Sacar la basura

Introducción

A ver, ¿quién saca la basura en su casa? En nuestra casa es Grace, a menos que apeste mucho, y entonces la saca uno de nuestros hijos. Toda casa tiene basura, pero lo más importante es sacarla. Si vive en una casa es fijo que tendrá basura. Debe ponerla toda en un lugar y sacarla. Lo mismo pasa con cualquier relación, pero sobre todo en la relación matrimonial. Pecará contra su cónyuge y su cónyuge pecará contra Ud. La basura se acumulará. Y si no sabe cómo sacar la basura, toda la relación apestará y esa es la analogía que usamos.

A veces oímos a las parejas casadas decir, «Nunca peleamos». ¿En serio? Eso no es verdad, ¿no es cierto? Lo que eso significa es, «No hablamos porque llevamos vidas paralelas». O sea, «Somos compañeros de cuarto, pero no almas gemelas». O lo que significa es, «Estamos mintiendo». Porque cada vez que hay una relación íntima, una amistad, habrá conflicto. Habrá cierto desacuerdo, ciertas disputas, y de vez en cuando habrá peleas. La pregunta no es si van a pelar, la pregunta es si tendrán una buena pelea o una mala pelea.

Para quienes están casados o comprometidos, en lo que queda del sermón les pediré que hagan lo siguiente: Tomen a su novio, a su novia o cónyuge de la mano. Y si le dice, «No quiero», es porque de veras necesita este sermón. Es uno que les gustará mucho. Así que tomen de la mano a su novio a su novia, o a su cónyuge, y empezaremos el proceso de reconciliación.

Cómo no pelear

Ahora les diré cómo no pelear. No deben pelear de esta manera. Un investigador llamado John Gottman al estudiar los matrimonios era capaz de predecir el divorcio con exactitud en un 91% de los casos. Y lo que dice es que hay varios factores. Los llama los cuatro jinetes, usando el lenguaje apocalíptico, para hablar del matrimonio y las relaciones. Dice que cuando estas cosas están presentes, será muy mala la pelea y que generalmente el matrimonio termina en divorcio. Además yo diría que en las relaciones, las amistades, los compañeros de cuarto, las relaciones familiares, si estas cosas están presentes es común que la relación de igual manera tenga un final doloroso.

Dice que el comienzo es severo. ¿Saben cómo es un comienzo severo? Alguien se enfada, se pone de mal genio, empiezan a tirarse cosas, Ella, con los brazos en jarras. De inmediato él la mira de cierta manera. Comienzan mal. Comienzan de una forma áspera e intensa. Comienzan con la voz en cuello, es un comienzo conflictivo, un comienzo severo que sigue el siguiente patrón.

1. La crítica

Primero, el primer jinete es la crítica. Ocurre cuando uno ataca a la otra persona, no al problema. Cuando atacamos a la persona, decimos, «Está bien, tenemos este asunto. Es un problema. Hablemos de esto. Resolvámoslo juntos». En la crítica, la otra persona es el problema, y ahí es cuando empiezan a criticar a la otra persona. «Tú siempre… Tú nunca…», tan pronto oigan ese lenguaje, van por la vía equivocada. Y lo que están haciendo es apartarlos, no acogerlos. Están peleado con el otro como si fuera un enemigo, en vez de invitarlo como amigo. Comienza con la crítica, donde el objetivo es herir a la otra persona, humillarla, avergonzarla, y hacerla sufrir y pagar.

2. El desprecio

El segundo jinete, entonces, es el desprecio. Esto sucede cuando está indignado con la otra persona y ni siquiera disimula ocultarlo. «Me das asco. Eres tan inmaduro. Estás fuera de control». Es algo muy condescendiente y despreciable. Es tratar de avergonzar a la persona a como dé lugar, rebajarla, derrotarla, controlarla. «Me das nauseas. No sé cómo te soporto. Nadie más te soportaría. Eres dichoso (a) de tenerme, pero no tienes idea de lo difícil que es para mí estar aquí contigo». El desprecio.

3. La defensiva

Tercero, el tercer jinete es ponerse a la defensiva. Aquí es donde el Espíritu Santo lo compunge a uno de pecado. Puede que le digan, «Oye, eso me ofende. Estás siendo muy severo (a). Estás siendo malo (a). Te pasaste de la raya. Estás desbordado (a)». Y en vez de arrepentirse, uno se defiende a sí mismo. «Pues claro que estoy enojado. Porque me enojaste. Claro que estoy discutiendo contigo. ¿Quién no discutiría contigo? Oh, ¿quieres hablar de mis problemas? No, hablemos de tus problemas». Defensivo. Algunos de Uds. nunca han oído a so cónyuge pedirles perdón, nunca. O si piden disculpas, dicen, «Lo siento que me hayas hecho rabiar». Lo cual en realidad no es pedir disculpas. Algunos de Uds. se criaron en hogares donde sus padres, o quizás fue solo su padre porque suele ser lo más común, nunca pidió disculpas, nunca dijo estar arrepentido. La culpa nunca la tuvo él. Quizás tuvo padres que dijeron, «Haz lo que te digo, no lo que me ves hacer». Eso es ponerse defensivo. «Yo no soy el problema; el problema eres tú. Podrías decir yo soy el problema pero trataré de convencerte que no soy responsable de ninguna manera».

4. El obstruccionismo

Cuarto, el cuarto jinete es el obstruccionismo. Aquí es donde intensifica y se acalora la cosa. Alguien está ofendido. Quizás haya lágrimas. No van bien las cosas. El obstruccionismo es cuando ignoramos la otra persona. Es cuando subimos el volumen al televisor. Cuando alzamos la voz para ahogar la voz del otro. Aquí es cuando en efecto les damos la espalda y nos vamos, o nos metemos al carro y nos vamos. Rehusamos conversar. Rehusamos resolver. Estamos obstruyendo. Piensan que es más común que los hombres obstruyan en una discusión o las mujeres? Los hombres. En el 85% de los casos es el hombre quien obstruye. Es quien sube el volumen al televisor, habla por teléfono, navega por la Red, da la espalda, se va, coge las llaves, y se va en el carro, para que no puedan resolver el asunto. Se acabó. Se acabó.

No se debe pelear así. Como resultado el matrimonio suele terminar divorciándose porque pasan de ser uno a ser dos, de ser aliados a ser enemigos. Y los principios en este sermón se aplican a todas las relaciones, ¿cierto? Sus amigos, su familia, sus compañeros de trabajo, sus vecinos, sus propios hijos. Estos principios para las relaciones tienen una aplicación específica en el matrimonio a la luz de nuestra serie; pero en realidad son principios para todos nosotros seamos solteros o casados.

Así es como no debemos pelear. Ud. dirá: «Hombre, usa muy buenos ejemplos. ¿Dónde los consiguió?». De su propia vida y su hipocresía.

Cómo pelear para la gloria de Dios y el bien de su relación

Ahora veamos cómo pelear para la gloria de Dios y el bien de su relación; cómo tener una buena pelea. Van a pelear de todas maneras, así que mejor que sea una buena pelea.

1. Reconozca el pecado

Primero, queremos que reconozca el pecado. Pecar es cuando transgredimos el carácter de Dios. Dios es amoroso, lleno de gracia, fiable, justo, misericordioso, y amable El pecado es contrario al carácter de Dios. El pecado es cualquier cosa que va contra la Palabra de Dios. Es lo que dice 1 Juan, que el pecado es la transgresión de la Palabra, la ley de Dios. Y se pone confuso, solo piensen en Jesús; y todo lo que no es como Jesús es pecado.

