios es un Padre perfecto, infinitamente más allá del mejor momento que podamos tener con un gran padre.
Como padre, puedo decirles que los niños se acercan a sus padres continuamente sin trabas ni aprensiones de ninguna clase si son amados. Se los digo porque ayer estuvimos en la feria, y mis hijos me decían: “Oye, ¿podríamos montarnos en la rueda? Oye, ¿me das un bizcocho? ¿Puedo montarme en el poni? Oye, ¿me das una hamburguesa?”. Preguntan, “Oye, ¿puedo ir a orinar? Oye”. Se la pasan preguntando. Lo hacen sin fingir, sin engaño. Mi hijo de cuatro años no viene y me dice, “Amantísimo padre, te suplico que me depares un bizcocho”. No. ¿Cierto que no? No. “¡Oye, papá…!”, jalándome el pantalón. “¡Papá, mira, mira los cucuruchos! ¡Cucuruchos! ¡Cucuruchos!”. (Conos de nieve) “¿Quieres uno?”. “Sí”. “Sabía que querías uno”. Con el don del discernimiento… “De acuerdo, necesitas un cucurucho”.
Y lo que aprenden los niños es, “Mi papi me quiere. Cualquier cosa que necesite, a cualquier hora, voy a mi papá y le pido y le hablo. “Oye papi, necesito hablar sobre esto. Me estoy esforzando, pero me siento frustrado. ¿Qué es esto?”. Los niños me dijeron eso todo el día, sobre todo los chiquitos. Fuimos a todas las exhibiciones y me preguntaban, “¿Qué es eso? ¿Qué es eso? ¿Para qué es eso? ¿Cómo pasó eso?”. Así son los niños con un padre que los ama. Así que si quieren aprender a orar, no aprendan de la gente religiosa. Aprendan de los niños que tienen padres que los adoran.
Cuando oramos a Dios como Padre, significa que solo le oramos a Dios como Padre. No oramos a nosotros mismos, porque el asunto no es la oración en sí. El asunto es el Padre. No oramos a nosotros mismos. Las religiones no cristianas de oriente dicen: “Por medio del yoga y la meditación tenemos acceso al yo interior. Nos conectamos con nosotros mismos”. No, no, no. Al orar no entramos en nosotros mismos. Salimos de nosotros mismos a conectarnos con el Padre.
Además, algunos que se dicen cristianos hasta han usado laberintos de oración, una práctica pagana, en vez de la oración cristiana. Un laberinto de oración es básicamente un círculo donde empiezan afuera y al orar van caminando hacia adentro y se supone que uno va profundizando más y más dentro de uno mismo hasta que queda solo al centro de sus existencia. Eso es puro paganismo. Cuando en realidad empezamos ahí como pecadores, y por medio del arrepentimiento y la oración salimos hacia Dios para amar a los demás.
Eso también significa que no creemos que todo sea Dios y que Dios está en todo y que sea una fuerza impersonal que está en las montañas y los árboles. No creemos eso. No creemos en el ambientalismo radical o el avatar ismo, o el panteísmo o el panenteísmo, o aquel ismo que dice que Dios es mi madre. No creemos nada de eso. La oración desde esos puntos de vista sostiene que no existe un Dios Creador y Padre que está separado de su creación, que Dios es solo una fuerza que fluye por todo y que la oración significa vivir en en el flujo de esta fuerza impersonal que no tiene nombre. No creemos nada de eso. No oramos a una fuerza. Oramos a un Padre con nombre, a un Padre soberano que ama a toda su familia.
También significa que no oramos con miembros de otras familias. No lo hacemos. Podemos amar a los mormones, a los testigos de Jehová, a los budistas, los hindúes, los musulmanes. Podemos orar por ellos, pero no podemos orar con ellos. No podemos orar con ellos. ¿Por qué? Porque tenemos un Padre distinto. Los de las otras religiones no pertenecen a nuestra familia. Las otras religiones no son nuestra familia porque no tienen a nuestro Padre. Fuimos adoptados a la familia de Dios por medio de la muerte, sepultura, y resurrección de Jesús, nuestro hermano mayor, y eso hace que seamos cristianos, miembros de la familia de Dios a lo largo de muchas iglesias y denominaciones, pero las otras religiones tienen un padre diferente. Pertenecen a otra familia. Podemos orar por ellos, pero no podemos orar con ellos.
Algunos de ustedes dirán, “Está ofendiendo a esas personas”. Pero si oramos con ellos, estamos ofendiendo a nuestro Padre. Y aunque no queremos ofender a las personas innecesariamente, nuestra alianza con el Padre es lo principal. Por lo tanto podemos decirles, “Nos encantaría orar con ustedes, pero primero arrepiéntanse de sus pecados, confíen en Jesucristo, vuélvanse cristianos y oren al Padre, por medio de su Hijo, por el Espíritu. ¡Nos encantaría orar con ustedes! Así es como podemos orar con ustedes”. Usamos el evangelismo como un incentivo principal que nos impulsa y mediante el cual podemos orar con la gente a medida que van conociendo a Jesús. Pero hasta entonces, oraremos por ellos.
Será difícil para algunos de ustedes. Entre más conozcan al Padre, lo entenderán más. Entre más conozcan al Padre, lo entenderán más. Su Padre es tan grande que todos necesitan conocerlo, y si no se mantienen en devoción con Él, desalentarán a los demás y no querrán conocerlo. Por lo tanto queremos serle fieles a Papá, e invitar a otros a conocerle.
Ahora quisiera decirles algo acerca de Dios como Padre. Todo Padre contesta las peticiones de sus hijos de esta forma: “Sí, no, o más tarde”. Algunos de los que llevan tiempo en Mars Hill me habrán oído decirlo. ¿Cuántos de ustedes son padres? Sobre todo los padres, ¿cierto? A los que son padres les pregunto, ¿Les piden cosas sus hijos? ¿Sería usted un buen padre si les dijera siempre, “Sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí, sí”. “¿Puedo acostarme?”. Absolutamente. Necesitas un Red Bull y unos bottle rockets (bebidas energéticas). Al acostarse siempre deben hacer eso. “Sí, sí, sí, sí. Oh sí. Puedes salir con él. Me parece muy bien. Casi acaba con su rehabilitación. Me parece buena idea”. ¿Entienden? No un buen padre tiene tres respuestas: Sí, no, y más tarde.
