Los Diez mandamientos-10- No Codiciaras (Éxodos 20:17)

¿Qué desearía usted?

Hoy es un gran día. Terminamos los Diez Mandamientos. Llevamos dos meses y medio estudiándolos y espero que los hayan disfrutado. Y el último mandamiento es quizás el más fascinante de todos, por lo que quisiera hacer esto. Imagínense si un genio se les aparece. Sí, esta es una historia real. Imagínese si un genio se le aparece y le concede 7 deseos. Cierren los ojos y les haré las preguntas para que decidan cómo van a responderlas. ¿Listos? Bien, dos están listos, muy bien. Empecemos. Listos, cierren los ojos. Cierren los ojos y lo que les venga a la mente, lo que vean con los ojos de su mente, esa es su respuesta.

Primero, si pudieran manejar el carro de cualquier persona, ¿cuál carro sería?

Si pudieran tener la casa de cualquier persona, ¿dónde vivirían?

Si pudieran tener la habilidad de cualquier persona: mental, física, espiritual, emocional, ¿qué quisieran tener?

Cuarto, si pudieran tener el aspecto físico de cualquier persona, ¿a quién se parecerían?

Quinto, si pudieran tener las posesiones de cualquier persona, ¿qué cosas quisieran tener?

Sexto, si pudieran tener el cónyuge de cualquier persona, ¿con quién se casarían?

Séptimo, si pudieran intercambiar vidas con cualquier persona, ¿con quién lo harían?

Pueden abrir los ojos. Lo que acabamos de despertar en ustedes se llama codicia. ¿La sienten? Si contestaron cualquiera de esas preguntas, son codiciosos; y si no, son unos mentirosos. De cualquier modo, Dios tiene un problema con usted. Despertamos la codicia en usted, y la codicia es mirar algo que no nos pertenece que nos gustaría tener, creando en nosotros insatisfacción con lo que tenemos y desear algo más.

Pablo explica este fenómeno en Romanos 7 donde dice: «Volví a leer la ley», y está hablando concretamente de los Diez Mandamientos, donde estaremos hoy. Y dice: «Yo ni siquiera sabía qué era la codicia hasta que oí mencionar la codicia, y después ella despertó en mí este deseo de codiciar».

Y Pablo pregunta: « ¿Qué significa esto, que la Palabra de Dios, que la Ley de Dios es mala? Y dice: « ¡De ningún modo! La respuesta es que yo soy malo, que la Ley de Dios es buena y yo soy malo». Entonces, cuando hay pecados que ni siquiera conozco ni los he pensado, tan pronto me entero de ellos de repente me siento atraído a ellos y me invade desearlos. La ley es buena pero yo soy malo, y sin una nueva naturaleza la ley despierta en mí viejos deseos».

Ustedes acaban de experimentar eso, ¿no es cierto? Tan pronto empecé a hacerles preguntas sobre la codicia, de repente se imaginaron nuevas categorías o categorías más concretas para la codicia. Ese es nuestro tema de hoy. Estamos en los Diez Mandamientos lidiando con el décimo y último mandamiento en Éxodo 20:17.

La codicia es un deseo insatisfecho

Aquí está definida la codicia. Empecemos aquí. Permítanme definirles la codicia. Primero, habrá una definición larga, después les daré una tan corta que podrán mandarla por Twitter. La codicia es un deseo insatisfecho e impío. ¿Cuántos de ustedes acaban de sentir eso? Pasión, envidia, ansias, avaricia, celos, obsesión, anhelo, o lujuria por algo o alguien que no nos pertenece.

Una versión más corta. En resumen, la codicia es cuando no queremos lo que Dios quiere para nosotros. La definición más sencilla que puedo darles es esta: Dios dice: «Esto es lo que quiero para ti», y usted dice: «Eso no es lo que yo quiero para mí», y hay conflicto entre lo que Dios quiere para uno y lo que uno quiere. Ahí comienza la codicia. Ahí la codicia empieza a engendrar muerte.

A la luz de lo cual, consideremos juntos lo enorme que es el problema de la codicia en el mundo en que vivimos. Es muy generalizado. Es casi abrumador, y constante, y continuo. De hecho la codicia forma la base de nuestra economía entera.

A la luz de eso, escuchemos lo que Dios dice en Éxodo 20:17. Este es el décimo y último mandamiento. Dios dice esto: «No…» ¿qué? ¿Cuál es la palabra? «Codiciarás»– eso es lo que dice– «la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo». No es una lista exhaustiva, porque dice: «ni nada que sea de tu prójimo». No podemos decir: «Pues mi prójimo no tiene un buey». Pero si a usted le gusta el BMW que tiene, ahí está representado el buey. Estamos hablando de una lista de cosas que lo incluyen todo, son solo ejemplos para examinar nuestras vidas.

Y cuando usa la palabra ‘casa’, se refiere a todos sus bienes es decir, ahí están incluidas sus posesiones, quizás incluya su negocio, la casa donde vive, su propiedad vacacional, su barco. Incluye su pertenencia al club campestre, si la tiene. Si es artista, incluye su equipo, todos sus instrumentos. Si es padre de familia, incluye a sus hijos. Si es casado(a), incluye a su cónyuge. Incluye el carro que maneja, la ropa que vista, el estilo que tiene, todas sus posesiones, el entretenimiento y la tecnología que tiene a su discreción y disposición. Podría incluir sus empleados. Podría incluir la empresa que está bajo su mando. Todo lo que esté conectado a usted forma parte de su hogar.

Por lo tanto es posible codiciar todo eso. Codiciarlo. Incluye hasta su aspecto, el aspecto de su novio, de su novia, de su esposo, o de su esposa, el comportamiento y la conducta de sus propios hijos, todo eso está sujeto a su insatisfacción y a que usted empiece a codiciar a alguien que le gustaría tener, o incluso su vida y las cosas que esa persona tiene en su vida, personas en la vida de esa persona, las habilidades que tenga, y experiencias de su vida. El décimo mandamiento es muy singular. Les daré cuatro maneras en que es singular.

4 Formas en que el décimo testamento es único

1. Es interno, no externo

Primero, es interno, no es externo. Hasta este punto en los Diez Mandamientos hemos tratado principalmente con lo externo. Hay un solo Dios, Él está allá afuera. No roben cosas allá afuera. No maten a nadie allá afuera. No cometan adulterio allá afuera. Este mandamiento está enteramente aquí adentro. No es solo externo, principalmente es interno. Uno puede codiciar sin que nadie lo sepa, excepto uno mismo. Si está matando, robando, mintiendo, otros pueden testificar que usted lo hizo, pero codiciar es un pecado privado, es un pecado personal, es un pecado interno. Es algo que solo usted lo sabe. Por eso es muy pero muy singular. Y nos revela que Dios no solo ve nuestras obras y escucha nuestras palabras, Él conoce nuestros corazones. Conoce los pensamientos de nuestras mentes, conoce los deseos y los anhelos de nuestro corazón, y Dios juzga todo eso.

Y a veces escuchamos a la gente decir: «Soy muy buena persona». Y lo que están diciendo es: «Externamente no he desobedecido muchas leyes», pero en realidad Dios conoce sus corazones y sabe que en su interior han violado todas sus leyes, en principio o si no en la práctica.

