Malaquías #5 – ¿Quién puede aguantar? (Malaquías 3:1–5)

Cuando preguntas se vuelvan en acusaciones

Las preguntas son parte de toda relación. Hacemos preguntas, contestamos preguntas, y les daré tres categorías respecto a esto. La primera categoría es una relación saludable donde hay intercambio de preguntas. Sabemos cuando la salud de una relación no es saludable; sin embargo, cuando hay muchas preguntas, cuando hay una cascada de preguntas, una tras otra, de repente parece que estuviéramos en un proceso judicial en el contrainterrogatorio de un abogado. Pregunta tras pregunta, tras pregunta.

Y he aprendido lo siguiente: Cuando hay mucha confianza, hay menos preguntas. Cuando hay poca confianza, hay muchas más preguntas. Y lo que estamos viendo en Malaquías es que les surgen preguntas a ellos, pero ahora que estamos profundizando más en el libro, si tienen Biblia, vayan al capítulo 2, verso 17. Ellos tienen muchas preguntas, y esas preguntas se han vuelto la tercera categoría: las acusaciones.

Y aquí hay un continuo, y con frecuencia se trata del móvil del corazón. A veces nuestras relaciones unos con otros son así, al igual que nuestra relación con Dios: «Tengo preguntas». Eso está bien. «Tengo muchas preguntas». Ahora está asumiendo una postura más legal, como la de un juez o un abogado que contrainterroga, y necesito contestarle, y usted va a abrumarme con su interminable serie de preguntas.

Caray, ahora estas preguntas se han mutado, se han vuelto acusaciones contra mí. Son preguntas más retóricas a las que ni siquiera están buscando respuesta, las usan en forma de declaración. Nosotros hacemos lo mismo. Usted mira a alguien y dice: «¿Por qué es tan estúpido?». En realidad no es una pregunta, ¿verdad? Es una acusación. No está preguntando: «Ayúdeme a entender por qué es tan estúpido». No cabe en la primera categoría. «¿Por qué eres estúpido? ¿Por qué siempre eres estúpido? ¿Por qué eres estúpido como tu mamá? ¿Por qué eres estúpido como tu papá?». Caray, hay una cantidad de preguntas aquí. Ninguna de ellas está rebozando de gozo. Y en última instancia son acusaciones. «Eres una persona horrible. Eres un tonto. Como persona no tienes valor, no mereces dignidad ni respeto». Son acusaciones.

Al estudiar Malaquías, necesitan saber esto: Dios se revela en el libro repetidas veces como un Padre amoroso que habla con sus hijos e hijas. Al principio, si leen en el libro, pensarán: «Tienen varias preguntas». Y después pensarán: «No, en realidad tienen muchas preguntas. Son acusaciones contra la bondad de Dios».

Vamos a examinar más acusaciones que hacen hoy en forma de preguntas, pero hasta ahora en el libro le han preguntado cosas como: «¿En qué nos has amado?». Esa no es una pregunta, es una acusación. Como si me sentara a la mesa a cenar con mis cinco hijos y la primera pregunta que me hacen es: «¿En qué nos has amado alguna vez? Ahora tenemos un problema en nuestra relación.

Otra pregunta que le hacen en el libro es: «En qué hemos menospreciado tu nombre?». Otra pregunta: «¿En qué te hemos deshonrado?». Casi nos imaginamos a Dios Padre sentado a la mesa cenando con todos sus hijos, y de repente le declaran la guerra a Papá, y le hacen una cantidad de acusaciones en forma de preguntas.

¿Cómo responde Dios Padre… cómo responde Papá a todo esto? ¿Qué hará con estos niños que lo tratan tan injustamente? Les responderá claramente, con autoridad, pero también con cariño. Y el estandarte que ondea sobre el libro entero está al principio en el capítulo 1, por el verso 2, donde Él dice: «Yo os he amado». O sea, les habla con un tono paterno, pero es un tono cariñoso. Aunque es un tono firme, es un tono acogedor. No es un tono condenatorio.

Agotando el Dios inagotable

Y empieza diciendo algo que resulta ser un poco chistoso en Malaquías 2:17. Aprendemos sobre el Dios que está cansado, y se me hace medio raro porque uno de los atributos de Dios es su omnipotencia, es todo poderoso, pero aquí se cansa. Sabemos que cansamos a Dios cuando Él dice: «Soy inagotable y estoy agotado». Eso nos dice algo de la clase de personas con las que está tratando y sobre la clase de personas que podemos ser.

Sucede así. Malaquías 2:17: «Habéis cansado al Señor…». Dios dice: «Estoy cansado». Y aquí habla metafóricamente, con un poco de hipérbole. «…Con vuestras palabras». ¿Alguno de ustedes tiene una relación así?

Algunos dirán: «Yo sí, pastor Mark. Con usted. Estamos cansados de todas las palabras, de tantas palabras». Está bien, bienvenidos entonces. Aquí está hablando de una relación en que la persona simplemente no está dispuesta a pasar algo por alto, no está dispuesta a dejar algo. «Tenemos que volver a hablar de esto. Vamos a tratar el tema de otra manera. Sé que dije que quedó resuelto, pero no está resuelto. Vamos a retomar este asunto una y otra vez. Oye, llena el carro de combustible y demos otra vuelta a este asunto como en una calle sin salida».

Y Dios dice: «Ya hemos hablado mucho de esto y no dejan de hablar del tema». «Habéis cansado al Señor con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado?». ¿Ven la ironía aquí? «No dejan de hablar y me están cansando». «¿En qué te hemos hablado?». «Por ejemplo, ahora. Les digo que hablan demasiado y responden hablándome más».

Si no les pareció chistoso es porque nosotros somos así, ¿entienden? «Cuando decís: Todo el que hace mal es bueno a los ojos del Señor, y en ellos Él se complace; o:», esta es la otra pregunta: «¿Dónde está el Dios de la justicia?». O sea, ¿ven este verso? «¿En qué te hemos cansado?». «¿Dónde está el Dios de la justicia?». Siguen con pregunta tras pregunta.

No leamos esto en forma religiosa. Leámoslo en forma penitente. Leerlo religiosamente sería decir que es una evaluación histórica interesante sobre cómo se relacionaba la gente con Dios en el pasado, y que es muy triste que se hubieran portado así, y menos mal que no somos como ellos. O podemos leerlo en forma penitente y decir: «Así soy yo. Así soy yo». No fue algo que pasó solamente, es lo que siempre pasa. No es cómo se portaba la gente, es como se sigue portando la gente.

Dios escucha nuestros corazones

Permítanme preguntarles. si pudieran hacerle a Dios unas preguntas, ¿cuán larga sería la lista? Algunos de ustedes dicen: «Tengo una lista muy larga». Bienvenidos a Malaquías. ¿Cuáles preguntas son? Usted dice: «Oh, lo sé». Y si muchas de ellas están centradas en la bondad de Dios en los problemas de su vida, «Dios, por qué los bendices a ellos y no a mí? ¿Y por qué es difícil para mí y no para ellos? ¿Y por qué no viniste? ¿Y por qué no me protegiste de esto? ¿Por qué permitiste que esto me sucediera? ¿Y por qué es difícil para mí?». Son muchas preguntas así, «Dios, dudo de tu bondad. Yo me siento en un trono, tú siéntate en el banco. Yo te hago preguntas, y me contestas, y me siento en autoridad sobre ti», bienvenidos a Malaquías. Todos hemos hecho eso.