Algunos de ustedes dirán, “¡La oración no está funcionando! Le pedí a Papá Dios y nada pasó”. No, sí funcionó. Lo que pasó fue que Papá dijo que no. O Papá le dijo “más tarde”. Su Padre oye y contesta sus oraciones. A veces dice que sí. A veces dice que no. A veces dice que más tarde. ¿De acuerdo?
Hace poco tuvimos esta conversación con Gideon. Hace poco le quitamos las rueditas a su bicicleta, y ahora monta su bicicleta de niño grande. Tiene cuatro años. Está saltando rampas y se siente muy valiente con el aparato. Así que vino y me dijo, “Papi, estoy manejando bien mi bicicleta. Ahora necesito una moto”. ¿Entienden? Le dije, “Gideon, tienes cuatro años. No necesitas una moto. Tal vez más tarde”. Entonces pensó que quise decir que era ese mismo día pero más tarde. “No”, le dije, “mucho más tarde”. Y traté de explicarle que todavía no estaba listo. Pero piensa que sí está listo, entonces le dijo a mi esposa, “Le pedí a mi papá una moto pero no pasó nada”. No, sí pasó algo. Oí lo que me pidió y como lo amo le dije, que no.
Así que entre más conozcan al Padre, a veces le dirán, “Padre, necesito tal cosa”. Y el Padre les dirá, “No”, o “Más tarde”. “Ah, la oración no sirve”. Claro que sirve. Confíe en su Padre. Espérelo. Con el tiempo verá que su Padre tenía razón. Oramos a Dios como Padre. ¿No es maravilloso?
Segundo, Jesús nos enseña que nuestro Padre es santo. En Lucas 11:2, dice, “santificado”, o santo “sea tu nombre”. Esta es la esencia y el carácter de Dios. Aquí estamos hablando de la magnificencia de Dios. Repito, algunas corrientes de pensamiento no cristianas de oriente dirán que Dios es bueno y malo. Dios es luz y tinieblas. Dios es yin y yang. La respuesta es “No, Dios es santo”. Dios es luz y en Él no hay ninguna oscuridad. Dios es santo.
La Biblia sí dice cosas como que Dios es amor y Dios es soberano y habla de lo que los teólogos les gusta llamar los atributos de Dios; sin embargo, el atributo de Dios que se menciona más que cualquier otro atributo de Dios en la Biblia es la santidad de Dios. Eso quiere decir que Dios es distinto y diferente que nosotros. Dios es completamente y continuamente bueno en todos los sentidos. No hay pecado en Dios.
Esto de suma importancia porque si Dios no fuera así, no podríamos confiar en Él. Podría ser bueno hoy, malo mañana; podría decir la verdad hoy, y mentir mañana, amarnos hoy, y hacernos daño mañana. Pero Dios no es así. Dios es completamente, consecuentemente, santo, imparcial, justo y bueno. Así que al orar a Dios, oramos a un Dios que no cambia y es completamente perfecto.
Y al orar a Dios, reconociendo que es santo, eso nos motiva a examinar nuestras vidas en las áreas donde no somos santos y donde tenemos pecado para que el Padre nos ayude. Por lo tanto glorifica a Dios y nos humilla empezar a reconocer cómo es realmente nuestro Padre.
Luego nos dice que nuestro Padre es un Rey. Otra vez, en Lucas 11:2, leemos, “Venga tu reino”. Volviendo a mi primera analogía, que tal que usted fuera un niño adoptado y su nuevo papá lo llevara a su casa y le dijera, “Es hora de irnos a casa. ¿Dónde quieres vivir? Tengo un enorme palacio y tengo un trono allá donde soy Rey”. El niño pensaría, “Esto podría beneficiarme mucho. Es una gran ventaja. Mi papá es un rey”. “Es un rey benévolo, amoroso, un buen rey. El rey perfecto.
Además, nuestro Padre es el Rey de Reyes. Él gobierna y reina sobre todas las naciones. Su autoridad es sobre todos los ángeles y demonios y presidentes y políticos, sobre todas las razas y países, sobre el pasado y el futuro. Tiene un reino infalible, un reino que nunca se acabará. Así es nuestro Padre.
Ahora una gran batalla se está librando entre el reino de las tinieblas y el reino de luz, y existe un gran enemigo que ha declarado la guerra contra nuestro Padre, pero nuestro Padre ha prevalecido y prevalecerá Destrozará la sublevación de Satanás y sus demonios y llegará el día cuando las naciones se acabarán y el reino será revelado. Es un don maravilloso que el hará el Padre en traernos su reino.
Y en ese reino habrá justicia, amor, y misericordia. Los hambrientos recibirán algo de comer. Los pobres recibirán su provisión. Los marginados serán apreciados. Él enjugará toda lágrima de los ojos de quienes han llorado, y cada matón que no se arrepienta, cada maleante, dictador, y abusador será expulsado de ese reino para siempre, y todos estaremos juntos como hijos de Dios, disfrutando a nuestro Padre como Rey en su reino resucitado, gloriosos, perfecto y eterno para siempre. [Aplaude la congregación]
Por eso dice Jesús, “Cuando oréis, decid: Padre, muéstranos el reino. Muéstranos el reino. ¡Vénganos tu reino!”. Esto es lo que clama el corazón del creyente, porque el mundo que conocemos se acabará y el reino de Dios será revelado a la segunda venida de Jesús cuando resuciten los muertos. Eso significa que mientras tanto debemos vivir como una iglesia que como dijo Juan Calvino, trata de hacer visible el reino invisible, luchando contra la injusticia alimentando a los pobres, cuidando a los marginados, amando a los que nos odian, y perdonando a los que nos hacen males.
