Lucas 18:1–8 (LBLA)
1 Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer,
2 diciendo: Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno.
3 Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente, diciendo: “Hazme justicia de mi adversario.”
4 Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para sí: “Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno,
5 sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia.”
6 Y el Señor dijo: Escuchad lo que dijo el juez injusto.
7 ¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos, que claman a El día y noche? ¿Se tardará mucho en responderles?
8 Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?
Antes de que hubiera un Jimmy Fallon y Conan O’Brien y Jay Leno, mi favorito, David Letterman, muchos de ustedes son demasiado jóvenes para saberlo, pero ya había un hombre llamado Johnny Carson. En su día Johnny Carson era un hombre entre los hombres. Era el rey de los shows nocturnos y fue el pionero de todo un género televisivo de las comedias de medianoche, tanto así que hace poco hicieron una ceremonia en Comedy Central para galardonar a los cómicos, y galardonaron a David Letterman quien se pasó el tiempo en su discurso de agradecimiento elogiando a Johnny Carson, diciendo que fue el pionero de la televisión de medianoche que conocemos hoy. Fue quien le dio a muchos cómicos, actores y actoras su comienzo. Sin Johnny Carson, muchas, muchas personas hoy no disfrutarían de la televisión de medianoche como la conocemos hoy.
El patiño o ayudante del show era un tipo llamado Ed McMahon. Se sentaba a un extremo del sofá y trataba de ser chistoso, y a veces lo lograba dependiendo de qué noche era. Su gran momento era cuando presentaba a Johnny Carson para The Tonight Show. Y decía: «¡Aaaqquuíííí está Johnny!», de una manera más apasionada que lo acabo de decir. Esa es la historia de Johnny Carson, que tuvo 4.531 episodios de The Tonight Show. Lo hizo por mucho tiempo.
Hay otro tipo que quizás no conozcan en lo absoluto, llamado John Searing. Vivió en Nueva Jersey en lo que ahora llamamos Bonjovi-ville, y era vendedor de materiales de arte. Le encantaba ver a Johnny Carson. Era su héroe. En su lista de cosas que hacer antes de morir, escribió básicamente que quería aparecer en televisión y decir tres palabras: «Aquí está Johnny». Era todo. Su meta en la vida era bastante fácil. Sólo quería presentar a Johnny Carson en The Tonight Show, diciendo: «Aquí está Johnny». Era todo.
Entonces le mandó una carta a Johnny Carson. «Querido Johnny, me encantaría hacer solo una vez el trabajo de Ed McMahon cuando lo presenta y dice: “Aquí está Johnny”». El equipo fue muy amable y cordial y le mandaron una carta modelo con una foto gratis de Johnny Carson sonriendo, tamaño 8X10, y pensaron que él no haría nada más.
Pero no fue así. Él tenían un gran anhelo de presentar a Johnny Carson, y a partir de ese momento, en el transcurso de no sé cuántos años, le escribió más de 800 cartas. «Soy John Searing otra vez. Oye Johnny, a que no adivinas lo que quiero hacer». Carta tras carta, tras carta, tras carta, tras carta, tras carta. No hay indicios que haya intensificado su petición. Nunca amenazó a Johnny Carson. Nunca trató de encontrarse con Johnny Carson. Nunca acosó a Johnny Carson. Nunca le reclamó nada a Johnny Carson de ninguna manera. Fue muy persistente.
Pues finalmente recibió una carta de The Tonight Show. «¿Sabe qué? Su sueño se hizo realidad. No nos mande más cartas. Lo vamos a poner en el show». Lo trajeron en avión al show. Le dieron su propio vestuario con su nombre en la puerta, John Searing. Entonces comienza el show y Ed McMahon dice, «Aquí está Johnny», y John Searing quedó confundido. «Oh, pensé que me dejarían hacerlo. Por eso estoy aquí». Y entonces lo sorprendieron. Lo trajeron al escenario y se sentó al lado de Johnny Carson, y por espacio de 6 minutos apareció como invitado en The Tonight Show, y fue entrevistado por Johnny Carson. Le dijo: «¿Por qué me manda todas esas cartas?». Después lo llevan entre bastidores y le dan un guión para que lea la presentación de The Tonight Show, y diga: «Aquí está Johnny». Pudo realizar la meta de su vida. Después de eso no sabemos si volvió a escribir cartas y si todo terminó bien. La persistencia, la persistencia, la persistencia.
La idea principal es que a veces, si somos persistentes, puede dar buenos resultados. Esta fue una persistencia rara. A veces es una persistencia impía. Hoy, al abordar esta parábola en Lucas 18:1–8, Jesús nos dará una enseñanza mediante el ejemplo de una viuda persistente.
Lo que debemos decir es que la persistencia no es siempre buena. Depende sobre qué estemos persistiendo. Ese es el asunto principal. Digamos que está en un noviazgo y uno de Uds. ya no quiere estar juntos, pero el otro persiste. ¿Bueno o malo? Malo. A eso le llaman acoso, ¿de acuerdo? Esa persistencia es mala.
Digamos que están casadas, damas, y su marido es muy violento y abusivo y Ud. persiste. Esa persistencia no es buena. Necesita distanciarse y protegerse.
Hay una persistencia impía. El vendedor fastidioso que nunca se da por vencido. El testigo de Jehová que no deja de venir a mi casa. Es una persistencia impía, inútil. Deben ser de los escogidos porque Dios me los sigue trayendo para que cambie su manera de pensar, entonces así entiendo las situación más o menos.
Así que ser persistente no es siempre bueno. A veces si somos muy persistentes, puede que Ud. sea pendenciero, agresivo, demasiado exigente, prepotente. Si está comprometido con la persona equivocada y con una causa equivocada, puede que su persistencia no sea santa y piadosa. A veces simplemente es rara como con John Searing.
Francamente a veces nuestra persistencia puede ser muy santa. Es una noble virtud. Es un rasgo de carácter. Es una habilidad o atributo que Dios nos da. Si quieren tener un buen matrimonio, ambos tienen que aprender a persistir un poco. Si quieren ser buenos padres, tienen que aprender a persistir un poco. Si van a entrar al ministerio o tener un negocio o ser líderes en algo, necesitan persistir un poco. Si quiere ser un buen atleta, si quiere ser un buen músico, la persistencia. Tiene que seguir adelante.