2. No tiene precedentes en otros códigos morales

Segundo, también es singular porque no tiene precedentes en otros códigos morales. A veces la gente dice que el cristianismo tiene los Diez Mandamientos, y que esa es la base de la moralidad y la ley, y que otras culturas básicamente tienen el mismo cuadro y la misma estructura moral. Esto no es verdad, porque esta es una excepción particular. No encontrarán otros códigos morales que tratan de gobernar los deseos internos de la gente. De hecho, como su nombre lo define, las leyes tratan de supervisar, regular y limitar su conducta externa, no sus deseos y sus móviles internos. Por tanto, casi no tiene precedente encontrar una ley como esta.

3. Muestra la diferencia entre pecado y crimen

Tercero, nos muestra que hay una diferencia entre pecados y crímenes. El homicidio es un crimen y un pecado, ¿de acuerdo? Podemos ser arrestados e ir al infierno por eso. Codiciar es pecado, pero no es un crimen. Ningún gobierno puede aprobar leyes contra la codicia y hacerlas cumplir, ¿verdad? No pueden hacer cumplir eso. No pueden decir: «Usted es culpable de codicia. Treinta días en la cárcel». La codicia es algo que solo Dios puede juzgar, y Dios nos invita a juzgarnos nosotros mismos.

A veces la gente dice cosas como: «Usted no puede juzgarme», pero aquí el punto es juzgarse a sí mismo. Usted conoce su corazón, conoce sus deseos, conoce sus anhelos, conoce sus pasiones, conoce sus placeres, conoce sus motivos. Dios es Espíritu Santo le ayudará a juzgarse a usted mismo. Es verdad, un gobierno no puede juzgar su corazón por codiciar. De hecho, un hermano creyente no puede llegar y juzgar su corazón necesariamente por codiciar. Es algo que usted sabe y que el Espíritu Santo le revela.

4. Es la raíz de otros pecados

Cuarto, la codicia es la raíz de todos los demás pecados. Aquí Dios no se interesa solo por nuestro comportamiento, sino por nuestros deseos, porque los dos van de la mano. Jesús lo dice así: «Un árbol bueno produce buen fruto y un árbol malo produce mal fruto». Y el punto es que los buenos deseos producen buenas acciones, y los malos deseos producen las malas acciones, y si solo trata de cambiar su conducta, no les ayudará a las personas y no verá un cambio en ellos. Está lidiando con una modificación de comportamiento y no con la salvación. Está instando a la gente a ser moral y no a nacer de nuevo.

Pero resulta que nuestros pecados empiezan en nuestro corazón. Por eso dice Proverbios: «Guarda tu corazón, porque de él brotan los manantiales de la vida». Como agua que brota de un manantial, así la vida brota de nuestro corazón. Jesús dice que de nuestro corazón salen nuestros deseos, nuestras palabras, y que todo eso sale de nuestro corazón.

Y algunos de ustedes ya han tratado de controlar ciertos comportamientos, ciertas adicciones, ciertas compulsiones, ciertos anhelos, ciertos fracasos. Tratarán de manejarlos, pero en realidad Dios necesita hacer su obra en el corazón, en la esencia de su ser. Cuando la Biblia habla del corazón, no se refiere al órgano físico, sino al centro de la persona. Usamos este lenguaje para decir cosas como: Es hora de llegar al corazón de la materia, o cuando hablamos de llegar a la esencia, de llegar a la fuente. La Biblia usa la palabra corazón unas 900 veces en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento. Y aquí el asunto de la codicia, en realidad es un deseo del corazón. Es un asunto externo que conduce a una acción externa.

Esta es idea principal: Si supera los problemas del corazón, superará los problemas de la conducta, Si supera el problema de la codicia, y terminará resolviendo muchos otros problemas.

Todo empieza con Codiciar

El primer mandamiento, repasemos la serie brevemente. El primer mandamiento dice que hay un solo Dios, ¿no es así? Dios está en autoridad, pero si usted codicia la autoridad de Dios pecará por querer ser el Señor Soberano, la autoridad máxima en su propia vida. La gente que pelea contra la voluntad de Dios y su Palabra y sus caminos, en realidad codician su posición, y eso los hace violar el primer mandamiento.

El segundo mandamiento dice que adoramos solo a ese Dios. Eso significa que toda la gloria le pertenece a Dios. Lo que ocurre es que en nuestros corazones también llegamos a codiciar la gloria. Queremos que nuestro nombre sea grande. Queremos que la gente nos conozca. Queremos que la gente nos dé gracias por lo que hacemos. Queremos que la gente nos tema, que nos honre, o que nos paguen, o que nos den las gracias, o que se regocijen en nosotros, que nos acojan, o al menos que nos respeten y nos honren. Y al hacerlo, somos culpables de violar el segundo mandamiento, porque de repente estamos diciendo: «Mi meta principal no es glorificar a Dios y engrandecer su nombre. Mi meta principal es glorificar mi propio nombre y engrandecerme a mí mismo». Y eso empieza con codiciar la gloria que solo le pertenece al Señor.

Les daré otro ejemplo de otro mandamiento. El séptimo mandamiento dice: “No cometerás adulterio”. Antes de que exista el adulterio allá afuera, existe aquí adentro. Si usted no codicia a alguien con quien no debe acostarse, no cometerá adulterio con esa persona. ¿Ven la correlación? Uno termina cometiendo adulterio cuando empieza a codiciar. Ven, codiciamos en nuestro corazón y adulteramos con las manos. Si superamos el problema de la codicia en nuestro corazón, superaremos el problema de adulterar con las manos.

Muchos de nuestros pecados empiezan con la codicia. Les daré otro ejemplo. El octavo mandamiento dice: «No hurtarás». ¿Dónde empieza el hurto? El hurto empieza con la codicia. Uno dice: «Cómo quisiera tener eso, me lo voy a robar». Empieza con codiciar, anhelar, desear a alguien o algo que no nos pertenece, pero nos obsesionamos a tal punto que estamos dispuestos a hacer casi cualquier cosa por conseguirlo. Por tanto es causa y efecto.

Y algunos se preguntarán: « ¿Por qué dejó Dios que el mandamiento sobre la codicia fuera el último? Porque a fin de cuentas revela el corazón del asunto. Si somos conscientes de nuestra tendencia a codiciar, reorganizamos nuestros corazones, y eso a su vez reorienta nuestra vida y nos ayuda a guardar los primeros 9 mandamientos si obedecemos el décimo mandamiento. ¿Ven eso? Quiero que vean eso.

Prácticamente esto significa que en la crianza de niños no estamos pendientes solo de su comportamiento moral sino en los nuevos deseos a través de Jesús. Cuando ayudamos a alguien que tiene problemas en la vida, no tratamos solo de instarles a tener mejores costumbres que produzcan nuevos comportamientos. Lo primero que necesitan son nuevos deseos. Solamente Jesús puede dar nuevos deseos. En síntesis, esa es la codicia.

Escucha la advertencia de tu Padre

Ahora permítanme decirles, cuando Dios nos dice que no codiciemos, quiero que entiendan quién es Dios. Lo he resaltado en todos los Diez Mandamientos, pero quiero repasarlo: Dios es un Padre amoroso, perfecto, misericordioso, atento. Y si solamente recibimos las leyes sin conocer al Dador de las leyes, no tendrán ningún sentido.

Esto será controversial, pero no me parece que presentarles los Diez Mandamientos a los no cristianos les ayude mucho a menos que también les hablemos de Jesús, porque los Diez Mandamientos no tienen ningún sentido a menos que conozcamos a Dios y lo que hace. Terminamos solo con la moralidad, y hay personas morales que irán al infierno porque no somos salvos por nuestras propias obras somos salvos por las buenas obras de Jesús. No somos salvos por cumplir la ley, somos salvos porque Jesús cumplió la ley.