Cuando se pregunten “¿Por qué?”, la respuesta es, “Deberían conocer a nuestro Padre y su reino que es glorioso. Es un reino de amor, luz, verdad, perdón, respeto, y generosidad, y cualquier cosa que vean en su pueblo es solo un reflejo de Él”. “Venga tu reino”. Habrá un final amigos, donde ya no tendremos más elecciones, no habrá políticos. Habrá solo un Rey sobre un solo trono para siempre.
Luego dice Jesús que nuestro Padre es generoso. En Lucas 11:3 leemos, “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Nuestro Padre es generoso. No es tacaño ni avaro. Es generoso. Al pedir nuestro pan de cada día, Jesús está reconociendo que hay aquellos que están hambrientos, que luchan, que sufren. En nuestro mundo de hoy, muchos oran por su siguiente comida. Hay personas en nuestra ciudad que oran por su siguiente comida.
Pero para muchos de nosotros el problema no es la inanición sino la glotonería. Nos hemos comido no solo el pan de hoy sino también el de mañana y el de la semana entrante. Deberíamos no comer tanto pan. Por lo tanto, puede que no captemos el significado de esta oración. ¿Por qué debemos orar por nuestro pan de cada día si tenemos la nevera llena de comida, la despensa llena de comida, la alacena llena de comida, si tenemos tanta comida?”. Pues porque el Padre la ha suplido.
Al reconocer que algunos de nosotros sí necesitamos el pan de cada día, el Padre envía el Espíritu Santo para impulsarnos a formar parte de la respuesta a las oraciones de los demás. Mars Hill, aquí es donde surgen los comedores comunitarios, los bancos de alimentos, los refugios para desamparados, y el trabajo humilde que realizan los grupos comunitarios y cada cristiano que aporta dinero individualmente, humildemente, dando el mercado, provisiones, cenas para la madre que acaba de tener un niño, ese tipo de demostraciones prácticas de amor, esas son obras del reino. Esas son obras del reino. Reconocemos que el alimento que el Padre nos ha dado no tenemos que consumirlo todo, que nos ha encargado más para compartirlo con amor con quienes están orando por su pan de cada día, y debemos ayudar a la gente a proveerlo para que forme parte de la oración que Dios está contestando, empleándonos para su gloria, el bien de ellos, y nuestro gozo.
¿Cómo está su generosidad, Mars Hill? ¿Cómo está su generosidad? Porque lo que nos pide es que traigamos todas nuestras necesidades delante del Padre. Pero permítanme diferenciar algo. Nos pide que traigamos nuestras necesidades al Padre, no nuestra codicia, glotonería, y avaricia. No todo eso sino nuestras necesidades. Como país nos encontramos en una situación económica que se ha llamado la gran recesión Muchas personas están luchando y aun hoy en primera plana la noticia principal decía, “Al entrar en temporada electoral, los estadounidenses están en aprietos económicos. Se preocupan demasiado por su futuro, no saben a quién culpar, no saben en quién confiar, si en los demócratas o los republicanos”.
Les diré quién tiene la culpa. Nosotros. No importa a quién elijamos, demócratas o republicanos, si no nos arrepentimos de nuestros pecados y buscamos satisfacer nuestras necesidades en vez de nuestra codicia y lo demás, no hay salvadores funcionales que puedan salvarnos de nosotros mismos. Ningún salvador funcional vestido de político es capaz de salvarnos de nosotros mismos. Somos un país que gasta mucho más de lo que tiene, vamos detrás de lo que queremos en vez de lo que necesitamos, por lo tanto tenemos que reconocer que el arrepentimiento es la única manera de efectuar un cambio en nuestra vida.
Sin embargo, eso no es políticamente conveniente. No hay ningún político que aparezca en la televisión y diga, “Estadounidenses, ustedes son unos avaros, unos codiciosos, unos glotones. Adoran el dinero y la mayoría están obesos. No son generosos, han vivido una vida extravagante, sus tarjetas de crédito están pasadas del límite, y como país necesitan arrepentirse”, y después ganar las elecciones. Si un político dijera eso, no le iría muy bien en su campaña. Los demócratas les dirán, “Ustedes son la víctimas, los republicanos lo echan todo a perder”. Los republicanos les dirán, “Los demócratas lo echan todo a perder. Ustedes son las víctimas”. Y todos tienen que mentir para que votemos por ellos porque la otra opción es que nos arrepintamos.
A decir verdad, como cristianos debemos evaluar nuestras finanzas y preguntarnos, “¿Estamos siendo buenos administradores de los recursos que el Padre nos ha encomendado, demostrando lo que creemos, que el reino comienza a ingresar a nuestras vidas por medio de la obediencia y la mayordomía?”. ¿Cómo les va en ese aspecto? ¿Cómo les está yendo? Eso nos permite vivir sencilla y generosamente, ayudando a los demás a conseguir su pan de cada día.
Luego Jesús nos dice que nuestro Padre perdona nuestros pecados. Me demoraré un rato en explicar esto. En Lucas 11:4, Jesús dice, “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben”. Jesús oraba mucho, y nosotros tenemos que orar como Jesús, con una sola excepción. Jesús nunca pidió que le fuera perdonado algún pecado personal porque Jesús nunca pecó. Sin embargo, es algo que debemos hacer siempre. ¿No es cierto? En 2 Corintios 5:21, dice, que Dios lo hizo, a Jesús, “quien no conoció pecado…”. En 1 Pedro 1, dice que Jesús es “un cordero sin mancha y sin contaminación”, o sea, Jesús no tiene pecado. Es decir, nos está enseñando a arrepentirnos de pecado, lo cual Él nunca tuvo que hacer.
Así que desglosemos lo que significa esto. Primero me gustaría empezar con la definición del pecado. El pecado incluye nuestros pensamientos porque Dios conoce nuestros pensamientos; nuestras palabras, porque nos oye cuando hablamos; nuestras obras, porque Él ve nuestras obras y nuestras intenciones, Dios sabe por qué hacemos lo que hacemos. Hay pecados de comisión, cuando hacemos algo que Dios nos prohíbe, y de omisión, cuando no hacemos algo que Dios nos manda.