Un ejemplo que me viene a la mente son mis dos hijos, buddy Calvin, y buddy Zac. Un amigo de ellos ha estado luchando contra la leucemia por varios años, o al menos un par de años. Un niño maravilloso; un gran niño. Lo queremos mucho. Es un amigo de mis hijos que persiste en oración esperanzado en su lucha contra el cáncer. Su familia ora con esperanza. Los doctores oran con esperanza. El hospital pediátrico ha sido un sitio maravilloso para él. Todos están persistiendo: su comunidad de fe, su iglesia, los que estamos relacionados con ellos. Persistimos en oración, en apoyo, y en dar ánimo. Casi todos los días mis hijos oran por él, persisten en oración, entran al sitio en Internet Caring Bridges para ver si hay alguna novedad en su estado. Cuando su salud ha mejorado lo suficiente para tener visitas, ellos persisten en ir a verlo.
Puede haber una demostración de persistencia virtuosa y santa. Hoy Jesús nos da un ejemplo sorprendente de la parábola de la viuda persistente. Hablará de la persistencia santa en Lucas 18:1–6. Esto es lo que dice el Señor Jesús sobre esta virtud de la santa persistencia. «Y les refería Jesús una parábola…» o sea una pequeña historia que encierra una gran verdad, «…que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer, diciendo: Había en cierta ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre alguno. Y había en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él constantemente…», o sea una y otra vez, «…diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Por algún tiempo él no quiso, pero después dijo para sí: Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre alguno, sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia; no sea que por venir continuamente me agote la paciencia. Y el Señor dijo: Escuchad lo que dijo el juez injusto».
Aquí el Señor Jesucristo cuenta la historia, y en la historia la viuda y el juez son los personajes principales. Son muy diferentes el uno del otro. Una es mujer y el otro hombre. El hombre está en el poder, es poderoso. La mujer es impotente. El hombre es próspero; la mujer está sin cinco. En aquellos días el hombre hubiera ocupado un cargo eminente, de gran autoridad. Ella era de posición humilde. Sin una familia que la recibiera o un marido que la protegiera, era muy vulnerable desde el punto de vista judicial.
En esa cultura las mujeres por lo general no podían tener cosas como propiedades, ni votar. Eso quería decir que quedarse con las posesiones que su marido le dejó en la herencia podía ser complicado. Como resultado, se aprovechaban de muchas viudas, les robaban y no se les hacía justicia en el sistema jurídico. Por eso es que la Biblia, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento dice mucho sobre las viudas y el amor de Dios por las viudas y cómo el pueblo de Dios deben amar y cuidar a las viudas, aquellas mujeres cuyos maridos han muerto. Esto incluye al hermano de Jesús, Santiago, que dice que la verdadera religión es cuidar las viudas, los huérfanos, y los necesitados.
Y vemos a esta mujer, la trágica historia de una viuda contra quien al menos han pecado, pero parece que también han cometido un acto criminal contra ella. No sabemos si fue golpeada, robada, abusada, o si se aprovecharon de ella. Quizás los bienes de su marido estaban inmovilizados en la corte. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que quiere que se le haga justicia y dice que tiene un adversario. Al igual que algunos de Uds., y al igual que yo, ella tiene un enemigo, alguien que está en su contra.
Ahora, lo que solía suceder era que había tres maneras de buscar la justicia. La primera era sobornar al juez. Pero ella no tenía con qué pagarle. Segundo, amenazar al juez. Era una viuda pobre. No tiene ni poder ni fuerza. Entonces, tercero, lo único que podía hacer era persistir. Tener suficiente valor para seguir hacia adelante frente a la adversidad por causa de la justicia.
Ella hace esto con un juez del cual solo sabemos dos cosas. Primero, no temía a Dios. Segundo, no respeta a ningún hombre. Son los dos criterios de un buen juez, ¿cierto? Si uno debe temer a Dios y gustarle la gente, él ya tiene ambas cosas en contra. Es un pésimo currículum vitae para un juez, porque si no teme a Dios eso significa que las leyes de Dios no le importan, no le importa la Palabra de Dios. No anticipa que tendrá que morir y rendir cuentas a Dios. No cree que exista un juez con J mayúscula, ni un cielo ni un infierno, ni las consecuencias eternas de la obediencia y la desobediencia.
Como resultado, vive hasta cierto punto como algunos de Uds. y como yo vivía antes, como si fuera su propio dios. Es una ley para sí mismo. No hay una autoridad mayor. Está sentado en el trono, da los fallos. Es como un pequeño dios y su corte es como un pequeño reino. No cree que Dios existe, que tendrá que rendir cuentas, y que Dios rige sobre él. Eso significa que es un hombre arrogante, un hombre peligroso que hace lo que le conviene y no lo que glorifica a Dios.
En segundo lugar, no le gusta la gente. No le importa la gente. Es un tipo que no le importa si uno está sufriendo. Si han tratado a alguien injustamente, no le importa. Si le robaron a alguien, no le importa. No lo afecta; entonces ¿por qué debería importarle? Nos da la impresión que es un tipo duro, frío y cruel.
Pero viene esta viuda delante de este hombre. Y finalmente dice: «Ya no doy más, le haré justicia. Esta mujer me está matando». En algunas traducciones dice, «Me está machacando». Otras dicen, «Me está haciendo quedar mal». Nos da la impresión de que sigue detrás de él persistentemente. Nos da la impresión de que cuando él sale de su casa por la mañana a ir al trabajo, ella está ahí. «Buenos días, juez. Sí me encantaría caminar con Ud. al trabajo. Hablemos de mi caso». Sale a la hora del almuerzo, «Oiga, juez, sigamos hablando de mi caso». De camino a casa, «Oiga, juez, gusto volver a verlo». Le habla del caso delante de familiares, amigos, compañeros de trabajo, colegas, «Sabes que no me has hecho justicia. Sabes que eso está mal. Sabes que lo que me hizo está mal. ¿Por qué no has hecho nada al respecto? Se supone que eres un juez». Es valiente, ¿verdad? Y valerosa. Por fin, como una abuela en una pelea enjaulada que agarra al juez en una llave, él se da por vencido y dice: «Está bien, me rindo. Me doy por vencido». No teme a Dios, pero le teme a esta mujer. Es una historia buenísima.