Algunos lo están haciendo hoy, algunos lo harán mañana, todos lo hicimos en el ayer. Yo también. Yo lo estaba leyendo así: «Oh, sí. Hombre, cuando siento dolor, cuando estoy frustrado, cuando lucho, las preguntas que le haría a Dios…», y a veces diríamos, «No las hago, las pienso». Dios conoce nuestro corazón. Menos mal que no escribió lo que Él oyó en su corazón en un libro para que todo el mundo comentara, ¿verdad?

Es lo que está pasando en Malaquías. Dice antes que Dios dijo: «Conozco tus pensamientos y escucho tus conversaciones», y pensamos: «¿En serio? Hombre, si conoce mis pensamientos y lo escribe en el libro, y 2.500 años más tarde la gente puede hablar de ello…»

Ven, Dios no nos hizo eso, pero Dios se los hizo a ellos y podemos aprender porque somos como ellos. Pero Dios escucha nuestros corazones, y Dios escucha nuestras conversaciones y, a decir verdad, cuando luchamos, cuando sentimos dolor, cuando sufrimos, cuando es duro, cuando estamos frustrados, cuando estamos rendidos, dudamos de la bondad de Dios. Tenemos preguntas sobre Dios que se vuelven acusaciones sobre Dios.

Y para ellos era un tiempo difícil. Económicamente las cosas estaban mal. Políticamente la nación estaba luchando. Moralmente, espiritualmente, cayó en declive, y el pueblo de Dios se encontraba en un lugar difícil. Eran personas dolidas, frustradas, y heridas que arremetieron contra Dios. Así respondemos muchas veces en circunstancias similares. Así respondemos muchas veces en circunstancias similares.

Y para que este texto nos ayude aunemos todos nuestras voces en el coro de Malaquías y digamos: «He pensado las mismas cosas. He dicho las mismas cosas. Me portado igual antes, o quizás me esté portando así hoy».

No puedo noquearle, por lo tanto voy a cansarle

Y su táctica era esta: Ahora estaban peleando con Dios, ¿verdad? Cuando nos peleamos con una persona por lo general no es una pelea física. Es una pelea emocional, es una pelea verbal, es una pelea espiritual, es una pelea mental. Ellos tienen esa clase de pelea con Dios.

Pero si usamos una analogía de las peleas de verdad– algunos de ustedes saben que soy aficionado a las peleas–. Me han gustado las artes marciales mixtas desde el inicio de la UFC, y los viejos días de Pride y cosas así. Y en realidad cuando se trata de pelear de pie en una competencia o pelea, hay dos maneras de hacerlo. Algunos tienen mucho poder y su meta es noquearlo a uno. Y se nota que la táctica de estos tipos es derribar, mantenerse de pie, cargarse, y esperar para dar el golpe. Por lo general noquean al tipo con un gancho de derecha por encima porque son suficientemente fuertes para hacerlo.

El plan de los que no tienen esa fuerza es este: «No puedo noquearte, por lo tanto voy a cansarte». Y no los noquean de un solo golpe, sino dando golpes, y golpes, y golpes, y golpes, y golpes. Requiere buena resistencia cardiovascular, un buen tanque de gasolina y durar hasta el final para moler al otro y ganar. «Voy a agotarte, a cansarte, y al final alzarán mi mano porque puedo aguantar más que tú».

En lo que a peleas se refiere, algunos noquean al otro, y otros agotan al otro. Algunos esperan la rematada. ¡Bum! Lo dije, estás fuera. Otros piensan: «No me doy por vencido hasta que el otro se cansa y se rinde». Lo mismo pasa en nuestra relación con Dios. No pueden noquearlo, así que tratan de agotarlo. Acusaciones, acusaciones, preguntas, preguntas, problemas, problemas, confrontación, confrontación. «Acompáñennos. Más personas, demos golpes a Dios, todos démosle golpes a Dios».

Y Dios usa un poco de hipérbole, diciendo: «Sí, me están agotando. El Dios inagotable se está agotando». Usa de hipérbole. ¿Pero cuántos de ustedes se encuentran en una situación en la que su meta no es cambiar, ni arrepentirse, ni dejar que Dios gane. Van a seguir obstinados en lo mismo incesantemente. Y permítanme decirles, ser incesante es estupendo si se hace lo correcto. Pero ser incesante puede ser malo si uno es incesante en lo equivocado. Yo soy incesante.

Eso tiene un lado bueno– me usaré como ejemplo– al punto que en mi matrimonio o en mi ministerio no me doy por vencido, duro hasta los últimos rounds. No voy a tirar la toalla. No voy a darme por vencido. Pero Grace les diría que la misma resistencia es muy complicada cuando estoy equivocado, porque insisto en lo mismo aunque estoy equivocado. No quiero que sean personas sin resistencia, pero quiero que tengan resistencia para las cosas correctas. Y estas personas decidieron que su resistencia era correcta, y necesitaban la voz de alguien como Malaquías que viniera y les dijera: «En realidad no es así».

Aquí es donde el sabio consejo ayuda tanto y es tan importante. ¿Quién le da buenos consejos? ¿Quién tiene autoridad sobre usted? ¿A quién abre sus oídos? Y si llegaran y le dijeran: «¿Sabes qué? Necesitas darte por vencido. Necesitas tirar la toalla. Necesitas dejar de hacer eso porque estás equivocado. Estás peleando por algo equivocado. Y la resistencia es genial, pero cuando se tiene resistencia por algo equivocado, es una cosa peligrosa».

«Dios, te equivocas»

Y comienzan con dos acusaciones que tienen contra Dios. En la primera declaran que Dios es malo y nosotros somos buenos. Usted dirá: «¿Cómo llegaron a ese extremo?». Aquí es donde vienen a parar las personas religiosas, las personas heridas, las personas que no perdonan, las personas amargadas, las personas santurronas. «Porque soy buena persona, o porque he sufrido, o porque he soportado mucho, o, porque estoy herido, o porque es un día emocional, o porque soy buena persona y estoy luchando por culpa de esa gente mala. Y Dios, si permites que ellos hagan lo que hacen, tú también debes ser malo. Yo soy bueno; ellos son malos. Si no los confrontas, entonces tú eres malo».

¿Ven esto? Ahora hemos invertido el universo, y eso es algo enorme, ¿no les parece? Ahora Dios no está en el trono juzgándonos, nosotros estamos en el trono juzgándolo a Él. ¿Cuántos de nosotros hemos estado en esas emocionalmente? «¿Dios, qué sucede? No debiste permitir que eso pasara. Debiste intervenir. Debiste detenerlos. Debiste hacer algo. Debiste decir algo. Dios es malo; yo soy bueno». Y hoy hay personas que asumen esa postura.

Siempre me dicen esto cuando hago entrevistas en los medios. Los medios quieren abordar el tema de la Biblia diciendo: «Hablemos de todas las cosas que Dios hizo mal». Oh, ¿en serio? ¿Cómo qué? «Él inundó la tierra en días de Noé. Eso estuvo mal. Destruyó a Sodoma y Gomorra. Eso fue impío. No acepta adoración por parte de todas las religiones. Uno solo puede ser salvo por medio de Jesús. Eso nos parece muy cerrado. Lo que dijo que les hicieran a los cananeos, eso fue despreciable. Oh, y quiere decirnos a quién podemos amar y no amar; y con quién podemos casarnos y no casarnos. Sí, contiene cosas que… Dios está muy equivocado. Él es impío; nosotros somos buenos. Él es intolerante; nosotros tolerantes. Él es no es nada cariñoso; nosotros somos cariñosos.