Dicho lo cual, les daré un ejemplo. Como saben, tengo cinco hijos: tres niños y dos niñas. Digamos que quiero que los niños hagan algo y les doy una lista, digamos, de quehaceres y la pego al refrigerador. Si les digo: «Hijos, les escribe su papá. Necesito que hagan esto», mis hijos lo leerían y dirían: Mi papá me ama. Sé que me cuida. Tiene una relación conmigo. Y cuando mi papá me pide que haga algo, eso es importante para mí, para la familia. Es importante para mi papá, por lo tanto debo hacerlo».

Eso es muy distinto si les llegara una carta anónima en el correo de parte de algún desconocido, con una lista de los mismos quehaceres. ¿Saben qué harían mis niños? Cualquier cosa menos hacer lo que dice la lista. Eso es lo que harían mis hijos. Dirían: «Aquí no hay relación. No hay autoridad paterna. No hay afecto. ¿Por qué vamos a obedecer una lista de reglas de alguien que ni siquiera conocemos?

Pero cuando se trata de nuestro padre, es diferente, y es diferente cuando ese padre nos ama mucho y cuando ha invertido en nosotros, y cuando nos ha mostrado afecto. Cuando nuestro padre nos da una lista de: «Has esto, no hagas aquello», la recibimos como instrucciones amorosas y sabias. Al menos deberíamos hacerlo si somos hijos que caminan en sabiduría.

Y cuando se trata de los Diez Mandamientos, cuando Él dice que son leyes, porque están en esa categoría, usa el mismo lenguaje de Proverbios donde un Padre dice a sus hijos: «Escucha la instrucción de tu Padre. Escucha la advertencia de tu Padre. Recibe la sabiduría de tu Padre». Habla así. Habla así.

Algunos de ustedes se van a enojar porque detestan las leyes. Es más fácil entender la verdadera gracia detrás de las leyes cuando entendemos el corazón del Padre que las dio. Y cuando el Padre nos da leyes, son para nuestro bien y para nuestro florecimiento, y si creemos en eso nuestras vidas mejorarán.

Otra manera de decirlo es como cuando el Padre dice: «Has esto, no hagas aquello», lo que está diciendo es: «No te hagas daño. No te hagas daño». Tengo cinco niños y les doy… no tengo muchas reglas, pero mis reglas más que todo tienen que ver con: «No te hagas daño y no hagas daño a otros. Esto se trata del florecimiento de la vida. Se trata de tener una vida mejor y mejorar la vida de las personas más allegadas a nosotros.

Y la Biblia recoge este concepto de Dios como Padre que da leyes y reglas a todos sus hijos, y amor, y habla de los mandamientos, y concluye con el décimo mandamiento de no codiciar. Y a partir de eso la Biblia vuelve a abordar el tema de la codicia y nos enseña de qué maneras nos hacemos daño a nosotros mismos y a los demás al violar este mandamiento. Y quisiera mirar detenidamente algunas de esas maneras con ustedes.

Rompiendo el corazón del Padre

La primera es que la codicia le duele a Dios. Cuando rompemos sus leyes, no solo rompemos las leyes del Padre, estamos rompiendo el corazón del Padre. Supongamos que les digo a mis hijos: «No hagan eso. Van a lastimarse o van a lastimar a otros», y ellos van y lo hacen. Acaban de violar la ley, me han contristado porque soy su padre. Por tanto las leyes son una extensión del Padre. Son una expresión del Padre, y violar las leyes es contristar al Padre.

¿Cuántos padres aquí saben exactamente de qué estoy hablando? Les dan a sus hijos una regla, una ley para su bien y protección, ellos la violan causándole dolor emocional a usted, porque es un problema personal, porque su afecto por ellos y la violación de la ley es una falta de respeto para usted.

1 Timoteo 6:17, Pablo dice esto: « A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos».

No puedo abordar todo esto. Algunos son ricos, algunos son pobres. La Biblia nunca favorece a uno por encima del otro necesariamente. Dice que los ricos que aman al Señor deben ser generosos con los pobres, sobre todo con los pobres que aman al Señor. La Biblia en ninguna manera indica que las riquezas sean señal de bendición o que la pobreza sea señal de bendición. Hay ricos en la Biblia que aman al Señor. Hay pobres en la Biblia que aman al Señor.

Pero la advertencia aquí es para que los ricos no sean arrogantes y orgullosos, que no confíen en sus riquezas y en su caudal, y en sus posesiones y comodidades que estas les proporcionan; que podrían perderlas todas mañana, y cuanto menos el día que mueran, no se las llevarán consigo; que finalmente las cosas que más importan no son las cosas, sino la gente. Por eso dice: «Dios, el cual nos da todas abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos». Quiero que capten eso.

Muchos de ustedes no tienen un concepto paterno de Dios. ¿Cuántos de ustedes son padres y madres, y cuando dan un regalo a su hijo, les da mucho gozo verlo disfrutar el regalo que le dio, ¿verdad? ¿No les encanta el día de su cumpleaños o en Navidad cuando le han preparado un gran regalo? Y se sienten emocionados al dárselo, y quieren verlo cuando lo abre, y quieren ver su rostro, y quieren que lo disfrute, y sienten gozo en su corazón porque están ayudándole a tener gozo al darle algo que disfrutar.

Dios es así como Padre. Dios es un Padre generoso. Dios es un Padre a quien le gusta dar regalos. Dios es un Padre que da buenos regalos, no solo para nuestra supervivencia sino para que los disfrutemos, lo cual significa que a veces Dios consiente a sus hijos. Yo siempre les digo a mis hijos: «Voy a consentirlos, pero no se porten así». ¿Saben cuál es la diferencia? A veces los padres nos dicen: «No voy a consentir a mis hijos». ¿Por qué no, verdad? Estoy adorando a un Dios que suple abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. Dios parece ser un Padre que a veces consiente a sus hijos. Lo importante es que no se porten como hijos consentidos.

Aquí, si son altaneros, maleducados, mocosos– y podrían ser hombres de 50 años, verdad– que cifran sus esperanzas en cosas y dicen: «Mi vida será mejor con esto, y ahora esto es lo más importante en mi vida», o «esto puede reemplazar a mi Padre. No, no hay un regalo como ese. Dios es un Padre a quien le gusta consentir a sus hijos. Pero no quiere que sus hijos se porten como tal, quiere que disfruten lo que Él les da abundantemente.

¿Cuántos de ustedes son padres, o quizás hicieron esto cuando eran niños, alguien los amó. Digamos que fue su padre o su madre. El día de su cumpleaños, o en Navidad, o un día feriado o lo que sea, le compraron algo que fue una expresión de su amor por ustedes, de su devoción y afecto por ustedes. Se lo dieron, usted lo abrió, y haciendo una mueca dice: «Sí, en realidad eso no era lo que yo quería». ¿Alguna vez han ido a una fiesta de cumpleaños como esa con un niño así? ¿Alguna vez han visto a un niño como ese? Dicen: «Sí», y toman otro regalo esperando que sea mejor que el otro.

Rompemos el corazón de Dios cuando él nos da algo para disfrutarlo y como niños consentidos decimos: «No era lo que yo quería», eso es exactamente lo que pasa cuando hay codicia. La codicia nos hace desear algo que no es lo que el Padre ha elegido darnos como regalo. Eso es todo. Ese es el corazón de la codicia. De ahí viene.