Con todo, no le da necesariamente lo que ella quiere. Le da lo que es justo. Esto es importante, porque algunos de nosotros ahí mismo nos damos por vencidos. Si alguien se pone agresivo, exigente, mandón, o grosero, claudicamos de inmediato, ¿no es cierto? Comienza cuando los niños están pequeños, ¿cierto? ¿Tienen hijos? ¿Cierto que lo hacen así? Casi siempre exigen algo, ya sea en el supermercado o más que todo en los aviones porque tienen una audiencia y se convierte en una situación de negociar por rehenes. Es lo que hacen los niños. «Me gustaría una Mountain Dew, varios bottle rockets, y una chocolatina». No. «Está bien, entonces me dará una crisis nerviosa y daré la impresión de que me atacaste o que eres un desconocido que me ha secuestrado. Así me voy a portar». Los padres mira al niño y dicen: «Si dejas de hacer eso, te daré lo que quieres». Ah, una negociación de rehenes. ¿De acuerdo?
No debemos darle a los niños ni a los adultos que son agresivos, groseros, exigentes, mandones, e indecorosos lo que quieren, sin embargo, esta mujer lo único que quiere es justicia. Debemos hacerle justicia a la gente. Debemos darle lo que es justo. Si han abusado a alguien, tenemos que ayudarles. Si alguien ha sido maltratado injustamente, tenemos que defenderlos. Si alguien no puede defenderse solo, tenemos que apoyarlos. Si alguien es pobre por defender una causa justa, debemos ser generosos y cariñosos de corazón. No les damos a todos todo lo que quieren, pero buscamos lo santo y lo justo y lo bueno. Así que ella va con el juez y le «Quiero que me haga justicia». Y él le dice, «Me doy por vencido. Has sido persistente. Te haré justicia».
Bien, al examinar la historia, la parábola, una de las maneras como debemos interpretar una parábola es tratar de encontrarnos en cierta manera dentro de la historia. ¿A cuál personaje me parezco? ¿A cuál personaje no me parezco? ¿Con quién me identifico, y cómo?
Así que antes de preguntarles si son como la viuda, necesito preguntarles ¿en qué se parecen al juez? Porque me temo que vivimos en una cultura de víctimas. Nos encanta ser la víctima. Tiende a ponernos en una posición de poder en la que la gente nos debe algo. Por ende solemos pensar que los demás están contra nosotros mucho antes de ver nuestro pecado hacia los demás. Ahora, en realidad han pecado contra nosotros y somos víctimas como la viuda. Pero también somos pecadores como el juez. Y también tenemos víctimas. Por eso, al escuchar esta historia, quiero que piensen qué razones tendría la gente de pensar que Uds. se parecen al juez. ¿De qué forma son como el juez?
Primero, ¿de veras temen a Dios? Respetan, reverencian, honran, obedecen, se someten a, y siguen a Dios? O son como el juez que dice: «Dios no tiene mucha importancia en mi vida. Dios no toma en cuenta mucho las decisiones que tomo. En realidad no me importa quién es Dios, lo que Dios hace en este libro, y lo que Dios dice. Tal vez piensen que Dios no existe o que Dios les debe algo, o que al morir no tendrán que dar cuenta a Dios, que no hay cielo, que no hay infierno. Que no hay consecuencias. Que no hay juicio. O que Ud. se cree mejor que los demás y que las cosas saldrán bien al final. Todo eso es no temer a Dios, no respetar a Dios, no tener en cuenta a Dios. ¿Son así Uds.? Ahí fue donde empezaron todos estos problemas.
Segundo, ¿de veras les importan las personas, de veras se interesan por las personas? No solo en teoría sino en la práctica. Ve que esta mujer necesitada está padeciendo injusticia. No hace nada; no dice nada. Está en una posición en la que puede servirla y puede hacerle justicia. Podría resolver este factor tan complicado en su vida. No lo hace. El suyo es un pecado de omisión. Ahora alguien ha pecado contra ella. Es un pecado de comisión. Alguien ha hecho algo malo. El pecado del juez es un pecado de omisión. Podía haber dado el fallo y haberle hecho justicia, pero no lo hace.
¿A quién podrían estar ayudando y no lo hacen? ¿A quién podrían estar sirviendo y no lo hacen? ¿A quién podrían estar defendiendo y no lo hacen? Puede que digan, «Pues yo no hice nada malo». Puede que sí y puede que no. Pero si no hace nada, eso también está mal. No basta con solo tener el valor de la compasión, la empatía, el amor, la misericordia, el respeto, la generosidad. Necesitamos un estilo de vida que encarna y demuestra esos valores.
Si le echáramos un vistazo a su agenda o itinerario, ¿veríamos que de veras se preocupan por la gente? Si miráramos su presupuesto, veríamos que de veras se interesan por la gente? ¿O son como la gente común y corriente con una actitud compasiva sin un estilo de vida compasivo? Eso se llama hipocresía. «A mí sí me importa la gente». ¿Sí, a quién le está ayudando? «Las amo en mi corazón». Qué bien. Abra su billetera, abra su boca, ensúciese las manos. Obras son amores, ¿no es cierto? Obras son amores.
Tercero, ¿cuando alguien es vulnerable, los protege o los explota? La mujer en la historia es vulnerable. Su familia no la ha vuelto a recibir, su esposo ha muerto, no tiene una buena condición jurídica bajo la ley. Tiene un opositor criminal. Alguien le ha hecho algo ilegal, pecaminoso. No le alcanza para pagarle al juez. No hay nadie, o mejor dicho, ningún abogado dispuesto a presentarse delante del juez. No hay nadie que la represente. No le alcanza para costear un recurso legal justo. Es vulnerable. ¿Y qué hace el juez? La explota. Pasa por alto su caso. La desestima; se niega intentarlo. No le hace justicia. No le importa.
Y tenemos que preguntarnos, ¿quién en nuestra vida es vulnerable? Todos conocemos personas que están tienen autoridad sobre nosotros. También conocemos personas sobre quienes tenemos autoridad. Maestros, entrenadores, padres, pastores, gerentes, patrones, líderes de varias clases, cada uno de nosotros tiene una esfera de autoridad e influencia. La pregunta es, cuando tratamos con personas que son vulnerables, ¿las protegemos, o las explotamos?
Hombres solteros, si conocen una chica que se acaba de convertir a Cristo, o quizás una que no es cristiana, con un derrotero duro, difícil, que no viene de buena familia, no tiene padre. ¿Pensarán: «Mmm, ella es vulnerable»? ¿La protegerían? ¿La explotarían? Mujeres, si conocen un hombre aquí de Mars Hill, y él de veras quiere casarse y tener hijos. ¿Están dispuestas a resguardar esa relación? ¿O querrán aprovecharse de la situación, manipularla, y manipularlo a él cuando les abra su corazón?