Esto sucede hoy en día, ¿cierto? A veces el pueblo de Dios sufre por causa de los enemigos de Dios.

«¿Dónde está el Dios de la justicia?»

Su segunda acusación es: «¿Dónde está el Dios de la justicia? Todos hemos estado en esa situación. Alguna catástrofe acontece en su vida, algo horroroso, o algún ser querido resulta victimizada de una manera horrible. Está bien Dios, tú lo sabes todo, tienes el poder, puedes hacer lo que quieras, y no hiciste nada. ¿Dónde está el Dios de la justicia? ¿Por qué no apareces y haces algo?».

Todos nos hemos sentido así. Por lo general cuando estamos sufriendo, cuando estamos muy alterados, o cuando un ser querido está sufriendo y está muy alterado. Y las personas que sufren hacen esto, esto es lo que la gente religiosa hace, esto es lo que hace la gente religiosa que sufre. «Soy bueno; ellos son malos. Ellos me lastimaron; ven tú ahora y aplástalos». Y Dios dice: «¿Sabes qué es interesante? Ellos también están orando y dijeron: Ellos son buenos; tú eres malo, y yo debería aplastarte ahora mismo. Ambos están pidiendo lo mismo».

No queremos que Dios trate justamente a todos en este momento. Por favor no hagan esa oración. «Señor, dales su merecido a todos ahora mismo». Porque todos somos pecadores y todos merecemos eso; y si Dios impartiera su justicia a todos ahora mismo, nos enviaría a todos al infierno.

Ven, Dios es justo y Dios es amoroso, y al comienzo del libro les dice: «Os he amado», y aquí dice: «¿Dónde está el Dios de justicia?». Cuando pecamos, queremos el amor de Dios. Cuando otros pecan, queremos la justicia de Dios. ¿Entiende eso? Eso lo llamamos hipocresía. «Tú me lastimaste: justicia. Yo te lastimé: amor». Ellos están haciendo lo mismo. Y como Dios es amoroso y justo, nuestro pecado complica las cosas.

No es exactamente así, pero más o menos: Una persona tiene cáncer, y las células cancerosas se han adherido al cuerpo de la persona. Es la clase de analogía que usó Agustín, uno de los padres de la iglesia para describir el pecado. Dice que el pecado no es una cosa, es la corrupción de una cosa buena que Dios hizo. Es una privación. Por tanto, el óxido requiere metal, ¿cierto? El cáncer requiere una persona viva. Es corrupción, es la privación de algo bueno que Dios hizo. No es una cosa en sí misma, sino un parásito que se nutre de algo bueno. Es más o menos así.

De modo que si todos los pacientes de cáncer–y algunos de ustedes lo son ahora mismo– si todos los pacientes de cáncer fueran a la industria médica y dijeran: «Cueste lo que cueste, todo el cáncer tiene que morir ahora. Mátenlo del todo». La respuesta sería: «Tendríamos que matar a todos los que tienen cáncer». Y usted diría: «Pues, no. Yo no quiero eso. Quiero que muera el cáncer y que viva la gente». Para eso necesitaríamos un gran médico que separe el cáncer de la persona para que muera el cáncer y viva la persona.

Y la Biblia dice que Dios es el Gran Médico y que el pecado ha infectado todo nuestro ser, y cuando nos impacientamos y queremos que Él dé su merecido a todas las personas y cosas ahora mismo, pensamos que Dios es lento. Y la Biblia dice, Pedro dice, que Dios no es lento, es paciente, que está salvando a estas personas y obrando en estas personas, está separando el pecado del pecador para que muera el pecado y pueda vivir el pecador.

Reconciliando Dios y la maldad

Y a veces, en medio de algo, cuando estamos heridos, cuando sufrimos, cuando estamos frustrados, queremos que todo se resuelva ahora mismo. Sería como alguien en la mesa de operaciones maldiciendo al médico que trata de salvarle la vida. No pretendo minimizar el sufrimiento de las personas heridas. Teológicamente, filosóficamente, esto se llama el problema del mal. ¿Cómo reconciliamos la bondad de Dios con el mal que existe en el mundo? Hay muchas respuestas. Si quieren estudiar el tema, busquen algo llamado teodicea. Pero permítanme darles lo que considero ser las cuatro opciones más populares de nuestro día, brevemente.

El ateísmo dice que Dios no existe. Que las cosas son como son. Que Dios no toma parte en el mal porque Dios no existe. El deísmo dice que sí hay un Dios pero está muy lejos. Es inactivo, es distante, es un propietario ausente. Es como su papá que lo abandonó a usted cuando era niño y ni siquiera sabe si está vivo, o dónde vive, o lo que está haciendo porque no tiene nada que ver con su vida. Usted está solo.

El monismo dice que Dios es bueno y malo. Son más que todo religiones orientales, el yin y el yang, blanco y negro, Dios es bueno y malo. Entonces, el bien y el mal que vemos en el mundo es un reflejo del carácter de Dios. Él es bueno y malo, lo cual da miedo porque cuando algo malo pasa, ¿acudimos a Dios? ¿Por qué acudiríamos a un Dios malo?

Y el cristianismo dice que Dios es bueno y que aún no ha acabado con el mal. No ha terminado todavía. Estamos en medio de la historia. Es como si estuviéramos en la mitad de una película. Predecimos incorrectamente el final y después maldecimos al director al salir del teatro. Y ellos tienen muchas preguntas. Tienen muchas preguntas. Tienen una lista de acusaciones.

Jesús es la respuesta

Dios tiene una respuesta. Jesús es la respuesta. «Dios, queremos hablar de nuestro sufrimiento, y de esa gente, y de los que sufren, y de la política, y de las finanzas, y de la moralidad, y de los malos pastores, y de los problemas». Y Dios dice: «Yo quiero hablar de Jesús». Cuando alguien está herido, cuando está batallando, cuando está sufriendo, cuando se preocupa tanto por sí mismo que cada vez que lo vemos de lo único que quiere hablar es: «Lo que estoy atravesando, cómo me siento, y lo que estoy haciendo», y usted dice: «Te amo, te amo tanto que voy a cambiar de tema».

La respuesta a las preguntas siempre es la misma y tiene nombre: Jesús. No es un tema trillado, es la verdad. «¿En qué nos has amado?», esa fue una de sus preguntas, y la respuesta es: Jesús. «¿Dónde está el Dios de la justicia?». Colgado en la cruz. Se llama Jesús. Todas sus preguntas hallan respuesta en Jesús. Escúchenme bien, la mayoría de sus preguntas no serán contestadas en esta vida.

Muchas de sus preguntas sobre el sufrimiento, y la injusticia, y el mal, la Biblia dice en 1 Corintios 13: «Ahora vemos por un espejo, veladamente, y cuando veamos a Jesús cara a cara, conoceremos plenamente, como hemos sido conocidos». Hasta el reino de Dios habrá cosas que no sabremos. No significa que no hay respuesta, sino que la respuesta aún no se ha revelado.