El camión rojo

Permítanme decirles también, volviendo a este ejemplo de los niños, porque en realidad esto empieza cuando somos pequeños. ¿Cuántos de ustedes han visto niños jugando juntos, digamos en un cuarto de juguetes en la casa de alguien? Dos niños pequeños, uno tiene una camión rojo y hay como mil juguetes en el cuarto. ¿Y qué quiere el otro niño? El camión rojo, ¿no es cierto? El camión rojo.

Ahora los padres deben tomar una decisión muy importante. ¿Voy a incentivar su codicia? Y los padres incentivan la codicia al decir cosas como: «Espera tu turno y te daré el camión rojo», o sea: «Está bien que codicies, pero al menos hazlo con paciencia», y esa no es una virtud, ¿verdad? A veces dicen: «Te traeré un camión rojo. Fomentaré a tu codicia.

Te daré un camión azul. El camión azul es mucho mejor. Deberías codiciar algo más grande». Están fomentando una codicia aún más grande. «Oh, crees que el camión rojo… tengo un camión mejor. El camión rojo es pequeño; el camión azul es grande. Toma, aquí tienes el camión azul. Es mejor». Ni siquiera han afrontado el problema de la codicia; la han fomentado, le han dado pábulo, la han aumentado.

¿Y si dice: «Buscaré por aquí y te apuesto a que encuentro un camión rojo»? Son maneras en que entrenamos a nuestros hijos a codiciar, y es un ciclo difícil de romper cuando crecen y consiguen su propia tarjeta de crédito. Les han inculcado eso, ¿verdad? «Enseña al niño el camino en que debe andar y aun cuando sea viejo no se apartará de él». Lo mismo pasa con la mala crianza de niños. Los están poniendo sobre una trayectoria, sobre un derrotero de vida, sobre un rumbo que los hará pensar que eso es normativo.

¿Cuántos de ustedes han intentado esto? ¿Cuántos de ustedes fueron y le consiguieron un camión rojo a su hijo y se lo dieron? ¿Qué hacen con el camión rojo? Ya no quieren jugar con él. ¿Por qué? Porque el problema no era el camión. El problema eran los deseos de su corazón.

Una buena crianza de niños implica decirles: « ¿Por qué no te alegras de que el otro niño lo está disfrutando? ¿Por qué no estás satisfecho con lo que tienes?». Ven, así es la crianza bíblica de los niños.

Y para algunos de nosotros, esto continúa toda la vida. De repente, ya no es el camioncito rojo, sino el carro rojo, o la mujer que maneja el carro rojo, o el hombre que maneja el carro rojo, o la casa con los muebles rojos, sencillamente es algo que se vuelve más costoso y complicado el resto de nuestras vidas, y en realidad nos estamos portando como niños malcriados.

No tenga favoritos

Otra cosa práctica que me gustaría decir a los padres es que no tengan favoritos. Cosas malas suceden cuando tenemos favoritos. Hay ejemplos en Génesis, el libro anterior a este en la Biblia, donde cosas malas suceden cuando los padres tienen favoritos.

Por tanto, como regla general, si sale a comprar helado para un niño– tengo cinco niños– sería muy malo si trajera a casa un solo cono de helado, ¿amén? Usted diría: «Es cierto, no sería muy bueno». O sea: «Oigan, ¡traje helado! Solo para uno de ustedes. Y los otro cuatro pueden mirar». Estoy creando una situación de codicia, ¿no es cierto? Por eso, padres, como regla general debemos ser generosos con todos nuestros hijos.

Pero a veces compramos un regalo para un niño y no para todos los niños, y esas son oportunidades para que el otro niño controle su codicia.

Les daré un ejemplo. Estuve en Nashville enseñando hace poco. Me fui después de enseñar en un evento, e iba por el aeropuerto cuando noté una tienda que nunca había visto ahí donde vendían equipo militar para niños. Tengo un hijo de 7 años que está un poco obsesionado con el equipo militar ahora. Desde que…no debería decirlo, pero desde que aprendió a disparar una escopeta calibre .22. En realidad tiene buena puntería, y ahora colecciona equipo militar. Tiene gorritos y mochilas militares, y está muy entusiasmado con lo militar.

E Iba caminando cuando vi unas chamarras militares para niños confeccionadas por la misma compañía que contratan las Fuerzas Armadas para las chamarras de uso militar. Y tiene las insignias de verdad como los de Black Hawk, y de los SEAL, las verdaderas insignias que ponen en las chamarras de uso militar. Y pensé: «Pues claro». Hasta tenían plaquitas de identificación.

Entonces oré y me pareció que el Espíritu Santo dijo: «Definitivamente necesitas comprarle una de esas a tu hijo». Entonces entré a comprarle una, y se me ocurrió: «No tengo regalo para todos mis cinco hijos. Busqué por todo el centro comercial, y pensé: «No hay nada más aquí que les guste. Sería una pérdida de dinero y nada podría compararse con esta maravillosa chamarra verde de invierno para guerreros que mi hijo se pondría hasta para dormir con ella.
Entonces decidí: « ¿Sabes qué? Voy a llevar la chamarra a la casa, y no tengo regalos para los otros niños». Y fue muy interesante porque pensé: «Será un pequeño estudio de caso para ver qué pasa».

Entonces entré por la puerta y dije: «¡Gideon!». Todos los niños llegan y me abrazan. A Grace siempre le doy el primer beso. Y Gideon estaba ahí. Y le dije: «Gideon, papá encontró algo para ti en el aeropuerto». Me dijo: « ¿En serio?». Y le mostré la chamarra, y digamos que le gustó. Digamos que le gustó, ¿de acuerdo?

Y miré el rostro de los otros niños. Di un paso atrás y todos estaban sonriendo, y dijeron: « ¡Gideon, está padrísima esa chamarra!». Y ninguno de los niños preguntó: « ¿Qué me compraste a mí?».

Fue una ocasión en la que no pecaron, por eso la estoy usando como ilustración, ¿está bien? Pero en ese momento fueron capaces de ver que era algo que Gideon iba a disfrutar mucho, y se regocijaron en su gozo.

La codicia no permite eso y le rompe el corazón al Padre. Le Padre dice: «Hombre, ¿no puedo darle un regalo a uno de mis hijos sin que los otros se pongan bravos? Ese es el corazón paterno de Dios, y cuando codiciamos no solo quebramos sus leyes, herimos su corazón.

No para castigar sino para proteger

Y les diré esto también. Cuando Dios no le da a usted algo, no es para castigarlo, sino para protegerlo. «¡Dios, quiero eso!». Y Él dice: «Lo sé, por eso no puedo dártelo. Tienes que estar listo para recibirlo. No es que no quiera dártelo, es que no estás listo».

Mi hija de 16 años está manejando. Cuando nos pusimos a buscarle un carro. A mi hijo de 7 años que también le gustan los carros, y también a mi hijo de 11 años y a mi hijo de 14 años, y he aprendido mucho sobre los Bugatti Veyrons. Mis hijos se la pasan viendo Top Gear. Es el carro más rápido de todos los tiempos. Pues, tendrán que conseguir trabajo.

Saben, o sea que tuvimos esa clase de conversaciones. Y mi hijo de 7 años dice: «¿Puedes regalarme un carro? La respuesta fue: «No en este momento, y no es porque no te amo. Es porque te amo. No estás listo. Quizás un día de estos, cuando estés listo hablaremos de comprarte uno».