Si son jefes en su trabajo, y alguien trabaja para ustedes, y de veras necesitan ese trabajo; necesitan los beneficios médicos. ¿Tienden a tratarlos mal por eso, a aprovecharse de ellos, y darles más trabajo? Porque después de todo están en una posición vulnerable y Ud. puede abusarlos. Si es un hombre y una mujer trabaja para Ud., tal vez una mujer soltera con una vida caótica y difícil, ¿manipula la relación para sus propósitos inicuos, aprovechándose y explotando a alguien vulnerable? ¿O está la está protegiendo?
Siempre tenemos que hacernos estas preguntas. Cuando conocemos a alguien económicamente vulnerable, espiritualmente vulnerable, físicamente vulnerable, emocionalmente vulnerable, ¿somos como el juez con ellos? ¿Dejamos de protegerlos? ¿Nos aprovechamos de ellos? ¿Los explotamos? Si lo hacemos, todo eso es pecado.
Así que mi primera serie de preguntas para Uds. es esta: ¿En qué se parecen al juez? También me hago esa pregunta. ¿En qué se parecen al juez? Al oír esta historia, ¿quién diría: «Sí, tengo un juez en mi vida»? Y su nombre aparecería trágicamente ligado a esa determinación. Somos pecadores y tenemos víctimas.
Además, somos víctimas y han pecado contra nosotros Esa es la segunda serie de preguntas: ¿En qué se parecen a la viuda? ¿Hay algo bueno por lo cual deben seguir luchando? Ella sigue luchando por la justicia. ¿Hay algo por lo cual deben seguir luchando? No se rindan, no claudiquen, no se den por vencidos. Persistan, persistan, persistan, persistan. Esta mujer enfrenta una gran adversidad. Un juez poderoso, un juez próspero contra una viuda impotente en la miseria. Ella quiere justicia. La busca, lucha por ella con vigor, continuamente. ¿Hay algo por lo cual necesitan luchar?
Segundo, ¿Hay algo por lo cual valga la pena luchar? No se puede luchar por todo. Y por cierto, hay cosas por las cuales no vale la pena luchar. Algunos de Uds. son guerreros, pelean por cualquier cosa y por todas las cosas. Siéntase libre de no hacerlo. Nos están volviendo locos. Algunos de Uds. no luchan por nada ni por nadie. Siéntanse libres de escoger algo por qué luchar. Tienen que considerar con oración y cuidado aquello por lo cual vale la pena luchar. Vale la pena luchar por Jesús. Vale la pena luchar por la iglesia. Vale la pena luchar por la justicia, como ella lucho por ella. Vale la pena luchar por su familia. Vale la pena luchar por los oprimidos, las madres solteras, los niños, las víctimas. ¿Por qué cosas vale la pena luchar en su vida? ¿Qué cosas ha cargado Dios en su corazón para que luche por ellas? No estoy diciendo que sea una persona contenciosa, sino una persona persistente que busca las cosas que el corazón de Dios ha puesto en su corazón.
Tercero, ¿cómo puede su temor de Dios ayudarle a superar su temor al hombre? Esto lo dice al comienzo de Proverbios, «El principio de la sabiduría es el temor de Jehová». Y dice en Proverbios 29:25 que el temor del hombre pondrá lazo. Aquí vemos que el juez no teme a Dios, no teme a Dios. La palabra temor aquí significa honrar, reverenciar, respetar, sumisión, obediencia, conformidad, deferencia a Dios; que en su mente, en su corazón, y en su vida, hay un Señor funcional. Podría ser el Señor Jesucristo, o alguien que ha escogido como Señor funcional, un dios falso. Si Dios no está al centro de su vida, si Dios no es la suma autoridad en su vida, alguien más lo será. Vivirá para agradarle. Vivirá para ganarse su afecto. Querrá hacerle feliz para que no se enoje y lo castigue.
Para algunos, son los amigos: vivimos para ellos. Para que lo sepan, siempre vivimos para alguien, esa es la adoración. Los adorábamos como a Dios. Para algunos, es un novio o una novia, para otros es un marido o una esposa. Para algunos, son los hijos. Para algunos, es su profesor, o sus calificaciones, su rendimiento. Para otros es su jefe, su evaluación de desempeño y el puesto que ocupan en el organigrama.
Para otros, trágicamente, como este hombre, el problema son ellos mismos. Son una ley para sí mismos y se juzgan ellos mismos. A este hombre no le importa qué opina la gente de él. No le importa qué opina Dios de él. Actúa como si fuera un dios y lo único que tiene que hacer es impresionarse a sí mismo. Hoy diríamos que su autoestima es muy alta.
Si viven para la aprobación de otros y no la del Dios de la Biblia, acabarán como este hombre. No acabarán haciendo lo justo, lo bueno, lo imparcial, lo correcto. Al final no vivirán en el temor del Señor, amando, honrando, respetando, y obedeciendo al Señor, sino que vivirán con otro Señor funcional y su alma será juzgada por Dios y su vida causará dolor a los demás.
La manera de tratar el temor del hombre es con el temor de Dios. Algunos de ustedes temen al hombre, temen a una persona. Después lo quitan de su corazón al menos como centro de su vida, y después otro viene a ocupar su lugar. La única manera de superar este problema del temor del hombre es con el temor del Señor, o sea que Dios es preeminente, que Dios es el más importante, que la opinión que Dios tiene de nosotros es la que más peso lleva, que los juicios de Dios nos guían. Que confiamos y esperamos que llegue el día cuando Dios nos diga: «Bien hecho, buen siervo y fiel». Hasta entonces, la voz de todos los demás no deja de ser importante si le aman, pero viene a ocupar un plano secundario.
Aquí Jesús nos dice que la persistencia puede ser estar comprometidos con la persona correcta y con lo correcto, con algo muy virtuoso, y noble en general. Lo aplica sobre todo a la oración. Generalmente la persistencia puede ser buena. Persistir en oración puede ser lo mejor. En el capítulo 18, versículo 1 dice: «También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar».