Y Dios reorienta la conversación hacia Jesús, como lo hace hoy en día. Quiero reorientar la conversación hacia Jesús porque es la respuesta de Dios a sus preguntas, sean cuales sean. Malaquías 3:1: «He aquí, yo envío a mi mensajero, y él preparará el camino delante mí. Y vendrá de repente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis; y el mensajero del pacto en quien vosotros os complacéis, he aquí, viene—dice el Señor de los ejércitos».

Así que dos veces dice su Dios: «He aquí, he aquí»; o sea, «Escuchen, no se pierdan esto. Pongan atención. Esto es muy importante. Resalten esto, subrayen esto, agarren esto, aférrense a esto. Es un bote salvavidas al que pueden subirse. Es un salvavidas al que pueden aferrarse. Ruge la tormenta, aquí tienen. Agarren esto».

Y empieza a hablar de Jesús 400 años antes de que Jesús viniera. Y lo que ellos querían eran respuestas. Y la respuesta que Dios da es, su presencia. Dios no contestará todas sus preguntas en esta vida, pero su respuesta a sus preguntas es su presencia en su vida. La Biblia dice que Él nunca nos dejará y nunca nos abandonará. Estará con nosotros siempre hasta el fin del mundo.

El mandamiento que más aparece en la Biblia, unas 150 veces, es «No temáis», y por ahí cerca en el texto casi todas las veces que me he fijado, dice: «Porque estoy contigo». No «Porque tengo una respuesta para ti», sino: «porque estoy ahí contigo». La respuesta a sus preguntas es la presencia de Dios.

Solo hay una cosa peor que sufrir: sufrir solo. A veces necesitamos un consejero; la mayoría de las veces necesitamos un consolador. Y Dios dice: «Vendré y estaré contigo. Vendré y estaré contigo». ¿Quién viene? ¿Qué dice ahí? ¿Quién viene? «El Señor a quien vosotros buscáis, vendrá de repente a su templo». Así que tenemos el templo. Es el templo del Señor. ¿Quién viene al templo? El Señor viene a su templo. Así que el Creador va a entrar a la creación, y Dios va a volverse hombre.

Prepárate, Jesús viene

Y lo importante es esto. Otras religiones enseñan que ascendemos hacia Dios por medio de la reencarnación, al pagar nuestra deuda kármica con nuestras buenas obras, mediante nuestra obediencia a Dios, así ascendemos. No, no, la Biblia no enseña eso en absoluto. La Biblia enseña que Dios desciende, y que Dios se dignó bajar a nosotros. Es lo que celebramos cada Navidad cuando decimos que Jesús es Emanuel, lo cual significa, «Dios con nosotros». Malaquías nos cuenta la historia de la Navidad, Mars Hill. «El pueblo que andaba en tinieblas ha visto gran luz». Es Emanuel, Dios con nosotros. Dios ha bajado a estar con nosotros. ¿Entonces, quién viene? El Señor. En última instancia sabemos que es el Señor Jesucristo.

¿A dónde viene? Nos da muchas claves aquí. ¿A dónde viene? «Vendrá de repente a su templo», esta magnífica casa de Dios. Era un lugar alto y sublime. Era el lugar del Señor. Era el centro de alabanza, enseñanza, adoración. Y era el punto de conexión entre cielo y tierra, y la presencia de Dios estaba en el templo y el pueblo de Dios venía al templo a estar cerca de la presencia de Dios. Dice que el Señor viene a su templo y todo esto presagiaba a Jesús.

El propósito del templo era preparar al pueblo para Jesús. Se arrepentían de sus pecados, traían el sacrificio, derramaban la sangre, un sacerdote intercedía por uno para que el perdón de pecados fuera concedido y tuvieran acceso a la presencia de Dios, y todo eso presagiaba a Jesús: el templo, la presencia de Dios, el sacerdote que ofrecía el sacrificio, el sacrificio que daba su vida y su sangre para la expiación de nuestros pecados. Jesús es el punto de conexión entre cielo y tierra. Es el Mediador entre nosotros y Dios.

El propósito del templo era alistar a las personas para Jesús, y cuando vino Jesús, entró al templo para cumplir el propósito total del ministerio del templo. ¿Quién viene? Jesús. ¿A dónde viene? A su templo. ¿Cómo sabremos que es Él? Porque hay Cristos falsos, falsos Mesías, falsos Salvadores, falsos maestros. Muchos vendrán diciendo: «Yo soy Aquel».

Juan, el Maestro de Ceremonias

¿Cómo sabremos que Él es el verdadero? Esa es la pregunta. «Yo envío a mi mensajero, y él preparará el camino delante de mí». Dios está diciendo: «Cuando yo venga, ustedes sabrán que soy yo porque enviaré a un tipo delante de mí».

Piénsenlo así. ¿Cuántos de ustedes ven los desfiles navideños en la tele, ¿verdad? ¿Cuántos hombres aquí lo hacen? Pueden admitirlo en público, ustedes ven los desfiles navideños, los cantos, los bailes, las carrozas, los globos. ¿Cuántos de ustedes ven eso? De acuerdo, yo no lo hago, pero si ustedes lo hacen, está bien; no, en realidad los niños lo estaban viendo y alcancé a ver un poquito.

Los desfiles son así: ¿Cómo sabemos que ha empezado el desfile y que el invitado especial no tarda en llegar? ¿Cómo lo sabemos? Hay un Maestro de Ceremonias al frente del desfile. Bien, entonces sacan las cámaras, todo el mundo sale. ¿Hemos empezado? ¿Estamos esperando? ¿Viene el invitado de honor? ¿Viene en camino? Parece que sí, ahí viene el maestro de ceremonias dirigiendo el desfile.

Y en la gran final, en la retaguardia del desfile, ¿quién viene… al menos en la tele? El Papá Noel. El Papá Noel. Lo que está diciendo aquí es que Juan el Bautista es el maestro de ceremonias. El desfile llega al pueblo y todos salen a verlo, y al final se devela el invitado especial: Jesucristo. Emanuel, Dios con nosotros, el Señor viene a su templo. Y sabemos que se trata de Juan el Bautista, el primo de Jesús. Mateo, Marcos, Lucas, y Juan, los cuatro evangelios evocan Malaquías 3:1. Todos dicen que se trata de Juan. Jesús, en Mateo 11:10 dice que es Juan.

Esto fue lo que dijo: Jesús dijo: «Este es de quien está escrito», evocando Malaquías 3:1. Algunos dicen: «Yo creo en el Nuevo Testamento pero no en el Antiguo». El Nuevo Testamento cita continuamente el Antiguo Testamento porque los dos van juntos. «Este es de quien está escrito: “He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, quien preparara tu camino delante de ti”. En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no se ha levantado nadie mayor», es una declaración enorme que hace Jesús, «que Juan el Bautista».

Sabemos que Jesús está en su propia categoría. No es solamente un buen hombre, es el Dios-hombre. Pero de todos los hombres mortales como nosotros, no hay nadie mayor en la historia del mundo que Juan el Bautista. Es una declaración enorme. Significa que cada año cuando la revista Time hace su Persona del año, siempre debería ser Juan. Cada año debería ser Juan. «Sí, el comité pensó que quizás sería este tipo… pero Jesús dijo que era Juan, así que volvió a ganar Juan».