Como dice la Biblia correctamente en 1 Juan 1:10, «Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y su Palabra no está en nosotros». Todos somos pecadores, y tenemos que saber eso en cualquier relación, pero sobre todo en el matrimonio. Son dos pecadores. Un pecador, mas otro pecador no da cero pecado. Dos pecadores juntos tendrán que lidiar constantemente con el pecado. Repito es como tener una casa. Tendrán basura. Tendrán que embolsarla. Tendrán que sacarla. Si dos pecadores viven y moran juntos en una relación sobre todo amistosa o de matrimonio, habrá pecado. Deben aprender a embolsarla y sacarla.

Y si uno de los dos dice, «No soy el pecador; el pecador eres tú. Soy el único santo; tú no eres santo», está diciendo que Dios es un mentiroso porque Dios dice que todos hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios. Todos debemos ser humildes. Todos tenemos que mejorar en ciertas áreas y ninguno de nosotros tiene la hoja de vida de Jesús. Todos somos obras en proceso de desarrollo y debemos ser pacientes, atentos, afectuosos, y tiernos unos con otros, aunque estemos frustrados.

En Mars Hill es importante que conozcan que usamos el lenguaje del pecado, porque es el lenguaje que usa la Biblia. No es solo un fracaso o un error moral. Es pecado, lo cual significa que no solo implica y afecta la persona con la que tenemos la relación, también incluye a Dios. Incluye al Señor. Porque al pecar, pecamos contra el Señor. Es lo que dijo el salmista. «Contra ti, contra ti solo he pecado, Señor Dios». Y pecamos contra la persona con quien tenemos la relación.

Esto es lo que distingue las relaciones cristianas de todas las otras relaciones. Fue interesante. Grace y yo hicimos una entrevista en los medios hace poco, sobre el libro, y estábamos dialogando. Fue una entrevista muy buena. Estuvo muy bien, pero fue con unos sexólogos no cristianos, lo cual me pareció raro hacer algo así en la televisión delante de todo el mundo. Y nos dijeron, «Nos gustó el libro más o menos, pero la palabra ‘pecado’, es una palabra muy inadecuada». «No, es una palabra que Dios usa, y es una palabra que queremos usar». Y argumentaban que era porque «el pecado indica algo muy malo». Correcto. Dios murió por él—y su nombre es Jesús—por tanto es gran cosa. Es algo muy grande y significativo que Dios muera por el pecado. «No nos gusta usar esa palabra porque puede producir vergüenza». Pues podría producir vergüenza o podría causar convicción que lleva al arrepentimiento y conduce al perdón, porque Jesús fue a la cruz y menospreció nuestra vergüenza.

Porque básicamente el argumento dice que al usar la palabra «pecado» la gente se sentirá mal. Lo principal es esto: Si hizo lo malo, siéntase mal; de otra manera es un sociópata. No queremos que digan, «Hice lo malo, pero me siento bien». Porque si es así, tiene unos problemas muy graves. A veces nos sentimos mal porque hicimos lo malo. Pero eso no es condenación. No hay condenación para los que están en Cristo. Es convicción. Es el Espíritu Santo quien nos enseña nuestro pecado, no para destruirnos, sino para motivarnos a destruir el pecado antes que destruya la relación.

2. Arrepiéntanse del pecado

Primero, hay que reconocer el pecado. Segundo, hay que arrepentirse del pecado. Santiago 5:16 dice, «Confesad vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados». Si están luchando dentro de una relación, y se les es difícil tenerse confianza, amarse el uno al otro, ser atentos con el otro, entonces tienen que hablar.

La confesión consiste en hablar del asunto, hablar de su pecado con Dios, hablar de su pecado con la persona contra quien ha pecado y orar unos por otros. Es lo que hacen los cristianos. «Necesito que ores por mí. Oraré por ti». Necesitamos buscar la ayuda de Dios», ¿cierto? La Biblia dice que un cordel de tres hilos no se rompe fácilmente. O sea, Ud., la otra persona, y Jesús.

Lo que pasa es que el pecado los va a separar, o Jesús se interpondrá entre Uds. Y si el pecado los separa, destruirá su relación. Pero si Jesús se interpone, se reconciliará su relación. Si están luchando en su relación hoy, la respuesta es Jesús. El problema es el pecado; la respuesta es Jesús. Confesarlo significa hablar de él con Jesús y con la persona con quien tiene la contienda, confesando su pecado, confesando el pecado de ellos, orando el uno por el otro, y Jesús les mostrará y sanará su relación.

El arrepentimiento

En esto consiste el arrepentimiento, y el arrepentimiento es básicamente lo que significa ser cristiano. La Reforma Protestante empezó con un manifiesto llamado Las 95 Tesis, escrita por Martín Lutero, y fue clavada en una puerta en un sitio llamado Wittenburgo, y el manifiesto empieza con esta declaración: «Toda la vida de un creyente es el arrepentimiento». Para volvernos cristianos debemos arrepentirnos de pecado. Para crecer como cristianos debemos arrepentirnos de pecado. Para poder revelarles a Cristo a otros debemos arrepentirnos de pecado. Toda la vida de un creyente es el arrepentimiento. Los profetas dicen una y otra vez, «Arrepiéntanse, arrepiéntanse, arrepiéntanse».

Y el arrepentimiento son tres cosas. Es la confesión, la contrición, y el cambio. Finalmente de eso se trata.

1. La confesión

La confesión incluye la mente y la boca. Al volvernos cristianos, somos renovados por el Espíritu Santo, estudiamos la Palabra de Dios, y la forma como pensamos de nosotros mismos y del pecado empieza a cambiar. Por eso dice la Biblia en Romanos capítulo 12, que no nos adaptemos a este mundo, sino que seamos transformados mediante la renovación de nuestra mente, Uno piensa diferentemente.

Empieza con la confesión, diciendo: «Reconozco que he pecado. Lo entiendo. No tengo el mismo concepto de mi conducta que antes». Algunos de Uds. solían hacer cosas de las que se jactaban, o de las que hacían alarde, pero ahora están avergonzados. Esa es la confesión nacida de la convicción, y el Espíritu Santo nos convence de pecado para que podamos confesarlo.

En el Evangelio de Juan, Jesús dijo que enviaría el Espíritu Santo, y parte de Su ministerio es convencernos de pecado. Sé que el Espíritu Santo dará a cada uno de nosotros, incluyéndome a mí, algo, algún asunto, alguna situación, alguna relación, y la traerá a nuestras mentes, y nos instará fuertemente y nos impulsará a lidiar con eso. ¿Qué le trae a la mente? No miren su teléfono. No digan, «Vaya, ojalá se acabe pronto este sermón». No empiecen a pensar en todas las personas que necesitan oír esto. Escúchenlo, reconózcanlo, identifíquenlo, y dejen que Dios trabaje en sus vidas hoy.

2. La contrición

El arrepentimiento precede la confesión y la contrición. La confesión la hacemos con nuestra mente y nuestra boca. La contrición también incluye nuestras emociones y nuestras expresiones. Una persona muy contrita no solo sabe categóricamente lo que hicieron mal, sienten emocionalmente lo que hicieron mal. Lo sentimos.

¿Alguna vez han visto a alguien pedir perdón?, y saben que definitivamente están siendo sinceros, y que lo dicen en serio. Eso es ser contrito. Hace que se sientan mal. No tengo por qué avergonzarlos, echárselos en cara, convencerlos. Ya están convencidos. Necesito amarlos, perdonarlos. No tengo por qué hacer que se sientan así, porque ya se sienten así. Son sus emociones y sus expresiones. Esa es la contrición.