Como resultado somos pecadores por naturaleza y por voluntad propia, y cuando la Biblia dice, “¿Quién podrá decir: Yo he limpiado mi corazón, Limpio estoy de mi pecado?”, la respuesta obviamente es, “nadie”. Por lo tanto todos somos pecadores. Y cuando pecamos, estamos pecando contra Dios y los demás. El Salmo 51:4 dice, “Contra ti, contra ti solo he pecado, Amigo, cuando usted peca lo hace contra Dios. Pecamos contra los demás. Entonces aquí Jesús está diciendo que necesitamos ser perdonados de nuestros pecados. Necesitamos ser perdonados de nuestros pecados.
Y compara nuestro pecado con una deuda. Ahora, muchos de ustedes—sin necesidad de que levanten la mano— ¿cuántos de ustedes están endeudados? Tienen deudas. Y esas deudas siguen creciendo. Y cada mes les mandan la cuenta por correo franqueado o electrónico. “Oh, la cuenta de la universidad, la cuenta del carro, la hipoteca, mi tarjeta de crédito, el servicio eléctrico, o lo que sea, se mandan una cuenta. Usted dice, “Sabe qué, estoy endeudado”.
Ahora qué tal si Dios le mandara una cuenta a fin de mes. Aquí están todos los pecados que ha cometido. Esto es todo lo que me debe. Oh, y de paso le recuerdo ese mal pensamiento que tuvo a las 3 a.m. Estoy despierto a las 3”. “Está bromeando”. “No. ¿No me cree? Pues acaba de tener otro mal pensamiento”. ¡Oh, no! ¿Qué tal que cada mes recibiera una cuenta de parte de Dios? “Esto es lo que me debes”. “Oh, no”.
Usted diría, “Tengo que hacer algo al respecto. Voy a probar el karma. Haré lo que hizo Earl, arreglaré esto con el karma. Eso es lo que voy a hacer”. El karma es una bobada. El karma no tiene ningún sentido. El karma supone que si usted hizo muchas cosas malas tiene que hacer más cosas malas para arreglar el asunto. ¿De veras? Miren, si uno peca y se muere, se reencarna y vuelve a pecar más, eso no paga la deuda de pecado. Añade a la deuda. ¿No es cierto? Mejor dicho, noto que ustedes no son una audiencia de personas introspectivas, así que pensemos en esto juntos. El karma dice, “Si haces cosas malas, te mueres y regresas a hacer más cosas malas”. Lo único que hace es añadir a su deuda. Y si el karma fuera cierto, la población mundial disminuiría porque alguien estaría pagando su deuda kármica, descendiendo a la nada. Sin embargo, la población mundial está aumentando. El karma no tiene ningún sentido funcional, teológico, ni práctico.
Algunos de ustedes probaron el karma por un tiempo y se dieron cuenta de que eso no funciona. Ahora piensan intentar la religión. Algunos de ustedes se ponen muy religiosos. “Pues, ¿saben qué?”, dicen, “iré a la iglesia y seré muy religioso, dejaré de pecar. Mañana dejaré de pecar. Nunca volveré a pecar”. Y se dan cuenta de que no pueden dejar de pecar. Y aunque piensan que han dejado de pensar, están siendo religiosos, que es el peor pecado de todos. Se sentirán bien deprimidos el mes entrante, después de haber sido bien religiosos por un mes entero, recibirán la cuenta más grande de todas y la categoría más grande será la religión. Y dirán, “¡Vaya, estaba muy endeudado antes de volverme religioso, y ahora de veras debo más de lo que vale la deuda. Parece que Dios odia la religión. ¡Oh, no! ¿Cómo voy a pagar mi deuda?”.
Y tendemos a ser más conscientes de todo lo que debemos desde el punto de vista económico y nos desentendemos de nuestra deuda espiritual. Jesús usó el lenguaje de las deudas para explicar el pecado. Jesús viene al mundo, nuestro gran Dios y Salvador, vive sin pecado, muere en nuestro lugar por nuestro pecado, viene a pagar nuestra deuda a Dios porque la paga del pecado ¿es qué? Muerte. Por lo tanto el saldo completo es la muerte. Jesús es crucificado en lugar nuestro como Salvador. Esas son las buenas nuevas del evangelio. Padece y muere en nuestro lugar, por nuestros pecados como nuestro Salvador. Paga nuestra deuda a Dios y resucita de los muertos estableciendo el patrón de nuestra nueva vida. Cancela nuestra deuda. De manera que toda nuestra deuda, pasada, presente y futura, incluyendo los pecados que aún no hemos cometido fueron perdonados por Jesús en la cruz. Por eso fue que Jesús dijo cuando lo estaban crucificando, “Padre, perdónalos”. Solo por medio de la cruz de Jesús podemos ser perdonados porque la deuda tiene que pagarse.
Este es el contexto del Evangelio de Lucas, donde Jesús había estado obrando en la zona rural de Galilea. El capítulo 9, versículo 51 dice que afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Aquí Jesús se está trasladando a Jerusalén en un viaje que dura varios meses. Va rumbo a la cruz literalmente a pagar nuestra deuda A pagar nuestra deuda. Jesús no solo nos enseña a arrepentirnos de pecado y ser perdonados, sino que hace posible ese perdón. Eso es lo que hacemos con el pecado. Le pedimos disculpas a Dios y a la gente, eso se llama arrepentimiento, y por medio de la fe, dejamos que Jesús pague nuestra deuda.
Segundo, Jesús también trata el tema de los pecados cometidos contra nosotros. Permítanme explicarles esto. Lo que suele ocurrir cuando predican los predicadores y enseñan los maestros es que solo explican la mitad del evangelio, o sea, que cuando usted peca, se arrepiente y Jesús lo perdona. Eso es completamente cierto. Pero ¿qué sucede cuando no somos la persona que pecó sino que alguien peca contra nosotros? Usted no fue el violador, fue la víctima. No fue el adúltero, alguien lo traicionó. No fue el ladrón, alguien le robó alguna cosa. No fue el mentiroso, alguien mintió acerca de usted. Usted no fue el que abandonó a sus hijos, usted fue el niño que fue abandonado.