No nos consideramos niños, pero Dios sí. Nos consideramos adultos. O sea, «yo tengo una gran barba, soy un hombre maduro». Dios dice: «En realidad yo soy eterno. Tú eres solo un chiquillo. Y piensas estar listo para ciertas cosas, y sé que no estás listo; y cuando te digo que no, no es para castigarte sino para protegerte».

¿Cuántos de ustedes recuerdan que en su vida codiciaron ciertas cosas, anhelaban tener personas, experiencias, posesiones, oportunidades que nunca consiguieron, y ahora en retrospectiva Dicen: «En realidad estuvo bien que no conseguí eso. No estaba listo para eso. Me hubiera destruido». El Padre sabe lo mejor. Y a veces la respuesta es ‘no’, y a veces la respuesta es más tarde’, y está esperando que tengamos la madurez suficiente para darnos ese don o regalo en particular, sea lo que sea. Por tanto, codiciar hiere a Dios.

Codiciar nos hiere

Segundo, codiciar nos hiere a nosotros. Lucas 12:15: «Y les dijo: Estad atentos y guardaos de toda forma de» ¿cuál es la palabra? Avaricia. Vuelve al décimo mandamiento. Dice: « ¿Saben qué? Necesitan ponerle ojo a esto». ¿Saben lo que significa guardarse de algo? Cuando hay un destacamento de seguridad, vigilan las 24 horas del día, ¿no es cierto? No existe la seguridad de 9 a 5, porque los criminales salen a las 5:05. Así es, si en realidad quiere vigilar algo valioso, necesita seguridad continua para vigilarlo.

Es lo que Jesús está diciendo. Sus deseos, sus anhelos, su corazón, su codicia, necesitará ponerse en guardia las 24 horas del día, 7 días a la semana, 365 días al año. «Porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes». Ni siquiera creemos eso. Creemos que Jesús aquí está hablando puras peculiaridades, cosas raras como el Zen o las galletas de fortuna, ¿cierto? «Su vida no consiste en sus bienes, Oh, saltamontes, qué perspicacia». O sea, ¿ya puedo comerme la galleta? Es una frasecita interesante que incluyeron ahí. Por lo general esa es la impresión que nos llevamos, o sea: «Qué locura».

No, Jesús sabe exactamente de qué está hablando y conecta los deseos del corazón con las posesiones de la vida. No solo es que de la abundancia del corazón hable la boca, sino que de la abundancia del corazón gasta la billetera. Él dice: «Su vida entera no consiste en sus posesiones. La vida de una persona no consiste en la abundancia de sus posesiones».

El consumismo y el consumo conspicuo

Aquí Jesús anticipaba algo que los sociólogos hoy llamarían el consumismo. El consumismo es su propia religión. El consumismo basa la identidad en las posesiones. Usted es lo que maneja. Usted es lo que viste. Usted es lo que come. Usted es lo que bebe. Usted es donde vive. Usted es con quién sale. Usted es con quién se casa. Esas cosas son para glorificarlo a usted. Es un problema de adoración. Se supone que esas cosas muestren lo grandes que somos y todo lo que hemos logrado, y el valor innato que poseemos.

Los sociólogos también hablan de algo llamado consumo conspicuo. Es cuando gastamos dinero en cosas innecesarias solo para declarar quiénes somos. Por eso es que a veces la gente gasta grandes sumas de dinero en cosas que ni siquiera necesita, que ni siquiera usa. Usted dice: «Qué derroche de dinero. ¿Por qué hacen eso?». Para decirle a todos lo ricos que son, que pueden derrochar dinero comprando cosas que ni siquiera necesitan ni usan. Que así de exitosos son.

Y esto ¿conduce a qué? A la publicidad y a la mercadotecnia. Y mi título universitario fue en comunicaciones. No pienso que toda la publicidad y la mercadotecnia sean malas, pero nuestros corazones son malos. Pero la publicidad y la mercadotecnia existen para crear la codicia. Existen para crear deseos en nosotros que no existían antes.

Falso o verdadero: ¿Si vemos un comercial de pizza o de hamburguesas inmediatamente pensamos solamente en pizzas y hamburguesas hasta que nos comamos una pizza o una hamburguesa? ¿Falso o verdadero? Uno piensa: «Yo no pienso en hamburguesas todo el día, y ahora no pienso en nada más que en hamburguesas. Necesito una hamburguesa. Si no me como una hamburguesa, seguiré pensando en hamburguesas». De repente se vuelve un deseo insaciable. ¿Por eso es que las hamburgueserías están abiertas cuántas horas? 24 horas al día, lo cual es una locura si lo piensan. Son las 3:17 de la madrugada, ¡es hora de comer hamburguesas! ¿En serio?

En el mundo en que vivimos, la gente se la pasa codiciando, y ahora tenemos que estar disponibles para satisfacer esa demanda constantemente y a toda hora. Esa es la economía en que vivimos.

Todo lo que está en la vitrina

Aquí tienen una ilustración descomunal. Seguramente han ido a Woolworth´s Era uno de los primeros grandes almacenes. Antes de eso, ¿algunos de ustedes de niños vieron La Familia Ingalls o los Pioneros? Está bien. El Espíritu Santo me dijo que no dijera eso, pero iba a ser muy chistoso.

De todas maneras, ¿recuerdan la tienda en el pueblo? ¿Quién era la rubia malvada? Nellie, sí, la rubia malvada. Nellie es la palabra griega para demonio. ¿Recuerdan que la familia de Nellie tenía una tienda? Su madre era horrible también. Y su padre era un facilitador codependiente. Necesitaba escuchar mis sermones sobre el liderazgo. De todas maneras, ¿recuerdan los dueños de la tienda en el pueblo? Digamos que los Ingalls iban a comprar algo y el papá de Nellie trabajaba detrás del mostrador. Y si querían algo le decían, y después a dónde iba a buscarlo? Atrás, al almacén, ¿verdad? Porque la mayoría de los productos no se mostraban en la tienda, estaban en el almacén. Por eso tenían que saber lo que querían. Si iban a la tienda a comprar eso, y se lo decían al vendedor, el vendedor iba atrás, al almacén.

Lo que pasó en Woolworth´s fue que pusieron todo en la tienda. Vitrinas iluminadas. De repente podían ver todo lo que podían comprar. Esto despierta la codicia en la gente. De repente pensamos: «Nunca vi nada así. ¿Qué es eso? Necesito uno de esos. Oh, nunca pensé… caray, definitivamente voy a comprar uno de esos».

¿Cuántos de ustedes van al centro comercial a matar tiempo? Caminan alrededor de las vitrinas codiciando todo el día. Y dicen: «Huy, mira eso. No sabía que hicieran eso. Ahora no puedo vivir sin eso. Necesito comprar dos por si uno se quiebra». ¿Y a cuántos de ustedes incluso se les hace difícil ir siquiera a uno de los mega almacenes? Le dan un carrito del tamaño de una camioneta, casi, en la mayoría de los países. Uno lo empuja por todas partes, ¿verdad? Y piensa: «Sí cabe, sí cabe, sí cabe. Oh, mira eso. Nunca me lo imaginé. Nunca pensé que hubiera tal cosa. Nunca pensé que tuvieran eso. Oh, ese está bueno. Tengo uno de esos, pero aquel es mejor. El mío todavía funciona, pero lo botaré y me compraré ese».

La abundancia de posesiones

De pronto, sale empujando el carrito y piensa: «¿Qué hice?». Codició todo el día y le dieron un carrito suficientemente grande, pero no importa porque le darán un descuento. La mentira siempre es: A la venta. Está a la venta.