Así que al leer esta historia, no debemos equiparar a Dios con este juez, puesto que es deshonesto, malo, desagradable, falto de amor, falto de cariño, o pensar que tenemos que abrumarlo con nuestras oraciones para conseguir lo que queremos. Eso no es lo que enseña la historia. La historia enseña que por encima de todos los jueces, o sea inclusive este juez, jefes, padres, cónyuges, novios, novias, entrenadores, profesores, pastores; por encima de todos los jueces con jota minúscula o personas que dan veredictos en nuestra vida, hay un Juez (con jota mayúscula) que se llama Dios, y toda la gente incluyendo los jueces (con jota minúscula), todos tendrán que rendir cuenta a Él.
Y cuando oramos, hacemos nuestra petición al Juez (con jota mayúscula), el que juzga el corazón, la mente y alma, quien juzga perfectamente, justamente, y eternamente, el Dios de la Biblia. Cuando oramos a ese Dios, oramos a un Juez que es completamente diferente a este juez. La idea es esta, si esta mujer es capaz de persistir con un juez injusto, ¿cuánto más deberíamos persistir en nuestras oraciones a Dios el Juez? Si aquel juez es injusto, y nuestro Dios es justo; si aquel es cruel y nuestro Dios es amable; si aquel es indiferente, y nuestro Dios es bondadoso, y ella persiste en hacer peticiones a aquel juez malo, ¿cuánto más deberíamos motivarnos para llevar continuamente nuestras peticiones a Dios, nuestro Juez bueno? Al orar hacemos eso. Lo hacemos al orar.
Al final detrás de toda esa persistencia hay una amonestación, una exhortación, una invitación a dedicarnos a la oración, a persistir en oración. Así que permítanme desglosar un poco lo que es la oración porque no quiero suponer o presumir que Uds. tienen mucha experiencia con la oración.
Orar es simplemente hablar con Dios. Dios nos habla por medio de la Biblia. La oración es como nosotros hablamos con Dios, es el medio por el cual nuestra relación con Dios se forma y crece, como con todas las relaciones. Tiene que haber comunicación y conversación en los dos sentidos. Dios nos habla por medio de las Escrituras, y nosotros hablamos con Dios al orar.
De paso les digo que algunos de Uds. no persistirán en oración porque creen que la oración no funciona, ¿verdad? La oración sí funciona. Dios contesta. Dios oye y contesta todas las oraciones. A veces dice que sí, a veces dice que no, y a veces dice que más tarde. Porque Dios es como un padre de familia.
¿Cuántos de Uds. son padres de familia y tienen hijos que vienen y les piden cosas, y saben que serían padres horribles si lo único que les dicen es: «Sí, sí. ¿Mountain Dew, bottle rockets? Sí, eso está bien. Sí, sí, a las 2 de la mañana en la casa, sí, sí, sí». Mejor digan: «No, no, no». A veces un buen padre de familia tiene que decir «No».
A veces un buen padre de familia tiene que decir: «Más tarde». ¿Cierto? Hace poco era un día asoleado, y hacía temperatura de 48 grados por primera vez en más de 40 días. En la Biblia, 40 días sin sol indica el juicio de Dios. Entonces mi hija Alexie, simpática como ella sola, me mira y me dice: «Papi, ha salido el sol. ¿Puedo ponerme el traje de baño y montarme en el Slip ‘n Slide? Son 48 grados Fahrenheit. ¿Respuesta? Más tarde, mucho más tarde, ¿cierto? Dentro de unos meses. No me opongo a los Slip ‘n Slide. pero sí me opongo a la neumonía. Así que la respuesta es ‘más tarde’. Lo que quiere decir es que probablemente Alexie me siga preguntando cada vez que haga sol, pero le diré de repente un día: «Hoy es el día. Ve y ponte el traje de baño».
Dios es como un padre de familia. La Biblia dice que Dios es un Padre. Y como un buen padre, tiene tres opciones cuando le pedimos algo: Sí, no, o más tarde. Persistimos en oración porque tal vez la respuesta sea ‘más tarde’. Si tienen un amigo no creyente, un amigo de la familia, compañero de trabajo, o vecino, y quieren que conozcan a Jesús, la respuesta puede ser ‘más tarde’, así que siguen orando para ver si es ‘no’ o ‘más tarde’. No sabemos si no seguimos preguntando.
Además, la oración funciona aunque lo que pidamos no suceda, porque la oración siempre ocupa dos propósitos. Generalmente el primer propósito que tenemos es mover la mano de Dios. Pero a menudo el propósito principal de Dios para nosotros al orar es moldear nuestro corazón. Entonces podrían decir: «La oración no funcionó. ¡Dios no hizo lo que le dije!» Como su nombre lo indica, Él es Dios y no siempre hace lo que uno le dice. Mejor dicho, está implícito en la definición de Dios. Como si Dios estuviera en el cielo diciendo, «No quise hacerlo, pero ellos me dijeron que lo hiciera, y ¿quién soy yo? ¡Oh, soy Dios! ¡Puedo decirles que no!». Dios nunca tiene que hacer lo que le decimos. Dios es libre, Dios puede hacer lo que quiere.
Por lo tanto a veces oramos y pensamos: «No funcionó. Dios no hizo lo que le dije». Pues a veces la oración mueve la mano de Dios, pero primeramente la oración sirve para moldear nuestro corazón. Por eso dice la Biblia que oremos aun por nuestros enemigos. ¿Para qué? Para que nuestro corazón sea moldeado y no estemos amargados, duros, indiferentes hacia nuestros enemigos. Que los amemos, que nos entristezcamos por ellos, que queramos el bien para ellos.
Al final también, veremos al orar, que tal vez las cosas no cambian, que la gente no cambia. Pero uno sí cambia. Uno cambia. De repente en nuestro carácter nos parecemos más a Dios. No podemos decir: «Esa oración no funcionó, porque las personas y la situación no cambiaron». Dios dice, «Te amo, y sí funcionó, solo quería que siguieras orando porque también quería cambiarte a ti».
Así que al orar, amigos, oramos como Jesús nos enseñó a orar: Padre nuestro. Padre nuestro. Así que si quieren saber cómo orar, no aprendan de la gente religiosa. Ellos no saben lo que hacen. Pero nos impresionarán con su elocuencia. Oh, vean eso. Al tipo con el sombrero. «¡Vean a ese hombre postrado en una alfombra mirando al oriente! ¡Vaya, que asombroso se ven!». Para nada. Se ve ridículo. Se ve ridículo. Porque cuando Jesús nos dice que oremos: «Padre nuestro», si de veras quieren saber cómo orar, vean cómo le habla un hijo a un padre que le ama. Así debemos orar nosotros. No de una manera irrespetuosa o deshonrosa, sino como le hablaríamos a nuestro papá. De hecho, es lo que Jesús dice. Papá nuestro, que estás en el cielo. Cuando usa el término «Padre», es un lenguaje que denota el concepto de «papá».