¿Qué hace en esos casos? ¿Qué hace cuando es víctima del pecado? Porque lo cierto es que todos pecamos y todos somos víctimas del pecado. Jesús dice que los que han sido víctimas del pecado deben perdonar. No podemos decir, “Dios, quiero que me perdones, pero no quiero perdonar a fulano”. Así que para que esto funcione de una manera práctica necesito que el Espíritu Santo les traiga a la mente en este momento el nombre y la cara de la persona que ha pecado contra usted más severamente con más gravedad, o quizás con más frecuencia; la persona que más lo ha herido. Y lo que voy a compartir con ustedes quiero que se lo apliquen a esas personas.
Solo hay dos opciones: el perdón, o la amargura. Si decide no perdonar, eso lo llevará a la amargura. Se convertirá como la persona que lo hirió porque la misma raíz que está en la vida de ellos echará raíces en su vida. La Biblia dice que la amargura es una raíz. No perdonar hace que la persona se vuelva como los que la hirieron. Dios les ama. Quiere que sean libres de eso.
Se los digo amorosamente como pastor. No son conjeturas mías. Hoy mismo, al hablar del perdón, varias mujeres vinieron y lloraron amargamente porque casi pierden los estribos. He hablado con mujeres que fueron violadas, abandonadas, abusadas, y he conocido mujeres secuestradas, apuñaladas a quienes dejaron por muertas; he conocido maridos que fueron traicionados por sus esposas, y he oído de males horrendos. Soy pastor. No quiero que me piensen frío, insensible, o que no entiendo lo mucho que sufre la gente Para nada. Vengo con un sentido enorme de amor, empatía, compasión y esperanza por ustedes. Pero necesitan perdonar a esa persona o aquellas personas que los han herido más profundamente.
Algunos de ustedes se resistirán a hacerlo, pero permítanme tratar de desarmar esa resistencia diciéndoles lo que no es el perdón. Porque creo que muchos cristianos no determinan lo que es y lo que no es el perdón. Así que tengo una larga lista para ustedes:
Perdonar no es aprobar del pecado ni minimizarlo. No es decir, “Pues, está bien. Nadie es perfecto. Todos cometemos errores”, o, “No tiene mucha importancia. Pudo haber sido peor”. No. ¡Sí es muy importante! Es tan importante que Dios murió por eso. Por lo tanto, no deshonre la cruz de Jesús aprobando o minimizando algo que requirió la muerte de Dios.
Segundo, el perdón no es facilitar el pecado. No lo es. A menudo lo veo con las esposas que malinterpretan la sumisión. El esposo es cabeza del hogar, y se supone que debe ser un líder amoroso. Genial. Se supone que debe ser un líder amoroso que sigue a Jesús, y si no sigue a Jesús, la esposa no debe seguirlo porque la relación más importante de cada uno es con Jesús, y el primer papel que debe desempeñar la mujer es el de ayudadora. A veces los maridos son insensatos. Toman malas decisiones económicas. Tomas decisiones espirituales imprudentes. Se rebelan contra la autoridad piadosa y espiritual cuando uno trata de corregirlos. Y en el nombre de perdonarlos, la esposa viene y los capacita. Se hace cómplice de su rebeldía, su pecado y su locura. Uno puede perdonar a alguien sin facilitar su pecado, o participar en él. Puede que tenga un amigo o miembro de la familia que es un adicto, por ejemplo, y uno puede perdonarlo sin facilitar su adicción. Perdonar no es facilitar. El perdón puede incluir el confortamiento y la reprensión, y a veces debe ser así.
Tercero, el perdón no es negar que hicieron algo malo. Decir que no sucedió. Olvidarse de que haya sucedido. Seguir adelante como si nada hubiera pasado, o pensar que no vamos a dejar que nos afecte. Eso no es cierto. No es negar que hicieron algo malo. Perdonar no es negar que alguien pecó contra uno.
Cuarto, el perdón no es esperar hasta que pidan disculpas. Algunos dicen, “Los perdonaré tan pronto me pidan disculpas. Lamento tener que decirles que algunas personas nunca les van a pedir disculpas. Algunos seguirán por su camino destructivo, rebelde, y necio. Algunos serán tercos, religiosos, santurrones, y nunca lo confesarán ni lo reconocerán. Algunos se irán a otro lugar y nunca volverá a hablar con ellos. Algunos morirán antes de poder decir que están arrepentidos. Por lo tanto debemos perdonarlos antes de que pidan perdón.
Quinto, perdonar no es olvidar. Este es uno de los grandes mitos del cristianismo, que perdonamos y nos olvidamos. ¡Pues no es así! Uno no puede perdonar y olvidar. No se puede. Si lo han hostigado, violado, abandonado, golpeado, abusado, traicionado, si lo han ultrajado o han dicho mentiras de usted, ¿cómo va olvidarse? No podrá olvidar eso. Es imposible. Algunos se basan en libros de la Biblia como Jeremías donde dice que Dios ya no recuerda sus pecados, y dicen, “¿Sí ve? Dios no recuerda nuestro pecado”. Perítame decirle algo, Dios si recuerda nuestro pecado. Él es omnisciente, todo lo sabe, y nada se le olvida, lo sabe todo. ¿Cierto? No es que Dios esté en el cielo diciendo, “Voy a olvidar un pocotón de cosas”. Si hiciera eso, dejaría de ser Dios.
¿Entonces qué significa cuando dice que nunca recordará sus pecados? Significa que Dios decide no interactuar con nosotros en base a lo que hemos hecho, sino en base a lo que Cristo hizo por nosotros. Significa que decide vernos como nuevas criaturas y decide obrar por un nuevo futuro. Significa que entre lo principal que Dios piensa de nosotros no está todo el pecado que hemos cometido, sino la obra consumada que Jesús hizo por nosotros, en nosotros, y que por su gracia seguirá haciendo en nosotros. Pero no significa que Dios no tiene idea de lo que uno hizo ayer, por ejemplo. A Él nada se le olvida.