Y no lo pensamos, pero así es el mundo en que vivimos. Pensamos: «No, Jesús, en realidad estás equivocado. La vida sí consiste en la abundancia de nuestras posesiones». ¿Es pecado tener un espacio de almacenaje? No, ¿pero la mayoría de las personas lo necesitan? No, pero la casa está llena, el garaje está lleno–hablando de mi casa–los closet están llenos, y de repente pensamos: «Necesitamos un espacio de almacenaje», ¿por qué? Porque la vida consiste en la abundancia de nuestras posesiones. Jesús dice: «Guarda tu corazón 24 horas al día, 7 días a la semana». Tienen que poner a este soldado de servicio, porque si no van a destruirse ustedes mismos. Conduce al acaparamiento, conduce al hurto, conduce a la mala mayordomía, conduce a–¿falso o verdadero? Al endeudamiento.

Algunos dirán: «Tengo un problema de deudas». No, en realidad tiene un problema de codicia en su corazón que conduce a un problema de deudas con su cuenta. Es un problema de codicia que lo tiene en esa posición. Porque el Padre le ha dado recursos y usted está gastando más de lo debido, lo cual significa que usted quiere cosas para sí mismo que el Padre no quiere para usted. Esa es la codicia.

Y elegimos funcionarios que aumentan nuestro límite de endeudamiento mientras nosotros aumentamos nuestro límite de endeudamiento, y todos postergan lo inevitable hasta algún día. Y Jesús dice: «Hombre, si guardaran su corazón, si creyeran que su vida no consiste en la abundancia de sus posesiones, dejarían de hacerse daño». dejarían de perjudicarse.

Les mostraré unos anuncios rápidamente. Véanlos.

[Anuncio 1] La clave para una vida extraordinaria es literalmente una clave. De repente uno piensa: «Caray, ya tengo carro, pero vea ese carro. Le apuesto a que los calentadores de las sillas son tan calientes que pueden tostar magdalenas». ¿Cuántos al mirar eso se dan cuenta: «Sí, quizás necesite un carro nuevo»?

[Anuncio 2] Antes de decir ‘acepto’, muéstrenles a todos que él lo hizo, ¿verdad, damas? Compren un anillo para mostrarles a todos que deben codiciar lo que tienen y al hombre que ustedes tienen. Ven, así es el consumo conspicuo.

-[Anuncio 3]_ ¿Qué tal este? El denuedo desconoce sueños de tener una cocina mediocre. Así es, y de repente pensamos: « ¿Tengo una cocina mediocre?». La respuesta para los solteros es sí, tienen una cocina mediocre. Y pensamos: « ¿Qué es una cocina mediocre? ¿De qué tamaño es mi garaje, y mis mostradores? ¿Y es pecado tener cosas bonitas?». No, no lo es, pero es pecado codiciar. Y uno piensa: «Sí, yo nunca tuve un… ¿esto es un fregadero? ¿Eso es un robot? ¿Eso es un extraterrestre? ¿Qué maravilla. Ustedes lo saben, pero voy a mostrarles esto. ¿Saben lo que hace este fregadero? ¿Saben lo que hace? Vierte agua. ¿Saben lo que un fregadero más barato hace? Adivinen, les daré un par de opciones. también vierte agua. Si miramos este grifo, técnicamente no hace nada distinto. Solo lo hace de una manera más atractiva, para que cuando vengan sus amigos usted les diga: « ¿Quieren agua?». «Sí, quiero. Huy, qué maravilla. Es distinto a mi agua. Mi agua hace aquí así, pero la suya hace esto [Retorciendo el brazo]. Qué maravilla. Necesito comprarme un fregadero como ese. Ahora sé lo que es una cocina mediocre».

[Anuncio 4] ¿No es cierto? ¿Qué tal este? Te toca a ti. Es un barco grande y bonito. Es un barco lindo, ¿verdad? Algunos de ustedes dirán: ¿Qué están diciendo?». Están diciendo que si usted tiene un barco como ese debería donarlo a Mars Hill para librarse de amar las posesiones. Plantaremos una iglesia Mars Hill en las Bahamas. En serio, ¿cuántos de ustedes nunca pensaron en tener un barco hasta que vieron este barco? De repente pensaron: «Un barco, necesito pensar en un barco».

No tiene nada de malo tener posesiones bonitas, pero como dijo Jesús, cuando ciframos las esperanzas en ellas, o cuando nuestra identidad depende de ellas de repente pensamos: «No me alcanza la plata para eso, pero encontraré la manera de conseguirlo y me saldré de deudas o quizás reorganice mi vida y deje de ser generoso, y deje de dar el diezmo a Dios, y no tendré compasión de los pobres», ¿y para qué? Para conseguir lo que codicio.

¿Pero es falso o verdadero? Tan pronto lo consigue, pronto se aburre con él. Se vuelve como el niño con el camioncito rojo. Y dice: «Lo quería hasta que logré conseguirlo».

La codicia lastima a aquellos que amamos

La codicia lastima a nuestros seres queridos. ¿Están listos? Respiren profundo. Santiago, el hermano de Jesús. Santiago 4:1-2: « ¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre vosotros?». ¿Alguna vez han tenido tensiones en sus relaciones, querellas, o conflictos con alguien? Pensamos: « ¿Cuál es la causa?». Por lo general la respuesta es: «Obviamente es culpa del otro. Sí, tengo un problema y el otro es el causante».

Santiago dice algo muy interesante. « ¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre vosotros? ¿No vienen de vuestras pasiones que combaten en vuestros miembros?». Es el corazón. «Codiciáis y no tenéis». Quieren algo y Dios les dice que no. «Por eso cometéis homicidio». Matan a alguien, se ponen violentos, se ponen furiosos. «Sois», ¿cuál es la palabra? Envidiosos. Volvemos al décimo mandamiento. «Y no podéis obtener, por eso combatís y hacéis guerra. No tenéis, porque no pedís».

La codicia lastima a los que amamos. Frecuentemente codiciamos a las personas que conocemos. Vivimos en un día en que podemos ver la vida de los famosos, y la retórica sensacionalista y los chismes. Y todo eso es para que codiciemos. «Oh, fulana rebajó de peso. Oh, se ve hermosa después de tener el bebé. Oh, se mudaron de casa. Oh, compraron esta ropa. Oh, ese es el carro que manejan. Oh, viven en esa casa. Oh, van de vacaciones a tal lugar». Nos muestran las vidas de las personas famosas para incitarnos a la codicia.

Y a veces, muchas veces, la codicia está lejos con las personas que no conocemos, sino cerca con las que conocemos. « ¿Oíste que le dieron un aumento?». «¿Qué?» «Lo ascendieron». « ¿De veras?». «Se casaron». « ¿Con quién? ¿Con ese? Mi amigo no se merece alguien así. ¿Cómo así que compró casa? ¿Cómo así que manda a sus hijos a una escuela privada?».

De repente, vemos un atisbo de la vida de algún conocido y nos volvemos muy celosos ¿No es cierto? Y queremos lo que ellos quieren. Queremos lo que ellos tienen. Si no lo conseguimos, peleamos con ellos. Nos enojamos con ellos. Lo tomamos a pecho contra ellos

Esta es mi pregunta. ¿De quién están celosos? Sean honestos. No es solo lo que codiciamos sino ¿de quién estamos celosos? ¿De quién están celosos? Segundo, ¿cómo está su relación con esa persona? ¿Es capaz de tener una relación buena y cariñosa con alguien si codicia lo que tiene y tiene celos de esa persona? ¿Sí o no? No, porque si algo bueno les pasa, nos molestamos.