Los padres de familia pueden desarrollar a sus hijos en materia de relaciones nombrando el pecado cuando lo cometen. No solo con decir, «Pecaste», sino diciéndoles, «Dijiste o hiciste tal cosa, o dejaste de decir o de hacer tal cosa, y fue esto. Ahora quiero que vayas con esa persona y que la mires a los ojos, porque la amistad consiste en estar cara a cara, y quiero que le digas que lo sientes y que les pidas perdón por este pecado específico».

Si no, lo que pasa es que cuando son niños cuando pecan los niños, los padres dicen, «Pecaste. Dile que lo sientes». «Lo siento», dicen, pero no es cierto. Pero déjenme contarles, si ponen a dos niños juntos. Haga que se miren uno al otro a los ojos y que digan: «Lo siento. He pecado. Esto fue lo que hice. Por favor perdóname». Después sigue ese incómodo y pesado silencio, y el otro viene y le dice, «Te perdono». Son las emociones y las expresiones del cambio. Porque al mirar a alguien a los ojos, y al darse cuenta que los ha herido, conmueve el corazón, y uno se da cuenta de que, «Hombre, el pecado no es solo quebrantar la ley de Dios, también es romperle el corazón a Dios, y es romperles corazón a otros».

3. El cambio

Hay convicción, contrición, y cambio. El cambio consiste en nuestra voluntad y nuestras obras. Por el poder del Espíritu Santo decimos, «Ya no quiero volver a hacer eso. No quiero volver a decir eso. Ya no quiero ser así. Quiero parecerme más a Jesús. Quiero superar esto. Quiero que esto muera porque eso le causó la muerte a Cristo. Quiero hacerlo morir».

Por último, es por la gracia de Dios y por el poder del Espíritu Santo que podemos cambiar. Uno deja de hacer eso. Uno deja de ser así. Puede que todo suceda al mismo tiempo, es un cambio radical. Puede que fracase por el camino, pero se arrepiente, y se sincera y busca la ayuda necesaria, y se lo confiesa a su cónyuge, y pide oración. Y por la gracia de Dios cambia.

Amigos, esta es la clave de toda relación, pero sobre todo en el matrimonio. Gary Thomas, un buen autor cristiano, dice que «Las parejas no dejan de amarse tanto como dejan de arrepentirse». ¿Quieren tener una buena amistad? ¿Quieren tener una larga relación, tener matrimonio largo, cariñoso, y duradero, y celebrar su 50 aniversario tomados de la mano? Arrepiéntanse, arrepiéntanse, arrepiéntanse, para que el pecado no los separe, y Jesús se interponga. Y las parejas dirán, «Es que ya no estamos enamorados». No es que han dejado de arrepentirse, porque es difícil seguir amando, confiando, y ser íntimos cuando no hay arrepentimiento entre los dos. Pero cuando los dos se arrepienten, el amor fluye libremente y la confianza crece diariamente.

Lo que el arrepentimiento no es

Un par de cosas sobre lo que el arrepentimiento no es.

Primero, el arrepentimiento no es sincerarse cuando lo cogen a uno. ¿Cuántos de Uds. en realidad no le han dicho la verdad a sus cónyuges? Hay pecado en su vida y su cónyuge no lo sabe. Quizás lo que Ud. considere ser un pecado secreto; un pecado oculto, Dios lo ve y lo sabe todo. Por tanto, no espere a que lo cojan, sea sincero. No viva ansioso de que van a descubrir su pecado. Arrepiéntase. Invite a Dios y a quienquiera que haya ofendido o contra quien esté pecando a que vean ese pecado y su deseo de arrepentirse, para que haya sanidad, esperanza, y ayuda.

Segundo, el arrepentimiento no es culpar a otros por nuestro pecado, negar nuestro pecado, excusar nuestro pecado, o minimizar nuestro pecado. No es que, «Oh, el otro tiene la culpa. Me enojaste. Es culpa de mi composición genética. Mi personalidad es tipo E-S-T-Ú-P-I-D-O. Tuve un día difícil». En cambio, equivale a decir, «Soy culpable. Es culpa mía. Lo siento». Sea honesto simplemente.

Tercero, no es sentir la tristeza del mundo. Pablo nos dice en Corintios que no debemos sentir la tristeza del mundo porque los no cristianos pueden sentirse mal pero sin arrepentirse. Uno puede llorar y decir que lo siente, y decir que nunca lo volverá hacer, pero en realidad nunca experimentará ese cambio profundo en su naturaleza y sus deseos hasta que le dé su pecado a Jesús y reciba Su justicia y se vuelva una nueva criatura en Cristo y haya nacido de nuevo como cristiano. Un no cristiano puede sentirse mal. Un no cristiano puede aparentar que ha dejado de pecar externamente, pero solo un cristiano puede empezar a adorar internamente.

El matrimonio se pone amargo o se pone mejor

Y lo principal es esto: el matrimonio se pone amargo o se pone mejor. Todos los matrimonios están deslizándose por un continuo, y están volviéndose más amargos o están mejorando. Todo matrimonio se desliza en una de las dos direcciones, y yo diría que lo mismo sucede con las amistades y las otras relaciones. Se deslizan hacia ponerse amargos o ponerse mejor.

Quiero compartir algo con Uds. de Efesios 4:25–32. En mis 15 años de ministerio pastoral en la Iglesia Mars Hill y de mucha consejería, he utilizado esta porción de la Escritura más que cualquier todas las demás Escrituras. El consejero bíblico David Powlison comenta, «Si encuentra otra referencia, puede hacer toda su consejería bíblica con el libro de Efesios».

Este es el corazón de Efesios, y está al corazón de lo que Dios desea para nuestras relaciones. Y lo dice de esta manera. «Por tanto, dejando a un lado la falsedad, HABLAD VERDAD CADA CUAL CON SU PRÓJIMO». Lo primero que deben hacer es sincerarse respecto a su pecado; y si han pecado contra Uds., necesitan sincerarse con ellos. No les echen la culpa. No mientan. No minimicen. No hagan excusas. No hagan caso omiso. No se ahoguen en un vaso de agua, y tampoco minimicen el problema. Digan la verdad. Sean honestos.

«AIRAOS, PERO NO PEQUÉIS». No está diciendo, «Nunca se enojen». Hay enseñanzas erradas que dicen básicamente que hay emociones piadosas y emociones impías. Pero en realidad Dios tiene todas las emociones y las expresa de una manera santa. Por ende todas las emociones son potencialmente buenas, aunque podrían conducirnos al pecado si no las controlamos y permitimos que nos controlen.

Francamente, esto ha sido un problema para mí toda la vida. Cuando estaba creciendo vi mucha injusticia y mucho abuso, y tengo un enojo justo dentro de mí como de un protector o defensor. Pero a veces ese enojo está fuera de control; o sea que me enojo, y digo algo indebido. Me pongo difícil. Y el Espíritu Santo me está compungiendo más y más. Sí, el enojo puede ser muy bueno para defender, proteger, proveer. Pero también puede ser egoísta y amenazante, y mezquino. A eso se refiere.

Si está enojado (a), puede que tenga un motivo legítimo para estar así, pero no permita que lo conduzca a pecar, porque entonces lo que estará diciendo es: «Pecaron contra mí; pecaré contra ellos». Y eso no mejora las cosas; solo crea amargura. ¿Por qué está enojado (a)? ¿Contra quién está enojado (a)? ¿Cómo está usando ese enojo para glorificar a Dios? ¿O está permitiendo que lo conduzca al pecado?