A veces lo veo en las sesiones de consejería, donde una persona peca contra otra persona y dicen, “Ni siquiera deberías acordarte de eso”. Es imposible. Hace poco tuve una situación en la que confronté a un marido y le dije, “Usted durmió con la mejor amiga de su esposa. Ella nunca lo olvidará. Ella puede decidir que no va interactuar con usted por eso. Puede que decida perdonarlo. Puede que decida no darle vueltas a eso cada minuto de cada día de lo furiosa que está. Pero nunca olvidará que eso ocurrió porque fue algo desastroso”.
Sexto, perdonar no es dejar de sentir dolor. El hecho que le duela no quiere decir que no haya perdonado. Aún le duele. A algunos de ustedes les han hecho cosas horribles. Les han hecho cosas horribles. Con toda sinceridad les digo que lo siento. Sería cruel de mi parte si les dijera, “Si perdonan a esas personas ya no les dolerá más”. Pues claro que les dolerá. La Biblia no dice que enjugará toda lágrima de nuestros ojos hasta la resurrección de los muertos y la revelación final del reino. Eso nos da a entender que las personas van llorando hasta que llegan a Jesús. Todavía les duele. Está bien que se sienta molesto.
Séptimo, perdonar no es hacerlo una sola vez. No perdonamos a las personas una sola vez y se acabó. A veces siguen pecando, por lo cual debemos seguir perdonando. O a veces los perdonamos, pero hay momentos emotivos que recrudecen la herida. El marido de una señora que conozco había adulterado contra ella. Él se arrepintió sinceramente y ella lo perdonó de todo corazón. Ambos decidieron asistir a las sesiones de consejería bíblica y pudieron superar el problema. Pero ella confiesa que a veces, aún estando en la iglesia, cuando su esposo no está haciendo nada malo, y han pasado varios años, que lo ve hablando con otra mujer, aunque sea una amiga mutua, y al verlo con otra mujer hace que se sienta traicionada otra vez. Es algo que surge en su alma. Ella necesita perdonarlo por lo que hizo en el pasado. A veces el perdón es algo que necesita ser aplicado a menudo.
Octavo, perdonar no es hacer caso omiso de la justicia. Uno puede perdonar a alguien y acto seguido llamar a la policía para arrestarlos. Uno puede perdonar y aún así dar testimonio contra ellos en la corte. Romanos 13 dice que debemos obedecer las autoridades superiores. Ellos dirán, “Pensé que me perdonaste”. “Sí, ya te perdoné. Pero has cometido un crimen. Has quebrantado la ley, y estas son las consecuencias”. Si ha robado, necesita restituir lo que se robó. Si ha mentido, necesita decir la verdad. Perdonar no es hacer caso omiso de la justicia. Podemos perdonar y acatar la justicia.
Noveno, perdonar no es confiar. Siempre me dicen lo mismo, “Mi padre me abusó sexualmente; me dijo que estaba arrepentido. ¿Puedo dejar que cuide a mis hijas?”. Respuesta: ¡No, para nada! De ninguna manera. Mi novio o mi esposo me golpearon, pero dijeron que estaban arrepentidos. ¿Podemos seguir como estábamos antes? De ninguna manera. La confianza se desarrolla lentamente. Se pierde rápidamente. La confianza se desarrolla lentamente. Algunos de ustedes—pongan atención— Soy su pastor y los amo. Permítanme explicarles lo que acabo de decir para que no los impacte tanto. Algunos de ustedes son crédulos e ingenuos. La confianza es algo que se da lentamente, y se pierde rápidamente. Algunos de ustedes dan su corazón entero y nunca lo recuperan. Den su corazón lentamente, y si alguien peca contra ustedes gravemente, la confianza debe reconstruirse con el tiempo. Perdonar no es confiar. No es confiar. Con el tiempo podemos volver a confiar en alguien que demuestra su arrepentimiento y ha buscado ayuda. Sin embargo hay personas en las que nunca debemos volver a confiar porque el riesgo es demasiado alto. Esto pasa sobre todo con los niños que son los más vulnerables. Tenemos que tener muchísimo cuidado a quién damos nuestra confianza.
Décimo, el perdón no es la reconciliación. No significa que siguen siendo amigos y pasan tiempo juntos y que todo anda bien. Que siguen siendo amigos cercanos y todo sigue normal. Nada de eso. Se necesita una sola persona para que haya arrepentimiento. Se necesita una sola persona para perdonar. Pero se necesitan dos personas para que haya reconciliación. Por eso dice Pablo, “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. Esto es lo que dice, “Hagan lo mejor que pueden, pero nunca van a estar en paz con todos. Y las cosas no funcionan, asegúrense de que no sea por culpa suya”. ¿Cierto? Para que haya reconciliación, se necesitan dos personas.
Tengo un amigo que está en medio de un divorcio porque reconoció que había pecado; sin embargo, su marido en realidad es la causa del problema, porque ella le dice, “Te amo, te perdono. Si hablas con los consejeros, si te sometes a las autoridades en la iglesia, te daré una mano y podremos reconciliarnos para salvar nuestro matrimonio”. Pero él dice que no. “No creo haber hecho nada malo. No creo que necesite escuchar al pastor. No creo que deba ir al consejero. No voy a escucharle a nadie, la culpa es tuya”. No habrá reconciliación. Con un hombre así, desde luego que no. El arrepentimiento requiere de una sola persona, el perdón requiere una sola persona, pero la reconciliación requiere dos.