Y a veces lo hacemos en público. Les decimos lo que pensamos. A veces lo hacemos en privado. Cosas como la crítica, el chisme, las mentiras, la condenación. A veces hasta juzgamos sus intenciones. «Compró casa nueva, pero ¿saben por qué compró casa nueva? Compró casa nueva porque…» y nos ponemos a cuestionar sus móviles y su carácter.

La Biblia dice que nos gocemos con los que ¿qué? Se gozan, y que lloremos con los que lloran. La codicia no permite que nos gocemos con los que se gozan. « ¡Estamos esperando un hijo!». «No me digas. Seguimos siendo estériles». «Sí, qué bueno que me lo digas. ¿Sabes cuánto me lastima eso?» «Huy, ¿no puedes alegrarte por mí? ¡Estamos comprometidos! ¿En serio? Pues sigo siendo soltero, pero me alegra que te esté yendo tan bien, pero algunos de nosotros la pasamos muy duro». « ¡A mi esposo le dieron un aumento! ¡A mi esposa la ascendieron!». «No me digas. A nosotros nos acaban de despedir».

¿Cuántos de ustedes ni siquiera pueden compartir buenas noticias con ciertos amigos porque las buenas noticias para ellos son malas? No pueden contarles. Lo que menos quieren oír es, «Alabado sea Dios, nos dieron la herencia» o « ¿Sabes qué? Dios nos dio un carro». Lo que menos queremos que sepan es cuando venimos en el carro manejando y pensamos: «Espero que no digan nada». «Oh, ¿dónde compraste eso? ¿Cuánto pagaste? ¿Cómo hiciste eso?». Gócense con los que se gozan. Es un gran problema, ¿verdad? Lastima a nuestros seres queridos.

El problema es entre usted y Dios

Si usted es celoso y codicia a otra persona, el problema no es entre usted y esa persona, el problema es entre usted y Dios. Eso es lo que Él dice. «No tenéis, porque no pedís». Si papá le da un regalo a un niño y el otro niño odia a ese niño porque también quiere algo, y papá dice: «No vayas a pegarle a tu hermana, pídele a tu Padre», porque el Padre es el que da los regalos. Y quizás el Padre no le dio ese regalo a usted por su mala actitud.

No sé qué piensan ustedes, pero como padre no tiendo a bendecir abundantemente a niños malcriados, desagradecidos. Tiendo a recompensar el buen comportamiento. Esto no es teología de la prosperidad. Es teología de la generosidad, que Dios es un Padre que vive para dar buenos dones a sus hijos, Es exactamente lo que Jesús dice. Pero si uno dice: «Hombre, ¿por qué no tengo lo que ellos tienen?» Quizás sea por su actitud. Quizás por su actitud, y quizás no está pidiendo. «Padre, me regocijo por el don que les diste y te pido que me lo des a mí también. Y si no me lo das, sé que eres un Padre bueno, quizás no estoy listo para recibirlo, o quizás no sea bueno para mí, o quizás sea para el futuro, o quizás nunca. Pero Papá, confío en ti, y voy a decirte lo que quiero y desde luego puedes contestarme como tú quieras». Todo eso es muy paterno. La codicia lastima a los que podríamos amar.

Es de más bendición dar que recibir

Hechos 20:35: «En todo os mostré que así, trabajando, debéis ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es», ¿qué? «”Más bienaventurado es dar que recibir". El problema de la codicia es que piensa que la bendición está en recibir, no en dar. Por eso me opongo tanto a la teología de la prosperidad donde ser bendecido ¡equivale a recibir! No, de hecho Jesús dijo: «Ser bendecido equivale a dar». Por tanto, no se trata solo de lo que acumulamos, sino de lo que compartimos. ¿Entienden eso?

Falso o verdadero: ¿Los momentos más felices de la vida no son cuando recibimos, sino cuando damos? Cuando damos. Por eso es que la gente que no recibe un regalo nos roba una bendición. La codicia dice: «Necesito esto o aquella persona o cosa, o experiencia, o habilidad, y si la consigo seré bendecido», y Jesús dice: «No, no, no, no. La bendición está en dar». «Porque de tal manera amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito», Dios ama al dador alegre porque Dios es un Dador alegre. Dar es una oportunidad para amar a las personas. La generosidad es una oportunidad para bendecir a las personas, y al hacerlo nosotros somos bendecidos.

¿Cuántos de ustedes han dado algo a alguien que aman mucho generosamente, y fue algo grande, un regalo generoso, y le dijeron: «Gracias», y usted les dijo algo así: «En realidad fue un regalo para mí también, porque estaba compartiendo contigo el corazón paterno de Dios».

Esto lo vi el otro día. Estaba con mi hijo Calvin haciendo unos mandados, y yo quería comprar un montón de globos para el cumpleaños de Alexi. Va a cumplir 10 años, y estábamos ahí, y Calvin, buscando por todas partes, me dijo: «Quiero comprarle esto a Gideon». Y era un traje para que se vista de guerrero Ninja. Gideon tiene 7 años. Le dije: «Está bien».

Le dije: «Calvin, ¿y tú quieres algo?». Me dijo: «De veras quiero comprarle eso a Gideon». No quería comprarle cualquier cosa, quería comprar algo que pudiera llevar a casa para regalárselo a su hermano. Entramos a la casa y lo primero que gritó fue: «¡Gideon!». Y Gideon sale corriendo: «Sí, ¿qué quieres?». Y le dijo: «Encontré algo para ti», y lo iba sacando. Y Gideon dando brincos. Ahora puede ponerse el traje Ninja y la capa de guerrero. O sea, ahora podía matar a cualquier clase de soldado de cualquier nación. Estaba plenamente ataviado para toda clase de combate. Y miré a Calvin y él me dijo: «Eso fue muy divertido». A veces es mejor dar un regalo que recibir un regalo. ¿Amén? Y la codicia no permite eso.

Destruyendo la codicia con satisfacción

¿Cuántos de ustedes están convencidos ahora que codiciar es malo? Bien, mi punto principal en este momento es que es malo codiciar. ¿Entonces qué hacemos con eso? Pues, Pablo dice esto. Hay que aplastar la codicia con el contentamiento. Filipenses 4:11-13: «He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación». La respuesta es que el antídoto para la codicia es el contentamiento. ¿Ven eso? Usted dirá: «Pues, yo no quiero codiciar». Bien, entonces pida al Espíritu Santo que le ayude a crecer en su contentamiento. La Biblia dice en otra parte: «La piedad… es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento». «Sé vivir en pobreza». Dice: «Sé vivir en la quiebra y sé vivir en prosperidad». Sé tener más que lo suficiente. «En todo y por todo he aprendido el secreto». Este es el secreto. La mayoría de las personas no saben el secreto. El secreto para enfrentar la abundancia, el hambre, y la necesidad. «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece». Les diré algunas cosas sobre el contentamiento. La codicia es el problema, el contentamiento es la solución.

1. El contentamiento es querer lo que el Padre quiere

Primero, el contentamiento no es querer lo que queremos, sino querer lo que el Padre quiere para nosotros. La codicia es cuando queremos lo que queremos. El contentamiento es querer lo que Él quiere. ¿Ven la diferencia? Usted dirá: «Mi Papá parece saber algunas cosas que yo no conozco, y si me dice que no, eso debe ser lo mejor porque sé que mi Papá me ama». Ese es el contentamiento.