Bien, no ha vivido nadie mayor que Juan en la historia del mundo. ¿Por qué era grande? Fue criado por padres llenos del Espíritu. Dios su vida al servicio del Señor. Jesús era su primo. Amaba y servía a Jesús, y él era un mensajero. Por eso dice: «Enviaré mi mensajero». El nombre Malaquías literalmente significa: «Mi mensajero». Cuatrocientos años después viene el último profeta del Antiguo Testamento, Juan el Bautista, «Mi mensajero». Son portavoces, profetas, predicadores, proclamadores de parte de Dios. Juan predica el arrepentimiento de pecados.

«El Señor viene, arrepiéntanse de sus pecados, prepárense para Él», y la gente se arrepiente. Y Juan es como una estrella de rock. Es un joven muy rural, alocado, salvaje, con una dieta fija de insectos y miel. Es todo un personaje este tipo. Sale del bosque dando alaridos, gritando, y la gente se salva. Es como un avivamiento en masa. Como si todos los días fuera la Pascua. Y pasan al frente a ser bautizados, y Juan bautiza a la gente preparándolos para la venida, para la develación de su primo, Jesús.

En ese momento, casi nadie conocía de Jesús. No ha estado predicando, enseñando, haciendo milagros. Ha estado trabajando en carpintería con su padre adoptivo, José. Y Jesús viene a ser bautizado por Juan. Y Juan dice: «Yo no puedo bautizarte. Ni siquiera soy digno de desatar tus sandalias. Tú eres grande, yo no lo soy». En parte la grandeza de Juan estaba en su humildad, su devoción a Jesús, y su disponibilidad a darle suma importancia a Jesús.

Más adelante Juan dice: «Es necesario que Él crezca y que yo disminuya». Lo que está diciendo es: «No se trata de mí, sino solo de Jesús». A Juan le estaba yendo muy bien en lo que hacía. Las multitudes lo amaban. Y tan pronto bautizó a Jesús, fue para cumplir su ministerio. Su ministerio en ese momento había concluido. Es como rastrear dónde el corredor pasa el testigo al siguiente corredor, para finalizar su tramo de la carrera, y ahora sigue el siguiente corredor. Pues Juan le entregó a Jesús su ministerio. Todos los seguidores de Juan ahora seguían a Jesús.

Algunos de los primeros discípulos de Jesús eran seguidores de Juan. Y Juan dice: «Te daré toda la gente, te daré toda la gloria, daré todas las oportunidades a Jesús. Me quedaré aquí al margen. Mi carrera ha terminado». Lo decapitaron; muere y se va; y Jesús hace avanzar el reino de Dios. Es el mayor de todos los hombres que han vivido porque engrandeció el nombre de Jesús, y Jesús engrandeció su nombre. Óiganme bien: Los que buscan engrandecer su propio nombre nunca terminan con un nombre grande. Los que buscan engrandecer el nombre de Jesús, Él engrandece sus nombres.

Fue lo que hizo con Juan. ¿Quién viene? El Señor. ¿A dónde viene? Al templo. ¿Cómo sabremos que es Él? Juan el Bautista será el maestro de ceremonias que dirigirá el desfile. ¿Cuándo vendrá? Esto es importante. Hay una clave aquí en las Escrituras. «Vendrá a su templo». Si fueran hoy a Israel, no encontrarían un templo porque fue destruido. No existe. No hay sacerdote; no hay sacrificios. Ya no está el Lugar Santísimo. La presencia de Dios fue desatada. El Espíritu Santo está obrando en todo el mundo. Dios nos convierte en templos de su Espíritu y mora en los creyentes. Todo se cumple en Cristo. Y si van al templo, ya no está ahí.

Ha venido el Mesías

El punto es este. Dios quería asegurarse de que nuestra forma de adorarle antes dejara de ser nuestra forma de adorarle. Ya no vamos al templo, vamos con Jesús. Ya no vamos con un sacerdote, vamos con el Gran Sumo Sacerdote. Ya no ofrecemos sacrificios, tenemos fe en el sacrificio de Jesús. Dios se aseguró de que no pudiéramos adorarle en el futuro como le adorábamos en el pasado. Todo eso nos prepararía para la venida de Jesús, y cuando hubo cumplido toda justicia, ya no era necesario el templo.

Mi pregunta para ustedes es, ¿cuándo fue destruido el templo? ¿Lo saben? En 70 d. C. Jesús murió, fue sepultado, resucitó, ascendió al cielo, y el templo fue destruido. Si le pregunta a un amigo judío: «¿Qué están esperando?». «Estamos esperando la venida del Mesías para que establezca su reino y abra paso a la paz». Se les pasó por alto. Malaquías prometió en las Escrituras de ustedes y en las nuestras que su Señor vendría ¿a dónde? A su templo.

Si el Señor viniera hoy, ¿podría ir al templo? No, no ha habido templo desde 70 d. C. Tuve el privilegio de ir a Israel hace unos años, mi familia y yo y algunas personas de la iglesia. Tomamos unas secuencias de video. Les mostraré todo lo que queda. Es solo una excavación arqueológica. Son ruinas. Antes había un templo, ahora hay un hueco.

Algunos de ustedes dirán: «Oh, veo algo intacto». Sí, es una mezquita musulmana. Lo que queda del templo es una excavación arqueológica y un muro donde la gente viene a colocar sus peticiones de oración: las mujeres a la izquierda, y los hombres a la derecha. Es todo lo que queda. El Lugar Santísimo ahora está donde está el Espíritu Santo. Dios no mora en templos hechos por manos de hombres, dijo Pablo a los atenienses. ¿Notaron que algunas personas se iban caminando de espaldas? Creen que la presencia de Dios está en el muro y no quieren dar la espalda al muro porque sería dar la espalda al Señor. Nosotros no creemos en eso.

Creemos que para acercarnos a Dios no tenemos que ir a un lugar, que vamos con una Persona llamada Jesús; que el punto de conexión entre cielo y tierra no es un muro, verdad, es un Salvador resucitado. Por tanto, históricamente tenemos todos los hechos que tenemos que saber. ¿Quién viene? El Señor. ¿A dónde? A su templo. ¿Cómo? Por la preparación de Juan el Bautista. ¿Cuándo? Antes del año 70 d. C.

3 cosas de notar sobre la Biblia

Todo esto está en sus Biblias, y quiero decirles 3 cosas sobre la Biblia.

1. Viene de Dios

Primero, la Biblia viene de Dios. Este es el Libro que Dios escribió. Una de las formas en que lo sabemos es por algo llamado profecía, sobre todo en el Antiguo Testamento donde el 25% de lo escrito es de índole profética, predice el futuro, y muchas veces en gran detalle. Solo Dios conoce el futuro, solo Dios reina sobre el futuro, solo Dios puede hacer que el futuro se haga realidad. O sea, con solo este verso: Juan el Bautista, Jesucristo, el templo, el Nuevo Pacto de salvación, antes del año 70 d. C. Es mucho en un solo verso, ¿me reconocen eso al menos?

Para los que dirían: «Este no es el Libro que Dios escribió», les paso la carga de la prueba a ustedes y les pregunto: ¿Entonces quién escribió esto? Esto fue escrito 400 años antes que sucediera. Si yo les dijera que en 400 años fulano se postularía para presidente, que nacería en tal lugar, y quién iba a ser su compañero de fórmula, y acertara, dirían que es asombroso. Esta profecía es más asombrosa todavía. Hay otras profecías en la Biblia que dicen que nacería en Belén, que su madre sería una virgen. Muchos detalles reducen la lista significativamente de candidatos potenciales a Salvador. Este es el Libro que Dios escribió.