Al oír esto, algunos de ustedes, al igual que yo, tendrán un fuerte sentido de la justicia. Dirán, “Pero si yo los perdono, ¿dónde está la justicia?”. Amigos, en última instancia la justicia viene de Jesús. O ellos reciben a Cristo por fe, o usted recibirá su justicia en la cruz, donde la sangre de Jesús fue derramada por ellos por sus pecados, y donde la sangre de Jesús fue derramada por usted, por sus pecados, porque el Señor sabe que también hemos perjudicado a la gente, y si ellos no se arrepienten, el hecho de que usted los perdone no significa que en últimas serán perdonados por Dios. Han pecado contra usted y contra Dios, y al perdonarlos los está poniendo en manos de Jesús. Y si deciden seguir viviendo sin arrepentirse, Y no vienen a Jesús para que los perdone, tendrán que rendir cuentas a Jesús al final. Serán juzgados y sentenciados a los tormentos eternos y conscientes del infierno, a sufrir para siempre por todo su pecado, pagando su deuda eterna al Dios vivo. Así que, al perdonar a alguien, no estamos haciendo caso omiso de la justicia, se la dejamos al Juez perfecto para que decrete su justicia perfecta, ya sea en la cruz, o en el infierno, pero de cualquier manera Él hará justicia. Por eso perdonamos.
Después Jesús cierra con esto. Nuestro Padre nos guía bien. Lucas 11:4, dice, “Y no nos metas en tentación”. Aquí no implica que Dios Padre nos guía hacia la tentación y el pecado. Santiago 1:13, que fue escrito por el propio hermano de Jesús en el libro que lleva su nombre, dice, “Dios no es tentado, ni Él tienta a nadie”. Lo que dice aquí es que el mundo está lleno de problemas, pecado, tentaciones, y locura, y que el reino de las tinieblas está en una guerra contra el reino de luz. Que nuestro enemigo quiere hacernos daño porque somos miembros de la familia del Padre.
Así que el cuadro que nos pinta aquí es como el de un niño que toma la mano de su padre y le dice, “Padre, solo guíame. Porque tú puedes ver lo que no veo, y sabes lo que yo no conozco. Y en vez de ponerme ansioso, estresado, angustiado, turbado, y tentado, solo quiero estar cerca a ti, Papá”. La semana pasada hablamos de esto un poquito, de aquellos momentos de la vida que son como los de María, en donde pasamos tiempo en oración en comunidad, estudiando y pasando tiempo con Jesús. Eso es tomar la mano del Padre.
Permítanme cerrar con una analogía la cual creo que ilustrará esto muy bien. Como les dije, ayer fuimos a la feria porque vamos a la feria cada año. A mí no me gusta la feria. No me gustan las multitudes, los salmonetes, las banderillas, (perro caliente empanado) Pero a mis hijos y a mi esposa les gusta la feria, por lo cual voy a la feria todos los años. Lo hago porque quiero mucho a mi familia. No los mando a la feria solos. Al salirnos del carro vamos caminando hacia la entrada principal, donde hay mucha actividad, y como por instinto inmediatamente mis dos hijos menores, Gideon que está en edad preescolar y Alexie que cursa primero de primaria, se me acercan y me cogen de la mano. Y pensé, “Oh, esto es maravilloso”.
De repente, aunque yo no quería ir a la feria, de repente me sentí feliz porque me di cuenta de que, es otra oportunidad para disfrutar, proteger, guiar, amar, servir, y llenar a mis niños con comida basura…a quienes adoro. Por lo tanto no eso estuvo bien, y eso me pasó porque de veras me encanta ser un padre. Mis niños sabían en forma instintiva que no necesitaban saber a donde ir en la feria. “No necesitamos un mapa. No necesitamos ver por encima de las otras personas que son más altas que nosotros. Nuestro Padre nos mantendrá seguros. Lo único que tenemos que hacer es tomar a Papá de la mano, y estaremos bien. Encontraremos nuestro camino en este lugar complicado. Pasaremos por entre estas multitudes de gente y estos escenarios que parecen peligrosos”. No estaban angustiados en lo más mínimo. Se reían y sonreían, pedían cosas y se divertían, hacían preguntas y durante horas llevé a mis hijos de la mano; manecitas en mi mano.
Y entiendo lo que esto significa cuando Jesús dice que nuestro Padre es Dios y necesitamos que nos guíe. Es como tomar a papi de la mano. De pronto empezó a llover y nos metimos a los establos que había, y fuimos a ver las vacas, los carneros, los caballos, y los conejitos, porque somos de la ciudad y es fascinante. Salíamos de un establo al sitio donde todos los establos se juntaban, y había un lugar grande y abierto donde había mucha gente en ese lugar abierto; había docenas, o quizás cien personas o más. Mejor dicho había mucha gente.
Y vamos caminando con mis niños a ver los cerdos porque a mis niños les encantan los cerditos. E íbamos a ver al cerdito cuando de repente oí a un padre gritar y maldecir, “Grandísimo tal por cual… vete a la tal y tal lugar….hijo de tu…”. Y pensé, “¡Qué caray!”. Me di vuelta y vi a un padre que agarró a un muchachito de 2 o 3 años por la muñeca y de un solo jalón lo subió al aire. Mejor dicho, no sé si le habrá dislocado el hombro al muchachito, pero si no, fue de puro milagro. El niñito colgando recibió seis azotes de su padre, con todo, le levantó la mano y le dio con todo al niño en el trasero. No solo en el trasero, que con eso hubiera bastado, pero también en la parte inferior de la espalda. Conté seis golpes. Aquel hombretón le dio con todo a ese niño. Le pegó a su niño, y su niño estaba colgando, y esperaba que le diera otra vez y le pegaba otra vez. El niño gritaba y lloraba, y le decía, “¡Deja de llorar como una niña!”.
No pude creerlo. Que un hombre fuera capaz de hacerle esto a su hijo en público…pensé, “¿Qué hará en casa cuando nadie lo está mirando?”. Y todos retrocedimos, y Alexie inmediatamente me agarró la pierna. Estaba muy asustada. Mejor dicho, lo único que ella conoce son las tacitas de té y acurrucarse. Nunca había visto un hombre violento. No entendía lo que estaba pasando. Todos retrocedían para apartarse de este hombre, medio conmocionados. Entonces les dije a Alexie y a Giddie, “Quédense aquí con su mami. Papi tiene que encargarse de esto”.
Toda la gente se apartaba de él, y yo caminaba hacia él. Trataba de no empeorar las cosas. Obviamente sabía que el hombre tenía serios problemas y sé que todos tenían cámaras en sus celulares y que acabaría en el programa Larry King si voy y golpeo o le infundo miedo a este tipo. Entonces lo miré y le dije—me parece que le di un buen consejo. [Se ríe la congregación] Grace estuvo de acuerdo conmigo. Me dijo, “Eso estuvo muy bien”.