«No dejen que el sol se ponga sobre su enojo». En aquellos días, era una sociedad agraria de pescadores y agricultores, y cuando salía el sol se levantaban y a la puesta del sol iban a sus casas porque acababa la jornada. Lo que está diciendo aquí es traten con el pecado rápidamente. No dejen que pasen los días. Está bien que se sientan frustrados y enojados, y que digan: «Saldré a caminar, oraré, despejaré la mente, me calmaré, y encontraré la manera de decir esto». Eso está bien. Pero deja correr el tiempo, dice que le está dando oportunidad a Satanás.

«No deis oportunidad al diablo». Repito, si el pecado los separa significa que Satanás se interpuso, y entre más esperan peor se pondrá el asunto y más los destruirá.

Ud. dirá, «Se supone que debemos hablar. ¿Pero cómo?». «No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad». Cuando vayan a decir la verdad deben recordar, «Quiero usar palabras que te edifican, no que te destruyen; palabras acogedoras, no que te rechazan; palabras esperanzadoras, no que te hagan perder la esperanza».

Pueden hablar del problema en sí. Algunos de Uds. dirán, «Eso lo estamos haciendo muy bien pero de vez en cuando estallo». Eso es porque no ha perdonado en algún aspecto, ¿cierto? Hay una granada en su vida. Jaló el clip de seguridad y ahí está. Y de vez en cuando se le acerca y estalla. Estalla la conversación. Llegan los cuatro jinetes. Entran en el ciclo de la locura. De repente, vuelven a la misma conversación, la misma rabia que se tenían, las mismas emociones, los mismos sentimientos heridos, sin resolución. «Hemos hecho eso una y otra vez. Ahora lo que tratamos de hacer es evitar la mina terrestre. “No hablemos de eso”». La clave es cuidar lo que dicen en esos momentos, cuidar lo que dicen en esos momentos.

Algunos de Uds. dirán, «¿Y cómo sugiere que haga eso?». Continúa diciendo: «Para que imparta gracia a los que escuchan. Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios». Dios el Espíritu Santo inspiró y dio poder al ministerio de Jesús. Mora en el creyente y le da poder. Quiere ayudarle a controlar su lengua. La Biblia dice que el poder de la vida y la muerte están en la lengua. Con sus palabras que escoja puede infundir vida o muerte a esa relación, y el Espíritu Santo quiere que sus palabras sean fructíferas; no palabras de mentira, sino llenas de gracia; palabras que dan vida y no causan la muerte.

O sea que puede que en esos momentos tenga que aguantarse y decir, «Bien, quiero que hablemos de esto. Quiero seguir tratando. Lo que estaba a punto de decir no era del Espíritu Santo. Déjame orar. Déjame pedirle que me ayude. Déjame escuchar». ¿Cierto? «Mientras conversamos, déjame pedirle al Espíritu Santo que me ayude. Quiero decir esto correctamente. Quiero decirlo con el tono correcto. Quiero emplear las palabras correctas. Quiero ayudar. No quiero ser instrumento del enemigo para destruir nuestra familia».

Y si no hace esto, esto es lo que pasa: Amargura. La amargura. Se supone que el pecador debe arrepentirse de pecado; y la víctima del pecado debe perdonar. Y si la víctima del pecado no perdona, se amarga. Lo único que tiene que hacer para amargarse es no perdonar. Ahora habla de la amargura: «Sea quitada de vosotros…». Vean lo que pasa cuando la amargura va creciendo. Es como cáncer en el cuerpo. Sigue creciendo y se multiplica, hasta que se manifiesta y provoca la muerte.

Lo que empieza como amargura crece y se convierte en enojo. Es cuando uno se siente furioso y frustrado y empieza a sentirse emocional y a gritar. Ahora está confundido y empieza a calumniar. O sea que está discutiendo con el otro, o puede que hable mal del otro, chismeando, «Sea quitada de vosotros […] con toda malicia». Y nos herimos de distintas maneras: «Te haré sufrir; haré que sientas lo que siento. Me las vas a pagar». Todo eso niega el evangelio de Jesucristo. ¿Acaso Él no sufrió? ¿Acaso no lo humillaron? ¿Acaso no murió? ¿Acaso no pagó el precio? «Sí, pero no es suficiente. Me las van a pagar también a mí». Eso es lo que hace la gente amargada. Las relaciones, los matrimonios, inevitablemente resienten, o mejoran.

Este es el asunto que afectó nuestro matrimonio de la forma más negativa por muchísimo tiempo, en que yo sentí que Grace había pecado contra mí. En vez de perdonarla, me sentí resentido. Estaba amargado. Fue lo que más daño le hizo a nuestro matrimonio por tanto tiempo. Y como dije antes, y volveré a decirlo, afectó el tono de mi voz. La amargura se notaba hasta en mis prédicas y enseñanzas, y en la manera como les hablaba a las mujeres de vez en cuando. Siempre lo lamentaré. Estoy profundamente apenado por eso. Les pido perdón por eso. Era la amargura.

En ese tiempo lo que hubiera dicho es: «Si algo malo se hizo, y sí, estoy resentido, de todas maneras algo malo se hizo». Y no me daba cuenta que al no perdonar también estaba pecando y que yo no era la única persona contra quien alguien había pecado: ahora yo era el que estaba pecando, y no era solo un problema que tenía con Grace, sino un problema que tenía con Jesús.

Y eso es exactamente lo que dice Pablo: «Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos». Van a necesitar que el Espíritu Santo haga eso en una pelea, ¿verdad? «Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo». Esto es lo que pasa con los que luchan con la amargura— y puedo decírselos hoy. Incluimos esto en el libro, y se los estoy diciendo porque ya no estoy resentido. ¿Está bien? Las cosas sí están mejor. Grace se arrepintió de su pecado. Y yo me arrepentí de mi pecado de amargura. Jesús murió por eso, por lo tanto no tenemos que matarnos unos a otros. Jesús menospreció la vergüenza de eso para que no nos menospreciemos unos a otros. Jesús resucitó de los muertos y hay vida nueva para nosotros.

Quiero que tengan una relación que es mejor, no más amargada. Como yo fui una persona amargada, les aseguro que conduce a la muerte. Uno puede tener rectitud bíblica, y estar sirviendo al Señor, y hasta ser fructífero, y estar amargado. Finalmente, los que están amargados o resentidos, generalmente es porque alguien pecó contra ellos. Si llega y le dice a una persona resentida, «Creo que estás resentido», Le dirán, «Oh, claro que estoy resentido porque me dijeron tal cosa o me hicieron tal cosa, o no hicieron tal cosa, o no dijeron tal cosa». De repente, empiezan las excavaciones arqueológicas y empiezan a sacar todos los antiguos artefactos para mostrarle al otro: «Aquí está toda la evidencia. Pues claro que estoy resentido».

Puede que hayan pecado contra Ud. Puede que tenga causa justa para sentirse furioso (a). Puede que tenga causa justa para sentirse herido (a). Frecuentemente no es por el grado de la ofensa sino por la cercanía del ofensor; o sea, si un desconocido hace algo terrible, en 10 años no estará obsesionado por eso cada minuto de cada día. Pero si alguien de confianza que ama, a quien le ha dado acceso a su corazón y a su vida hace algo que no es tan grave, duele más profundo. Porque ama a esa persona con más intimidad.