2. Es el único libro que Dios escribió

Segundo, este es el único libro que Dios escribió. Es único. A algunos de ustedes les enseñaron mal: «Oh, hay distintas religiones, y todas tienen distintos libros, pero todas dicen básicamente lo mismo». Los únicos que dicen eso son los que no han leído esos libros. Le dirán: «Pues, nos dicen cómo ser buenas personas. Nos dan valores morales básicos». No es así. En las tales “sagradas escrituras” de las otras religiones no hay escritos proféticos. No están ahí. El único lugar donde encontramos cosas así es en la Biblia, porque este es el único Libro que Dios escribió.

Y les digo esto porque en Mars Hill como fundamento sólido creemos que la Biblia es el Libro que Dios escribió y basamos todo en esa convicción. Empezamos con ese supuesto. Y no siempre creí en eso, y quizás ustedes no lo crean. Pero cuando estaba en la universidad pensaba: «Todas las religiones enseñan básicamente la misma cosa, así que voy a examinar todas las religiones y leer sus libros sagrados a ver qué aprendo». Y la profecía en la Biblia me convenció por completo de que este es el Libro que Dios escribió. Y no pude encontrar profecías como esa en ninguna otra religión.

3. Se trata solamente de Jesús

Primero, este es el Libro que Dios escribió. Segundo, este es el único Libro que Dios escribió. Es totalmente único. Y tercero, se trata solamente de Jesús. Se trata solamente de Jesús. La Biblia entera, todos los conceptos, temas, direcciones, historias, y trayectorias de la Biblia entera se tratan de Jesús.

Y aquí lo vemos en Malaquías. Es la última palabra de Dios que les va a hablar en 400 años. Es el último libro de la Biblia, llegando casi al final, ¿verdad? Estamos más cerca del final del Libro. ¿De qué está hablando Dios? Está reuniendo a todos y les dice: «Sé que todos están sufriendo. Sé que todos son pobres. Sé que la están pasando mal. Sé que todos están frustrados. Sé que todos se preguntan qué estoy haciendo. Sé exactamente lo que estoy haciendo. Hablemos de Jesús. Hay esperanza para ustedes. Hay perdón para ustedes. Hay provisión para ustedes. Hay amor para ustedes. Hay respuestas para ustedes y todo está en Jesús. Hablemos de Jesús».

Este es el Libro que Dios escribió, es el único Libro que Dios escribió, y se trata solamente de Jesús. Si Mars Hill no puede decir amén a eso, necesito trabajar otro trabajo. Sí o no, ¿ustedes creen en esto? ¿Amén? Bien, si están aquí y están diciendo: «No estoy seguro si creo eso», entonces siga la verdad a donde lo lleve y terminará creyendo en la Biblia y recibiendo a Jesús. Estúdiela por su cuenta. Estúdiela por su cuenta. Cambió mi vida y por eso me encanta enseñarla.

Él viene

Y lo que Dios hizo fue esto: estaban sufriendo en el presente, estaban lastimados en el presente, estaban luchando en el presente. estaban frustrados en el presente, y Dios empezó a mirar no solo el futuro y el legado que iban a dejar, sino el sufrimiento que estaban soportando. Y los llevó a la primera venida de Jesús: «Él viene».

Y después los llevó más allá a la segunda venida de Jesús. Vaya qué horizonte el que tiene Malaquías. Está diciendo: «En 400 años Jesús vendrá, y después vendrá otra vez», la primera y segunda venida. Hemos esperado 2.000 años, desde su primera venida a que venga por segunda vez. Dios abre el entendimiento de Malaquías para que tenga una vista panorámica de la historia. Y dice lo siguiente: Malaquías 3:2-5: «¿Pero quién podrá soportar el día de su venida?».

Ven, Dios también tiene preguntas. Malaquías también tiene preguntas. Pero no son preguntas que acusan a Dios, son preguntas que acusan a los que acusan a Dios. «¿Quién podrá soportar el día de su venida?», se refiere a su segunda venida, «¿Y quién podrá mantenerse en pie cuando Él aparezca?». En cuestión de pelea, nadie podrá plantar los pies, endurecer el cuello, y sacar el mentón cuando Jesús vuelva otra vez, y estar bien.

Nadie podrá ganar esa pelea. «Porque Él es como fuego de fundidor y como jabón de lavanderos. y Él se sentará como fundidor y purificador de plata, y purificará a los hijos de Leví»– esos son los líderes religiosos como los pastores– «y los acrisolará como a oro y como a plata, y serán los que presenten ofrendas en justicia al Señor. Entonces será grata al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén», el pueblo de Dios, «como en los días de antaño y como en los años pasados. Y me acercaré a vosotros para el juicio».

La primera venida de Jesús fue para salvación. Su segunda venida será para condenación. «y seré un testigo veloz contra los hechiceros, contra los adúlteros, contra los que juran en falso y contra los que oprimen al jornalero en su salario, a la viuda y al huérfano, contra los que niegan el derecho del extranjero», o al que viene de visita, «y los que no me temen—dice el Señor de los ejércitos—».

Jesús limpia

Habla de la primera venida de Jesús por su pueblo y de la segunda venida de Jesús por sus enemigos, y tenemos que decidir si pertenecemos a su pueblo o a sus enemigos. Y nos dice que se relaciona con su pueblo de dos maneras y con sus enemigos de una manera, y se vale de dos imágenes intemporales.

La primera nos presenta a Jesús como un lavandero. ¿Cuántos de ustedes están un poco obsesionados con la limpieza? ¿Qué llevan…? Damas, ¿qué llevan en el bolso? Desinfectante para las manos. ¿Qué llevan en el carro? Más desinfectante para las manos, ¿no es cierto? ¿Qué tienen en la casa junto a todos los lavamanos? Mucho jabón, bastante jabón, jabón por si se les acaba el jabón. Usamos mucho jabón, ¿verdad?

¿Cuántos hombres aquí se ducharon hoy? Les damos las gracias. Deberían volverse a duchar mañana, ¿verdad? Usamos mucho jabón. Usamos champú para el cabello. Usamos jabón para el cuerpo. Tenemos otra clase de Jabón para los platos. Tenemos otra clase de jabón para la ropa. Menos mal. No sean como un tipo que conozco que puso detergente para la ropa en el lavaplatos. Hubo emoción y desorden. Tenemos jabón para lavar el carro. Tenemos jabón para lavar el piso. Tenemos jabón para lavar los platos. Tenemos jabón para desinfectar el mostrador. Tenemos muchas clases de jabones.

¿Cuántos de ustedes se han dado cuenta que si limpian algo tendrán que volver a limpiarlo? No dicen: «Lavé los platos una vez. Menos mal que puedo quitar ese quehacer de la lista». Dicen: «¿Qué? ¿Están sucios otra vez?». Sí. Lo que está diciendo es que Jesús obra en nosotros así.

Así que cada vez que estén trapeando el piso, cada vez que laven la ropa, cada vez que limpien el carro, cada vez que laven los platos, cada vez que se laven las manos, paren un momento y digan: «Oh, y Jesús hace lo mismo conmigo». No me siento destrozado porque oh, Él ya limpió esto y volví a hacer un reguero. Y volví a hacer lo mismo de siempre».