¿Están de acuerdo con eso? ¿Entienden eso? Algunos de Uds. dirán: «Yo no tuve un papá». Dios es Padre de los huérfanos. «Mi padre no fue un buen padre». Entonces no piense que su padre es como Dios Padre. Juzgue a su padre por medio de Dios Padre. Los niños siempre hablan con su padre sobre todos los temas habidos y por haber. Lo hacen sin pretensiones, informalmente, simplemente hablan con él. Tengo cinco hijos. Aprendo más acerca de la oración al mirar a mis hijos. Simplemente preguntan.
Como Dios es un Padre, significa que podemos persistir en oración. Les diré lo que no significa la oración. Primero, no significa que tenemos que orar elocuentemente. Cierto, eso nos pasó anoche. Cenamos y mis hijos no vinieron a mí a pedirme el postre de esta manera: «Amantísimo Padre, ante todo quisiéramos darte gracias por tu bondadosa provisión en tiempos pasados. Además, sabemos que tienes la habilidad de conceder peticiones, y con gozo lo reconocemos. Asimismo, nuestro punto secundario es este, te suplicamos, aunque somos indignos de tus favores, que acaso en tus magnánimas misericordias, te dignes concedernos un helado de postre». No, mis hijos llegaron y dijeron una sola palabra: Helado. Eso fue todo. Esa fue la petición ¿Respuesta? «¡Claro que sí!», esa fue mi respuesta. Así de sencillo. No necesita ser elocuente y complicado. Solo háganle saber a su padre.
Segundo, sus oraciones no necesitan ser largas. ¿Alguien tiene un tío como el que acabo de describir? Viene a su casa y dice, «¡Voy a orar!», y ustedes dicen, «Oh, no. Se me va enfriar la comida, me voy a perder el cumpleaños. Las oraciones de este tipo duran una eternidad». Como si estuviera en una pelea china con Dios y quiere cansarlo para que por fin conteste sus oraciones. Las oraciones no tienen que ser largas. A veces pueden hacer oraciones largas, y otras veces cortas. Como cuando hablan con su papá: A veces mis hijos vienen y me dicen: «Papi, tenemos que hablar», y dura 30 segundos. O a veces dura 30 minutos. ¿Saben qué? Su Padre los ama, su padre está ahí para ustedes, a veces son cortas, a veces son largas, pero no es necesario hacer oraciones largas.
Un plantador de iglesias amigo mío ora mucho. ¿Saben cuál es su oración favorita? Me dijo que es: Dios ayúdame. Siempre ora así. ¡Señor ayúdame! Si mis hijos solo dijeran eso, sería una oración estupenda. Si oyera a mis hijos decir eso, iría donde están y les ayudaría. ¡Papi, ayúdame! ¡Claro que sí! No necesito una oración bien larga. No necesito una larga petición. Sólo háganmelo saber. Con mucho gusto pueden hablar con Dios varias horas, y con mucho gusto pueden hablar con Dios unos segundos. No tiene que ser largo y elocuente.
No tiene que ser repetitivo. No tienen que repetir las oraciones. La gente religiosa hace esto. Hombre, es que…uy. Esto lo vi en el aeropuerto. Fue hace algún tiempo, pero un judío con un gran sombrero y patillas largas, con borlas, bien vestido, con barba, anteojos. Y era la ora de la oración. Se para en medio del aeropuerto y empieza a hacer esto, orando una y otra vez, una y otra vez, vez tras vez tras vez. Y yo oré por Él. Oré que conociera a Jesús y que se sentara, mejor dicho… Porque esto es raro. Pensé, «Si mis hijos llegaran y dijeran: «Oh, un helado de chocolate, nos encantan los helados de chocolate. Queremos un helado de chocolate. Nos encantaría un gran helado de chocolate. A mi hermano le gustaría un helado de chocolate. Nos gusta ponerle trocitos de chocolate a los helados. Nos gustan los malvaviscos con helado. Nos gustaría que nuestro helado de chocolate tuviera crema batida encima de los trocitos de chocolate. ¿Podrías darnos un helado? Si oyera eso, pensaría que soy un padre horrible con los hijos más raros del mundo. ¿Cierto? Captan la idea.
Jesús dice que al orar debemos persistir en oración. Sigan hablando con su Papá, traten de resolver el asunto con Él, dejen que sepa dónde están. Él ya sabe. Siéntense a conversar con Él. Cuántos de Uds., y no tienen que alzar la mano, no persisten en la oración. En parte podría ser el concepto erróneo que tienen de Dios. No lo perciben como un Padre amoroso. ¿Pero cuántos de Uds., al orar se quedan dormidos? Dicen: «Querido Señor… Gracias Señor por el sueño. Te lo agradezco». Mejor oren en un momento más oportuno. Quizás no sea el mejor momento para ustedes.
¿Cuántos de Uds. son completamente desorganizados? Mis hijos tienen hasta una lista de oraciones en su teléfono y siempre llevan su teléfono donde guardan una pequeña lista de oraciones. Dos de mis hijos lo hacen. Uds. no tienen una lista. No apuntan nada. No lo escriben ni a mano ni a máquina. No llevan una lista abierta. Cuando llegue la hora de orar, se sientan a orar y no saben de qué van a orar. Mejor dicho, eh, «Querido Señor, eh… ayúdale al hombre en aquel lugar con esa cosa…amén». No saben qué decir y piensan: «Espero que acierte con esto porque fue demasiado general». Oren. Guarden una lista para que les ayude a orar.
¿Cuántos de ustedes ignoran las instancias del Espíritu Santo? Dios les trae algo a la mente y no oran. La Biblia dice no entristezcan, no apaguen, no resistan al Espíritu Santo. El Espíritu Santo les traerá personas a la mente. Manejando, trabajando, o están haciendo algo, y alguien les viene a la mente. Genial, pueden orar en silencio porque Dios conoce sus pensamientos. Pueden orar en voz alta. Podría llamarlos y orar por ellos por teléfono. Pueden ir a verlos, imponerles las manos y orar por ellos. Mejor dicho, lo que sea. Pero Uds. resisten las instancias del Espíritu Santo. Dios el Espíritu Santo siempre les trae personas a la mente por las que podemos orar.