Le dije, “Señor, tiene que dejar de hacer eso ahora mismo. Esto se acabó”. Me miró y me dijo, “¿Entonces qué? ¿No cree que debe disciplinar a sus hijos? Le dije, “Señor, tengo cinco hijos. Creo que los hijos se deben corregir. Pero usted está golpeando a su hijo. Lo está asaltando. Lo está abusando. Eso no es corregir”. “No le pasará nada, saldrá por ahí el estúpido hijo de su…”. Le dije, “Tengo cinco hijos. Los tomo de la mano. Usted tiene uno. Por qué no lo toma de la mano y lo trata como un padre”. Y me dijo, “Maldita sea, so se meta en lo que no le importa”. Le dije, “Señor, cuando usted le pegó a su hijo delante de los demás eso hizo que me importara. Ahora es de mi incumbencia. Le dije, “Señor, baje al niño. Esto se acabó. Usted tiene un grave problema y necesita ayuda. Y me dijo, “¿Quiere que le dé a usted también?”.
Y empezó. Y empezó. Porque en aquel momento me sentía indeciso. Porque al principio pensé, “me crié en el barrio, peleaba mucho. Golpeé la cara a un infante de marina contra el baúl de un Impala dejándole la cara lacerada. Nunca ha buscado peleas, pero nunca he perdido una. De inmediato empecé a ver si podía con el tipo. Tiene los brazos más largos, pero es flaco. Tendría que pelear de cerca, donde pudiera agarrarlo con mis brazos, de cuerpo a cuerpo. En ese momento pensé, “Está pegándole a su niño en público. Así que por amor, con el propósito de hacerlo un discípulo, debo darle también en público”. [Se ríe la congregación]
Pero pensé, “Hombre, pero todos tienen el celular con su cámara. Mi hija perderá los estribos. Mi familia se saldrá de quicio. Y entonces el Espíritu Santo se manifestó y pensé dos cosas: Primero, cuando primero me convertí a Cristo era de muy mal genio y Dios me reprendió por ello. Era de malas pulgas, y la diferencia entre ese tipo y yo es Jesús. Yo hubiera sido mucho como ese tipo. Creo que por eso me molestó tanto. Así que desde que me convertí, aparte de boxear por deporte o un partido de fútbol de vez en cuando, no he golpeado a nadie. Es solo por la gracia de Dios que no soy un tipo violento.
Segundo, obviamente no podía enseñarle nada a este tipo y las cosas no iban bien. La mujer que estaba con él, que medio lo instaba y facilitaba lo que hacía, se mete entre los dos y trata de romper la confrontación, y yo me retiré diciendo, “Señor, usted necesita ayuda”. Y le dije, “Señor, por favor busque ayuda”. Y seguía enfurecido tratando de buscar pelea conmigo. Y le dije, “Señor, no voy a instigar esto ni a dejar que esto empeore. Pero si quiere terminar, estaré allí. Si no, no tengo más que decirle”.
Y Alexie vino y me tomó de la pierna. Estaba muy asustada. Me tomó de la mano, y la miré. Tiene uno ojos azules muy grandes, se parece a Tinkerbell, y me dice, “Papi, gracias por hacerle frente a ese hombre. Gracias por amarnos. Gracias por protegernos, y gracias porque no nos pegas ni nos asustas”. Ahogado de la emoción, pensé, “Caray, que alguien asalte a su propio hijo”. Y le contesté, “De nada, mi amor. Papi te quiere mucho”. Quiero amar a mis hijos con el amor del Padre, pero sin el amor del Padre, no creo que pueda amar bien como debe amar un padre. Y ella me dijo, “Tenemos que orar por él para que conozca a Jesús porque ese tipo da miedo”. “Así es”, le dije, “Tenemos que orar por él”.
Un par de cosas para cerrar. Primero, para los que somos padres, Dios nos da el grandísimo don de ser padres, caballeros, compartimos el mismo título divino con Dios. Queremos amar a nuestros hijos, protegerlos, guiar a nuestros hijos con el amor del Padre, para que al oír que Dios es un Padre, les parezca algo bueno. Me da lástima por ese muchachito, que al oír que Dios es un Padre se aparte de Dios en vez de acercarse a Él.
Segundo, algunos de los que vienen aquí piensan que Dios es abusivo, violento, malo, y un padre inestable. No lo es. La Biblia nos enseña que hay otro padre. En Juan 8 Jesús dice que el diablo también es un padre y que en realidad hay dos familias, y que esas familias tienen un solo padre cada una. Satanás es un padre horrible y Dios es un Padre perfecto y amoroso. Creo que aún para aquel hombre que el asunto no es la lucha contra sangre y carne, sino contra los poderes y las potestades y los espíritus; que en el caso suyo Satanás es su Padre y que su padre, Satanás, lo abusa a él, a veces por medio de otras personas. Por eso se la pasa lastimando a su propio hijo. La solución a todo eso es el arrepentimiento, tener fe en Jesús, recibir el perdón de pecados, y vida nueva, por el poder del Espíritu Santo, el amor del Padre que nos permite amarnos como Él nos ha amado. Para los que no son cristianos, hoy es el día en que toman la mano de su Padre. Por fe caminan con Él hasta que los guíe seguramente hasta su reino.
Por eso te pedimos Dios Padre contra el enemigo, sus siervos, sus obras y sus efectos. Dios Padre, tomamos tu mano y te pedimos que nos guíes. Padre, pedimos por los que no te conocen como Padre. Pedimos contra el padre de mentiras, el padre del engaño, el padre de la muerte. Dios, pedimos por aquel hombre y ese muchachito. Y Dios, pedimos que nos enseñes a orar como Jesús les enseño a sus discípulos. Señor Jesús, enséñanos a orar al Padre que nos ama. Amén.
[Fin del Audio]
Nota: Esta transcripción ha sido editada.