Somos más propensos a amargarnos contra las personas que amamos más; y sí, eso puede incluir a Dios. La amargura contra Dios, teológicamente sabemos que es pecado porque si nos resentimos con Dios lo que estamos diciendo es: «Dios, eres malo. Pecaste contra mí, y no te perdono». Teológicamente sabemos que Dios no es un pecador. Dios es bueno; no es malo; es luz, no es tinieblas. Dios no se disculpa porque Dios no hace nada mal. Pero emocionalmente podríamos sentirnos así. Y a veces viene Satanás y trata de engañarnos y toma cosas hechas por pecadores y que él hace, y le echa la culpa a Dios para que uno se resienta con Dios. No lo haga. Arrepiéntase de la amargura. Es un pecado; y sobre todo, arrepiéntanse de la amargura contra Dios: es pecado.

Algunos de Uds. dirán, «¿Por qué? Si lo que hicieron fue horrible». Ah, «Así como también Cristo os perdonó en Cristo». ¿No se alegran que Jesús no vino al mundo a realizar una misión de venganza por estar resentido con nosotros? ¿No se alegran que ahora, enaltecido y exaltado, resucitado de la muerte, sentado en un trono, el Señor Jesús no está haciendo planes para destruirlos porque se siente amargado?

Jesús viene y vive sin pecado, y contra nadie más que ha andado sobre la tierra se ha pecado tan continua y gravemente que contra el propio Jesús. Indebidamente. Va a la cruz, y lo que dice es: «Padre, perdónalos. Padre, perdónalos». Al hacerlo, Jesús hace posible el perdón. Padece, es menospreciado, sangra, muere, y es Él quien perdona. Como cristianos es una hipocresía decir, «Jesús, perdona mi pecado; pero yo no les perdonaré su pecado. Porque mi pecado contra ti, Jesús, no es tan malo como el pecado de ellos contra mí».

Recibir el perdón y no perdonar es la esencia de la hipocresía, y es colocarse, amigos, y se los digo como alguien que fue culpable, es colocarse en el puesto de Dios. Perdonado; no perdonado. Ese trabajo le corresponde a Dios, no a nosotros. A nosotros nos corresponde perdonar y dejar que Dios los juzgue, no juzgarlos como si fuéramos Dios. ¿Contra quién están resentidos? ¿Qué los tiene amargados? ¿A quién le han negado el perdón? ¿Qué es lo que no han perdonado? No estoy diciendo que sea fácil, sino que es de vital importancia.

Aun antes de este sermón hablaba con una mujer cuyo marido era un líder cristiano que cayó en adulterio y fue y se casó con otra mujer, destruyó la familia y ella debe lidiar con eso todos los días. Me dijo, «Estoy amargada». Bien. Anótelo en un diario, piénselo, hable de ello, y ore. Escríbale una carta. Bañe ese problema con sus lágrimas. Aunque nunca se la envíe, con oración, cuidadosamente, resuelva el asunto con Jesús. Hable con Jesús. ¿De qué manera lo va perdonar?

Para arrepentirse solo se necesita un pecador. Para perdonar solo se necesita una víctima. Pero para reconciliarse se necesitan dos personas. La única manera en que su relación sea duradera y cariñosa es si practica arrepentirse de su pecado y perdonar el pecado, de no ser así, no mejorará. Empeorará.

El perdón

Para los que tienen preguntas sobre el perdón, contestaré las tres preguntas que me hacen más frecuentemente.

Primero, el perdón no es esperar que la otra persona reconozca su pecado, que pidan perdón, y se arrepientan. Algunos de Uds. dicen, «Perdonaré al otro tan pronto me digan que están arrepentidos». Puede que nunca lo hagan. Qué tal que se mueran sin pedirle perdón. Por tanto su perdón no depende del arrepentimiento de ellos. Al perdonarlos, los está encomendando al juicio de Dios y está protegiendo su propio corazón contra la amargura.

Segundo, el perdón no es algo que se hace una sola vez. No es, «Bueno, ya perdoné al otro y eso es todo». Porque en realidad podrían volver a hacer lo mismo. En realidad podría perdonarlos, y algo podría hacer estallar esas emociones otra vez de traición, dolor, o pérdida. Y Ud. siente que, «Como que está volviendo a pasar. Debo perdonarlos otra vez». Puede que aún lo sienta de vez en cuando. Si está obsesionado (a) por eso, es probable que todavía esté resentido (a). Pero si pasa de vez en cuando, no significa que no los haya perdonado, solo que necesita perdonarlos otra vez.

Algunos de Uds. dirán, «¿Acaso Dios no olvida nuestros pecados?». La Biblia dice en el Antiguo Testamento que Dios no vuelve a acordarse de nuestro pecado. Pero eso no quiere decir que Dios tenga mala memoria. Dios sabe todo. Lo recuerda todo. Es omnisciente. Ese uno de sus atributos. Y cuando dice que Dios no se acuerda de nuestro pecado significa que no nos trata a la luz de nuestros pecados, sino a la luz de Jesús, y no hace que ellos sean nuestra identidad.. Al contrario, nos ama y desea relacionarse con nosotros.

Tercero, el arrepentimiento no implica la reconciliación. Si alguien lo (la) abusó, y esa persona no se arrepintió ni buscó ayuda, no es digna de confianza. Si no han pedido disculpas y no está dispuesta a resolverlo, puede que les tienda una mano amistosa, pero hasta que no se arrepientan, la reconciliación no es posible. El arrepentimiento requiere una persona. El perdón requiere una persona. La reconciliación requiere dos personas.

La meta es hacer lo que nos corresponde, orar por la otra persona. Sabemos que ya no estamos resentidos cuando queremos el bien para ellos. Cuando decimos, «Hombre, espero que entiendan. Espero que cambien. Espero que su futuro sea mejor que su pasado»; así sabemos que no estamos amargados, que de veras los hemos perdonado y que los amamos y queremos el bien para ellos, como Dios en Cristo ha sido bueno con nosotros.

Hebreos lo dice así. Hebreos dice que hay que desenterrar la raíz de la amargura. O sea que si están aquí hoy con alguien y pecaron contra ellos, arrepiéntanse delante de ellos. Si Dios les trae alguien a la mente contra quien hayan pecado, y no se encuentran aquí, búsquenlos y arrepiéntanse delante de ellos. Si alguien pecó contra Uds., perdónelo, perdónela. Así es como desenterramos la raíz de la amargura, para que el fruto de la relación sea de vida y no de muerte.

Preguntas y respuestas con Grace

Ahora lo que vamos a hacer es determinar cómo aplicar esto a casos concretos. Así que traeré a mi amiga, mi esposa, Grace, y contestaremos algunas de sus preguntas. Está bien. ¿Estás lista? Supongo que ya no importa.

Grace: No.

Teológicamente creo que estas cosas tienen sentido, pero con la gente hay variables y problemas y complejidades, así que veremos si podemos ayudar a contestar algunas preguntas. Empecemos con la primera.

«¿Cómo hablo de mi pecado sin empezar una pelea?».

Contéstala tú. Creo que tratas mejor ese tema que yo.

Grace: Creo que para mí el solo hecho de hacerlo. He aprendido a orar siempre antes de hablar de alguna cosa, ya sea de mi pecado o el de otra persona, pidiéndole al Señor que me dé un corazón dócil no un corazón amargado y acusativo, y que Dios el Espíritu Santo guíe mis palabras y me dé las palabras porque no siempre tengo que decir todo lo que me viene a la mente, pero debo pedir lo que más me beneficiaría y dé gracia al oyente. Hablar de nuestro pecado en realidad es así de claro. Creo que a veces nos gusta complicarlo más de lo que es porque es bastante humillante hablar de nuestro pecado; pero empezaría diciendo, «Me encantaría conversar contigo porque mi pecado me tiene turbado, pero he orado y siento que necesito hablarte al respecto. Quiero hablarte de mi pecado a ver en qué manera te he ofendido». Haga preguntas que los haga sentirse libres para responderlas, y esté dispuesto a escuchar. Creo que algo importante que tuve que aprender era que no podía hablar de mi pecado y no dejar que Mark respondiera, aunque era difícil de oírlo a veces en esas primeras etapas de aprender cómo hablar del pecado. Aún necesito aceptar eso y estar dispuesta a reconocer que causé algún dolor y que necesitaba arrepentirme de eso también, no solo del pecado sino del dolor que causé por causa del pecado.