Y lo que más anima a la gente es hacérselos saber. Mándenles un mensaje de texto, un e-mail, un mensaje de voz: «Oye, Dios te trajo a mi mente y oré por ti. Te quiero, y quería decírtelo». Quedan muy agradecidos, ¿cierto? Persistan en oración. Tengo una lista de personas por las cuales estoy persistiendo en oración. Un amigo mío sigue mandándome mensajes de texto. Sus hijos tienen problemas, drogas con el hijo y problemas con la hija, y le digo que me mantenga al tanto. Que seguiré orando. Quiero ser una vía de vida y ánimo para ese hombre.
Bien, perseveren en oración por la gente. Es bueno para ellos, y es bueno para ustedes. Y si no saben de qué orar, pregúntenle a las personas. Les daré una pregunta sencilla: ¿Quiere que ore por algo o por alguien? ¿Quiere que ore por alguien o algo en particular? ¿Y saben lo que he descubierto? La gente dice que sí. Hasta los ateos lo dicen. Lo he oído muchas veces. Hace poco un tipo me dijo que era ateo. Le pregunté si quería que orara por algo en particular, y me dijo: «No estoy seguro que crea en Dios, pero si existe, ¿podría pedirle?». Pues acaba de convertirse en un agnóstico sin mucha dificultad, ¿cierto? No fue muy difícil. A la gente les gusta que oremos por ellas, es bueno que lo hagamos.
¿Han perdido la esperanza por las personas? «No oraré más por ellas, porque nunca cambian. Nunca se salvan. Me rindo. Estoy amargado». Entonces ore primeramente por su propio corazón, porque la oración no es siempre para mover la mano de Dios, sino para moldear nuestro corazón y también para mover su mano. Quizás tenga que orar primero así: «Dios, cambia mi corazón. Ni siquiera deseo orar por ellos. Ni siquiera deseo que sean salvos. Ni siquiera deseo que traten de reconciliarse conmigo. Estoy tan amargado. Ya no los soporto más». Oren por su corazón, oren por el corazón de ellos. Oren para que la mano de Dios obre en la vida de ambos.
La idea principal de Jesús aquí es que la persistencia puede ser santa, virtuosa, noble, y algo bueno, sobre todo cuando persistimos en oración trayendo nuestras peticiones, nuestra familia, nuestros amigos, y nuestro corazón delante de Dios.
La siguiente pregunta es: ¿Cuánto tiempo debemos persistir? Entonces concluye hablando no solo de una persistencia santa sino también de una paciencia santa. Lucas 18:7–8, dice: «¿Y no hará Dios justicia a sus escogidos…». O sea todos los que Dios ha determinado salvar del pecado, de la muerte, del infierno, y de la ira. Son los que creen en el Antiguo Testamento, los que son cristianos hoy en día, y los que Dios aún no ha salvado pero lo hará. Por su gracia somos partícipes de la salvación de ellos. Está hablando de los santos de todos los tiempos, los escogidos. «…Que claman a él día y noche. ¿Se tardará mucho en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?».
Lo que dice es, persistan en hablar con Dios sobre esta vida hasta que esta vida se acabe. Y cuando esta vida se acabe recibiremos nuestro consabido día en la corte en donde todos rendiremos cuenta ante el Juez con jota mayúscula. Y habrá justicia. Habrá justicia.
Para el cristiano, la justicia vino en la cruz de Jesucristo. Dios se hizo hombre. Dios entró en la historia. Dios no pecó, sin embargo lo asesinamos y murió como sustituto en nuestro lugar, por nuestros pecados, como Salvador nuestro. Así que para el cristiano culpable, Dios es tanto justo como misericordioso. Con el mallete en la mano dice, «Eres culpable, pero muerto fui por tus pecados, en tu lugar. Yo te perdono». Esa es la justicia. Así que en la cruz de Jesús, la justicia y la misericordia se encuentran y el Juez también es el Salvador. Es asombroso.
Para los que no son cristianos, el juicio viene al final. Todos estarán delante de Dios y se llevará a cabo el consabido día en la corte. Jesús lo sabe todo; Jesús lo oye todo; Jesús lo ve todo, Jesús lo juzga todo. Juan 5:22 dice: «Porque ni aun el Padre juzga a nadie, sino que todo juicio se lo ha confiado al Hijo».
Lo cual significa que si Ud. es una víctima, recibirá justicia en la corte de Dios en presencia de Jesús. Así que esperen su día en la corte. Sé que parece mucho tiempo. Para esta viuda seguramente aquellos largos días de anhelar y esperar fueron frustrantes a veces, quizás descorazonadores. Pero ella persistió pacientemente.
Si pudiera darles una ecuación sería esta: La persistencia mas la paciencia es igual a la perseverancia. La persistencia mas la paciencia es igual a la perseverancia. Si quieren perseverar, necesitan ser persistentes y pacientes.
Asimismo, para los que están viviendo en pecado, para los que se están rebelando contra las justas leyes de un Dios bueno, podrían pensar: «Puede que Dios no exista. Puede que no haya consecuencias. Puede que no haya un juicio final. Puede que no exista el cielo. Puede que no exista el infierno porque nada me ha pasado». La Biblia dice esto en otra parte. No se está saliendo con las suyas. Simplemente está acumulando para sí ira en el Día del Juicio Final, y Dios recuerda todo lo que hace y no se saldrá con las suyas en nada porque Jesús lo juzgará perfectamente, y justamente al final.
Jesús dice que ese Día del Juicio Final es algo ciertísimo, pero la pregunta es esta: Tendrá fe para caminar en esa verdad hasta ese día? Él se nos revela como el hijo del Hombre. Es su nombre, su cargo, y su título predilecto. Lo toma de Daniel 7:13–14. Fue proferido cientos de años aun antes de que Jesús naciera en el mundo. Dice que es el Hijo del Hombre casi 80 veces en Mateo, Marcos, Lucas, y Juan conjuntamente. Como el Hijo del Hombre en Daniel 7 es Dios, demuestra que el Hijo del Hombre no es un ser creado. Es Dios el Creador. Que en la eternidad pasada, en su reino celestial está gobernando, según Daniel 7, con el Anciano de Días, que es Dios Padre, y viene al mundo en misión como el Hijo del Hombre. Dios se hizo hombre.