Como cuando usted lava los platos todos los días, a veces Él sigue limpiando las mismas partes de su vida. Y cuando pecamos, legalmente somos culpables, pero prácticamente, estamos sucios. Y algunos saben que fuimos perdonados, pero siguen sintiéndose sucios. El Antiguo Testamento usa más de una docena de palabras: profano, inmundo, sucio. Usa ese lenguaje.

¿Cuántos de ustedes ahora mismo tienen pecados en su pasado, cosas que hicieron que los hacen sentirse asquerosos y sucios? Piensan: «Sé que Jesús me perdona, pero eso sigue siendo parte de mi identidad. Me persigue. Fue algo asqueroso. No puedo creer que haya hecho eso».

¿Para cuántos, el problema no es los pecados que ustedes cometieron, sino los pecados que cometieron contra ustedes? Toda mujer con la que he hablado, víctima de la agresión sexual, una de las primeras cosas que hacen después de ser agredidas es ¿qué? Ducharse, porque se sienten contaminadas. Y Jesús lava hasta las partes más profundas del alma. Jesús no solo perdona nuestro pecado, Él nos limpia de toda maldad.

Es lo que dice Primera de Juan. «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados», se encarga de nuestra culpa, «y para limpiarnos de toda maldad», se encarga de nuestra inmundicia. Escúchenme bien. No los perdona y los deja sucios, los perdona y los deja limpios. Eso es enorme. Y podemos vivir limpiamente porque ya fuimos hechos limpios en Cristo. Por tanto, en la cruz, toda nuestra inmundicia la tomó Jesús, y toda su justicia nos fue dada. «Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros», Jesús lo sobrellevó todo, y sigue limpiándonos y obrando en nosotros. La Biblia indica esto cuando dice que el pueblo de Dios se viste de blanco.

En el Antiguo Testamento, cuando iban a reunirse con el Señor, literalmente pasaban por una serie de lavados ceremoniales, se vestían de blanco, y decían: «¿Saben qué? Cuando comparezca ante Dios, Él me verá limpio». Dice en Apocalipsis que al final de la historia habrá una gran boda, y la iglesia será como una novia y Jesús será como un Novio. Y damas, ¿de qué color se viste la iglesia? De blanco. Porque ¿no tiene pecado? Esta iglesia, no. Ninguna iglesia. Sino porque Dios la ve a través de la obra consumada de Jesús.

Algunas mujeres me han preguntado esto a través de los años. «Pastor Mark, he hecho cosas que lamento y de las que estoy avergonzada, y estoy a punto de casarme. Alguien en mi familia dijo que debería vestirme de blanco». Una madre soltera me dijo una vez: «Me estaba acostando con la gente, quedé embarazada, soy madre soltera. Ahora voy a casarme y todos saben que tengo un niño, y estoy arrepentida de algunas cosas que he hecho. Pastor Mark, ¿puedo vestirme de blanco?». ¿Cuál es la respuesta? Sí, gracias a Jesús. Él es el que le da el traje blanco. Todos los que están en Cristo han sido perdonados y son limpios, han sido justificados. Así que, la primera imagen es que Jesús es como el jabón. Él nos limpia por completo. Tal vez sea una analogía que les guste mucho a las damas.

Jesús cava

Pero también tiene una para los caballeros, un herrero, un minero. ¿Han visto esos programas de minería? ¿Les gustan? A mí sí. Hombres que van y traen maquinaria, salen a tierra salvaje y regresan con oro. Es increíble. Quiero ver eso porque yo he estado en tierra salvaje y nunca regreso con oro. ¿Cómo lo hacen? Es asombroso.

Y aquí el lenguaje que usa describe a Jesús limpiándonos como un limpiador, y como un herrero. Y en esos días salían a lavar metales, o a excavar, a minar con esclusa, o con lo que sirviera, y aquí dice que conseguían oro y plata, metales preciosos. Pero el problema es que no son puros. Contienen muchas impurezas. Están mezclados con muchas otras cosas que no son valiosas o preciosas.

Necesitan separar lo valioso de lo que no es. ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo se separan cosas así? La respuesta es, con calor. Y luego menciona el fuego del fundidor. A la llama bien caliente se le coloca el metal encima y este se derrite si la temperatura es suficientemente alta. Y cuando eso sucedía, el metal precioso caía al fondo y las impurezas subían a la superficie. Después, el dueño colaba las impurezas para que el metal se volviera más precioso, más valioso, más perfecto.

Según algunos, decían que al empezar este proceso con todos los contaminantes en el metal, el dueño no podía verse reflejado en él porque estaba nublado y enturbiado. Pero al calentarlo y limpiarlo una y otra vez, repetían este proceso vez tras vez hasta que sabían que el metal era puro y valioso porque podían verse reflejados en la plata o en el oro.

Lo que está diciendo es que Jesús es así, que en nuestras vidas hay problemas de carácter, y pecados, y malos hábitos, y falsas enseñanzas, y conclusiones erróneas, y conjeturas santurronas. Hay mucha escoria ahí adentro, y la única manera en que Jesús el Señor puede sacarla es mediante el fuego. Y a la mayoría de nosotros no nos gusta vivir sobre la llama, porque duele. Es muy incómoda y dolorosa, y lo que sube a la superficie nos da vergüenza. «¿Así soy yo? ¿Eso es lo que pienso? ¿Eso es lo que hago? Ah, caray. No quiero que la gente vea eso. Dejemos eso en el fondo. No dejemos que suba a la superficie».

Lo que pasa entonces es que algunos queremos ser puros y queremos ser valiosos, pero no queremos el dolor y no nos gusta el calor. Y siempre hay muchos maestros que andan por ahí diciendo: «Hay una manera de ser valiosos sin el calor». Esos se llaman falsos maestros. No hay manera de ser valioso sin el fuego.

A veces el calor lo causamos nosotros mismos. Hicimos algo que nos hizo la vida muy difícil, y Dios va a usarlo. A veces, alguien peca contra nosotros y traen el calor. A veces Satanás nos ataca y trae el fuego. Y cuando yo he fallado, cuando no he respondido correctamente, o las veces que estuve más preocupado por la causa del fuego que por lo que iba a hacer con él.

Y eso es exactamente lo que está pasando en Malaquías. Y ellos tienen muchas preguntas. «¿Por qué? ¿Por qué Dios? ¿Por qué yo? ¿Por qué esto? ¿Por qué aquello? ¿Por qué ellos? ¿Por qué ahora? ¿Por qué, por qué, por qué?». ¿Cuántos de ustedes ahora mismo están encima del fuego: Fuego financiero, fuego emocional, fuego espiritual, fuego relacional, fuego físico. Y dicen: «Esto es doloroso. Me gustaría apartarme de lo que está debajo de mi vida ahora, pero Dios me tiene ahí y no puedo ir a ninguna parte».

El error de ellos fue: «Esto duele, Él no me ama». Eso no es verdad. Por el hecho de que duela no significa que Él no lo ame. Por el hecho de que le duela no significa que Él no sea bueno. Todas sus preguntas no serán contestadas en esta vida. No empiece a acusar a Dios y a cuestionar su carácter. No trate de evitar el fuego en su vida porque no se volverá más precioso y valioso. El Señor Jesús quiere verse reflejado en su carácter, y para lograrlo tendrá que haber fuego y limpiezas. Les digo esto porque me encanta este texto, porque me hace mucha falta.