¿Qué hace uno para prepararse a tener esa conversación? Hay cosas que queremos decir, y queremos decirlas bien. ¿Hay una buena manera de prepararse?

Grace: Como dije, con oración, y para mí llevo un diario de mis pecados, temores, y confesión de mis pecados. A veces tengo que llevar un diario de esas cosas también, porque lo que puede constituirse en pecado para mí es el temor del hombre en vez de lo que el Señor me ha llamado hacer en arrepentimiento. Llevar un diario me ayuda a tener más directivas en cuanto al tema que quiero tratar.

También diría que escojan un lugar y un sitio que sea privado. Si es tarde por la noche, quizás no sea el mejor tiempo. Si los niños están correteando, quizás no sea el mejor tiempo. Hay que encontrar un lugar y un lugar más resguardado y protegido para que tengan una conversación sincera sin muchas interrupciones y sin afán. Dependiendo de la gravedad del caso, hay que planear eso y decir, «Necesito hablar contigo de algo. ¿Cuándo podríamos hacer eso o cómo podríamos hacerlo?». Porque a veces la pelea surge cuando, «Hombre, los niños están en el cuarto. Acabo de llegar. Solo tenemos 15 minutos. Es como si me soltaras la bomba y me queda un poco difícil recogerla en este momento». Hay que ser atentos, porque a veces cuando somos compungidos queremos hablar y queremos exteriorizar, y a veces es porque tenemos que hacerlo; pero a veces lo mejor es decir, «Está bien, hagamos esto. ¿Cuál es el mejor momento y la mejor manera de tener esta conversación?». Y después prepárense.

Sigamos a la siguiente, cariño.

«¿Qué debo hacer como esposa si mi esposo sigue diciendo, “lo siento”, pero no cambia su comportamiento?».

Grace: Es una buena analogía de lo que estabas diciendo. Uno puede escoger la amargura, o puede seguir perdonando, como lo hizo Cristo, y puede ser muy doloroso ver que alguien en realidad no está arrepentido de su pecado, y sigue repitiéndolo. Mejor dicho, sé que has tenido esa experiencia conmigo y que he tenido esa experiencia contigo a lo largo de los años como matrimonio, casi 20 años de matrimonio, y durante muchos de esos años pensábamos, «Sigue diciendo ‘lo siento’, pero no está cambiando». Yo sabía que debía crecer en mi vida de oración y también tenía que preguntarme, «De veras confío que Dios cambiará a esta persona?». Y mientras tanto, ¿estoy dispuesto a cambiar para que represente un lugar más seguro donde esta persona pueda arrepentirse, para que puedas confiar en mí y confiar que voy a perdonarte si decides arrepentirte, y si tu corazón se ablanda? En mi caso era que Dios me decía que debía ablandar mi corazón y que necesitaba perdonar en todo caso. Para mí también, lo curioso fue que de alguna manera pensaba que el pecado de Mark era peor que el mío. Entonces Dios me soltó la bomba cuando me dijo, «Espera un segundo. Tu pecado es tan aborrecible para mí como su pecado es para ti». Caí de rodillas en ese momento. Fue una transición muy grande en lo que yo entendía del arrepentimiento en ese momento. Y cuando empecé a ver eso, que mi pecado es horrendo al Señor, y que aún así Él perdona si estoy dispuesta a arrepentirme, mi corazón cambió ante el pecado de Mark y con otras personas en mi vida.

Yo diría también que esto es parte de la belleza de pertenecer a una iglesia es que una mujer puede decir, «Mi amor, sé que estás diciendo “lo siento”. Quiero que hables con hombres piadosos en la iglesia, o con el líder de un grupo comunitario, un pastor, un anciano, o uno de los líderes. Concuerdo en que esto es un problema. Reconozco que me has dicho que lo sientes. No voy a juzgar tu corazón. Creo que eres sincero, pero me parece que sigue sucediendo, y que estamos estancados. Y puede que yo no esté ayudando mucho, pero puede que otro hombre pueda ayudarte, un hombre que te diga la verdad y encuentre la causa fundamental, y que sea un amigo a quien puedas rendir cuentas de una manera amorosa, no legalista».

Aquí es donde su matrimonio está en el contexto de una iglesia, y parte de la bendición de estar en la iglesia es que otros pueden ayudar. A veces el marido oye a los hombres de una manera distinta a como oye a su esposa, y a veces la esposa oye las cosas distintamente a como oye a su marido, y aquí es donde los grupos comunitarios y las amistades y la comunidad, y la honradez, y hasta el liderazgo de una iglesia puede ayudar mucho. Así que para los hombres que tienen esta situación o historia, hablen con otros hombres. Podrían ayudarles. Para las esposas, sin fastidiar, sino amorosamente digan, «¿Podrías hablar con un hombre piadoso que pueda ayudarte?». Porque necesitamos ayuda, y estoy aquí para ayudarte, pero creo que un hombre también podría ayudar». De seguro los animaría a hacer eso.

Hagamos otra, cariño.

«¿Cómo se perdona a alguien cuando adrede y sin tregua tratan de hacerle daño a uno?».

Ahí es donde diría que existe una diferencia entre el perdón y la reconciliación. Como dije, el perdón requiere de una persona. La reconciliación requiere dos. Y si continúan en el mal, pecando, y son quizás peligrosos, sin decir que está bien. Sin estar de acuerdo con eso. Sin excusarlo. Puede perdonar a una persona y aún así llamar a la policía para arrestarlos. No significa no valerse de la justicia. Uno puede perdonar a alguien y aún así testificar en la corte que cometió un crimen.

O sea que perdonar a alguien no es decir, «Confío en ti, y estoy de acuerdo contigo, y soy vulnerable contigo», para nada. Es decir sencillamente, «Decido perdonar, como Dios en Cristo me ha perdonado a mí, y voy a encomendarte al Señor. Puede que te entregue a la ley, a las autoridades. Puede que pida una orden de restricción. Quiero lo bueno para ti. Quiero que cambies. No confío en ti, y no me siento seguro contigo, y no seré vulnerable ante ti, pero eso no quiere decir que esté resentido contigo». ¿Ven la diferencia?

Es tener esperanza, confiar, orar, para que en la gracia de Dios la otra persona cambie. Pero creo que a veces la credulidad del cristianismo es «Si perdono al otro, deben tener una relación más cercana conmigo». No, no. O sea, si un tipo la abusó o si golpeó a sus hijos, por el hecho de que diga ‘lo siento’ no significa que esté segura. Y si nunca dice que lo siente definitivamente no está segura con él. El perdón llega en un momento. La confianza y la reconciliación toman tiempo, dependiendo de lo peligrosa que sea la persona y lo mala que sea la situación.

Sí, no sé si a eso añadirías algo. Bien, la siguiente.

«Si mi esposo y yo estamos luchando con un pecado muy serio, que resulta en muy poca intimidad, ¿es mejor no juntarse y esperar pacientemente confiando en Dios, o es mejor estar juntos de todas maneras?».