2. Contentamiento no se nutre de la pobreza o prosperidad.

Segundo, el contentamiento no se nutre de la pobreza o de la prosperidad. Pablo dice: «Estaba saciado cuando no tenía nada y estaba saciado cuando lo tenía todo». La gente no cree esto. La gente pobre piensa: «Estaré saciado cuando llegue a ser rico». La gente rica piensa: «Necesito deshacerme de todas mis cosas y ser pobre para poder estar saciado». El contentamiento no tiene nada que ver con lo que tenemos en las manos, tiene todo que ver con lo que tenemos en el corazón.

Y algunos piensan: «Si tengo más cosas en las manos, tendré más contentamiento en mi corazón». No, no lo tendrá. «Pues, si tengo menos cosas en las manos tendré más contentamiento en mi corazón». No, no lo tendrá. Quizás Dios quiere que tenga más, quizás Dios quiere que tenga menos, pero hasta que no afronte el problema del contentamiento, no habrá resuelto el problema.

Jesús era rico en el cielo, era pobre en la tierra, y estaba saciado en ambas circunstancias. Ha vuelto al cielo y hoy es rico. No es pobre. Estaba saciado cuando era pobre; está saciado siendo rico. Pablo estaba saciado siendo pobre; estaba saciado siendo rico.

Y vivimos en un mundo que se ha enfocado en los pobres y en los ricos, y la Biblia dice que el enfoque debería ser entre la codicia y el contentamiento. No es un problema económico, es un problema del corazón con implicaciones económicas.

3. El contentamiento no se destruye con cesar nuestros deseos
Tercero, el contentamiento no se aplasta tratando de cesar nuestros deseos. Dicho de otra manera, el contentamiento no se aplasta cesando el deseo. Algunos de ustedes al escuchar esto, dirán: «La codicia es un deseo fuerte. Necesito librarme del deseo». Eso es budismo. No es cristianismo. El cristianismo trata las pasiones, los anhelos, los apetitos, y el desear a Dios y el bien.

Y puede motivarnos mucho. Usted dirá: «Quiero conocer la Biblia». Ese es un buen deseo, nútralo. «Quiero aprender acerca de Jesús». Buen deseo, nútralo. «Quiero servir a otras personas». Buen deseo, nútralo. «Quiero ser un buen administrador de mis recursos para que pueda ser generoso como Dios lo es conmigo en Cristo». Buen deseo, nútralo. «Quiero conocer a mi cónyuge y amarla(o) muy bien». Buen deseo, nútralo. «Quiero invertir en mis hijos y criarlos para que amen y sirvan al Señor». Buen deseo, nútralo. «Quiero hacer la diferencia con mi vida y llevar a cabo un ministerio que cuente». Buen deseo, nútralo.

El problema no es el deseo, es el deseo impío. Ese es el problema, por lo tanto la respuesta no es dejar de desear, sino los deseos de Dios. Tengo mucho más en mis notas; dejemoslo ahí.

Estamos al final de los Diez Mandamientos. Cada sermón que he resaltado en esta serie con mis hijos en el carro, los niños Driscoll, los Fab Cinco les dirán, esta es mi pregunta. Estamos en la recta final, así que ¿qué aprendieron? ¿Qué aprendieron hoy? ¿Cuál es la idea principal que el Espíritu Santo les resaltó hoy? Les pregunto algo así. Cualquiera de mi equipo lo sabe. Siempre hago esta pregunta. Si están viajando conmigo, es esta. Trato a todos como si fuera uno de mis hijos en el Suburban. ¿Qué aprendiste hoy? Así es, y después no les pido que me repitan todo el sermón, sino que tomen la idea principal que el Espíritu Santo les dio y que la compartan con nosotros, y después oramos por ellos.

Aprendizaje de los 10 mandamientos

Estas son las tres cosas que yo aprendí al final de la serie, y quiero que piensen en las suyas también.

1. Dios es un Padre amoroso

Que Dios es un Padre maravilloso. Que Dios es un Padre maravilloso. Los mandamientos que nos dio, miles de años después aún no han sido mejorados. Tratan todas las áreas de la vida, no solo el comportamiento externo sino la motivación interna. Tenemos un gran Padre. Y Él está dispuesto a hablarnos sobre asuntos muy prácticos de la vida y del corazón, y eso nos revela lo sabio y amoroso y grande que es nuestro Papá, ¿amén?

2. Jesús perdona nuestros pecados

Segundo, que Jesús es increíble, que Dios descendió haya entrado en la historia de la humanidad sin quebrantar ninguna de las leyes externamente o internamente Jesús nunca cometió adulterio, y no solo eso, nunca miró con lujuria a una mujer. Jesús nunca robó nada, y no solo eso, dio su vida como un regalo. Jesús no tuvo muchas posesiones, y no solo eso, tampoco codició las posesiones de ninguna persona. Jesús nunca se casó, y no solo eso, nunca miró con lujuria a la mujer de otro.

O sea, si ponemos a Jesús en la categoría de: «Es un buen hombre», esa categoría es inadecuada para Él. Jesús es Dios. Jesús es perfecto. Jesús es maravilloso. Jesús no solo evitó los pecados externos, sino las propensiones internas del corazón.

Quiero decir, Él tiene el corazón puro. Al examinar la Ley de Dios y al examinar nuestras vidas, espero que reconozcan conmigo cuán distintos somos de Jesús y cuánto necesitamos que perdone nuestro pecado, y nos limpie de toda injusticia.

3. El Espíritu Santo nos da nuevos deseos

Y tercero, que nos haya enviado el Espíritu Santo… lo que he aprendido es que el Espíritu Santo quien inspiró las Escrituras, quien también nos convence de pecado mediante la ley, es maravilloso que nos traiga la justicia sin pecado y la posición de Jesucristo; quien por medio de la fe en la muerte, sepultura, y resurrección de Jesús, nos haya dado un nuevo corazón, una nueva naturaleza, y nuevos ¿qué? Deseos. Si usted llega y le lee los Diez Mandamientos a un no cristiano, dirán: «Ni siquiera quiero hacer eso». Pero si usted tiene al Espíritu Santo, dirá: «Eso es lo que quiero hacer, porque Dios está cambiando mis deseos».

Y que el Espíritu Santo obre a nivel del deseo es asombroso para mí, porque significa que Dios nos ama tanto que desea no solo que obedezcamos sus leyes, sino que desea que tengamos su corazón, que deseemos lo que Él desea para nosotros. Y al ceder a esos deseos, nos volvemos más como Jesús y tenemos más gozo, ¿amén?

Oración

Dios Padre, gracias por la oportunidad de estudiar juntos los Diez Mandamientos. Y Señor, gracias por el décimo mandamiento, porque se trata de lo interior. Se trata de las tendencias y motivaciones y apetitos y anhelos y deseos del corazón.

Y Señor Jesús, confesamos que a menos que nos des un nuevo corazón, no podemos tener nuevos deseos. Pero como tú nos diste un nuevo corazón, el Espíritu Santo puede ayudarnos a nutrir esos deseos.

Dios, pido por nosotros como personas, que entendamos que la codicia da comienzo a muchos pecados; y que no podemos tratar de mejorar solo nuestra conducta externa, sino guardar nuestros corazones continuamente; que aquel soldado tiene que hacer guardia en todo momento; que nuestros corazones no se desvíen hacia basar nuestra identidad y nuestra esperanza y nuestro gozo y comodidad y nuestro futuro en alguien o en algo que no sea Jesús, en su nombre lo pedimos, amén.

Nota: Esta transcripción ha sido editada para la legibilidad.