En la gracia de Dios tengo el privilegio de enseñar la Biblia, y me encanta lo que hago. Y casa semana pienso: «Bien, Señor, quiero honrarte y quiero ayudar a las personas». Y Dios es tan bondadoso que el texto también aplica a mí y recibo un bono complementario. No necesito chismear o atraer demasiada atención, pero permítanme decirles que últimamente he sentido un poco de calor, un poco de fuego. Y no soy muy aficionado al fuego. Si hubiera podido escoger, hubiera escogido otra cosa, pero lo que Dios me está enseñando, y lo que Dios les está enseñando a ellos, y lo que espero que Dios nos ayude a aprender, es que dejemos de preguntar: ¿Por qué, por qué, y por qué?, y empecemos a preguntar: «¿Cómo vas a usar esto? ¿Qué necesitas cambiar en mi carácter? ¿En qué voy a volverme más como Jesús? ¿Qué tienes para mi futuro?

Ven, Dios está tratando de sacar las imperfecciones y las impurezas de nuestro carácter para que Él reciba más gloria y para que estemos preparados para el futuro. Ven, ellos escucharon: «Jesús viene». Y no dice que aún faltan 400 años. Pero quiere que tengan un carácter refinado en el fuego para que les enseñen a sus hijos, y a los hijos de sus hijos, y a los hijos de sus hijos, para que cuando por fin venga Jesús, sean un pueblo que espera en Él. Para que todos se alineen por la calle del desfile y digan: «Ha venido».

Y estamos esperando la segunda venida de Jesús. Estamos en el tiempo entre los tiempos. Y nuestra vida, para los que somos creyentes, en parte consiste en aguantar el fuego para que nuestro carácter sea refinado y seamos más como Jesús, para que cuando vuelva seamos más valiosos y puros porque hemos recibido su dolorosa obra en nuestras vidas como una acción de amor. ¿Entienden eso? Es una acción de amor.

Y no sé qué piensen ustedes, pero si son como yo, cuando duele me pregunto si Dios me ama, y aquí en Malaquías está diciendo que ciertamente nos ama. Es fácil recordar eso del otro lado cuando en retrospectiva vemos el bien que Dios sacó de las circunstancias difíciles. Es difícil recordarlo cuando estamos en medio de la prueba y ahí es donde queremos que amigos y maestros de la Biblia anden con nosotros por el camino.

Eso es que Malaquías está haciendo por ellos y eso es lo que quiero que ustedes hagan unos por otros. ¿Cómo trata Dios con su pueblo a la primera venida de Jesús? Pues, como un limpiador y un herrero.

Jesús juzga

¿Cómo trata Dios con sus enemigos a la segunda venida de Jesús? Como un Juez. Como un Juez. Jesús vino la primera vez para salvación, y vendrá por segunda vez para condenación. Y dice sobre todo que nadie se saldrá con las suyas, ¿no es cierto? «No os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará».

Escúchenme bien, no cristianos. Ustedes están en un peligro gravísimo e inminente. Quizás piensen que Dios sea de tal manera, y en realidad no lo es. Quizás piensen que se están saliendo con las suyas, pero no es verdad. Como dice: « ¿Pero quién podrá soportar el día de su venida? ¿Y quién podrá mantenerse en pie cuando Él aparezca?». Está tratando de llamarnos la atención y mantener nuestra atención. Dice que va a lidiar con 7 clases de personas.

Hechiceros, los que tratan de manipular a Dios. Quieren usar a Dios para conseguir lo que ellos quieren. El cristianismo sostiene que Dios es Soberano, nos da mandamientos. El paganismos sostiene que nosotros somos soberanos, que podemos hacer que Dios haga lo que queremos. No podemos controlar a Dios. No podemos manipular a Dios. No podemos engatusar a Dios. No podemos forzar un resultado que queremos forzando su mano. Eso es hechicería. La mayoría de las enseñanzas religiosas son hechicería: cómo hacer que Dios nos dé lo que queremos.

Adúlteros, fornicarios, nadie se sale con las suyas, en ninguna manera. Los que juran en falso, los que mienten y no dicen la verdad. Los que oprimen al pobre y se aprovechan de los indigentes. Los que se aprovechan de las viudas y los huérfanos y de las madres solteras, y de los vulnerables. Los que se aprovechan de los extranjeros, los que vienen a visitar nuestro país, los que acaban de mudarse a este lugar, los que no conocen el idioma, y las costumbres, y las leyes, y en quien confiar y en quién no confiar, y se aprovechan de los que deberían ser acogidos y no abusados.

Y dice: «Y todo esto lo hacen porque no me temen. No hay respeto, no hay consideración, no hay honor. No me están escuchando, están discutiendo conmigo. No me están obedeciendo, están peleando conmigo. No me están reverenciando, están rebelándose contra mí y me están injuriando». Se trata del temor del Señor.

Algunos de ustedes van al infierno y el fuego que experimentarán no será el fuego del fundidor, no un fuego que los perfeccione. Será un fuego de juicio que les provocará pena perpetua. Todos vamos a estar sobre una llama. O lo hacemos ahora en el amor de Dios y nos volvemos más como Jesús o lo haremos para siempre bajo la ira de Jesús. Jesús vino en humildad; vendrá otra vez en gloria. Vino como Salvador la primera vez; vendrá la segunda vez como Juez. Vino a salvarnos del fuego eterno la primera vez: vendrá a encender el fuego eterno la segunda vez. Amigos, vivimos en el tiempo entre los tiempos. Dios no es lento, es paciente. Dios no quiere que su pueblo perezca, sino que todos procedan a la vida eterna, y los invita a ustedes a apartarse del pecado y a confiar en Él.

Y la pregunta de ellos era: «¿Dónde está el Dios de la justicia?». La justicia viene para todos en uno de dos lugares: en la cruz de Jesús o en el trono blanco de Jesús. Cuando Jesús vino al mundo la primera vez, murió en la cruz en nuestro lugar, por nuestros pecados, como nuestro sustituto. La justicia y el amor de Dios se besan en la cruz de Jesús.

Para los que rechazan eso, la justicia vendrá en el trono blanco, a la segunda venida de Jesús en la que los muertos resucitarán y comparecerán delante de Él, y los sentenciará a su destino eterno. La justicia viene. Cuando preguntan: «Dónde está el Dios de la justicia?». Su nombre es Jesús. Les ruego que le entreguen su pecado y reciban su salvación hoy para que el día de juicio de ustedes sea al pie de la cruz de Jesús y no ante el trono blanco de Jesús; para que Jesús los perdone y no sean condenados por Jesús. U a los que somos creyentes, les prometo esto. Las cosas más dolorosas, aunque no sean del Señor, son usadas por el Señor para que seamos más como el Señor.

Oración

Dios Padre, gracias por darme esta oportunidad de abrir tu Palabra. Tu Palabra es asombrosa. Es eterna tu Palabra, por lo tanto, siempre es oportuna. Padre, te doy gracias en tu gracia porque esta Palabra me ha ayudado mucho y te pido con corazón de padre que sea de ayuda a tus hijos e hijas. Pido que nos permitas encontrar respuesta a todas nuestras preguntas en Jesús, en cuyo nombre lo pedimos, amén.

Nota: Esta transcripción ha sido editada para la legibilidad.