Pregunta la esposa, o sea que… [risas] Puedes contestar esa.

Grace: Gracias.

Por nada.

Grace: Probablemente lo dirías diferente que yo. O sea, en realidad depende. Es decir, creo que podrían estar separados demasiado tiempo; sin embargo, hay un pasaje bíblico que dice que tomen tiempo para perdonarse y resolver las cosas, pero después vuelvan a unirse—

Sí, en 1 Corintios 7, sí.

Grace: Para no darle cabida al enemigo. Así que todo depende. O sea, si es algo que ha estado pasando por mucho tiempo en su matrimonio, no permita que esa sea la excusa para decir, «No tendremos relaciones íntimas porque no queremos resolver el problema». Pero por otro lado, tampoco es que deban estar juntos de una manera postiza o no auténtica. Creo que nosotros aprendimos a orar juntos bastante cuando se nos dificulta mucho relacionarnos uno con el otro. Y aún cuando no nos hemos reconciliado por completo, hemos aprendido a orar en esos momentos pidiéndole al Señor que use la intimidad y cualquier cosa, el perdón y el arrepentimiento para conectarnos de tal manera que no vuelva a suceder de la misma manera. Pienso que si estamos dispuestos a darle esa oportunidad al Señor es maravilloso ver lo que hace en esos momentos.

Sí, y yo diría que—y no es que no quiera contestar la pregunta—pero depende del asunto, de la pareja, y de las circunstancias. Si se trata de la pornografía, del adulterio, de abuso sexual conyugal, o algo por el estilo, y no se sienten seguros, eso es una cosa. Si es, «Nos fastidiamos mucho el uno al otro y estamos tratando de resolver eso», puede que la otra persona sea fastidiosa pero no peligrosa; o puede que Ud. sea fastidioso (a) pero no peligroso (a), o puede que ambos sean fastidiosos, pero no peligrosos. Yo diría que aquí es donde, al no poder resolver algo, buscan la ayuda de otra persona como mediador. Aquí es cuando un pastor, un consejero bíblico piadoso viene y dice, «Bien, veamos todos los factores. Hagamos las preguntas. Veamos qué pasa. Oremos y abramos la Palabra de Dios, y veamos si hay una sabia respuesta aquí y buen consejo».

Lo que odiaría hacer con una pregunta como esta— porque dice que el pecado es «muy serio» podemos suponer que es algo grande. Y todo pecado es grave, pero a veces las consecuencias del pecado pueden ser un poco más devastadoras así que para servir mejor a una pareja como esta les diría que cuadren cita con uno de los ancianos de la iglesia; o que los remitan con un consejero bíblico competente y veamos cuál es el problema, y veamos las circunstancias, y hablemos con el marido y la esposa en el cuarto, porque Proverbios dice: «Justo parece el primero que defiende su causa hasta que otro viene y lo examina», y la peor manera de hacer consejería matrimonial es reunirse con uno de los cónyuges solamente. Tenga a ambos en el cuarto. Obtenga toda la verdad. Ambos lados. Averigüe los hechos, y después dé consejo. Así que para contestar bien esta pregunta y servirles bien, creo que la mejor manera de servir a estas personas es invitarlas a reunirse con el liderazgo y que los pastores participen amorosamente brindando cuidado y ayuda. Ese sería mi consejo.

Contestemos una más, dependiendo del tiempo. Esta será la última.

«Sé que Dios perdona, pero no puedo perdonarme a mí mismo. ¿Qué hago?».

Es una pregunta muy común que hace la gente. «Sé que Jesús murió por mi pecado. Sé que me perdona, pero no puedo perdonarme a mí mismo». Por qué no comentas, y yo cierro.

Grace: Sé que yo me sentía así, y eso no me dejaba arrepentirme porque no quería que otra persona, o sea no quería que tú supieras lo que había hecho, porque ciertamente necesitaba resarcir mi pecado de alguna manera antes de poder arrepentirme de él, lo cual es contrario al evangelio de gracia y perdón. O sea que puede impedir que se arrepienta. En lo más profundo de mi ser era el orgullo. De alguna manera pensaba que podía hacer algo mejor que Dios con mí misma para que Él pudiera perdonarme. Me di cuenta que era una forma perversa de pensar y el orgullo era su fundamento, que de alguna manera yo podía más que el perdón de Dios y encontrara otra manera de hacerlo. En realidad se trata de ponerse de rodillas y pedirle a Dios que lo (a) humille y le muestre que Su muerte en la cruz fue suficiente. Fue más que suficiente, y no la merecíamos, y aún no la merecemos; sin embargo, podemos seguir acudiendo a la cruz y postrarnos de rodillas y pedir ese mismo perdón. Así que en realidad es un cambio de teología y cómo vemos a Dios.

Eso contribuye a un evangelio falso, o sea: «Sé que Jesús sufrió, pero yo también necesito sufrir. Sé que Jesús fue avergonzado, pero yo también necesito ser avergonzado. Sé que Jesús lloró, pero yo también necesito llorar. Sé que Jesús fue rechazado, pero yo también necesito ser rechazado». Y lo que está diciendo es, «Jesús, de veras te lo agradezco pero lo que hiciste no fue suficiente». Y lo que está diciendo es, «Jesús, sé que me perdonas, y sé que eres el Señor, pero hay un señor más importante que tú, y ese soy yo. Y aunque me perdonas, yo no me perdono, porque soy el señor más importante de mi vida». Por tanto debe reconocer que es malo teológicamente. Como dijo Grace, es orgullo. Equivale a decir, «Jesús no hizo lo suficiente, y Él no es la autoridad suprema. Por tanto debo hacer más y ejercer mi propia autoridad». Y pensar que de alguna manera hay humildad en eso, que el evangelio de la gracia, como dijiste, mi amor, está en eso, simplemente no está. Simplemente no está en eso, pero es una mentira que Satanás les dirá. Y Jesús dice, «Conocerá la verdad y la verdad lo hará libre». La verdad es que ha sido perdonado (a) por el Señor Supremo quien sufrió, fue rechazado, y avergonzado, y sangró, y murió; y Ud. no necesita hacer eso porque Él ya lo hizo, y le ama. Le ama de verdad.

Así que—gracias cariño. Gracias por perdonarme por haber sido un—

Grace: Cambió nuestro matrimonio.

Sí, ha cambiado nuestro matrimonio. Lamento que haya ocurrido, pero celebro el hecho de que no estamos ahí y espero que otros lleguen a disfrutarlo también.

Arrepiéntanse y perdonen

Para los que están escuchando esto, necesitan hacer algo con esta información. ¿Son cristianos? ¿Se han arrepentido alguna vez de sus pecados ante Jesús y recibido Su perdón? Si no, necesitan hacerlo. Conviértanse en nuevas personas. No solo en una mejor persona, sino en nuevas personas.

Si están aquí con alguien contra quien han pecado, o si se sienten resentidos con esa persona, deben confesar esos pecados y perdonarse unos a otros, y como dice Santiago 5:16, oren el uno por el otro. Si esa persona no está aquí, necesitan prometerle a Dios, «Buscaré a esa persona, y me arrepentiré o perdonaré». Si no sabe quién lo abusó ni dónde están, y Ud. es mejor, anótelo en un diario, ore por ello, escríbalo, piénselo, resuélvalo, llore, para que al menos finalice para Ud. Le instamos que lo haga.

Daremos nuestros diezmos y ofrendas. Es una de las maneras en que queremos que este mensaje de perdón llegue a todos. Queremos que todos conozcan a Jesús y reciban perdón y nueva vida, y que Jesús se ponga en medio de sus relaciones.