Jesucristo es el Hijo del Hombre. Es su forma de decirle a los primeros que le oyeron quienes conocían muy bien el Antiguo Testamento que Él es Dios. El Creador. «He venido a la historia de la humanidad a traer justicia, ya sea por medio de la cruz o por medio del infierno; una justicia que yo pago o que ustedes pagan. De cualquier manera, la justicia está asegurada». Jesús les dice: «Eso se ha cumplido hoy día y ahora estoy entre ustedes». Es una declaración muy seria de parte de Jesús, una declaración que nadie más ha hecho en la historia del mundo. Nadie más les dirá: «Soy Dios. He existido eternamente. He venido del cielo». Nadie dice eso, pero Jesús sí lo dice. «Soy el Hijo del Hombre. Comparecerán un día en la corte. Confíen en mí; persistan pacientemente y perseveren hasta ese día».
Las Escrituras nos exhortan a menudo, estaba pensando en esto, que en más o menos 12 libros del Nuevo Testamento, puede que sean más, pero en más menos 12 libros del Nuevo Testamento casi llegando al final de cada uno nos exhorta a ser persistentes y pacientes, lo cual culmina en la perseverancia. Sigan esforzándose, no se den por vencidos. Amable víctima, no se rinda. Confíe en el juez y comparezca en la corte el día indicado. Se las leeré porque la Biblia dice en otra parte que la fe viene por el oír y el oír por la Palabra de Dios. Algunos de Uds. son tentados a rendirse. Son tentados a dudar de Dios. Son tentados a negar a Dios. Algunos de Uds. son tentados a despreciar de Dios. Algunos de Uds. son tentados a desobedecer a Dios. La persistencia mas la paciencia es igual a la perseverancia.
Dios nos exhorta, Dios nos anima, y permítanme decirles, Dios nos capacita y nos da poder para persistir y ser pacientes. La viva que vivimos no es solo una vida que vivimos por Dios. Eso es lo que enseña la religión. Es la vida de Cristo que Él vivió por nosotros. Es la vida de Cristo que Él vive en nosotros.
El que relata la historia, es un mejor Juez que el juez en la historia. Juzga justa y perfectamente. También paga el precio por todos los pecadores culpables por medio de su muerte, sepultura, y resurrección.
Además Jesús, quien nos enseña la historia y nos recibe al otro lado de esta vida, es mejor que la viuda. Claro que ella sufrió, pero Él sufrió más. Ella no sufrió hasta derramar su sangre. No fue arrestada, golpeada, desnudada casi por completo, repudiada por sus familiares y amigos, azotada hasta que su apariencia quedó desfigurada, ni fue clavada a una cruz romana. Nuestro Jesús padeció una injusticia que está en una categoría completamente diferente que la que padeció la viuda. Y sufrió persistentemente. Sufrió pacientemente. Sufrió perseverantemente porque es un buen Dios y Salvador.
Estimados amigos, somos llamados a seguir el ejemplo de Jesús; el ejemplo de Jesús nos apremia, y al final es por la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo que mora en nosotros que podemos hacerlo. La Biblia dice que se trata de Cristo en nosotros. Así que es la vida de Cristo en nosotros y por medio de nosotros que nos da poder y nos permite perseverar por medio de la persistencia y la paciencia.
De esa manera quiero que piensen de esta vida: como una maratón; ser cristiano significa seguir corriendo hasta el final. El Apóstol Pablo usa ese lenguaje en otra parte. Dice: «He terminado la carrera». Había divisado la meta. No sé qué opinan ustedes, pero cuando pienso en eso pienso en una maratón. Me fascinan las maratones porque la gente corre aunque no hay ningún incendio ni los persigue un perro.
Las maratones son ¿cuántas millas? Veintiséis millas. ¿Saben por qué? Los griegos fueron brutalmente derrotados en muchas batallas. Esto lo aprendí cuando estuve de gira en Grecia el año pasado aprendiendo cosas con mi familia. Estuvieron en una batalla épica donde el número de enemigos los superaba cuatro a uno, pero ganaron la batalla. Fue un milagro. Sigue siendo una leyenda hasta hoy en la historia griega. Tuvieron que enviar las noticias a la ciudad de Atenas desde la ciudad de Maratón para anunciar la victoria y para que se prepararan a enfrentar un ejército que venía en barcos, por lo cual era necesario que supieran lo que estaba pasando.
Entonces le encargaron a un hombre llamado Feidípides… lo llamaré Dippy, porque probablemente lo llamaban así también en la escuela primaria. Le dijeron a Dippy que tenía que correr de Maratón a Atenas, que eran como 26 millas. Ya había peleado todo el día en la batalla y después corrió 26 millas para llevar las noticias de la victoria a Atenas.
La historia documenta que entró a Atenas y gritó: ¡Victoria! Y se murió. Así es la vida cristiana. Corremos hacia Jesús, proclamamos victoria, y nos morimos. Lo dejamos todo en esta vida. Corremos hasta el final. La persistencia y la paciencia resultan en la perseverancia.
Dios Padre, pido por mis amigos. Pido, Dios, que por tu gracia persistamos como persistió esta mujer; que persistamos hasta que Jesús regrese, hasta que resuciten los muertos, y el pecado sea juzgado; hasta que el cielo y el infierno sean asignados, y el reino llegue del todo. Dios, pido por mis amigos para que no se den por vencidos, para que no se cedan y se rindan. Pido, Señor Dios, que corramos nuestra maratón. Para algunos de nosotros, el terreno es muy duro y el trabajo es muy difícil. Dios, para aquellas personas pido que el Espíritu Santo les permita les permita en forma sobrenatural acabar bien. Y Señor Jesús, te damos gracias que estaremos delante de ti como Juez y que dirás que somos culpables y que tú pagaste el precio y nos perdonaste para que la justicia y la misericordia fueran reveladas, Dios, te damos gracias también porque enviaste al Señor Jesús a sufrir injusticia mejor que la viuda, más que la viuda. Señor Jesús, muchas gracias por acabar tu carrera, por completar tu misión: la cruz, la tumba vacía. Gracias porque eres paciente con nosotros hoy, y persistes con nosotros hoy, y que un día vendrás y habrá justicia para todos y no habrá más pecado. Señor Jesús, por favor danos la gracia para perseverar en nuestra carrera. Amén.
[Fin del Audio]
Nota: Esta transcripción ha sido editada.