Celebraremos la comunión también, que es donde recordamos el cuerpo quebrantado y la sangre derramada de Jesús. Así es como somos perdonados. Y al recibir comunión, reconocemos: «Como pecador, he sido perdonado, y por la gracia de Dios, también quiero ser un pecador perdonando».

Después cantaremos y celebraremos. Puede parecer extraño, pero celebramos y cantamos porque hemos sido perdonados, porque la última palabra no es condenación sino salvación. Jesús no solo murió, también resucitó, y escucha la oración. Perdona el pecado. Reconcilia a su pueblo consigo mismo y unos con otros. Al cantar, eso es lo que celebramos.

Así que mientras recogen la ofrenda, les mostraremos un testimonio, un testimonio muy valiente de cómo sucede esto en la vida de alguien, y oraré por nosotros ahora.

Dios Padre, oro contra el enemigo, sus siervos, sus obras y sus efectos. Dios Padre, te doy gracias porque Grace y yo somos cristianos. Te doy gracias que podemos arrepentirnos del pecado y perdonar pecados, y gracias a Jesús, nuestro matrimonio ha mejorado no se ha amargado. Dios, lamento, confieso, y pido perdón por las veces que no fui un líder bueno y amoroso, y no lideraba el en sentido que indica el evangelio. Pero Dios, gracias que te has puesto entre nosotros y donde antes había pecado y amargura, ahora está Jesús, y perdón, y vida. Te doy gracias porque Grace y yo somos amigos muy queridos y cercanos. Te doy gracias porque disfrutamos mucho el uno del otro y porque hoy no hay amargura entre nosotros y estamos más felices que nunca. Te doy gracias porque estamos aprendiendo a arrepentirnos mejor y a perdonar más rápido. Y Dios, pido por los que escuchan este mensaje, que no les suene a conferencia religiosa de personas que hicieron las cosas bien, sino de humildes pecadores que lo hicieron las cosas mal pero que ahora gozan de la gracia de Jesús, y que quieren eso para todos. Dios, pido que las lágrimas que fueron derramadas y las conversaciones que resulten sean para sanidad, santidad, y ayuda. Dios, me recuerda Eclesiastés donde dice que cuando el corazón está triste el corazón puede estar contento. Por eso te damos gracias, en el buen nombre de Jesús. Amén.

El testimonio del pastor Thomas y Ángela

Ángela: Estábamos enamorados y no había… Nunca había conocido a un hombre como él.

Pastor Thomas: No éramos cristianos durante todo esto. Queríamos algo más que lo que el mundo ofrecía a la mayoría de las personas. Queríamos ser parte de algo dramático, y único, pero en realidad cuando se acabó la fiesta y los amigos se fueron a sus casas y quedamos solo ella y yo, era difícil estar casados. Cuando Angie y yo nos casamos, sé que yo era mi propio dios. Nuestro matrimonio realmente estaba desintegrándose y no estaba buscando más que soluciones mundanas para arreglarlo. Pero de repente me asignaron un tema como fotógrafo para dar cobertura a un pastor de la Iglesia Mars Hill, y finalmente estuve un par de semanas con el pastor Mark Driscoll, y era obvio que Dios estaba haciendo una obra y que había orquestado ese momento para que yo viniera a Cristo. Fue algo muy profundo.

Ángela: Fue justo cuando le asignaron a Thomas el trabajo de seguir al pastor Mark a donde iba, que empecé a engañarlo con otro hombre. Sentía que en realidad quería divorciarme pero no tenía la fortaleza para hacerlo. O sea, le decía mentira tras mentira tras mentira. Y él me preguntaba, «¿Me estás engañando con otro? ¿Me estás engañando con otro? Puedo perdonarte todo menos eso».

Pastor Thomas: Me reunía con el pastor Mark regularmente para resolver este asunto particular porque él sabía, claramente, que había un problema en nuestro matrimonio. Y él me estaba ayudando a superar eso. En realidad Ángela no respondió todas las veces que yo trataba de abordar el tema con ella. Y después tuve la oportunidad de ir a Irak por un mes y fui a Ángela y le dije, «Sabes que te amo. Quiero ser tu marido. Quiero tratar de salvar nuestro matrimonio, pero si tú no quieres, no puedo forzarte. Estaré en Irak un mes, y cuando regrese veremos el estado de nuestro matrimonio». Y literalmente fue tan fácil como llegar a casa y decir, «¿Al fin qué decidiste? ¿Quieres divorciarte, o no?

Ángela: Había decidido quedarme en el matrimonio y el pastor Mark nos había dado una especie de esquema, diciendo: «Pueden empezar a hacer estas cosas para salvar y mejorar su matrimonio». Incluía asistir juntos a la iglesia, orar juntos, leer unos libros. Me puse a leer uno de los libros que nos recomendó y no pude dejar de leerlo. Estaba absorbiendo lo que leía acerca del propósito de Dios para los matrimonios. Avancemos año y medio. Fui a un retiro de mujeres en Mars Hill y una de las esposas de los pastores habló del pecado sexual y sentí que Dios me estaba hablando en ese momento, que tenía que confesar mi pecado pasara lo que pasara. Tenía nueve meses de embarazo con nuestro primer hijo. Y sabía que probablemente resultaría siendo una madre soltera. Lo sabía prácticamente. Me había dicho que lo perdonaría todo menos eso.

Pastor Thomas: Entonces ella lo confesó, y no reaccioné bien cuando lo hizo. A decir verdad quería… quería lastimar a alguien. Cuando estaba sentado ahí con Mark y le contaba estas cosas, le decía, «Sí, quiero derramar sangre». Y el pastor Mark me dijo, «La sangre ya fue derramada por esto. Fue la sangre de Jesús». Eso me hizo pensar. O sea, era una hipocresía decir como cristiano, «Hay algo que no puedo perdonar», y eso era lo que sentía en ese momento. O sea, era la hora de la verdad en cuanto a mi fe.

Ángela: Llegué a casa y le solté la bomba, le conté toda la verdad, y sin embargo me sentía tan libre. Sentía como si hubiera confesado todos mis pecados y estaba tan contenta y llena del Espíritu Santo, pero todavía había mucho camino por recorrer y los altibajos del perdón, y de caminar con él en este ciclo del perdón y lo que significa en realidad, confiando en Dios a lo largo del camino sabiendo que es Su plan.

Pastor Thomas: Creo que muchas personas oirán nuestro testimonio y alguien pensará que somos únicos, que Dios hizo algo por nosotros que no haría por los demás, y pienso que eso sería un grave error. Porque en realidad el evangelio es el que nos redime. La sangre de Cristo nos redime, y en realidad es un deseo día a día de querer amara a Jesús más de lo que nos amamos a nosotros, y después ofrecer la misma clase de perdón que Dios nos da cada día. A partir de ese momento, aquel día, hemos buscado constantemente a Jesús. Mejor dicho, no hay otra manera de describirlo. Y a veces uno siente que el camino es largo y difícil, pero saben qué, es la historia de Dios para nosotros; o sea, sigue con Su plan. Y saben qué, hace apenas unos años yo era fotógrafo y de repente Dios me llamó a ser un pastor líder en Mars Hill Bellevue, y nunca había querido entrar al ministerio. Nunca suponía que Dios me llamara a hacer eso. Angie y yo somos parte de una iglesia maravillosa y gracias a Dios tenemos el privilegio de compartir nuestra historia con otros.

Nota: Esta transcripción ha sido editada para la legibilidad.